18 ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Felipe de Espinabete, hacia 1770.
Museo Nacional de Escultura,
Valladolid.
Una nueva e impetuosa visión del arcángel San
Miguel, imbuida en la estética rococó floreciente en la segunda mitad del siglo
XVIII, fue aportada por el escultor Felipe de Espinabete, que al menos realizó
tres obras muy similares con este tema, una hacia 1762 para la iglesia de San
Nicolás de Valladolid, actualmente en paradero desconocido tras haber sido
vendida a mediados del siglo XX, otra en 1779 para la iglesia de Solana de
Rioalmar (Ávila) y esta conservada en el Museo Nacional de Escultura, donde
ingresó tras haber sido adquirida en el mercado del arte en 1961.
La escultura en madera policromada, cuya autoría de
Felipe de Espinabete ha sido confirmada tanto por Luis Luna como por Manuel
Arias, representa al arcángel San Miguel en una arriesgada y efectista
composición de ingravidez en el momento en que vence a Lucifer, con un vuelo
insinuado al hacer descansar todo el peso de la figura sobre un solo pie, buena
muestra del proceso evolutivo de una iconografía que tras la Contrarreforma
identificó la victoria arcangélica sobre las fuerzas infernales con el triunfo
de la Iglesia sobre la herejía protestante, adquiriendo con ello un carácter
simbólico.
San Miguel. Izda: La Roldana, 1692. Monasterio de El Escorial Dcha: Luis Salvador Carmona, h. 1740. Iglesia Sta. Marina, Vergara |
En esta obra todo es movimiento a través de un
palpitante juego de curvas y contracurvas, incluyendo toda una serie de
innovaciones iconográficas respecto a los modelos barrocos precedentes, que en
parte recibe la influencia de la triunfal imagen de San Miguel venciendo al diablo que hiciera La Roldana en 1692 para
el Monasterio de El Escorial a petición del rey Carlos II, y en parte recoge la
interpretación hecha en 1738 por Alejandro Carnicero (Íscar, Valladolid 1693 -
Madrid 1756) para la iglesia del hospital de Nava del Rey —actualmente en la
capilla de los González de la iglesia de los Santos Juanes—, donde a la
teatralidad barroca, plena de naturalismo, suma detalles fantásticos y
novedosos como un casco con forma de cabeza de león, el manto serpenteando en
horizontal agitado por una brisa mística y un diablo con garras protegiéndose
con el brazo levantado, muy próximo también a los modelos de mediados de siglo
pertenecientes a Luis Salvador Carmona, en los que el arcángel coloca el brazo
cruzado por el pecho empuñando una espada flamígera y Lucifer presenta una cola
escamada que le proporciona un aspecto de un tritón, todo un compendio de
rasgos formales repetidos en la obra de Espinabete, que condensa múltiples
elementos de carácter pictórico, tomados de obras de célebres maestros, para
traducirlos en tres dimensiones en una talla que alcanza los 2,33 m. de altura.
El arcángel San Miguel, con traje militar de gala,
describe una pronunciada curvatura sobre la desesperada figura del vencido,
predominando un movimiento frenético y abierto, típicamente barroco, por el que
se diseminan en el espacio los penachos del casco, las alas extendidas, los
paños agitados al viento, los brazos y piernas y las garras y cola del maligno.
Todos los elementos responden al estilo minucioso del escultor, con pliegues
ondulados y bordes de arista, siempre preocupado por resaltar los valores
dramáticos.
San Miguel luce un atuendo de tipo militar compuesto
por una coracina o loriga decorada
con rocallas en las que aparece la inscripción QSQD (Quis sicut Deus/¿Quién como Dios?) y una máscara de león sobre la
hombrera derecha que se repite en el frente del yelmo, que también está
decorado con abultados penachos. Por debajo asoman mangas muy anchas y un
faldellín de vuelo descomunal. Se remata con grebas que presentan mascarones en
la parte superior. Toda la figura aparece envuelta en un frenético torbellino
que agita con violencia los paños y los voluptuosos cabellos, cuyos mechones se
encrespan en forma de llamaradas. San Miguel presenta una anatomía atlética y
rostro juvenil, incorporando como postizos ojos de cristal y ribetes de
puntillas en la indumentaria en un intento de acentuar su realismo. En sus
manos debería portar una espada y un escudo como atributos identificativos que
no se han conservado.
Si original es la figura de San Miguel, no lo es
menos la de Lucifer, con un cuerpo híbrido entre humano y tritón, que sufre su
derrota con gesto desesperado. Su anatomía presenta detalles curiosos, como una
cabeza dotada de grandes cuernos, un mechón sobre la frente, orejas puntiagudas
y la boca abierta con flujo de saliva negra deslizándose por las comisuras.
Llamativas son las garras de sus manos, que levanta atemorizado mientras es amarrado
al cuello por gruesas cadenas metálicas postizas y su cuerpo se quema entre las
llamas, lo que le hace agitar la cola, que en cierto modo recuerda a un escorpión, con el movimiento de una serpiente
cascabel.
Como elemento novedoso, el grupo escultórico incluye
una representación del infierno en la peana, con un relieve en el que aparecen
los seguidores satánicos, humanos y monstruos, amarrados por grandes cadenas y
sufriendo entre las llamas el castigo eterno, una escena muy expresiva de
carácter tremendista.
Se remata con una policromía preciosista que alterna
zonas con colores lisos o completamente dorados con otras donde los estofados
reproducen bellos motivos florales a punta de pincel de gusto rococó, sin que
falten los esgrafiados que hacen aflorar el oro subyacente, como en las alas,
compuestas por un plumaje de vistosos tonos verdosos y rojizos. A ello se suman
unas carnaciones con aspecto de porcelana en el ángel que contrastan con la
piel rojiza del pretendidamente grotesco diablo, logrando impregnar a través de
estos artificios visuales una elegancia y un aire teatral que prevalece sobre
el dramatismo de la confrontación bélica, pudiendo afirmarse que es una de las
obras más amables en la creación del escultor, cuyo catálogo de obras todavía
es un trabajo por completar.
La biografía de Felipe de Espinabete23,
autor de este impactante San Miguel, ha sido delineada en tiempos recientes.
Felipe de Espinabete nació en Tordesillas (Valladolid) el 1 de mayo de 1719 en
el seno de una familia procedente de Aragón. Allí también se casó en 1744 con
María Tejero, con la que tuvo cinco hijos. Poco después de 1747 se trasladó con
toda su familia a Valladolid, a una vivienda de la parroquia de Santiago
situada en la calle Caldereros (actual Montero Calvo).
Cuatro años después del
fallecimiento de su esposa, ocurrido en 1786, regresó a Tordesillas, donde su
hijo Féliz era párroco de San Antolín y capellán del monasterio de Santa Clara.
Cuando su hijo murió en 1798, el escultor, ya anciano, llegó de nuevo a Valladolid
para ser atendido por su hijo Blas, registrador de la Puerta de Tudela, en cuya
casa murió el 29 de agosto de 1799.
En su formación como escultor recibió la influencia
de Pedro de Ávila, pero sobre todo de los Sierra —Tomás y sus hijos José, Francisco
y Pedro—, con un prestigioso y activo taller vallisoletano a los largo del
siglo XVIII. Además de realizar
expresivas tallas en bulto redondo, muchas de ellas versionando afamadas obras
de maestros precedentes, fue autor de relieves para la sillerías, como la del
Monasterio de la Santa Espina (hoy conservada en Villavendimio, Zamora) u otra
realizada para el monasterio de San Benito y comprada en 1867 para la Sala
Capitular de la catedral de Valladolid, aunque sus obras más conocidas, en las
que fue experto especialista, es una serie las cabezas decapitadas de San Juan
Bautista y San Pablo, de fuerte impacto dramático, que siguen los virtuosos
modelos de Juan de Juni y del asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron.
San Miguel. Anónimo, h. 1750. Museo Nacional de Escultura Procedente del convento de la Encarnación de Valladolid |
(Continuará)
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
23 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Acotaciones
a Gregorio Fernández y su entorno artístico. Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 51, 1985, pp. 508-511.
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