VIRGEN DE
LOS REMEDIOS
Juan de
Anchieta (Azpeitia, Guipúzcoa 1538 - Pamplona 1588)
Hacia 1565
Madera
policromada
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente
de la iglesia de San Andrés de Villalba de la Loma (Valladolid)
Escultura
renacentista española. Corriente romanista
En el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid
se halla recogida una interesante talla que representa a la Virgen con el Niño
y que procede de la desaparecida iglesia de San Andrés de Villalba de la Loma,
población vallisoletana enclavada en Tierra de Campos, donde era venerada como Virgen de los Remedios. La talla tiene
especial interés por tratarse de una obra de juventud del vasco Juan de
Anchieta, la figura más brillante entre los escultores tardomanieristas del norte peninsular, que relacionándose con importantes artistas definidores de las
tendencias estéticas de su tiempo —esencialmente Gaspar Becerra y Juan de Juni—,
trabajando tanto la madera como el alabastro y dentro de la corriente del
romanismo manierista, realizó una importante producción que se halla diseminada
por poblaciones de Castilla y León, País
Vasco, Navarra, La Rioja y Aragón, ámbito geográfico norteño en el que acabaría
marcando las pautas estilísticas de la escultura posterior.
La Virgen de
los Remedios, que está pidiendo a gritos una restauración integral,
especialmente en lo que afecta a su degradada policromía, se engloba dentro de
la serie iconográfica que sobre la Virgen con el Niño el escultor realizó a lo
largo de su carrera, siempre con un estilo personal e inconfundible, en la que
mezcla con habilidad la gravedad del romanismo miguelangelesco heredado de
Gaspar Becerra con el sentimiento poético derivado de la obra de Berruguete y,
sobre todo, de Juan de Juni.
LA ETAPA DE FORMACIÓN EN VALLADOLID
Para situar el momento de la elaboración de esta
obra, es preciso recordar el proceso evolutivo de Juan de Anchieta, pues se encuadra
dentro de su primera etapa profesional en Valladolid, ciudad donde realizó su
aprendizaje y donde pasó casi una década como oficial de escultura. En efecto,
Juan de Anchieta, nacido en Azpeitia entre 1533 y 1538, llegaba a Valladolid en
1551, con unos 13 años, junto a su hermano el ensamblador Miguel de Anchieta,
que a modo de tutor le acompañaba para procurarle un obrador del prestigioso
foco vallisoletano en el que realizar su formación. En esos años dominaban el
panorama escultórico vallisoletano dos prestigiosos talleres, el dirigido por
Inocencio Berruguete, que contaba con el apoyo de su tío Alonso Berruguete, ocupado
en Toledo, y el del borgoñón Juan de Juni.
El joven vasco ingresó como aprendiz en el taller de
Inocencio Berruguete, donde firmó un contrato de formación con el oficial
Antonio Martínez1, vecino de Medina de Rioseco, con el que
comprometió un aprendizaje por un periodo de cinco años y medio. Pasado un
tiempo, y a pesar de su condición de oficial del taller, Juan de Anchieta ya
consiguió definir un estilo propio que le hacía destacar entre sus compañeros,
superando incluso a su maestro en el mercado vallisoletano. El periodo
formativo terminaba en 1557, cuando contaba 18 o 19 años, comenzando a partir
de entonces a atender pedidos llegados desde distintas poblaciones del entorno
de Tierra de Campos.
En Valladolid no pudo sustraerse a las influencias
de la potente obra de Juan de Juni, especialmente en los suaves plegados de
curvas y contracurvas y en los esquemas compositivos, demostrando a un tiempo
ser conocedor de la obra de Miguel Ángel, a pesar de que, como se ha apuntado
en ocasiones (Ceán Bermúdez), su posible presencia en Florencia no esté
documentada. Sin embargo, bien pudo familiarizarse con las novedades italianas
a través de los dibujos y estampas —así consta documentalmente— que poseían los
talleres de Inocencio Berruguete, Juan de Juni y Gaspar Becerra, a los que pudo
tener acceso.
Es Gaspar Becerra quien solicita su participación en
el descomunal retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga, obra
emblemática para el asentamiento de la corriente romanista, donde Juan de
Anchieta estuvo ocupado entre 1558 y 1560 demostrando una inusitada madurez e
incorporando a su obra un renovado bagaje creativo debido a su estrecho
contacto con el gran maestro baezano. Esta relación con Gaspar Becerra también le
abriría las puertas de Valladolid, donde a su regreso de Astorga empezó a
trabajar como oficial independiente, cobrando por piezas que ofrecía a
escultores y entalladores, relacionándose con artistas afincados en la ciudad,
como Juan de Juni (cuya influencia es permanente en toda su obra), Francisco de
la Maza y Juan Bautista Beltrán.
A partir de 1560, cuando todavía no había culminado
su proceso de formación, el desplazamiento del taller de Inocencio Berruguete a
Villalón de Campos propicia la llegada de encargos a Juan de Anchieta, ya
convertido en escultor, entallador y tracista de retablos, para trabajar en
distintos templos de la provincia vallisoletana, como el retablo de la iglesia
del Salvador de Simancas y el retablo de San Lorenzo de la iglesia de
Villafrechós. En ese momento también le es solicitada desde Villalón de Campos
una imagen de la Virgen con el Niño
que pasaría a convertirse en uno de sus tipos iconográficos más destacables,
siendo la primera conocida de la importante serie que realizaría años después y
que alcanzaría su máxima expresión en la elegante Virgen de las Candelas (o de la Salve) de la iglesia de Santiago de
Valladolid, realizada hacia 1570.
En la década de los años 60 del siglo XVI, Juan de
Anchieta ya demuestra un estilo consolidado y diferente al de Esteban Jordán,
el escultor más importante del foco vallisoletano en el último tercio del
siglo, que permaneciendo fiel al romanismo de Becerra impuso una interpretación
formalista que consiguió desplazar de la escultura vallisoletana la poética de
Juan de Juni. Por el contrario, Juan de Anchieta infunde a sus imágenes
religiosas una simbiosis de modernidad, basada en la Roma clásica y Miguel
Ángel —bajo el tamiz de Gaspar Becerra— y en la tradición española encarnada
por Alonso Berruguete y Juan de Juni, dotando a sus esculturas de una dignidad,
fortaleza, sentido heroico y gravedad a la romana que se acompañan de un fuerte
componente sentimental, siendo esta la clave de su éxito, a pesar de lo cual no
tuvo seguidores en Castilla, siendo tan sólo Pedro de Bolduque, con taller en
Medina de Rioseco, el que relativamente se acerca a su obra.
Sus relaciones con Juan de Juni se estrecharon
cuando éste solicitó su participación en el retablo de la capilla que la
familia de los Alderete disponían en la iglesia de San Antolín de Tordesillas,
concertado por Gaspar de Tordesillas y Juan de Juni.
Sin embargo, después de
realizar un importante conjunto de esculturas para el mismo, en 1566 tuvo que
abandonar el trabajo y la ciudad de Valladolid por tener que desplazarse para
colaborar en el imponente retablo mayor del monasterio de Santa Clara de
Briviesca (Burgos), concertado por el escultor Pedro López de Gámiz, con el que colaboró realizando la mayor parte
de las esculturas y relieves que lo conforman.
Tras el abandono definitivo de Valladolid y su establecimiento
en Azpeitia, su villa natal, el decenio 1570-1580 puede considerarse como la
época de plenitud del artista tras haberse liberado de la competencia artística
de la ciudad del Pisuerga, pasando a atender numerosos encargos de retablos en
madera y alabastro llegados desde Aragón, País Vasco y Navarra, sin que
faltaran intervenciones en poblaciones burgalesas, siendo elocuente la
reclamación de Juan de Juni, que consideraba que no había otro artista en
Castilla mejor que Juan de Anchieta, para que culminara el retablo de la
iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, obra que finalmente
llevó a cabo Esteban Jordán.
El nivel alcanzado por Juan de Anchieta hasta su
inesperada muerte el 30 de noviembre de 1588, se sintetiza en el impresionante Cristo crucificado de la catedral de
Pamplona. Realizado en sus últimos años, es uno de los mejores crucifijos de la
escultura renacentista española, a la misma altura del que hiciera Pompeo Leoni
para el monasterio de El Escorial.
LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS DE VALLADOLID
Como ya se ha dicho, procede de la población de
Villalba de la Loma, enclavada en Tierra de Campos, que por entonces pertenecía
a la diócesis de León. Fue realizada por Juan de Anchieta hacia 1565, poco
antes de su marcha de Valladolid para trabajar en el retablo de Briviesca y
posiblemente fue un encargo de Inocencio Barruguete, en cuyo taller había
iniciado su formación en Valladolid y que en ese momento ejercía como empresario
de escultura religiosa en la zona de Tierra de Campos.
La Virgen de
los Remedios sería la segunda
imagen que el escultor realizara de la iconografía tradicional de la Virgen con
el Niño, después de la realizada hacia 1560 para la iglesia de San Miguel de
Villalón de Campos, a la que seguirían años después otros ejemplares (iglesia
de la Asunción de Caseda, monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, iglesia
de Santiago de Valladolid, iglesia de San Juan Bautista de Obanos e iglesia de
San Miguel de Aoiz) que patentizan el proceso evolutivo del escultor.
Aunque esta imagen del museo vallisoletano adolece de
algunos errores, como su canon poco esbelto y la complicada articulación de los
paños, propios de un escultor principiante, ya presenta la serie de rasgos que
van a definir su estilo, como el carácter monumental y la severidad de la
composición, siguiendo la corriente romanista implantada por Gaspar Becerra,
así como la original disposición corporal del Niño, que será una constante en
sus posteriores modelos.
Concebida para ser colocada en posición elevada,
representa una fusión del tema maternal con el de la Inmaculada Concepción, ya
que a sus pies el escultor incluye como atributo una luna en cuarto creciente. La
Virgen aparece en posición semisedente, sujetando en su mano derecha un libro y
un ramo de flores cargado de simbolismo, mientras en su brazo derecho, entre
pañales, sujeta la figura de un Niño completamente humanizado cuya
espontaneidad rompe la gravedad de la figura materna.
La Virgen viste una indumentaria compuesta por una
túnica de cuello cerrado, una toca que le cubre parte de la cabeza y un manto
que discurre desde los hombros. La túnica se ajusta al pecho con un ceñidor que
inevitablemente remite a los modelos de Juni, especialmente a la Magdalena que formó parte del retablo de
San Juan Bautista de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid, en el que
el propio Juan de Anchieta colaboró con el francés tras su vuelta de Astorga
realizando las imágenes de Santa Elena
y San Jerónimo (todas ellas hoy en el
Museo Nacional de Escultura). Sin embargo, un rasgo característico de Juan de
Anchieta es la disposición de los pliegues del cuello en forma de abanico, un
recurso que repetirá en sucesivas figuras.
Juan de Anchieta. Virgen de las Candelas o de la Salve Iglesia de Santiago, Valladolid |
La cabeza de la Virgen recibe un delicado
tratamiento de fuerte clasicismo, recordando el aspecto de una diosa romana, con cuello y cabeza ancha. La
toca, más avanzada por la parte izquierda, permite contemplar parte del
cabello, que con raya al medio constituye otro de los rasgos característicos de
Anchieta, con gruesos mechones ondulados que enmarcan el rostro. De acuerdo a
la estética romanista y a pesar de la fineza de la talla —con gesto ensimismado
como signo de dolorosos presentimientos—, el rostro presenta una apariencia un
tanto masculinizada que recuerda algunos modelos miguelangelescos, siguiendo en
ello la estela de Becerra. El mismo tratamiento de la cabeza lo repetiría en la
Virgen de la Expectación de Peñaflor
de Hornija (Valladolid).
Muy original es la figura del Niño, de claras
reminiscencias junianas, que con las piernas cruzadas aparece plácidamente
dormitando con la cabeza apoyada sobre su mano derecha. Este gesto no lo
volvería a repetir en sus futuras versiones, donde siempre aparece un Niño bien
despierto, con gesto melancólico, la cabeza vuelta hacia el espectador y una
gran belleza plástica, como ocurre en la Virgen de las Candelas de la iglesia de Santiago de Valladolid y en la Virgen con el Niño y San Juanito de la
iglesia de San Juan Bautista de Obanos, en las que el escultor se manifiesta
como un excelente creador de atractivas figuras infantiles que siguen la senda trazada por
Juan de Juni (recuérdese la Virgen de las
Candelas de la iglesia de Santa Marina de León y la Virgen con el Niño de la Iglesia-Museo de Santa María de Becerril
de Campos). En esta sensibilidad es posible que influyera el nacimiento del pequeño
Juan de Anchieta, hijo natural que el escultor tuvo, precisamente en 1565, con
Catalina de Aguilar, natural de Burgos.
Juan de Anchieta. Detalle de la Virgen de las Candelas o de la Salve Iglesia de Santiago, Valladolid |
El grupo queda realzado, como es habitual en Juan de
Anchieta, con una vistosa policromía acorde con el pintoresquismo de la
indumentaria, aunque en este momento se encuentre en un deplorable estado que exige
una necesaria intervención para recomponer las maltrechas carnaciones, los
contrastes cromáticos de los paños, los bellos motivos esgrafiados que dejan
aflorar el oro y otros aplicados en la túnica, ceñidor y manto a punta de
pincel con un repertorio netamente renacentista.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 Dato desvelado por María José Redondo Cantera.
Juan de Anchieta. Cristo crucificado. Catedral de Pamplona |
BIBLIOGRAFÍA
Todos los datos de este artículo están extraídos de los siguientes trabajos:
GARCÍA GAINZA, María Concepción: El escultor Juan de Anchieta en su
cuarto centenario (1588-1988). Revista Príncipe de Viana 185, Gobierno de
Navarra, 1988, pp. 443-468.
VASALLO TORANZO, Luis: Juan de
Anchieta. Aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571).
Universidad de Valladolid, 2012.
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