21 de mayo de 2009

Viaje: Crónica de 7 días por Bretaña y Normandía



La verdad es que cuando nos propusimos hacer este viaje por Bretaña y Normandía, enseguida llegamos a la conclusión que, hiciésemos lo que hiciésemos, nos faltarían días. Así ha sido.

Todo empezó cuando llegamos a Burdeos. Amenazaba lluvia y una tormenta se nos venía encima, pero aguantó. Somos muchos los que pasamos por Burdeos con dirección París o hacia España y nunca nos hemos detenido a visitarla. Esta vez, hicimos un pequeño hueco y pudimos visitar el Monumento a los Girondinos, el Ayuntamiento, la Catedral y la Plaza de la Bolsa. Cuando las primeras gotas hacían su aparición, ya estábamos en el autocar y pudimos proseguir hacia San Émilion, un lugar que da nombre a una denominación de vino de Burdeos. Este pueblo, significativo antes de la Revolución por sus iglesias y monasterios, es ahora un importante enclave turístico en la región del vino tinto.

Saintes, capital de la región de Saintonge, es una población que guarda importantes restos de época galo-romana y del Románico. Ofrece el Arco de Tiberio, que estuvo a punto de desaparecer si no hubiera sido por “Próspero Merimé”, la abadía de las Damas, la Catedral y sobre todo San Eutropo, que obró un milagro, curándole de su hidropesía, en la persona del rey Luis XI, hecho que motivó una transformación de la bella iglesia de origen románico en otra gótica, dejándola un tanto malparada.

La ciudad de La Rochelle cada día está más bonita, la Puerta del Reloj, las torres del puerto, la Catedral y bello Ayuntamiento renacentista. Fue una lástima que no pudiéramos tomar el barco para ir a la isla de Ré, aunque imagino que antes o después habrá una oportunidad para visitarla.

Cuando llegamos a Nantes la tarde amenazaba lluvia. Hicimos el recorrido con el guía local, que nos llevó a visitar la tumba de Francisco II de Bretaña, que estuvo a punto de desaparecer con la Revolución de no haber sido por la decidida implicación del arquitecto municipal de Nantes, que sé jugo la vida para salvar esta bella obra de arte. Al final, cuando salíamos de visitar la iglesia de Santa Cruz y su bello campanario, el agua apareció y nos dejó mojados a casi todos. Una vez calados, nos fuimos al pasaje Pommeraye, una edificio muy curioso que con sus tiendas y escaleras une dos calles situadas a diferente altura.

Anocheciendo llegamos a Vannes. Después de la cena, un pequeño grupo decide hacer una avanzadilla nocturna por las murallas y el interior del pueblo. La visión fue sorprendente. Al día siguiente, comenzábamos la visita por la Puerta de San Vicente, dedicada al valenciano San Vicente Ferrer, que falleció en esta localidad. Sus reliquias se guardan en una de las capillas de la Catedral. Sus murallas con tramos romanos, sus iglesias medievales, románicas y góticas, dan un carácter singular a esta bella localidad. Como el tiempo se nos echaba encima, salimos hacia Auray, un pueblo que tuvo mucha importancia en el discurrir no sólo de Bretaña sino de los mismísimos Estados Unidos, por la presencia en esta localidad de Benjamín Franklin.

Cuando llegamos a Carnac, nos acercamos a visitar los miles de menhires alineados, que fueron colocados por tribus megalíticas hace casi 4.000 años. Después de visitar el centro de interpretación de Carnac, el viaje prosiguió hacia Ploërmel. Después de reponer fuerzas recorrimos este pueblo bretón, donde pudimos contemplar un reloj Astronómico que fue creado por un hermano de la comunidad religiosa de los Mennesianos. Un fraile nos preguntó nuestra procedencia y difundió por megafonía la explicación de este complejo reloj, al que sólo le falta hablar. Para visitar la iglesia de San Armel tuvimos que retrasar la entrada, ya que se estaba celebrando un oficio religioso de un paisano del pueblo. Mereció la pena esperar, su artesonado y las estatuas yacentes de los duques de Bretaña y de un noble, al lado opuesto, nos ilustraron sobre el pasado de este municipio.

La guinda del día la habíamos reservado para el final. Nos referimos a Josselin, con el castillo-palacio de los Rohan, que desde el siglo XV son propietarios de este solar nobiliario de Bretaña. Solo pudimos recorrer cuatro salas de la parte inferior y sus jardines, (su museo de muñecas no tocaba en este viaje). Bien merece la pena detenerse para contemplar tanta belleza y elegancia. Cuando terminamos la visita, nos fuimos a la orilla del río, donde hay un puente desde el cual se divisa una imponente vista del castillo que está anclado en un montículo rocoso. Al subir nuevamente al pueblo, nos fuimos a la basílica de nuestra Señora del Roncal, para visitar la tumba del canciller de Bretaña Olivier de Clisson, que junto a Richelieu, dieron fama y prestigio a este bello pueblo.

Ya de noche, y después de sufrir un atasco por un partido de fútbol, llegamos al centro de Rennes, donde después de cenar nos decidimos a recorrer esta histórica villa. La puerta de Mordelaise, la Catedral de San Pedro, el barrio viejo, el Parlamento de Bretaña, el Ayuntamiento, la Cámara de Comercio y el edifico de Correos, que por si mismo ya merece la pena. Al día siguiente y de día, la guía nos llevó a los lugares citados y alrededor de las 12 nos fuimos a la localidad de Vitré, que fue frontera entre Bretaña y sus vecinos. Aquí comimos, recorrimos el castillo, muy modificado a principios del siglo XX, y sus calles medievales, con entramados y tiendas montadas con fino y exquisito gusto.

Después proseguimos el viaje hacia Dinan, ¡que pueblo más bonito y pintoresco! Tomamos un barco en el puerto para intentar hacer el camino que trazó Napoleón en 1804, cuando la flota inglesa decidió bloquear al emperador francés en su guerra con Inglaterra. Una hora nos duró el paseo. Volvimos al pueblo y recorrimos la basílica del Salvador, donde se guarda el corazón del canciller Bertrand du Gluescin. El Jardín de los Ingleses, las murallas, el claustro de los carmelitas y sus calles, son razones suficientes para perderse por este lindo emplazamiento.

Como siempre, a última hora llegamos a Saint Maló. Hoy tocaba descansar, pero al día siguiente por la mañana, salimos pronto para recorrer este pueblo, antaño sede de piratas y corsarios y hoy una visitada localidad turística del norte de Francia. Nos acercamos a la dársena del puerto y tomamos el barco para Dinard, una localidad situada enfrente de Saint Malo, y desde el barco pudimos ver como las defensas naturales y las que hizo Vauban, convierten a este lugar en un punto inexpugnable del rincón marítimo.

El día amenazaba agua y cuando llegamos a Mont Saint-Michael, el agua se hizo realidad. Pasó pronto y pudimos subir a la Basílica y recorrer el bello claustro, la iglesia, el refectorio, las cocinas, etc. Todos compramos las galletas de la Mére Poulard y vimos hacer las famosas tortillas que dan nombre a este lugar religioso desde la antigüedad.

Estábamos próximos a las playas del desembarco y no podíamos alejarnos de la costa sin rendir un homenaje a muchos jóvenes que llenos de ilusión cayeron victimas de intereses que ellos nunca llegaron a comprender. En el cementerio británico de Bayeux, si te detienes a ver algunas de las lápidas, una mayor parte de ellas, hacen alusión a jóvenes entre 17 y 30 años.

Llegamos a Arromanches, donde todavía pueden observarse los diques metálicos que los aliados tuvieron que montar para poder llegar al continente europeo con materiales, hombres y equipos para hacer frente a la guerra contra los alemanes.

La noche nos acercaba a Caen. Llegamos a la hora de todos los días. Después de la cena tocaba reflexionar y estaba jugando Nadal, así que nos retiramos pronto a descansar. Al día siguiente, visitamos Caen, el Palacio Ducal, la abadía de los hombres, ahora divida en dos partes, una dedicada a la iglesia San Étienne y otra más moderna con el Ayuntamiento de la ciudad. Recorrimos su calle principal para visitar dos casas de madera del siglo XV, en una de las cuales se ha instalado un museo postal, la catedral de san Pedro y el Palacio renacentista de los Escoville, hoy convertido en un centro de reclutamiento de la gendarmería francesa.

Después de pasar por el Puente de Normandia, una solución técnica que permite ahorrar a los conductores que van del Norte al Sur de Francia cerca de 40 kilómetros, nos dirigimos a Rouen, donde pudimos contemplar la fachada de la Catedral que repetidamente inmortalizó Monet. Su interior, gótico, es sorprendente. Recorrimos sus calles céntricas, el Parlamento de Normandia, hoy convertido en corte de justicia, la Puerta del Reloj y el mercado medieval, donde fue ejecutada Juana de Arco.
Después de ver esta bella ciudad artística e industrial, nos fuimos a Beauvais, con tan buena suerte que, por celebrarse el Día de los Museos, se prolongó el horario habitual, pudiendo acceder a la Catedral. Que esbeltez, a pesar de los andamios que intentan que el edificio no se deteriore más, tanto por el paso del tiempo como por su altura desafiante. Al anochecer llegamos a Amiens, donde hicimos la última noche durante nuestro recorrido por Bretaña, Normandia y Picardía. Amiens de noche es bonito, pero de día su Catedral es una fantasía de la arquitectura y el lenguaje gótico. A todos nos fascinó.
Salímos de regreso a Valladolid haciendo una parada en Noyón para ver la Catedral, pero no habíamos previsto las comuniones y lo que era una pequeña visita se prolongó más tiempo, lo que nos penalizó en la última visita prevista a la Catedral de Laón, que no pudimos ver, porque además había una fiesta medieval en el casco antiguo y no nos dejaron acceder. Siempre nos quedará Laón y sus torres para volver a este país cargado de arte e historia como es Francia.

EL DUENDE VIAJERO

Fotografías de Luis José Cuadrado (Mont Saint-Michel, catedral de Amiens y Beauvais).
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