VIRGEN DE
BELÉN
Pietro
Torrigiano (Florencia, 1472 - Sevilla, 1528)
Hacia 1525
Terracota
policromada
Museo de Bellas
Artes, Sevilla
Escultura
renacentista
Como testimonio de la estancia en Sevilla desde 1525
del gran escultor florentino Pietro Torrigiano, el Museo de Bellas Artes de la
ciudad guarda dos de sus obras más notables: el célebre San Jerónimo penitente y la no menos admirada Virgen de Belén, ambas elaboradas a escala natural en terracota
policromada.
Hoy fijamos nuestra atención en la Virgen de Belén, realizada por Pietro
Torrigiano hacia 1525, al igual que el San
Jerónimo, para el Monasterio de San Jerónimo de Buenavista de Sevilla,
donde permaneció hasta que el recinto conoció convulsos acontecimientos en el
siglo XIX, comenzando por la invasión francesa de 1808 y la extinción del clero
regular en agosto de aquel año, a lo que siguió la incautación del monasterio y
de todos sus bienes en febrero de 1810. Aunque parte de los objetos de culto
fueron recogidos en el sevillano Convento de Santa Paula, el proceso de
desmantelamiento culminó en 1835 con la disolución de la orden jerónima
española, momento en que las esculturas pasaron al Museo de Bellas Artes de
Sevilla, donde ya aparecen inventariadas en 1845.
Fue Pietro Torrigiano un polifacético escultor,
formado en la efervescente Florencia de su tiempo, en cuya obra demuestra un total
dominio de la escultura en piedra y bronce, aunque sus obras más conocidas sean
terracotas policromadas de extraordinaria morbidez, una modalidad prácticamente
desconocida en la España renacentista, donde únicamente fue experimentada por el
borgoñón Juan de Juni en Castilla, en los grupos realizados durante su estancia
leonesa para Medina de Rioseco, y por Lorenzo Mercadante de Bretaña, igualmente
llegado a Sevilla, en este caso en 1454, reclamado por el Cabildo de la
catedral para realizar en alabastro el sepulcro del cardenal Cervantes, escultor
versátil que trabajó distintos materiales, aunque su obra principal también la
realizara en terracota, con notables ejemplos en las portadas de la catedral
hispalense y en obras diseminadas por poblaciones de Sevilla, Badajoz y Cádiz.
De modo que en el trabajo en terracota, las obras de
Lorenzo Mercadante y de Pietro Torrigiano, a pesar de la diferencia cronológica
y de la disparidad estilística de su origen, fueron coincidentes en Sevilla,
posiblemente por tratarse de una ciudad de gran tradición alfarera que conocía
bien los secretos del barro cocido y su bajo costo respecto a otros materiales.
La llegada de artistas de renombre, entre ellos
italianos, fue determinante para el desarrollo del Renacimiento andaluz. Estos
llegaban generalmente atraídos por las importantes empresas artísticas que
suponían las obras catedralicias o las patrocinadas por la encumbrada nobleza
andaluza. Así ocurrió con Pietro Torrigiano, activo desde 1525 en Sevilla,
donde permanecería hasta su muerte en 1528. Esos años fueron cruciales para la
consolidación de las pautas estéticas renacentistas en la ciudad, donde era
frecuente que la nobleza de nuevo cuño encargara piezas y esculturas de mármol
a Génova, como ocurriera con el escultor Domenico Fancelli, autor en aquella
ciudad italiana del sepulcro del cardenal Diego Hurtado de Mendoza, encargado
por su hermano el conde de Tendilla y colocado de la catedral de Sevilla, tras
lo cual, el propio Fancelli acabaría desplazándose a España, siendo su obra más
célebre el sepulcro de los Reyes Católicos de la Capilla Real de Granada.
Igualmente, la boda del Emperador Carlos V con
Isabel de Portugal, celebrada en el Alcázar sevillano en 1526, contribuyó de
forma decisiva a consolidar los gustos hacia los modelos ornamentales y el
discurso alegórico "a la antigua".
Este es el contexto sevillano en el que se
desenvolvía Pietro Torrigiano, cuyo historial contaba con un considerable
número de obras realizadas en Italia e Inglaterra. Aunque de su producción en
Sevilla sólo se han conservado las dos obras citadas, éstas representan la
cumbre alcanzada por la escultura realizada en la ciudad en el siglo XVI.
LA VIRGEN DE BELÉN
Esta Madonna de tamaño natural —1,30 m. de altura— está elaborada en barro cocido y policromado, una técnica de complicada
ejecución por el tamaño del formato, ajustándose a la iconografía tradicional
de la Virgen con el Niño. La Virgen aparece sedente y dispuesta frontalmente,
con una pierna elevada al descansar sobre dos cojines, lo que produce una
posición un tanto inestable y transgresora de la frontalidad, siguiendo las
soluciones adoptadas por Miguel Ángel en muchas de sus esculturas. El Niño, en
plena desnudez, aparece colocado en su regazo en posición semirrecostada, con
el cuerpo sujeto por la mano izquierda de la Virgen y con un pie más adelantado,
atento a una fruta esférica que su Madre le ofrece, tal vez una manzana como
símbolo de la Nueva Eva.
La cabeza de la Virgen muestra un gesto clasicista, sereno,
grave y complaciente, con un rostro oval de frente despejada, cejas arqueadas,
ojos rasgados y párpados abultados, nariz recta, boca bien perfilada y mentón
resaltada, con una larga cabellera que sobrepasa los hombros. Viste una túnica
rojiza, de cuello recto, que forma abundantes y menudos pliegues en el pecho y
en los puños, un amplio manto azul que se apoya sobre los hombros y cae
cruzándose al frente sobre las piernas, ornamentado con pequeñas estrellas y
una ancha orla con motivos dorados que recorre los bordes, y una toca blanca
que le cubre la cabeza de forma irregular y formando caprichosos plegamientos.
Uno de sus mayores atractivos es la morbidez que la
ductilidad del barro permite aplicar en el rostro de la Virgen, en sus manos y
en la rolliza figura del Niño, así como la conversión de los ribetes de la
indumentaria en finas láminas que simulan un tejido real de fuerte naturalismo.
Su iconografía y sus rasgos formales tienen como
antecedente a la Virgen de Brujas de
Miguel Ángel, así como a la Madonna de
Fossombrone que realizara el propio Torrigiano durante sus años en Italia.
Esta escultura fue totalmente innovadora en el panorama sevillano como modelo
de la nueva expresión estética renacentista, motivando la solicitud de vírgenes
semejantes desde parroquias y conventos andaluces, como en los casos de las
poblaciones onubenses de Almonte y Manzanilla (según Hernández Díaz). En la
capilla de la Universidad de Sevilla se conserva una copia mimética que, sin la
solemne belleza del original, pudo haber sido realizada por alguno de los
escultores castellanos que también se asentaron en Sevilla, apuntándose como
posibles autores a Villoldo, Juan Bautista Vázquez el Viejo o Jerónimo
Hernández. Esta copia recibía culto desde principios del siglo XVII en el altar
de las reliquias de la sacristía de la iglesia jesuítica de la Anunciación de
Sevilla.
El carácter innovador y experimental de la Virgen de Belén de Pietro Torrigiano
contribuyó de forma decisiva a asentar las claves de la futura escuela barroca
sevillana.
EN TORNO AL ESCULTOR PIETRO TORRIGIANO
La personalidad artística de Pietro Torrigiano viene
determinada por dos hechos de su azarosa vida. El más popular corresponde a su
edad juvenil y es el haber propinado un puñetazo a Miguel Ángel que le rompió
la nariz, tras recibir burlas de éste mientras estudiaban la obra de Masaccio
en la capilla Brancacci de Florencia, motivo por el que tuvo que abandonar la
ciudad. El otro es el largo periplo recorrido por el escultor por tierras de
Italia, Inglaterra y España durante su vida profesional, lo que le convierte en
un gran divulgador del nuevo lenguaje renacentista por dichos territorios,
donde fue sembrando una semilla estética que germinaría en posteriores
artistas.
Pietro Torrigiano nació en Florencia el 22 de
noviembre de 1472. Era hijo de Torrigiano d'Antonio y Dionora Tocci, padres de
ocho hijos de los cuales Pietro era el cuarto. La familia, dedicada a la venta
de seda, vivía en el borgo di San Jacopo, barrio de artesanos situado al otro
lado del Ponte Vecchio. De su aprendizaje sólo se conoce su asistencia al
Jardín de San Marcos y su colección de antigüedades, una escuela propiciada por
Lorenzo el Magnífico en la que ejercía como maestro Bertoldo di Giovanni para
divulgar el espíritu clásico. Se especula una posible formación en el taller de
Verrocchio por la afinidad con su arte.
Hacia 1491 tuvo que abandonar Florencia tras la
agresión a Miguel Ángel, comenzando una nueva vida marcada por su carácter
itinerante. Tras pasar por Bolonia, centro de trabajo de importantes escultores
del barro cocido, llegó a Roma, donde realizó estucos para la alta curia
pontificia. Aquejado de una enfermedad, en 1498 relataba su testamento en casa
del clérigo Stefano Coppi, al que se atribuye la petición en 1496 de los bustos
de Santa Fina, San Gregorio y Cristo
Salvador realizados para San Gimignano, población natal del clérigo.
Una vez recuperado, se puso al servicio militar, tal
vez como ingeniero, del condottiero Paolo Vitelli en la guerra contra Pisa
(1498-1499), junto a Cesar Borgia en la Romaña (1500) y con Piero de Médici en
la batalla de Garigliano frente a Nápoles (1503). En 1500 realizaba un altar
para la iglesia de la Annunziata de Fossombrone, del que se conserva una Madonna en terracota, y una Anunciación que presidió el altar de la
catedral de Camerino hasta su destrucción por un terremoto en 1799.
En 1503 regresaba a Florencia, donde contrajo
matrimonio con Felice di Francesco Mori, con la que tendría un hijo. Un año más
tarde se encontraba en Avignon, donde a petición del mercader Giovanni
Baroncelli hizo un Calvario para la desaparecida iglesia de Les Cordeliers. En
1506 aparecía de nuevo en Roma para adquirir bloques de mármol a Miguel Ángel.
En 1510 se desplazó a la corte de Enrique VII en
Londres, tal vez animado por comerciantes florentinos o acompañando a
Baldassare Castiglione en la embajada enviada por Guidobaldo de Montefeltro,
Duque de Urbino. Allí realizó en terracota el Retrato de Enrique VII (Victoria & Albert Museum, Londres) y
los de un mercader florentino y el obispo John Fisher (Metropolitan Museum,
Nueva York). Ese mismo año viaja a la corte de Margarita de Austria en Brujas
para tratar sobre un proyecto funerario, realizando en tierras flamencas el
busto en terracota de una Dolorosa
(Rijksmusem, Amsterdam).
Retornado a Londres, en 1511 contrataba el sepulcro
en bronce de Margaret Beaufort,
abuela paterna del rey, al que siguió el sepulcro, igualmente en bronce, de Enrique VII e Isabel de York, obra sobresaliente
en la que estuvo ocupado de 1512 a 1518 y que todavía se conserva en la abadía
de Westminster, para cuya capilla contrataba en 1516 el desaparecido altar.
Pietro Torrigiano. Busto de Santa Fina, h. 1496 Hospital de Santa Fina, San Gimignano (Foto Ricardo García Jurado) |
En
tierras inglesas se sucedieron los encargos cortesanos, realizando en 1515 el
retrato del embajador sir Gilbert Talbot
(Victoria & Albert Museum, Londres), hacia 1516 el arcosolio de John Yonge, consejero del rey (Public
Record Office), el desaparecido monumento del decano John Colet y entre 1516 y 1520 el tondo de sir Thomas Lovell, intendente de Westminster. En esas fechas también
realizaba algunas piezas de tipo devocional, como las figuras en mármol de Cristo Salvador de la Burghley
Collection de Stamford, de la Fondazione Zeri de Bolonia y la Wallace
Collection de Londres.
A pesar de encontrarse en plena actividad y sin que
se conozcan los motivos, en 1522 abandonaba las tierras inglesas para dirigirse
a Sevilla, tal vez por las expectativas laborales surgidas tras la visita de
Carlos V a Londres. En Sevilla comenzó trabajando para el monasterio de San
Jerónimo de Buenavista, para el que realizó hacia 1525 el San Jerónimo penitente y la Virgen
de Belén, obras que causaron admiración en la ciudad hispalense, teniendo
que realizar en 1526 otra versión de San
Jerónimo que fue enviada para un retablo del monasterio de Guadalupe.
Pietro Torrigiano. Busto de Enrique VII, terracota, h. 1510 Victoria & Albert Museum, Londres (Foto V&AM) |
Otro tanto ocurrió con la Virgen de Belén, de la que el duque de Arcos solicitó una copia prometiendo
pagarla bien. Cuando recibió la imagen, envió al escultor bolsas llenas de
monedas, pero al descubrir que se trataba de maravedíes, equivalentes tan sólo a
treinta ducados, Pietro Torrigiano enfurecido al sentirse engañado, se presentó
en casa del duque y destrozó la Virgen de terracota con una maza. Por este
hecho, considerado blasfemo y sacrílego, fue denunciado ante el tribunal de la
Inquisición, siendo condenado a prisión en el castillo de San Jorge de Triana.
Por dejar de comer, ante lo que consideraba una humillación, allí murió en
agosto de 1528.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Pietro Torrigiano. Busto del obispo John Fisher y de comerciante florentino Terracota, 1510, Metropolitan Museum, Nueva Yok (Fotos The Met) |
Pietro Torrigiano. Busto de Dolorosa, terracota, 1510 Rijksmusem, Amsterdam (Foto Rijksmusem) |
Pietro Torrigiano. Izda: Detalle sepulcro de Enrique VII e Isabel de York, 1512-1518 / Dcha: Detalle sepulcro de Margaret Beaufort, 1511 Bronce, Abadia de Westminster, Londres |
Pietro Torrigiano. San Jerónimo penitente, h. 1525, terracota Museo de Bellas Artes, Sevilla |
Anónimo. Virgen de Belén, copia de Pietro Torrigiano, 1ª mitad s. XVI, terracota, Capilla de la Universidad, Sevilla |
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