1 de septiembre de 2025

Visita virtual: CRISTO DE LOS VALDERAS, la veracidad plástica concebida para conmover







CRISTO DE LA AGONÍA O CRISTO DE LOS VALDERAS

Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, 1576 - Valladolid 1636)

1631

Madera policromada y postizos

Iglesia de San Marcelo, León

Escultura barroca. Escuela castellana

 

 






     Entre la más de una docena de imágenes de “Cristo crucificado” que elaboró Gregorio Fernández —en distintos formatos— a lo largo de su carrera, una de las más relevantes es el Cristo de la Agonía (también conocido como Cristo de los Valderas), realizado en su etapa de madurez y conservado en la iglesia de San Marcelo de León. En este tipo de iconografía, al igual que ocurre en sus geniales creaciones de Cristo yacente, se puede rastrear la evolución de su estilo desde 1610 hasta el momento de su muerte en 1636, en todo momento ajustado a los ideales de la Contrarreforma.

En un principio, poco después de su llegada a Valladolid, sus obras presentan un refinado manierismo por influencia de Pompeo Leoni. Esta primera etapa se caracteriza por aplicar una anatomía hercúlea, serena y corpulenta, al tiempo que se definen los rasgos que serán comunes en ejemplares futuros, como la inclinación de los brazos, la pierna derecha remontando la izquierda, el paño de pureza anudado a la derecha y deslizándose en diagonal, el cabello dejando visible la oreja izquierda, la barba de dos puntas, la boca entreabierta, etc., siendo buen ejemplo de ello el monumental Cristo de los Trabajos (h. 1610) de la iglesia de la Asunción de Laguna de Duero (Valladolid).

     Al final de la década y en los años 20 del siglo XVII, su estilo evoluciona hacia un tipo de anatomía más depurada y estilizada en la búsqueda del naturalismo barroco, en el que los sentimientos se captan a través de los sentidos. Encontrando el realismo como el lenguaje plástico más idóneo, en esta segunda etapa Gregorio Fernández también comienza a aplicar movimiento al paño de pureza y diferentes postizos anatómicos, como ojos de cristal, dientes de marfil, llagas de corcho, uñas de asta, etc. Sirva como referencia el Cristo del Amparo (1615-1621) de la iglesia de San Pedro de Zaratán (Valladolid).

En una tercera etapa, a partir de los años 30, sus modelos de crucifijos tienden al realismo absoluto procurando la mayor veracidad para conmover al espectador. Las anatomías, de una gran esbeltez, serenidad y realismo, presentan un exquisito clasicismo con bellas proporciones, continuando la aplicación de postizos para ofrecer el mayor naturalismo, reduciendo en la policromía los efectos sanguinolentos, aunque manteniendo en su tratamiento un intenso e impactante dramatismo. Incluso incluye algunos detalles que se convierten en seña de identidad de su taller, como es la colocación de una espina atravesando la ceja izquierda del castigado Jesús. 

     Muestras de esta última etapa son el monumental Cristo crucificado (1631) del monasterio de monjas Benedictinas de San Pedro de las Dueñas (León), el Cristo de la Agonía (1631) de la iglesia de San Marcelo de León o el Cristo de la Luz (hacia 1630) del Colegio de Santa Cruz de Valladolid (depósito del Museo Nacional de Escultura), ejemplar considerado como una de sus mejores obras maestras, incluso del barroco español.

El Cristo de la Agonía o Cristo de los Valderas de León

La iglesia de San Marcelo fue fundada en el año 850 por el rey Ramiro I sobre una antigua capilla levantada en el lugar en que, según la tradición, el centurión romano Marcelo hizo confesión pública de su fe, por lo que fue martirizado. Al parecer, esta fue destruida hacia 995 por Almanzor cuando en su razzia asoló toda la ciudad, conociendo varios intentos de reconstrucción. Donada por el rey Sancho I de León a la catedral, en el año 1096 fue el obispo Don Pedro quien decide reedificarla, siendo refundida con los monasterios de San Miguel y el de los santos Adrián y Natalia. A finales del siglo XII se convierte en monasterio agustino y hospital de peregrinos, uniéndose a los vecinos hospitales de San Lázaro y San Antonio Abad. Es en 1254 cuando la iglesia alcanza el rango de parroquia leonesa, regida por un canónigo catedralicio que ostentaba el título de ”Abad de San Marcelo”.

     El regreso a León desde Tánger de los restos de San Marcelo el 29 de marzo de 1493, ya convertido en patrón de la ciudad, fue recibido con fervor por el rey Fernando el Católico, el cabildo, el ayuntamiento y el pueblo llano. Esto suscitó la idea de levantar sobre la preexistente una iglesia digna de albergar las reliquias y convertirla en centro de veneración extramuros de la ciudad. Tal proyecto se refuerza en 1559, cuando se produce el derrumbe de la torre. De modo que, entre 1588 y 1628, por iniciativa del obispo Francisco Trujillo, el Cabildo de la Catedral y la Corporación Municipal, los maestros Juan de Ribero y Baltasar Gutiérrez llevaron a cabo la definitiva reconstrucción de la iglesia en un estilo clasicista (hoy emplazada en el centro urbano de León), siendo inaugurada por el obispo Gregorio de Pedrosa el 10 de marzo de 1628. 

Corría el año 1631 cuando Antonio de Valderas y su esposa María Flórez encargaron a Gregorio Fernández un Cristo crucificado destinado a la capilla funeraria que esta familia disponía en la reedificada iglesia de San Marcelo, ubicada en el lado de la epístola de la cabecera de la iglesia, espacio donde serían enterrados tras su fallecimiento en 1636. 

Foto Yolanda Pérez. Tomada del blog Don de Piedad
     Fue Esteban García Chico quien dio a conocer documentalmente el contrato para la realización de la talla, que fue firmado en Valladolid el 1 de julio de 1631 por Francisco Moreno, en representación del vecino de León Antonio de Valderas, y Gregorio Fernández, que en aquel momento ya adolecía de enfermedad. Como era habitual, en el contrato se estipulaban las condiciones, el precio y el plazo de ejecución, figurando como requisitos que el Cristo crucificado habría de estar “bien acabado, con mucho arte y con dientes de marfil y las uñas de los pies postizas”. El precio acordado alcanzaría los 250 ducados y el plazo de entrega se fijaba en dos meses y medio, corriendo la policromía y los ojos de cristal por cuenta del cliente. 

El Cristo de la Agonía (también conocido como Cristo de los Valderas en honor a sus mecenas), es de tamaño natural —200 x 170 cm— y presenta un excelente tratamiento del cuerpo, con bellas proporciones y multitud de detalles muy cuidados para expresar con naturalismo y serenidad, no exenta de dramatismo, el suspiro final de Cristo en la Cruz. El cuerpo torturado, esbelto por su enflaquecimiento, presenta una anatomía magistralmente descrita, como los brazos rígidos e inclinados acusando el peso del cuerpo, los dedos abiertos por la tensión, el pecho hinchado con las costillas marcadas y el vientre hundido, las piernas juntas, con la derecha remontando la izquierda para compartir el clavo de los pies huesudos y la cabeza inclinada al frente y ligeramente desplazada hacia la derecha, mientras el paño de pureza se ajusta a una tipología repetida por el escultor, sujeto por debajo de la cintura por una cinta que prolonga la desnudez por el costado derecho, con un abultado anudamiento del que caen en cascada pliegues tallados de forma virtuosa en finísimas láminas que simulan una tela real, aunque el resto del paño mantenga los característicos pliegues quebrados de aspecto metálico.

     La cabeza, inclinada sobre el pecho, responde al modo tradicional del escultor, con abundancia de detalles realistas, como las órbitas oculares hundidas, la boca y los ojos entreabiertos, la barba de dos puntas poblada y descrita con minuciosidad, el cabello con raya al medio y rizos sobre la frente, con la melena ondulada remontando la oreja izquierda dejándola visible y largos mechones calados sobre los hombros por el lado derecho, incorporando el detalle realista de una espina perforando la ceja izquierda que también el escultor aplicó en otras versiones.

Para realzar el realismo y el patetismo de la figura, Gregorio Fernández aplica todo un repertorio de postizos, como la corona de espinas tejida con tallos reales, los ojos de cristal, los dientes de marfil visibles, las llagas de las rodillas elaboradas con fragmentos de corcho, las uñas naturales aplicadas en los pies o los bordes del paño de pureza adornados con pasamanería de encaje. La policromía, atribuida a Diego Díaz, presenta una encarnación mate de tonos pálidos en la que destacan regueros sanguinolentos que definen todo el proceso de la Pasión, como las llagas de los hombros producidas por el peso de la cruz, las rodillas dañadas en las caídas, los regueros faciales producidos por la corona de espinas y los que brotan de los clavos de manos y pies, destacando entre ellos los que manan de la llaga del costado y que se deslizan realzados con resina, conjunto de recursos efectistas que contribuyen a la verosimilitud y la emotividad de la representación y que se ajustan sin reservas a los postulados contrarreformistas. 

El Cristo de los Valderas en su retablo
Iglesia de San Marcelo, León

     En otro orden de cosas, hay que recordar que la leonesa Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz fue creada en León el 22 de septiembre de 1962 por el entonces obispo de León Luis Almancha, estableciéndose como sede canónica la parroquia de San Marcelo y eligiendo como imagen titular el Cristo de los Valderas. En 1966 se complica el estado de conservación de la imagen, por lo que tanto el párroco de San Marcelo como la Secretaría Diocesana de Arte Sacro emiten informes contrarios a que siga procesionando, criterio que es compartido dos años después por el obispo Luis Almancha, que propone la realización de una copia y al autor, ofreciendo para ello una generosa aportación. Elegido el escultor Andrés Seoane para realizar la reproducción, este designó a su discípulo Amado Fernández Puente, que realizó una copia de gran perfección que se diría idéntica al original, de modo que en 1970 la nueva talla del Cristo de los Valderas procesionó por primera vez con su cofradía en la Semana Santa de León. El año 2003, con motivo de ser expuesta en la exposición “El Árbol de la Vida”, celebrada en la catedral de Segovia por Las Edades del Hombre, la imagen original de Gregorio Fernández fue restaurada en su integridad.
 

El escultor Amado Fernández Puente realizando la copia del
Cristo de los Valderas en 1969

Al hilo de la presencia del Cristo de los Valderas en la iglesia de San Marcelo, conviene recordar que en el mismo recinto se conservan otras dos esculturas de Gregorio Fernández. Una es una Inmaculada muy similar a la que realizara hacia 1626 para la catedral de Astorga y que está ubicada en la capilla de los Villafañe de la iglesia. La otra es la de San Marcelo, titular del templo y patrón de la ciudad de León, que preside el retablo mayor churrigueresco, realizado entre 1722 y 1738. Esta escultura, cuya original iconografía fue creada por Gregorio Fernández, fue documentada en 1941 por Esteban García Chico como obra del escultor gallego, que el 19 de febrero de 1628 firmaba en Valladolid el haber recibido dos mi reales a cuenta de la misma (tasada en trescientos ducados) de Ramiro Díaz, regidor de la ciudad de León. A pesar de su cronología romana, el escultor representa al santo, que tiene un tamaño superior al natural, con un tipo de armadura renacentista, el yelmo a los pies, una espada a la cintura, enarbolando una cruz y sujetando la palma de martirio. La original imagen fue tallada en Valladolid y su policromía realizada por el pintor Diego Valentín Díaz, habitual colaborador de Gregorio Fernández.            

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

GREGORIO FERNÁNDEZ. San Marcelo, 1628
Iglesia de San Marcelo, León

 Bibliografía 

GRAU LOBO, Luis: Crucificado de los Valderas. Catálogo de la exposición “Gregorio Fernández y Martínez Montañés. El arte nuevo de hacer imágenes”, Catedral de Valladolid, 2024-2025, p. 184. 

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y CANO DE GARDOQUI, José Luis: Crucifijo. Catálogo de la exposición “El Árbol de la Vida”, Las Edades del Hombre, Catedral de Segovia, 2003, pp. 191-192.

 







Iglesia de San Marcelo, León










TIPOS DE CRUCIFICADOS 

DE GREGORIO FERNÁNDEZ








































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