5 de marzo de 2010

Visita virtual: LOS GUERREROS DE RIACE, la anatomía atlética y el valor de los héroes



GUERREROS DE RIACE
Autor desconocido
450-430 a. C.
Bronce con aplicaciones de pasta vítrea y marfil
Museo Nacional de Reggio Calabria (Italia)
Arte Griego. Periodo Clásico

EL HALLAZGO FORTUITO DE LAS ESCULTURAS

     El hallazgo de estas dos esculturas, que constituye uno de los episodios más celebrados de la arqueología reciente, tuvo lugar el 16 de agosto de 1972 en el fondo marino situado a tan sólo 300 metros de la costa de Riace Marina, en la región italiana de Calabria. Quiso el azar que cuando practicaba la pesca submarina Stefano Mariottini, un químico de Roma que allí pasaba sus vacaciones, se asustara al contemplar un brazo de aspecto humano localizado a 8 metros de profundidad. Tras alertar a dos compañeros que permanecían en una embarcación, consiguieron entre todos desenterrar una impresionante figura que permanecía cubierta en gran parte por la arena. Después de ser comunicado el hallazgo a la Superintendencia de Reggio Calabria y a los arqueólogos del Museo Nacional de aquella ciudad, cuando cuatro días después buceadores profesionales realizaban su recuperación, se encontraron con la sorpresa de una segunda figura de idénticas características. Esto convirtió el lugar, en noviembre de aquel año, en un yacimiento arqueológico en el que sin embargo sólo fueron encontrados, en agosto de 1973, restos de un escudo de bronce y veintiocho aros de plomo pertenecientes a un navío del que no aparecieron más piezas, hecho que propició las hipótesis sobre su procedencia y sobre las posibilidades de un naufragio.

     Las dos esculturas fueron liberadas pacientemente del recubrimiento calcáreo en laboratorios de Reggio Calabria, donde al desconocerse su identidad fueron catalogadas como A y B, siendo presentadas al cabo de un mes las primeras fotografías del hallazgo a los participantes en un congreso sobre la Magna Grecia que se celebraba en Tarento, tras lo cual los científicos no dudaron en clasificarlas como obras griegas del siglo V a. C. y de una categoría similar al Poseidón del Museo Nacional de Atenas y al Auriga del Museo de Delfos.

     El peligro causado por la corrosión en su interior obligó a su traslado en 1975 a laboratorios especializados de Florencia, donde permanecieron cinco años siendo objeto de una minuciosa restauración bajo la dirección de Francesco Nicosia, responsable arqueológico de Toscana. Allí se recompusieron incluso los ojos conservados con los mismos materiales alojados en las cuencas: marfil, pasta de vidrio, calcárea y ámbar en las pupilas. De igual manera se restauraron los pernos de plomo, situados en los pies, que les fijaban a algún tipo de pedestal. Ya recuperados, se expusieron públicamente en 1980 en Florencia y Roma antes de ser trasladados al Museo de Reggio Calabria, constituyendo un auténtico acontecimiento arqueológico que fue divulgados por los informativos de todo el mundo y dio lugar a múltiples trabajos en revistas y ediciones especializadas.

LOS DOS GUERREROS

     Son dos espléndidas esculturas de bronce, fundidas con la técnica de la cera perdida, de tamaño ligeramente superior al natural, 1,98 y 2 metros de altura, con un estado de conservación muy aceptable después de permanecer sumergidas durante 2400 años. Su especial importancia radica en ser un testimonio de las piezas de bronce realizadas por los grandes escultores griegos en el llamado siglo de Pericles, la mayoría de las cuales conocemos por copias en mármol de época helenística o romana, tras ser el bronce reutilizado para otras actividades, como la fabricación de armas.

     Los mundialmente conocidos como "Guerreros de Riace", en alusión a la ciudad en que fueron encontrados, a pesar de presentar características homogéneas aparecen trabajadas de forma individualizada. Como rasgos comunes muestran una minuciosa descripción anatómica en la que se aplican dos recursos característicos en la escultura griega clásica. Uno de ellos es la diartrosis, tratamiento específico de cada miembro para después integrarle en el conjunto apareciendo como una separación del tronco y las extremidades, remarcando a su vez los pectorales, un pliegue inguinal y el movimiento de la cintura. Ello se complementa con la posición de contrapposto, recurso consistente en hacer descansar el peso del cuerpo sobre una sola pierna, lo que permite flexionar ligeramente la otra y colocar la rodilla adelantada, produciendo al tiempo la inclinación de la cadera y que el eje del cuerpo siga una línea sinuosa. Con ello se rompe el principio de frontalidad y se dota a la figura de movimiento anatómico. A estos recursos formales se suma el trabajo realista de tendones y venas, el cincelado minucioso de cabellos, barbas y vello púbico en forma de bucles y rizos, la aplicación de postizos en los ojos y la coloración de los labios y cintas.

     El que fuera clasificado bronce A representa un hombre joven, veinteañero, apolíneo y atlético, en plena desnudez. Llama la atención la expresividad de su cabeza, girada hacia su derecha y con semblante de satisfacción. Presenta una larga cabellera sujeta por una cinta sobre la frente, al modo de los atletas victoriosos, y largos mechones rizados trabajados de forma independiente; luce una poblada barba con bigote y rizos pormenorizados; nariz afilada y boca entreabierta, con los labios coloreados al fuego con cobre (lo mismo que los pezones) y los dientes visibles en tonos plateados, así como ojos de gran viveza logrados con pequeñas pestañas cinceladas y plateadas junto a las órbitas oculares conseguidas con incrustaciones de pasta vítrea y marfil. Su expresión, junto a la espada o lanza que portaría en su mano derecha, le proporciona un aspecto fiero y heroico, pero sobre todo de una gran nobleza.

     El bronce B es una hombre sereno y maduro (cuarentón) cuyo distintivo más llamativo es el cráneo adaptado a la forma del casco corintio que lo cubría. Por este motivo su cabello asoma por debajo de este en forma de cortos mechones, lo que realza su voluminosa barba, larga y abundante, y su mirada penetrante, hoy distorsionada por la pérdida de la pasta del ojo izquierdo. Igualmente portaría un arma y escudo y su perfecta anatomía adopta un contrapposto más remarcado, convirtiéndose en prototipo de la belleza masculina de su época a través de una perfección corporal que llega a convertirse en algo irreal, pero que siempre produce fascinación.

     Se desconoce el autor de las dos esculturas, que evidencian haber sido elaborados en el mismo taller. Se ha propuesto su atribución a Pitágoras de Reggio, escultor llegado de Samos en 480 a. C., autor de bronces de atletas, héroes y divinidades, al que también se atribuye el célebre Auriga de Delfos, pero es una arriesgada teoría a pesar de haber trabajado durante 30 años en la zona próxima al lugar de su hallazgo. Por su perfección no faltan quienes adjudican la autoría a FidiasMirón, pero esto debe considerarse mera especulación.

     Tampoco se sabe a quienes representan, aunque parece evidente su colocación en pareja formando un grupo y su caracterización como guerreros, ya que ambos aparecen sujetando un escudo en su brazo izquierdo (de los cuales sólo conservan restos del anclaje), un arma en la mano derecha y uno de ellos cubierto por un yelmo corintio con visera sobre la frente. El extremo realismo e idealización de las figuras complica aún más su interpretación, pues mientras que para algunos representan guerreros heroicos, otros les consideran retratos de atletas o púgiles victoriosos, sin que falten quienes ven en ellos representaciones de deidades mitológicas.

     También se ha propuesto que se trate de los dos Ayax que aparecen en las narraciones de Homero. Uno de ellos Ayax Telamonio, un argonauta y amigo de Hércules que era hijo de Telamón, rey de Salamina, que por su avanzada edad no participó en la toma de Troya y envió a su hijo Ayax Oileo, que llegó a destacar por su valentía junto a Aquiles y terminó suicidándose con su propia espada frente a Ilión. ¿Representan los Bronces de Riace al padre y el hijo que siempre combatieron juntos? El profesor Enrico Parabeni así lo sugiere, identificándoles con la pareja de aquellos fieros guerreros llamados Ayax, definidos como irascibles y altivos, a los que se rindió culto en muchos santuarios de la antigüedad después de su presencia en la batalla de la Sagra (Ca. 540 a.C.), que permitió a los Locrios vencer a los Crotonitas a pesar de su inferioridad numérica de soldados, hecho ocurrido en la campiña de Riace.


     Sean quienes sean, las dos figuras representan la cima conseguida por la escultura griega clásica en los modelos fundidos en bronce.

Informe y tratamiento de las fotografías: J. M. Travieso.
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