22 de febrero de 2021

Pie memoriae: NUESTRA SEÑORA DEL MILAGRO, el asombro de soldados llegados de Flandes
















NUESTRA SEÑORA DEL MILAGRO
Iglesia de Nuestra Señora del Milagro
Valdestillas (Valladolid)
















A poco más de veinte kilómetros de Valladolid, en la comarca de Tierra de Pinares, se encuentra Valdestillas, una población sobre cuyo caserío destaca la iglesia de Nuestra Señora del Milagro, un edificio levantado en el siglo XVIII que aún conserva restos de la primitiva fábrica del siglo XVI, como su ábside poligonal. Su única nave, que se cubre con bóvedas de arista decoradas con yeserías barrocas, mantiene como referencia visual un abigarrado retablo dieciochesco que contiene esculturas de Pedro de Correas (1689-1752), si bien mantiene en su hornacina central a la patrona del municipio: Nuestra Señora del Milagro, que recibe su advocación de un suceso que el fervor popular de los valdestillanos todavía conserva en el recuerdo y que celebra anualmente.

Como el nombre indica, la imagen se incluye en el repertorio milagrero de la provincia de Valladolid, cuyo mayor prodigio fue obrado el 10 de mayo de 1602, según cuentan las crónicas. Para comprender el contexto histórico en que se produjo, es necesario retrotraerse a una época en que la Corte española de Felipe III estaba asentada en Valladolid, después de que este monarca fuese seducido por el Duque de Lerma, al que el joven y abúlico rey había delegado las tareas de gobierno, especialmente las relacionadas con la Hacienda Real, en quiebra desde 1575 y agravada por las guerras contra Francia, Inglaterra, las intervenciones contra los otomanos en el Mediterráneo y la Guerra de Flandes contra las provincias rebeldes de los Países Bajos.

Por entonces, había regresado a España una compañía de soldados, al mando del capitán Juan de Viamonte, que había defendido en Flandes los intereses españoles. Es posible que formaran parte de los tercios que al mando del archiduque Alberto de Austria sitiaron la villa de Ostende el 5 de julio de 1601, un asedio que duraría más de tres años y que sería uno de los más cruentos de la historia, superando los 100.000 caídos en combate. Cuando aquella compañía, tras recalar en el ámbito cortesano de Valladolid, se encontraba en Valdestillas, se procedió a repartir las boletas de acampada a las puertas de la iglesia parroquial, en cuyo interior era venerada la imagen de la Virgen del Rosario, que protagonizaría un prodigio que nadie esperaba.

Fue entonces cuando Juan Romero, Juan Gómez, Sebastián Carloe, Cristóbal Franco y otros soldados, decidieron entrar a orar al interior de la iglesia, llamándoles la atención la imagen de la Virgen del Rosario, en cuyas manos sujetaba la pequeña figura del Niño, con la mirada dirigida hacia su Madre, y una rosa. Tras dirigirse Juan Romero a sus compañeros, afirmando el gran parecido que encontraba entre aquella Virgen y otra imagen mariana que habían conocido en Flandes, algunos soldados se acercaron curiosos al altar para contemplarla de cerca. Fue entonces cuando vieron que la figura del Niño comenzó a inclinarse y a deslizarse de las manos de la Virgen hasta caer de cabeza al suelo. Sobresaltados y dando voces de aviso, algunos soldados intentaron recogerle en la caída, pero quedaron estupefactos cuando vieron que la propia Virgen abrió los brazos, cayendo también la rosa, y se inclinó para recoger al Niño, que al ser levantado quedó entre sus manos en posición frontal, bendiciendo a los fieles. Después repetiría el cadencioso movimiento para recoger la rosa, mientras se oía el ruido que producía el movimiento de sus vestiduras.
Ante el portento, los soldados quedaron momentáneamente aturdidos, pero enseguida salieron gozosos de la iglesia gritando al resto de los soldados el milagro del que habían sido testigos. Tras realizarse análisis pormenorizados, los testimonios del nutrido grupo de soldados hicieron que el hecho fuese calificado y confirmado como milagro por Enrique Pimentel, arzobispo de Valladolid, el 18 de julio de 1620.

Desde entonces se acrecentó la devoción por la ya venerada imagen, que bajo la nueva advocación de Nuestra Señora del Milagro se convertiría en el icono religioso vasdestillano por excelencia, siendo numerosos los milagros de todo tipo que se le han atribuido al cabo del tiempo, siendo divulgado en tiempos recientes el referido al incendio que la iglesia sufrió el 11 de mayo de 1976, cuando la imagen, envueltas en llamas, no se quemó a pesar de arder parte del manto. Aunque a la iglesia acuden los fieles del pueblo a pedir todo tipo de favores, Nuestra Señora del Milagro fue el referente en tiempos de severas sequías, dando lugar, antes de que estos rituales decayeran, a letrillas bien conocidas por todos, como las que comienzan diciendo:       


Dadnos el agua, Señora, aunque no lo merezcamos,
que si por merecer fuera ni la tierra que pisamos.

Virgen santa del Milagro, todo lo podéis hacer:
aplacar los aires cierzos, y comenzar a llover.

El milagro de la patrona de Valdestillas, del que fueron testigos algunos soldados de los Tercios de Flandes, fue recogido en la publicación Ramillete de Flores Historiales, escrita por el jesuita Juan Bussières, traducida por Lorenzo Matheu y Sanz y editada en Madrid en 1666. A esta obra corresponde el siguiente texto:

"Cuando estaban dando las boletas de acampada en el pórtico de la iglesia parroquial del pueblo, como era costumbre, y habiendo entrado a hacer oración en dicha iglesia Juan Romero, Juan Gómez, Sebastián Carloe, Cristóbal Franco y otros muchos, todos ellos soldados de la compañía, descubrieron la imagen de Nuestra Señora del Rosario que está en el colateral a la parte del Evangelio, y reparando en ella dijo el dicho Juan Romero a sus compañeros: ¿No os parece que esta imagen se
parece mucho a la que vimos en Flandes en la villa de Aó, junto a Bruselas, que es muy milagrosa? Respondieron que sí; y que no habían visto imagen que se pareciese a la referida de Aó, sino ésta, ni que fuese tan milagrosa, con cuyas palabras se fueron acercando a dicho altar y al llegar junto a él vieron que un niño que tenía esta soberana Señora en sus divinos brazos se le caía de ellos tanto, que viéndose inclinada la cabeza hacia el suelo, vocearon diciendo: ¡Que se cae, que se cae el niño; y arrojándose los que pudieron a cogerle vieron que dicha imagen de Nuestra Señora abrió los brazos y se inclinó hacia el suelo para recoger al niño, y recogido volvió esta milagrosísima Señora a bajarse por la rosa, que al tiempo que abrió los brazos, se le cayó de las manos. Quedáronse los referidos soldados tan aturdidos de ver el prodigio y oír el ruido que los vestidos de dicha imagen hicieron, que en mucho rato no hicieron más que mirarse unos a otros pasmados, y volviendo a cobrar aliento, llenos de gozo y alegría, vocearon diciendo: Milagro, milagro, a cuyas voces acudieron los demás soldados y vecinos de dicha villa, y con lo que aquellos dijeron y éstos vieron (que fue que el niño no estaba como antes, pues estaba vuelto el rostro al pueblo y echando la bendición, y antes de este
Iglesia de Nuestra Señora del Milagro, Valdestillas (Valladolid)
maravilloso prodigio estaba mirando el niño cara a cara a su benditísima madre) recorrieron y publicaron el milagro, y como tal le calificó y confirmó el Ilmo. Señor don Enrique Pimentel, Obispo de esta ciudad, el día diez y ocho de julio, año mil seiscientos y veinte, y después de éste otros Señores Obispos
".

Por último, reseñar que Nuestra Señora del Milagro, actualmente presentada como imagen de vestir, cuenta en su vestidor con más de una veintena de diferentes atuendos ricamente bordados que los fieles le han donado a modo de exvotos, al igual que valiosos anillos y el rostrillo y la corona que luce de forma permanente. La fiesta en su honor, entre el 9 y el 11 de mayo, es la principal de cuantas se celebran en Valdestillas, incluyendo una concurrida procesión. Actualmente está asociada a la que se celebra, cada 15 de mayo, en honor de San Isidro Labrador.


Informe: J. M. Travieso.

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