21 de abril de 2025

Visita virtual: ARCÁNGEL SAN MIGUEL, la impronta barroquizante de un genial maestro







ARCÁNGEL SAN MIGUEL

Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, 1576 - Valladolid, 1636)

Hacia 1634

Madera policromada, 340 x 175 x 100 cm

Iglesia Colegial de San Miguel Arcángel, Alfaro (La Rioja)

Escultura barroca. Escuela castellana

 

 






     La Iglesia Colegial de San Miguel Arcángel de Alfaro es un enorme edificio levantado en ladrillo que supone una obra maestra del barroco aragonés del siglo XVII. Con el fin de donarla a esta Colegiata y ser colocada en el altar mayor, el abad Álvaro Pérez de Araciel y Valdivielso, natural de aquella villa riojana, encargó en 1634 una monumental escultura —superior a 3 metros de altura— de San Miguel Arcángel, titular de la iglesia, al maestro Gregorio Fernández, con taller en Valladolid, que en ese momento se encontraba en la cumbre de su carrera profesional.

Pero esta donación no solo se encontró con el inconveniente de que la escultura llevaba en la peana las armas del donante cuando la iglesia era de patronato real, sino que incluso Pérez de Araciel solicitaba hacer constar en un rótulo al autor de tal donación. Por este motivo se estableció un pleito entre el donante y el Cabildo, siendo consultado el obispo de Tarazona sobre el asunto. Para poner fin a estas desavenencias con el Cabildo, el donante decidió regalar la escultura directamente al propio rey Felipe IV, patrón de la iglesia, que el 2 de septiembre de 1635 firmó una cédula en Madrid autorizando que la imagen fuese colocada en el altar mayor, pero sin ningún tipo de escudo de armas. 

     Por este pleito y su resolución, cuya documentación se conserva en el Archivo de la Colegiata de San Miguel Arcángel de Alfaro1, tenemos noticias colaterales acerca del prestigio alcanzado por el escultor en el terreno artístico y de la cotización de su trabajo en el momento de mayor madurez de su carrera artística.

En la cédula resolutiva firmada por el rey Felipe IV, este se refiere a Gregorio Fernández como autor de la escultura de San Miguel considerando estar hecha “de mano del escultor de mayor primor que hay en estos mis Reinos…”, lo que testimonia el reconocimiento generalizado, incluso en la propia Corte, del escultor gallego afincado en Valladolid, cuya creatividad y nivel de ejecución técnica propició numerosos seguidores e imitadores, sobre todo en la mitad norte de España. Por otra parte, en la misma cédula se cita que el precio pagado por la escultura de San Miguel fue la nada desdeñable cantidad de quinientos ducados, cantidad que no sólo venía determinada por sus dimensiones colosales —3,40 m de altura—, sino también por la esmerada ejecución técnica de esta escultura que es representativa de la paulatina barroquización en la última etapa de Gregorio Fernández, en este caso dotada de una impactante teatralidad, con el predominio de líneas abiertas propias del barroco.

     Finalmente, siguiendo la disposición dictaminada por el rey, la escultura de San Miguel fue colocada coronando un retablo-baldaquino, con forma de gran custodia procesional barroca, que fue emplazado en el espacio central del crucero, notable obra diseñada en 1727 por el carmelita fray José de los Santos2.

El Arcángel aparece de pie, en contrapposto, pisando con su pie derecho la figura vencida del demonio. En su mano derecha enarbola una lanza terminada en forma de cruz y en la izquierda una rodela en cuyo frente aparecen escritas las iniciales “QSD” (Quién como Dios), estableciendo con la posición desplegada de los brazos una línea abierta en la composición que proporciona a la imagen un sugestivo movimiento y un aspecto victorioso. Viste una amplia túnica corta, cuyo paño forma pliegues muy movidos que acentúan los efectos del claroscuro, un peto ajustado al pecho sobre el que cruza en diagonal una ancha banda, anudada a la altura de la cintura, y un manto que se sujeta en el hombro izquierdo y discurre por la espalda formando plegados quebrados y caprichosos, aunque en realidad el dorso es plano, en la línea de una escultura concebida para ser colocada sobre el tablero liso de un retablo.

     La cabeza, ligeramente inclinada hacia el frente, presenta un cuello alargado —influencia de Pompeo Leoni— y unas facciones de belleza juvenil idealizada, con ojos postizos de cristal y una cabellera que forma múltiples rizos minuciosamente descritos, con un abombamiento en la parte central, especialmente sobre la frente, y dejando visible parte de las orejas.

A los pies, en una posición muy forzada, aparece la figura del maligno encarnada por un hombre maduro, con una potente anatomía desnuda, garras en los dedos e intencionada fealdad para simbolizar el Mal, aquí vencido por el Bien encarnado por el Arcángel. El agarrotamiento de sus dedos y la expresión de su rostro expresan desesperación, con nariz aguileña, boca entreabierta dejando asomar los dientes y barba entrecortada de dos puntas.

En esta figura, a la que le faltan las alas, el escultor cambia el aspecto juvenil del demonio que realizó en 1606 en el San Miguel del retablo de la primitiva iglesia de San Miguel de Valladolid (actualmente en el retablo mayor de la actual iglesia de San Miguel y San Julián de la misma ciudad). Por el contrario, la figura demoniaca, al igual que toda la composición arcangélica, está muy próxima al San Miguel Arcángel que Gregorio Fernández incorporó al retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Vitoria, obra realizada entre 1624 y 1632, compartiendo por tanto su pertenencia a la última etapa del gran maestro.

     La policromía que presenta en la actualidad fue aplicada por el dorador burgalés José Bravo3, según consta en el contrato firmado el 15 de marzo de 1730, donde se le pedía “estofarle con todo primor, echando en el faldón o tonelete (parte de la armadura) una primavera de flores”. Así se hizo, aplicando tanto en la túnica como en el manto rameados a punta de pincel de gran tamaño en razón de la distancia en que la escultura debía ser contemplada y recogiendo el gusto dieciochesco en el ornato de textiles.

En la extensa producción de Gregorio Fernández, la escultura de San Miguel Arcángel de Alfaro se puede considerar una obra maestra que destaca por su calidad, por su envergadura y por la fuerza que transmite con su airosa composición, dotada de un movimiento etéreo que le proporciona un carácter triunfante y en el que la madera se transmuta magistralmente en un material ingrávido.



Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 

 







Notas

1 Cédula de Felipe IV de 2 de septiembre de 1635. Libro de acuerdos capitulares, libro 7, fol. 501. Archivo parroquial de la Colegiata de San Miguel Arcángel de Alfaro.

2 PARRADO DEL OLMO, Jesús María: San Miguel. En catálogo de la exposición “Gregorio Fernández / Martínez Montañés. El arte nuevo de hacer imágenes”, Catedral de Valladolid, Valladolid, 2024, p. 224.

3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández. Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, pp. 239-241.

 

































GREGORIO FERNÁNDEZ. 
San Miguel en el retablo-baldaquino de la
iglesia de San Miguel Arcángel, Alfaro (La Rioja)











GREGORIO FERNÁNDEZ. 
San Miguel en el retablo-baldaquino de la
iglesia de San Miguel Arcángel, Alfaro (La Rioja)











Fragmento de la cédula firmada por el rey Felipe IV
el 2 de septiembre de 1635
Archivo de la Colegiata de San Miguel, Alfaro (La Rioja)











Aspecto de la Colegiata de San Miguel Arcángel
Alfaro (La Rioja)











GREGORIO FERNÁNDEZ
San Miguel, 1606, iglesia de San Miguel, Valladolid














GREGORIO FERNÁNDEZ (Atribuido)
San Miguel, Sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid














San Miguel Arcángel
Izda: Atribuido a Gregorio Fernández, sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid
Dcha: Gregorio Fernández, h. 1634, Iglesia Colegial de San Miguel, Alfaro









GREGORIO FERNÁNDEZ
Retablo mayor 1624-1632, iglesia de San Miguel, Vitoria








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