30 de marzo de 2012

Visita virtual: ARES LUDOVISI, el descanso del guerrero enamorado


EL DIOS ARES Y EL AMOR (ARES LUDOVISI)
Copia romana sobre un original atribuido a Lisipo (Sición, h. 370 a.C.- 318 a.C.)
H. 320 a. C.
Mármol pentélico, restauraciones en mármol de Carrara por Bernini (1622)
Museo Nacional Romano-Palazzo Altemps, Roma
Escultura griega. Período Clásico

     Lisipo fue un escultor prolífico y autodidacta, englobado en lo que se denomina segundo clasicismo (siglo IV a. C.), que junto a Praxíteles y Escopas colocaron el arte escultórico griego en la cumbre de la perfección técnica y del realismo formal, cada uno de ellos con su propio estilo y peculiaridades. Su mayor producción fue realizada a partir del año 350 a. C., siendo el artista predilecto de Alejandro Magno por la vitalidad que impregnaba a sus modelos, hecho que contribuyó a expandir su prestigio. Como es habitual, conocemos muchas de sus obras a través de copias romanas fidedignas, como es el caso de esta escultura de Ares, el dios de la guerra al que la cultura romana veneraba como Marte.
     Esta obra maestra de la estatuaria clásica ofrece las características que supo infundir Lisipo a sus figuras, como la utilización de su propio canon, con una esbeltez basada en cabezas de tamaño ajustado, largas piernas y musculaturas en tensión, intentando establecer el ideal de belleza a través de las proporciones anatómicas y el equilibrio de la composición, siempre en esculturas concebidas para ser contempladas desde múltiples puntos de vista para captar la totalidad de sus matices.

     El aspecto que nos ha llegado de la escultura es fruto de la restauración que hiciera en 1627 Gian Lorenzo Bernini, que también participó en la recomposición de las esculturas del Hermafrodita y del Fauno Barberini. Bernini intentó recuperar la idea original de Lisipo, realizada en mármol pentélico, incorporando algunas partes perdidas en mármol de Carrara, el más similar, como la nariz del dios, la parte superior del escudo y parcialmente los pies y la cabeza de la figurilla de Eros, aunque donde infunde su estilo personal es en la empuñadura de la espada, rematada con el mascarón de un duende burlón, y en el recorte frontal de parte del pedestal original para dejar el pie volado, sin apoyar en el suelo, un detalle que consigue acentuar la sensación de reposo, al tiempo que el pequeño bloque eliminado sirvió al escultor para labrar otras partes mutiladas.

     Según esta recomposición, es posible interpretar la intencionalidad de Lisipo en la escena, planteada a modo de una instantánea paradójica. Porque lo que aquí se representa es al poderoso dios de la guerra en pleno reposo. Ares aparece sentado sobre un peñasco, desnudo y portando sus armas: la espada en la mano izquierda, a su derecha el escudo reposando en el suelo y al frente el casco, sobre el que apoya el pie izquierdo. A pesar del planteamiento estático y sereno del momento, la obra desprende cierto grado de tensión por el movimiento del cuerpo, mostrando al dios con aire dubitativo, impaciente e inquieto. Porque lo que está haciendo Ares es meditar sobre Afrodita, un tanto abatido y con la mirada perdida, después de haber sido tocado por el Amor, que es precisamente lo que representa la pequeña figura de Eros, que juguetea entre sus piernas sugiriendo un beso. En definitiva, la imagen de la violencia y de la guerra desarmada víctima de su amor por la diosa. Esta exaltación de las emociones y de las pasiones, junto a la rotundidad de las formas anatómicas, su movimiento cadencial y su gran naturalismo para rellenar el espacio, establecen la impronta expresiva de Lisipo y sus modos que abren la vía a la escultura helenística.

     La obra de Lisipo aparece impregnada de un componente de humanización logrado a partir de ciertos rasgos cotidianos y del uso magistral del lenguaje corporal. Ello es visible en esta escultura por la forma en que aparece sentada, con las piernas a diferentes alturas, las manos unidas sobre la rodilla izquierda, el cabello revuelto y el gusto por los pequeños detalles en las manos, pies, armas y en la figura del amorcillo juguetón, logrando establecer una imagen, dotada de un realismo pocas veces conseguido en el mundo griego, que está muy alejada de representar un momento heroico, sino justamente lo contrario, un momento de reposo próximo al desánimo y al cansancio, oponiéndose de forma radical a la idealización de las figuras de Praxíteles, donde la belleza prevalece sobre los aspectos cotidianos, y al patetismo de Escopas, cuyas figuras aparecen condicionadas por el dolor, el sufrimiento y el dramatismo (pathos) propios de la condición humana. De modo que Lisipo establece el equilibrio entre las visiones de estos grandes escultores contemporáneos a través de héroes cansados, melancólicos y, en cierto modo, derrotados, un reflejo de los propios sentimientos de la cultura griega, una lección de estoicismo que llegaría a fascinar a los romanos.

     Otro rasgo que define la concepción espacial de Lisipo es el afán por romper la frontalidad característica del clasicismo, creando esculturas que generan su propio espacio, con elementos que vistos como escorzos obligan al espectador a deambular en torno a la escultura para captar la totalidad de sus elementos, una lección, en su día apreciada por Miguel Ángel, que sería mucho después recogida por los grandes maestros escultores del Barroco y tomada como inspiración por los grandes pintores, entre ellos Velázquez.

     La figura de Ares, el hijo de Zeus y Hera que como dios cruel encarna el espíritu de la guerra y goza de las matanzas y la sangre sin importarle la justicia, no gozaba de buena reputación en la cultura griega. Sin embargo, en la cultura romana era un dios muy venerado por representar la juventud y por ser considerado tradicionalmente como el padre de Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Frecuentemente aparece representado armado y algunas veces acompañado de los que se consideran sus hijos: Deimo (el temor), Fobo (el miedo) y Eris (la discordia). También eran hijas de Ares las Amazonas, pueblo de mujeres dedicado a la caza y la guerra que habitaba los bosques de la Tracia. En otras ocasiones la representación de Ares se acompaña de un perro, un buitre o un gallo, o relacionado con Afrodita, vinculando a ambas figuras con los impulsos elementales de la condición humana como son la violencia y el amor, de cuya unión nace Harmonía.

     Este es el personaje mitológico elegido por Lisipo para esta escultura, al que representa con cuerpo de atleta y dotado de una verosimilitud mórbida, con cierta carga de sentimentalismo y un movimiento contenido que muestran al artista como un gran renovador de la técnica escultórica.

     El Ares Ludovisi recibe este nombre por haber formado parte de la ingente colección arqueológica reunida por el cardenal boloñés Ludovico Ludovisi, sobrino de Alessandro Ludovisi, pontífice bajo el nombre de Gregorio XV, en la villa y los jardines situados cerca de la Porta Salaria de Roma. Después de formar parte de la colección Boncompagni pasaría a engrosar los fondos del Museo Nacional Romano de las Termas de Roma, ocupando actualmente una de las salas del museo instalado en el Palacio Altemps.

     Otra copia de esta escultura se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, siendo posible contemplar una copia fidedigna en yeso en la colección de Reproducciones Artísticas del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Informe: J. M. Travieso.

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