12 de octubre de 2012

Visita virtual: FUENTE DE CIBELES, una ciudad identificada con una diosa


FUENTE DE LA DIOSA CIBELES
Francisco Gutiérrez (1727-1782) y Roberto Michel (1720-1786), sobre proyecto de Ventura Rodríguez
1777-1782
Mármol y piedra
Plaza de Cibeles, Madrid
Escultura neoclásica española


     La llegada al trono español de la dinastía de los Borbones, con la presencia de Felipe V desde 1700, fue determinante para la penetración de las corrientes artísticas europeas que cambiaron el gusto español, especialmente por la llegada de artistas franceses e italianos reclamados para trabajar en los palacios reales, que aportaron las nuevas formas clasicistas que trastocaron el arraigado barroco nacional.

     A la construcción de numerosos edificios de nueva planta relacionados con la Corte, se vinieron a sumar otros muchos de tipo religioso y administrativo, así como obras conmemorativas y fuentes públicas que se convertían en puntos de referencia de la nueva concepción urbanística y donde los escultores ponían en práctica las nuevas tendencias. Un caso ilustrativo es la célebre Fuente de Cibeles, materializada durante el reinado de Carlos III, lo mismo que la cercana y madrileña Puerta de Alcalá.

     El proyecto de embellecimiento urbano fue encomendado al arquitecto Ventura Rodríguez, que realizó el diseño de diversas fuentes destinadas al entramado de Madrid y a ciertos puntos de Boadilla del Monte. El proyecto más ambicioso se localizaba en el llamado Salón del Prado, para el que concibió tres fuentes dedicadas a los dioses mitológicos Cibeles, Apolo y Neptuno, cuya ejecución material encomendó a los escultores Francisco Gutiérrez, Manuel Álvarez de la Peña y Juan Pascual de Mena respectivamente.

     La Fuente de Cibeles fue comenzada en 1777 por el abulense Francisco Gutiérrez Arribas, escultor que, tras realizar su formación en el taller de Luis Salvador Carmona y de ser pensionado en Roma, se había convertido en escultor de cámara de Carlos III como máximo representante del academicismo imperante, autor de obras de tipo religioso, funerario y mitológico-ornamental en distintas localidades españolas.

     Se dice que en principio la Fuente de Cibeles fue concebida para los jardines del palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia), pero desde su adjudicación al escultor su destino fue el conjunto del Salón del Prado, próxima al Palacio de Buenavista y enfrentada a la Fuente de Neptuno, compartiendo ambas una estructura similar.

     En la fuente trabajó Francisco Gutiérrez durante cinco años esculpiendo en mármol de Montesclaros (Toledo) la figura de la diosa entronizada en un carro que es tirado por una pareja de leones, contando con la colaboración del escultor francés Roberto Michel en la elaboración de los animales en el mismo material. El resto del conjunto fue realizado en piedra de la población madrileña de Redueña, próxima a la sierra de La Cabrera. La fuente fue instalada en 1782, aunque pasarían diez años hasta llegar a funcionar todos sus juegos hidráulicos y convertirse en la fuente más monumental de Madrid, que desde el primer momento identificó la imagen de la diosa frigia, encarnación mitológica de la Madre Tierra, con la propia ciudad.

     El conjunto escultórico intenta resaltar el carácter mayestático de Cibeles como benefactora de la agricultura y la fecundidad, presentándola entronizada sobre un carro triunfante, profusamente decorado con motivos clásicos en relieve, que deambula por un paisaje rocoso. Cibeles aparece caracterizada como una reina, revestida por un manto que envuelve su cuerpo formando grandes contrastes lumínicos, con la cabeza al frente, cubierta por una corona con formas almenadas alusivas a Castilla y portando en sus manos un cetro y la llave de la ciudad, motivo de su gran popularidad.

     La fuente incorpora en las figuras de los leones el mito de Hipómenes y la bella princesa Atalanta. Esta última, más veloz que el viento corriendo por bosques y montañas, tuvo multitud de pretendientes, pero su padre condicionó su matrimonio al que le ganara corriendo, jugándose la vida en ello. Después de que muchos aspirantes perecieran en el intento, la bella a inasequible princesa fue pretendida por Hipómenes, que con astucia recurrió a la ayuda de Venus, que le entregó tres relucientes manzanas de oro y el indicó como usarlas en la competición para llamar la atención de la princesa y que se parara a recogerlas, permitiéndole ganar la prueba.

     La seducida Atalanta y el inteligente Hipómenes formaron una pareja enamorada que compartió cacerías y hazañas durante mucho tiempo, aunque imprudentes durante una de sus persecuciones entraron en un santuario de Cibeles y allí gozaron de su amor, hecho considerado como sacrilegio por la diosa, que los transformó en leones y les condenó a tirar eternamente de su propio carro, tal y como aparecen en la fuente madrileña.

     A los pies de la diosa Cibeles un mascarón de gran tamaño esparce el agua en todas las direcciones, siendo recogida en un enorme pilón circundante a ras del suelo. Este diseño, junto a dos sencillos caños que se mantuvieron hasta 1862, convirtieron la fuente en el surtidor oficial de los aguadores madrileños, permitiendo beber a las caballerías en el gran pilón. En 1862 el Ayuntamiento, para facilitar la popular recogida de aguas, cambió los caños originales por las figuras de un oso y un grifo que fueron esculpidas por Alfonso Bergaz (actualmente se conservan en el Museo de los Orígenes de Madrid, ilustración 5).

     Tanto la figura de la diosa como los leones se ajustan a los estrictos postulados plásticos propugnados por la Academia, basados en la tradición de la escultura clásica respecto a las figuraciones, monumentales y grandilocuentes, mientras que su valor urbano, como punto de referencia visual en los nuevos trazados, con el agua convertido en símbolo de fecundidad, sigue la tradición de la Roma barroca.

     Tan popular fuente se trasladó en 1895, en medio de una gran polémica entablada entre el Ayuntamiento de Madrid y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, al actual emplazamiento, con la escultura orientada a la calle de Alcalá y perdiendo su carácter público al ser retiradas las figuras del oso y del grifo y rodeada de una verja que impedía el acceso en un momento en que comenzaba la instalación de agua corriente en las viviendas.

     Con el deseo de aumentar su monumentalidad, aquel año también se añadieron en la parte trasera del carro dos amorcillos, uno que vierte el agua de un ánfora, obra de Miguel Ángel Trilles, y otro que sujeta una caracola, cuyo autor es Antonio Parera. Ya en el siglo XX, primero se incrementaron los juegos de agua, con unos surtidores verticales laterales y otros formando cascadas y después fue iluminada con luz eléctrica decorativa, convirtiéndose en el principal símbolo urbano de Madrid. En 1981 fueron restaurados todos sus elementos.

     El tradicional apego de la ciudad de Madrid por la Fuente de Cibeles quedó patente durante la Guerra Civil española, cuando el monumento fue recubierto de sacos terreros para evitar su deterioro por los disparos y bombardeos. Igualmente la fuente ha inspirado multitud de leyendas urbanas y canciones, hoy convertida su plaza en escenario de grandes celebraciones de todo tipo. Incluso se afirma que el suministro de agua de la Fuente de Cibeles está comunicado mediante una canalización con las cámaras que custodian el oro en el cercano Banco de España, de modo que, en caso de robo, estas quedarían anegadas en cuestión de segundos. ¿Verdad o leyenda urbana?

     Desde 1980 la fuente cuenta con una réplica exacta en la ciudad de México, fruto de una donación de los españoles residentes en el país azteca.

Informe: J. M. Travieso.

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