9 de noviembre de 2009

Visita virtual: VENUS DE MILO, la rotunda imagen de la belleza clásica




AFRODITA DE MELOS o VENUS DE MILO
Autor anónimo
Hacia 120 a. C.
Mármol de Paros
Museo del Louvre, París
Arte griego. Periodo Helenístico

     La Venus de Milo, diosa de la belleza y el amor, es el icono más representativo del arte de la antigüedad, considerada en todo el mundo como prototipo artístico de belleza y perfección clásica. Es también una de las joyas del Museo del Louvre, donde continuamente disputa el mayor número de visitas a La Gioconda de Leonardo da Vinci. Ambas obras suman a su atractivo formal y técnico un halo de misterio; la una por su enigmática sonrisa y la otra por su carencia de brazos, estimulando a lo largo del tiempo la imaginación de los espectadores y estudiosos que encuentran en ellas la gallina de los huevos de oro para la especulación artística.

LA MÍTICA ESCULTURA

     Esta figura femenina, labrada en mármol de Paros en fecha indeterminada entre los años 130 y 100 a. C. y con tamaño superior al natural, con 2,04 metros de altura, se ha venido interpretando como una representación de Afrodita, diosa del amor y la belleza en la mitología griega, después venerada por los romanos con el apelativo de Venus. No se conoce su autor, aunque por su perfección técnica y sus características formales ha sido atribuida a los mejores escultores del periodo helenístico, siendo adjudicada su autoría tanto a Praxíteles como a Scopas, sin que falten quienes apuntan al clásico Lisipo.


     Está tallada en dos partes, algo habitual en la época, siguiendo la técnica de las esculturas crisoelefantinas (madera recubierta de oro y marfil) del periodo clásico precedente. La diosa aparece erguida, desnuda de pelvis para arriba, con un manto de tejido liviano que le cubre las piernas y se cruza al frente produciendo un conjunto de pliegues que sutilmente dejan adivinar las formas anatómicas, detalle que la adscribe en el grupo de las llamadas “venus púdicas”. El cuerpo adopta la posición de contrapposto, con el peso corporal descansando sobre la pierna derecha, lo que le permite flexionar la izquierda y que el cuerpo se contorsione siguiendo una línea serpentinata, rasgo peculiar del periodo helenístico que dota a las figuras de un elegante movimiento.

     La cabeza, trabajada según los modelos del periodo clásico de finales del siglo V a. C., representa el ideal académico, con ancha frente despejada, ojos muy abiertos, nariz recta y boca carnosa ligeramente entreabierta, con el cabello peinado hacia atrás y recogido con una cinta a modo de diadema que se anuda en un moño en la parte trasera dejando mechones sueltos que caen por la espalda.

     La virtuosidad técnica del trabajo del mármol se traduce en el contraste entre la morbidez de la epidermis del torso en la parte superior y el naturalismo de los pliegues que dejan asomar el pie en la parte inferior, los dos bloques independientes que componen la escultura y que encajan a la perfección estableciendo un eje helicoidal que hace que la escultura tenga múltiples puntos de vista, una característica de los grupos escultóricos de la etapa helenística.


     Como modelo iconográfico esta representación de Afrodita está relacionada con la Afrodita de Cnido de Praxíteles y con la Afrodita de Capua de Lisipo, apuntándose la posibilidad de que sujetara parte del manto con la mano derecha y que en la izquierda presentara la manzana (melos en griego) recibida del príncipe-pastor troyano Paris, que seducido la eligió como la más hermosa en el mítico juicio en el que el joven tuvo que escoger entre Hera, Atenea y Afrodita (Juno, Minerva y Venus en la mitología romana), que le ofrecieron poder, sabiduría y amor respectivamente, un hecho que desencadenaría la Guerra de Troya, según narra Homero en La Ilíada. Pero esta interpretación de que representa el momento en que Afrodita se desnuda para seducir con su belleza a un mortal, aunque es muy posible, es una de tantas teorías especulativas en torno a su significado y se basa en la información de que en las proximidades de la estatua apareció el fragmento de un antebrazo y una mano con una manzana, cuyo paradero se desconoce, junto a fragmentos de pedestales con inscripciones que mencionaban a Agesandros y Aleixandros, dos artistas de Antioquía que, sin una base realmente consistente, algunos han propuesto como sus posibles autores.

HISTORIA Y PERIPECIAS

     La escultura fue encontrada semienterrada por un campesino llamado Yórgos Kendrotás, cerca de Paleo Castro, población principal de la isla egea de Melos, de la que toma el nombre esta Afrodita. Esto ocurría el 8 de abril de 1820. Debido al peso del conjunto, 900 kilos, su descubridor la desenterró por partes y la guardó durante un tiempo en un establo impresionado por la belleza del hallazgo, hecho que ocultó a las autoridades. Finalmente, ante las reiteradas ofertas recibidas de cuantos fueron conociendo el descubrimiento, ofreció la venta del torso a un clérigo ortodoxo griego. Pero en aquellos años del siglo XIX se libraba la última etapa de la guerra de independencia de Grecia respecto al Imperio Otomano, por lo que el clérigo, evitando a las autoridades turcas, dio noticia de la venta al joven oficial de navío francés Jules Dumont d'Urville, que reconociendo la calidad de la estatua urdió la compra de la figura completa por el Marqués de Riviere, embajador de Francia en Constantinopla, operación en la que también participó el francés De Marcellus, secretario de la embajada.


     Según esta versión, la estatua salió de Grecia veinte días antes de que este país declarara su independencia, ya que fue trasladada a Francia el 1 de marzo de 1821, donde fue adquirida por el rey Luis XVIII, que después de unos trabajos de reparación la entregó al Museo del Louvre, donde se conserva en la actualidad. Con ello el monarca compensaba ante artistas y críticos el haber devuelto a Italia, en 1815, la célebre Venus Médici, muy estimada en Francia, que expoliada por Napoleón fue repuesta por la restaurada monarquía francesa como gesto de amistad.

     La celebridad de la obra dio lugar a la divulgación de la historia de una batalla campal en el mar entre turcos y franceses, que motivó la rotura y pérdida de los brazos, teoría esgrimida como reivindicación por los otomanos para demostrar que la obra fue expoliada por la fuerza.
Lo cierto es que enseguida los franceses consideraron a la Venus de Milo como uno de los mayores tesoros de la estatuaria griega, destacando su presencia entre la importante colección de antigüedades del Louvre, sin que faltaran detractores eruditos a lo largo del tiempo. Ello dio lugar a una producción innumerable de copias en todos los materiales y a propuestas sobre su reconstrucción, hecho que afortunadamente nunca se produjo, manteniendo un halo de misterio y leyenda que contribuyen a realzar su encanto. Actualmente la Venus de Milo es considerada tan francesa como la Torre Eiffel.

Informe y tratamiento de fotografías: J. M. Travieso.

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