2 de julio de 2014

Fastiginia: Vicente Escudero, como es natural, no pudo estarse quieto

Monumento a Vicente Escudero, año 2000

Estampas y recuerdos de Valladolid

El 31 de marzo de 1965 el Teatro Calderón aparecía completamente abarrotado. Por iniciativa de la emisora local La Voz de Valladolid, se rendía un merecido homenaje al famoso bailarín Vicente Escudero, que durante el acto demostró lo mejor de su arte interpretando "Alegrías a la antigua usanza", "Yunque", "Quejido gitano", unos martinetes y otros bailes como en sus mejores tiempos. En el mismo también participaron la vallisoletana Mariemma, Pilar López, María Márquez, José Fernández "El Chaleco", Andrés Batista, el maestro Enrique Luzuriaga y el recitador González Hervás, contando con la presencia de todas las autoridades locales. Las largas ovaciones eran una forma de agradecer en vida al artista, algo poco habitual, el arte mostrado en destacados escenarios del mundo, así como de manifestarle que su ciudad natal no le había olvidado y que se sentía orgullosa de él.

Horas antes, don Santiago López González, alcalde de Valladolid, durante un emotivo acto, había descubierto la placa en que, según el acuerdo tomado por el Ayuntamiento,  se dedicaba una calle a Vicente Escudero en el barrio de San Juan. Este homenaje emocionó al bailarín, que tras mostrar su agradecimiento declaraba: «Durante mi actuación en los teatros más famosos del mundo he podido sentir el halago de los aplausos, pero nunca esta emoción que ahora me llena el corazón hasta desbordarse».


Fotograma de "Flamenco en Castilla", en el Museo Nacional de Escultura
El homenaje vallisoletano preludiaba otro a nivel nacional, promocionado por numerosos intelectuales y artistas españoles, que se llevó a cabo el 4 de noviembre de 1974 en el Teatro Monumental de Madrid, organizado por el Ministerio de Información y Turismo.

Para demostrar su vinculación a Valladolid y promocionar su patrimonio, en 1970 Vicente Escudero había rodado en el Museo Nacional de Escultura, en las salas dedicadas a Alonso Berruguete, el documental Flamenco en Castilla, donde interpretaba unos tientos en los que mostraba su inconfundible estilo y sus teorías personales sobre el baile. En este cortometraje, dirigido por José López Clemente y de 11 minutos de duración, también participaron el guitarrista flamenco Paco Cepero, el cantaor José Fernández el Chaleco y la bailaora María Márquez. De esta película sólo hemos conseguido un fotograma ilustrativo y de muy mala calidad.

Monumento a Vicente Escudero en su emplazamiento actual
Corría el año 1995, quince años después de haberse producido la muerte del bailarín en Barcelona, cuando el Ayuntamiento de Valladolid quiso rendirle un nuevo homenaje levantando un monumento en su memoria. La artista elegida fue la escultora vallisoletana Belén González Díaz, que en su obra Baile en bronce debía sintetizar todas las aportaciones del artista al baile y sus raíces vallisoletanas. La obra, de tipo figurativo, presenta al bailarín a mitad de camino entre un gesto reflexivo y un paso de baile, como si realizara un saludo al final de una actuación y teniendo en cuenta el célebre Decálogo del buen bailarín hecho público por Vicente Escudero en 1951, en el que, entre otros requisitos, exigía bailar como hombre, con sobriedad, con las caderas quietas, asentao y pastueño, con estética y plástica sin mistificaciones, con estilo y acento y vestido con la indumentaria tradicional.

Así se presenta la escultura diseñada por Belén González a tamaño natural, que además la concibió colocada sobre un reducido pedestal de piedra que evoca las tapas de las alcantarillas sobre las que, según las propias declaraciones del bailarín, siendo niño realizaba sus primeros pasos de baile en el barrio de San Juan, siempre de forma totalmente autodidacta. Es más, recordando la manifestación del bailarín de que para bailar le era suficiente una baldosa o la tapa de una boca de riego, el pedestal adquiere el valor de una baldosa al estar sumergido en un estanque circundante, sugiriendo al tiempo la exhibición de su arte más allá de los mares, de la India a Estados Unidos, pasando por Egipto y escenarios de París, Londres y Lisboa.

Como ubicación del monumento, en 1995 se eligió un espacio urbano privilegiado: los jardines del Paseo Central del Campo Grande, junto a la señorial Acera de Recoletos, por entonces con un tráfico endiablado, donde permaneció durante ocho años junto a las remozadas pérgolas ornamentales.

Sin embargo, como le ocurriera en vida, el célebre bailarín no pudo estarse quieto y su propio monumento cambió de lugar. Durante las obras de remodelación de la Plaza de Zorrilla, todo el Paseo Central del Campo Grande y la Plaza de Colón, realizadas en 2002, se suprimieron las pérgolas y estanques próximos a la Acera de Recoletos para peatonalizar la zona con una estética minimalista que acabó con aquellos restos de origen decimonónico. Pero de todos los antiguos elementos urbanos se respetó, por su gran calado popular, el estanque y el monumento dedicado a Vicente Escudero, que fue recolocado en un discreto lugar junto a las puertas del Campo Grande que se abren al Paseo Central, con un muro con aspecto pétreo como telón de fondo.

Allí permanece Vicente Escudero con aspecto de meditar sobre sus experiencias en los años veinte del siglo XX, cuando atrapado en los círculos artísticos parisinos se vinculó al cubismo, surrealismo y dadaísmo como bailarín y pintor, participando en Montmartre en animadas tertulias con Metzinger, Fernand Leger y Juan Gris o experimentando en París sobre el baile flamenco en su Teatro Curva para recibir la admiración del escritor André Breton, de los poetas Louis Aragon y Paul Éluard, del cineasta Luis Buñuel, del fotógrafo Man Ray y del pintor Joan Miró.

Pero sobre todo aquel bailarín, hijo de un humilde zapatero vallisoletano, es recordado por haber popularizado el baile flamenco fiel a la pureza y la tradición, esforzándose por impregnarle de una autenticidad basada en la reciedumbre y virilidad, estableciendo sus propias normas y técnicas. Francisco Javier Martín Abril supo describirlo: «Salía al escenario y todo se ordenaba. Se elevaba señero. Fuste, columna, llama. Alambre de oro esbelto y elocuente. Y sus gestos viriles. Y sus manos palomas. Y sus pasos precisos, contados y cantados».

A este monumento se vino a sumar otro en 2006, realizado en hierro y acero espejo por Ostern, Javier Bustelo y Juan Villa, que con aire vanguardista reproduce una antigua fotografía del bailarín realizada por Man Ray. Este fue colocado junto a la fachada del centro cívico que también ostenta el nombre del bailarín, cuya figura ha quedado estrechamente vinculada a la ciudad en que dio sus primeros pasos.








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