LOS REYES
MAGOS
Anónimo
Siglo XVIII
Madera
policromada, paños reales y adornos postizos
Museo del
Convento de Santa Isabel, Valladolid
Escultura
barroca castellana, según modelos napolitanos
En una de las dependencias del convento de Santa
Isabel, convertida en sala musealizada en la que se muestran diversas obras de
pintura, escultura, mobiliario y objetos litúrgicos pertenecientes a la
comunidad de clarisas franciscanas, se abre un nicho mural, convertido en
vitrina expositiva, en el que junto a otras obras se presenta un peculiar
conjunto escultórico de los Reyes Magos.
LOS BELENES CONVENTUALES
Se trata de un grupo de tres figuras que antaño
protagonizaron los rituales navideños que tenían lugar en el interior de la clausura, donde este tipo de figuras, generalmente de tipología popular,
adquirían su verdadero significado en el ciclo que, con sus propias pautas establecidas
en cada comunidad para celebrar la Navidad, comenzaba con el Adviento y
culminaba con la celebración de la Epifanía, extendiéndose en algunos casos
hasta la fiesta de la Purificación de la Virgen, también conocida como la
Candelaria.
Era lo que algunos autores han venido a denominar la Navidad
oculta por celebrarse intramuros de las clausuras, especialmente
femeninas, donde las monjas se entregaban de forma apasionada a confeccionar en
fechas previas las canastillas para el Niño, a vestir y colocar las figuras del
belén que sería presentado cada 24 de diciembre, a celebrar el 25 de diciembre
la Navidad con platos especiales en la cocina, así como cánticos y cultos con
los mejores paños y objetos de orfebrería en torno a la figura del Divino
Infante, a recordar el 28 a los Santos Inocentes, a venerar el 30 a la Sagrada
Familia, a practicar el «Juego del
Niño Perdido» en alusión al hallazgo de Jesús en el Templo, y a renovar
cada 1 de enero, fiesta del Nombre de Jesús, las promesas para el año entrante,
terminando el 6 de enero con la fiesta tradicional de los Reyes Magos.
Estas celebraciones de carácter festivo se
materializaban en un ingente número de figuras exentas del Niño Jesús, a las
que se caracterizaban de las más variadas maneras, desde su imagen como recién
nacido o Niño de la Navidad, a otras como infantes triunfantes, pasionarios, pastorcillos,
adormecidos y un sin fin de caracterizaciones piadosas. Junto a ellos eran habituales diferentes
representaciones del belén, en ambos casos con imágenes talladas en unas ocasiones
por grandes maestros escultores y en otras por autores de marcado acento popular,
unas veces elaboradas en España y otras importadas de otros países, siempre
adaptándose a las técnicas y gustos estéticos de cada momento.
Figuras de la Casa de Nazareth, s. XVII Convento de las Agustinas, Salamanca |
Los belenes conventuales sintetizan el modo de
religiosidad en tiempos pasados y constituyen un legado artístico cuya suerte
ha discurrido paralela a los problemas padecidos por las distintas comunidades
religiosas, especialmente aquellas minúsculas que durante los dos últimos
siglos fueron víctimas de desamortizaciones y conflictos bélicos, así como en
tiempos más recientes de la imposibilidad de afrontar los gastos de
mantenimiento de los edificios históricos que habitaban, dando lugar todo ello a
una desafortunada dispersión de su patrimonio y sus peculiares ajuares.
Era común que se dispusiera del grupo del Misterio, de variado formato y origen en
cada comunidad, en torno al cual giraban los rituales navideños. Muchas veces
se acompañaba de los Reyes Magos, del
mismo o diferente autor, a los que se iban añadiendo personajes, generalmente
pastores y campesinos, que completaban una pequeña escenografía inspirada por
las obras teatrales del ciclo de Navidad. Las figuras unas veces eran guardadas
en grandes arcones o armarios, una vez pasadas las festividades, y otras, más
escasas, se mantenían a lo largo de todo el año formando parte de un montaje
arquitectónico estable, constituyendo un espectáculo visual del que es buen
ejemplo la llamada Casa de Nazareth
del Convento de las Agustinas de Salamanca, compuesto por figuras de
manufactura napolitana del siglo XVII.
Reyes Magos. Convento de las Descalzas Reales, Valladolid |
Este tipo de belenes estaban constituidos por
imágenes vestideras, unas veces llegadas de Nápoles y otras elaboradas en
España siguiendo aquellos modelos napolitanos que precedieron a la gran
eclosión del belenismo en el siglo XVIII, caracterizado por una ejecución
impecable y su propia codificación iconográfica y técnica. Frente a los belenes
napolitanos dieciochescos, culmen del refinamiento cortesano, estas imágenes
tienen un marcado acento popular que se mueve entre el colorismo y la
ingenuidad, con figuras montadas sobre un bastidor articulado de madera que
solamente lleva tallada la cabeza, manos y pies, generalmente con formas muy
estereotipadas y rudimentarias que alcanzan una gran vistosidad por la
indumentaria confeccionada a la medida en los obradores conventuales, donde no
faltaba el cargo de camarera para el mantenimiento y aderezo de las figuras.
Existen dos buenos ejemplos en Valladolid de este
tipo de arte belenista en el que prevalecen los valores etnográficos sobre los
artísticos. El más interesante es el conjunto de veinticuatro figuras que se
conserva en el monasterio de las Descalzas Reales y que está formado por dos
grupos: uno que representa el Nacimiento,
con el acompañamiento de la Adoración de los Pastores y los Reyes Magos, y otro
con una curiosa representación de Jesús
entre los Doctores, con el decorado de un templete con columnas. Entre las
figuras se encuentran pastoras y ángeles procedentes de los inconfundibles talleres
flamencos de Malinas1 del siglo XVI. Otro ejemplo, más simplificado,
es este grupo descontextualizado de los Reyes
Magos del convento de Santa Isabel, al que acompaña una figura del Niño
Jesús ricamente engalanada.
Rey Melchor. Convento de Santa Isabel, Valladolid |
LOS REYES MAGOS DE SANTA ISABEL
Las figuras representan a Melchor, Gaspar y Baltasar
de la forma más convencional en el siglo XVIII, mostrando las tres
edades del hombre —ancianidad, madurez y juventud— y tres razas distintas. Fueron
elaborados por un escultor desconocido con unas medidas que rondan los 70 cm. y
presentan la cabeza, los antebrazos y las
piernas como únicos elementos tallados en madera, después ensamblados a un escueto maniquí leñoso con articulaciones
móviles y una sencilla peana para su sustentación. Como integrantes de un
antiguo belén conventual se distinguen por su indumentaria, seguramente elaborada por las propias monjas y renovada según los gustos del siglo XVIII,
utilizándose para ello restos de antiguos y ricos ornamentos religiosos, con
brocados y sedas que se acompañan de bordados y labores de encajes, elementos testimoniales del laborioso taller que existió en el convento, donde se
realizaron todo tipo de trabajos para alacenas, paños de altar, estandartes y
vestidos, rostrillos y mantos para vírgenes de candelero, ofreciendo algunas vitrinas del museo conventual una muestra ilustrativa de estos trabajos textiles.
Rey Gaspar. Convento de Santa Isabel, Valladolid |
La vestimenta, siguiendo una iconografía tradicional
y con pretensiones de aparecer heroica, incorpora casacas de seda de diseño
francés y mantos que llegan hasta las rodillas, con ribetes de pasamanería de
encajes metálicos de oro, compartiendo las tres figuras unas inusuales pecheras
que tienen forma triangular y que en el deseo de insinuar riqueza están formadas
por círculos en los que aparecen engarzadas entre hilos de oro, a modo de
cabujones, toda una serie de cristales y piedras semipreciosas de diferentes
colores. Igualmente, las tres figuras comparten cuellos de encaje superpuestos
y puñetas de diferentes modelos.
Las tres son figuras extremadamente hieráticas que
portan en sus manos restos de aquellos ricos cofres que debían aludir al oro,
el incienso y la mirra. Para facilitar la escenificación, los brazos están
articulados a la altura de los hombros y los codos, a modo de títeres, permitiendo
un movimiento expresivo en su paulatina aproximación al desaparecido
Misterio.
El rey Melchor, presentado como un venerable
anciano, ofrece una cabeza de frente despejada, ojos pintados y cabellos
rizosos tallados y canosos, lo mismo que sus largas barbas. Bajo la casaca
lleva una túnica que le llega a los tobillos y sin duda debía portar una corona
que ha desaparecido.
Rey Baltasar. Convento de Santa Isabel, Valladolid |
Gaspar cubre su cabeza con una cabellera postiza,
rubia y natural, recogida por una corona realizada con encajes metálicos
dorados, con un bigote y una perilla pintada, al igual que los ojos. Bajo la
casaca lleva una túnica corta que deja visibles unas medias pintadas con
motivos florales y zapatos con abotonaduras.
Por su parte, el joven rey Baltasar se ajusta a la
iconografía convencional, con un rostro imberbe y aniñado y la cabeza cubierta
con un turbante que le proporciona un aire exótico. Sus piernas se cubren con
unas medias con trabajos trenzados en tela y calza unas peculiares alpargatas.
Este tipo de figuras tienen su origen2 en
las representaciones del pesebre que aparecieron como consecuencia de las
recomendaciones de San Cayetano de Thiene (1480-1547) a las monjas de instalar
en los conventos representaciones del belén como medio para fomentar la
devoción, del mismo modo que él lo hacía en el oratorio napolitano de Santa
María della Stalletta. La costumbre impulsada por los teatinos, seguidos por
jesuitas y escolapios, se expandió por los ámbitos conventuales en el siglo
XVII, difundiéndose este tipo de patrones de maniquíes vestidos, siendo los
talleres flamencos de Malinas y los italianos de Nápoles los que asentaron
los modelos prototípicos de las colecciones conventuales que se incrementarían
durante la centuria siguiente. Respondiendo a aquellos gustos, se conservan en
España el ya citado belén de las Agustinas de Salamanca, el de las Agustinas de
Pamplona, el de las Descalzas Reales de Valladolid y estos poco conocidos Reyes
de Santa Isabel.
Las tres imágenes de los Reyes Magos, hoy relegadas simplemente a ofrecer su aspecto pintoresco en el museo, por el afán con que fueron ornamentadas podrían contar un sin fin de desconocidas celebraciones de las que formaron parte. Aquellas vividas con júbilo en la clausura de Santa Isabel, donde, según declaraciones de las actuales monjas franciscanas clarisas, todavía perviven en su intimidad algunas que aquellas tradiciones que conservan su sentido lúdico navideño.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Niño Jesús. Convento de Santa Isabel, Valladolid |
NOTAS
1 CASADO PARAMIO, José Manuel. Belén.
Monasterio de las Descalzas Reales. Catálogo de la exposición «Encrucijadas»,
Las Edades del Hombre, Astorga, 2000, p. 160. FERNÁNDEZ DEL HOYO, María
Antonia, 1995, pp. 363-368.
2 TRAVIESO ALONSO, José Miguel. Presepium,
en torno al belén napolitano del Museo Colegio de San Gregorio de Valladolid.
Domus Pucelae, Valladolid, 2008, pp. 21-23.
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