1 de agosto de 2024

Theatrum: CRUZ DE ALTAR - RELICARIO, una muestra de elegante manierismo



CRUZ DE ALTAR - RELICARIO

Atribuido a Pompeo Leoni (Milán, h. 1530 – Madrid, 1608)

Hacia 1600

Bronce dorado, madera de ébano, incrustaciones de marfil y tecas-relicario

88 x 47 x 17 cm

Convento de Nuestra Señora de Portacoeli, Valladolid

Escultura renacentista italiana

 

 


     En la Sala del Relicario del convento de monjas dominicas de Nuestra Señora de Portacoeli de Valladolid se conserva una magnífica cruz de altar que fue una de las numerosas donaciones artísticas realizadas por don Rodrigo Calderón, ministro de Felipe III y favorito del duque de Lerma, a dicho convento, cuya construcción había financiado él mismo junto a su céntrica residencia en la ciudad del Pisuerga. De este convento adquirió el patronato en 1606, ocupándose de la dotación de los retablos pétreos, los sepulcros, las pinturas y un buen número de imágenes y ornamentos de los más variados materiales.

Este polémico personaje, que acabó siendo ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621 y enterrado dos años después en el mismo convento de Portacoeli de Valladolid, fue un ávido coleccionista de obras de arte. Algunos de sus mayores logros los consiguió durante su estancia como embajador en Flandes, donde compró una importante colección de pinturas de la escuela flamenca, especialmente de Rubens, destacando entre ellas la Adoración de los Reyes Magos, pintada en 1609 y recibida en 1612 como regalo del Ayuntamiento de Amberes, actualmente en el Museo del Prado. En esta misma pinacoteca se guardan otras obras por él adquiridas que fueron realizadas por Jan Brueghel de Velours, Otto van Veen y Pieter van Avont, entre otros.

     De igual manera, para su uso personal compró numerosos objetos suntuarios, como tapices, joyas y mobiliario, siendo buen testimonio de su ambición la afamada Mesa de don Rodrigo Calderón, obra italiana con un sofisticado tablero con trabajo de piedras duras (semipreciosas) que fue realizada en 1600 y que también se conserva en el Museo del Prado. Acorde con este nivel de exigencia artística desplegado por “el valido del valido”, se encuentra esta cruz-relicario del convento vallisoletano, igualmente realizada hacia 1600, que, como no podía ser menos, tuvo que ser encargada a un destacado artista italiano del momento.

La pieza está compuesta por una cruz de madera de ébano, con cantoneras de bronce dorado, que se asienta sobre una base —igualmente de ébano— dispuesta a dos alturas, una inferior con forma de prisma rectangular, en cuyo frente se abren tres tecas con reliquias de los mártires San Zenobio, obispo de Florencia, San Cornelio, papa, y San Vidal, según la tradición padre de los santos niños Justo y Pastor. En los ángulos aparecen cuatro vástagos que posiblemente sujetaran ornamentos de bronce que se han perdido. Sobre esta peana se eleva un pequeño pedestal sobre el que se inserta la cruz y que se une al cuerpo inferior mediante volutas, estando decorado al frente con incrustaciones de marfil que reproducen tallos con flores de lis y rameados.

     El elemento más importante es el bello crucifijo realizado en bronce dorado, en el que destaca su elevada calidad técnica, el delicado modelado de su anatomía y el esmerado acabado de cada una de sus partes. El cuerpo sigue una elegante disposición sinuosa, con la cabeza inclinada hacia el lado derecho y las piernas desplazadas hacia la izquierda, con la pierna derecha remontando la izquierda y los brazos bastante inclinados para sugerir el peso del cuerpo. Magistral es la descripción anatómica, con los músculos en tensión, el pecho hinchado —en el que se aprecia una pequeña incisión en el costado— y el vientre hundido, con un virtuoso tratamiento de la cabeza, que presenta una melena que en la parte izquierda remonta la oreja y en la derecha cae formando rizos profundos sobre el hombro. El rostro es muy sereno, con los ojos entornados, nariz recta y boca entreabierta, con un minucioso trabajo de la barba, corta y con dos puntas simétricas. El escueto paño de pureza se sujeta con una cinta que cae en diagonal desde la cintura, con pequeños pliegues al frente y un sencillo anudamiento en el costado derecho. Como complemento, lleva una corona de espinas postiza, igualmente metálica, formada por tallos entrelazados. La cabeza se remata con un nimbo radiante de forma circular colocado horizontalmente. 

     Por las características del crucifijo es indudable su origen italiano, aunque respecto a su autoría se han planteado diferentes hipótesis. Con buena lógica, es atribuido a Pompeo Leoni, escultor milanés llegado a España en 1556 junto a una serie de retratos imperiales encargados en Bruselas en 1549 por Carlos V a su padre, León Leoni, que Pompeo tuvo que terminar en su casa de Madrid. Tras sufrir un tiempo de reclusión en un monasterio, tras ser acusado de luteranismo por la Inquisición en 1558, terminó aquellos trabajos en 1564, apareciendo la firma de padre e hijo en algunas piezas.

Pompeo Leoni llegó a crear un taller en Madrid, siendo sus obras maestras en bronce el retablo mayor (1579) y los cenotafios de Carlos V y Felipe II en el monasterio de El Escorial (1580), estos realizados con la colaboración del también escultor italiano Jacopo Nizzolo da Trezzo y del famoso orfebre Juan de Arfe, aunque igualmente se ocupó de otro tipo de obras en bronce, plomo, mármol y alabastro, lo que le obligó a continuos desplazamientos y largas estancias en la ciudad de Milán.

     Entre su polifacética producción se encuentra la realización de algunas medallas, en 1570 de esculturas efímeras para los arcos de triunfo levantados con motivo de la boda del rey con Ana de Austria, su cuarta esposa; en 1571 del pedestal de la urna con las reliquias de San Eugenio en la catedral de Toledo, así como una serie de magistrales monumentos funerarios realizados en mármol o en bronce, como en 1574 para la princesa Juana de Austria en el convento de las Descalzas Reales de Madrid; en 1576 el del inquisidor Fernando de Valdés en Salas (Oviedo); en 1577 el del cardenal Diego de Espinosa en Martín Muñoz de las Posadas (Segovia); en 1603 el de Cristóbal de Rojas, cardenal de Sevilla, en la colegiata de Lerma (Burgos) y entre 1601 y 1603 los de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas y su esposa, Catalina de la Cerda, duques de Lerma, en el convento de San Pablo de Valladolid.

En 1601, con motivo del asentamiento de la Corte a Valladolid, Pompeo Leoni se trasladó a esta ciudad para realizar en bronce las citadas esculturas orantes de los duques de Lerma, que con gran preciosismo en el detalle fueron fundidas por Juan de Arfe y, a su muerte en 1603, por su yerno Lesmes Fernández del Moral. Asimismo, en 1606 se ocupaba del retablo mayor del vallisoletano convento de San Diego, facilitando los modelos de un nutrido grupo de santos franciscanos que tallarían en madera sus colaboradores Baltasar Mariano y Milán Vimercato.

     Tradicionalmente la historiografía ha centrado su interés en las obras que Pompeo Leoni realizara en bronce y mármol, ignorando sus trabajos en madera, como ocurre con Antonio Ponz cuando afirma “pues no se sabe que Leoni trabajase en madera” (Viaje de España, Aguilar, Madrid, 1947). Esta creencia fue compartida por otros historiadores, como Ceán, Plon y Pérez Pastor. Sin embargo, Margarita Estella se interesa por una escritura en la que Fray Antonio de Villegas, agustino del Monasterio de San Felipe el Real de Madrid, trata y concierta con Pompeo Leoni el 26 de agosto de 1592, ante el escribano Bartolomé Díaz Paradinas (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid), la hechura de “un Crucifijo de bulto de madera redondo sin cruz pintado y encarnado” para ser colocado en la caja de un retablo colocado en la capilla de doña María Manuel de aquel convento madrileño1.

Por otro lado, el padre Lucas Montoya, cronista de los Mínimos, en la descripción del convento de la Victoria de Madrid y su patrimonio anterior a 1619 cita un Cristo crucificado de Pompeo Leoni colocado en la capilla de la Soledad de aquel convento, obra cuya compra viene a coincidir con el Cristo crucificado realizado para la capilla de doña María Manuel en el monasterio de San Felipe y que Martín González, por razones estilísticas, atribuyó a Antón de Morales, escultor que figura como testigo en el documento de encargo a Pompeo Leoni del Cristo crucificado para aquel convento madrileño.

     Actualmente esta obra en madera policromada se conserva, desde que ingresara en 1838, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde ha sido limpiada y restaurada en 2012-2013, siendo el académico Alfonso Rodríguez G. de Ceballos quien, tras esta restauración —que ha puesto de manifiesto su magnífica calidad—, y a partir de una etiqueta antigua conservada en la parte inferior de la cruz en la que se indicaba su procedencia del “Convento de la Soledad/Pompeo Oleoni”, que se correspondía con el Convento de Frailes Mínimos de la Victoria, ha realizado un estudio exhaustivo en el que adjudica la atribución definitiva a Pompeo Leoni, señalando como autor de la policromía a Vicente Carducho2. Este crucifijo debió llegar al Museo de la Trinidad tras la primera desamortización en 1836 y desde allí paso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Con esta escultura queda demostrado que durante la estancia de Pompeo Leoni en España también realizó esculturas en madera, estando relacionados con él otras obras talladas, como el Cristo crucificado del Calvario del retablo mayor del desaparecido convento de San Diego de Valladolid (hoy en el Museo Nacional de Escultura), y el monumental Cristo de las Mercedes de la iglesia de Santiago de Valladolid, recientemente atribuido al escultor italiano.

     Del aprecio al arte de Pompeo Leoni en la corte española, puede ser testigo este Cristo crucificado del convento de Portacoeli de Valladolid, que guarda un gran parecido con el monumental Cristo crucificado del Calvario del retablo mayor de El Escorial. Tan exquisita obra pudo haber sido realizada en su taller de Madrid —hay constancia de que allí realizó algunos ejemplares en bronce con cruces de ébano—, como también ocurre con el pequeño Cristo crucificado de bronce dorado sobre una cruz de ébano con entalles engastados —desaparecidos— en los brazos, datado hacia 1600, que procedente de la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco actualmente se conserva en el Museo de San Francisco de esta población vallisoletana, recibiendo idéntica atribución a Pompeo Leoni por sus rasgos estilísticos: naturalismo idealizado, elegante manierismo, resabios clasicistas y alto grado de habilidad técnica. En ambos casos, Pompeo Leoni repite un tipo de crucifijo con una composición muy divulgada por Guglielmo della Porta, caracterizado por una figura de anatomía dinámica, dramatismo muscular y el modelado de un cabello revuelto.

     En otro orden de cosas, hay que recordar la gran cantidad de regalos diplomáticos que recibió la corte española de los Grandes Duques de Toscana desde el reinado de Felipe II, siendo frecuente el envío de suntuosos objetos de tipo religioso a la corte de Madrid —Rey, ministros y secretarios reales— que adquirían un carácter de representación y expresión de cortesía de los donantes. Entre ellos destacaron los crucifijos en marfil, plata o bronce dorado. Aunque es difícil determinar la autoría de dichas piezas, se sabe que una considerable cantidad fue encargada al célebre escultor Giambologna, creador de un refinado modelo arquetípico muy repetido por sus seguidores. Giambologna en Florencia y los Leoni entre Milán y Madrid constituyeron, durante la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del XVII, el más importante foco escultórico que se extendió por toda Europa.

El historiador José Carlos Brasas Egido, que al catalogar este crucifijo en 1980 le relacionó con Pompeo Leoni, encuentra en su elegante factura una vinculación a los modelos de Giambologna, proponiendo la posibilidad de que el artífice de este crucifijo del convento de Portacoeli pudiera ser el escultor italoflamenco Adriaen de Vries (La Haya, h. 1556–Praga, 1626), discípulo en el taller de Giambologna y posterior colaborador de Pompeo Leoni en la realización de las esculturas del retablo mayor de la basílica de El Escorial3. En 1586, este escultor neerlandés fue llamado a Milán para ayudar a Pompeo Leoni cuando su padre Leone Leoni se encontraba enfermo, al que llegaría a suceder como maestro de uno de los talleres de fundición de bronce más grandes de Italia.

POMPEO LEONI. Calvario del retablo mayor de la basílica de El Escorial, 1579-1588

     Adriaen de Vries, que estudió con Giambologna y vivió durante un tiempo en Roma, pasó a trabajar para Carlos Manuel, duque de Saboya y desde 1601 como escultor de corte en Praga al servicio de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue autor de un considerable número de grupos escultóricos en bronce con temas mitológicos, incluidas fuentes, así como retratos de gobernantes y exquisitas esculturas manieristas en pequeño formato, figurando entre ellas algunas de temática religiosa. Toda su obra actualmente se encuentra repartida por importantes museos.    

     Como colofón en torno a la polémica atribución de este magnífico Cristo crucificado de Valladolid, siempre queda abierta la posibilidad de que el autor sea Adriaen de Vries y que su llegada a manos de don Rodrigo Calderón se relacione con uno de los muchos crucifijos que los grandes duques de la familia Médicis enviaron como regalos diplomáticos a la corte española.

 

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 



POMPEO LEONI: Esculturas en madera
Izda: Cristo del Calvario del retablo mayor del desaparecido
convento de San Diego de Valladolid, 1606, Museo Nacional de Escultura
Dcha: Cristo crucificado procedente del desaparecido Convento de
Mínimos dela Victoria de Madrid, 1592, Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando, Madrid
NOTAS 

1 ESTELLA MARCOS, Margarita: El encargo de un Cristo de madera a Pompeyo Leoni. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 44, Universidad de Valladolid, 1978, pp. 456-458. 

2 RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Alfonso: “Cristo crucificado” de Pompeo Leoni. Revista Ars Magazine, número 19, julio septiembre 2013. 

3 BRASAS EGIDO, José Carlos: Crucifijo. Catálogo de la exposición “Valladolid capital de la Corte (1601-1606). Cámara de Comercio e Industria de Valladolid, 2003, pp.139-142.

 




Seguidores de GIAMBOLOGNA. Crucifijos, mercado del arte.
Fotografía tomada de la red












GUGLIEMO DELLA PORTA
Crucifijo modelo "Farnese", h. 1570, Colección familia Capponi, Roma
 
Fotografía tomada de la red


















ADRIAEN DE VRIES
Izda: Cristo 1er cuarto s XVII-Museo Kunstpalast, Dusseldorf
Dcha: Simon Frisius-Retrato de Adriaen de Vries 1610-Rijksmuseum, Amsterdam
Fotografías de los citados museos




















ADRIAEN DE VRIES: Cristo atado a la columna
Izda: 1613-15, Kunsthistorisches Museum-Viena
Dcha: 1604, Museo Nacional, Varsovia
Fotografías de los citados museos




















ADRIAEN DE VRIES
Izda: Mercurio y Psique, 1593, Museo del Louvre
Dcha: Psique llevada por cupidos, 1592, Museo Nacional, Estocolmo
Fotografías de los citados museos















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