CON LAS
PIEDRAS, CON EL VIENTO
hablo de mi
reino.
Mi reino
vivirá mientras
estén verdes
mis recuerdos.
Cómo se
pueden venir
nuestras
murallas al suelo.
Cómo se
puede no hablar
de todo
aquello.
El viento no
escucha. No
escuchan las
piedras, pero
hay que
hablar, comunicar,
con las
piedras, con el viento.
Hay que no
sentirse solo.
Compañía
presta el eco.
El
atormentado grita
su amargura
en el desierto.
Hay que desendemoniarse,
liberarse de
su peso.
Quien no
responde, parece
que nos
entiende,
como las
piedras o el viento.
Se exprime
así el alma. Así
se libra de
su veneno.
Descansa,
comunicando
con las
piedras, con el viento.
JOSÉ HIERRO, 1950
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