12 de marzo de 2020

Visita virtual: VIRGEN DE BELÉN, cuando la elegancia se funde con el naturalismo














VIRGEN DE BELÉN
Sebastián Ducete (Toro, Zamora, 1568-1621)
Entre 1613 y 1615
Madera de pino policromada
Museo Catedralicio, Zamora
Escultura protobarroca castellana
















A finales del siglo XVI, tras el momento de efervescencia que había supuesto la obra de Alonso Berruguete y de Juan de Juni en el foco de Valladolid, y cuando en la escultura castellana prevalecía la sosegada expresión de la corriente romanista, surgirían dos nuevos e importantes focos creativos que proporcionarían una de las manifestaciones más personales de la escultura española en la transición del Manierismo al Barroco durante los años finales del siglo XVI y los primeros del XVII. Uno de ellos estaba localizado en Valladolid, que conoció un resurgimiento artístico a través de los talleres de Francisco de Rincón y de Gregorio Fernández, que por un tiempo trabajaron asociados. A la muerte prematura del primero, en 1608, la arrolladora personalidad artística del gallego Gregorio Fernández marcaría el rumbo de la escultura castellana desde las secuelas manieristas al más genuino barroco tendente al pleno naturalismo.

Otro importante foco se fue configurando en la ciudad zamorana de Toro, donde en la saga de los Ducete irrumpió la fuerte personalidad de Sebastián Ducete, que al frente del taller familiar tuvo como discípulo a Esteban de Rueda, con el que igualmente trabajó asociado —fundiendo estilos y dotes creativas— hasta renovar el panorama escultórico manierista imperante y convertirse en pioneros de la incipiente escultura barroca castellana.

Aunque por motivos de proximidad geográfica estos dos maestros toresanos no pudieron sustraerse a la potente influencia de los talleres vallisoletanos, con especial incidencia de los modelos de Juan de Juni o Gaspar Becerra, pero también de las innovadoras creaciones que el gallego Gregorio Fernández presentaba desde que se instalara en la ciudad del Pisuerga, Sebastián Ducete, ocho años mayor que aquel maestro, abrió una brecha hacia novedosos planteamientos estéticos que alcanzarían su máxima expresión en la obra de su continuador, Esteban de Rueda, siendo ambos artífices de unas creaciones equiparables en calidad a las de los talleres vallisoletanos, aunque diferentes en su creatividad y poética.

La personalidad de estos maestros toresanos, todavía un tanto desconocidos, fue dada a conocer por el granadino Manuel Gómez Moreno, iniciador del catálogo de sus obras en los años 20 del siglo XX.


Sebastián Ducete del Moral nació en Toro en 1568, en el seno de una familia de modestos escultores, oficio al que se dedicaban su abuelo, su padre Pedro Ducete y su tío Juan, que desde el tercio central del siglo XVI realizaban en el taller de esa villa zamorana un tipo de escultura decantada hacia el romanismo. Sebastián Ducete realizó su primera formación en la tradición manierista del taller paterno, pasando a completar su aprendizaje y perfeccionamiento con algún maestro activo en la zona. Basándose en las influencias estilísticas que presenta su obra se ha apuntado a Juan de Juni, aunque por distintas razones esta hipótesis está descartada. Vasallo Toranzo propone como posibles maestros de Ducete al leonés Bautista Vázquez, seguidor juniano que evolucionó al romanismo, o Juan de Montejo, el principal escultor de la ciudad de Zamora y con inclinación igualmente juniana.
Lo que es seguro es que siendo adolescente, Sebastián Ducete recorrió varios talleres y ciudades a partir de 1585 y hasta los primeros años de la década de los 90. Sabemos que en 1588 se encontraba en Valladolid y que en 1593, al producirse la muerte de su padre, regresó a Toro para hacerse cargo del taller familiar, llegando a colaborar en algunas esculturas con su tío Juan Ducete. El año 1594 realizaba un pequeño y desaparecido retablo para una capilla privada del monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, así como un pequeño Cristo de la Agonía para el convento de Santa Brígida de la misma ciudad.

Izda: Inmaculada Concepción, h. 1612, Seminario de Valladolid
Dcha: Detalle de la Virgen de Belén, 1613-1615, Museo Catedralicio, Zamora
En su taller recibe como discípulo al también toresano Esteban de Rueda, unos 17 años más joven que él, que se inicia como estrecho colaborador y acaba asociándose con su maestro. Comienza entonces una segunda etapa estilística que evoluciona hacia nuevos métodos expresivos orientados a la búsqueda de naturalismo, aun manteniendo recursos manieristas, siendo difícil discernir —todavía en nuestros días— las realizaciones de cada uno de ellos.
Ambos infunden a la escultura un personal estilo que, partiendo de modelos tardomanieristas y manteniendo ecos junianos en la composición —como la línea serpentinata típicamente manierista—, se esmeran en el definición de las anatomías y carnaciones, dotando a sus figuras de un incipiente sentido barroco, elegante y contenido, en el que la expresividad se logra por líneas abiertas, como el despegue de los brazos del cuerpo, así como el uso de voluminosos paños con pliegues duros de aspecto metálico —al igual que lo aplicaría Gregorio Fernández—, lo que supone una importante renovación iconográfica en algunos temas.
Sebastián Ducete. Virgen del Carmen, h. 1600, Convento de Carmelitas Descalzas, Medina del Campo
Se especula que Sebastián Ducete pudiera mantener contactos con algunos artistas de Valladolid, lo que explicaría la interrelación estética existente entre ambos focos. Esto no es descabellado, pues en 1610, cuando contaba 42 años, estuvo en Valladolid testificando en la Real Chancillería en un pleito entablado entre el banquero Fabio Nelli y el escultor Pedro de la Cuadra.

En torno a 1600 Sebastián Ducete realiza diversas esculturas, entre ellas la Virgen del Carmen del convento de Carmelitas Descalzas de Medina del Campo, que con el rostro ensimismado y un Niño con gestualidad de ágil espontaneidad sienta un arquetipo que utilizará posteriormente. 
En 1602 este escultor concertaba un retablo dedicado a San Andrés, encargado por doña Ana de Castro, destinado a la iglesia del Santo Sepulcro de Toro.
Izda: Cristo atado a la columna, h. 1608, Galería Caylus, Madrid (cedido temporalmente al convento de las Sofías de Toro
Centro y dcha: Cristo atado a la columna, 1611, iglesia de San Gil, Burgos
Importante fue el contrato firmado en 1603 para realizar la escultura del retablo mayor del monasterio de Santa Sofía de Toro, de monjas premostratenses, que en 1597 había sido encargado por dicha comunidad al entallador Tomás de Troas y al pintor Alonso de Remesal. El entallador Gaspar de Acosta, sucesor de Troas a su muerte, contrató a Ducete para realizar las figuras de bulto y los relieves, según el deseo de las monjas, que debían sustituir a las pinturas inicialmente previstas. Para este retablo realizó los relieves de la Adoración de los Pastores y las Tentaciones de San Antonio del primer cuerpo y la Adoración de los Reyes y Santa Catalina ante el emperador del segundo, junto a una serie de figuras de bulto, como Santa Sofía y San Norberto, colocados en la calle central, Cristo atado a la columna y San Pedro en lágrimas del primer cuerpo y el San Juan Evangelista del segundo cuerpo, conjunto que fue demorado hasta 1609 por retrasos en los pagos.
Sebastián Ducete. Izda: Dolorosa, 1618-1620, Museo Marés, Barcelona.
Dcha: San Pedro en lágrimas, h. 1618, Museo Marés, Barcelona (Procedente del convento de las Sofías de Toro) 
De este conjunto, seguramente para paliar las carencias comunitarias, las esculturas de San Pedro en lágrimas y Cristo atado a la columna fueron puestas a la venta en el Rastro de Madrid, siendo comprada la primera en 1932 por Frederic Marés, en cuyo museo barcelonés aún permanece, perdiéndose el rastro de la segunda hasta que fue subastada en Barcelona en 2013 y adquirida por la Galería Caylus de Madrid, que temporalmente la ha cedido al convento toresano de las Sofías.
     El Cristo atado a la columna muestra el personal estilo del escultor en cuanto al tratamiento mórbido de la anatomía, la inestabilidad corporal, el acusado contrapposto, las anchas caderas, el característico tratamiento del cabello a base de tirabuzones y la emotividad del rostro. En 1611 Ducete, por encargo de la Cofradía de la Vera Cruz, tallaba otra versión de Cristo atado a la columna para el convento de San Francisco de Burgos. Desaparecido éste en la Desamortización, pasaría a la iglesia burgalesa de San Gil, donde actualmente se encuentra. En ella repite el uso de la columna completa y acentúa el movimiento manierista de la pulcra anatomía, presentando en el paño pliegues duros de aspecto metálico.

Sebastián Ducete. Sagrada Familia con Santa Ana, Museo de Arte Español Enrique Larreta, Buenos Aires
Si en 1609, junto a Esteban de Rueda, concertaba la escultura del retablo del convento del Carmen de Salamanca, entre 1610 y 1615 los dos escultores realizaban el retablo mayor de la iglesia de Santiago de Tordehumos (Valladolid), datándose hacia 1612 la bella Inmaculada Concepción que era la imagen titular del retablo mayor de la arruinada iglesia de Santa María de Villalar de los Comuneros (Valladolid), obra depositada en 1956 en el Seminario Mayor Diocesano de Valladolid, cuya cabeza y disposición de manos repite en la Virgen de Belén.
Entre 1619 y 1620 trabajaban en el retablo del monasterio del Carmen Calzado de Medina del Campo, trasladado en el siglo XX al Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid, donde en 1941 fue alterado por el escultor Félix Granda. En 1620 Sebastián Ducete ejercía como tasador del retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (Valladolid), obra de Gregorio Fernández.

En 1621, cuando apenas superaba los 51 años, se producía la prematura muerte de Sebastián Ducete, hecho que impidió que se convirtiese en uno de los escultores más importantes de la escultura barroca castellana. A su muerte, Esteban de Rueda continuaría trabajando en solitario durante ocho años.

LA VIRGEN DE BELÉN             

Esta exquisita escultura de 60 cm. de altura, que representa a la Virgen, de medio cuerpo y adorando al Niño, fue realizada por Sebastián Ducete entre 1613 y 1615 para una capilla de la iglesia de San Marcos de Toro, donde fue objeto de una gran devoción y receptora de exvotos, especialmente por parte de las toresanas parturientas. Cuando esta iglesia fue derribada en el siglo XIX, la obra fue trasladada al convento de Santa Clara de Toro, siendo vendida por las clarisas a Bartolomé Chillón, arcipreste de la catedral a Zamora, que en su testamento de 1946 dispuso su donación a la seo zamorana. Actualmente se expone en el Museo Catedralicio.

El grupo, de atractiva plasticidad, repite en bulto redondo el modelo creado por Sebastián Ducete en el relieve de la Adoración de los Pastores del retablo mayor de la iglesia de Santa Sofía de Toro, presentando igualmente similitudes en el tratamiento de la cabeza, la disposición de los brazos y el trabajo de los pliegues con la Inmaculada Concepción realizada un año antes para Villalar de los Comuneros (actualmente en el Seminario de Valladolid).
La composición ya es netamente barroca en cuanto evita la frontalidad y acentúa la contraposición de los miembros de las figuras, procurando con sus volúmenes en distintos planos un efecto pictórico de fuerte claroscuro. Ajenas a movimientos aparatosos y excesivamente teatrales, las figuras ofrecen un ambiente intimista mediante el equilibrio y la contención, con un alto contenido emocional en el cruce de miradas entre la Virgen y su Hijo.

Tallada en madera de pino, algo inusual en el taller de Ducete, presenta a la Virgen con los brazos desplazados hacia la izquierda para poder contemplar, en gesto de oración con las manos unidas, la rolliza figura del Niño, que colocado en la base en posición horizontal participa del característico desenfado y vitalismo que presentan las figuras infantiles de este escultor.

La Virgen, de semblante juvenil, viste una camisa —sólo visible en los puños—, una túnica de cuello redondeado y un tocado fruncido que en parte es cubierto por el manto, que apoyado en los hombros cae por la espalda replegándose hacia dentro en el frente, creando un sugestivo juego de volúmenes. En los numerosos pliegues que forman los paños prevalece el característico aspecto alatonado. Característico también es el tratamiento de los cabellos, a base de voluminosos rizos afilados que dejan mechones afilados sobre la frente y las sienes, cayendo sobre los hombros en forma de tirabuzones puntiagudos. Su rostro es ovalado, con ojos rasgados, nariz recta, boca pequeña, con las comisuras bien delineadas y mentón prominente, con un aspecto de ensimismamiento al dirigir su mirada al Niño, como presagiando su trágico destino.  

En el estudio de esta escultura preciosista, Manuel Gómez Moreno la vinculó en su catálogo a Gregorio Fernández, siendo José Navarro Talegón quien identificó su estilo con la obra de Sebastián Ducete y Esteban de Rueda. Más recientemente, Luis Vasallo Toranzo ha estimado que esta escultura puede considerarse como trabajo exclusivo de Sebastián Ducete.

La Virgen de Belén, por iniciativa del Cabildo de la catedral de Zamora, ha sido sometida a una restauración integral que ha permitido su regreso al Museo Catedralicio en 2016 con todos su valores estéticos recuperados, habiéndose eliminado repintes de las carnaciones, recompuesto tres dedos del Niño y dos de la Virgen y la limpieza de su rica policromía, poniendo al descubierto un hueco frontal en la peana que indica que el grupo tuvo función de relicario. En la zona del cuello de la Virgen se han saneado rozaduras que posiblemente fueron producidas por la colocación de pendientes largos, al estilo de los que usaban las mujeres toresanas.

La Virgen de Belén es una muestra excepcional de la riqueza de la escuela escultórica toresana en los albores del barroco castellano.  


Informe y fotografías: J. M. Travieso.

Retablo del Convento de Santa Sofía, Toro

BIBLIOGRAFÍA

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HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: Nuevas atribuciones a los Maestros de Toro, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, 43, 2008, pp. 35-40.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Tomo II, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1971.

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NAVARRO TALEGÓN, José: Escultura de la Virgen de la Leche, Catálogo exposición El Arte en la Iglesia de Castilla y León / Las Edades del Hombre, Valladolid, 1988, pp. 291-292.

NIETO GONZÁLEZ, José Ramón y CASASECA CASASECA, Antonio: Aportaciones al estudio de Sebastián de Ucete y Esteban de Rueda, BSAA, XLII, 1976, pp. 325-332.

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VASALLO TORANZO, Luis: Sebastián Ducete y Esteban de Rueda. Escultores entre el Manierismo y el Barroco, Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”, Salamanca, 2004.

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