La leona herida, British Museum |
BAJORRELIEVE DE ASSURBANIPAL CAZANDO LEONES
Anónimo
Hacia 645 a. C.
Alabastro yesoso
British Museum, Londres
Procedente
del Palacio de Assurbanipal en Nínive
Escultura
asiria. Último periodo
El término Mesopotamia significa "entre
ríos" y con él se identifica un antiguo y fértil territorio situado entre
el Tigris y el Éufrates, en la zona que actualmente coincide con las tierras no
desérticas de Irak y una parte limítrofe de Siria. En los albores de las
civilizaciones al sur se localizó Babilonia, dividida a su vez en una tierra
alta, Acadia, y otra baja, Sumeria, mientras que al norte de este territorio
floreció el imperio de Asiria, al que dio nombre su capital, Assur, situada a
orillas del Tigris.
Otras ciudades importantes asirias fueron, a lo
largo de su historia, Harrán, Calakh, Dur Sharrukin, Nimrud y Nínive, localizada
en las proximidades de la actual Mosul y destruida el año 612 a. C., donde los
arqueólogos encontraron buena parte de sus cimientos de piedra y murallas, ruinas
de sus palacios, un discreto conjunto de esculturas, inscripciones cuneiformes,
restos de pintura y cerámica y, sobre todo, una gran colección de
impresionantes relieves que recubrían los muros de sus edificios más notables.
Entre ellos, por el valor representativo del alto grado de refinamiento que
alcanzaron, hemos elegido este conjunto que se conserva en el British Museum de
Londres, donde, convertido en una de sus máximas atracciones, muestra una
fascinante escena de caza procedente del palacio de Assurbanipal (668-626 a.
C.) en Nínive.
EL ARTE ASIRIO
El arte asirio recoge la herencia de los antiguos
sumerios, un pueblo de origen camita que se estableció en estos territorios
hacia el año 4000 a. C. Su estilo y técnicas primero fueron asimiladas por el
pueblo semita de los acadios, que ocuparon la zona entre el 3000 y 1500 a. C.,
y después por los babilonios, aunque cuando el estilo sumerio adquiere
verdadera entidad es entre el año 1000 y 612 a. C., momento en que la belicosa
civilización asiria alcanza su máximo esplendor gracias a la iniciativa de
monarcas como Assurnasirpal II, Sargón II, Senaquerib, Asarhaddón, que llegó a
conquistar en Egipto la ciudad de Menfis, y finalmente su hijo Assurbanipal, el
último gran rey de Asiria, todos ellos constructores de grandes palacios y
templos en distintas ciudades.
Los asirios desarrollan su arte escultórico fundamentalmente
vinculado a las obras de arquitectura, donde la escasez de piedra hizo que se
recurriese al adobe y al ladrillo —por la abundancia del barro en la zona— que
permitieron la realización de muros, arcos y bóvedas. La austeridad de los
muros quedaba enmascarada con tres recursos: un enlucido blanco sobre el que se
aplicaban pinturas al fresco con motivos de plantas, animales fantásticos o
figuras geométricas; superficies recubiertas por placas de terracota vidriada
muy colorista en las que se reproducían animales y cortejos de soldados;
finalmente placas de alabastro yesoso muy abundante en la parte alta próxima al
río Tigris, cuya blandura permitía tallar grandes escenas de batallas, ceremonias
religiosas y cacerías con las que se recubrían grandes espacios murales en el
interior de los palacios, muchas veces acompañadas de inscripciones cuneiformes
que relatan los acontecimientos a modo de crónica.
A estas modalidades se unen las estelas con la parte
superior redondeada y obeliscos de discreto tamaño, en cuyas superficies se
incluyen relieves o inscripciones, siendo especialmente representativos los lamassu o androsfinges, gigantes
legendarios que como símbolo de poder y protección aparecían colocados como
guardianes a las puertas de ciudades y palacios. Estas obras genuinas del arte
asirio presentan cuerpo de toro, cabeza humana cubierta por una tiara con
cuernos, garras de león y alas de águila. El cuerpo de toro simboliza el poder
y para completar su visión lateral dispone de cinco patas. La cabeza humana
simboliza la inteligencia, generalmente con el rostro del rey gobernante en el
momento en que se hace. Lleva larga barba y cabellera y por debajo un cinturón,
asomando bajo el vientre escamas de pez. La garras de león simbolizan la fuerza
y las alas de águila aluden a su divinidad y su relación con el sol en su
calidad de seres protectores. Los cuatro elementos que forman este híbrido,
toro, humano, león y águila, serían reconvertidos en la cultura cristiana en el
tetramorfos.
Es conveniente reseñar que en la cultura asiria
desapareció la comunicación directa entre los dioses y los hombres, o dicho de
otro modo, lo divino permanecía alejado de lo humano, de modo que las estatuas
de los dioses son simplemente estatuas, siendo veneradas por lo que significan,
no como un propio dios. Esto lleva a ensalzar principalmente a los reyes, dejando
constancia de todas las gestas y proezas con el fin de perdurar en la memoria
de los pueblos, convirtiéndose la sucesión de imágenes de los relieves en una
suerte de prosa ilustrada destinada a la propaganda del imperio.
La escultura asiria recoge la influencia del pueblo
hitita, adoleciendo en líneas generales de un diseño excesivamente esquemático,
con figuras desproporcionadas y tamaño jerarquizado, siempre destacando la
figura del rey, que suele aparecer acompañado de un dios alado. Abordando
motivos casi siempre profanos y siempre con vagos intentos de perspectiva, abundan
las figuras de relieve no muy pronunciado y dispuestas con el cuerpo y la
cabeza de perfil y sin embargo los ojos frontales, como los egipcios, con los
rostros muy estereotipados e inexpresivos, a pesar de lo cual los escultores se
esmeran en reflejar detalles minuciosos en las barbas y cabellos, dispuestos en
líneas paralelas y ondas, así como en los ornamentos de la indumentaria del rey,
soldados, servidores y en todo tipo de objetos que aparecen en las escenas, cuyas
superficies, profusamente decoradas, contrastan con la lisura de la superficie
del fondo. A pesar de todo, son escenas muy expresivas que ponen de manifiesto
el lujo alcanzado en aquellos ambientes cortesanos.
Tanto los personajes distinguidos, como los genios y
dioses, llevan grandes barbas en forma de tirabuzones escalonados, melenas del
mismo tipo y largos trajes talares con flecos y ribetes, así como múltiples
brazaletes, pulseras, adornos y armas, mientras los eunucos y servidores
aparecen sin barba y portando diferentes elementos como asistentes del rey.
Mayor simplicidad presentan los árboles y plantas, generalmente reducidos a un
esquema básico, entre ellos el árbol de la vida.
Entre todos los conjuntos hallados por los arqueólogos,
destacan los relieves murales procedentes del palacio levantado por
Ussurbanipal en Nínive, que representan una época de oro en este arte, con
sorprendentes escenas de batallas y asedios de ciudades, los carros de combate
victoriosos y los prisioneros, representaciones del ejército y de la vida
placentera en el interior de los palacios, aunque las más expresivas y
evolucionadas, por el alto grado de naturalismo que consiguen, son las escenas
de cacerías, especialmente aquellas realizadas por un desconocido escultor que
presenta al rey cazando leones.
EL REY ASSURBANIPAL
Hijo de Esarhaddon y Naqi'a-Zakutu, Assurbanipal fue
el último gran rey de Asiria, donde reinó del 668 al 627 a. C., siendo uno de
los pocos gobernantes de la antigüedad que sabía leer y escribir y citado en el
bíblico Libro de Esdrás como Osnaper. Durante su reinado el imperio asirio no
sólo alcanzó esplendor en su expansión militar, sino que también florecieron la
cultura y las artes, siendo el promotor de la biblioteca de Nínive, donde se
recogió toda la escritura cuneiforme de su tiempo, siendo la primera que
organizó las tablillas de sus fondos de forma sistemática, con textos de
poemas, astronomía y profecías.
Assurbanipal derrotó a su hermano Shamash-shum-ukin,
que se había coronado rey de Babilonia con el apoyo del sur de Mesopotamia y
Egipto, y sometió al imperio Elamita, lo que favoreció un periodo de
estabilidad en el que el rey acometió numerosas obras urbanas, entre ellas el
suntuoso palacio real de Nínive, dotado de patios, salones y un templo,
convirtiendo a la ciudad amurallada en la más importante del país. Este palacio
acogería toda una serie de crónicas visuales plasmadas en sugestivos relieves
tallados en alabastro, unas veces con el rey oficiando como sumo sacerdote,
otras con escenas de guerra que contienen numerosos episodios de brutalidad,
aunque también se incluye al rey
disfrutando del descanso tras los combates, como en el célebre mural de "El reposo bajo la parra" (British
Museum), destacando entre todos la vivacidad de las escenas de caza, una
actividad que no dejaba de ser un entrenamiento para la guerra, pero que dejó
notables ejemplos de un depurado arte animalista.
LA EXPRESIVA CACERÍA DE LEONES
Parece que la tranquilidad de la vida palaciega no
era demasiado atractiva para los soberanos asirios, que cuando no estaban
dedicados a la guerra saciaban sus instintos bélicos en cacerías. Para ello se
apresaban grupos de animales, como leones, antílopes o asnos salvajes, que
después eran soltados en terrenos acordonados para que el rey pudiese cumplir
el rito de la caza a pie o montado en su carro, convenientemente armado y
acompañado por su guardia.
Una elocuente cacería de leones está recogida en los
frisos del palacio de Nínive, donde aparece Assurbanipal montado sobre bigas y
cuádrigas, acompañado de sus servidores, dando muerte a los leones con lanzas y
flechas. Otros acompañantes acosan a los animales portando fustas a caballo o
disparando con arcos, recogiendo un panorama en el que los leones huyen, se
agitan, sufren, se revuelven al ser alcanzados por las flechas y agonizan
rugiendo. Ello sirve al escultor para plasmar un auténtico poema plástico de
animales sufrientes cuyas dolorosas reacciones están captadas de la observación
de la realidad, dando lugar a todo un muestrario de posturas y reacciones llenas
de movimiento y extraordinario realismo, con los animales diseminados por una
escueta recreación del espacio que parece no tener límites y en el que se
desarrolla con fuerza dramática la unidad temática de la cacería, un motivo
cuya finalidad es ensalzar la figura del rey, poderoso, valeroso y siempre
victorioso, a través de una técnica de labrado impecable, llena de precisión y
detallismo.
Entre los animales hay ejemplares sorprendentes,
como el león moribundo, abatido tras
atravesar una flecha su cabeza o la exquisita y mítica figura de la leona herida, que camina rugiendo de impotencia arrastrando las
patas traseras que han quedado agarrotadas por dos flechas clavadas en la
espina dorsal, una antológica imagen llena de naturalismo que no sólo coloca a
su autor al mayor nivel del arte asirio, sino que forma parte del mejor arte
animalista de todos los tiempos.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Sala de la Cacería de Leones del palacio de Nínive, British Museum |
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...verdaderamente con lo expuesto en lo descrito sobre la cultura y arte del pueblo Asirio,solo peude ver lo ya antes conocido: un pueblo "Cruel e Inhumano" de costumbres cargadas de "Sadismo" y maldad,creo que no es algo relevante comentar que el imperio Asirio fue uno de los mas crueles en la historia de la humanidad no sobrepasando al peor de todos, el "Romano" creo que realzar la brutalidad de estos pueblos antiguos muchos de los cuales aun existen no es ota cosa que "Basura"...
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