11 de mayo de 2018

Theatrum: CRISTO DE LAS BATALLAS, serenidad naturalista como expresión barrroca













CRISTO DE LAS BATALLAS
Francisco de Rincón (Valladolid 1567-1608)
1607-1608
Madera policromada
Iglesia de Santa María Magdalena, Valladolid
Escultura protobarroca española. Escuela castellana















El 16 de agosto de 1608 fue una fecha triste para el panorama artístico vallisoletano. Ese funesto día moría de forma prematura —apenas superados los 40 años— el gran maestro escultor Francisco Rincón, que desde 1600 tenía instalado su activo taller y su residencia en la llamada Puentecilla de Zurradores (actual calle de Panaderos), junto al ramal sur del río Esgueva, en un espacio perteneciente a la parroquia de San Andrés. Dejaba huérfanos a sus hijos Manuel y Juan Rincón, el primero nacido de su matrimonio con Jerónima de Remesal (fallecida en 1597) y el segundo habido en sus segundas nupcias con Magdalena Velázquez1, hija del ensamblador y colaborador Cristóbal Velázquez.

Manuel Rincón en ese momento contaba con 15 años y fue acogido y tutelado por el escultor Gregorio Fernández, estrechamente vinculado a su padre por razones de trabajo y amistad desde que este le acogiera en su taller a la llegada del lucense a Valladolid. Gregorio Fernández no sólo le proporcionó comida y vivienda en su taller de la calle del Sacramento (actual calle de Paulina Harriet), sino que le inició en el oficio de escultor hasta que alcanzó la categoría de maestro y cuando Manuel Rincón contrajo matrimonio en 1615, Gregorio Fernández, que ya había alcanzado un gran prestigio en la ciudad, ejerció como padrino, lo que indica unas relaciones de tipo familiar. De aquel matrimonio nacería un nieto de Francisco Rincón: Bernardo Rincón, un escultor que continuó la saga familiar, aunque incomprensiblemente acabó muriendo en la indigencia.
Juan Rincón, el segundo hijo de Francisco de Rincón, fue acogido por la familia de sus tíos, los Velázquez, junto a los que creció y acabó trabajando como ensamblador.

Si en el terreno sentimental y familiar la pérdida del escultor vallisoletano fue un duro golpe, no lo fue menos en el ámbito artístico, pues quedaba truncada la prometedora carrera del escultor más innovador de su tiempo, cuya evolución desde los postulados romanistas imperantes llegó a renovar por completo la iconografía sacra, incluida la procesional, creando unos arquetipos —después consolidados por Gregorio Fernández— que forjaron el nuevo arte barroco, lo que induce a pensar que se hubiese convertido en una de las principales figuras de la escultura castellana y española del siglo XVII.

Buena muestra de ello es el llamado Cristo de las Batallas, realizado por el escultor entre 1607 y 1608, pocos meses antes de su muerte, a petición del gremio de la misma advocación para una capilla que disponía en el Cerro de San Cristóbal, una magnífica obra devocional, que después sería recogida en la iglesia de la Magdalena, que es todo un ejemplo de la madurez alcanzada por el artista. 
Se trata de un crucifijo, de tamaño superior al natural, en el que Francisco Rincón depura sus experiencias anteriores para profundizar en un naturalismo en el que prevalece la serenidad y el clasicismo. En él ya no aparece ningún atisbo del manierismo que presentara el Cristo crucificado del paso procesional del Levantamiento (hoy conocido como la Elevación de la Cruz), realizado en 1604 para la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, un paso que marcó un hito en las representaciones procesionales por ser el primer paso realizado en Valladolid enteramente en madera tallada, ahuecada y policromada en sustitución de los antiguos pasos de imaginería ligera en uso hasta ese momento.

Por otra parte, el Cristo de las Batallas supone la culminación de la tendencia naturalista y clasicista iniciada en el Calvario del retablo mayor de la iglesia del Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo2, contratado en 1597, y consolidada en el Cristo de los Carboneros, elaborado por Francisco Rincón en 1606 y expuesto al culto en la iglesia de las Angustias. 
El mismo arquetipo seguirían el Cristo de la Buena Muerte de la Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria), el Santo Cristo de las Eras de la ermita de Peñaflor de Hornija (Valladolid) y el Cristo crucificado de la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid3, ejemplares a los que supera considerablemente en serenidad, equilibrio y esbeltez.

Este crucificado muestras las dotes creativas de Francisco Rincón, capaz de establecer un estilo propio en el que llegó a sustraerse incluso a las influencias ejercidas, durante su presencia en la ciudad, por el milanés Pompeo Leoni, a cuya obra hasta Gregorio Fernández fue sensible en su primera etapa.

El Cristo de las Batallas ofrece una serie de recursos estilísticos en la representación del crucificado que vienen a ser una seña de identidad del taller rinconiano. Uno de ellos es la minuciosa descripción anatómica de todos los elementos corporales, como el vientre hundido, las costillas marcadas, los músculos en tensión, la cabeza muy inclinada y el cuerpo despegado de la cruz acusando el peso, en este caso con los brazos sumamente forzados en forma de "Y".
Otra característica es la talla de la corona de espinas, que adopta la forma de grandes cardos trenzados y está trabajada en el mismo bloque que los cabellos, siendo una constante la caída por el hombro derecho de  afilados mechones ensortijados que aparecen calados o despegados de la cabeza y el rostro.
Una tercera característica muy personal de Francisco Rincón es el diseño y colocación del perizoma o paño de pureza, sujeto a la cintura mediante un cordón que permite una abertura que descubre la pierna derecha al completo, así como un inconfundible pliegue en diagonal al frente, un anudamiento marcado en la parte derecha y los cabos del paño cayendo en zigzag con aspecto cortante.

En este caso se suma un cuerpo estilizado y esbelto que emana serenidad ante la tragedia envuelto en cierto halo de melancolía. Sus pies son largos y huesudos y los dedos de las manos aparecen agarrotados por el peso, en ambos casos sujetos al madero por grandes clavos de forja. El centro emocional se localiza en la cabeza, que adquiere un gran volumen por el grosor de los cabellos, que con raya al medio se distribuyen hacia atrás en forma de rizados mechones que dejan entrever la oreja. Cristo presenta los ojos ligeramente entreabiertos, cejas muy rectas, nariz afilada y boca ligeramente abierta, sugiriendo el último suspiro. Característico es también el tallado de la barba, dispuesta simétricamente y terminada en dos puntas que tocan el pecho.

Una cuidada policromía mate —desgraciadamente no muy bien conservada en algunas partes— realza el aspecto realista de la talla, con hematomas en la carnación como huellas de los tormentos de la Pasión y finos regueros de sangre recorriendo brazos, herida del costado y pies, destacando el color verde de los tallos de la corona y el oro aflorando solamente en las austeras franjas ornamentales del paño de pureza y en el cordón de sujeción.


Durante las celebraciones de la Semana Santa de Valladolid, en 1954 el Cristo de las Batallas fue incorporado por la Cofradía de las Siete Palabras —coincidiendo con el 25 aniversario de la fundación de la Cofradía, aprobada por el arzobispo Remigio Gandásegui en 1929— como imagen integrante del paso procesional dedicado a la Tercera Palabra de Cristo: "Madre, ahí tienes a tu Hijo" (Juan 19, 25-27). En este grupo el crucificado estaba acompañado por las imágenes de la Virgen y San Juan, obras de Gregorio Fernández que, procedentes del Calvario del retablo mayor de la antigua iglesia de San Miguel, se guardan en la iglesia de San Andrés de Valladolid.

Francisco Rincón. Detalle del Cristo del paso La Elevación de la Cruz, 1604
Cristo: Convento de San Quirce / Paso: Museo Nacional de Escultura
Así desfiló durante cincuenta y ocho años, hasta que en 2012 la Cofradía, pretendiendo la unidad estilística, decidió montar el paso enteramente con esculturas de Gregorio Fernández, sustituyendo el Cristo de las Batallas por el Cristo del Amparo, obra del maestro gallego de 1620 que se conserva en la iglesia de San Pedro Apóstol de Zaratán, antiguo señorío del monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Valladolid.
En esa misma fecha del reajuste, el Cristo de las Batallas pasó a representar en solitario la Segunda Palabra: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lucas 23, 39-43). Así aparece en público durante el Sermón de la Siete Palabras y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor del Viernes Santo vallisoletano, punto álgido de las celebraciones pasionales, aunque durante todo el año permanece al culto en una capilla de la iglesia de la Magdalena.         
         
Informe y fotografías: J. M. Travieso.



Francisco Rincón. Detalle del Cristo de los Carboneros, 1606
Iglesia penitencial de las Angustias, Valladolid

NOTAS

1 URREA, Jesús: El escultor Gregorio Fernández 1576-1636 (apuntes para un libro). Edic. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, p. 162.

2 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959, p. 170.

3  MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (Conventos y Seminarios), Tomo XV, parte segunda, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2001, p.95.
Ambos autores atribuyen a Francisco Rincón el crucifijo de tamaño natural que preside un retablo del siglo XVII colocado en la nave del Evangelio de la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid.





Atribuido a Francisco Rincón. Detalle de Cristo crucificado
Iglesia del monasterio de las Descalzas Reales, Valladolid

















Izda: Montaje del paso "Madre, ahí tienes a tu Hijo", entre 1954 y 2011, con el Cristo de las Batallas
Dcha: Montaje actual del mismo paso (imágenes de Gregorio Fernández). Cofradía de las Siete Palabras, Valladolid










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