PINTURAS MURALES DE GAZEO
Anónimo
Siglo XIV
Pintura al fresco con retoques al
temple
Iglesia de San Martín de Tours,
Gazeo (Álava)
Pintura gótica. Estilo lineal
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La Trinidad o Trono de Gracia en el ábside |
La pequeña población de Gazeo, situada en la comarca de la Llanada Alavesa,
apenas a 20 kilómetros de Vitoria, es atravesada por un ramal secundario del
Camino de Santiago, conocido como Camino Vasco o Vía de Bayona, cuyo curso
sigue parte de la antigua calzada romana que unía Burdeos con Astorga y que
descendiendo desde Irún atravesaba Vitoria y Miranda de Ebro, entroncando con
la Ruta Jacobea en tierras burgalesas.
En esta pequeña aldea, en el siglo XIII fue levantado un templo románico
dedicado a San Martín de Tours del que quedan algunos restos testimoniales,
pues a lo largo del tiempo sufrió numerosas intervenciones que modificaron su
aspecto original, aunque mantiene la estructura característica de una iglesia
rural, con una única nave y un ábside semicircular precedido de un tramo recto.
Se conservan fotografías del siglo XX que muestran los diferentes añadidos de
otras épocas, tanto en el interior como en el exterior, aunque las modificaciones
más significativas se produjeron en la agresiva restauración a que fue sometido
el templo hace unas décadas, momento en que se recrearon elementos románicos en
la portada y la ventana sur del ábside.
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La Trinidad en el cascarón del ábside |
Actualmente, el mayor interés de la iglesia de San Martín radica en su
interior, en cuyo presbiterio fue colocado un retablo barroco con San Martín de
Tours como imagen titular, así como pinturas murales en el cascarón del ábside que
representaban una gloria abierta al gusto barroco. Sin embargo, la iglesia
preservaba oculta una gratificante sorpresa que sería desvelada fortuitamente
en 1967.
El 7 de septiembre de aquel año Juan José Lecuona, párroco de la iglesia
de Gazeo, junto a Rafael de Eulate, decidieron inspeccionar varias iglesias de la
comarca en busca de obras de destacado valor artístico. Subidos ambos a una
escalera colocada junto al antiguo retablo barroco, pudieron comprobar la
existencia de pinturas murales en el muro absidial que este ocultaba,
comunicando el hallazgo a la diócesis y a la diputación foral de Álava.
Posteriormente la información llegó a un restaurador del Museo del Prado, que
acudió a Gazeo para valorar el descubrimiento, y a José Gudiol Ricart,
historiador y especialista en pintura, en ese momento Director del Instituto
Amatller de Arte Hispánico que él mismo había fundado en Barcelona, que realizó
un informe en el que recomendaba que fuera retirado el retablo barroco para
dejar al descubierto las pinturas del ábside, así como proceder a su
restauración lo antes posible.
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Santos y ángel turiferario en el cascarón del ábside |
Así se hizo, quedando al descubierto un ciclo de pinturas góticas que
constituyen uno de los conjuntos más importantes de pintura mural medieval no
sólo del País Vasco, sino también de España, además con un aceptable estado de
conservación. El ciclo presenta un programa completísimo de carácter catequético,
ajustado a la religiosidad del siglo XIV, con profusión de detalles narrativos
y aleccionadores, en cuya ejecución el desconocido artífice utilizó la técnica
del fresco, con algunos detalles al temple, siguiendo el incipiente estilo
gótico lineal de origen francés en el que las líneas maestras aparecen
remarcadas con trazos oscuros, aunque los modelos iconográficos y su inspiración
estética todavía sean deudores de los modelos románicos.
LA ICONOGRAFÍA
DE LAS PINTURAS MURALES DE GAZEO
Al igual que ocurriera en la pintura románica, el motivo principal ocupa
el cascarón del ábside, donde dentro de una gran mandorla cuadrilobulada
aparece el Thronum Gratiae (Trono de Gracia), un modo de
representar a la Santísima Trinidad que tuvo buena aceptación en la Baja Edad
Media, con la figura entronizada de Dios Padre sujetando entre sus piernas a
Cristo crucificado y con la compañía del Espíritu Santo en forma de paloma, que
en este caso se ha perdido.
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Santos y ángel candelero en el cascarón del ábside |
Mientras que Dios Padre sigue un trazado simétrico
de raigambre románica, con voluminosa cabellera, túnica y un amplio manto, flanqueado
por dos ángeles que sujetan filacterías y otros dos sosteniendo el nimbo, la
figura de Cristo responde a los cánones góticos más evolucionados, con el
cuerpo arqueado, los brazos flexionados, las piernas cruzadas y la cabeza, que
aparece coronada, ligeramente inclinada. La búsqueda de movimiento y naturalismo
queda reforzada por el tratamiento del perizoma, que le cubre de cintura a
rodillas, y por el aspecto leñoso del madero de la cruz. La composición
presenta, al igual que todo el conjunto, una jerarquización de tamaños que
responde a un convencionalismo medieval por el que las figuras más importantes
se representan con una escala superior. La representación de la Trinidad, o visión
beatífica del rostro de Dios en el paraíso celestial, se presenta como
enseñanza principal del conjunto de frescos.
Fuera de la mandorla, el espacio del cascarón se articula en tres
registros —siguiendo una tradición heredada de los beatos mozárabes—, separados
por franjas con inscripciones identificativas, en los que se colocan ángeles turiferarios
y candeleros junto santas vírgenes y santos arrodillados en actitud de
adoración perpetua, los del registro inferior bajo arquerías lobuladas y
coronadas por formas arquitectónicas que simbolizan edificios.
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Crucifixión, parte izquierda del ábside |
Por debajo del cascarón, separado por un friso con decoración espigada y
una pequeña cornisa, aparece una franja que ocupa todo el espacio curvilíneo
del ábside, en cuyo centro se abre una ventana abocinada de medio punto. A los
lados de ésta aparecen representadas escenas de diferente composición. La parte
izquierda está ocupada por una Crucifixión de gran formato en la
que aparece una estilizada figura de Cristo sobre la cruz que responde al
modelo gótico, con tres clavos, el cuerpo serpenteante, la cabeza inclinada
hacia el hombro derecho y con nimbo, los brazos inclinados sugiriendo el peso,
las piernas cruzadas artificiosamente y un perizoma anudado en la cintura que
llega hasta las rodillas. Sobre lo alto de la cruz, que presenta un aspecto
leñoso, aparece colgado en el dorso el letrero del “Inri”, junto al que
aparecen las figuras nimbadas de los arcángeles San Gabriel y San Rafael portando
escrituras.
A los lados de Cristo, y sobre un fondo neutro de color azul, se encuentran
las expresivas figuras de Estefatón, que le acerca a los labios una
esponja impregnada en vinagre, y Longinos, que clava su lanza en el
costado para certificar su muerte. En los extremos, cerrando la composición, se
colocan las figuras de la Virgen, que con ademanes delicados recoge su
manto con gesto de resignación, y San Juan, que porta un libro y expresa
su dolor apoyando su rostro sobre la mano derecha, un convencionalismo muy
difundido en el arte gótico. La presencia de estas dos figuras configura un Calvario
en el que se patentiza la habitual jerarquía de tamaños y cuya finalidad es
manifestar la redención de la humanidad con el sacrificio de Cristo.
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Detalle de la Crucifixión |
En el interior de la ventana abocinada situada en el centro, aparecen
dos personajes que complementan la secuencia de la Crucifixión. Son dos sayones
portando mazas con las que, según el evangelio de San Juan, quebraron las
piernas de los dos ladrones, Dimas y Gestas.
En la parte derecha, estableciendo un contrapunto al tema de la Crucifixión,
se representa la escena de la Psicostasis o pesaje de las almas,
una iconografía ya presente en el mundo egipcio que en este caso alude al
Juicio Final. El tema se desarrolla con la colocación de cuatro figuras ante un
fondo liso azul-verdoso y bajo arquerías lobuladas rematadas con torres que
aluden a la Jerusalén celestial. El protagonismo recae en el arcángel San
Miguel, que aparece doblemente representado en la parte central. En un caso
pesando las almas y luchando contra el demonio que trata de desequilibrar la
balanza, al que clava una lanza en la boca, y en otro entregando la corona a
los salvados, representados como jóvenes con cuerpos desnudos que son
conducidos al seno de Abraham, cuya monumental figura, homologada a la
de Cristo, aparece bajo el arco izquierdo con cinco almas coronadas entre sus
brazos. En el extremo derecho, ratificando la lucha entre el bien y el mal, se
encuentra Santa Marina, que aparece victoriosa con un demonio encadenado
colocado bajo sus pies.
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Crucifixión. Detalle de Estefatón acercando la esponja |
En otra franja que recorre la parte inferior del ábside, realizada en
una intervención del siglo XVI, aparece como elemento decorativo un trampantojo
que simula casetones en tonos grises, ornamentados con círculos que en su
interior albergan flores de cuatro pétalos.
La citada figura de Santa Marina enlaza con escenas referidas al
inframundo colocadas en el muro derecho del presbiterio. Sobre un zócalo
decorado con azulejos fingidos, ornamentados con semicírculos en tonos ocre y
negro, aparece la impactante escena de un ángel conduciendo a ocho condenados,
uno de ellos encadenado por un demonio, hacia las fauces de Leviatán, que les
va engullendo sin piedad. Esta escena se continúa en un nivel superior, a la
altura de la ventana meridional, con una caldera hirviente, colgada de un
enorme gancho, a la que son arrojados los condenados por maliciosos demonios, asomando
en su interior las cabezas más de veinte de ellos que sufren el castigo eterno
en el Infierno, representando a todos los pecados capitales.
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Crucifixión. Detalle de la Virgen |
De las pinturas de la parte inferior del muro norte, situado a la
izquierda, sólo se ha conservado el friso con inscripciones que identificaba
las escenas, entre las que se cita a Herodes, la Huída a Egipto y
la Presentación en el Templo, completándose el ciclo referido a la
infancia de Cristo con las escenas que se encuentran bajo la cornisa que recorre
el tramo recto del presbiterio, que aparecen bajo arquerías lobuladas,
separadas por finas columnas con capitel, rematadas por pequeñas torres, del
mismo modo que en las miniaturas, y recorridas en la parte superior por otro
friso con inscripciones góticas que identifican las escenas. En ellas aparece
un grupo de cuatro discípulos, la Anunciación, la Visitación de
la Virgen a su prima Santa Isabel y la Natividad del Señor, en todos los
casos con las figuras delineadas sobre un fondo azul.
A partir de la cornisa se inicia un nuevo ciclo dedicado a la vida
pública de Jesús, a la Pasión y la Resurrección que ocupa toda la bóveda
apuntada. En el registro más bajo aparecen bajo arquerías lobuladas triadas de
santas arrodilladas, en actitud de oración, que dirigen su mirada hacia el
cascarón del ábside. En el siguiente registro, bajo el mismo tipo de arquerías,
se narran distintos milagros obrados por Jesús, como la resurrección de Lázaro,
dando paso a un ciclo de la Pasión que comienza en un registro colocado encima
con la representación, bajo las correspondientes arquerías, de la Entrada de
Jesús en Jerusalén, la Última Cena y el Lavatorio de los pies.
La escena de la Cena incluye múltiples detalles anecdóticos, como utensilios
sobre la mesa en forma de platos, jarras y copas, tres fuentes con pescados y
la figura de Judas ocultándose en primer término.
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Ventana con figuras de sayones con mazas |
La serie continúa con las escenas del Descendimiento, el Entierro
de Cristo y el Santo Sepulcro, a las que siguen en el lado derecho
de la bóveda el Ángel mostrando a las Santas Mujeres el sepulcro vacío y
la Aparición de Jesús a la Magdalena, que se postra a sus pies al
escuchar “Noli me tangere”. Todo el registro siguiente está dedicado a la Anástasis
o bajada de Cristo a los infiernos o Limbo de los Patriarcas, un pasaje
cristiano fundamentado en el discurso de San Pedro en los Hechos de los
Apóstoles. En la escena aparece la figura de Cristo resucitado frente a las
fauces de un gran monstruo, que a modo de puerta infernal antecede a las
figuras de los patriarcas que se encuentran en los dos espacios contiguos.
Para finalizar esta descripción iconográfica nos referiremos al registro
situado sobre la cornisa del muro derecho, donde, guardando simetría con el
muro izquierdo, aparecen bajo las arquerías triadas de santos o bienaventurados
arrodillados que alternan los colores blancos y púrpuras de sus mantos y que
mantienen un ademán de oración, todos ellos orientados hacia la escena central
del ábside.
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Ventana con figuras de sayones con mazas |
Una de las mayores virtudes que presenta el conjunto pictórico,
realizado en los albores del siglo XIV, es su perfecta estructuración, con la
visión celestial de la Trinidad representada en la bóveda de horno del
ábside, bajo la que aparecen los temas relativos a la Redención, sintetizados
en la Crucifixión de la parte izquierda del ábside, y al Juicio Final en
la parte derecha, donde el peso de almas realizado por San Miguel
conecta directamente con las escenas infernales situadas en la parte baja del
lado derecho del presbiterio, que quedan a la altura de los ojos del
espectador, mientras en el lado opuesto se despliega toda una catequesis en
imágenes que narra la vida de Cristo, desde el Nacimiento a la
Resurrección y Bajada a los Infiernos.
También son destacables los efectos expresivos de las escenas y
personajes a partir de un dibujo muy elemental, con cabezas, manos y pies muy
estereotipados que los pintores aprendían por repetición. En todo el ciclo se repiten
tres o cuatro posiciones de pies —con los dedos arqueados— y manos; otro tanto
ocurre con los pliegues interiores de los ropajes, la mayoría abocetados con
color rojo. Sin embargo, a pesar de la escasez de recursos plásticos, la
utilización de estos de forma ingeniosa consigue infundir un gran dinamismo a
las representaciones.
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Psicostasis o pesaje de las almas por San Miguel |
En la realización de los fondos es posible que se utilizara el “azul de
Alemania”, que aplicado en los ciclos medievales suele tornarse en verdoso. En
el conjunto de Gazeo se utilizó una técnica mixta, apreciándose la diferencia
entre las partes pintadas al fresco y las aplicaciones al temple. Un caso muy
evidente se puede comprobar en la figura de Abraham, donde en la parte inferior
del manto el tono ocre queda cortado apreciándose sólo un fondo rojo. Esto
ocurre porque el color ocre aplicado al temple se ha perdido, quedando visible el
trazado abocetado en rojo aplicado al fresco.
Informe y fotografías:
J. M. Travieso.
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Pesaje de las almas. Detalle de Abraham y San Miguel |
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Pesaje de las almas. Detalle de San Miguel |
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Pesaje de las almas. El demonio desequilibrando la balanza |
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Zócalo con casetones en el ábside, siglo XVI |
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Muro dcho. del presbiterio. Condenados conducidos al Infierno |
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Caldera con condenados en el Infierno |
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Detalle de condenados en la caldera: pecados capitales |
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Muro izdo: Discípulos, Anunciación, Visitación y Nacimiento |
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Escenas de la vida de Cristo y de la Pasión en la bóveda |
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Detalle de la Última Cena |
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Escenas del Descendimiento, Entierro de Cristo, Santo Sepulcro, Ángel mostrando a las Santas Mujeres el sepulcro vacío y Aparición de Jesús a la Magdalena (Noli me tangere) |
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Bajada de Cristo a los infiernos y santos adorando |
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Interior de la iglesia de San Martín de Gazeo (Álava) |
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Exterior de la iglesia de San Martín de Gazeo ( Álava) |
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Fotografía anterior a 1967 con el retablo barroco que ocultaba las pinturas |
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