4 de enero de 2013

Historias de Valladolid: ANSELMO MIGUEL NIETO, ¡qué bellas tus mujeres!


EL NECESARIO RESCATE DE UN OLVIDO INJUSTO

A pesar de que la obra de Anselmo Miguel Nieto (1881-1964) llegó a obtener resonancia internacional y el pintor gozó en España de una enorme popularidad hasta los años de la Guerra Civil, tanto Valladolid como el arte español en general no le ha tratado como se merece. Han sido casos aislados aquellos que han intentado recuperar su memoria y la valoración de su obra, pero sin la debida trascendencia. El más importante trabajo en torno a su pintura y su persona ha sido la monografía “Anselmo Miguel Nieto, vida y pintura”, realizada por José Carlos Brasas Egido y publicada en 1981 por la Institución Cultural Simancas, bajo el patrocinio de la Diputación de Valladolid, con motivo del primer centenario de su nacimiento, obra que servirá como fuente de documentación a futuras generaciones, aunque el trabajo dedicado a este fantástico pintor adolece de haber sido editado con la  mayoría de sus ilustraciones en blanco y negro.

Otros intentos de la recuperación de su memoria se produjeron en 1965, cuando el Círculo de Bellas Artes de Madrid le rindió un homenaje después de su fallecimiento; en 1966, año en que se montó una exposición con carácter de homenaje en el Salón de la Caja de Ahorros de la Diputación Provincial de Valladolid, a la que asistió la señora Mantovani, hija del pintor; y en 1998, cuando el Ayuntamiento de Valladolid organizó en la Sala de la Pasión la exposición “Anselmo Miguel Nieto, pintor vallisoletano de la generación del 98”, con una interesante selección de su obra y un catálogo redactado por Francisco Javier de la Plaza, exposición que había sido precedida por otra más modesta en el Colegio Lourdes de Valladolid. Sin embargo, está pendiente su revisión a nivel nacional con la celebración de la exposición definitiva que la calidad de su ingente obra merece, para que de una vez por todas ocupe el lugar que le corresponde y alcance el mismo grado de reconocimiento que otros contemporáneos tan celebrados como Zuloaga, Romero de Torres y Sorolla.     

APUNTES BIOGRÁFICOS

Anselmo Miguel Nieto nació en la calle de Santiago de Valladolid el 1 de abril de 1881. Era hijo de Juan Miguel del Olmo y de Josefa Nieto, que poseían una confitería en la céntrica calle vallisoletana que el pintor decoraría en su juventud. Fue bautizado en la iglesia de Santiago y pronto manifestó su vocación artística al demostrar una gran habilidad para el dibujo, realizando desde muy joven, por iniciativa de su hermano Ramón, caricaturas para el diario satírico ¡Velay!

Compaginando los estudios con el trabajo, inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, donde impartían sus enseñanzas el valenciano José Martí y Monsó y su discípulo Luciano Sánchez Santarén. Allí conseguiría en todos los cursos el premio especial, convirtiéndose en el pintor más destacado del importante grupo que salió de esta institución, entre ellos los vallisoletanos García Lesmes y García Benito, así como el vasco Aurelio Arteta, su amigo y compañero, con el que se desplazó a Madrid en 1900, cuando tenía 19 años, para completar su formación en la Academia de San Fernando.

Durante su estancia en la capital y ante la falta de medios económicos, tuvo que trabajar en una confitería y en una imprenta donde dibujaba etiquetas para latas de conservas, alternando ocasionalmente la realización de carteles taurinos. Compartiendo en una buhardilla su vida bohemia con Arteta, ambos se matricularon en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde consiguieron por concurso las codiciadas plazas becadas del Círculo de Bellas Artes. A partir de entonces eran frecuentes sus viajes para visitar a la familia en Valladolid, donde un crítico local, admirador de su obra, reclamaba ayuda a la Diputación y al Ayuntamiento para financiar su formación en el extranjero, gracias a lo cual acabaría obteniendo una pensión por mediación del político y ministro liberal Santiago Alba, vinculado al diario El Norte de Castilla.

En 1902 viaja pensionado a Roma, pero la ayuda se suspende y se ve obligado a trabajar para poder seguir estudiando. Allí toma contacto con los grandes pintores del Renacimiento, declarando sentir especial admiración por Rafael. Tras regresar a Valladolid, consigue de la Diputación una nueva beca de ayuda para acudir a París, donde viviría en una lúgubre buhardilla próxima al estudio de Pablo Picasso. En el mítico Montmartre se pone en contacto con la obra de los impresionistas franceses, captando para su pintura los ensayos sobre la luz artificial de la noche parisina. En 1903 participa en el Salón Nacional de París junto a los pintores españoles Zuloaga, Sorolla y Ricardo Canals, y junto al Sena realiza una serie de obras que envía a certámenes celebrados en Madrid y San Sebastián, destacando ya en sus obras como un excelente pintor de figuras femeninas.

En 1906 decide regresar a España y se traslada a Madrid, donde instala su domicilio definitivo. Pasando penurias, acude asiduamente a copiar los modelos escultóricos del Casón y del Prado, al tiempo que pone en práctica las técnicas y recursos aprendidos durante sus estancias en Roma y París en obras que al ser presentadas en público algunos críticos trasnochados censuran por su audacia impresionista. En 1907, formando parte de un grupo autodenominado independiente, participa en la exposición del Círculo de Bellas Artes, donde obtiene un sonado éxito con su Retrato de señora. Por entonces comienza a asistir a las tertulias en el Nuevo Café de Levante, donde conoce a Ricardo Baroja, Romero de Torres y Valle-Inclán, con los que establece una amistad duradera.

En 1908 conoce a Carmen Sánchez Pereira, que llegaría a ser su esposa. Con ella tendría dos hijas, Carmencita, que murió muy joven, y Margarita, que plasmará en sus pinturas repetidamente.

En 1909 comparte en Madrid un estudio con el escultor palentino Victorio Macho. A partir de entonces consigue fama como retratista, obteniendo grandes éxitos con los retratos realizados para la aristocracia madrileña, que se convertiría en una clientela constante durante el resto de su vida. En 1910 logra uno de sus más importantes galardones, la medalla de oro de la Exposición Internacional de Buenos Aires. Ese mismo año presenta La Danza, una obra que marca una nueva orientación de su pintura hacia el simbolismo modernista, en la misma línea que lo hiciera Romero de Torres, con una acusada tendencia al decorativismo, aunque con este tipo de pintura no obtuvo demasiados elogios en los certámenes oficiales.

Concurre a la Exposición Internacional de Arte de Barcelona de 1911, siendo su obra una de las más admiradas de la muestra, lo que le valió la primera medalla, trofeo que le consagraba como uno de los pintores más importantes del momento. Ello le favoreció para presentar, en 1912, su primera exposición individual en la sala del diario La Tribuna de Madrid, hecho que se convertiría en todo un acontecimiento en el panorama de las artes. Entre las obras de la exposición aparecían una serie de retratos de mujeres y el célebre retrato de Valle-Inclán, de fuerte contenido psicológico. La ocasión de presentar esta recopilación de su obra daría lugar a su reconocimiento y la consagración de su nombre entre los mejores del momento.
 A partir de entonces, plenamente reconocido, participa en prestigiosas exposiciones dentro y fuera de España, como en Missouri, Munich, donde obtiene la medalla de oro de la Exposición Internacional, Barcelona o Buenos Aires, al tiempo que atiende a la selecta y burguesa clientela que reclama sus retratos. Todos estos hechos implicaron una mejora económica que le permitirían comprar cómodos pisos y un lujoso estudio en Madrid.

En 1922 se desplaza a Buenos Aires, donde permanece durante más de un año (el Museo Nacional de Bellas Artes guarda obras suyas). A su regreso a España su actividad se hizo imparable y continuó participando en las tertulias, a pesar de su carácter tímido y un tanto hosco, en parte producido por la muerte en 1929 de su hija Carmen, víctima de leucemia, cuando tan sólo contaba quince años, una tragedia en la  que reaccionó atormentadamente recluyéndose en su estudio. No obstante, mantuvo buena amistad con un buen grupo de literatos, pintores y escultores, entre ellos Jacinto Benavente, recorriendo con sus íntimos en automóvil distintos territorios de España.

En 1933 pasa largas temporadas en Ibiza y allí le sorprende en 1936 el inicio de la Guerra Civil española. En la isla pinta una abundante obra en la que ejercita los efectos lumínicos del sol mallorquín y del paisaje mediterráneo. Temiendo represalias por su amistad con Azaña, Prieto y Besteiro, al año siguiente se desplaza  de nuevo a América, fijando su residencia por tres años en Argentina y seis en Chile, países donde viviría su etapa más fructífera. En 1947, acabada la II Guerra Mundial, regresa a España y fija su residencia definitiva en Madrid, en un piso situado junto al Museo del Prado. A pesar de que en 1952 fue nombrado académico de San Fernando, negándose a la recepción oficial, su obra dejó de ser valorada y el pintor fue consciente de cómo su prestigio era arrinconado y los elogios del pasado hacia su obra olvidados paulatinamente, en unos años en que triunfaban las vanguardias en las que nunca creyó. Su muerte se produjo en Madrid el 4 de noviembre de 1964, cuando contaba ochenta y cuatro años, a consecuencia de un tumor canceroso, desapareciendo con él el rastro de los ideales que marcaron la estética de la llamada generación del 98, tan injustamente olvidada durante muchos años.









































EL ESTILO DEL PINTOR

La obra de Anselmo Miguel Nieto evoluciona desde el expresionismo de sus primeros años hasta el modernismo militante, que concibe con rica luminosidad y colorido. En su pintura destaca la firmeza del dibujo, la habilidad para el retrato y fundamentalmente sus interpretaciones del desnudo femenino, alegórico y sensual, siendo, sin duda, el mejor pintor de mujeres de su tiempo, a las que mostró pertenecientes a toda clase y condición, y siempre llenas de vida, bien bajo la luz cegadora de las playas ibicencas, en sofisticados ambientes burgueses o experimentando los efectos de la luz artificial en interiores y espectáculos.

En su obra aparece el hecho meditativo a través de un dominio magistral de la paleta, huyendo en todo momento de los regionalismos para adoptar justamente una actitud contraria, volcando su visión hacia un enfoque internacional y cosmopolita en el que a partir de un dibujo impregnado del academicismo propio de su tiempo afloran reminiscencias estéticas del renacimiento italiano, del tratamiento de la luz de Zurbarán y distintos recursos técnicos tomados del impresionismo francés, elementos que convierten su pintura en testimonios de una época a caballo entre la tradición y la modernidad.


PEQUEÑA APORTACIÓN: UNA OBRA INÉDITA

En el deseo de reclamar la atención que realmente merece este pintor vallisoletano, aportamos una obra completamente inédita: “Mujer en el baño” (colección privada, Valladolid), un óleo sobre cartón a medio camino entre el realismo y la vaga sofisticación idealista, buena muestra de la interpretación del mundo femenino y del magistral uso del dibujo y la luz que caracteriza la obra de este genial maestro de la generación del 98.

Informe: J. M. Travieso.























Ilustraciones:   
1 Autorretrato de juventud, 1898. Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid.
2 Artículo de Francisco Álvaro publicado en el Diario ABC (Madrid) con motivo de la exposición celebrada en Valladolid en 1966.
3 Retrato de Margarita Miguel, hija del pintor. 1936.
4 La bailaora sevillana Laura Navarro Álvarez (Laura de Santelmo, sobrenombre ideado por el pintor Sorolla), 1934.
5 Brasil, 1923.
6 Retrato de la poetisa argentina Victoria Ocampo de Estrada, 1917.
7-8-9 Dos mujeres / Retrato de Concha Lagos, 1954  / Anita Delgado, 1905.
10-11-12 Retratos de damas burguesas. 
13-14-15 El tocador / El espejo, 1938 /Mujer en la intimidad
16 Autorretrato, dibujo al carbón sobre tabla, 1964.
17 Mujer en el baño, h. 1930.
18-19-20 Retrato de Julián Besteiro, 1932 / Retrato de Ramón María del Valle-Inclán, 1933 / Retrato de Julio Romero de Torres, 1931.
  
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