28 de julio de 2017

Theatrum: VIRGEN DE LOS REMEDIOS, el incipiente romanismo de un escultor vasco












VIRGEN DE LOS REMEDIOS
Juan de Anchieta (Azpeitia, Guipúzcoa 1538 - Pamplona 1588)
Hacia 1565
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente de la iglesia de San Andrés de Villalba de la Loma (Valladolid)
Escultura renacentista española. Corriente romanista














En el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid se halla recogida una interesante talla que representa a la Virgen con el Niño y que procede de la desaparecida iglesia de San Andrés de Villalba de la Loma, población vallisoletana enclavada en Tierra de Campos, donde era venerada como Virgen de los Remedios. La talla tiene especial interés por tratarse de una obra de juventud del vasco Juan de Anchieta, la figura más brillante entre los escultores tardomanieristas del norte peninsular, que relacionándose con importantes artistas definidores de las tendencias estéticas de su tiempo —esencialmente Gaspar Becerra y Juan de Juni—, trabajando tanto la madera como el alabastro y dentro de la corriente del romanismo manierista, realizó una importante producción que se halla diseminada por poblaciones de Castilla y León,  País Vasco, Navarra, La Rioja y Aragón, ámbito geográfico norteño en el que acabaría marcando las pautas estilísticas de la escultura posterior.

La Virgen de los Remedios, que está pidiendo a gritos una restauración integral, especialmente en lo que afecta a su degradada policromía, se engloba dentro de la serie iconográfica que sobre la Virgen con el Niño el escultor realizó a lo largo de su carrera, siempre con un estilo personal e inconfundible, en la que mezcla con habilidad la gravedad del romanismo miguelangelesco heredado de Gaspar Becerra con el sentimiento poético derivado de la obra de Berruguete y, sobre todo, de Juan de Juni.

LA ETAPA DE FORMACIÓN EN VALLADOLID

Para situar el momento de la elaboración de esta obra, es preciso recordar el proceso evolutivo de Juan de Anchieta, pues se encuadra dentro de su primera etapa profesional en Valladolid, ciudad donde realizó su aprendizaje y donde pasó casi una década como oficial de escultura. En efecto, Juan de Anchieta, nacido en Azpeitia entre 1533 y 1538, llegaba a Valladolid en 1551, con unos 13 años, junto a su hermano el ensamblador Miguel de Anchieta, que a modo de tutor le acompañaba para procurarle un obrador del prestigioso foco vallisoletano en el que realizar su formación. En esos años dominaban el panorama escultórico vallisoletano dos prestigiosos talleres, el dirigido por Inocencio Berruguete, que contaba con el apoyo de su tío Alonso Berruguete, ocupado en Toledo, y el del borgoñón Juan de Juni.

El joven vasco ingresó como aprendiz en el taller de Inocencio Berruguete, donde firmó un contrato de formación con el oficial Antonio Martínez1, vecino de Medina de Rioseco, con el que comprometió un aprendizaje por un periodo de cinco años y medio. Pasado un tiempo, y a pesar de su condición de oficial del taller, Juan de Anchieta ya consiguió definir un estilo propio que le hacía destacar entre sus compañeros, superando incluso a su maestro en el mercado vallisoletano. El periodo formativo terminaba en 1557, cuando contaba 18 o 19 años, comenzando a partir de entonces a atender pedidos llegados desde distintas poblaciones del entorno de Tierra de Campos.

En Valladolid no pudo sustraerse a las influencias de la potente obra de Juan de Juni, especialmente en los suaves plegados de curvas y contracurvas y en los esquemas compositivos, demostrando a un tiempo ser conocedor de la obra de Miguel Ángel, a pesar de que, como se ha apuntado en ocasiones (Ceán Bermúdez), su posible presencia en Florencia no esté documentada. Sin embargo, bien pudo familiarizarse con las novedades italianas a través de los dibujos y estampas —así consta documentalmente— que poseían los talleres de Inocencio Berruguete, Juan de Juni y Gaspar Becerra, a los que pudo tener acceso.

Es Gaspar Becerra quien solicita su participación en el descomunal retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga, obra emblemática para el asentamiento de la corriente romanista, donde Juan de Anchieta estuvo ocupado entre 1558 y 1560 demostrando una inusitada madurez e incorporando a su obra un renovado bagaje creativo debido a su estrecho contacto con el gran maestro baezano. Esta relación con Gaspar Becerra también le abriría las puertas de Valladolid, donde a su regreso de Astorga empezó a trabajar como oficial independiente, cobrando por piezas que ofrecía a escultores y entalladores, relacionándose con artistas afincados en la ciudad, como Juan de Juni (cuya influencia es permanente en toda su obra), Francisco de la Maza y Juan Bautista Beltrán.

A partir de 1560, cuando todavía no había culminado su proceso de formación, el desplazamiento del taller de Inocencio Berruguete a Villalón de Campos propicia la llegada de encargos a Juan de Anchieta, ya convertido en escultor, entallador y tracista de retablos, para trabajar en distintos templos de la provincia vallisoletana, como el retablo de la iglesia del Salvador de Simancas y el retablo de San Lorenzo de la iglesia de Villafrechós. En ese momento también le es solicitada desde Villalón de Campos una imagen de la Virgen con el Niño que pasaría a convertirse en uno de sus tipos iconográficos más destacables, siendo la primera conocida de la importante serie que realizaría años después y que alcanzaría su máxima expresión en la elegante Virgen de las Candelas (o de la Salve) de la iglesia de Santiago de Valladolid, realizada hacia 1570.

En la década de los años 60 del siglo XVI, Juan de Anchieta ya demuestra un estilo consolidado y diferente al de Esteban Jordán, el escultor más importante del foco vallisoletano en el último tercio del siglo, que permaneciendo fiel al romanismo de Becerra impuso una interpretación formalista que consiguió desplazar de la escultura vallisoletana la poética de Juan de Juni. Por el contrario, Juan de Anchieta infunde a sus imágenes religiosas una simbiosis de modernidad, basada en la Roma clásica y Miguel Ángel —bajo el tamiz de Gaspar Becerra— y en la tradición española encarnada por Alonso Berruguete y Juan de Juni, dotando a sus esculturas de una dignidad, fortaleza, sentido heroico y gravedad a la romana que se acompañan de un fuerte componente sentimental, siendo esta la clave de su éxito, a pesar de lo cual no tuvo seguidores en Castilla, siendo tan sólo Pedro de Bolduque, con taller en Medina de Rioseco, el que relativamente se acerca a su obra.

Sus relaciones con Juan de Juni se estrecharon cuando éste solicitó su participación en el retablo de la capilla que la familia de los Alderete disponían en la iglesia de San Antolín de Tordesillas, concertado por Gaspar de Tordesillas y Juan de Juni. 
Sin embargo, después de realizar un importante conjunto de esculturas para el mismo, en 1566 tuvo que abandonar el trabajo y la ciudad de Valladolid por tener que desplazarse para colaborar en el imponente retablo mayor del monasterio de Santa Clara de Briviesca (Burgos), concertado por el escultor Pedro López de Gámiz,  con el que colaboró realizando la mayor parte de las esculturas y relieves que lo conforman.

Tras el abandono definitivo de Valladolid y su establecimiento en Azpeitia, su villa natal, el decenio 1570-1580 puede considerarse como la época de plenitud del artista tras haberse liberado de la competencia artística de la ciudad del Pisuerga, pasando a atender numerosos encargos de retablos en madera y alabastro llegados desde Aragón, País Vasco y Navarra, sin que faltaran intervenciones en poblaciones burgalesas, siendo elocuente la reclamación de Juan de Juni, que consideraba que no había otro artista en Castilla mejor que Juan de Anchieta, para que culminara el retablo de la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, obra que finalmente llevó a cabo Esteban Jordán.

El nivel alcanzado por Juan de Anchieta hasta su inesperada muerte el 30 de noviembre de 1588, se sintetiza en el impresionante Cristo crucificado de la catedral de Pamplona. Realizado en sus últimos años, es uno de los mejores crucifijos de la escultura renacentista española, a la misma altura del que hiciera Pompeo Leoni para el monasterio de El Escorial.

LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS DE VALLADOLID  

Como ya se ha dicho, procede de la población de Villalba de la Loma, enclavada en Tierra de Campos, que por entonces pertenecía a la diócesis de León. Fue realizada por Juan de Anchieta hacia 1565, poco antes de su marcha de Valladolid para trabajar en el retablo de Briviesca y posiblemente fue un encargo de Inocencio Barruguete, en cuyo taller había iniciado su formación en Valladolid y que en ese momento ejercía como empresario de escultura religiosa en la zona de Tierra de Campos.

La Virgen de los Remedios sería la segunda imagen que el escultor realizara de la iconografía tradicional de la Virgen con el Niño, después de la realizada hacia 1560 para la iglesia de San Miguel de Villalón de Campos, a la que seguirían años después otros ejemplares (iglesia de la Asunción de Caseda, monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, iglesia de Santiago de Valladolid, iglesia de San Juan Bautista de Obanos e iglesia de San Miguel de Aoiz) que patentizan el proceso evolutivo del escultor.

Aunque esta imagen del museo vallisoletano adolece de algunos errores, como su canon poco esbelto y la complicada articulación de los paños, propios de un escultor principiante, ya presenta la serie de rasgos que van a definir su estilo, como el carácter monumental y la severidad de la composición, siguiendo la corriente romanista implantada por Gaspar Becerra, así como la original disposición corporal del Niño, que será una constante en sus posteriores modelos.

Concebida para ser colocada en posición elevada, representa una fusión del tema maternal con el de la Inmaculada Concepción, ya que a sus pies el escultor incluye como atributo una luna en cuarto creciente. La Virgen aparece en posición semisedente, sujetando en su mano derecha un libro y un ramo de flores cargado de simbolismo, mientras en su brazo derecho, entre pañales, sujeta la figura de un Niño completamente humanizado cuya espontaneidad rompe la gravedad de la figura materna.

La Virgen viste una indumentaria compuesta por una túnica de cuello cerrado, una toca que le cubre parte de la cabeza y un manto que discurre desde los hombros. La túnica se ajusta al pecho con un ceñidor que inevitablemente remite a los modelos de Juni, especialmente a la Magdalena que formó parte del retablo de San Juan Bautista de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid, en el que el propio Juan de Anchieta colaboró con el francés tras su vuelta de Astorga realizando las imágenes de Santa Elena y San Jerónimo (todas ellas hoy en el Museo Nacional de Escultura). Sin embargo, un rasgo característico de Juan de Anchieta es la disposición de los pliegues del cuello en forma de abanico, un recurso que repetirá en sucesivas figuras.

Juan de Anchieta. Virgen de las Candelas o de la Salve
Iglesia de Santiago, Valladolid
La cabeza de la Virgen recibe un delicado tratamiento de fuerte clasicismo, recordando el aspecto de una diosa romana, con cuello y cabeza ancha. La toca, más avanzada por la parte izquierda, permite contemplar parte del cabello, que con raya al medio constituye otro de los rasgos característicos de Anchieta, con gruesos mechones ondulados que enmarcan el rostro. De acuerdo a la estética romanista y a pesar de la fineza de la talla —con gesto ensimismado como signo de dolorosos presentimientos—, el rostro presenta una apariencia un tanto masculinizada que recuerda algunos modelos miguelangelescos, siguiendo en ello la estela de Becerra. El mismo tratamiento de la cabeza lo repetiría en la Virgen de la Expectación de Peñaflor de Hornija (Valladolid).

Muy original es la figura del Niño, de claras reminiscencias junianas, que con las piernas cruzadas aparece plácidamente dormitando con la cabeza apoyada sobre su mano derecha. Este gesto no lo volvería a repetir en sus futuras versiones, donde siempre aparece un Niño bien despierto, con gesto melancólico, la cabeza vuelta hacia el espectador y una gran belleza plástica, como ocurre en la Virgen de las Candelas de la iglesia de Santiago de Valladolid y en la Virgen con el Niño y San Juanito de la iglesia de San Juan Bautista de Obanos, en las que el escultor se manifiesta como un excelente creador de atractivas figuras infantiles que siguen la senda trazada por Juan de Juni (recuérdese la Virgen de las Candelas de la iglesia de Santa Marina de León y la Virgen con el Niño de la Iglesia-Museo de Santa María de Becerril de Campos). En esta sensibilidad es posible que influyera el nacimiento del pequeño Juan de Anchieta, hijo natural que el escultor tuvo, precisamente en 1565, con Catalina de Aguilar, natural de Burgos.

Juan de Anchieta. Detalle de la Virgen de las Candelas o de la Salve
Iglesia de Santiago, Valladolid
El grupo queda realzado, como es habitual en Juan de Anchieta, con una vistosa policromía acorde con el pintoresquismo de la indumentaria, aunque en este momento se encuentre en un deplorable estado que exige una necesaria intervención para recomponer las maltrechas carnaciones, los contrastes cromáticos de los paños, los bellos motivos esgrafiados que dejan aflorar el oro y otros aplicados en la túnica, ceñidor y manto a punta de pincel con un repertorio netamente renacentista.          


Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1 Dato desvelado por María José Redondo Cantera.

Juan de Anchieta. Cristo crucificado. Catedral de Pamplona


BIBLIOGRAFÍA

Todos los datos de este artículo están extraídos de los siguientes trabajos:

GARCÍA GAINZA, María Concepción: El escultor Juan de Anchieta en su cuarto centenario (1588-1988). Revista Príncipe de Viana 185, Gobierno de Navarra, 1988, pp. 443-468.

VASALLO TORANZO, Luis: Juan de Anchieta. Aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571). Universidad de Valladolid, 2012.


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