12 de enero de 2018

Theatrum: DON QUIJOTE ENFERMO, el relato literario como inspiración









DON QUIJOTE ENFERMO
Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña (Valladolid 1840-Madrid 1919)
1905
Óleo sobre tabla
Museo Casa de Cervantes, Valladolid
Academicismo. Género de pintura de historia de la segunda mitad del siglo XIX










En la recreación del estudio de Miguel de Cervantes que existe en la casa que el escritor alcalaíno ocupara con su familia en Valladolid entre 1604 y 1606, figura desde el año 2005 una pintura —en calidad de depósito del Museo Nacional de Escultura— que encuentra su inspiración en el relato literario más célebre de todos los tiempos. Su autor es Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña, un pintor vallisoletano que alcanzaría un destacado lugar en el género de pintura histórica en el panorama español de la segunda mitad del siglo XIX.
Podría decirse que no existe otro lugar más apropiado para encontrar acomodo a este cuadro de formato medio —0,97 x 0,76 m.— debido a que el espacio en que se muestra fue el escenario en que Cervantes experimentó personalmente la satisfacción de ver publicada la primera edición del Quijote en 1605.

UNA ESCENA QUE PLASMA LA ESENCIA CERVANTINA

De inspiración netamente literaria, la escena representa un pasaje referido a la convalecencia de don Quijote que se narra en el capítulo I de la Segunda Parte publicada en 1615 en la imprenta de Juan de la Cuesta en Madrid con el título de El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha. Justamente el momento en que el cura y el barbero, que aparecen sentados en primer término, tras permanecer casi un mes sin verle acuden a visitar al hidalgo que convalece en cama atendido por su ama y su sobrina, que aparecen situadas junto a un ventanal en el fondo de la sala. Tras una conversación en la que don Quijote mantuvo plena su cordura, el cura, para comprobar si su mejoría era verdadera, le anunció que las tropas turcas se aproximaban a las costas españolas, a lo que el hidalgo respondió dando muestras nuevamente de sus desvaríos caballerescos, para desesperación de los dos visitantes y de las dos mujeres: “Cuerpo de tal -dijo a esta sazón Don Quijote-, ¿hay más sino mandar Su Majestad por público pregón que se junten en la Corte para un día señalado todos los caballeros andantes que vagan por España, que aunque no viniese sino media docena, tal podría venir entre ellos que solo bastase a destruir toda la potestad del Turco? Pero Dios mirará por su pueblo, y deparará alguno que, si no tan bravo como los pasados andantes caballeros, a lo menos no les será tan interior en el ánimo; y Dios me entiende, y no digo más".

Miguel Jadraque recrea el escenario con una gran fidelidad histórica y literaria a través de una sala en perspectiva, de paredes encaladas, desde la que se accede a otra situada en un nivel superior a través de una escalera de dos tramos, con antepecho de obra y pasamanos de madera, una disposición similar a la que existe realmente en la casa cervantina vallisoletana en el espacio que está ambientado como comedor. Similar es también el tipo de enlosado a base de baldosas rojizas de barro cocido, dispuestas en "espiga", y el tipo de vigas o jaldetas que cruzan transversalmente el techo. En la pared izquierda se abre una ventana con grandes cuarterones por la que penetra la luz que ilumina el fondo, que tendría otra homóloga fuera de la vista del espectador para iluminar el primer plano, según sugiere la disposición de las sombras.

El espacio está convenientemente amueblado y dotado de objetos para ajustar la narración. El mueble más destacado es la cama, de gran altura según la costumbre de la época, sobre la que se aprecia un cobertor grisáceo, una sábana blanca con los ribetes de encaje y dos almohadas blancas superpuestas. Junto a ella, en primer plano a la derecha, se encuentra una mesa de patas torneadas, casi cubierta por un paño de tonos rojizos, sobre cuyo tablero reposan una jarra de cerámica talaverana, un pequeño plato de loza, un vaso y una botella de vidrio, elementos con los que el pintor establece un escueto bodegón de intenso realismo y gran belleza.

Adosada a la pared del fondo se observa otra mesa, cubierta por un paño con rameados rojizos sobre fondo verde, en la que reposa un escritorio de tipo bargueño —mueble típicamente español— y encima un candil de latón de cuatro piqueras, todo ello con una técnica más abocetada para insinuar profundidad. A su izquierda, sumida en una semipenumbra, se aprecia una alacena esquinera colgada del muro y con celosías en las puertas. Sobre ella se distingue una rueca de hilar, elemento habitual en la actividad femenina. Otra alacena con las puertas cerradas aparece encajada en el muro derecho. El resto del mobiliario son el sillón frailero de tipo castellano sobre el que reposa el cura, con el respaldo y el asiento de cuero ribeteado con tachuelas, y dos sillas con el asiento de enea, una ocupada por el barbero y otra junto a la pared izquierda, sobre la que descansa un paño pardo y un gran sombrero, así como una banqueta de labor junto a las mujeres, que aparece cubierta por un paño azul.


Junto al mobiliario se diseminan distintos elementos decorativos. El más llamativo son las diversas piezas de un arnés colgadas en la pared del fondo a modo de panoplia. Con disposición simétrica se aprecia una celada, dos espadas cruzadas, un peto, un espaldar y dos guardabrazos, todos ellos con refulgentes brillos metálicos. Otros accesorios de ambientación son la cesta de mimbre para la costura, el crucifijo pintado colocado sobre la cama y un pequeño cuadro con un busto masculino.

Pero sobre estos elementos de atrezo destacan las estudiadas actitudes de los cinco personajes. Don Alonso Quijano aparece sentado en la cama, vestido con una saya blanca interior, una camisa verde y un gorro rojo trenzado en lana. Su actitud es declamatoria, sugiriendo sus desvaríos con la colocación de una mano en el pecho, signo de sinceridad, y otra levantada mientras relata sus desvaríos. El resto manifiesta con su gestualidad su preocupación por la recaída de don Quijote. El cura, con sotana negra y bonete, colocado de espaldas al espectador, extiende sus brazos con gesto de decepción y abatimiento ante la reacción del hidalgo. El barbero, vestido con camisa rojiza, jubón pardo, calzones verdosos, medias rojas y zapatos de pala de cuero, con la mano derecha se tapa el oído rechazando la arenga que escucha y con su mano izquierda hace un ademán idicando a don Quijote que pare en sus desatinos.
La preocupación por la febril locura del hidalgo también es compartida por el ama, sentada junto a la ventana vistiendo saya negra, toca blanca y manto negro, y por su sobrina, de pie junto a ella y caracterizada como una joven ataviada al modo de la época con un vestido pardo con mangas abiertas que cuelgan libres. Ambas con gesto de decaimiento y con las manos juntas sobre el pecho en actitud de oración, ajustándose al texto en que la sobrina exclamó: ¡Ay!, que me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!.

En esta pintura Miguel Jadraque utiliza una pincelada pastosa que no impide apreciar los elementos que definen el personal estilo de Miguel Jadraque, como el gusto por la precisión en el dibujo, usado para describir minuciosamente cada uno de los elementos que integran la composición, que parecen ser reproducidos con el virtuosismo de un miniaturista, así como el verismo arqueológico para recrear la época histórica con composiciones completamente originales, algo de lo que el pintor hizo gala a lo largo de toda su carrera.

Miguel Jadraque. Visita del cura y el barbero a don Quijote, 1880
Museo del Prado, Madrid
En la escena se aprecian los más sutiles detalles en carnaciones, paños y texturas de los objetos que testimonian el grado de refinamiento técnico del artista vallisoletano, siempre tamizado por un colorido sobrio, sin estridencias. A ello se suman las estudiadas y equilibradas composiciones, la ambientación luminosa y la caracterización de los personajes, seguramente tomados del natural.  

No obstante, esta pintura vallisoletana es la segunda versión que hizo el pintor sobre el mismo pasaje cervantino, pues en 1880 ya la había anticipado, con un formato ligeramente inferior y una técnica más depurada, en una tabla que actualmente se conserva en el Museo del Prado con el título de Visita del cura y el barbero a don Quijote. En ella apenas varían pequeños detalles, entre otros la actitud más sosegada del barbero, el cambio en el bargueño del fondo por una estantería con libros, los diseños textiles de los cobertores y la inclusión una pintura religiosa en la pared derecha.

Esta pintura del Museo Casa de Cervantes de Valladolid es posible que fuera la que Miguel Jadraque presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908, después de que a la Exposición Internacional de 1892 enviara otro cuadro con el tema de Don Quijote.   

Miguel Jadraque. Don Quijote enfermo, 1905
Museo Casa de Cervantes, Valladolid
MIGUEL JADRAQUE Y SÁNCHEZ OCAÑA, UN PINCEL PARA LA HISTORIA

El virtuoso pintor Miguel de los Santos Jadraque y Sánchez de Ocaña ocupa un puesto principal entre los pintores decantados por el género de pintura de historia en el siglo XIX. Hijo del teniente coronel Lorenzo Jadraque, natural de Campo de Criptana (Ciudad Real), y de la vallisoletana Ildefonsa Sánchez de Ocaña, nació en Valladolid el 5 de julio de 1840 y fue bautizado cinco días después en la catedral. Dando muestras de su inclinación hacia la pintura desde su infancia, en 1855 inició su formación de pintura académica en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid con el pintor Agapito López San Román, junto al que permaneció hasta 1858. Posteriormente se trasladó a Madrid para completar sus estudios con Joaquín Espalter en la Real Academia de San Fernando, donde obtuvo diversos premios, compaginando sus estudios con su práctica como copista en el Museo del Prado.

En 1862 comienza a presentar sus obras en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, como ocurrió con la pintura de temática bíblica La muerte de Aarón, que no fue galardonada. Asimismo, en 1864 presenta el Episodio de la vida del Conde Ansúrez al concurso convocado por la Academia de Bellas Artes de Valladolid, que exigía una recreación histórica de quien se consideraba fundador de la ciudad. Ese mismo año dicha pintura ganaba el primer premio de un concurso convocado por la Diputación de Valladolid, recibiendo como recompensa la beca anunciada para realizar estudios en Roma, donde permaneció becado entre 1869 y 1871. Allí acudía a la Academia Chigi y allí tomó contactos con Rosales y Fortuny, de los cuales comenzó a recibir influencias.

Sala del Museo Casa de Cervantes donde se exhibe la pintura
A partir de entonces su presencia en las convocatorias nacionales fue constante y satisfactoria. En 1871 consiguió la tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con la pintura histórica Presentación de Cisneros a Isabel la Católica, que envió desde Roma y con la que participaría en la selección de pintores españoles de la Exposición Universal de Bellas Artes de Viena de 1873. Una tercera medalla conseguía también con la original escena Una lectura interesante en la Exposición Nacional de 1876, obra protagonizada por un cardenal y un fraile franciscano que se conserva en el Museo del Prado. En 1878 llegaba a conseguir la segunda medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes con la elaborada pintura Carlos V en el monasterio de Yuste, cuadro adquirido entonces por el Estado para ser colocado en el palacio del Senado, aunque actualmente se encuentra en la Cámara de Comercio de Salamanca como depósito del Museo del Prado, donde presenta una escena en la que aparece el emperador Carlos, acompañado por algunos frailes de la comunidad de Yuste, contemplando uno de los ingenios autómatas elaborados por el hispano-milanés Juanelo Turriano, Relojero de Corte.

Miguel Jadraque. Una lectura interesante, 1876
Museo del Prado, Madrid
En ese tiempo también realiza la Visita del cardenal Tavera al estudio de Alonso Berruguete, impresionante recreación que en 1907 una comisión del Senado, donde se encuentra actualmente, aceptó canjear por el anteriormente citado dedicado a Carlos V. Con su residencia y taller en Madrid, su actividad fue incesante, recibiendo en 1879 la encomienda de Isabel la Católica del Ministerio de Fomento. Por entonces continuaba su labor de copista de obras del Museo del Prado, especializado en Bernier y Murillo, y desde entonces continuó concurriendo a las sucesivas exposiciones nacionales hasta 1909.

En la Exposición Nacional de 1881 participó con dos Estudios del natural, en 1884 presentaba la pintura de género Pensando, destinado en 1909 a la Academia de Bellas Artes de Oviedo; en 1885 participaba en una exposición artístico literaria de Madrid con Momentos de inspiración y Fraile en oración. Prueba de que Miguel Jadraque nunca se llegó a desvincular de Valladolid, es la presentación de las pinturas Recuerdos del mundo y A la prueba del reclamo en la exposición organizada en 1890 por el Círculo de Calderón. En 1892 acudía a la Exposición Nacional con las virtuosas pinturas Retrato y Busto de aldeana, y en 1894 presentó Guadajeq-el-Rumí, Amapola, La hija del tío Usía y Consuelito en la exposición organizada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Miguel Jadraque. Carlos V en Yuste, 1878
Cámara de Comercio, Salamanca (Depósito del Museo del Prado)
Plenamente reconocido y gozando de gran prestigio, en 1895 era designado miembro del tribunal calificador, como representante de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado, en la Academia Española de Roma. Una de las últimas pinturas destinadas a la Exposición Nacional de Bellas Artes, fue La visita del cura y el barbero a don Quijote, presentada en 1908 y que actualmente se identifica con la conservada en el Museo Casa de Cervantes de Valladolid. 
Tras dejar una prolífica huella de pintura de historia (con sorprendentes recreaciones de interiores conventuales), de temática costumbrista, de apreciados retratos y un buen catálogo de pintura religiosa, Miguel Jadraque moría en Madrid el 10 de enero de 1919.



Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Fotos de las pinturas del Museo del Prado: © Museo del Prado.  



Miguel Jadraque. El cardenal Tavera visita a Alonso Berruguete, hacia 1884
Palacio del Senado, Madrid

Bibliografía

ARIAS ANGLÉS, Enrique: Miguel Jadraque y Pietro Biassuti.  En In sapientia libertas (escritos en homenaje al profesor Alfonso E. Pérez Sánchez). Museo del Prado, Madrid, 20077, pp. 704-709.

BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid. Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1982.

BRASAS  EGIDO, José Carlos: Dibujos de Miguel Jadraque y Aurelio Arteta en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valladolid. B.S.A.A., tomo LII, Universidad de Valladolid, 1986, pp. 493-501.

BRASAS EGIDO, José Carlos: Pintores castellanos y leoneses del siglo XIX. Junta de Castilla y León, Valladolid, 1989.






Miguel Jadraque. Santa Teresa de Jesús, hacia 1884
Museo del Prado, Medrid



















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