¡A DOS EUROS!
¡A dos euros los abanicos!
Y seis euros los pantalones,
se vende ropa, se cambian libros,
puestos henchidos de viejas cosas,
ajados perfumes sin escrúpulos nacidos
entre gritos que anuncian sombreros
sombreretes, banderines, corbatas decaídas
y paraguas viejos donde se enredan
tan temprano, en pasajes y paseos,
fragancias de bares y bocadillos,
los cestos de fruta asomando
divertidos, roja pulpa de sandía,
melón de Villaconejos, rubios melocotones,
pinchos de berenjenas: de Almagro sus apellidos.
¡A dos euros los abanicos!
¡Tengo alpiste para canarios!
Cárceles de alambre para jilgueros
y trampas para pardales,
para que se rellenen cuadros
y busquen sombra entre toldillas
los guiris y los gitanos, marea de gente
tan variopinta, calle arriba, calle abajo,
los ojos presos entre abalorios
mostrando su desparpajo,
colores que huelen domingos
entre los puestos del rastro.
¡A dos euros los abanicos!
Tres pares de calcetines subastados entre gritos,
¡un euro por un vestido!,
y escuchen rondar al fondo,
entre insolaciones de agosto,
triangulada plaza la de Cascorro,
chispeantes notas de verbena,
castizos chotis, ¡una zarzuela!,
chulapas de volantes, pañoleta de cabeza,
viseras de chulapillos de abotonado chaleco
desde la anciana mano recién nacidos,
tras haberlos batido en vueltas y giros:
caprichoso mueble; acicalado organillo.
¡A dos euros los abanicos!
Empujones y corrillos para mirar zapatos,
¿qué número es el que calza?,
te preguntan para animarte
mientras alguno señala, entre guiños
y sonrisas, la mano que se disfraza
para entrar en tu bolsillo;
después, carreras y chiflos
que animan más la mañana,
cada minuto de sol pasando más apretado
cargando de bolsas al pueblo
que camina con desgana,
la boca llena de sed
para comer pronto en casa.
MANOLO MADRID, 2010
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