30 de diciembre de 2016

Theatrum: RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES, tratamiento exquisito de la madera











RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
Gabriel Joly (Varipont, Picardía, Francia, h. 1470-Teruel, 1538)
Hacia 1535
Madera al natural
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del monasterio de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid)
Escultura renacentista española. Escuela aragonesa












Entre los fondos del Museo Nacional de Escultura se encuentra un exquisito retablo de pequeño formato que procede del monasterio jerónimo de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid), desmantelado a causa de la Desamortización. Se trata de una notable obra escultórica que se presenta en el estado natural de la madera, sin aplicación de policromía, lo que permite apreciar el alto grado de refinamiento en los trabajos de talla conseguido por los grandes maestros del Renacimiento español.

Al desconocerse su autor, fue Federico Wattenberg quien reconoció en la obra las características y el estilo de algunos trabajos diseminados por tierras aragonesas, adjudicando su posible autoría al escultor Juan de Moreto, una atribución con la que se ha presentado en el Museo Nacional de Escultura durante muchos años. Sin embargo, en tiempos recientes, como ocurriera con el fantástico relieve de la Sagrada Familia con San Juanito, la obra ha sido atribuida a Gabriel Joly, escultor originario de la Picardía francesa que llegado a España desarrolló su habilidad y talento por tierras de Aragón1.

Gabriel Joly era un escultor prácticamente desconocido hasta no hace muchos años, apenas citado en los manuales como autor del gigantesco retablo mayor de la catedral de Teruel, que curiosamente también se muestra sin policromar. Por fortuna, la tecnología de nuestro tiempo y las campañas de restauración del patrimonio artístico emprendidas por las comunidades autónomas, han permitido poner en valor muchas obras casi desconocidas y con ello establecer el corpus de muchos escultores, algunos con el grado de excelencia de Gabriel Joly, que en virtud de los últimos estudios ha pasado a ocupar, junto a Damián Forment, la cumbre alcanzada por la escultura renacentista en el reino de Aragón.

Una buena muestra de su quehacer es este pequeño retablo de la Adoración de los Pastores, que como pieza devocional sirvió de oratorio privado al abad del monasterio de la Mejorada de Olmedo. Su presencia en esta villa castellana se debe a la estrecha relación entre dos monasterios observantes de la Regla de San Jerónimo: el de Santa María de la Mejorada de Olmedo, con origen en una capilla fundada en 1330 por la benefactora María Pérez, en la que en 1396 se estableció monásticamente una comunidad de jerónimos que a partir de 1409 recibió la protección y ayuda de Fernando de Antequera, desde 1412 convertido en el rey Fernando I de Aragón, y el importante monasterio de Santa Engracia de Zaragoza, fundado por Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico, que gozó de protección real hasta el reinado del emperador Carlos (volado en 1808 por las tropas francesas durante el Sitio de Zaragoza).

En la parte superior del ático del retablo aparece escrita con tinta la fecha de 1547, que se ha interpretado como el momento en que el retablo llegaba a Olmedo, posteriormente a la muerte de Gabriel Joly en 1538, cuando se hallaba trabajando en Teruel. Por tanto, pudo ser realizado entre 1530 y 1535, en base a las similitudes estilísticas con otras obras realizadas por el escultor en esos años.

Gabriel Joly, que es citado por primera vez en Zaragoza en 1515, cuando se le concede un título como maestro de armas y lucha, comenzaría trabajando en 1520 como colaborador de Gil de Morlanes el Joven en la Seo de Zaragoza y en la iglesia de la villa zaragozana de Tauste, aunque por desavenencias entre ambos pasaría a colaborar con el florentino Juan de Moreto, también establecido en la ciudad del Ebro. Es a partir de 1526 cuando empieza a contratar obras personalmente, como el Retablo de la Anunciación que le solicitara ese año don Juan de Luján, maestresala del arzobispo de Zaragoza, para su capilla familiar en la iglesia de San Miguel de Villafeliche (Zaragoza), del que se conserva una Virgen con el Niño, y el retablo del convento del Carmen de Zaragoza, contratado en 1531.

Desgraciadamente estas dos obras citadas fueron destruidas durante la contienda de 1936, como también lo fueron el retablo de la iglesia zaragozana de San Gil, que realizara en 1535, y otro retablo realizado en 1536 a petición de la cofradía de sastres. 
Por suerte, han pervivido dos grandes obras salidas de sus gubias: el Retablo de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo de Aniñón (Zaragoza), cuya escena de la Adoración de los Pastores guarda numerosas similitudes con el pequeño retablo del Museo Nacional de Escultura, y el monumental Retablo mayor de la catedral de Teruel, ciudad a la que se trasladó en 1532, después de estar residiendo en Zaragoza durante doce años,  dos retablos que tienen en común la carencia de policromía.

Otras obras destacadas son la esculturas pertenecientes al Retablo de Santo Tomás de Canterbury, elaborado en 1525 para la iglesia de la Magdalena de Zaragoza, y el Retablo de Santiago de la Colegiata de Bolea (Huesca), delicada obra realizada en alabastro hacia 1532. Otras obras de este escultor se hallan repartidas por distintos museos completamente sacadas de contexto.

Gabriel Joly acusa en su primera etapa una clara influencia de las formas toscanas quattrocentistas, que poco a poco abandona por la influencia recibida del taller de Damián Forment en Zaragoza, hasta evolucionar hacia el manierismo romano influenciado en gran medida por los modelos de Miguel Ángel, que imita en numerosas piezas. Su personal estilo, de fuerte sustrato clasicista, se caracteriza por las formas dinámicas y expresivas, siempre con elementos muy elaborados y un sorprendente acabado técnico, tanto en los trabajos en madera como en los realizados en alabastro siguiendo la estela de Damián Forment.

El escultor siempre huye de recrearse en el dolor y en el drama para procurar una belleza formal muy idealizada y con aires melancólicos, generalmente con figuras esbeltas y estilizadas. Su obra presenta un minucioso trabajo de talla en la que la tersura de las carnaciones se contrapone a los abundantes pliegues de las vestiduras, en las que incluye numerosos detalles descriptivos, extendiendo la exquisitez plástica a los motivos ornamentales de la mazonería de los retablos.

EL RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES   
  
El pequeño retablo está compuesto por un único cuerpo, en el que aparece la escena de la Adoración de los Pastores, y un pronunciado ático trilobulado en el que se inserta la escena de la Crucifixión. Sobre éste se colocan a los lados dos amorcillos sujetando guirnaldas, un cráneo reposando en el centro y un remate con forma de peana parcialmente mutilado. La escena central está enmarcada por dos elegantes columnas corintias estriadas, con el tercio bajo decorado, que soportan un entablamento recorrido por un friso con grutescos en relieve entre los que se distinguen la cabeza de un querubín en el centro, roleos y animales mitológicos en los extremos, así como mascarones en los netos.

La escena de la Adoración de los Pastores se presenta clara y diáfana, con dos grupos de figuras que se disponen a los lados de un eje central que viene determinado por la figura del Niño Jesús, que aparece colocado sobre un cúmulo de paños en el suelo mientras es venerado por un pequeño angelito cuyas extremidades, al igual que en el Niño, se despegan del tablero. 
En la parte izquierda se coloca la Virgen, que postrada de rodillas y con gesto de sumisión dirige su mirada al infante. Detrás de ella se alza la figura enjuta de un pastor que sujeta un cayado y tras el que asoman las cabezas de la mula y el buey. En el lado contrario, compensando la posición de la Virgen, se coloca un pensativo San José que también postrado inclina su cabeza hacia el Niño. Por encima aparecen tres pastores con distintas actitudes, uno haciendo sonar una gaita, otro observando el acontecimiento apoyado en su cayado y un tercero que sujeta con dificultad el cordero que como ofrenda porta en su espalda.

Ocupando la mitad del espacio superior se sugiere la ciudad de Belén mediante un juego de arquitecturas que semejan templos con portadas monumentales y torres en los que se evidencian errores de perspectiva. Por encima de los edificios, a modo de vista en lontananza, aparece representado el Anuncio a los pastores, con dos de ellos colocados de perfil y sorprendidos por la aparición del arcángel San Gabriel portando una filactería, figurando al fondo un pequeño bosque y elevadas colinas de aspecto rocoso. En la parte derecha, otro ángel con una filactería sobrevuela la ciudad.

El fantástico altorrelieve ofrece una equilibrada composición en la que adquiere un especial protagonismo el grupo de figuras que colocadas en un primer plano establecen una representación naturalista de gran placidez y belleza formal. Tanto en los personajes sagrados como en los pastores el escultor cuida el tratamiento individualizado de las cabezas y la indumentaria, incorporando un sin fin de detalles minuciosos para definir las caracterizaciones, destacando los elegantes ademanes y la delicadeza de la Virgen, impregnada de un fuerte clasicismo, y el gesto ensimismado y meditativo del patriarca San José.

Con gran maestría el relieve se articula en sucesivos planos que reducen su volumetría, desde las figuras del primer plano, casi resueltas en bulto redondo, a las arquitecturas apenas insinuadas al fondo, consiguiendo con ello una sensación de profundidad. No obstante, es una obra concebida para ser apreciada a corta distancia, por lo que el escultor se esmera en los pequeños detalles que, como es habitual en su obra, están trabajados con gran virtuosismo.

Esto queda evidente en el tratamiento de los cabellos y barbas, en los ornamentos y los estudiados pliegues de las vestiduras, próximas a la técnica de paños mojados, en la descripción de objetos y animales (el tocado de San José, el gorro a la espalda de un pastor, la gaita que sopla otro de ellos, la espada a la cintura, las calzas caídas y el cordero simbólico que carga un tercero, los soportes y las tejas del tejado del edificio del fondo, etc.) y, sobre todo, en el virtuoso tratamiento de las estilizadas anatomías, en la que se llegan a apreciar músculos y venas, destacando, como seña de identidad del escultor, el fantástico trabajo de las manos, de dedos largos y huesudos, cuya gesticulación establece el pausado sentido narrativo de la escena.

Otro tanto puede decirse del Calvario que corona el retablo, que siguiendo un diseño más convencional muestra la huesuda y estilizada figura de Cristo crucificado, acompañado a los lados de la Virgen y San Juan viviendo un dramatismo muy contenido y destacados sobre un fondo paisajístico. En las figuras de nuevo se repiten las anatomías esbeltas, los plegados de gran finura y los característicos nimbos usados por el escultor, aunque lo más interesante es el tratamiento corporal del crucificado, con el cuerpo distorsionado y orientado a la Virgen con rasgos manieristas que contrastan con la serenidad que prevalece en la escena pastoril inferior. En el paño de pureza, ondeando al viento, se pueden encontrar similitudes con las estolas ondeantes que presentan las expresivas figuras de profetas que se conservan en el Detroit Institute of Arts Museum, igualmente atribuidas a Gabriel Joly.         

Gabriel Joly. Profetas. Detroit Institute of Arts Museum

Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel: Retablo de la Adoración de los pastores. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection. Madrid, 2009, pp. 90-91.







Gabriel Joly. Adoración de los Pastores, h. 1530
Retablo de la iglesia de Ntra. Sra. del Castillo de Aniñón (Zaragoza)























Gabriel Joly. Retablo de Santiago, alabastro, h. 1532
Colegiata de Bolea (Huesca)


















Gabriel Joly. San Juan Bautista del Retablo de Santiago, alabastro
Colegiata de Bolea (Huesca)











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