8 de enero de 2010

Historias de Valladolid: LA BUENA MOZA DIJERON, por su gracia y su donaire



La belleza de las mujeres vallisoletanas ha sido tradicionalmente cantada por poetas y artistas, pero al hablar de la Buena Moza no nos estamos refiriendo a una mujer, sino a una torre, la primera y única que se levantó junto a la fachada de la catedral de Valladolid de las dos previstas en el proyecto del cántabro Juan de Herrera, una historia desgraciada que fue reparada en parte en 1880, aunque esa es otra historia que se tratará en su momento.

UN PROYECTO CATEDRALICIO  ABANDONADO

Fue en el año 1527 cuando se convocó un concurso para realizar un trazado que sustituyera la empequeñecida colegiata de Santa María, fundación del Conde Ansúrez, siendo la cuarta vez que se pretendía ampliar aquel recinto y dotar a Valladolid de un importante edificio catedralicio, del mismo modo a lo que en aquel tiempo se realizaba en Salamanca y Segovia.
Por entonces se aceptó un proyecto tardogótico presentado por Diego de Riaño, Francisco de Colonia, Juan de Álava, Juan Gil de Hontañón (autor de las trazas de la catedral de Segovia) y Rodrigo Gil de Hontañón, estos tres últimos también participantes en el templo salmantino. Las obras comenzaron el 13 de junio de 1527, casi un mes después del nacimiento de Felipe II en el Palacio Pimentel, bajo la dirección de Diego de Riaño, pero pronto se paralizaron por la escasez de recursos. Tras la muerte de este arquitecto en 1534, le sucedió en la dirección Rodrigo Gil de Hontañón, aunque las obras, por idénticos motivos, también avanzaron lentamente hasta su fallecimiento en 1577. Es entonces cuando el Cabildo abandona el definitivamente el proyecto, posiblemente movido por el deseo de un cambio estético más acorde con los nuevos tiempos, a pesar de las dificultades para encontrar financiación. En ese momento sus ojos se fijan en Juan de Herrera y en la estética clasicista por él experimentada en el monasterio de El Escorial.

EL PROYECTO HERRERIANO

Cuando en 1580 el arquitecto Juan de Herrera, ocupado desde 1576 en su cargo de arquitecto real en la obra de El Escorial, trazó la catedral de Valladolid, presentó un enorme templo de planta rectangular, con tres naves separadas por gruesos pilares, un amplio crucero en la mitad de ellas, en los laterales capillas entre contrafuertes y al frente una profunda capilla mayor. En el exterior del proyecto incluyó una fachada de estructura similar a la del Patio de los Reyes de El Escorial y cuatro torres de planta cuadrada, dos de ellas flanqueando la fachada, formadas por tres cuerpos, de los cuales el tercero sobresalía en altura con función de campanario, y una pequeña cúpula como remate. En los ángulos de la cabecera incluía otras dos algo más bajas, de doble cuerpo, de la misma altura que la fachada y con remate piramidal. El ambicioso proyecto, todo él planteado en un riguroso lenguaje clasicista, puro y austero, suponía la ruptura definitiva con los resabios góticos imperantes en España.
La enorme empresa que suponía el edificio obligó al asentamiento de un activo taller que dio nombre al lugar: calle de la Obra (actual calle Arribas). Allí trabajaron todos los oficios para ir adaptando los grandes sillares, traídos entre otros lugares de las canteras de Villanubla, a las formas clásicas y puristas diseñadas por Herrera.

A partir de 1576, se hizo cargo de la dirección de las obras de la nueva catedral vallisoletana Pedro de Tolosa, que como maestro mayor siguió escrupulosamente las trazas de Herrera. Junto a él trabajó un grupo de aparejadores entre los que se encontraba su hijo Alonso de Tolosa. A su muerte fue sustituido por el arquitecto Diego de Praves, hombre de confianza de Juan de Herrera, con el que poco a poco el nuevo edificio fue suplantando a la antigua colegiata que se encontraba en pleno proceso de remodelación tras las intervenciones de Diego de Riaño y Rodrigo Gil de Hontañón, hasta el punto que, el 21 de mayo de 1595, en pleno proceso de construcción, fue consagrada como catedral en una ceremonia solemne a la que asistieron los obispos de Palencia, Toledo, León, Burgos, Astorga, Oviedo y Lugo. En septiembre de aquel mismo año, mientras las obras continuaban, el papa Clemente VIII le otorgada el rango catedralicio a petición de Felipe II, monarca que al año siguiente concedería a Valladolid el título de Ciudad.

El año 1600, ya fallecidos Juan de Herrera y Felipe II, Diego de Praves comenzaba la construcción de la fachada, pero la envergadura de la obra y su carestía hizo que los trabajos avanzasen muy lentos, a pesar de las partidas del Cabildo, de la ayuda del rey Felipe II, que desde 1583 venía concediendo en exclusiva a la obra los beneficios de la venta de las cartillas de la "Doctrina Cristiana", una especie de catecismo distribuido por toda España, y de las expectativas creadas durante el traslado de la Corte a Valladolid.

A lo largo del siglo XVII se sucedieron sucesivamente al frente de las obras los maestros Francisco de Praves, hijo de Diego (muerto en 1620), el palentino Juan de Rozadilla, autor de los capiteles corintios de las pilastras interiores, Juan de Répide, maestro de obras entre 1637 y 1661, Sebastián Mardaz Colmenares, autor de las bóvedas de la nave de la epístola y Francisco Tejerina, supervisor y artífice de la bóbeda central.
Apenas edificado un cuarto del proyecto, el 26 de agosto de 1668 el Cabildo consagró el edificio y puso en funcionamiento la parte construida, reducida a tres naves y tres ábsides provisionales a la altura del crucero, alcanzando la mitad de la longitud prevista en el proyecto herreriano.

UNA TORRE CONOCIDA COMO LA BUENA MOZA HASTA 1841

A principios del siglo XVIII se rematan los trabajos de la fachada, en cuyo cuerpo alto Alberto de Churriguera modificó la traza original para adaptarla a los nuevos gustos decorativos del barroco, terminando la obra en 1733 con un cuerpo ornamentado con esculturas y motivos heráldicos que se asienta sobre la base de un colosal arco de triunfo, tal y como aparece en la actualidad. Entre 1703 y 1709, sin ajustarse con fidelidad al proyecto herreriano, se levanta también la torre del lado del evangelio, a la izquierda de la fachada y con función de campanario, sobre un terreno que planteó muchos problemas por la envergadura de la torre y por la proximidad de un ramal del Esgueva que complicaba la estabilidad del terreno.

La torre tenía tres cuerpos de los cuales el superior presentaba grandes vanos abiertos a los cuatro puntos cardinales para la colocación de campanas. Cuando Churriguera remató la fachada, también se incorporó a la torre un cuarto cuerpo ochavado, rematado con cúpula, linterna y aguja, para acoger un mayor número de campanas, al tiempo que el maestro Antonio de la Torre instaló un reloj entre el segundo y tercer cuerpo. El resultado fue una torre descomunal en proporción a las de las parroquias circundantes, como la Antigua, San Martín, El Salvador, etc. Una torre de 57 metros de altura, rematada por una veleta, que tenía una línea bastante estilizada y que era visible desde muchos kilómetros a la redonda, sirviendo de referencia a arrieros y caminantes, que comenzaron a nombrarla con el apelativo popular de “La Buena Moza”.

Pero la Buena Moza había nacido marcada por la tragedia. Ya en 1726 el arquitecto benedictino fray Pedro Martínez tuvo que reparar una serie de grietas al parecer producidas por la deficiente cimentación. En 1746 el fraile arquitecto Antonio de San José Pontones tuvo que repetir la operación y para colmo el 1 de noviembre de 1755 su estructura sufrió graves daños como consecuencia del tremendo terremoto de Lisboa, que puso al descubierto sus deficiencias. El vallisoletano Ventura Pérez, testigo de ese acontecimiento, narra en su Diario de Valladolid que la torre tembló haciendo sonar la campana del reloj y que todos los canónigos tuvieron que salir corriendo ante el estrépito.

Seis años después, en 1761, encontrándose el arquitecto Ventura Rodríguez en Valladolid, fue requerido por el obispo Isidro Cosío y Bustamente para arreglar los desperfectos de la Buena Moza, que encontró como solución trabar las partes afectadas de la torre con grandes cadenas metálicas colocadas a modo de cinchas férreas en el interior, trabajo que fue encargado por el obispo al maestro rejero Rafael de Amezúa, a cuyo taller de Elorrio también había solicitado en ese tiempo la elaboración de la reja del coro de la catedral (hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York). Elaboradas las piezas de forja, el remedio para la consolidación de los sillares fue colocado por el cerrajero vallisoletano Francisco Ruiz y resultó eficaz durante ochenta años, justo hasta la fatídica fecha del 31 de mayo de 1841.

A mediodía de aquel lunes primaveral, después de casi todo un mes de lluvias torrenciales y vientos de mucha fuerza, tras la celebración de los segundos oficios de la Pascua de Pentecostés y estando muchos vallisoletanos participando en la romería del Carmen de Extramuros, arreció un temporal con viento, lluvia, truenos y granizo que no paró hasta las 3 de la tarde. Pero dos horas después, cuando todo estaba en calma, un enorme estruendo conmocionó la ciudad. Se había derrumbado la Buena Moza, cegando con sus escombros la capilla del Sacramento y el cauce del ramal del Esgueva, dejando hecho añicos la fuente y el rollo situados en sus inmediaciones mientras un polvo asfixiante cubría el céntrico entorno. El hundimiento de la torre fue parcial, aunque quedaron afectados todos los cuerpos superiores, cuyos restos amenazaban continuos desprendimientos, lo que hizo personarse a las autoridades civiles y eclesiásticas, que decidieron trasladar con prisas los bienes a iglesias cercanas. También se ocuparon en rescatar, transcurridas 30 horas del suceso, a la campanera Valeriana Pérez, atrapada con vida bajo una viga en la capilla de San Juan Evangelista, que junto a su marido, Juan Martínez, que resultó ileso y pudo ser rescatado con facilidad, tenía su vivienda en la fatídica torre.

A continuación, según los informes periciales, se tomó el acuerdo de derribar los restos de los arruinados cuerpos superiores por su peligrosidad, tarea que se presentaba harto difícil. Para tan arriesgado trabajo se ofreció como voluntario el gallego Francisco González, un presidiario por homicidio que así encontró la forma de redimir su pena. Después de tres meses y medio de labor, el 14 de agosto de 1841 finalizó el desmonte de sillares peligrosos hasta el primer cuerpo y el 2 de enero de 1842 adquirió el aspecto que podemos ver hoy día, siendo visibles los efectos de aquel hundimiento en los resaltes deteriorados de la cornisa, el único rastro de la popular Buena Moza.
Este luctuoso episodio está recogido en un trabajo titulado "Episcopologio Vallisoletano", publicado en 1904 por Manuel de Castro Alonso, canónigo archivero de la catedral, en el que recoge una galería biográfica de los abades, obispos y arzobispos que rigieron esta Santa Iglesia durante más de ocho siglos. 

Pero la historia de las torres catedralicias no acabó aquí. Habría que esperar treinta y nueve años para que se planteara su reconstrucción, un tema que trataremos en otro capítulo porque también aporta datos curiosos sobre la fatalidad que siempre ha rodeado al colosal edificio.

Ilustraciones: 1 Aspecto de la Buena Moza según dibujo de R. Gallardo para la imprenta Fournier. 2 Reconstrucción virtual de la fachada, según el proyecto de Juan de Herrera (colección de estampas publicadas por el diario El Mundo). 3 Maqueta de la catedral en el Museo Catedralicio de Valladolid. 4 Recreación del hundimiento por Juan Carlos Urueña Paredes (1) en la publicación de Miguel Ángel Galguera. 5 Estado de la torre tras el hundimiento de 1841, según dibujo realizado por Ventura García Escobar en 1842 para el Semanario Pintoresco Español. 6 Estado actual de la catedral, con huellas del hundimiento en la cornisa de la base de la torre.

(1) Una fiel reconstrucción virtual de la torre aparece en el libro "Rincones con fantasma", del vallisoletano Juan Carlos Urueña, que ha recreado con ordenador hasta 28 edificios desaparecidos de Valladolid.

Informe y tratamiento de los dibujos: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944651


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