7 de febrero de 2012

Exposición: CIRILO MARTÍNEZ NOVILLO, FOTOGRAFÍAS 1957-1990, del 8 de febrero al 19 de marzo 2012


MUSEO DE LEÓN
Plaza de Santo Domingo 8, León

     Lo que el pintor mira, lo que ve, lo que descubre, siempre se relaciona con los intereses de su mundo. El artista percibe lo que necesita y, en ese sentido, el alimento de la mirada se corresponde con el aliento de la creación. Una mirada del alma, por ejemplo, en un pintor de paisajes interiores que derivarían hacia un expresionismo abstracto, y que en toda su obra destila la resonancia lírica de un universo entresoñado.

     Cirilo Martinez Novillo, uno de los incuestionables clásicos de la pintura española del siglo XX, vino a León en el verano de 1958. Fue una estancia de reposo familiar y de trabajo, unos días de ese tiempo detenido en los que el pintor, lejos de su estudio, pasea, merodea, hace sus apuntes con acuarela, ejercita la mirada en el descubrimiento de los paisajes modestos y laborales que circundan la ciudad. El pintor viene provisto de una cámara de fotos, un instrumento para retener lo que le interesa, la instantánea que puede establecer la sugerencia de una pintura.

     Lo que el pintor mira y, en esos casos, el recordatorio o el testimonio de una visión casi a flor de piel, tan casual como significativa, tan imprevista como reveladora. Nada es inocuo en la mirada del pintor, todo se asienta en la necesidad que expresa su mundo, como dije antes.

     Existe una maravillosa colección de las miradas fotográficas de Martinez Novillo, del sustento modesto pero no trivial de lo que veía cuando no pintaba, de lo que la fotografía podía tener para él de apunte y reclamo. Un ejemplo que a mi modo de ver excede esa línea o, al menos, la transfigura con un resultado más comprometido, es la fotografía de la catedral leonesa, realizada en blanco y negro, experimentando un filtro amarillo que le habían recomendado para fotografiar los celajes. La catedral parece crecer en la distancia que el pintor necesita para la composición, entre las casas que la resguardan, los árboles que la velan y el barbecho que la respeta para alejarla en su bandeja. Hay un cielo que nubes que la amparan y, en la totalidad de la fascinada mirada del pintor, una atmósfera de viejo grabado que imprime una sensación física y, a la vez, de sueño: la sensación de un objeto maravilloso que surgió de la tierra como un misterioso fruto.

     La catedral de Martinez Novillo no habita la ciudad, se desprende en las afueras, está en la cercanía de las recolecciones y es como una silueta poderosa de los extrarradios. El pintor siempre estuvo enamorado de la catedral. Supongo que fueron infinitas las veces que la contempló pero, al fin, la mirada que le correspondía era la que por suerte para todos dibujaba su cámara desde el marco preciso en que al fin pudo verla como la quiso haber soñado.

Luis Mateo Díez

HORARIO DE VISITAS
De martes a sábado: de 10 a 14 h. y de 16 a 19 h.
Domingos y festivos: de 10 a 14 h.
Lunes: cerrado.

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