EL NECESARIO RESCATE DE UN OLVIDO INJUSTO
A pesar de que la
obra de Anselmo Miguel Nieto (1881-1964) llegó a obtener resonancia
internacional y el pintor gozó en España de una enorme popularidad hasta los
años de la Guerra Civil, tanto Valladolid como el arte español en general no le
ha tratado como se merece. Han sido casos aislados aquellos que han intentado
recuperar su memoria y la valoración de su obra, pero sin la debida trascendencia. El más importante trabajo
en torno a su pintura y su persona ha sido la monografía “Anselmo Miguel Nieto,
vida y pintura”, realizada por José Carlos Brasas Egido y publicada en 1981 por
la Institución Cultural Simancas, bajo el patrocinio de la Diputación de Valladolid,
con motivo del primer centenario de su nacimiento, obra que servirá como fuente
de documentación a futuras generaciones, aunque el trabajo dedicado a este fantástico
pintor adolece de haber sido editado con la mayoría de sus ilustraciones en blanco y
negro.
Otros intentos de
la recuperación de su memoria se produjeron en 1965, cuando el Círculo de
Bellas Artes de Madrid le rindió un homenaje después de su fallecimiento; en
1966, año en que se montó una exposición con carácter de homenaje en el Salón
de la Caja de Ahorros de la Diputación Provincial de Valladolid, a la que asistió la señora
Mantovani, hija del pintor; y en 1998, cuando el Ayuntamiento de Valladolid
organizó en la Sala de la Pasión la exposición “Anselmo Miguel Nieto, pintor
vallisoletano de la generación del 98”, con una interesante selección de su
obra y un catálogo redactado por Francisco Javier de la Plaza, exposición que
había sido precedida por otra más modesta en el Colegio Lourdes de Valladolid.
Sin embargo, está pendiente su revisión a nivel nacional con la celebración de
la exposición definitiva que la calidad de su ingente obra merece, para que de
una vez por todas ocupe el lugar que le corresponde y alcance el mismo grado de
reconocimiento que otros contemporáneos tan celebrados como Zuloaga, Romero de
Torres y Sorolla.
APUNTES BIOGRÁFICOS
Anselmo Miguel
Nieto nació en la calle de Santiago de Valladolid el 1 de abril de 1881. Era
hijo de Juan Miguel del Olmo y de Josefa Nieto, que poseían una confitería en
la céntrica calle vallisoletana que el pintor decoraría en su juventud. Fue
bautizado en la iglesia de Santiago y pronto manifestó su vocación artística al
demostrar una gran habilidad para el dibujo, realizando desde muy joven, por
iniciativa de su hermano Ramón, caricaturas para el diario satírico ¡Velay!
Compaginando los
estudios con el trabajo, inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de
Valladolid, donde impartían sus enseñanzas el valenciano José Martí y Monsó y
su discípulo Luciano Sánchez Santarén. Allí conseguiría en todos los cursos el
premio especial, convirtiéndose en el pintor más destacado del importante grupo
que salió de esta institución, entre ellos los vallisoletanos García Lesmes y
García Benito, así como el vasco Aurelio Arteta, su amigo y compañero, con el
que se desplazó a Madrid en 1900, cuando tenía 19 años, para completar su
formación en la Academia de San Fernando.
Durante su
estancia en la capital y ante la falta de medios económicos, tuvo que trabajar
en una confitería y en una imprenta donde dibujaba etiquetas para latas de
conservas, alternando ocasionalmente la realización de carteles taurinos.
Compartiendo en una buhardilla su vida bohemia con Arteta, ambos se matricularon
en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde consiguieron por concurso
las codiciadas plazas becadas del Círculo de Bellas Artes. A partir de entonces
eran frecuentes sus viajes para visitar a la familia en Valladolid, donde un
crítico local, admirador de su obra, reclamaba ayuda a la Diputación y al Ayuntamiento
para financiar su formación en el extranjero, gracias a lo cual acabaría
obteniendo una pensión por mediación del político y ministro liberal Santiago
Alba, vinculado al diario El Norte de Castilla.
En 1902 viaja
pensionado a Roma, pero la ayuda se suspende y se ve obligado a trabajar para
poder seguir estudiando. Allí toma contacto con los grandes pintores del
Renacimiento, declarando sentir especial admiración por Rafael. Tras regresar a
Valladolid, consigue de la Diputación una nueva beca de ayuda para acudir a
París, donde viviría en una lúgubre buhardilla próxima al estudio de Pablo Picasso.
En el mítico Montmartre se pone en contacto con la obra de los impresionistas
franceses, captando para su pintura los ensayos sobre la luz artificial de la
noche parisina. En 1903 participa en el Salón Nacional de París junto a los
pintores españoles Zuloaga, Sorolla y Ricardo Canals, y junto al Sena realiza
una serie de obras que envía a certámenes celebrados en Madrid y San Sebastián,
destacando ya en sus obras como un excelente pintor de figuras femeninas.
En 1906 decide
regresar a España y se traslada a Madrid, donde instala su domicilio definitivo.
Pasando penurias, acude asiduamente a copiar los modelos escultóricos del Casón
y del Prado, al tiempo que pone en práctica las técnicas y recursos aprendidos durante
sus estancias en Roma y París en obras que al ser presentadas en público algunos
críticos trasnochados censuran por su audacia impresionista. En 1907, formando
parte de un grupo autodenominado independiente, participa en la exposición del
Círculo de Bellas Artes, donde obtiene un sonado éxito con su Retrato de señora. Por entonces comienza
a asistir a las tertulias en el Nuevo Café de Levante, donde conoce a Ricardo
Baroja, Romero de Torres y Valle-Inclán, con los que establece una amistad
duradera.
En 1908 conoce
a Carmen Sánchez Pereira, que llegaría a ser su esposa. Con ella tendría dos
hijas, Carmencita, que murió muy joven, y Margarita, que plasmará en sus
pinturas repetidamente.
En 1909
comparte en Madrid un estudio con el escultor palentino Victorio Macho. A
partir de entonces consigue fama como retratista, obteniendo grandes éxitos con
los retratos realizados para la aristocracia madrileña, que se convertiría en
una clientela constante durante el resto de su vida. En 1910 logra uno de sus más
importantes galardones, la medalla de oro de la Exposición Internacional de
Buenos Aires. Ese mismo año presenta La
Danza, una obra que marca una nueva orientación de su pintura hacia el
simbolismo modernista, en la misma línea que lo hiciera Romero de Torres, con
una acusada tendencia al decorativismo, aunque con este tipo de pintura no
obtuvo demasiados elogios en los certámenes oficiales.
Concurre a la Exposición Internacional de Arte de Barcelona de 1911, siendo su obra una
de las más admiradas de la muestra, lo que le valió la primera medalla, trofeo que
le consagraba como uno de los pintores más importantes del momento. Ello le favoreció
para presentar, en 1912, su primera exposición individual en la sala del diario
La Tribuna de Madrid, hecho que se convertiría en todo un acontecimiento en el panorama
de las artes. Entre las obras de la exposición aparecían una serie de retratos
de mujeres y el célebre retrato de Valle-Inclán, de fuerte contenido
psicológico. La ocasión de presentar esta recopilación de su obra daría lugar a
su reconocimiento y la consagración de su nombre entre los mejores del momento.
En 1922 se
desplaza a Buenos Aires, donde permanece durante más de un año (el Museo
Nacional de Bellas Artes guarda obras suyas). A su regreso a España su
actividad se hizo imparable y continuó participando en las tertulias, a pesar
de su carácter tímido y un tanto hosco, en parte producido por la muerte en
1929 de su hija Carmen, víctima de leucemia, cuando tan sólo contaba quince
años, una tragedia en la que reaccionó
atormentadamente recluyéndose en su estudio. No obstante, mantuvo buena amistad
con un buen grupo de literatos, pintores y escultores, entre ellos Jacinto
Benavente, recorriendo con sus íntimos en automóvil distintos territorios de
España.
En 1933 pasa
largas temporadas en Ibiza y allí le sorprende en 1936 el inicio de la Guerra
Civil española. En la isla pinta una abundante obra en la que ejercita los
efectos lumínicos del sol mallorquín y del paisaje mediterráneo. Temiendo
represalias por su amistad con Azaña, Prieto y Besteiro, al año siguiente se
desplaza de nuevo a América, fijando su
residencia por tres años en Argentina y seis en Chile, países donde viviría su
etapa más fructífera. En 1947, acabada la II Guerra Mundial, regresa a España y
fija su residencia definitiva en Madrid, en un piso situado junto al Museo del
Prado. A pesar de que en 1952 fue nombrado académico de San Fernando, negándose
a la recepción oficial, su obra dejó de ser valorada y el pintor fue consciente
de cómo su prestigio era arrinconado y los elogios del pasado hacia su obra olvidados
paulatinamente, en unos años en que triunfaban las vanguardias en las que nunca
creyó. Su muerte se produjo en Madrid el 4 de noviembre de 1964, cuando contaba
ochenta y cuatro años, a consecuencia de un tumor canceroso, desapareciendo con
él el rastro de los ideales que marcaron la estética de la llamada generación
del 98, tan injustamente olvidada durante muchos años.
EL ESTILO DEL PINTOR
La obra de Anselmo
Miguel Nieto evoluciona desde el expresionismo de sus primeros años hasta el
modernismo militante, que concibe con rica luminosidad y colorido. En su pintura
destaca la firmeza del dibujo, la habilidad para el retrato y fundamentalmente
sus interpretaciones del desnudo femenino, alegórico y sensual, siendo, sin duda, el mejor pintor de mujeres de su tiempo, a las que mostró pertenecientes a toda clase y condición, y siempre llenas de vida, bien bajo la luz cegadora de las playas ibicencas, en sofisticados ambientes burgueses o experimentando los efectos de la luz artificial en interiores y espectáculos.
En su obra
aparece el hecho meditativo a través de un dominio magistral de la paleta,
huyendo en todo momento de los regionalismos para adoptar justamente una actitud contraria,
volcando su visión hacia un enfoque internacional y cosmopolita en el que a
partir de un dibujo impregnado del academicismo propio de su tiempo afloran
reminiscencias estéticas del renacimiento italiano, del tratamiento de la luz de
Zurbarán y distintos recursos técnicos tomados del impresionismo francés, elementos
que convierten su pintura en testimonios de una época a caballo entre la
tradición y la modernidad.
PEQUEÑA APORTACIÓN: UNA OBRA INÉDITA
En el deseo de
reclamar la atención que realmente merece este pintor vallisoletano, aportamos
una obra completamente inédita: “Mujer en
el baño” (colección privada, Valladolid), un óleo sobre cartón a medio
camino entre el realismo y la vaga sofisticación idealista, buena muestra de la
interpretación del mundo femenino y del magistral uso del dibujo y la luz que
caracteriza la obra de este genial maestro de la generación del 98.
Informe: J. M. Travieso.
Ilustraciones:
1 Autorretrato de juventud, 1898. Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid.
2 Artículo de Francisco Álvaro publicado en el Diario ABC (Madrid) con motivo de la exposición celebrada en Valladolid en 1966.
3 Retrato de Margarita Miguel, hija del pintor. 1936.
4 La bailaora sevillana Laura Navarro Álvarez (Laura de Santelmo, sobrenombre ideado por el pintor Sorolla), 1934.
5 Brasil, 1923.
6 Retrato de la poetisa argentina Victoria Ocampo de Estrada, 1917.
7-8-9 Dos mujeres / Retrato de Concha Lagos, 1954 / Anita Delgado, 1905.
10-11-12 Retratos de damas burguesas.
13-14-15 El tocador / El espejo, 1938 /Mujer en la intimidad
16 Autorretrato, dibujo al carbón sobre tabla, 1964.
17 Mujer en el baño, h. 1930.
18-19-20 Retrato de Julián Besteiro, 1932 / Retrato de Ramón María del Valle-Inclán, 1933 / Retrato de Julio Romero de Torres, 1931.
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