Hacia el año 1637 el regidor Juan Antolínez de Burgos, padre de la historiografía vallisoletana, redactaba de puño y letra la obra "Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid", cuyos manuscritos verían la luz al ser publicados en 1887 por Juan Ortega y Rubio, catedrático de la Universidad, bajo el somero título de "Historia de Valladolid". En el capítulo 13, dedicado a la parroquia de Nuestra Señora de San Lorenzo, aparece la primera noticia de la Virgen del Pozo al referirse el historiador vallisoletano a una imagen mariana que por entonces se veneraba en una de las capillas del evangelio del desaparecido templo, una imagen de la Virgen que según sus palabras "es muy devota y ha hecho y hace milagros". También cita Juan Antolínez que de antiguo era conocida como la Virgen de la Cabeza "desde que sucedió la maravilla". A los supuestos sucesos que inspiraron una y otra advocación vamos a referirnos a continuación.
Lo primero que llama la atención en la iglesia de San Lorenzo es la acumulación de imágenes "milagrosas" marianas que eran objeto de devoción popular en aquella iglesia gótica levantada por Pedro Niño y que sucumbió bajo la piqueta en 1966, máxime si se tiene en cuenta que de los diez altares que tenía la iglesia ocho estaban dedicados a la Virgen. Entre ellas la más célebre era la Virgen de los Aguadores o Virgen de San Lorenzo, que por ser la patrona de Valladolid sigue gozando de gran estima y atenciones en virtud a su distinción como alcaldesa honoraria de la ciudad. Pero también generó una peculiar devoción Nuestra Señora de la Novena y del Buen Parto, recurrida por la cofradía de San José, que prestaba ayuda a los niños expósitos, y también por los cómicos de la ciudad, hasta época no muy lejana considerados como personas de mal vivir. Otro tanto puede decirse de la Virgen de las Candelas, con bula expedida por el papa Sixto V otorgando indulgencias a la Cofradía de acuñadores de moneda, cuya ceca se encontraba limítrofe a la iglesia. Pero ahora nos interesa otra advocación de gran predicamento, cuyos prodigios consiguieron atraer las plegarias y el reconocimiento de numerosos creyentes: la Virgen del Pozo. Se trata de una pequeña imagen de la Virgen con el Niño aderezada con una gran corona y recubierta de forma extraña con ricos mantos, que la leyenda popular llegó a atribuir su propiedad al mismísimo Conde Ansúrez y por tanto su antigüedad anterior a la de la Virgen de San Lorenzo, aunque todo ello es imposible por motivos cronológicos. De esta imagen ahora intentaremos desvelar todos sus secretos.
LA VIRGEN DE LA CABEZA
La primera advocación que tuvo la imagen conocida como Virgen del Pozo fue la de Virgen de la Cabeza, denominación que hace referencia a un antiguo milagro obrado por ella, aquel que Juan Antolínez de Burgos describiera como "la maravilla" y que explica el motivo por el que la Virgen aparece con la cabeza ligeramente inclinada.
La leyenda milagrosa fue recogida por Sara Puy Palacios Arregui en el estudio "Leyendas y tradiciones" de la colección "Cuadernos vallisoletanos", publicada en 1987 por la desaparecida Caja de Ahorros Popular de Valladolid, donde esta filóloga palentina la inserta dentro de las leyendas universitarias de la ciudad.
Cuenta la leyenda que don Alonso era un estudiante de la Universidad, joven y enamoradizo, que por un tiempo fue correspondido por la también joven doña Aldonza, a la que cortejaba haciendo promesas de futuro una vez concluidos sus estudios. De carácter fogoso y despreocupado, en cierta ocasión en que ambos merodeaban por la ermita de San Lorenzo, próxima al Pisuerga, decidió dar su palabra de casamiento a la joven ante la imagen de la Virgen con el Niño que había en una capilla del pequeño templo. Transcurrido el tiempo, a punto de terminar los estudios, abandonó a la joven, que le reprochó el no haber cumplido su promesa, hecho que don Alonso decía no recordar.
Pero Aldonza, que era mujer de carácter, acudió a la Universidad, bajo cuya jurisdicción estaba su frívolo pretendiente y presentó una querella ante el Rector, que requirió al estudiante el cumplimiento de su palabra, compromiso que él negó haber contraído.
Fue entonces cuando doña Aldonza pidió al Rector que exigiese a don Alonso que jurase tal afirmación ante la imagen que había sido testigo de la promesa, propuesta que todos aceptaron. Personados los jóvenes y los representantes universitarios en la capilla, don Alonso negó de nuevo su promesa, por lo que la joven afligida se arrodilló ante la imagen implorando:
- "Reina de los Ángeles ¿no me dio en vuestra presencia este hombre palabra de casamiento?"
Al momento se comenzó a escuchar una dulce música mientras que una luz deslumbrante envolvía la imagen, apreciando todos los presentes como la Virgen asentía con la cabeza al tiempo que exclamaba: "¡Sí, lo prometió!". Don Alonso, abatido y avergonzado, reconoció su error ante los concurrentes y renovó la promesa, que cumpliría poco tiempo después en aquella misma capilla. La imagen de la Virgen permaneció desde entonces con la cabeza inclinada y el prodigio se divulgó por toda la ciudad, siendo objeto de una multitudinaria devoción popular bajo el sobrenombre de Virgen de la Cabeza.
LA IMAGEN COMO OBRA ARTÍSTICA
En el mismo y citado trabajo, se refiere Sara Puy Palacios Arregui a la Virgen de la Cabeza como "una imagen de escaso mérito artístico", un criterio discutible posiblemente motivado por haberla conocido envuelta bajo un antiguo manto barroco que sólo dejaba asomar el rostro, muy diferente en acabado a los que presentan las bellas vírgenes de Gregorio Fernández que se custodian en la misma iglesia. Sin embargo, la imagen de la Virgen con el Niño es muy peculiar y vamos a explicar por qué.
Desprovista la imagen de toda la parafernalia barroca, consistente en una peana con figuras de querubines, mantos bordados (mucho más lujosos que el que aparece en la ilustración) que cubren al completo las figuras de la Virgen y el Niño dejando sólo los rostros visibles, y grandes coronas de orfebrería, se puede comprobar que la escultura guardaba un secreto impredecible: se trata del fragmento de una imagen hispano-flamenca, de 52 cm. de altura, realizada por un escultor anónimo a finales del siglo XV, que se conserva únicamente íntegra de cintura hacia arriba y parte del manto hasta la altura de las rodillas, sin que sepamos si esta mutilación fue producida precisamente por su adaptación como "imagen de vestir" durante el Barroco, como muestran las huellas en la cabeza para la colocación de una gran corona.
Pero las sorpresas no terminan aquí, puesto que durante una restauración realizada no hace mucho tiempo se pudo comprobar que el material con que está elaborada no es madera, como afirmaba el párroco David Sánchez del Caño en su publicación de 1954 "Historia de la Virgen Santísima de San Lorenzo", sino papelón reforzado por tela en su interior, lo que convierte la imagen en la más antigua de Valladolid de cuantas fueron realizadas con este material, muy común a partir del siglo XVI.
La imagen sigue los patrones del gótico francés, con la Virgen sujetando entre sus brazos al Niño, a la derecha y a la altura del pecho, y la cabeza coronada y ligeramente ladeada hacia el infante. Los rostros muestran rasgos de la estética flamenca, con frentes muy despejadas y bocas pequeñas, destacando la recuperada policromía de su acabado, en la que se aprecian tonos nacarados en las carnaciones y un fuerte contraste entre las túnicas, verde en el Niño y tonos rojizos en la Virgen, y el manto blanco envolvente, que está sujeto por broches y decorado con elegantes flores de lis, motivos que como los cabellos están dorados a la sisa.
Durante la época barroca y debido a la enorme devoción que siempre gozó en la iglesia de San Lorenzo, la Virgen de la Cabeza fue adaptada como imagen vestidera, para lo que, debido a la fragilidad del material, se incorporó un soporte interno que descansaba sobre una peana de ángeles, se le adaptó la cabeza para el asentamiento de una corona de gran tamaño y las figuras quedaron ocultas bajo suntuosos mantos de terciopelo bordados con motivos de oro acompañados de rostrillos de encaje, siguiendo una suerte parecida a la de la Virgen de San Lorenzo y otras tantas imágenes marianas objeto de la devoción popular.
EL CAMBIO DE ADVOCACIÓN A VIRGEN DEL POZO
Cuenta una segunda leyenda que el cambio de advocación se produjo por un motivo tan aséptico como un problema de celos conyugales digno del romancero. Esta leyenda tradicional fue recogida por José Zorrilla y publicada por primera vez el 15 de enero de 1892 en "El Liberal" de Madrid bajo el título "El Sacristán Juan del Pozo".
Cuenta una segunda leyenda que el cambio de advocación se produjo por un motivo tan aséptico como un problema de celos conyugales digno del romancero. Esta leyenda tradicional fue recogida por José Zorrilla y publicada por primera vez el 15 de enero de 1892 en "El Liberal" de Madrid bajo el título "El Sacristán Juan del Pozo".
La historia tiene como protagonistas a Juan, sacristán de San Lorenzo, y su esposa Lucía. Y es que aquella imagen de la Virgen de la Cabeza, recubierta de manto y corona, debía ser la reproducida en una pintura que Lucía había colocado en lo alto del pozo que presidía el centro del patio de un caserón contiguo a la iglesia de San Lorenzo, concretamente en un pequeño nicho situado en lo alto del arco de hierro del que pendía la polea que permitía sacar el agua. De este modo Lucía, que sentía un especial fervor por esta Virgen, le adjudicaba el papel de protectora de su vivienda matrimonial.
Con ocasión del nacimiento de un hijo del matrimonio, el padrino de Lucía, un rico hidalgo de San Cebrián, llegó de visita a la vivienda, despertando los celos del sacristán el manifiesto cariño que aquel personaje mostraba por su ahijada Lucía y el recién nacido. No era algo infrecuente, pues el carácter celoso había convertido a Juan en un ser huraño y poco sociable, comenzando desde aquel momento un proceso tormentoso sobre sus dudas acerca de la paternidad del niño, convirtiendo también a la criatura en diana de sus celos.
Con ocasión del nacimiento de un hijo del matrimonio, el padrino de Lucía, un rico hidalgo de San Cebrián, llegó de visita a la vivienda, despertando los celos del sacristán el manifiesto cariño que aquel personaje mostraba por su ahijada Lucía y el recién nacido. No era algo infrecuente, pues el carácter celoso había convertido a Juan en un ser huraño y poco sociable, comenzando desde aquel momento un proceso tormentoso sobre sus dudas acerca de la paternidad del niño, convirtiendo también a la criatura en diana de sus celos.
Llegada la Nochebuena de aquel año, cuando estaba a punto de concluir la concurrida Misa del Gallo que se celebraba en la iglesia de San Lorenzo, una voz de alarma dada desde la puerta de la iglesia resonó por las naves:
- "¡El hijo de Lucía ha caído al pozo!".
Salieron todos en tropel y se dirigieron al patio del caserón vecino, donde encontraron a Lucía mirando desesperada la profundidad del pozo. Rodeada del cura y la concurrencia, la madre desconsolada levantó sus brazos en gesto de desamparo y con la mirada clavada en la imagen de la Virgen suplicó a viva voz que salvase a su hijo. Al momento las aguas del pozo ascendieron de nivel y todos pudieron comprobar como el bebé aparecía a la altura del brocal gozosamente dormido sobre un amplio almohadón flotante.
Esta escena también había sido contemplada por Juan, que permanecía aturdido en un rincón del patio. Cuando su mujer recogió al niño en brazos, rompió a llorar confesando que era él quien había arrojado al niño al pozo, hecho del que estaba arrepentido. Lucía le recomendó entre lágrimas:
-"¡Juan, si quieres que Dios te perdone, debes encomendarte a la Virgen del pozo!".
Toda esta historia queda prendida a una sencilla imagen de cartón que, retirada actualmente del culto, forma parte del importante acervo artístico que la historia legó a la iglesia de San Lorenzo, dando lugar a unas tradiciones vividas por nuestros antepasados que son convenientes conocer para que, reflejados en ellas, podamos conocernos a nosotros mismos.
Informe, fotografías y recreaciones: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1108199888771
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Qué vuelco me ha dado el corazón al ver esta preciosa Imagen de la Virgen, de la misma serie que la Patrona de mi pueblo, Villarrasa, en la provincia de Huelva. En efecto se trata de una Imagen de finales del siglo XV.
ResponderEliminarEn mi blog www.ceraroja.blogspot.com puede encontrar varias entradas donde hablo de la misma.
Me permito mostrarle un video de su procesión, el 15 de agosto (también sale el 18 de diciembre). Decir que también está Coronada canónicamente.
Encantado, es un placer.
http://www.youtube.com/watch?v=q9ErtAdA9mo