25 de septiembre de 2015

Theatrum: DEDICACIÓN DEL COLEGIO DE SAN GREGORIO, cuando las piedras hablan








ALTORRELIEVE DE LA DEDICACIÓN DEL COLEGIO DE SAN GREGORIO
Atribuido a Gil de Siloé (Flandes, h. 1440-Burgos, 1501)
Hacia 1499
Piedra
Fachada del Colegio de San Gregorio, Valladolid
Escultura gótica. Estilo hispano-flamenco








En muchas ocasiones se ha dicho en tono poético que las piedras hablan para contarnos su historia. En la obra que aquí presentamos podemos comprobar cómo las imágenes pétreas se esfuerzan en ello con una clara intencionalidad: glorificar e inmortalizar la figura de Fray Alonso de Burgos, fundador y financiador del Colegio de San Gregorio de Valladolid en las décadas finales del siglo XV.

Lo primero a señalar es que se trata de una obra sacada de contexto, pues en realidad la escena integra el tímpano de la suntuosa portada del Colegio, paradigma de un exacerbado afán decorativo en el gótico tardío, cuyo repertorio de troncos entrecruzados, de cardinas adoptando formas caprichosas, de hombres en estado salvaje junto a soldados bien pertrechados, de múltiples personajes convertidos en símbolos en numerosas escenas de significación moralizante, del estanque del que brota un granado ante el júbilo de un grupo de niños, y, sobre todo, del gran motivo heráldico central que proclama la gloria de los Reyes Católicos, constituye un inabarcable fondo para el estudio y la interpretación iconográfica, para las conjeturas y la especulación artística e histórica, cuyos códigos encriptados, sin duda, todavía harán correr en el futuro muchos ríos de tinta.

Sin embargo, la escena del tímpano es meridianamente clara y reducida a lo esencial: la celebración y ofrecimiento —pues la portada fue el último elemento arquitectónico incorporado al complejo docente— de la fundación de un Colegio consagrado a San Gregorio por parte del obispo de Palencia.

La escena, decididamente simplificada en relación con los elementos circundantes, muestra a Fray Alonso de Burgos, revestido con ricos ornamentos episcopales y arrodillado ante un reclinatorio, que ofrece con veneración, en actitud orante, el Colegio por él fundado a la figura sedente y mayestática del papa San Gregorio Magno, su titular, coronado con la tiara papal y sujetando el báculo y un cáliz. El obispo fundador es asistido o protegido a su espalda por Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores a la que el prelado pertenecía, que con el hábito dominicano y la cabeza tonsurada sujeta como atributo una vara de azucenas, símbolo de castidad y pureza en la fe.

En el lado opuesto, a modo de testigo de tan solemne acto, aparece sentado en cátedra el apóstol San Pablo, titular del monasterio vecino junto al que se levantó el Colegio y al que estaba vinculado.
El cuarteto de personajes, en el intento de ubicarles en un espacio dignificado, ocupan un sugerido espacio en cuyo fondo cuelga un gran tapiz ornamentado con una retícula de formas romboidales que en su interior contienen flores de lis —emblema de Fray Alonso de Burgos— y un remate inferior con una cenefa y largos flecos. De forma tan sintética queda inmortalizada la acción del obispo fundador y la gloria de los tres santos a los que el fundador profesaba su mayor veneración.

LA PUJANTE FIGURA DE FRAY MORTERO 

Fray Alonso de Burgos fue un personaje que tuvo gran peso en la política castellana a partir de la década de 1480, siendo considerado como el primer consejero de la Edad Moderna vinculado a los Reyes Católicos1.
Fray Mortero, sobrenombre por el que era conocido en la Corte, había nacido en 1415 en el valle de la Mortera, en las serranías de Burgos, en el seno de una familia de ascendencia noble y estaba emparentado con los obispos conversos Alonso de Cartagena y Pablo de Santa María. Este último, obispo de Burgos del que era sobrino, le tomó a su servicio siendo muy joven, lo que le permitió acceder a la carrera eclesiástica.
Muy pronto ingresó en el monasterio de San Pablo de Burgos, perteneciente a la Orden de Predicadores, donde ejerció como lector de teología y donde, en 1449, cuando contaba 34 años, fue nombrado prior del monasterio. Desde Burgos pasó al convento de San Pablo de Valladolid para estudiar Arte y Teología, donde también llegaría a ser nombrado prior. La ostentación de este cargo fue decisivo para establecer estrechas relaciones con la Corte hasta ser nombrado confesor real y Canciller Mayor del Reino, alcanzando un importante rango al participar como consejero de la actividad política junto a los Reyes Católicos.

Eclesiástico muy respetado por la nobleza por la fuerza de sus sermones y sus dotes oratorias, en los primeros años de su reinado Isabel la Católica recurrió repetidamente a sus consejos, agradeciendo los éxitos obtenidos con su nombramiento, en 1473, como confesor personal y capellán mayor, llegando a gozar de una gran confianza entre los monarcas. Debido a la influencia de la reina Isabel, en 1477 era nombrado obispo de Córdoba y más tarde, en 1482, obispo de Cuenca, después de producirse una disputa de los reyes con el papado sobre el derecho a decidir los cargos eclesiásticos más importantes de sus dominios.

Por último, entre 1485 y 1499 ocupó la cátedra del obispado de Palencia, diócesis a la que pertenecía Valladolid, ciudad a la que Alonso de Burgos estaba vinculado sentimentalmente desde que en 1468, al producirse la muerte del cardenal Fray Juan de Torquemada, también dominico, tomara el relevo en los afanes iniciados por aquél en 1463 para renovar la construcción del monasterio de San Pablo, aquel que, iniciado hacia 1276 gracias a una donación de terrenos realizada por doña Violante, esposa de Alfonso X el Sabio, y beneficiado en 1286 por la reina doña María de Molina, en ese momento presentaba ruina y estrechez espacial.

Simón de Colonia. Fray Alonso de Burgos en el tímpano
de la iglesia de San Pablo de Valladolid
Fray Alonso de Burgos prosiguió la elevación y ornamentación de la iglesia, de la que sólo se habían construido los cimientos, incorporando al complejo el claustro principal, el coro, la sala capitular, el refectorio, la hospedería, los dormitorios, la biblioteca y una capilla personal para su enterramiento comunicada con la iglesia a la altura del crucero, aunque la obra más ambiciosa fuese la grandilocuente portada, cuya obra fue contratada con el prestigioso arquitecto y escultor burgalés Simón de Colonia.

Fray Alonso de Burgos llegaría a ser nombrado consejero del rey Fernando y presidente del Consejo de Castilla, el más alto órgano del reino, calidad con la que intervino en 1480 en el juramento del príncipe Juan, hijo de Isabel y Fernando. Convertido en un influyente personaje, participó en asuntos de la Inquisición, en las relaciones con la Santa Sede y en un hecho tan decisivo como fue la unificación de diferentes Hermandades existentes para crear la Santa Hermandad, siendo quien personalmente elevó los dictámenes de tan importante institución —el primer cuerpo policial organizado en Europa— a la reina Isabel, que la instituyó en las Cortes de Madrigal en 1476.

Gil de Siloe?, 1499. Fray Alonso de Burgos en el tímpano
del Colegio de San Gregorio de Valladolid
Alonso de Burgos moría en Palencia en 1499 cuando ya había superado los 80 años de edad, siendo enterrado en la suntuosa capilla funeraria que había hecho construir junto a la iglesia de San Pablo de Valladolid para beneficio de su alma y honra de su memoria. Sin embargo, a pesar de su mecenazgo en fábricas conventuales durante su sucesivo periplo por las diócesis de Córdoba, Cuenca y Palencia, su iniciativa más singular sería la fundación y edificación del Colegio de San Gregorio de Valladolid para la formación de religiosos dominicos, cuya bula de fundación fue concedida por el papa Inocencio VIII a finales de 1487. Esta magna obra le reserva un lugar de honor entre los promotores y mecenas de los albores de la Edad Moderna.

INTERVENCIÓN DE GIL DE SILOÉ EN LA FACHADA DEL COLEGIO

Si la traza general del edificio puede atribuirse a Juan Guas, del que se tiene constancia que intervino en la construcción de la capilla funeraria de Fray Alonso de Burgos, no puede decirse lo mismo del artífice de las labores ornamentales de la fachada, obra destacada del arte gótico tardío en España, ya que desafortunadamente este dato no está documentado.

Izda: Gil de Siloé. Soldado del sepulcro del infante don Alfonso
en la Cartuja de Miraflores (Burgos)
Dcha: Soldado de la fachada del Colegio de San Gregorio 
Sin embargo, cuando Julia Ara Gil2 analiza en profundidad el variado e inusual repertorio decorativo e iconográfico de la espectacular fachada-pantalla del Colegio de San Gregorio, ya apunta la estrecha relación estilística de los motivos escultóricos con el taller burgalés del gran maestre Gil de Siloé, el mejor escultor activo en España a finales del siglo XV. Precisamente Fray Alonso de Burgos recurre a este maestro para encargar el desaparecido retablo que presidiría su capilla, que sería realizado con la participación del pintor Diego de la Cruz, estrecho colaborador del escultor en las labores de policromía, siendo la obra culminada hacia 1488. Este es un dato decisivo que certifica la relación de Fray Alonso de Burgos con Gil de Siloé para su proyecto de Valladolid, al que bien pudo solicitar su intervención en la fachada que suponía el colofón al majestuoso Colegio de San Gregorio.

Además, la gran similitud estilística de algunos motivos de la fachada con otras obras de Gil de Siloé, tales como el sepulcro del infante don Alfonso (1492) de la Cartuja de Miraflores o el retablo de la capilla de la Concepción o Santa Ana (1492) de la catedral de Burgos, hace muy probable la hipótesis de que Gil de Siloé fuera el autor del repertorio decorativo de la fachada, que habría sido rematada en 1499.

Izda: Gil de Siloé. Árbol de Jesé del retablo de la Capilla de Santa Ana
de la catedral de Burgos
Dcha: Granado y heráldica de la fachada del Colegio de San Gregorio
Es muy elocuente la similitud iconográfica y estilística entre el soldado que aparece en el frente del sepulcro del infante don Alfonso, hijo de los Reyes Católicos, en la Cartuja de Miraflores, y los soldados distribuidos por la fachada de San Gregorio. Otro tanto acurre con el motivo central que muestra las ramificaciones de un granado, que inevitablemente recuerda las ramificaciones del Árbol de Jesé que brota del pecho del padre del rey David para establecer el árbol genealógico de Cristo en el retablo de la capilla de Santa Ana de la catedral burgalesa, obra encomendada a Gil de Siloé por el obispo Luis de Acuña. En la fachada vallisoletana, el espacio central que ocuparan en Burgos San Joaquín y Santa Ana son sustituidos por un gran motivo heráldico que proclama la gloria de los Reyes Católicos tras la conquista de Granada.

Pero si nos atenemos estrictamente al relieve del tímpano que representa la ofrenda del Colegio también encontramos numerosas similitudes. En el mismo retablo de la capilla de Santa Ana de la catedral de Burgos se incluye, por expreso deseo del comitente, un relieve en el que aparece el obispo Luis de Acuña, en actitud orante, revestido de pontifical y rodeado de acólitos en el momento de ofrecer el retablo por él financiado para su capilla funeraria. Gil de Siloé no sólo hace un ejercicio de virtuosismo flamenco en la reproducción al detalle de la capa pluvial, la mitra, los guantes y el báculo, sino que trabaja la cabeza con la calidad de un verdadero retrato.

Izda: Gil de Siloé. Retrato del obispo Acuña en el retablo de la
Capilla de Santa Ana de la catedral de Burgos
Dcha: Retrato de Fray Alonso de Burgos en el Colegio de San Gregorio
La misma disposición y el mismo preciosismo decorativo muestra la figura de Fray Alonso de Burgos ofreciendo el Colegio a San Gregorio, aunque comprendamos las limitaciones técnicas entre el trabajo en madera y en piedra. Si la capa, la mitra, los guantes y el báculo muestran idéntico alarde decorativo, más significativo es el afán por plasmar, con gran morbidez, el retrato del obispo de Palencia.

Asimismo, para el banco del mismo retablo burgalés Gil de Siloé talló un relieve que representa a San Pablo sedente en cátedra y colocado con un giro de tres cuartos pretendiendo dotar a la figura, mediante una perspectiva no dominada, de cierta profundidad. El mismo esquema compositivo, similar tipología humana, igual tratamiento de los paños con pliegues duros e idéntico tipo de elemental perspectiva presenta la figura de San Pablo en el tímpano vallisoletano, que mantiene una actitud hierática que se traduce en solemnidad.

Por todo ello, mientras no se demuestre lo contrario, bien podemos aceptar el relieve de la dedicación del Colegio de San Gregorio como obra de Gil de Siloé, cuyo talento, elegancia, gracia nórdica y dominio en el oficio escultórico no fue superado en tiempos de los Reyes Católicos por ningún otro escultor. De modo que si para la fachada de la iglesia de San Pablo Fray Alonso de Burgos eligió la maestría de Simón de Colonia, para el retablo de su capilla y la fachada del Colegio de San Gregorio contrataba a Gil de Siloé, un hecho que no sólo demuestra la capacidad económica del mecenas para contratar a los mejores artistas del momento, sino su preocupación por determinar los programas iconográficos de los edificios por él patrocinados, llegando incluso a determinar la transformación del marco urbano en el que se levantaban, como la apertura de grandes plazas ante las fachadas principales. 

Izda: Gil de Siloé. San Pablo en el retablo de la Capilla de Santa Ana
de la catedral de Burgos
Dcha: San Pablo en el tímpano del Colegio de San Gregorio
Una de las obsesiones de Fray Alonso de Burgos fue la de incorporar, en todos los elementos de los edificios, su emblema personal de la flor de lis, motivo que se repite hasta la saciedad en las fachadas, patio, capilla, cubiertas mudéjares, etc. Este auto-homenaje es el único testimonio que proclama su gloria para la eternidad, pues como afirma José Ignacio Hernández Redondo3, ni la ciudad de Valladolid ha mostrado a lo largo de su historia una muestra de gratitud con tan insigne personaje que tanto favoreció su patrimonio, pues incluso la primitiva calle del Colegio del obispo de Palencia pasó a titularse calle Cadenas de San Gregorio, ni los estudios histórico-artísticos hispánicos le han tratado con la misma consideración que a los prelados de familias como los Fonseca o los Mendoza, que igualmente ejercieron destacados papeles de mecenazgo.
     
Sirva contemplar la obra que presentamos para recuperar, en lo posible, la memoria de tan importante figura histórica que en Valladolid puso todos sus empeños en utilizar el arte de mayor calidad como medio para su exaltación personal —todo un ejercicio de autoestima— y la de los Reyes Católicos.

Emblema de Fray Alonso de Burgos sobre el tímpano

Informe y fotografías: J. M. Travieso


NOTAS

1 MARTÍNEZ PEÑAS, Leandro. El confesor del rey en el Antiguo Régimen. Editorial Complutense, Madrid, 2007, pp. 57-65.

2 ARA GIL, Clementina Julia. Escultura gótica en Valladolid y su provincia. Institución Cultural Simancas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1977, pp. 239-251.

3 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. El Colegio de San Gregorio, fundación de Fray Alonso de Burgos: reflexiones y propuestas. Conocer Valladolid 2013, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción y Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2014, pp. 89-111.





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