23 de noviembre de 2018

Visita virtual: CRISTO CRUCIFICADO, virtuosismo anatómico con lenguaje romanista












CRISTO CRUCIFICADO O SANTO CRISTO DE PAMPLONA
Juan de Anchieta (Azpeitia, Guipúzcoa, 1538-Pamplona, 1588)
1577
Madera policromada
Capilla de San Juan Bautista, Catedral de Santa María la Real, Pamplona
Escultura renacentista española. Corriente romanista













Sin lugar a dudas, esta escultura que realizara Juan de Anchieta en 1577, que representa a Cristo crucificado, es obra cumbre de esta iconografía durante el Renacimiento español. Décadas después le seguirían las geniales creaciones barrocas del Cristo de la Clemencia (1603-1606) de la catedral de Sevilla, realizado por Juan Martínez Montañés, y del Cristo de la Luz (hacia 1630) del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, destacada obra de Gregorio Fernández. Se puede considerar a Juan de Anchieta como un escultor especialista en la elaboración de crucificados, pues tiene catalogados hasta una docena de ejemplares, aunque ninguno tan excepcional como este de la catedral de Pamplona.

Juan de Anchieta es un escultor vasco cuyos estudios recientes han permitido situarle en el lugar que le corresponde dentro del panorama escultórico español del siglo XVI, hasta llegar a ser considerado como el principal representante de la corriente romanista en España, cuya trayectoria profesional quedaría marcada por su carácter itinerante.

Nacido en Azpeitia en 1538, apenas con 13 años aparece desplazado a Medina de Rioseco (Valladolid) para realizar su formación junto al discreto escultor Antonio Martínez. Ya convertido en oficial, pasaría a relacionarse con Inocencio Berruguete, que le puso en contacto con el gran maestro Gaspar Becerra, junto al que colaboró en el retablo mayor de la catedral de Astorga (1558-1584), significativa obra en la decisiva implantación de la corriente romanista. Terminados sus trabajos, hacia 1565 llegaba a Valladolid, donde fue elegido por Juan de Juni como colaborador de su taller. Allí realizó algunas esculturas para retablos, como las solicitadas por los jesuitas de Valladolid, actualmente en la población de Noreña (Asturias) y con las que participó, junto a Juni, en el retablo de la capilla de los Alderete de la iglesia de San Antolín de Tordesillas (1550-1579), a lo que se vinieron a sumar otros encargos recibidos de ensambladores y entalladores, apareciendo obras dispersas en las provincias de Palencia y Valladolid. Acusando el influjo juniano y decantado por el romanismo miguelangelesco, Juan de Anchieta se revela a partir de este periodo como genial creador de figuras de la Virgen con el Niño, como la magistral Virgen de la Salve (hacia 1570) de la iglesia de Santiago de Valladolid.

El prestigio alcanzado por Juan de Anchieta en el ámbito vallisoletano, favoreció la llamada del escultor burgalés Pedro López de Gámiz, establecido en Miranda de Ebro, para que colaborase en un contrato que había realizado de gran envergadura: el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Santa Clara de Briviesca (Burgos), culminado hacia 1569, en el que Anchieta afianza decisivamente su maestría y decantación por el romanismo o manierismo reformado en los formidables grupos de la calle central del retablo. Para la Colegiata de Santa María la Mayor de esta población burgalesa también colaboró con Pedro López de Gámiz realizando el retablo de Santa Casilda y para el monasterio de Santa María la Real de Vileña, ya en solitario, realizó el retablo de la Asunción (hoy en el Museo de Burgos).

Con la reputación alcanzada con el retablo de Briviesca y el reconocimiento de Juan de Juni, que, ante su imposibilidad de afrontar el proyecto por motivos de salud, en su testamento, suscrito en 1577, declaraba a Juan de Anchieta como el único escultor capaz de terminar el retablo por él proyectado para la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, se convirtió en el escultor más prestigioso de la mitad norte de España.

Corría el año 1577 cuando con todo el bagaje artístico aprendido en Castilla decide trasladarse a Pamplona, junto a su esposa Ana de Aguirre, con la que había contraído matrimonio hacia 1570. Allí instala su obrador en el barrio de la Navarrería, después de que desde la catedral reclamasen obras del estilo moderno que encarnaba el escultor: el miguelangelismo. A partir de entonces, la actividad escultórica romanista en tierras vasconavarras fue extraordinaria, siendo Juan de Anchieta su principal iniciador1
En Pamplona mantuvo estrechas relaciones con los obispos de la diócesis, que le efectuaron importantes encargos, como don Antonio Manrique para el Real Monasterio de las Huelgas de Burgos, para el que realizó el retablo de la Sala Capitular y las figuras de San Benito y San Bernardo, o don Pedro de la Fuente para el retablo mayor de la catedral burgalesa, donde se ocupó de los grupos de la Asunción de la Virgen y de la Coronación, contratando en 1588, por deseos de este mismo prelado, el retablo de la iglesia parroquial de Moneo (Burgos).

En este momento en que el artista ha alcanzado su plena madurez, demuestra dominar los órdenes clásicos, la anatomía del cuerpo humano y el estudio de las proporciones, dotando a sus figuras de un movimiento en el espacio como expresión de su fuerza interior. Se le supone conocedor del tratado anatómico Historia de la composición del cuerpo humano, de Juan Valverde de Hamusco, publicado en Roma en 1556 con grabados de Nicolas Béatrizet sobre dibujos de Gaspar Becerra. A partir de entonces extendería su influencia por el País Vasco, Navarra y Aragón, rodeándose de numerosos discípulos y seguidores, entre ellos sus colaboradores del taller Blas de Arbizu y Pedro de Contreras.

Reflejo del nivel alcanzado, en torno a 1577-1578 se datan dos obras de la catedral de Pamplona que así lo demuestran: El Santo Cristo o Cristo crucificado y la talla de San Jerónimo. Ambas estuvieron asentadas en la capilla Barbazana del claustro de la catedral, según consta en un inventario de la sacristía catedralicia de 1651, donde se especifica2: "Ittem un San Jerónimo de bulto, que esta en la capilla de la Barbacana, juntamente con un Santo Cristo crucificado. Son hechuras de Ancheta".

Si el Santo Cristo representa la cumbre de su producción, sobre el que después volveremos, no menos interés ofrece la escultura exenta de San Jerónimo penitente, de 66 cm. de altura, que actualmente se conserva en el Museo de Navarra de Pamplona3. El hecho de conservarse en el color natural de la madera, sin policromar, permite apreciar el virtuoso trabajo de talla, especialmente el detallismo anatómico que denota la manera de Miguel Ángel, expresivo ejemplo del Romanismo en Navarra. El santo aparece desnudo y de rodillas, con el cuerpo dispuesto en diagonal hacia un tronco en el que apoya sus manos, cubierto desde la cintura con una piel sujeta por una cinta y portando en la mano derecha la piedra con que se mortificaba dándose golpes en el pecho. Se acompaña de los atributos tradicionales, el capelo cardenalicio y un libro a un lado y el león al otro, destacando las musculaturas basadas en modelos clásicos y el excelente trabajo de la cabeza, con largas barbas de reminiscencias miguelangelescas, un recurso plástico utilizado repetidamente por el escultor.

En esos momentos Juan de Anchieta contrató el retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Vitoria, que dejó sin terminar y del cual se conservan la imagen titular del Arcángel San Miguel (sin policromar), los altorrelieves de la Flagelación y la Coronación de espinas y los pequeños relieves de Moisés y David en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria, conjunto en depósito de la iglesia de San Miguel. Son obras realizadas entre 1578 y 1579 que evidencian la magnificencia y expresividad del romanismo de Anchieta. Este retablo fue sustituido por otro barroco más monumental realizado por Gregorio Fernández entre 1624 y 1632.
En el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria también se conserva un excelente relieve que representa a San Jerónimo penitente, del que se desconoce su procedencia y que seguramente formó parte de un retablo. En él destaca la huella miguelangelesca, que se aprecia en el perfecto estudio anatómico del cuerpo, en el interés por la fuerte musculatura, en la barba espesa y muy rizada y en el gesto de fuerza contenida de su rostro, recreando la famosa terribilitá de Miguel Ángel.

En 1577 Juan de Anchieta contrataba el retablo de la iglesia de la Asunción de Cáseda, que sería su primera gran obra en Navarra, contando con la colaboración de Pedro de Contreras. Dedicado a la Virgen, consta de banco, tres cuerpos organizados en tres calles y dos entrecalles y un ático rematado con el grupo del Calvario, ofreciendo en su monumental estructura y su repertorio ornamental la influencia de la obra de Gaspar Becerra en Astorga. Con un amplio programa doctrinal, la obra se encuadra en una época en que comenzaban a plasmarse con fuerza las pautas emanadas del Concilio de Trento.

También en 1577 también firmaba el contrato del retablo de la iglesia de San Pedro de Zumaya (Guipúzcoa), de estructura clasicista y presidido por la imagen titular de San Pedro en cátedra, sobre la que aparece el grupo de la Asunción y un Calvario de gran tamaño en el remate del ático, junto a una serie de relieves en las calles laterales. Se le atribuye el retablo el retablo mayor de la iglesia de la Asunción de Añorbe (Navarra), contratado por el ensamblador Pedro de Contreras en 1577, ya que la Virgen con el Niño, el San Miguel y los Evangelistas del banco presentan el inconfundible estilo del escultor.

De 1578 data el Retablo de la Trinidad de la catedral de San Pedro de Jaca, realizado en alabastro policromado para la capilla de los Trinitarios, que aparece presidido por un inusual grupo central con la iconografía de la Trinidad Vertical, con la imagen entronizada de Dios Padre, que de nuevo recuerda la terribilità del Moisés de Miguel Ángel, en cuya barba la paloma del Espíritu Santo desciende sobre la figura de Cristo crucificado. Se acompaña de un banco con relieves y a los lados medallones y las esculturas del Santo Ángel Custodio y San Martín, junto a un relieve de la Piedad en el ático.

Relacionada con esta obra de Jaca se encuentra la escultura de San Onofre que se guarda en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, donde el santo eremita aparece representado en alabastro, sin vestiduras y cubierto tan sólo por su cabellera y la barba que nunca se cortaba, recordando también su gesto de la mano entre la barba al Moisés de Miguel Ángel. De actitud contenida y cuidada anatomía representa el alto nivel alcanzado por Anchieta en el ámbito navarro-aragonés.

Otra obra realizada en tierras aragonesas fue el retablo de San Miguel, San Gabriel y San Rafael, culminado hacia 1580, de la capilla funeraria financiada por el judeoconverso Gabriel Zaporta en la Seo de Zaragoza, obra en madera y alabastro con la representación central de los tres arcángeles. Su estilo sería después imitado en Aragón por Juan Miguel Orliéns y Pedro de Armendia.

En 1580 comprometía el retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Aoiz (Navarra), del que se conservan un Crucifijo de cuidada anatomía, una Virgen con el Niño de formas miguelangelescas, un San Juan Bautista y un San Lorenzo de Juan de Anchieta que formaron parte de dicho retablo, pues en el siglo XVIII fue sustituido por otro barroco con estructura de Juan Tornés.

En 1587 se ocupaba del retablo mayor de la iglesia de Santa María de Tafalla (Navarra), para la que en 1581 había realizado un tabernáculo en forma de templete de estilo purista y decorado con relieves. El retablo mayor, con traza del propio Anchieta, está considerado como una de sus mejores obras, a pesar de quedar inacabado cuando le sorprendió la muerte. Consta de banco, dos cuerpos articulados en tres calles y dos entrecalles y ático, todos estos elementos con multiplicidad de soportes, frontones, frisos, medallones y elementos arquitectónicos, así como un copioso conjunto de relieves y esculturas de bulto de concepción romanista que aúnan la influencia juniana con la miguelangelesca. Las figuras de Cristo resucitado y de la Asunción de la calle central ya son obra de su discípulo Pedro González de San Pedro, al que la viuda de Anchieta traspasó la obra, que fue policromada por Juan de Landa en 1599.

Juan de Anchieta. Flagelación y Coronación de espinas, 1578-1579
Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria
Tras realizar el diseño de la sillería de coro de la iglesia de Santa María de Allo (Navarra), Juan de Anchieta moría en Pamplona el 30 de noviembre de 1588, siendo enterrado en el claustro de la catedral. Dejaba tras de sí una prolífica obra materializada en retablos y numerosas esculturas exentas dispersas por iglesias y conventos de Castilla, Navarra, el País Vasco y Aragón, demostrando dominar tanto la madera como la piedra y asentando las claves del estilo romanista en obras de excelente calidad.

EL SANTO CRISTO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA  

El Cristo crucificado de Juan de Anchieta es una de las mejores esculturas de este escultor, del Renacimiento español y del arte sacro alentado por la contrarreforma hispánica. Tallado en madera a escala natural, presenta un potente desnudo, clásico y apolíneo, con un preciso trabajo anatómico en cada uno de sus componentes. En su condición de cuerpo humano y divino a la vez, recibe un tratamiento de gran decoro en el que el escultor hace gala de sus facultades técnicas y de sus conocimientos de anatomía, posiblemente por conocer la obra De humani corporis fabrica libri septem (De la estructura del cuerpo humano en siete libros), escrita por Andrea Vesalio en 1543, o De humani corporis fabrica (Sobre la composición del cuerpo humano), escrita por Juan Valverde de Hamusco y publicada en Roma en 1556.

Juan de Anchieta. Detalles de la Flagelación y la Coronación de espinas, 1578-1579
Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria
Dramático en su composición, presenta una disposición del cuerpo arqueado y separado de la cruz, estilizado y con los brazos siguiendo el característico balanceo manierista de la época, que en los modelos de Anchieta adopta la forma de la vela de un barco insuflada por el viento, de modo que el peso abalanza el cuerpo hacia el espectador, con la cabeza caída y los músculos en tensión. A su expresividad y naturalismo contribuye la estudiada policromía, de pálida encarnación y hematomas violáceos en las partes castigadas, contrastando el padecimiento de su naturaleza humana con la expresión serena y sin sufrimiento del rostro, alusiva a la naturaleza divina de Cristo, que con su sacrificio ha redimido a la humanidad.

Juan de Anchieta. Detalle de Moisés y David, 1578-1579
Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria
Tanto el torso, los brazos y las piernas demuestran un profundo conocimiento anatómico en el tratamiento de la masa muscular y ósea, presentando el vientre hundido, el hombro izquierdo ligeramente adelantado, las expresivas manos taladradas por grandes clavos y los pies con el dedo gordo separado del resto como representación realista de la reacción muscular ante la perforación del clavo y la afectación a los tendones. En líneas generales el cuerpo presenta una complexión atlética en la que, siguiendo los modelos clásicos, quedan perfectamente delineados los pectorales, las costillas, los músculos, los tendones e incluso el pliegue inguinal.

Juan de Anchieta. San Jerónimo penitente, hacia 1578
Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria
De gran belleza y precisión es el trabajo de la cabeza, caída hacia adelante como expresión de la muerte, con la corona de espinas calada y tallada conjuntamente con los cabellos —algo habitual durante el Renacimiento—, una melena de mechones ensortijados que discurre por la espalda, dejando la oreja izquierda visible, incluyendo un recurso expresivo excepcional: el mechón rizado que cae al frente casi ocultando el rostro, una singular aportación de Juan de Anchieta a esta iconografía. El rostro, que aparece riguroso y sereno, sin muestra de sufrimiento, con la boca y los ojos cerrados, nariz afilada y barba poco poblada de dos puntas, contribuye a expresar el hondo sentimiento religioso que emana de la escultura.

El crucifijo se cubre con un reducido paño de pureza muy ajustado al cuerpo que forma un pequeño anudamiento en la parte derecha, policromado en blanco con listas en azul y bordes rojos. Otra nota destacable es la ausencia de sangre, limitada a los regueros producidos por los clavos y la lanzada del costado. Para reforzar el carácter naturalista de la escultura, el tradicional madero liso de la cruz fue sustituido por un tronco cilíndrico en el que se aprecian nudos y levantamiento de la corteza, en la línea de muchos modelos andaluces posteriores.

Juan de Anchieta. San Jerónimo penitente, hacia 1577
Museo de Navarra, Pamplona
Como ya se ha dicho, este crucifijo comenzó a recibir culto en la capilla Barbazana del claustro catedralicio, pero debido a la devoción popular que suscitó desde un primer momento, en 1857 fue trasladada al trascoro y posteriormente a la capilla sacramental, apareciendo en la actualidad colocada en un costado de la capilla de San Juan Bautista (a los pies del templo y en la nave del evangelio), donde sigue gozando de la veneración de los fieles pamplonicas.

Juan de Anchieta fue autor de otras notables representaciones de Cristo crucificado, entre las que hay que destacar el crucifijo monumental —Cristo de los artistas— que se conserva en la iglesia del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, atribuido a Anchieta por el profesor Arturo Ansón, igualmente idealizado y clasicista, con potente y rotunda musculatura en la anatomía, diferente al Santo Cristo de Pamplona en el tratamiento del paño de pureza. Digno de mención es también el Cristo del Miserere de la iglesia de Santa María de Tafalla, de esbelta anatomía y equilibrado clasicismo, así como el Cristo crucificado de la iglesia de San Miguel de Aoiz, con similar estudio anatómico y con la diferencia de tener el paño de pureza anudado a la izquierda.          

Juan de Anchieta. San Onofre, hacia 1578
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Informe y fotografías: J. M. Travieso.





NOTAS

1 ANDRÉS ORDAX, Salvador: El retablo de Anchieta en Moneo (Burgos). Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 43, Universidad de Valladolid, 1977, p. 437.

2 GOÑI GAZTAMBIDE, José: Historia de los obispos de Pamplona.  Siglo XVIII, Tomo VI, Pamplona, 1987, p. 200.

3 GARCÍA GAINZA, María Concepción: Juan de Anchieta, escultor del Renacimiento. Gobierno de Navarra-Fundación Arte Hispánico, Pamplona-Iruña, 2008.


Juan de Anchieta
Izda: San Juan Bautista, h. 1580, Metropolitan Museum, Nueva York
Dcha: Crucifijo, h. 1575, iglesia del Hospital de Ntra. Sra. de Gracia, Zaragoza
(Fotos The Met y Arte-paisaje.blogspot.com)
Bibliografía complementaria

CABEZUDO ASTRÁIN, José: La obra de Ancheta en Tafalla. Príncipe de Viana nº 32, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1948, pp. 277-292.

CAMÓN AZNAR, José: El escultor Juan de Anchieta. Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1943.

GARCÍA GAINZA, María Concepción: El escultor Juan de Anchieta en su cuarto centenario (1588-1988). Institución Príncipe de Viana, Gobierno de Navarra, 1988.

VASALLO TORANZO, LUIS: Juan de Anchieta. Aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571). Universidad de Valladolid, 2012.

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