5 de mayo de 2017

Theatrum: SAN LORENZO, un ejercicio de sereno clasicismo












SAN LORENZO MÁRTIR
Francisco Rincón (Valladolid 1567-1608)
Hacia 1605
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente de la ermita de San Llorente, pago del Cabildo, Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana













Una de las principales aportaciones del gran Gregorio Fernández a la escultura barroca castellana fue la creación de arquetipos escultóricos que fueron reiteradamente copiados e imitados por sus discípulos y seguidores, aunque otro tanto podría decirse de Francisco Rincón, cuya versatilidad se materializó en Valladolid en la renovación de la iconografía de determinados santos, escenas evangélicas y pasos procesionales desde un personalísimo planteamiento estético.

En condición de colaboradores, ambos escultores compartieron por un tiempo su actividad profesional en un mismo taller: el que Francisco Rincón tenía abierto en la Puentecilla de Zurradores (actual calle de Panaderos), donde Gregorio Fernández fue acogido cuando hacia 1595 llegó a Valladolid ya plenamente formado. Asimismo, durante los años de transición del siglo XVI al XVII ambos escultores compartieron un proceso evolutivo que partiendo del último aliento de las corrientes manierista y romanista recalaría en expresiones decisivas del incipiente barroco. Además, ambos escultores intercambiaron influencias que retroalimentaron las creaciones de uno y de otro, compartiendo por un tiempo la influencia que sobre ellos ejerció la presencia en Valladolid del milanés Pompeo Leoni, escultor vinculado al Duque de Lerma y a la construcción del Palacio Real.

Entre 1601 y 1606, años marcados por el establecimiento de la Corte de Felipe III en Valladolid, la obra de Francisco Rincón mostraría una tendencia hacia el clasicismo naturalista con figuras que se caracterizan por una elegante serenidad, un voluminoso empaque y una mesurada afectación, aunque en ocasiones, como en su innovador paso procesional del Levantamiento o Elevación de la Cruz, elaborado en 1604 para la Cofradía de la Sagrada Pasión, volviese a retomar recursos manieristas en aras de una expresividad teatral y narrativa.

Desgraciadamente, la prometedora trayectoria profesional de Francisco Rincón quedó truncada con su muerte prematura —recién superados los 40 años— en 1608. El legado de las magníficas esculturas por él realizadas en los primeros años del siglo XVII, que le colocan entre los escultores más innovadores de su tiempo, inducen a pensar que se habría convertido, sin lugar a dudas, en uno de los más destacados de la escuela barroca castellana.

Así lo proclama su obra conservada, realizada tanto en madera como en piedra, que alcanza altas cotas de calidad en obras como el grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño (h. 1600) de la iglesia de Santiago de Valladolid, el Retablo de la Anunciación (1602-1604) de la iglesia de las Angustias, los relieves en piedra del Martirio de San Ignacio de Antioquía y la Lactación mística de San Bernardo (ambos realizados hacia 1605) del trascoro de la catedral de Palencia, el Cristo de los Carboneros y la Santa Gertrudis (ambos hacia 1606) de la iglesia de las Angustias, el Cristo resucitado (hacia 1606) del convento del Corpus Christi, el Cristo yacente (hacia 1606) del convento del Sancti Spiritus, las imágenes de Jesús Nazareno (1606 y 1607) de la colegiata de San Antolín de Medina del Campo y de la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey, y el Cristo de las Batallas (hacia 1607) de la iglesia de la Magdalena, por citar las más conocidas.

Pero Francisco Rincón también se revelaría como excelente intérprete de esculturas exentas que representan a santos y mártires de gran predicamento en el orbe católico contrarreformista, como es el caso de esta escultura de San Lorenzo que actualmente se conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid y que originariamente estuvo presidiendo, como santo titular, el retablo de la desaparecida ermita de San Llorente, antaño ubicada en el pago vallisoletano del Cabildo.

Atendiendo a razones puramente estilísticas, esta escultura se puede datar en torno a 1605, perteneciendo, por tanto, al periodo de madurez del escultor, por entonces casado en segundas nupcias con Magdalena Velázquez, hija del ensamblador vallisoletano Cristóbal Velázquez, e inmerso en el fragor de la actividad cortesana que en ese tiempo conocía Valladolid.

De dimensiones inferiores al natural, en posición erguida y disposición frontal, el santo presenta una serie de atributos ya consolidados durante el siglo XVI por grandes maestros de la pintura y escultura hispana, como es su caracterización como un joven imberbe y con amplia tonsura clerical, una indumentaria litúrgica que expresa su rango de diácono, revestido con un alba recubierto por una dalmática roja que alude a su condición de mártir, una estola sobre el brazo izquierdo y sujetando en sus manos un libro como depositario y custodio de los libros sagrados de la Iglesia, así como una parrilla, en este caso desaparecida, como referencia al instrumento en que fue martirizado.

No era la primera vez que Francisco Rincón realizaba para Valladolid la interpretación de este joven mártir que tanta devoción suscitaba en España, pues otra imagen de San Lorenzo, de características muy similares, forma parte del retablo que Francisco Rincón realizara entre 1602 y 1604 para presidir la capilla mayor de la iglesia de las Angustias, donde el santo, en compañía de San Agustín, flanquean el gran altorrelieve central de la Anunciación.

Sin embargo, entre una y otra se puede establecer un criterio evolutivo, pues si en aquella el santo aparece impregnado de un elegante movimiento de aire manierista, con la cabeza girada hacia el relieve central, los brazos elevados a la misma altura, una disposición corporal siguiendo levemente un eje en serpentinata —repetido en el ángel de la Anunciación— y realzada con una policromía preciosista aplicada por el pintor Tomás de Prado, en el San Lorenzo del Museo Diocesano y Catedralicio el movimiento se torna en sereno, equilibrado y mayestático, respondiendo a los mismos cánones clasicistas, basados en el contrapposto, que presenta el solemne Cristo resucitado del convento del Corpus Christi, realizado con poca diferencia en el tiempo, siendo muy posible que la policromía fuese realizada por el mismo pintor.

Francisco Rincón
Izda: San Lorenzo, h. 1605, Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid.
Dcha: San Lorenzo, 1602-1604, Iglesia de las Angustias, Valladolid
En ambas obras el escultor recurre al empleo de una dalmática de similares características, inspirada en las utilizadas en las grandes ceremonias por los diáconos de su tiempo, rematada con un amplio cuello alto y cerrado por cordones que convergen en un gran borlón que pende hasta la cintura, simulado un paño forrado de seda y ornamentado con bordados que adoptan la forma de grandes motivos florales y vegetales, en este caso dejando aflorar el sustrato dorado que proporciona luminosidad a la figura mediante la técnica del esgrafiado, decoración que se extiende por el encuadernado del libro.

Se pueden encontrar precedentes iconográficos formando parte del santoral de algunos retablos renacentistas, siendo buenos ejemplos el San Lorenzo de Arnao de Bruselas que forma parte del retablo mayor de la Imperial Iglesia de Santa María del Palacio de Logroño (1553-1564), o el monumental San Lorenzo elaborado por Gaspar Becerra para el ático del retablo mayor de la catedral de Astorga (1558). Este arquetipo, que con maestría supo interpretar Francisco Rincón hacia 1605 en Valladolid, también sería abordado en 1639 por la gubia de Juan Martínez Montañés en el San Lorenzo destinado a la parroquia de la misma advocación en Sevilla. Todas estas obras citadas lucen actualmente en todo su esplendor tras haber sido restauradas recientemente.
Izda: Arnao de Bruselas. San Lorenzo, 1553-1564, Retablo mayor de la
iglesia de Santa María del Palacio, Logroño. Dcha: Gaspar Becerra.
San Lorenzo, 1558, retablo mayor de la catedral de Astorga
Por su parte, entre los pintores podemos citar al Greco como autor en 1577 de una expresiva pintura que se conserva en el museo —antigua sacristía— de la iglesia del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos (Lugo), donde el cretense realza la figura del santo diácono hispano mediante la plasmación de una lujosa dalmática y el atributo de la parrilla. La iconografía de san Lorenzo, en el santoral cristiano comparte su aspecto de diácono con san Esteban y san Vicente.

SAN LORENZO MÁRTIR

Este mártir del siglo III, uno de los más tempranos en la historia de la Iglesia, era natural de la Hispania Tarraconensis, siendo la ciudad de Huesca la que reclama su filiación. Fue educado por san Valero, que en el año 257 le llevó a Roma, donde el recién nombrado papa Sixto II le ordenó diácono, le encomendó la función de archivero y de administrar los bienes de la Iglesia, así como del cuidado de los pobres.

El Greco. San Lorenzo, 1577. Museo Colegio Nuestra Señora de la Antigua,
Monforte de Lemos (Lugo)
Por entonces gobernaba el emperador Decio, que había subido al trono tras asesinar a su antecesor y estaba interesado en obtener los tesoros eclesiásticos, para lo que en una persecución contra el culto cristiano hizo detener al papa Sixto II y a algunos obispos y diáconos, entre ellos san Lorenzo, que pasó a ser encarcelado por el prefecto Valeriano, que intentó que renegase de su fe y desvelase dónde se encontraba el ansiado tesoro. Conducido ante el emperador, san Lorenzo acordó presentar el tesoro al cabo de tres días, pero en ese tiempo se dedicó a reunir una gran cantidad de pobres, lisiados y enfermos que presentó ante el emperador como el verdadero tesoro de la Iglesia. Enfurecido el emperador, ordenó su tormento y finalmente su muerte, que se consumó el 10 de agosto de 258 en el Campo de Verano de Roma, donde fue quemado vivo en una parrilla colocada sobre el fuego. Esto ocurría cuatro días después del martirio del papa Sixto II.

El cuerpo de san Lorenzo fue recogido y enterrado por san Hipólito y el presbítero Justino en las catacumbas de Ciriaca de la vía Tiburtina, según consta en la Depositio Martyrum del año 354 y en el Martirologio jerominiano del siglo V, edificándose en tiempos del papa Dámaso I (366-384) una basílica sobre sus reliquias conocida como San Lorenzo fuori le Mura, siendo desde el siglo IV uno de los mártires más venerados de la iglesia romana.

La biografía del santo fue difundida en España a partir del siglo XIII a través del poema de Gonzalo de Berceo titulado Martyrio de San Lorenzo. Es precisamente la escena del martirio de san Lorenzo la que caracteriza la iconografía del santo y la más ampliamente representada, generalmente con el cuerpo desnudo del joven diácono recostado sobre una parrilla y rodeado de verdugos que avivan el fuego mientras un ángel le entrega la palma del martirio.

Francisco Rincón. Detalle de la policromía de San Lorenzo

Informe y fotografías: J. M. Travieso.














Juan Martínez Montañés. San Lorenzo, 1639
Iglesia parroquial de San Lorenzo, Sevilla



















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