30 de abril de 2014

Fastiginia: Palacios de la calle Cadenas de San Gregorio entre 1860 y 1870

Palacios Pimentel y Villena. Francis Frith, 1860-1870
Victoria & Albert Museum, Londres

Estampas y recuerdos de Valladolid

En octubre de 2013 publicábamos la curiosa fotografía de un rincón del Valladolid desaparecido, conservada en el Victoria & Albert Museum de Londres y realizada por el fotógrafo inglés Francis Frith durante su estancia en Valladolid entre 1860 y 1870. Perteneciente a la misma colección es esta otra antigua fotografía que capta unos edificios perfectamente identificables: el palacio Pimentel y el palacio Villena en el arranque de la calle Cadenas de San Gregorio.

Mientras que el palacio Pimentel presenta una fisionomía muy parecida a su estado actual, solamente con una ventana menos en el piso inferior orientado a la iglesia de San Pablo y un alero del tejado moldurado, después modificado, el aspecto del palacio Villena, respecto a cómo lo conocemos, aparece totalmente degradado, como una verdadera ruina. Asimismo, son visibles otros peculiares elementos urbanos desaparecidos, como son los soportes rematados con leones y unidos por grandes cadenas que se alineaban ante la fachada del Colegio de San Gregorio delimitando un espacio con su propio fuero jurisdiccional, elementos que dieron nombre a la calle y que actualmente se reducen a los doce pilares colocados ante la fachada de la iglesia de San Pablo, después de que otros se retiraran durante el ensanche de la calzada, realizado a mediados del siglo XIX, de la que fuera vía de acceso a la carretera de Santander, por la que llegó a circular incluso el tranvía, según se aprecia en una antigua postal.

Palacios Pimentel y Villena. Postal principios siglo XX
El conocido como palacio Villena fue iniciado alrededor de 1550 por don Antonio de Velasco y Rojas, señor de Villerías, y su segunda esposa doña Francisca de Silva. Era este un personaje que trabajó como guardia real del emperador Carlos y camarero del príncipe Felipe, recibiendo en 1554 el nombramiento de Consejero de Estado y Guerra. Las obras del palacio fueron continuadas por su hijo don Pedro de Velasco, hijo de don Antonio y su primera esposa doña Aldonza de Velasco y Cárdenas, casado en 1565 con doña Mariana Enríquez. El encargado de llevar las obras a cabo el arquitecto Francisco de Salamanca, que levantó un palacio de dos pisos, larga fachada rematada por dos discretas torres y una portada pétrea en el centro con el escudo familiar, un amplio zaguán y un elegante patio con tres crujías de arquerías del que arranca una escalera claustral que comunica con la planta superior. Según Sangrador y Vítores, el palacio sirvió de aposento al emperador Carlos V cuando en 1556 llegó de paso a su retiro de Yuste.

El edificio fue pasando en herencia a los descendientes, emparentados con distintos linajes, produciéndose en 1750 el matrimonio de una marquesa descendiente de los Velasco con don Felipe Pacheco de la Cueva, marqués de Villena, con el que no tuvo descendencia, heredando el título y la casa Fernández de Velasco, duque de Frías, conde de Fuensalida y, desde entonces, marqués de Villena, que dio nueva titularidad al palacio.

Aspecto actual del Palacio Pimentel, sede de la Diputación Provincial
Tras ser vendido en 1876 a Juan Pombo, marqués de Casa Pombo, fue habitado por Everilda Pombo, su hermana, casada con Teodosio Alonso Pesquera, marqués de Alonso Pesquera, que realizaron obras que cambiaron totalmente el aspecto exterior del palacio que, según demuestra la fotografía, se encontraba en un estado lamentable. Levantaron dos torreones en las esquinas rematados por chapiteles, reestructuraron los ventanales colocando frontones triangulares sobre ellos y sustituyeron el escudo de la portada por el de los marqueses de Alonso Pesquera.

El palacio Villena, adscrito por un tiempo al Gobierno Civil, pasó en 1982 al Ministerio de Cultura, que encomendó al arquitecto F. Rodríguez Partearroyo una total rehabilitación que fue concluida en 1998. Desde entonces el edificio pasó a integrarse como nueva sede del Museo Nacional de Escultura, permitiendo deducir, a la vista de la pintoresca fotografía captada por el afamado Francis Frith, que al menos en este caso, para satisfacción de los vallisoletanos, las cosas se hicieron con inteligencia y  buen sentido, pues es sabido que en nuestros días este enclave urbano es uno de los más visitados del Valladolid monumental.     
Aspecto actual del Palacio Villena,
edificio incorporado al Museo Nacional de Escultura















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28 de abril de 2014

Exposición: ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA, DOCE MIRADAS AL GRECO CUATROCIENTOS AÑOS DESPUÉS, del 30 de abril al 3 de agosto 2014

MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. PALACIO VILLENA
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

Entre el Cielo y la Tierra. Doce miradas al Greco cuatrocientos años después explora el lugar en el que se sitúa la influencia del Greco en el arte de hoy a través del trabajo que desarrollan doce artistas actuales que atestigua su vigencia en la creación contemporánea. Junto a las obras contemporáneas en la exposición está presente el Apostolado de Oviedo (h. 1590), un importante conjunto del Greco y taller perteneciente a la colección del Museo Nacional de Escultura. Se hace evidente la metáfora creada entre el carácter clásico de un Apostolado, un grupo de doce emisarios de la palabra de Dios, y el conjunto de las obras de los doce artistas presentes que, de alguna forma, elevan su voz para hacernos llegar la del Greco.

Los artistas presentes en la muestra plantean abiertamente su vínculo con el cretense, un reconocimiento que a veces es explícito en sus trayectorias y otras, aunque menos evidente, igualmente intenso. José Manuel Broto, Jorge Galindo, Pierre Gonnord, Luis Gordillo, Secundino Hernández, Cristina Iglesias, Carlos León, Din Matamoro, Marina Núñez, Pablo Reinoso , Montserrat Soto y Darío Villalba son los creadores que están Entre el cielo y la tierra. Además, se cuenta con la colaboración de Joan Fontcuberta.

El catálogo contiene intervenciones textuales de doce expertos tanto en el Greco como en el arte contemporáneo. Todos ellos presentan ensayos breves en torno a lo que supone la impronta del Greco en la historia y en el arte desde nuestra mirada contemporánea. El conjunto aporta una interesante, plural y rica perspectiva que contribuye a desvelar la rotunda actualidad del arte del cretense en los complejos tránsitos culturales de nuestros días.

Como señala la comisaria, Isabel Durán, "hay muy pocos artistas clásicos que hayan influido de forma tan intensa en el arte producido en las últimas décadas. La presencia del proyecto artístico del Greco es clara. Probablemente sean él, Diego Velázquez y Francisco de Goya los que permanecen con un aliento más intenso en lo que llamamos arte contemporáneo".

Esta exposición se enmarca en el programa Nuevas Miradas de la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Bajo el prisma de la creatividad contemporánea, este programa busca una nueva lectura de las colecciones históricas de los museos, fomentando el diálogo entre los fondos, los espacios y el arte más actual.

HORARIO DE VISITAS
Sala de Exposiciones del Palacio Villena
Martes a sábado: de 10 a 14 h. y de 16 a 19.30 h.
Domingos y festivos: de 10 a 14 h.

VISITAS GUIADAS A LA EXPOSICIÓN TEMPORAL «DOCE MIRADAS AL GRECO»
Del 10 de mayo al 3 de agosto
Todos los jueves, a las 18 h. y domingos, a las 12 h.
Inscripción previa. Plazas limitadas
Tarifa general 3 euros. Reducida 2 euros

Organiza: Asociación de Amigos del Museo

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Exposición: MEMORIA DE PEREGRINACIÓN, Museo de León, del 24 de abril al 12 de junio 2014


















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25 de abril de 2014

Theatrum: LA DIOSA ISIS, esposa perfecta, gran maga y deidad mistérica














ISIS
Anónimo
Siglo II d.C.
Mármol
Museo de Valladolid, Valladolid
Escultura romana














Esta elegante escultura romana, posiblemente la más interesante de cuantas conserva el Museo de Valladolid, tiene un origen incierto. Aunque Agapito Revilla apuntaba que pudiera tratarse de una estatua de mármol blanco que fue hallada en 1863 en la catedral, o que fuera hallada en las proximidades de las calles Prado y Paraíso, nada garantiza una posible procedencia vallisoletana, donde sí que estuvieron activas residencias rurales o villae romanas. Por su parte, Alberto Balil, catedrático de Arqueología de la Universidad de Valladolid, la consideró obra traída desde Italia durante el establecimiento de la corte de Felipe III en Valladolid, para ser utilizada como ornato en el Prado de la Magdalena1. Posiblemente esta incógnita nunca quedará desvelada.
De lo que sí que se tiene certeza es que hasta 1897 estuvo presidiendo la fuente de un jardín de una casa situada frente a la Chancillería, de donde pasó primero al Museo Provincial de Bellas Artes y después a convertirse en objeto ornamental del jardín de la Casa de Cervantes. Finalmente recaló en el Museo Arqueológico, hoy Museo de Valladolid.

Izquierda: Isis, h. 170 d.C., Museo del Prado, Madrid  /  Derecha: Isis, 117-138 d.C., Museos Capitolinos, Roma
Centro: Isis, 170-190 d.C., Museo de Valladolid
No es necesario perderse en conjeturas para asegurar que esta escultura romana se trata de una representación de Isis, la antigua diosa egipcia. Basta hacer un análisis comparativo con la representación romana de esta deidad femenina que se conserva en los Museos Capitolinos de Roma, procedente de la Villa Adriana, o en el Museo del Prado, procedente de la antigua colección real reunida en el antiguo Alcázar de Madrid. Incluso con un ejemplo más próximo, como la conservada en el Museo de Burgos, que fue recogida en la legendaria ciudad de Clunia Sulpicia. Todas ellas son esculturas de una gran calidad que demuestran el celo de los desconocidos escultores romanos en el momento de representar a una divinidad tan importante y con tantos adeptos que propiciaron que se convirtiera en Isis Panthea o diosa de los mil nombres, después de la supervivencia de su veneración egipcia, a través del Mediterráneo, en las civilizaciones griega y romana, cuyo culto mistérico también llegó a Hispania.

Isis, s. II d.C., procedente de Clunia Sulpicia. Museo de Burgos
LA DIOSA ISIS   

Isis era una de la divinidades más importantes del panteón egipcio y su culto el último en desaparecer, pues cuando las liturgias del resto de los dioses fueron prohibidas, su veneración pervivió hasta el año 394 d.C.
Según la mitología egipcia, Isis y Osiris, su esposo y hermano, reinaban en la tierra egipcia y enseñaron a los hombres todo lo necesario para su subsistencia. Seth, hermano de Osiris, consiguió darle muerte mediante una estratagema para hacerse con el poder de Egipto, pero Isis recorrió el Nilo en busca de los restos de su esposo, siendo capaz de recomponerle para, con la ayuda de Anubis, realizar la primera momificación conocida. Como en este proceso de recomposición del desmembrado cuerpo de Osiris no encontró el falo, Isis moldeó un pene artificial que colocó a la momia y se convirtió en un milano que al batir sus alas reanimó al difunto con sus dotes mágicas, favoreciendo con la unión sexual del ave y el hombre el nacimiento de Horus, encargado de vengar la muerte de su padre y con derechos a ocupar el trono de Egipto al ser reconocido por los dioses.

Por ello, Isis fue considerada como esposa perfecta y mujer fértil, ejemplo de madre y dueña de la casa, poseedora de poderes mágicos y del conocimiento, amorosa y compasiva, ejemplo para las mujeres y admiración de los hombres, siendo extendida su veneración sobre todo con el reino ptolemaico.

Diosa Isis, s. II d.C., Museo de Valladolid
Cuando los griegos llegaron a Egipto con los ptolomeos, crearon la divinidad de Serapis, al que buscaron como esposa a Isis, la mujer modélica que serviría de espejo a las reinas de la dinastía. Las rutas comerciales que partían del puerto de Alejandría, las conquistas de Alejandro en el Mediterráneo y los posteriores reinos helenísticos favorecieron el desarrollo y la internacionalización del culto a Isis, que paulatinamente se fue convirtiendo en una religión mistérica del mismo tipo que las de Cibeles, Mitra o Eléusis, es decir, con participantes que debían ser iniciados en los misterios de la divinidad. Podría afirmarse que fue Cleopatra, amante de Julio César y Marco Antonio, quien contribuyó a la expansión del culto a Isis en Roma. Esa adoración mistérica a Isis es la que llegó a la Hispania romana a través de los comerciantes mediterráneos, que la consideraban protectora en sus azarosas travesías marítimas.

En sus representaciones plásticas, del modelo cósmico egipcio como diosa madre en el Delta del Nilo,  con un disco solar entre dos cuernos con forma de lira, un trono en su cabeza, portando el menat o instrumento a modo de sonajero, la cruz ansada en forma de lazo o llave de la vida, un bastón papiriforme y la situla o recipiente para el agua mágica utilizada en sus cultos, en ocasiones con grandes alas adoptando la forma de un milano, pasó en su versión antropomórfica de mujer a mantener el trono sobre la cabeza, a sujetar el sonajero, el recipiente para el agua y, como principal elemento identificativo, una túnica atada con el característico nudo mágico de contenido críptico o nudo isiaco. Esta imagen es la que traspasó los límites de su país, primero con los griegos y después con los romanos, siendo su culto favorecido por los emperadores Calígula, Claudio y Nerón. Así pervivió en los santuarios de la cuenca mediterránea, siendo la única divinidad egipcia que se mantuvo durante el Imperio Romano, hasta la prohibición del culto a los antiguos dioses en el año 535, durante el gobierno de Justiniano.

Como dato iconográfico curioso, las primeras representaciones de la Virgen con el Niño en el arte cristiano, se inspiraron en las imágenes maternales y protectoras de Isis con su hijo Horus niño.

LA REPRESENTACIÓN DE ISIS DEL MUSEO DE VALLADOLID

Se trata de una copia romana en mármol, siguiendo el modelo de la escuela de Alejandría, que se podría datar entre los años 170 y 190 d.C. En la escultura han desaparecido la cabeza y los brazos, por lo que sus valores plásticos se concentran en la estilizada anatomía y en el peculiar atuendo difundido a partir de la época helenística en Grecia y Roma, con ropajes que usaban en Egipto las reinas y mujeres de la clase alta.

Está constituido por tres capas superpuestas. Por dentro, una fina túnica que llega hasta los pies y forma pliegues muy menudos. Sobre esta aparece lo más singular e inconfundible del atuendo: un amplio paño que rodea el cuello y la cintura uniéndose los cabos al frente en forma de aspa, sin cubrir los pechos, formando un voluminoso lazo que es conocido como nudo de Isis, un motivo que se convertiría en el símbolo de esta diosa. Esta forma era reproducida en los amuletos que se incluían entre los vendajes de las momias egipcias. Por último, sobre los hombros y cubriendo los brazos, un manto rematado con flecos y con los bordes cayendo por los lados.

Con este atuendo y su característico nudo isiaco, difundido en Grecia y Roma, eran representadas tanto Isis como sus sirvientas, incluso algunas reinas ptolemaicas y otras mujeres nobles, aunque no puede matizarse en qué lugar y época fue creado por primera vez este prototipo.      

La escultura, a pesar de acusar de acusar algunos desperfectos producidos por el paso del tiempo, permite apreciar su elaboración por un escultor avezado, capaz de ajustar la finura de los paños a una figura en posición de contrapposto que deja adivinar con claridad las formas de su esbelta anatomía, sin perder el cadencioso y solemne movimiento al moverse en el espacio. Por los restos de los anclajes conservados, presentaría una disposición de los brazos muy similar al modelo del Museo Capitolino de Roma.
 
Informe y fotografías: J. M. Travieso.

NOTAS

1 DELIBES DE CASTRO, Germán; PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando; WATTENBERG GARCÍA, Eloísa. Museo de Valladolid. Colecciones. Consejería de Educación y Cultura, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1996, p. 119.
  

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23 de abril de 2014

Nueva actividad en Domus Pucelae: TALLER LITERARIO, coordinado por José Luis Juárez

Desde el pasado mes de febrero comenzó su andadura el Taller Literario, animado y dirigido por José Luis Juárez, realizando unas primeras y fructíferas reuniones que ya han dado sus frutos. A partir del mes de mayo, podremos disponer en este blog de una muestra de la creatividad literaria de los participantes que conformarán un nuevo apartado para que algunos trabajos sean conocidos por todos.

Entre los trabajos presentados por sus autores mensualmente, que rondan la veintena, se hará una selección de tres de ellos que serán aquí publicados. Con el aliciente de que todos irán acompañados con una ilustración realizada por una magnífica ilustradora y pintora vallisoletana que presenta sus trabajos bajo el seudónimo de "La familia bien, gracias", ya conocida entre nosotros por haber ilustrado el relato "Elegía con pétalos de rosa" de Calderón Samaniego, publicado por Editorial Gatón y patrocinado por Domus Pucelae en 2008.

Asimismo, el Taller Literario tendrá su propia web, en la que serán recogidos todos los trabajos e informaciones relacionadas con su actividad y que aquí tendrá su enlace correspondiente. Como colofón, está prevista la recopilación de los artículos seleccionados y sus ilustraciones en exclusiva, para ser publicados por Domus Pucelae.    

En este momento queremos aprovechar la ocasión para animar a participar a todos aquellos que quieran mostrar su "vena literaria" y todavía no se han decidido. Las reuniones del Taller Literario se celebran todos los jueves, de 17,30 a 19 h. de la tarde, en el Centro Cívico José Mosquera de Valladolid, y, como puede comprobarse, está funcionando muy bien, a pesar de que no ha hecho más que comenzar.

¡ ANÍMATE A PARTICIPAR EXPRESANDO TUS SENSACIONES Y SENTIMIENTOS !


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22 de abril de 2014

Presentación del libro: LA FIESTA DE LAS PALABRAS, de Salvador Robles Miras, 26 de abril 2014

REVISTA ATTICUS. EDICIONES

La fiesta de las palabras es el primer libro que saca a la luz la Revista Atticus en su faceta editorial, todo un acontecimiento en el panorama cultural vallisoletano que adquiere una significación especial en los atribulados tiempos que corren para todo lo relacionado con la cultura.
Esta obra recoge una recopilación de relatos de Salvador Robles Miras, periodista y pedagogo nacido en 1957 en Águilas (Murcia), aunque desde niño ha vivido en Bilbao, de los cuales muchos ya han sido galardonados haciendo merecedor al autor de la calificación de "maestro de los maestros". En La fiesta de las palabras su literatura queda recogida en un volumen que se acompaña de ocho ilustraciones de Elno, seudónimo de la artista vallisoletana Elena González Nieto.
La presentación se integra en las actividades de la 47 Feria del Libro de Valladolid que se celebra en el ámbito de la Cúpula del Milenio.

Sábado 26 de abril
Salón de Actos del Edificio de Usos Múltiples, Plaza del Milenio, 18 h.
PRESENTACIÓN DE "LA FIESTA DE LAS PALABRAS".
Florencio Carrera Castro, Director de esRadio Castilla y León.
Luis José Cuadrado Gutiérrez, editor de la Revista Atticus.
Salvador Robles Miras, escritor.
Firma de ejemplares al finalizar el acto.

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21 de abril de 2014

Casa de Cervantes: CONMEMORACIÓN DEL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES, 22 de abril 2014



MUSEO CASA DE CERVANTES
Calle del Rastro, Valladolid

El Alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva,  acompañado del  Subdelegado del Gobierno, José Antonio Martínez Bermejo, y de la directora del Museo Casa de Cervantes de Valladolid, María Bolaños, presidirán el acto cultural de Conmemoración del Aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Como es tradicional, se procederá a la lectura de un fragmento del Quijote, a cargo de la actriz vallisoletana Silvia Martín.

Martes 22 de abril
Museo Casa de Cervantes, 13 h.
ACTO CULTURAL EN HONOR DE CERVANTES

Entrada libre

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Obras comentadas del Prado: PAISAJE CON SAN JERÓNIMO, de Patinir



Eva Lootz, artista plástica austriaca, comenta "Paisaje con San Jerónimo", de Joachin Patinir.


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18 de abril de 2014

Theatrum: CRISTO DE LA LUZ, el impactante patetismo de una esbelta anatomía











CRISTO DE LA LUZ
Gregorio Fernández (Sarria,Lugo,1576-Valladolid,1636)
Hacia 1632
Madera policromada y postizos
Capilla del Colegio Santa Cruz, Universidad de Valladolid (en depósito del Museo Nacional de Escultura)
Procedente de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana












Cristo de la Clemencia. Juan Martínez Montañés, 1603-1606
Catedral de Sevilla

Si nos atenemos a un criterio tan propio de nuestro tiempo como es el establecer un ranking sobre la que puede ser considerada como la mejor obra de un artista, al tratar la producción de Gregorio Fernández la elección resulta realmente difícil. Unos críticos y estudiosos se decantan por el Ecce Homo que procedente de la iglesia de San Nicolás se conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid; otros por el Cristo atado a la columna de la iglesia penitencial de la Vera Cruz y la gran mayoría por esta impactante imagen del Cristo de la Luz, al que algunos denominan "la perla de Gregorio Fernández", desde 1940 en la capilla del Colegio de Santa Cruz como depósito del Museo Nacional de Escultura, donde a su vez había ingresado en 1843, tras el proceso desamortizador, procedente de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid.

De igual manera, si hubiera que elegir la mejor imagen de un crucificado elaborado en la España barroca, también las opiniones quedarían repartidas entre el célebre Cristo de la Clemencia, elaborado en Sevilla por Juan Martínez Montañés entre 1603 y 1606 y conservado en la catedral sevillana, y este Cristo de la Luz realizado por Gregorio Fernández en plena madurez hacia 1632, paradigma de la concepción dramática de la plástica barroca castellana. Aunque esta competencia entre estas dos obras maestras carece de verdadero sentido, para gustos los colores.


Cristo de la Luz en la capilla del Colegio de Santa Cruz de Valladolid
La imagen de Cristo crucificado, como símbolo máximo de la Redención a través de la muerte corporal, es la iconografía más común en el arte cristiano. En el primer tercio del siglo XVII fue repetidamente abordada por Gregorio Fernández a lo largo de su vida laboral. En unas ocasiones en formato que no llega al natural y en otras sobrepasándole, unas veces como imagen aislada y otras formando parte de grupos escultóricos, en la mayor parte de los casos representando a Cristo muerto, aunque no faltan ejemplos del reo aún vivo sobre el madero.

Precisamente esta escultura tan conmovedora supone la culminación del proceso evolutivo del prototipo por él creado, que oscila, como en su serie de Cristos yacentes, desde los primeros crucifijos de anatomía hercúlea y vigorosa a este modelo tan sutil en matices, con un ejercicio sublime de realismo en su enflaquecida anatomía y un acentuado dramatismo naturalista que queda reforzado con una apropiada policromía, en consonancia con la tendencia compartida por los grandes pintores españoles de lo que conocemos como el "Siglo de Oro", en este caso con una encarnación mate y profusión de regueros sanguinolentos que aumentan su patetismo. Igualmente, la variante sobre modelos anteriores queda definida por la forma que adopta el paño de pureza, lienzo blanco que envuelve la cintura formando pliegues quebrados que ya no aparece sujeto por ninguna cinta, sino anudado al frente y con uno de los cabos ondeante por su parte izquierda.

Desconocemos las circunstancias y la identidad del comitente que encargó esta obra maestra, siendo la primera noticia documental la que en 1761 proporciona el historiador cántabro Rafael Floranes, que afirma que fray Benito Vaca, prior entre 1693 y 1697, ordenó fuese colocada en la capilla adquirida por la familia Daza en la iglesia de San Benito, donde ya era conocido como Cristo de la Luz, posiblemente por la permanente colocación de velas que suscitaba su devoción1.

Este crucificado de morfología evolucionada había sido ensayado previamente por Gregorio Fernández en el crucifijo que, seguramente encargado por doña Mariana Vélez Ladrón de Guevara, condesa de Triviana y cliente asidua del escultor, había realizado entre 1631 y 1635, a escala sensiblemente inferior, para ser donado al convento de Santa Clara de Carrión de los Condes, en cuya iglesia se conserva.

El Cristo de la Luz presenta una excelente corrección anatómica, con un cuerpo consumido de gran esbeltez, que aparece desplomado poniendo en tensión los brazos, el tórax delgado con las costillas marcadas, el vientre hundido, las piernas largas y juntas y, como es habitual, la emoción concentrada en la cabeza, donde a los elementos que definen sus modelos de Cristo, como la larga melena de raya al medio y minuciosos filamentos que dejan visible la oreja izquierda, los característicos mechones sobre la frente y la barba larga y de dos puntas, se suma un rostro muy afilado de pómulos marcados, con las órbitas oculares hundidas y la boca entreabierta en alusión al último suspiro.

Para acentuar el realismo el escultor recurre, como en otras ocasiones, al uso de postizos efectistas, como los ojos entreabiertos de cristal con forma de media luna y mirada perdida para constatar la muerte, el último aliento expresado con la boca abierta que permite contemplar la cavidad bucal y los dientes de marfil, a lo que se suman sutiles detalles como la espina que perfora la ceja izquierda, el uso de asta en la uñas, la corona de espinas real, superpuesta a la talla, y la recreación de las heridas con aplicaciones de corcho y finos pellejos de cuero para recopilar todas las llagas producidas durante el proceso de la Pasión, como la espalda con las huellas de los latigazos, la oreja dañada por la corona de espinas, la carne viva del hombro izquierdo producida por el peso de la cruz, las rodillas destrozadas en las caídas, los efectos de los clavos en manos y pies y la lanzada del costado cuyos regueros tiñen de sangre el paño de pureza, que agitado por una brisa mística referida al pasaje de la tormenta producida al expirar Cristo, aparece ondulante con los duros, característicos y artificiosos pliegues del escultor y su trabajo en finas láminas leñosas.

Como ocurre con los Cristos yacentes, a todos estos elementos descritos con crudo realismo se suma una depurada policromía, aplicada por un pintor desconocido, que acentúa cada uno de los detalles de su aspecto sufriente, incluyendo la parte de la espalda que prácticamente está pegada a la cruz. La encarnación es mate y los tonos pálidos, sin vida, con los labios y los pómulos amoratados y pequeñas tumoraciones distribuidas por todo el cuerpo.

En pocas ocasiones como en esta se puede comprender la capacidad de sobrecoger y conmover una imagen presentada de forma tan descarnada ante los fieles a través de un supremo realismo efectista y un patetismo sensacionalista. Una imagen viva del martirio que convierte a Gregorio Fernández en un fiel intérprete de los ideales propugnados por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, en cuya sesión XXV, celebrada los días 3 y 4 de diciembre de 1563, aprobaba las resoluciones referidas al culto a las imágenes sagradas como complemento de la labor doctrinal, debiendo contribuir como representaciones icónicas a abrir una vía de acercamiento a lo que ellas muestran y significan2.

Teniendo en cuenta que para la creación de algunos temas Gregorio Fernández recurrió a distintos grabados como fuente de inspiración, se ha propuesto como posible modelo para la creación de este crucificado el grabado del Calvario realizado por Hieronymus Wierix sobre un dibujo de Maarten de Vos, especialmente por sus similitudes en la disposición del paño de pureza3.

Sin embargo, es mi opinión que si en su primera etapa Gregorio Fernández muestra una clara influencia de los modelos del milanés Pompeo Leoni, al que debió de conocer trabajando en El Escorial y al que siguió hasta Valladolid para trabajar en la Corte, en su etapa de madurez sus figuras pasionales de Cristo acusan ciertos rasgos formales relacionados con el fantástico Crucifijo marmóreo realizado entre 1556 y 1557 por Benvenuto Cellini, que se conserva, como obsequio de Francisco I de Médici a Felipe II, en una capilla de la iglesia de El Escorial, una escultura que el escultor pudo conocer durante su estancia madrileña. Gregorio Fernández repite cada uno de los rasgos de la cabeza adaptándolos al trabajo en madera e incorporando matices naturalistas propios del Barroco, aplicando en el Cristo de la Luz el mismo tipo de anatomía depurada y esbelta.

La sobrecogedora imagen de este crucificado hace comprensible la afirmación de Isidoro Bosarte (1747-1807) de que tan sólo la imagen del Cristo de la Luz, aunque el escultor no hubiera realizada ninguna otra obra, sería suficiente para situarle en la cumbre de la escultura barroca española4.

A pesar de que la imagen no fue concebida con fines procesionales, sino para recibir culto permanente presidiendo un retablo, actualmente desfila en la Semana Santa vallisoletana como imagen titular de la Hermandad Universitaria del Cristo de la Luz, fundada en 1940 por iniciativa del rector Cayetano Margelina y revitalizada en 1992 por un grupo de jóvenes universitarios.                            


Informe: J. M. Travieso.








NOTAS

1 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. Cristo de la Luz / Lo Sagrado hecho Real, pintura y escultura española 1600-1700. Catálogo de la exposición celebrada en el Museo Nacional de Escultura, Madrid, 2010, p. 160.

2 TRAVIESO ALONSO, José Miguel. Simulacrum. En torno al Descendimiento de Gregorio Fernández. Domus Pucelae, Valladolid, 2011, p. 119.

3 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. Cristo de la Luz / Lo Sagrado hecho Real, pintura y escultura española 1600-1700. Catálogo de la exposición celebrada en el Museo Nacional de Escultura, Madrid, 2010, p. 160.

4 BOSARTE, Isidoro. Viaje artístico a varios pueblos de España (1804). Turner, Madrid, 1978, p. 201.






















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17 de abril de 2014

Concierto: MYSTERIUM SIMPLICITATIS, 19 de abril 2014

MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. CAPILLA DEL MUSEO
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

     La Pasión de Jesús de Nazaret ha sido, como elemento vital del Cristianismo reflejado en la cultura occidental, uno de los momentos más interpretados artísticamente.
     El concierto aspira a presentar una Pasión sonora, un eco musical que une al sentimiento común de millones de personas como sólo la música puede hacerlo. Un programa que no es únicamente un recital de piano, sino una experiencia de la emoción y la sensibilidad, mostrando lo esencial con una mirada hacia el interior, en la certeza expresada por Jordi Savall, quien siempre ha señalado que «lo esencial en la vida se dice en voz baja, casi en susurros».

Sábado 19 de abril
Capilla del Museo, 20 h.
MYSTERIUM SIMPLICITATIS
Diego Fernández Magdaleno, piano.

Entrada: General 8 €/ Reducida: 6 €.
Entradas a la venta en la tienda del Museo.


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Museo Nacional de Escultura: Horario especial de apertura en Semana Santa 2014




MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid


HORARIO ESPECIAL DE SEMANA SANTA
Jueves 17 y viernes 18: de 10 a 14 h. y de 17 a 22 h.
Sábado 19: de 10 a 14 h. y 16 a 22 h.
Domingo 20: de 10 a 14 h.

Entrada gratuita todas las tardes y el domingo.



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16 de abril de 2014

Bordado de musas con hilos de oro: CRUCIFIXIÓN, de Federico García Lorca


CRUCIFIXIÓN

La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos.
Un rayo de luz violenta que se escapaba de la herida
proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto.

La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban,
pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos.
Cojos perros fumaban sus pipas y un olor de cuero caliente
ponía grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas.
Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca.
Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos.
Un sastre especialista en púrpura
había encerrado a tres santas mujeres
y les enseñaba una calavera por los vidrios de la ventana.
Las tres en el arrabal rodeaban a un camello blanco,
que lloraba porque al alba
tenía que pasar sin remedio por el ojo de una aguja.
¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!
¡Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxíden los planetas!
Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse.
Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.
La muchedumbre cerraba las puertas
y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazón
mientras la tarde se puso turbia de latidos y leñadores
y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros.

Esa maldita vaca
tiene las tetas llenas de perdigones,
dijeron los fariseos.
Pero la sangre mojó sus pies y los espíritus inmundos
estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo.
Se supo el momento preciso de la salvación de nuestra vida.
Porque la luna lavó con agua
las quemaduras de los caballos
y no la niña viva que callaron en la arena.
Entonces salieron los fríos cantando sus canciones
y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del rio.
Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita
no nos dejará dormir, dijeron los fariseos,
y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle
dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios
mientras la sangre los seguía con un balido de cordero.

Fue entonces
y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos de polilla.

FEDERICO GARCÍA LORCA, 18 de octubre de 1929

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14 de abril de 2014

Música en abril: HIMNO DE LA SEMANA SANTA DE VALLADOLID, de Carlos Estébanez

Jesús Nazareno. Foto Chema Concellón


HIMNO DE LA SEMANA SANTA DE VALLADOLID


Estrenado el 4 de abril de 2014 en la catedral de Valladolid durante el pregón de Semana Santa.

Música y letra: Carlos Estébanez García.
Intérpretes: Orquesta de Cámara de San Benito y Coro Musicalia.
Dirección: Félix Ángel del Barrio.



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11 de abril de 2014

Theatrum: EL DESCENDIMIENTO, el simulacro sacro como taumaturgia












PASO PROCESIONAL DEL DESCENDIMIENTO
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, 1576 - Valladolid, 1636)
1623-1624
Madera policromada y postizos
Iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana














Ante todo es conveniente señalar que este paso procesional debe considerarse como una obra cumbre del afán barroco por revivir, a través de arriesgados valores escenográficos, un auténtico simulacrum sacrum, pues cuando a los recursos técnicos que exige toda puesta en escena, en este caso de gran espectacularidad por la declamación de los personajes y su estudiado atrezo, converge un universo formal de fácil comprensión y contenido dramático apasionado, la fusión resultante aporta los elementos necesarios para producir una enorme fascinación a través de los sentidos. Del mismo modo que en Las Meninas de Velázquez actúa un extraño sortilegio que cautiva al espectador, permitiéndole recomponer mentalmente una atmósfera espacial inexistente en el lienzo plano, en el Descendimiento de Gregorio Fernández una enigmática taumaturgia permite adivinar esfuerzos y sentimientos, gemidos y llantos, un cúmulo palpitante de sensaciones y emociones que trascienden la rigidez matérica de la madera.

El Descendimiento es el único paso vallisoletano en el que las siete figuras que lo componen, todas ellas obras maestras, mantienen la disposición original sobre el tablero, tal como las concibió y ensambló su autor, sin pérdidas considerables, alteraciones en su contenido o recientes recomposiciones especulativas. Asimismo, es el único paso procesional tallado enteramente en madera que ha mantenido su integridad a lo largo del tiempo ensamblado y expuesto al culto en una capilla para él adaptada en la iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz, superando modas litúrgicas, dificultades técnicas y agresiones gubernativas que afectaron en tiempos pasados a la práctica totalidad de los pasos del resto de cofradías penitenciales, cuyos conjuntos de figuras fueron disgregados por diversos motivos.


GESTACIÓN DE UNA MAGNA OBRA

Su elaboración se encuadra en el proceso emprendido en la segunda década del siglo XVII por la histórica Cofradía de la Santa Vera Cruz con dos intenciones. Por un lado, el deseo de cubrir algunas lagunas de la secuencia pasional en su patrimonio. Por otro, el afán por sustituir sus antiguas y modestas composiciones de imaginería ligera, aquellas de papelón que citara Tomé Pinheiro da Veiga en su Fastiginia, por escenas enteramente realizadas en madera perdurable, siguiendo la senda iniciada por Francisco Rincón en 1604 en el paso La Elevación de la Cruz para la Cofradía de la Sagrada Pasión, después continuada por Gregorio Fernández en la serie iniciada en 1612 con el paso la Crucifixión (Sed tengo), para la Cofradía de Jesús Nazareno, y continuada en 1614 con el paso del Camino del Calvario para la Cofradía de la Sagrada Pasión y en 1616 con el Descendimiento (hoy conocido como Sexta Angustia) para la Cofradía de las Angustias. Con el mismo criterio, la Cofradía de la Santa Vera Cruz encargó a Gregorio Fernández hacia 1619 el paso del Azotamiento del Señor y en 1620 la Coronación de Espinas, todos ellos con escenas totalmente innovadoras que asentarían una nueva concepción estética de la escultura procesional castellana, siendo en el Descendimiento de 1623-1624 donde «la gubia del Barroco» alcanzaría su máxima expresión plástica y técnica.

Fue Esteban García Chico quien hizo público el contrato del Descendimiento, suscrito por Gregorio Fernández el 16 de junio de 1623 con la Cofradía de la Santa Vera Cruz. El escultor se comprometía ante Juan Jimeno y Francisco Ruiz, alcaldes de la Cofradía, a entregar en un plazo inferior a un año el paso ajustado al boceto aprobado. Por su parte, la Cofradía no se comprometía a pagar un precio estipulado para cada figura, sino el valor que dictaminase el platero Francisco Díez, que actuaba como tasador, calculando su valor en demasía respecto a las esculturas entregadas por el mismo escultor casi tres años antes como integrantes del paso del Azotamiento.

Gregorio Fernández cumplió escrupulosamente el contrato, entregando las tallas ensambladas a la cruz y las escaleras el día de Carnestolendas de 1624, lo que permitió, una vez policromado, su primer desfile a hombros de cerca de 60 costaleros el 27 de marzo de 1625, durante la procesión conocida como el Jueves de la Cena. No puede decirse lo mismo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, que no cumplió con el pago del importe resultante de la tasación, lo que llevó al escultor a presentar un pleito ante el teniente de corregidor, uno de los dos únicos casos de reclamación judicial presentados ante la justicia ordinaria a lo largo de su vida laboral, cuando los pleitos por incumplimientos estaban a la orden del día.

A pesar de dicha demanda, el genio gallego no logró percibir el importe del paso en vida, pues, a pesar de haber fallecido en 1636, cuando su viuda María Pérez hace el testamento en 1661, hace constar que la Cofradía de la Santa Vera Cruz todavía es deudora de cerca de mil ducados. Incluso en 1667 la deuda seguía siendo reclamada en otro pleito promovido por el mercader de lencería Juan Rodríguez Gavilanes, cuarto marido de Damiana, hija y heredera del escultor1.

ICONOGRAFÍA  DEL DESCENDIMIENTO

Esta obra de Gregorio Fernández sintetiza tres circunstancias del arte y la liturgia cristiana. En primer lugar, la composición se muestra heredera de toda la tradición iconográfica desde que apareciera la primera representación de este pasaje, según señaló Émile Mâle2, en el arte bizantino del siglo X, siendo la escena más antigua conocida una miniatura del Codex Egberti o Salterio de Tréveris que se conserva en la Biblioteca de Tréveris, Alemania, realizada entre 970 y 980 en el scriptorium del monasterio de Reichenau por un monje conocido como Maestro del Registrum Gregorii.

Después la escena sería interpretada por diferentes maestros medievales, siendo las obras más conocidas el relieve del claustro de Santo Domingo de Silos (segunda mitad del siglo XI), el relieve de Benedetto Antelami de la catedral de Parma (1178), la serie de descendimientos catalanes elaborados en talleres pirenaicos a finales del siglo XII, como el de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall (Lérida), el de Santa María de Taüll (Lérida) y el de San Juan de las Abadesas (Gerona), así como la importante serie de conjuntos italianos, de los que bajo la acepción de deposizione se han podido inventariar hasta 33 grupos datados en los siglos XII y XIII, diseminados por el Lazio, Toscana y Umbría. 
El tema sería reinterpretado en el arte flamenco y sobre todo en el Renacimiento italiano, con abundantes creaciones de grandes maestros pintores y escultores que asentaron los modelos que fueron distribuidos en estampas y grabados por toda Europa, facilitando su evolución hacia el Barroco.

Mudo Neyra. Función del Desenclavo, 1722
Monasterio de la Magdalena, Medina del Campo
Toda la evolución iconográfica del tema, incluyendo las creaciones hispanas, queda recogida y sintetizada en el paso vallisoletano del Descendimiento, en el que Gregorio Fernández, en un alarde de valores dramáticos y formales, presenta el tema depurado y adaptado tanto a la mentalidad castellana como a los postulados trentinos.

En segundo lugar, el tema del Descendimiento llegó a convertirse desde el siglo XI, como las representaciones navideñas, en una escenificación cíclica dentro de la liturgia de la Semana Santa, una dramatización convertida en rito que devino con el tiempo en la popular Función del Desenclavo3, en la que miembros del clero, de las cofradías y el pueblo llano participaban de la narración que tenía por objeto certificar la muerte de Cristo en la cruz para resaltar después el verdadero valor de su resurrección. 
En la escenificación sacra, al ritmo narrativo del sermón, se utilizaban crucifijos articulados, algunos sorprendentes por su verismo, imágenes de la Virgen, a cuyos pies se depositaba la imagen de Cristo con los brazos replegados, y una urna sepulcral, debidamente acondicionada, en la que era introducida la imagen de Cristo para proceder a la procesión del Santo Entierro. Esta tradición, que todavía permanece viva en diferentes poblaciones castellano-leonesas, se materializa en forma de conmovedora instantánea tridimensional en la escena creada por Gregorio Fernández.

En tercer lugar, teniendo en cuenta la finalidad procesional de la escena, Gregorio Fernández es capaz de plantear con habilidad una composición en la que el peso —3,5 toneladas— queda hábilmente repartido sobre el tablero, con tres figuras a cada lado del eje central y la Cristo ejerciendo como contrapeso en el centro, circunstancia técnica que pasa desapercibida por la fuerza emocional de la composición, donde cada figura se convierte en un engranaje de precisión para desplegar un discurso narrativo esencial y cargado de emociones.

EL PASO DEL DESCENDIMIENTO

La escena creada por Gregorio Fernández muestra el momento en que Cristo muerto es desclavado y descendido de la cruz por José de Arimatea y Nicodemo, encaramados en altas escaleras y con la ayuda de un mozo ayudante en la base, en presencia de la Virgen, San Juan y la Magdalena. La composición, para permitir la contemplación diáfana de todas las figuras, adopta desde el frente un sentido ascendente que en su visión lateral adquiere la forma de un triángulo rectángulo, estableciendo una diagonal que figuradamente enlaza las figuras de Cristo y la Virgen, verdaderos centros emocionales de la narración dramática en torno a los que se produce un expresivo juego de gestos declamatorios y diferentes tipos de reacción ante el dolor.

La escena se articula en dos niveles muy diferenciados que representan diferentes momentos de tensión. Física en la parte superior y emocional en la inferior, todo un logro calculado por el escultor. Arriba, José de Arimatea encaramado sobre una escalera apoyada por delante del brazo izquierdo de la cruz, y Nicodemo, elevado sobre una escalera colocada por detrás del brazo derecho, se afanan por sujetar con un sudario, con gran dificultad, el cuerpo inerte de Cristo al que han liberado de los clavos de las manos y de la corona de espinas, mientras un joven ayudante, al pie de la cruz, se presta a desclavar los pies. Para reforzar la idea de la muerte, Cristo aparece con su cuerpo flexionado por el peso y la cabeza caída sobre su hombro derecho, mientras su brazo izquierdo pende sin vida y el derecho se flexiona a la altura del codo sujeto por el sudario, quebrando con su figura el rígido eje marcado por la cruz.

Si la disposición de las figuras en la parte superior se ajusta con más o menos fidelidad a composiciones pictóricas o escultóricas precedentes, el planteamiento de la parte inferior es completamente original, tanto por las actitudes, con modos expresivos abiertos, propios del Barroco, como por la disposición espacial y la condensación emocional. De forma muy hábil, una diagonal establece un doble foco emocional: el que emana de la figura inerte de Cristo en lo alto y el creado por la Madre desfallecida a ras de tierra, convirtiendo la escena, con ambos cuerpos desplomados, en una Compassio Mariae, con la Virgen compartiendo la agonía y muerte de su Hijo, con los mismos valores que plasmara en su Descendimiento el genial pintor flamenco Roger van der Weyden (Museo del Prado).

En la escenografía, como es habitual en Gregorio Fernández, se establecen toda una serie de estudiados contrapuntos. A la tensión física del plano superior y la tensión emocional del inferior se añade la referencia a la vida y la muerte a través de los brazos caídos de Cristo y levantados y con los dedos en tensión en la Virgen; a la exteriorizada desesperación y dolor de San Juan, joven vigoroso en impulsiva agitación y con un largo cuello que sugiere un nudo en la garganta, se contrapone el sobrecogimiento y la vivencia inmóvil del drama de la Magdalena, con gemidos ahogados por las lágrimas; a la verticalidad y firmeza de José de Arimatea, de rostro adusto y afeitado, se contrapone la horizontalidad y el forzado equilibrio de Nicodemo, de aspecto bonachón y largas barbas; a la desnudez de Cristo, tallado como un desnudo integral, se oponen los abultados ropajes y los angulosos pliegues del resto de las figuras; una escalera se coloca por delante y otra por detrás de la cruz; se establece un juego de miradas de arriba abajo y viceversa, etc.

Para acentuar el obsesivo realismo que caracteriza la obra de Fernández en esta época, el escultor recurre al uso de postizos, tanto para expresar en las llagas distintos grados de coagulación —resina, corcho y láminas de cuero— como para humanizar la expresión de los rostros —ojos de cristal y dientes de hueso—, así como asta en las uñas y diferentes elementos de atrezo, como el sudario y el paño de pureza, en textiles reales, y la corona de espinas que debía sujetar Nicodemo, el único elemento desaparecido.

Según recoge Ventura Pérez en su Diario de Valladolid, en 1741, al intentar introducir el paso de regreso a la iglesia de la Vera Cruz, uno de los costaleros quedó aprisionado y "casi reventado", teniendo que ser trasladado al Hospital General. Por este motivo fue conocido durante mucho tiempo como El Reventón. Pero este suceso no se quedó en una simple anécdota, pues en años sucesivos fue imposible encontrar el número suficiente de costaleros, por lo que no pudo desfilar durante los años centrales del siglo XVIII.

Este hecho, unido al fervor popular que despertaba la impresionante imagen de la Virgen, motivó que en 1757 el Cabildo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz decidiera separarla del conjunto y rendirla culto por separado como Nuestra Señora de los Dolores, que como imagen titular pasaría a ocupar durante todo el año la hornacina central del retablo mayor de la iglesia. De este modo la imagen, en su nuevo contexto, adquiría nuevos valores y distinta significación, equiparándose al modelo de la Virgen de las Angustias de Juan de Juni. Para llenar esta ausencia, aquel mismo año se encargó una copia al escultor Pedro Sedano, obra que, aunque a falta del pálpito de la imagen original, cumple discretamente su cometido de suplantación.



Para alumbrar tan genial paso procesional, por expreso deseo del arzobispo don Remigio Gandásegui, el 26 de marzo de 1939 fue fundada la Cofradía del Descendimiento en el seno de la Real iglesia parroquial de San Miguel y San Julián, bajo los auspicios de don Agustín Rodríguez Mostaza, párroco de esta iglesia. Desde entonces el paso desfila con esta cofradía, que en 2014 celebra su 75 aniversario, en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor del Viernes Santo, aunque también lo continúa haciendo con la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, su propietaria, en la Procesión de Regla del Jueves Santo.      




Informe: J. M. Travieso.
Fotografías: Santiago Travieso.







NOTAS

1 MARTÍ Y MONSO, José. Estudios Histórico-Artísticos relativos principalmente a Valladolid. Leonardo Miñón, Valladolid,1901, p. 409.   

2 MALE, Émile. Histoire générale de l'art. Ed. Flammarion, París, 1950.

3 TRAVIESO ALONSO, José Miguel. Simulacrum. En torno al Descendimiento de Gregorio Fernández. Domus Pucelae, Valladolid, 2011, pp. 111-116.



Bibliografía complementaria

Simulacrum, en torno al Descendimiento de Gregorio Fernández. José Miguel Travieso Alonso, Domus Pucelae, Valladolid, 2011.











































Imagen original del Paso del Descendimiento






















Copia de Pedro Sedano, 1757






















El Descendimiento en su capilla de la iglesia
penitencial de la Santa Vera Cruz de Valladolid



















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