5 de febrero de 2024

Theatrum: SAN ISIDRO LABRADOR, un arquetipo para el patrón del campo







SAN ISIDRO LABRADOR

Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, 1576-Valladolid, 1636)

Hacia 1629

Madera policromada

Iglesia de Santa María de la Asunción, Dueñas (Palencia)

Escultura barroca. Escuela castellana

 

 






ANÓNIMO. Santos canonizados el 12 de marzo de 1622
Iglesia de San Alberto, PP. Filipenses, Sevilla

     El 12 de marzo de 1622 tenía lugar en Roma una canonización múltiple oficiada por el papa Gregorio XV. En la misma, junto al italiano San Felipe Neri, eran proclamados santos cuatro españoles: San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Isidro Labrador. Este último, que había sido beatificado por Paulo V en 1618, también fue proclamado aquel año de 1622 como Patrón de la Villa y Corte de Madrid, culminando con estas distinciones una vieja aspiración de Felipe II, que, como otros miembros de la Familia Real española, había recurrido en diversas ocasiones a tomar las aguas del santo madrileño buscando la curación de sus enfermedades. Fue el poeta y dramaturgo Lope de Vega quien dejó testimonio de la “Relación de las Fiestas” que se celebraron en Madrid con motivo de la canonización de San Isidro en 1622.

Hay que reseñar que la historia de San Isidro se aparta de lo común en el santoral de España, pues en aquel tiempo la mayoría de los santos presentaban un perfil de eclesiásticos y procedentes de familias nobles, siendo atípico que alcanzara la santidad un hombre laico, casado y de origen popular, cuyos milagros habían sido obrados, en el siglo XI, en el ámbito agrícola. Esto ha llamado la atención de algunos historiadores, que encuentran en el mito del labrador elementos más propios de la religión musulmana que del cristianismo. No obstante, si en los tres primeros santos canonizados en aquella ocasión se reconocía lo que las órdenes religiosas y el clero regular habían aportado en la lucha contra el protestantismo, la figura de San Isidro venía a representar la participación de los laicos en la Reforma Católica, cimentada en la tradición de la Iglesia medieval. Con su canonización, San Isidro quedó convertido en el santo protector del campo, lo que explica la rápida difusión de su devoción. 

Aproximación al personaje

LOPE DE VEGA. Relación de las Fiestas con
motivo de la canonización de San Isidro.
Biblioteca digital Memoria de Madrid

     San Isidro Labrador nació hacia el año 1082 en la ciudad musulmana de Mayrit (Madrid), que en 1085 pasó de ser parte de la taifa de Toledo a ser dominio de Alfonso VI, rey de León, Galicia y Castilla, que repobló los territorios conquistados con colonos labradores, ganaderos y artesanos de origen hispano-visigodo y bereber, población denominada mozárabe. Fueron sus padres Pedro e Inés, que probablemente eligieron el nombre de su hijo en honor de San Isidoro (560-636), el carismático arzobispo de Sevilla en época visigoda. Tras la conquista cristiana, el matrimonio comenzó a trabajar, en calidad de arrendamiento, unas tierras que el caballero Juan de Vargas disponía en el área de Madrid y alrededores.

Allí comenzó San Isidro sus labores agrícolas como zahorí, labriego y pocero mozárabe, al servicio del linaje de los Vargas y de otros terratenientes. Sobre la vida del santo el documento más antiguo conocido es el llamado “Códice de Juan Diácono”, un escrito anónimo, datado hacia 1275, que está compuesto de 25 hojas de pergamino, agrupadas en tres cuadernos y escritas en latín, que narran una serie de milagros recopilados “a mayor gloria de San Isidro”, aunque al recoger relatos orales de testigos contemporáneos al cronista, los hechos no ofrecen demasiada precisión.

La infancia de San Isidro en Madrid transcurrió en los arrabales de San Andrés (actual Barrio de La Latina), aunque, ante el riesgo de los recurrentes ataques musulmanes, la familia se trasladó a Torrelaguna, donde Isidro ejerció como labrador incansable y donde conoció a su mujer, María Toribia, que igualmente alcanzaría la santidad como Santa María de la Cabeza. Según figura en el códice, San Isidro ejerció como un humilde siervo, laico, labrador infatigable, casado y padre preocupado por su familia, en campos propiedad de Juan de Vargas. A él se atribuyen hasta 400 milagros, entre los que se encuentran el hacer brotar un manantial en un campo seco con el simple golpe de su cayado, el haber salvado a su único hijo Illán cuando había caído a un profundo pozo, el arado de las tierras por ángeles mientras él oraba o el permitir pasar a su esposa María a pie sobre el río Jarama para librarse del infundio de infidelidad que lanzaban las gentes contra ella, incluso otros obrados por sus reliquias, como la curación del rey Felipe III, hecho que propició su beatificación .

Retablo de San Isidro Labrador
Iglesia de Santa María de la Asunción
Dueñas (Palencia)

     Como se ha demostrado en un reciente estudio forense realizado en 2022, San Isidro murió hacia el año 1130, cuando tenía entre 35 y 45 años, desmintiendo la creencia tradicional de que había fallecido a los 90 años. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de la iglesia de San Andrés, en el arrabal en que había nacido. Tiempo después, siéndole atribuido el milagro póstumo de ayudar a las tropas castellanas en la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades en 1212, el rey Alfonso VIII levantó una capilla en aquella iglesia madrileña para colocar el cuerpo incorrupto del santo. Allí permanecieron sus restos y los de su esposa hasta que en el siglo XVIII, debido a la enorme devoción, fueron trasladados a la antigua Catedral de Madrid, actualmente convertida en Colegiata de San Isidro, donde la Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid se encarga de custodiar los restos de San Isidro. 

El arquetipo de San Isidro creado por Gregorio Fernández

Sabido es que una de las principales aportaciones de Gregorio Fernández al arte escultórico de su tiempo fue la creación de una buena serie de arquetipos que establecieron un modo invariable de representar ciertos pasajes pasionales, como la Piedad, Cristo crucificado y Cristo yacente, así como los sayones de algunos pasos procesionales, junto a algunas representaciones marianas, como la Inmaculada Concepción, a los que se suman figuras de santos recién canonizados de los que no existía una iconografía precedente, como Santa Teresa, San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier, asentando modelos que tuvieron tanta aceptación y gozaron de tal estima, que no sólo fueron repetidos por el propio artista, sino también por una buena pléyade de discípulos y seguidores a los que los comitentes exigían que las imágenes encargadas se ajustaran con la mayor fidelidad posible a los modelos fernandinos.

Este hecho es aplicable a la figura de San Isidro Labrador, en cuya iconografía fue determinante la imagen que Gregorio Fernández creara en su taller de Valladolid (ciudad en que se firma el recibo) hacia 1629, a petición de la cofradía de la Misericordia de Dueñas, que la colocó al culto en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de aquella población palentina. Aquel arquetipo escultórico del santo madrileño, vinculado a la protección de los campos y las cosechas, se extendería por toda Castilla y otros territorios españoles.

     Gregorio Fernández representa a San Isidro con una indumentaria anacrónica, propia de un labrador acomodado del siglo XVII, del mismo modo que lo hace en los sayones de los pasos procesionales y en las representaciones de otros personajes y santos, como en el arquero del relieve del Milagro de San Miguel en el monte Gárgano del retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Vitoria (1624-1632) o en la escultura exenta de San Marcelo del retablo mayor de la iglesia de San Marcelo de León (1628), donde el que fuera centurión romano aparece revestido con una armadura militar que evoca los tercios de Flandes, incluyendo el casco. San Isidro luce un jubón con hombreras, ceñido a la cintura, con una larga botonadura que recorre en vertical toda la delantera y que se repite en las bocamangas. En el cuello abierto y encañonado asoma una gorguera y le cubren las piernas, hasta las rodillas, unos calzones o polainas igualmente abotonadas, completándose con calzas y zapatos propios de un labriego.  


     Además, San Isidro comparte con el San Marcelo de León —tallado un año antes— la posición de las piernas abiertas y en actitud de marcha, en este caso con el brazo derecho levantado para sujetar una vara que en el extremo inferior termina en forma de arado, aludiendo a su misión protectora en el campo, y en la parte superior la sugerencia de una vara florida, pues era costumbre adosar un manojo de espigas reales como símbolo de fertilidad en los campos.

Como es habitual en Gregorio Fernández, destaca el trabajo de la cabeza, centro emocional de la escultura. Presenta un cabello peinado sobre la frente y con largos mechones exentos a los lados, sobre las patillas, que dejan vivibles las orejas, así como una larga barba ondulada y simétrica que termina en diversas puntas, ajustándose a la modalidad desplegada por el escultor en el decenio de 1620. El rostro presenta ojos de cristal postizos, muy abiertos y con la mirada perdida en el infinito, y la boca entreabierta dejando entrever la lengua y los dientes, definiendo un semblante ensimismado próximo al éxtasis místico.

Contribuye a resaltar sus rasgos naturalistas la policromía que aplicara en 1629 el pintor Jerónimo de Calabria, acreditado en Valladolid, que cobró por el dorado y pintado 896 reales. Destaca la encarnación mate que sugiere un hombre de origen africano y curtido por el sol, junto a la indumentaria de tonos marrones, alusivos a la tierra de labor, en la que incisiones sencillas dejan aflorar el oro subyacente en forma de tallos vegetales que proporcionan luminosidad a su austeridad, destacando el dorado de las botonaduras y el cinturón, al igual que las orlas que recorren los bordes del jubón y las polainas.

     Jerónimo de Calabria ya había colaborado con Gregorio Fernández en la policromía del altorrelieve del Bautismo de Cristo, obra maestra realizada en 1624 a petición de Antonio de Camporredondo y Río, caballero de Santiago, miembro del Consejo de Su Majestad y alcalde del Crimen en la Real Chancillería de Granada, destinado a presidir un retablo del ensamblador Juan de Maseras que fue colocado en la capilla de San Juan Bautista de la iglesia del Carmen Descalzo de Valladolid, hoy conocida como del Carmen Extramuros.                             

Entre las muchas imitaciones del arquetipo fernandino que conoció esta escultura del santo labrador —no siempre con la misma gracia y expresividad—, destaca el San Isidro realizado en 1698 por el maestro Juan de Ávila para presidir el retablo de la ermita de San Isidro de Valladolid, levantada en el extrarradio de la ciudad en 1692, donde comparte culto con su esposa Santa María de la Cabeza


     Del mismo modo, el modelo fernandino sirvió de inspiración al asturiano Juan Alonso Villabrille, que con la colaboración de su discípulo Luis Salvador Carmona realizó en 1732 las esculturas en piedra dedicadas a San Isidro que decoran el Puente de Toledo de Madrid, con la figura del santo obrando el milagro de salvar a su hijo tras caer en un pozo. El mismo Luis Salvador Carmona depuraría hacia 1752 el ya tradicional modelo castellano en la magnífica escultura de San Isidro que se conserva en su ubicación original de la iglesia de Santa María del Castillo de la población vallisoletana de Nueva Villa de las Torres, cuya indumentaria y policromía inevitablemente remiten al modelo fernandino de Dueñas.

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 














GREGORIO FERNÁNDEZ. San Marcelo, 1628
Iglesia de San Marcelo, León














JUAN DE ÁVILA. Retablo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, 1698
Ermita de San Isidro, Valladolid












JUAN ALONSO VILLABRILLE y LUIS SALVADOR CARMONA
San Isidro y el milagro del pozo, 1732
Puente de Toledo, Madrid

   ALGUNAS MUESTRAS DE SAN ISIDRO LABRADOR EN EL ARTE













LUIS SALVADOR CARMONA. San Isidro, h. 1752
Iglesia de Santa María del Castillo
Nueva Villa de las Torres (Valladolid)














NICOLÁS DE BUSSY. San Isidro, 1751
Iglesia de San Juan Bautista, Murcia














SALZILLO. San Isidro, 1763
Museo de Bellas Artes, Murcia














ANÓNIMO. San Isidro glorificado, s. XVIII
Museo Nacional del Prado














JUAN VAN DER HAMEN. San Isidro, 1622
National Gallery of Ireland, Dublin














ALONSO CANO. San Isidro y el milagro del pozo,
1638-1640. Museo Nacional del Prado
 














ANÓNIMO. San Isidro y el milagro del pozo, s. XVII
Museo de Historia, Madrid (Dep. Museo del Prado)












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