29 de julio de 2013

VIAJE: SAN PEDRO DE CARDEÑA Y CRONICÓN DE OÑA, 14 de agosto 2013


PROGRAMA

Salida a las 15,45 horas desde Parquesol con dirección a San Pedro de Cardeña, donde está prevista una visita guiada a las 17,30 h. Traslado hasta Oña para asistir a la representación del Cronicón que comienza a las 22 horas. Acabado el espectáculo, a las 3,30 de la madrugada regreso a Valladolid.

 
PRECIO: 36 € (Viaje + entrada al espectáculo)

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando a los teléfonos 608 419228 / 983 353 637 / 646 449275 de 18 a 20,30 h. a partir de la publicación de este anuncio.


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VIAJE: OTOÑO EN NUEVA YORK, del 24 de noviembre al 1 de diciembre 2013


PROGRAMA

Domingo 24 de noviembre
Salida a las 11 h. desder la Plaza de Colón con dirección  al Aeropuerto de Barajas. Salida en el vuelo regular de Iberia IB-06253 a las 16,05 h. hacia Nueva York. Traslado al hotel, alojamiento y desayuno hotel Wellington (turista).

Lunes 25 de noviembre
Programa Domus: Misa Gospel en Harlen. Traslado a The Cloisters y al finalizar la visita traslado Metropolitam Museum. Alojamiento.
      
Martes 26 de noviembre
Excursión en bus por el alto y bajo Manhattan. Paseo en barco hasta Staten Island. Recorrido a pie por la zona sur (antiguas Torres Gemelas). Alojamiento.

Miércoles 27 de noviembre
Visita al edificio de Naciones Unidas y 5ª Avenida, catedral de San Patricio,        Rockefeller Center y el teleférico de Roosevert Island. Alojamiento.

Jueves 28 de noviembre
Visita a la Hispanic Society of América y a los museos Frick Collection y Guggenheim.  Alojamiento.

Viernes 29 de noviembre
Por la mañana Día de compras (Viernes Negro). Por la tarde visita al MOMA. Alojamiento.

Sábado 30 de noviembre
Visita al Museo de Historia Natural. A las 15 h. salida en bus hacia el aeropuerto. Salida en vuelo regular de Iberia IB-06252 de las 20,15 h. hacia Madrid y noche a bordo.

Domingo 1 de diciembre
Llegada al aeropuerto de Barajas a las 10,00 h. A continuación traslado hasta Valladolid,  donde está previsto llegar sobre las 13,30 h.

PRECIO SOCIO: 1500 € (en habitación doble)
PRECIO NO SOCIO: 1550 € (en habitación doble)
PRECIO SOCIO: 1990 € (en habitación individual)
PRECIO NO SOCIO: 2040 € (en habitación individual)


INCLUYE:
Viaje en autocar : Valladolid-Aeropuerto de Barajas-Valladolid
Vuelo regular con compañía Iberia: Madrid/Nueva York/Madrid
Traslados Aeropuerto/Hotel/Aeropuerto
Visita panorámica por Nueva York: Excursión medio día por el alto y bajo Manhattan Resto programa Domus
Hotel Wellington (Turista) 6 noches
Régimen de alojamiento  y desayuno en habitaciones dobles
Dossier informativo Domus
Seguro de Viaje y de cancelación
Tasas de aeropuerto y seguridad
Iva y gastos de gestión
Visitas panorámicas a Nueva York
Servicio de maleta (23 Kgs)

NO INCLUYE:
Entradas a museos y monumentos
Extras de hotel
Otros servicios no especificados en este anuncio

REQUISITOS:
Grupo máximo 25 personas.

PASAPORTE EN REGLA Y AUTORIZACION ENTRADA EN USA: Se tramita en internet directamente con un gasto aproximado de 12 dólares. Hay que entrar en la página web de la embajada USA en España y rellenar un formulario con los datos personales. Una vez cubierto, se podrá obtener o no el permiso de entrada a USA.


INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. a partir del 26 de julio 2013. Para confirmar la reserva se deberá hacer entrega de al menos el 25% (375 - 400 €) del coste total antes del 31 de agosto en la agencia Viajes Halcón, C/ San Lorenzo, Valladolid. 


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VIAJE: POR EL PAIS VASCO, del 4 al 6 de octubre 2013

PROGRAMA

Viernes 4 de octubre
Salida a las 16 horas con dirección a Irún. Visita a Fuenterrabía al anochecer. Cena y alojamiento en Hotel ETH (3*).

Sábado 5 de octubre
Salida por la mañana para visitar Bayona, Biarritz y San Juan de Luz. Almuerzo en Irún en Hotel ETH  3*. Por la tarde visita a Azpeitia y Loyola. Regreso a Irún, cena y alojamiento.
   
Domingo 6 de octubre
Visita a la ciudad de Irún, incluyendo el Museo Romano. Visita al santuario de la Virgen de Juncal y paseo en barco por la ría de Fuenterrabía. Comida. De regreso a Valladolid parada para visitar Oñate. Llegada a últimas horas de la tarde.                
  
PRECIO SOCIO: 170 € (en habitación doble)
PRECIO NO SOCIO: 180 € (en habitación doble)
PRECIO SOCIO: 200 € (en habitación individual)
PRECIO NO SOCIO: 210 € (en habitación individual)

INCLUYE:
Régimen de pensión completa
Traslado en autobús con guía Domus
Dossier y seguro de viaje
Alojamiento en Hotel ETH***

NO INCLUYE:
Entradas a monumentos y museos y paseo en barco
Otros servicios no especificados en este anuncio

REQUISITOS: Grupo mínimo 30 personas.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. a partir del 16 de agosto 2013.


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26 de julio de 2013

Theatrum: RETABLO DE SAN FRANCISCO, un audaz ejercicio de manierismo












RETABLO DE SAN FRANCISCO
Escultura: Juan de Juni (Joigny, Borgoña 1506-Valladolid 1577)
Pintura: Anónimo, seguidor de Antonio Vázquez
Hacia 1555
Madera policromada y pintura
Iglesia del convento de Santa Isabel de Hungría, Valladolid
Escultura y pintura renacentista española. Manierismo















EL RETABLO DE SAN FRANCISCO

En el lado del Evangelio de la iglesia del convento de monjas franciscanas de Santa Isabel, próximo al retablo mayor, se encuentra un retablo de pequeño tamaño cuya especial importancia radica en albergar una de las esculturas más personales y representativas del arte de Juan de Juni, maestro al que además se atribuye la traza del mismo.

No existe documentación que avale el encargo de este retablo, aunque se apunta que pudiera haber sido solicitado a Juan de Juni por don Francisco de Espinosa en torno a 1555. El doctor Francisco de Espinosa y su esposa, doña Juana de Herrera, habían adquirido en 1550 el patronazgo de la capilla de San Francisco para su enterramiento, así como para su hijo el doctor Jerónimo de Espinosa, casado en 1531 con doña Isabel de Monteser, y todos sus descendientes, habiendo profesado en el convento de Santa Isabel desde 1552 dos de sus hijas, doña Catalina de Herrera, que sería abadesa del convento, y doña Juana1.

En la capilla, que se abre a la nave de la iglesia en el tramo intermedio del lado del Evangelio mediante una reja, también comunicada con la clausura mediante una puerta y recorrida en su perímetro interior por una bancada en cerámica de Talavera, la abadesa Catalina de Herrera estableció en 1562 la cofradía de San Sebastián, homologada en indulgencias con la basílica de las catacumbas de San Sebastián de Roma, con la iglesia de la Porciúncula de Asís y con el altar de San Sebastián del Hospital de la Caridad de Valladolid según una bula expedida en 1560 por el papa Pío IV a petición de fray Bernardo de Fresneda que se conserva en el archivo conventual2. Su altar aparece presidido por otra imagen de San Francisco igualmente perteneciente a Juan de Juni, aunque según una tradición fundamentada en la aparición de calaveras en los netos laterales del retablo que hoy tratamos, lo que sugiere estar destinado a un ambiente funerario, éste habría sido concebido para presidir dicha capilla. Después, por razones desconocidas, habría sido colocado en el lugar que ocupa en la nave de la iglesia.


El retablo, que aglutina diseños de arquitectura, escultura y pintura, está formado por banco, un cuerpo y ático, distribuido en tres calles separadas por columnas corintias acanaladas con decoración de grutescos en su tercio inferior, conformando un conjunto de composición muy equilibrada en el que se funden motivos manieristas con otros de fuerte clasicismo, de acuerdo a la tendencia mostrada por Juan de Juni en la mazonería de sus últimas obras retablísticas.  

Los espacios están ocupados por una colección de seis pinturas alusivas a santos franciscanos que son obra de un pintor desconocido, aunque indudablemente seguidor o discípulo de Antonio Vázquez, el prolífico pintor de la escuela vallisoletana3. A la gubia de Juan de Juni pertenecen la imagen del santo titular y los trabajos de los putti atlantes situados en el banco, así como aquellos tan originales que aparecen en los tableros colocados sobre las pinturas laterales, en actitud de cubrirse con los pliegues de un paño que se continúa por la calle central, y la serie de cabezas de querubines del friso que recorre el retablo a la altura de la cornisa.

El banco presenta tres pinturas que están separadas por ángeles atlantes en el centro y rematadas con calaveras sobre estípites en los extremos. Representan a los lados San Francisco en oración y la imposición del hábito al santo, mientras en el centro se muestra la muerte del santo fundador.

San Bernardino de Siena y San Pedro y San Pablo
De mayor formato son las pinturas que flanquean la hornacina central, una referida al predicador franciscano San Bernardino de Siena, que aparece con el Niño Jesús en el pecho en lugar del Crismón IHS como atributo tradicional, y la otra con las figuras de San Pedro y San Pablo como pilares de la Iglesia portando sus atributos de las llaves y la espada respectivamente. En el ático, bajo un frontón partido en el que figura la inscripción "En este altar se gana todo lo que en el altar de San Sebastián de la Caridad de esta villa", y flanqueada por dos bolas ornamentales en los extremos, aparece la célebre escena de la estigmatización de San Francisco según el relato de San Buenaventura.

LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO DE JUAN DE JUNI

De todo el conjunto la pieza más importante es la extravagante imagen de San Francisco creada por Juni, especialmente llamativa por la desproporción de escala entre la hornacina en que se aloja y el tamaño de la figura, de tal manera que ponerse de pie sería imposible, así como por la compleja disposición del cuerpo en torno a un eje helicoidal, con el cuerpo arrodillado hacia la derecha y el torso girado hacia la izquierda, como si luchara por liberarse del estrecho marco que delimitan las columnas, una composición paradigmática de estricto manierismo que llega a resultar inexplicable por producir una sensación de angustia espacial por la anatomía moviéndose en el espacio al límite de sus posibilidades.

San Francisco en oración
En un ejercicio alegórico, Juan de Juni utiliza el espacio opresor de la hornacina como metáfora sobre la opresión de la vida mundana sobre el alma, recurriendo a pequeños detalles resueltos con gran habilidad, como el pie flexionado entre los complicados pliegues que forma el hábito, la mano que sujeta un libro y un crucifijo desplegada hacia el espectador y la otra replegada contra el pecho, en gesto de aceptación de los dolores de la Pasión al dejar visible el estigma en la mano, así como la cabeza ladeada y con la mirada a lo alto en gesticulación suplicante. Paradójicamente, el hábito del santo que renunció a todos los bienes terrenales, en lugar de ajustarse a la austeridad del poverello de Asís, aparece lujosamente policromado con motivos florales dorados de distintos tamaños, resaltando en la figura el trabajo de encarnación a pulimento en tonos muy lechosos.

La maestría de Juan de Juni consigue dotar de un alto contenido emocional y dramático a una composición tan cerrada, expresado fundamentalmente a través del movimiento de las manos y la expresión del rostro, consiguiendo, a partir de todos los atributos tradicionales, una nueva y extraña iconografía manierista del santo de Asís que pone de manifiesto la capacidad creativa de Juni y su afán por innovar permanentemente en el campo de la imaginería policromada, trabajando para ello en muchos casos, como en éste, en el arriesgado filo de la navaja buscando una expresividad renovadora.    
   
Muerte de San Francisco

Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1 URREA, Jesús. Revisión y novedades junianas en el V Centenario de su nacimiento. Boletín del Museo Nacional de Escultura nº 10, Valladolid, 2006, p. 12.

2 Ibídem.

3 BRASAS EGIDO, José Carlos. El pintor Antonio Vázquez. Institución Cultural Simancas, Excma. Diputación Provincial de Valladolid, 1985.


Imposición del hábito a San Francisco
















Estigmas de San Francisco y figuras de querubines















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24 de julio de 2013

Viaje virtual: LA MEZQUITA DE CÓRDOBA en 360º

¿Te apetece un viaje al sur sin pasar calor? Aquí te proponemos un destino de indiscutible interés: la Mezquita de Córdoba, donde podrás pasear a tu gusto sin moverte de casa.

Solamente con mover el ratón podrás acceder por la Puerta del Perdón o la de las Palmas, recorrer el Patio de los Naranjos, deambular con detenimiento por las naves de Abderramán I, Abderramán II, Alhaken y la ampliación de Almanzor, acercarte al Mihrab y después detenerte en la catedral cristiana para contemplar la riqueza de la Capilla Mayor y el Coro, o las capillas de San Pablo, Villaviciosa y Santa Teresa, incluido el Tesoro. Ya depende de ti el que te animes a subir al campanario. Un deslumbrante recorrido por este edificio Patrimonio de la Humanidad.

Sólo tienes que elegir en la parte izquierda los lugares propuestos en los recuadros, esperar a que se cargue y listo para deslizar el ratón en todas las direcciones. Incluso puedes conseguir un mayor efecto de realidad pulsando el icono de pantalla completa. ¡Todo un regalo de la Catedral de Córdoba!

Para acceder pulsa aquí


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22 de julio de 2013

Un museo interesante: MUSEO CATEDRALICIO, Zamora

El Museo Catedralicio de Zamora ocupa las dependencias del ala norte del claustro y su visita incluye todo el recinto de la Catedral, lo que posibilita contemplar una colección innumerable de obras artísticas, algunas verdaderamente únicas. Esta reseña tiene una finalidad meramente orientativa, ya que es necesario hacer una drástica selección de aquellas más singulares, pues si "Zamora no se tomó en una hora" también habrá que dedicar un tiempo suficiente para asimilar tan impresionante patrimonio acumulado en el ámbito catedralicio.

LA CATEDRAL DE ZAMORA
El gigantesco edifico románico se levantó entre 1151 y 1174, en tiempos del obispo Esteban, sobre una primitiva construcción del siglo X, seguramente mozárabe, dedicada al Salvador y Todos los Santos. Las obras se continuaron hasta el siglo XIII, momento en que se rematan en estilo románico la sólida torre y el primitivo claustro, que sería destruido por un incendio en 1591. A partir de entonces y de forma ininterrumpida hasta el siglo XVIII, el recinto conoció sucesivas modificaciones y añadidos según los dictados constructivos y decorativos de cada momento, por lo que el conjunto de dependencias y capillas ofrece una amalgama de estilos que oscilan del románico al barroco, siendo dotados cada uno de los espacios de innumerables colecciones artísticas de pintura, escultura y artes suntuarias de primera calidad.

Capilla de San Ildefonso, catedral de Zamora
El Cimborrio románico
Es uno de sus elementos constructivos más espectaculares de la catedral y fue  construido en el último cuarto del siglo XII, tras la consagración del templo en 1174. El modelo repite, con sus propias peculiaridades, el mismo tipo de experiencias practicadas en la catedral vieja de Salamanca, la antigua sala capitular de Plasencia y la colegiata de Toro, fusionando influencias de la arquitectura francesa, bizantina, cruzada y musulmana, lo que le convierte en una obra única de la arquitectura medieval.
Elevado a la altura del crucero, presenta un gran tambor cilíndrico, perforado por dieciséis ventanales y apoyado sobre pechinas, que sirve de base a una cúpula semiesférica que en el exterior se adorna con gallones y escamas labradas sobre los sillares, con cuatro torrecillas en los ángulos formadas por tambores perforados por arcos sobre columnas pareadas y cupulillas también escamadas, acompañándose en cada frente, en los cuatro puntos cardinales, por un remate de arquillos ciegos y frontones triangulares rematados en forma de cruz. Todos estos elementos constituyen un sólido refuerzo al tambor.
En el interior ofrece la forma de una luminosa cúpula, con los ventanales del tambor separados por dieciséis columnas con capiteles vegetales sobre las que se apean otras tantas nervaduras que confluyen en la clave central y que presentan aplicaciones doradas añadidas en 1621.

Las Capillas
A lo largo del perímetro abren una serie de capillas de distinto tamaño que contienen una importante colección de retablos y enterramientos a la que se suman otros colocados en las naves del crucero y naves laterales. Las capillas más destacadas son las dedicadas a San Miguel, San Nicolás, San Pablo, Santa Inés, San Ildefonso, San Juan Evangelista y San Bernardo, que se suman al espacio de la Capilla mayor. Todas ellas albergan notables obras de pintura y escultura que comparten interés con retablos y nichos sepulcrales colocados en el crucero y las naves laterales, así como una abundante muestra de pinturas murales. Forzosamente hemos de hacer una selección de obras tan principales.

Pintura mural de San Cristóbal
Esta pintura mural al óleo se halla sobre el muro de cerramiento del coro, justo enfrente de la puerta del claustro. Fue realizada por Blas de Oña en el primer tercio del siglo XVI y presenta la iconografía tradicional del santo, con San Cristóbal cruzando el río con el Niño Jesús sobre el hombro. Destaca la importancia del paisaje y el tratamiento narrativo de la escena, donde aparece en su cueva el ermitaño que recondujo la vida del gigante y aguerrido Cristóbal, así como pescadores, ánades en la orilla y barcazas cruzando un río de aguas tan cristalinas que permiten contemplar diversas especies de peces junto a los pies del santo, todo ello descrito con la minuciosidad de la pintura hispanoflamenca. Su situación en un lugar de fácil visión, lo mismo que su gran tamaño, responde a una creencia medieval por la cual bastaba contemplar la imagen del santo para estar protegido contra una muerte súbita durante la jornada laboral, siendo muchos los fieles que acudían a la catedral antes de comenzar su tarea.

Retablo de Nuestra Señora de la Majestad o Virgen de la Calva
El retablo está ubicado en el lado del Evangelio del testero y fue elaborado por Juan Falcote en la década de 1570 y policromado en 1586 por Juan de Durana y Alonso de Remesal el Joven. Presenta un banco con relieves en el frente que representan el Nacimiento, el Anuncio a los Pastores y la Epifanía, junto a las figuras de San Juan Evangelista, Salomón, David y San Mateo en los netos. Encima un único cuerpo en forma de arco triunfal repleto de relieves, con una amplia hornacina en su interior cobijando la imagen de la Virgen de la Calva, en cuyas enjutas se colocan tondos con las figuras de San Pedro y San Pablo, a los lados dos columnas exentas cuyo tercio inferior está decorado con relieves y arriba un friso, todo ello profusamente ornamentado con figuras de ángeles, virtudes y profetas. Se remata con un ático con forma de templete rematado por un tímpano triangular, en cuyo interior aparece la imagen pintada de El Salvador, así como las tallas de San Gabriel y la Virgen a los lados formando la escena de la Anunciación.

El retablo fue concebido para albergar una imagen preexistente de gran devoción en Zamora. Se trata de la Virgen de la Majestad, popularmente conocida como Virgen de la Calva por su amplia frente, labrada en piedra arenisca hacia 1300 por un escultor desconocido que también trabajó para otras poblaciones zamoranas y policromada de nuevo en 1586 cuando se culminó el retablo. La imagen representa el máximo nivel de calidad alcanzado por la escultura gótica castellano-leonesa desarrollada por talleres surgidos en torno a las catedrales de Burgos y León, con un naturalismo poco frecuente en su tiempo. La Virgen, que presenta reminiscencias francesas muy depuradas, aparece entronizada y coronada como reina, reposando sus pies sobre un cojín al tiempo que pisotea la serpiente infernal y sujetando sobre su pierna izquierda al Niño, que se vuelve hacia su pecho mostrando el globo terráqueo en la mano, sin duda uno de los ejemplares góticos de mayor belleza de cuantos existen en España.

Cristo de las Injurias
Este crucificado de mediados del siglo XVI y dos metros de altura, que procede del desaparecido convento de San Jerónimo, recibe culto en la suntuosa capilla de San Bernardo. Se trata de uno de los crucifijos más sobrecogedores de cuantos se hicieran en el Renacimiento español, una imagen de Cristo extenuado y muerto que presenta una magnífica anatomía en la que son visibles hematomas y llagas sangrantes. Aunque a lo largo del tiempo ha sido atribuido a Jacobo Florentino, Diego de Siloé o Gaspar Becerra, actualmente se considera obra de Arnao Palla, un escultor con taller en Toro cuya obra documentada presenta muchas analogías formales. Durante la Guerra de la Independencia fue salvado de su destrucción por los franceses gracias al canónigo Martín Pérez de Tejeda.
Actualmente es la imagen titular de la Cofradía del Santísimo Cristo de las Injurias y es protagonista, en la noche del Miércoles Santo, de una procesión cuyo momento más solemne es el Juramento del Silencio en el atrio de la catedral, rodeado de cientos de cofrades con vistosos capirotes rojos.

Sepulcro del doctor Juan de Grado
Se halla en la capilla de San Juan Evangelista, situada a los pies del templo y cerrada con una reja realizada por Antonio García y Juan Sánchez entre 1590 y 1594. El sepulcro se inserta en el muro derecho de la capilla, cuyo frente está ocupado por un elegante retablo renacentista, dedicado a San Juan Evangelista, elaborado en 1575 por Francisco Barahona, que aparece enmarcado por espectaculares pinturas murales con grandes alegorías de la Pureza y la Prudencia realizadas por Antonio Villamor y Jerónimo de Balbás en 1696.

La que fuera capilla del tesoro fue adquirida a comienzos del XVI por el doctor Juan de Grado para convertirla en panteón personal. Este bachiller por Salamanca y doctor en Decretos por Roma fue abad seglar del monasterio de Valparaiso y canónigo del Cabildo zamorano. Personaje extremadamente ambicioso, llegó a enriquecerse con numerosas rentas y propiedades, ejerciendo como mecenas de diversos templos zamoranos y excomulgado tras su enfrentamiento con fray Pedro de León, abad reformador de Valparaiso.

El sepulcro, considerado como uno de los mejores realizados en España en el último gótico, sigue la tipología implantada en la escuela burgalesa por Gil de Siloé, siendo elaborado en su círculo hacia 1505 por un virtuoso y desconocido escultor que comparte las mismas reminiscencias flamencas y germánicas, aunque con un estilo propio definido por las finas aristas y los dedos de las figuras finos y alargados.

Tiene forma de arcosolio flanqueado por pináculos rematados con las figuras de cuatro profetas y está compuesto por un arco de medio punto recorrido por una cenefa trepanada decorada con figuras de niños, animales, ramas y frutos, incluyendo las figuras de San Pedro y San Pablo, así como caireles de los que penden dos ángeles portando el martillo y los clavos, atributos de la Pasión. Dentro se cobija el nicho sepulcral, ocupado por la cama dispuesta en tres niveles, el inferior con figuras de niños y animales, el intermedio con pajes tenantes sujetando escudos con las armas del doctor Grado y las alegorías de la Iglesia y la Eucaristía a los lados, representadas por jóvenes sedentes que portan un cáliz y un haz de espigas respectivamente, y el superior trabajado como un friso en cuyo centro aparece la Virgen con el Niño coronada por dos ángeles y a sus lados otros dos ángeles músicos junto a dos representaciones del doctor Grado arrodillado y protegido por San Juan Bautista y San Juan Evangelista, que actúan como intercesores colocados en los extremos.

Sobre la cama se extiende el doctor Grado yacente, vestido con casulla y birrete, con la cabeza reposando sobre dos cojines ornamentados, sujetando un cáliz en las manos y un criado a los pies sujetando un libro. En el fondo del nicho está representado el árbol de Jesé, con el anciano recostado y un árbol brotando de su costado en cuyas ramas, a modo de frutos, aparecen doce bustos de los reyes de Judá y la Virgen con el Niño en la cúspide, convirtiéndose el conjunto en una genealogía visual del Mesías.

Se completa con una representación del Calvario en la parte superior sobre un fondo de escamas. Junto al sereno crucificado se hallan las figuras retorcidas de los ladrones y a los lados la Virgen y San Juan colocados sobre ménsulas y bajo doseletes, mientras en la parte inferior dos ángeles recogen en cálices la sangre de Cristo.    
Todo el conjunto ofrece una exquisita calidad de talla plagada de pequeños detalles, con el frente superior, la cama y la figura del yacente esculpido en alabastro y el resto del conjunto sepulcral en piedra arenisca de tono muy blanco.

La Sillería del Coro       
Otro conjunto imprescindible de visitar es la sillería del coro, elaborada en madera de nogal entre 1502 y 1505 por el taller de Juan de Bruselas, que coordinó un ingente número de oficiales y ayudantes, entre ellos Gil de Ronza. Está compuesta por treinta y seis sitiales bajos, cuarenta y nueve altos y un nutrido repertorio decorativo que fue incorporado entre 1613 y 1659. En los relieves de los tableros de los respaldos aparecen tanto personajes del Antiguo Testamento como del Nuevo, sin que falten otros de tipo pagano y figuras de santos y santas de órdenes monásticas.
Realmente curiosa es la colección de misericordias, con atrevidas escenas de tipo moralizante en las que los escultores trabajaron con una inusitada libertad y creatividad. Suntuosas son también las dos puertas talladas que se abren al trascoro y que están ornamentadas con figuras de cuatro sibilas cada una de ellas.

Tabla de Cristo Salvador del Mundo
En el centro del trascoro se abre un altar que está presidido por una pintura hispano-flamenca sobre tabla del primer tercio del siglo XVI, realizada por un pintor desconocido, siendo atribuida por distintos autores a un discípulo de Juan de Flandes, a Juan Rodríguez de Solís o al conocido como "Maestro de Zamora". En la tabla aparece Cristo en majestad bendiciendo y sentado sobre un trono decorado con las alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, colocándose a su pies el arcángel San Miguel y a los lados tríos de ángeles músicos. Junto a Cristo aparece la Virgen y a los lados del trono una muchedumbre de santos y santas, a derecha e izquierda respectivamente, entre la que se identifica a San Juan Bautista, San Pedro, San Juan Evangelista, San Pablo, San Esteban, San Agustín, Santa Catalina, Santa Inés, Santa María Magdalena y Santa Clara.  

EL MUSEO CATEDRALICIO Y SU COLECCIÓN DE TAPICES
El Museo Catedralicio fue inaugurado el 30 de mayo de 1926 ocupando algunas dependencias del claustro clasicista que fue finalizado en 1612 sustituyendo al primitivo destruido por un incendio.
En las salas del piso inferior se expone una interesante colección de pinturas, esculturas, grabados, indumentaria litúrgica, suntuosas piezas de orfebrería, fragmentos rescatados en las remodelaciones y curiosos objetos catedralicios ya en desuso. El piso superior, donde antaño estuvo instalada la contaduría, se ha acondicionado para la presentación de la importante colección de obras textiles. A continuación destacamos algunas de las obras de mayor calidad.

Aparición de Cristo a la Magdalena
Esta tabla, que fue pintada en el taller del salmantino Fernando Gallego hacia 1495, formó parte del antiguo retablo mayor de la catedral, al igual que la del Pentecostés que la acompaña. Esta pintura confirma su consideración como uno de los mejores representantes de la pintura hispano-flamenca en España, caracterizado por un estilo duro de gran fuerza y realismo e intensos colores. Esta es una muestra de las originales pinturas que realizaba para retablos de grandes dimensiones, donde el paisaje del fondo adquiere una gran importancia. En la escena se representa la visita de las santas mujeres al sepulcro, desconsoladas por encontrarle vacío, colocando en primer plano el episodio en que Cristo se aparece a María Magdalena, al que se acerca para comprobar si su visión era real, ante lo que Cristo responde Noli me tangere (no me toques). El tema persigue tanto la exaltación de la Resurrección como de la Magdalena, privilegiada por ser la primera persona que pudo ver a Cristo resucitado.
La pintura, como todas las que integraban el resto del retablo, cuando se colocó otro nuevo neoclásico se dispersaron y se perdieron. Al cabo del tiempo, las dos que permanecen en el museo fueron donadas al obispo de Zamora por Ángeles Gómez de Villavedón y Justo Santos con la intención de que volvieran a su lugar de origen.

Virgen con el Niño y San Juanito
Exquisita escultura labrada en mármol de Carrara en 1520 por Bartolomé Ordóñez para ser colocada en el sepulcro de don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, en la iglesia de Santa María de Coca (Segovia). Sin embargo, por motivos desconocidos, la imagen no se colocó en el sepulcro destinatario y fue a parar a la iglesia del monasterio de los Jerónimos de Zamora, desde donde pasó a la catedral tras el proceso desamortizador.
Es una imagen impecable de ejecución y de evidente estilo italianizante, fruto de la formación del escultor en contacto con los grandes maestros renacentistas italianos. Representa a la Virgen de pie, como una elegante y bella madonna con un sensacional trabajo de la cabeza y las manos, sujetando sobre su brazo izquierdo la delicada figura del Niño Jesús desnudo, que en su mano derecha sostiene un racimo de cerezas y con gesto naturalista parece lloriquear porque su primo San Juanito, que aparece de pie y colocado a la derecha de la Virgen, se ha apropiado y oculta un pajarito que Jesús tiene sujeto con un cordón rojo parcialmente desaparecido. En la base se coloca la cabeza de un querubín sonriente.

Virgen de Belén
A principios del siglo XVII se desarrolló en Toro una importante escuela escultórica en la que, bajo la influencia de la escuela vallisoletana encabezada por Gregorio Fernández, destacaron una serie de escultores que contribuyeron a la génesis del Barroco realizando una depurada obra de considerable calidad. Entre los nombres con más personalidad se encuentran Sebastián Ducete y Esteban de Rueda, que entre 1609 y 1620 trabajaron asociados. Si el primero se ajusta más al dramatismo de Juan de Juni que a la obra de Gregorio Fernández, el segundo se caracteriza por impregnar a su obra un carácter místico e intimista.
Una buena muestra de ello es la bella imagen de la Virgen de Belén realizada por ambos alrededor de 1610 para una capilla de la desaparecida iglesia toresana de San Marcos, desde donde pasó al convento de Santa Clara. Finalmente fue donada a la catedral por el arcipreste Bartolomé Chillón en 1946.
La Virgen está representada en busto, en actitud de oración y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la figura del Niño, que aparece reposando horizontalmente bajo sus brazos configurando una escena intimista. La Virgen aparece ataviada con una túnica, un manto muy ligero superpuesto y un elegante juego de tocas que dejan al descubierto una melena rizada entre la que son visibles las orejas. Su rostro es de gran belleza, con gesto de ensimismamiento al tener la mirada clavada en el Niño, ante el que insinúa orar al colocar las manos  juntas, ligeramente levantadas y desplazadas con elegancia hacia su izquierda, cruzando por el frente su brazo derecho. A la serenidad de la Virgen se contrapone el dinamismo del Niño, que aparece tumbado, revolviéndose y mirando a su Madre.
La talla, que se complementa con una refinada policromía en la que afloran los tonos dorados, es una buena muestra del virtuosismo técnico alcanzado por estos dos escultores en época protobarroca.

Custodia procesional
En una de las salas del museo se expone el carro triunfante, con palio incluido, que porta la fantástica custodia elaborada en 1515 en plata por Pedro de Ávila, una de las obras de orfebrería renacentista más destacadas de España.
El aspecto actual de la pieza incluye posteriores añadidos que realzaron su riqueza y su altura, como el basamento inferior, con seis leones alados, realizados en 1800 por el platero Narciso Sánchez y el pedestal de la base con niños atlantes y cartelas con escenas bíblicas incorporado en 1598 por el orfebre Antonio Rodríguez de Carbajal, también autor en 1590 de los varales que sujetan el palio.
La custodia original está compuesta por un zócalo inferior calado y recorrido por un friso con nichos, dispuestos entre columnillas, que contienen relieves en plata sobredorada con escenas de la Pasión, así como figuras alegóricas y los evangelistas. Un zócalo superior, de menor tamaño, repite un esquema similar, en este caso con escenas de la vida de la Virgen y la infancia de Jesús. Sobre él se asienta la escena en bulto redondo de la Sagrada Cena, en alusión a la institución de la Eucarístia, con una mesa expresada con todo lujo de detalles, como mantel, cuchillos, copas, panes y platos con aves y cordero, así como los apóstoles y Cristo sentados alrededor, todo ello en plata sobredorada. 
En el centro de la mesa, sujetado por dos ángeles, se coloca un viril renovado en el siglo XVIII sobre el que se extiende una bóveda estrellada con figurillas en las claves que representan el Sol, la Luna y los planetas conocidos hasta entonces. Se rodea con seis pináculos en cuyos arbotantes y bajo chambranas reposan figuras de profetas y otros interiores de los que penden campanitas con la inscripción "Venite adoremus".
Se remata en la parte superior con un abigarrado doselete en el que se colocan las figuras de Moisés, David, San Juan Bautista, San Pablo, Santiago y San Roque en torno a una representación del Árbol de Jesé que contiene figuras de los reyes de Judá en su ramas y se corona con la Virgen y el Niño. El cuerpo superior encierra la imagen de San Ildefonso, patrón de Zamora, y rematando el conjunto se coloca la imagen de Cristo Salvador. En la misma sala se exponen los faroles que acompañaban el monumento, que originariamente portaban los molineros de las aceñas del Cabildo en la procesión del Corpus Christi.
En plata está también cincelado el Altar del monumento, que consta de un frontal central de gran tamaño y dos frontales laterales, realizados en 1723 por el prestigioso platero salmantino José Gabriel Zapata, un sagrario del mismo autor de 1730 y ocho gradas repletas de candeleros en las que trabajaron Manuel García Crespo en 1733 y Manuel Flores Herrera en 1760.

La colección de tapices
Una de las joyas que guarda el museo es la colección de veinte tapices de grandes dimensiones donados en 1608 a la catedral zamorana por el Conde de Alba y Aliste, agrupados en seis series de diferente temática.
La Guerra y Destrucción de Troya: está formada por cuatro tapices góticos, de los once originales, tejidos en lana y seda en Tournai en el siglo XV en el taller de Pasquier Grenier. Representan el Desembarco en Troya y el rapto de Elena; la Tienda de Aquiles; Batallas con la muerte de Troilo, la Muerte de Aquiles por Paris y la Muerte de Paris por Ayax; Los griegos dejando el gran caballo de bronce a las puertas de Troya. En todos ellos figuran inscripciones que relatan la historia, así como la identificación de los personajes.
Tapiz de Tarquino Prisco: Elaborado en lana y seda en los célebres talleres de Arrás hacia 1475, está considerado uno de los mejores tapices europeos del siglo XV. Inspirado en la "Historia de Roma" de Tito Livio, es una exaltación de Lucino, llamado por los romanos Tarquino Prisco, cuya vida se relata en cuatro pasajes compuestos por innumerables figuras de gran delicadeza y expresividad, ocupando el centro la ceremonia de su coronación.
Detalle del tapiz La Tienda de Aquiles
Historia de la Viña: Estos dos tapices fueron elaborados en lana y seda en Bruselas hacia 1500 y narran la conocida parábola evangélica en dos partes, El envío de los operarios y La distribución del denario. Se incorporan a la narración otras escenas bíblicas, como la embriaguez de Noé, el sacrificio de Isaac, Esaú vendiendo su primogenitura, la lucha de Jacob y el ángel y el Lagar Místico, donde la sangre de Cristo es recogida por un papa, un cardenal y un obispo.             
Historia de Aníbal: Consta de cinco tapices de los ocho de la serie original que fue confeccionada en lana y seda en Bruselas en 1570. Su estilo ya es renacentista, sobre cartones de Michel Coxcie, y las escenas se acompañan de grandes orlas con figuras humanas, amorcillos, aves, flores y frutos. Representan El juramento de Aníbal, El paso de los Alpes, La llegada a Italia, El botín de Cannas y La embajada a Cartago. Llevan la doble B y el escudete que identifica al taller, así como la marca del maestro licero François Geubels.
Serie del rey David: Son dos tapices de calidad sensiblemente inferior a los anteriores que fueron elaborados en lana a finales del siglo XVI en un taller secundario, posiblemente en Audenarde. Representan las escenas de La lucha de David y Goliat, inspirada en el Libro I de los Reyes, y David tocando el arpa ante Saúl, una escena de tipo cortesano en el interior de un palacio renacentista. Ambos se acompañan de anchas orlas con frutos y flores.
Detalle del tapiz Tarquino Prisco
Serie de las Artes: Está compuesta por seis tapices elaborados en lana y seda en algún taller de Bruselas en 1654, con una estética en orlas y escenas de estilo barroco. Representan Las Artes, una escena con personificaciones alegóricas de la Gramática, la Dialéctica y la Retórica (Trivium), acompañadas de la Astronomía, la Música y la Aritmética (del Cuadrivium); La Música, con dos mujeres y un hombre tañendo instrumentos de cuerda en un jardín; La Historia, personificada en una matrona que conversa con Cronos (el Tiempo); El Comercio, con Mercurio, dios de los mercaderes, como protagonista, que aparece sentado junto a una lonja; La Riqueza, una elegante mujer rodeada de cofres llenos de alhajas, de mercaderes que cuentan el dinero y de un geniecillo que simboliza la ambición; El Arte Militar, con alegorías de la Geometría y la Arquitectura junto a una fortaleza y un cañón.


HORARIO DE VISITAS:
Del 1 de marzo al 30 de septiembre
Mañana: De 10 a 14 h. / Tarde: De 16,30 a 18,30 h.
Detalle del tapiz La Viña: Distribución del denario
Del 1 de octubre al 28 de febrero
Mañana: De 10 a 14 h. / Tarde: De 17 a 20 h.
Abierto todos los días.



TARIFA:
Entrada general: 3 €.
Entrada Reducida: 1,50 € (jubilados, estudiantes acreditados y grupos de más de 25 personas.






Anunciación, s. XIV, piedra caliza














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19 de julio de 2013

Theatrum: CRISTO Y SUS HERMANOS, ecos de imaginería murciana en Valladolid








CRISTO DESPOJADO Y CRISTO DE LA HUMILDAD
José Antonio Hernández Navarro (Los Ramos, Murcia 1954)
1993 y 2004
Madera policromada
Iglesia de San Andrés e iglesia del convento de Santa Isabel, Valladolid
Imaginería sacra contemporánea







La nueva imaginería religiosa
Hace ahora veinte años que algunas cofradías de Valladolid iniciaron la incorporación de nuevas tallas a los desfiles procesionales de Semana Santa, la mayor parte de ellas elaboradas por imagineros de nuestros días. Los principales motivos, en líneas generales, han sido fundamentalmente dos: el deseo de cubrir ciertas lagunas en el relato evangélico relativo a las representaciones de la Pasión y el afán de ciertas cofradías por crear o incrementar su propio patrimonio artístico.

Las diferentes iniciativas no siempre han tenido igual fortuna. Incluso algunos casos incitan a preguntar si lo que se ha aportado era realmente necesario. Sin ánimo de crear polémica, algo estéril en este asunto, creo que sería necesaria una mayor rigurosidad en la valoración estética de las nuevas obras, especialmente en Valladolid, donde el extraordinario nivel artístico de las escenas con representaciones sacras heredadas de los talleres barrocos, con creaciones antológicas legadas por los grandes maestros, pone un listón tan alto y dificulta sobremanera el estar a la altura de lo ya existente, constituyendo algunos casos, que prefiero omitir, un verdadero atentado al talento y los afanes creativos de Juan de Juni, Francisco Rincón, Gregorio Fernández, Andrés Solanes, Juan Antonio de la Peña, Bernardo Rincón, los Rozas, etc., que con tanta fortuna hicieron tangibles en madera sus creencias religiosas en la sociedad que les tocó vivir.  

J.A. Hernández Navarro. Detalle de la Coronación de Espinas, 1982
Cofradía del Santo Cristo del Perdón, Murcia
Esta arriesgada brecha, comprensible en otros lugares que no cuentan con tan preciado patrimonio, fue abierta el año 1993 por la Cofradía del Santo Cristo del Despojo, fundada oficialmente en 1943 en el seno de la Juventud Obrera Católica. Podemos comprender la preocupación de esta cofradía, que durante muchos años estuvo desfilando con imágenes cedidas por la Cofradía penitencial de Jesús Nazareno y el Museo Nacional de Escultura, por disponer de sus propias imágenes titulares, máxime cuando su Cristo titular era una poco afortunada talla realizada por Claudio Cortijo en 1801.
Asentada la cofradía en la iglesia de San Andrés, ya con plena autonomía después de desvincularse de la JOC en 1967, en los inicios de los años 90 se planteó el encargo de una nueva imagen titular del depauperado Cristo del Despojo, siendo su mayor preocupación el encontrar un imaginero a la altura de las circunstancias.

Entre los posibles candidatos surgió la figura de José Antonio Hernández Navarro, un escultor murciano que en 1982 había sorprendido en el campo de la imaginería religiosa española con el grupo de la Coronación de Espinas realizado para la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón de la ciudad de Murcia, una admirable escena de incuestionables valores dramáticos y técnicos, perfectamente ajustada a la estética tardobarroca implantada por Francisco Salzillo en aquella ciudad. Tan buena aceptación tuvo aquella obra que alentó nuevas peticiones al escultor llegadas desde Cartagena, Archena y Murcia durante la década de los 80, siempre con resultados gratificantes, como en el caso del paso del Ascendimiento o Elevación de la Cruz realizado para la misma cofradía murciana en 1988.

J.A. Hernández Navarro. Cristo Despojado, 1993, Valladolid
Cristo Despojado
Iglesia de San Andrés, Valladolid
Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura
Conocedora de estos trabajos, la Cofradía vallisoletana del Santo Cristo del Despojo se decantó por el imaginero murciano, que por entonces no había cumplido los 40 años. Ajustándose fielmente al momento pasional requerido, José Antonio Hernández Navarro fue dando forma al nuevo Cristo Despojado, que fue terminado y entregado en 1993, constituyendo todo un acontecimiento en Valladolid la presentación de una imagen tan moderna de Cristo que habría de enfrentarse a las geniales creaciones barrocas de Gregorio Fernández. Pocos años antes se había iniciado, en buena parte potenciado por Luis Luna Moreno, un proceso de recomposición de los pasos tradicionales vallisoletanos a partir de las figuras almacenadas en el Museo Nacional de Escultura, por lo que la nueva incorporación despertaba aún mayor expectación.

En principio la imagen del Cristo Despojado resultaba "extraña" en el repertorio procesional vallisoletano, a pesar de su impecable ejecución, su correcta anatomía y el original planteamiento estético del momento previo a la Crucifixión. Por decirlo con términos un poco frívolos, la renovada iconografía sugería un poco la imagen difundida tras el éxito de "Jesucristo Superstar", el controvertido musical estrenado en Broadway en 1971 que alcanzaría resonancia internacional. Sin embargo, por la calidad del trabajo se integró con normalidad en el repertorio procesional vallisoletano y al poco tiempo, aparte de que nadie añoraba la obra de Claudio Cortijo, la Cofradía del Santo Cristo del Despojo estaba segura de haber acertado, aportando para la historia artística de la Semana Santa vallisoletana el nombre de un nuevo imaginero que, como Juan Guraya con la Sagrada Cena, con raíces no castellanas, había afrontado con valentía y superado un reto tan complicado.

J.A. Hernández Navarro. Izda: Cristo del Perdón, 2006, Aspe (Alicante)
Dcha: Cristo Despojado, 1993, Valladolid
El Cristo Despojado de José Antonio Hernández Navarro, con un tamaño que excede ligeramente el natural, aparece en total desnudez, apenas amortiguada por un ajustado paño de pureza con los cabos cayendo al frente. Con un estudio anatómico impecable, su juvenil figura recrea el momento del expolio con un comedido gesto de súplica a través de las manos levantadas a la altura de la cintura, la cabeza ligeramente girada hacia la derecha y el rostro elevado con la mirada perdida e implorante. Huyendo de la gesticulación artificiosa, concentra su emotividad en sus bellos rasgos faciales, con una boca entreabierta que permite contemplar los dientes y grandes ojos postizos de cristal, a diferencia de la corona, que está tallada y con espinas adosadas. Las carnaciones de su policromía están tratadas como una pintura de caballete, resaltando luces y sombras para acentuar la definición anatómica, con escasas y comedidas llagas que amortiguan su dramatismo. En este sentido está inevitablemente más cerca de los amables modelos salzillescos que del patetismo castellano.


J.A. Hernández Navarro. Ntra Sra. de la Amargura, 2000, Valladolid
La aceptación de la nueva talla incitó a la cofradía a encargar de nuevo al mismo escultor, siete años más tarde, la imagen de Nuestra Señora de la Amargura en su condición de Dolorosa. A esta figura aislada terminada en el año 2000, a pesar de su intención de ajustarse a la estética vallisoletana le toca el díficil e imposible papel de compararse con Nuestra Señora de la Vera Cruz de Gregorio Fernández o la Virgen de las Angustias de Juan de Juni, artistas por los que José Antonio Hernández Navarro manifiesta sentir admiración, pero ya se sabe, las comparaciones, aparte de odiosas, son inevitables, y esta imagen, muy a nuestro pesar, no tiene la magnificencia y la capacidad de conmover de aquellas.

La talla murciana de Cristo Despojado reposa a lo largo del año en una capilla de la iglesia de San Andrés convertida en la imagen titular de la hermandad, que desde el año 2010 ha cambiado su titulación por otra tan larga como la de "Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura".

  
J.A. Hernández Navarro. Cristo de la Humildad, 2004, Valladolid
Cristo de la Humildad
Iglesia del convento de Santa Isabel, Valladolid
Cofradía de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna
Aún recibiría José Antonio Hernández Navarro un nuevo encargo para Valladolid: el llamado Cristo de la Humildad, realizado el año 2004 para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna. En esta ocasión el escultor murciano realizó un modelo evolucionado sobre la iconografía cristológica según los cánones estéticos que definen su propio estilo, adaptando a la representación del momento previo a la Flagelación el prototipo por él creado y presente en las abundantes obras realizadas para diversas poblaciones murcianas hasta ese momento.

La figura en nada recuerda a los modelos barrocos, tomando el momento que antecede a los latigazos en la columna como pretexto para plasmar un desnudo sumamente estilizado acorde a los cánones estéticos de nuestro tiempo, a lo que se suman unos rasgos faciales ya inconfundibles en la obra del imaginero, con un gesto de ensimismamiento que se aleja de la impronta salzillesca presente en sus modelos anteriores. José Antonio Hernández Navarro ajusta el ideal corporal de nuestros días a un Cristo atlético, alto y delgado, que permanece estático y meditativo junto a la columna de la tortura en el inicio de la tragedia, al tiempo que sujeta la clámide en la mano. Sus valores plásticos quedan realzados por los efectos pictóricos de la policromía.

J.A. Hernández Navarro. Izda: Ecce Homo, 2007, Bullas (Murcia)
Dcha: Cristo de la Humildad, 2004, Valladolid
Como hicieran los grandes maestros del pasado, Hernández Navarro define en la anatomía y especialmente en la cabeza un prototipo inconfundible de larga melena con un mechón sobre la frente, discreta barba de dos puntas y ojos almendrados de cristal, con un gesto ajeno a lo que ocurre en su entorno. El modelo es repetido por el escultor en otras obras, siendo la figura más próxima el Ecce Homo que hiciera en 2008 para la Cofradía de Los Coloraos de Bullas (Murcia), hecho que no debe interpretarse como producción seriada, sino como el hallazgo de un modelo personal de gran aceptación por parte de las cofradías. El Cristo de la Humildad recibe culto a lo largo del año en la iglesia del convento de Santa Isabel, donde la Cofradía tiene su sede canónica.



J.A. Hernández Navarro. Izda: Cristo de la Flagelación, 2007, Zaragoza
Dcha: Cristo de la Humildad, 2004, Valladolid
El imaginero José Antonio Hernández Navarro
En febrero de 2013 siete cofradías murcianas celebraron los 30 años de imaginero de José Antonio Hernández Navarro con una exposición en el antiguo convento de San Antonio de Murcia en la que se mostraban 25 de sus obras elaboradas en las últimas décadas, especialmente apreciadas en aquella tierra por ser consideradas herederas del genio de Salzillo.

José Antonio Hernández Navarro nació el 4 de diciembre de 1954 en el Rincón de Almodóvar, enclave perteneciente a la pedanía murciana de Los Ramos, hijo de Juan Antonio Hernández e Isabel Navarro. Allí se crió junto a sus tres hermanos iniciando sus estudios en Alquerías, pero pronto sintió una vocación artística que no fue bien aceptada por su padre, a pesar de lo cual, ayudado por un profesor del instituto, comenzó a asistir al taller de la escultora Elisa Seiquer. Allí se puso en contacto con el artesano belenista Pedro Serrano Moñino, con el que, gracias a la recomendación del párroco Francisco Arnaldos, empezó a colaborar a los 15 años, al tiempo que asistía a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios.
    
En 1972, cuando tenía 18 años y con ímpetu autodidacta, realizó su primera escultura, la Virgen de la Huerta, pasando a trabajar en el taller belenista de los célebres hermanos Manuel y Juan Antonio Griñán, con los que estuvo colaborando hasta 1986.

J.A. Hernández Navarro. Izda: Cristo del Ascendimiento, 1988, Murcia
Dcha: Cristo del Amor, 2010, Murcia
Un hecho trascendental cambiaría el rumbo de su vida en 1982, cuando la Cofradía del Perdón de Murcia convocó un concurso para la realización del paso procesional de la Coronación de Espinas. Según manifiesta el propio escultor, la pericia alcanzada en la elaboración de figuras para belén fue determinante para que eligieran su proyecto tras presentar la maqueta requerida, con infinidad de pequeños detalles propios del arte belenista, que después convirtió en un espectacular paso de estilo salzillesco (iglesia de San Antolín de Murcia) que despertó admiración y motivó la demanda de otras obras por distintas hermandades y cofradías, permitiéndole abrir en el barrio de la Estación de Los Ramos de Murcia su propio taller, en el que tuvo como colaborador a Francisco Moreno Galiana, el que fuera su profesor de vaciado y sacado de puntos en la Escuela de Artes y Oficios.

A partir de entonces su trayectoria ha sido imparable, avalado por el éxito de obras comprometidas, como el Cristo Despojado realizado en 1993 para Valladolid, habiendo realizado con fines procesionales prácticamente todos los episodios evangélicos, especialmente pasionarios, para cofradías de distintas poblaciones murcianas, así como de Valladolid, Cuenca y Zaragoza, lo que le facilitó renovar el taller en 1997 y ser nombrado académico de la Real Academia de Santa María de la Arrixaca en el año 2000.      

J.A. Hernández Navarro. Izda: Cristo del Auxilio en la Caída, 1997, Cuenca
Dcha: Cristo de Getsemaní, 1996, Murcia
En tan pocos años su obra refleja una inevitable evolución desde la imaginería de rápida ejecución, especialmente en imágenes de vestir, hasta la eliminación total de postizos en favor de un trabajo de talla integral, manteniendo un difícil equilibrio entre la tradición que reclaman sus clientes y la innovación estética, siempre procurando la creación de modelos originales y buscando nuevas soluciones desde la admiración a Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández, Juan Martínez Montañés, Alonso Cano, Pedro de Mena, Salzillo, etc.

Los prototipos de José Antonio Hernández Navarro, hoy día tan valorados y admirados, hace que encontremos abundantes tallas con rasgos similares a los dos Cristos de Valladolid. El Cristo Despojado tiene su homólogo en el Cristo del Perdón, realizado en 2006 para la hermandad del mismo nombre de Aspe (Alicante), mientras que los rasgos del Cristo de la Humildad se repiten especialmente en el Cristo de la Flagelación de Zaragoza (1998), en el Ecce Homo de Bullas (2008) y en el Cristo del Amor de Murcia (2010), etc. Todas estas imágenes están hermanadas por la fina gubia de este murciano consagrado, que ha aportado lo que Javier Burrieza, en un arrebato pasional, ha denominado "los salzillos de Valladolid". 

Informe: J. M. Travieso.


Adjuntamos, por su valor informativo y documental, dos vídeos con una entrevista realizada al escultor por el colectivo murciano Sentir Cofrade.



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