CITA
INELUDIBLE
En cierto modo nunca faltó a su palabra. Estaba
allí, como de costumbre. Esperando a que yo diera el primer paso.
Se asomaba a la ventana y le veía, paciente,
fumando un cigarrillo, esperando a que ella acudiera a su cita. Impecable en su
apostura, vestido moderno, casual pero elegante; la gente que pasaba a su lado
le admiraba, tenía que pensar que era un gran tipo. Él se sentía satisfecho de
su aspecto, se conocía y sabía sacar el máximo partido de su físico y de esa
forma de ser irresistible, de tal manera que nadie podría negarse a hacer su
voluntad.
Se vistió y se vio muy elegante con ese toque chic
que le caracterizaba y dejaba boquiabiertos a los hombres que la deseaban y la
devoraban con la mirada.
Lo pensó mejor y se sentó, decidió no acudir a la
cita. Había prometido a sus padres que no acudiría más. Ellos la querían mucho
y estaban muy preocupados por esos encuentros con aquel hombre.
No pudo dominar por más tiempo sus impulsos, se
decidió y salió de casa. Despacio se acercó y se saludaron estrechándose la
mano, cogió su bolsita y casi echó a correr para volver a su casa.
Se sentó en el borde de la cama, esnifó y pasó sin transición a otro mundo, el del
ensueño, olvidándose de los fantasmas que siempre la acompañaban, mitigando el
dolor que le roía las entrañas desde la muerte de su hijo, y sabiendo que
siempre tendría a aquel hombre, puntual a su cita, para proveerle de la droga a
la que no podía renunciar...
Mª CRUZ GARCÍA, abril 2014
Taller
Literario Domus Pucelae. Texto nº 5
Ilustración:
"La familia bien, gracias".
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