16 de julio de 2020

Visita virtual: ADORACIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, civitas Dei, civitas terrena














LA ADORACIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Albero Durero (Núremberg, 1471-1528)
1511
Óleo sobre tabla
Kunsthistorisches Museum, Viena
Pintura renacentista alemana















La pintura en el Kunsthistorisches Museum de Viena 
Esta tabla, que representa la Adoración de la Santísima Trinidad, está considerada como la obra maestra de Alberto Durero, máximo representante del Renacimiento alemán. Por su planteamiento temático y el momento en que fue realizada, algunos autores la equiparan con algunos trabajos de Rafael, especialmente con el fresco de La Disputa del Sacramento que pintara en 1509  en la Stanza della Signatura del Palacio Apostólico del Vaticano.

En el año 1501, el comerciante Matthias Landauer, enriquecido por el floreciente negocio de venta de productos de su fundición de cobre, fundó en Núremberg la Casa de los Doce Hermanos (Zwölfbrüderhaus), institución benéfica destinada a recoger a doce artesanos necesitados en su vejez. Según informa el historiador austriaco Moritz Thausing en su estudio Alberto Durero, en 1507 el asilo se amplió con la construcción de una capilla, trazada por el arquitecto Jam Behaim el Viejo, que estaba dedicada a Todos los Santos. Para presidir dicha capilla, en 1508 Matthias Landauer encargó a Durero un pequeño retablo que sería colocado "entre dos columnas y frente al gran ventanal".

Un año antes, Alberto Durero había regresado de su segundo viaje a Venecia, donde le había causado sensación la innovadora pintura renacentista. Por este motivo, en lugar de plantear el habitual altar alado del gótico tardío, eligió una forma más moderna e innovadora, que ajustándose a la advocación de la capilla representaba el tema de la Adoración de la Santísima Trinidad, centro de atención de un gran número de santos celestiales y personajes terrenales, la pintura con mayor número de figuras de cuantas realizara el pintor.    

Matthias Landauer, que acabaría sus días en el asilo por él fundado, encargó como marco una moldura, también diseñada por Durero, con una representación del Juicio Final. Según detalla Angela Ottino en La obra pictórica completa de Durero, fue tallada en Núremberg por el Maestro de la Madonna de Núremberg, cuya identidad se desconoce. Más tarde, en 1585, Rodolfo II de Habsburgo adquirió la obra sin el marco, que actualmente se conserva en el Museo Nacional Germano de Núremberg (Germanisches Nationalmuseum), de modo que nunca más pintura y marco se han vuelto a ensamblar.

La pintura fue realizada en Núremberg en 1511 para la fundación caritativa en base a dos presupuestos. Por un lado, como exaltación de la virtud de la caridad, acorde con los motivos fundacionales del asilo, aludiendo a la salvación de todas las penas por el misterio del sufrimiento divino. Por otro, tomando como fuente de inspiración la filosofía de San Agustín. Asimismo, el pintor plantea la representación en dos registros, uno superior, de carácter celestial, y otro inferior más terrenal, para cuya composición Moritz Thausing encuentra el origen en una fuente literaria: la Civitas Dei de San Agustín. 
Esta opinión es compartida por Otto Benesh en La pintura alemana: de Durero a Holbein, donde desarrolla la teoría del santo filósofo: "La civitas Dei, fundada por Abel y gobernada por Cristo, vive a medias entre el cielo y la Tierra, mezclada con la civitas terrena, fundada por Caín y gobernada por el demonio. Sólo después del Juicio Final se llegará al verdadero y único estado de Dios". Si las dos primeras ideas son recogidas en la pintura, la alusión al Juicio Final se reflejaría en el marco.

Alberto Durero realiza una composición de contenido simbólico, basada en la simetría, cuyos registros superior e inferior comparten la atemporalidad al presentar a decenas de personajes entre nubes. En el registro superior se representa la Civitas Dei, que aparece presidida por las tres figuras de la Santísima Trinidad sobre el eje central, que como titulares dan nombre al cuadro.

LA PARTE CELESTIAL

La Trinidad
El Espíritu Santo, que está simbolizado por la paloma, siguiendo la tradición cristiana, aparece entre resplandores en la parte superior. A los lados está rodeado por un coro de numerosos querubines. Por debajo se encuentra la solemne figura de Dios Padre con vestiduras imperiales y sentado sobre el arco iris, un motivo que el pintor repitió en su cuarto grabado. Dos ángeles colocados a los lados le sujetan reverencialmente el manto, bajo el que se descubre la imagen de Cristo crucificado que sujeta con los brazos extendidos, figura que completa el Trono de Gracia que protagoniza la pintura. Las referencias a la Pasión se continúan a los lados con grupos de ángeles que portan los flagelos, la columna, la lanza con la esponja, la lanza que hirió el costado, etc.

Cortejo de santas
En la parte izquierda del ámbito celestial aparece un cortejo de santas, mártires y vírgenes que contemplan la imagen de la Trinidad y que está encabezado por la figura arrodillada de la Virgen María, revestida por una túnica y un amplio manto azul, coronada y sujetando una palma. 
La Madre de Jesús adquiere el valor de intercesora de la humanidad. A su lado se identifica a Santa Inés, patrona de los adolescentes, por el cordero que porta en su brazos, en alusión al origen etimológico de su nombre, derivado del latín agnus (cordero). Junto a ella se encuentra Santa Dorotea, que porta el cesto de manzanas alusivo al milagro que protagonizó. Detrás de la Virgen se distingue a Santa Catalina, que muestra los atributos tradicionales, la rueda dentada con que fue martirizada por el emperador Majencio y la espada de su decapitación. Detrás de ella, en la comitiva está Santa Bárbara, que como atributos identificables porta un cáliz y una hostia. Sigue un séquito de múltiples santas portando palmas en variadas posiciones.

Cortejo de santos
Equilibrando la composición, en el lado opuesto a las santas aparece un cortejo de santos, profetas y reyes del Antiguo Testamento. El aparecer en la comitiva hombres y mujeres hizo que la pintura fuera conocida popularmente como Retablo de todos los santos. El grupo está presidido por San Juan Bautista, que en su papel de intercesor junto a la Virgen y en presencia de Cristo establece la Déesis. Viste una rústica túnica de piel y un manto verde. 
El personaje colocado a su derecha se identifica con el profeta Zacarías, que ya fue pintado en el Políptico de Gante por el pintor flamenco Jan van Eyck, predecesor de Durero, con una capa de armiño como la que luce en esta pintura. Detrás de San Juan Bautista es reconocible el rey David, que aparece tañendo el arpa, y entre ellos Moisés, el máximo profeta del judaísmo, que aparece representado como un anciano de larga barba, con la cabeza cubierta y un manto azul, mientras porta las Tablas de la Ley. Al fondo aparece un nutrido cortejo de bienaventurados, incluyendo un personaje colocado a la derecha y vestido de rojo que, según Thausing representa a la Iglesia luchadora y sufriente.

LA PARTE TERRENAL

El registro inferior adquiere un carácter terrenal, aunque todos los personajes pululan entre nubes, elevados sobre el paisaje real representado en la parte de abajo. 
Este grupo se interpreta como una representación de la comunidad cristiana sagrada y secular, con la peculiaridad de que en ella Durero, como apunta Wilhelm, no sólo representó en este espacio a frailes, monjas, cardenales, papas, reyes, emperadores, caballeros y damas de la nobleza, sino también a campesinos —uno porta un utensilio de la trilla— y representantes de distintos estamentos, lo que convierte la obra en la expresión de una nueva humanidad con un enfoque de nueva piedad como miembros del "reino de Dios".

En este grupo el pintor incluye a varios miembros de la familia Haller von Hallerstein, mecenas del pintor en multitud de ocasiones, identificándose en la parte izquierda a varias mujeres de esta familia. Junto a ellas, y junto a un barbudo fraile franciscano, aparece retratado casi de espaldas Matthaus Landauer, el comerciante que encargó la pintura, figura con cabello largo, ralo y canoso que adopta un gesto de humildad con una piel en sus manos. Junto a él, e invitándole a unirse al grupo, se encuentra un cardenal arrodillado que con su posición de espaldas contribuye a configurar un corro que representa una visión ideal de la Iglesia entre los habitantes de la Tierra. 
A su lado se colocan dos pontífices, uno de ellos colocado de espaldas en primer plano, revestido con una rica capa pluvial de brocados y mitra de triple corona, que se identifica con Julio II, que ocupaba el trono pontificio cuando se realizaba la pintura. Este papa fue quien encargó a Rafael los frescos de La Escuela de Atenas y La Disputa del Sacramento en la Estancia de la Signatura del Vaticano.

El corro se continúa en la parte derecha, figurando al frente del grupo la figura de un emperador coronado, lujosamente vestido con un manto de oro y pieles y luciendo un collar sobre el pecho, que algunos identifican con Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico cuando se realiza la pintura. A su lado, de rodillas, en actitud orante, coronado y con un manto rojo, aparece otro emperador que se interpreta como la simbólica figura de Carlomagno, junto al que se encuentra, igualmente arrodillado, Wilhelm Haller, yerno del mecenas Haller, que aparece retratado luciendo una rica armadura dorada. Por detrás de estos personajes destacados, se observan algunos reyes y un grupo en el que se funden burgueses, uno de ellos con un sombrero de copa, junto a figuras de aldeanos y damas con llamativos tocados. En el extremo derecho se encuentra una enigmática dama burguesa, ataviada con un lujoso vestido rojo, un gran collar y un sofisticado tocado,  que aparece con el rostro vendado, una figura insólita cuya significación nadie ha sabido explicar.

El paisaje, el pintor y la firma
Bajo el grupo anterior, en la franja que recorre la base, aparece representado un extenso y luminoso paisaje cuyo centro está ocupado por un enorme lago que algunos autores identifican con el lago Garda, al norte de Italia. En la parte derecha, en las estribaciones de una pequeña colina, aparece un autorretrato de Durero de cuerpo entero en el que, con una escala reducida, aparece mirando al espectador con barba y una larga melena rubia, cubierto por una lujosa capa con cuello de piel y un gorro rojo. Con su mano derecha sujeta una cartela de madera en la que, junto a su anagrama personal, con el que firmaba sus grabados, aparece la firma del cuadro detallada en la inscripción "ALBERTVS DVRER NORICVS FACIEBAT ANNO A VIRGINIS PARTV 1511".



Esta magnífica pintura, para algunos la obra más solemne del maestro, está considerada como la última glorificación de la Iglesia católica romana antes de la Reforma.



Informe y estudio iconográfico: J. M. Travieso.

Fotografías tomadas de la web del Kunsthistorisches Museum de Viena.






Firma y autorretrato de Alberto Durero, 1511
































Detalle del autorretrato de Durero, 1498, Museo del Prado, Madrid
(Foto Museo del Prado)













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