15 de febrero de 2021

Pie memoriae: VIRGEN DE LA SOTERRAÑA, el hallazgo en un pozo del que brotó aceite

 









VIRGEN DE LA SOTERRAÑA

Iglesia de San Miguel / Cripta-Capilla de la Soterraña

Olmedo (Valladolid)

 

 







     Una de las villas castellanas donde se pueden rastrear leyendas por todas las esquinas es Olmedo, "la ciudad del Caballero". Entre ellas, una de las más celebradas es la referida a la Virgen de la Soterraña, que dispone de su propia cofradía, de su propia iglesia y del rango de patrona de Olmedo y su Tierra, en cuyo honor se celebran fiestas anuales en torno al 10 de octubre.

La primera de las leyendas, alusiva a la aparición de la imagen de la Virgen, como ocurre en tantas otras devociones marianas de la provincia de Valladolid, tiene su origen vinculado a un hecho milagroso. En este caso el protagonista fue el rey Alfonso VI de León (1041-1109), que ocupado en las luchas contra los reinos de taifas árabes, en la víspera de la batalla que supuso la reconquista de la villa de Olmedo en 1085, tuvo un sueño o visión en el que una imagen de la Virgen, a modo de las antiguas sibilas, le anunció su victoria. El rey, agradecido por sus favores, inició la búsqueda de la imagen, que identificó con la que apareciera enterrada —soterrada— en un pozo situado junto a la muralla de Olmedo para preservarla de las razias de los musulmanes, del que brotó aceite en el momento de su hallazgo. A partir de entonces sería venerada por la población olmedana con el apelativo referido a la circunstancia de su hallazgo: Virgen de la Soterraña.

     Esto ocurría poco antes de la conquista de la ciudad de Toledo el 25 de mayo de 1085 por el rey Alfonso VI, que tras esta victoria repobló en 1093 las villas de Olmedo, Íscar, Coca y Cuéllar, a las que otorgó el fuero de Roa. El propio rey fue el que ordenó la construcción de una ermita para venerar a la Virgen sobre el lugar en que apareció, edificio después reconvertido en iglesia de San Miguel, a cuya cripta se adosó posteriormente la capilla de la Virgen de la Soterraña. Como en tantas ocasiones, la leyenda piadosa se debilita por cuestiones cronológicas, pues el relato, referido al siglo XI, no concuerda con la talla venerada, datada por sus estilemas en el siglo XIII, a no ser que esta sustituyera a una imagen anterior. 

Otra leyenda, todavía más inconsistente, es la que identifica la imagen con una donación realizada a la villa por San Segundo, según la tradición primer obispo de Ávila y actual patrono de esta ciudad y su diócesis, algo totalmente imposible en un personaje que vivió en el siglo I. Esta leyenda, sin pies ni cabeza, se comenzó a difundir  a raíz del descubrimiento, en 1519, de un sepulcro con la inscripción "San Segundo" en una ermita situada junto al río Adaja, extramuros de la ciudad de Ávila, al que se comenzaron a atribuir numerosas leyendas piadosas, a pesar de que no existen datos que avalen ni siquiera la presencia en la ciudad amurallada de este santo, que según la tradición cristiana, fue enviado por San Pedro y San Pablo para evangelizar España.

 

     Como se ha dicho, la imagen de la Virgen de la Soterraña es una escultura de finales del siglo XIII, tallada en madera, que responde al estilo de transición del románico al gótico. Siguiendo un esquema muy difundido en la época, la Virgen aparece entronizada y coronada como reina, vestida con una túnica de tonos azulados ceñida a la cintura por un cinturón, un manto muy ajustado al cuerpo, con el envés marrón y el revés rojo, que le cubre la cabeza. En su regazo sujeta la figura del Niño Jesús, al que protege con la mano izquierda colocada sobre su hombro, mientras en la mano derecha sujeta un fruto, posiblemente una manzana, que muestra al espectador como símbolo de la nueva Eva. La figura del Niño aparece con un giro de tres cuartos, vestido con una somera túnica, con la mano derecha levantada en actitud de bendecir y sujetando en la izquierda un simbólico y diminuto globo terráqueo.

La cabeza de la Virgen sigue una forma oval, con la frente alta y despejada y las cejas, ojos, nariz y boca definidas por la pintura de la policromía, que también incluye un collar de cuentas rojas sobre su cuello. El rostro del Niño, más redondeado y con abultadas mejillas, podría sugerir una tímida sonrisa. En líneas generales la talla mantiene el arquetipo generalizado en el románico, con la Virgen convertida en trono de Dios, las figuras sin conexión entre ellas y un fuerte hieratismo corporal, lo que proporciona solemnidad a la imagen. Todos los valores plásticos originales han sido recuperados en su reciente restauración. 

     De todos modos, desde el siglo XVI el aspecto de la imagen conoció una transformación para ajustarla a los gustos del momento, siendo reforzada en altura por una peana y recubierta por una túnica acampanada, un manto y una toca con rostrillo, incorporando piezas de orfebrería, como una media luna de plata a sus pies y coronas, tal y como aparece en las fotografías de su coronación canónica en 1924 y en el estandarte de la Cofradía. A principios del siglo XVII fue la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, quien donó un rico manto a la Virgen de la Soterraña. 

No obstante, desde la restauración de la imagen, que es atendida por sus camareras, se muestra combinando ambos aspectos, con el frente de la talla original visible sobre una peana, la espalda cubierta con un rico manto, la cabeza con una toca de encaje y luciendo sobre las cabezas de la Virgen y el Niño las ricas coronas de oro —de señorío y aureola de gloria— que, refundidas y doradas a fuego por el orfebre italiano Sciortini (residente en Valladolid), recibiera en la solemne coronación canónica celebrada el 10 de octubre de 1924 por don Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid e hijo adoptivo de la villa, en la Plaza Mayor de Olmedo, acto en el que la imagen estrenó un rico manto bordado por las monjas de la Concepción como donación de la familia Salgueiro. 

Fiesta de la Virgen de la Soterraña, procesión en Olmedo

Un hecho peculiar es que la Virgen de la Soterraña dispone de su propio escudo de armas, formado por trece roeles de oro en campo de plata y un puercoespín, con la leyenda "Per te virgo, sim defensus" (Sea por Ti, Virgen, defendido). Su origen de nuevo deriva de una antigua leyenda protagonizada por Velázquez del Puerco, señor que fue Canciller Mayor del virreinato de Sicilia al servicio del rey don Fernando y miembro de un linaje ilustre oriundo de Olmedo, en cuyo escudo ostentaba un puercoespín como recuerdo del que un antepasado suyo, don Pedro Velázquez, matara en los campos de Cuéllar liberando de sus ataques a rebaños y viajeros.

Según la leyenda recogida por Luis Curiel, Velázquez del Puerco tenía una hija llamada Lucrecia que se enamoró ciegamente de un malandrín de buena presencia, rondador de mozas y pendenciero, que hacía alarde del arte de caballero, de calzar espuela y esgrimir la espada, llegando a enfermar la joven por su enamoramiento apasionado. Cuando su padre regresó de Sicilia rogó a la Virgen de la Soterraña su intercesión para liberarla de aquel "mal de amores", consiguiendo la curación de su hija. 

Como agradecimiento, siguiendo el consejo de fray Lope, en un acto solemne hizo entrega a la Virgen de su escudo de armas (roeles y un puercoespín), al que el fraile consejero añadió la leyenda ya citada. Desde entonces la Virgen de la Soterraña se acompaña de un banderín con el escudo de los Velázquez, en torno al cual en aquellos tiempos corrieron coplillas que expresaban:

Estandarte de la Cofradía de la Virgen de la Soterraña

La casa de los Velázquez,
por culpa de un malandrín,
echó a rodar sus roeles
y mató su puercoespín.
 
Las armas de los Velázquez 
están hoy muy bien guardadas,
que las ha puesto en su pecho
la Divina Soterraña. 

La Virgen de la Soterraña recibe culto en una capilla adosada en el siglo XVIII a la cabecera de la iglesia de San Miguel, una iglesia románico-mudéjar que se levantó en el siglo XIII adosada a la muralla de Olmedo, sobre el lugar donde se encontraba la primitiva ermita y el pozo en que apareció la Virgen. Las cadenas que la rodean, que recuerdan el derecho de asilo y jurisdicción propia desde principios del siglo XVII, fueron un regalo de la piadosa reina Margarita de Austria como agradecimiento a los favores recibidos de la Soterraña.

Anónimo. Procesión de rogativa de la Virgen de la
Soterraña en 1629 con motivo de una plaga de langostas
Iglesia de Santa María del Castillo, Olmedo

     El conjunto de la iglesia de San Miguel y la Cripta de la Virgen de la Soterraña no puede ser más monumental. La iglesia de San Miguel, levantada junto al arco de la muralla que toma el nombre del templo, muestra todo un alarde del trabajo en ladrillo realizado por los alarifes mudéjares del siglo XIII, que aquí dejaron la esencia del mudéjar castellano.

Con el paso de los años, el templo se fue dotando de importantes obras artísticas, destacando por su singularidad el gran arco formero y los sepulcros decorados con yeserías gótico-mudéjares del siglo XV, reflejo de la convivencia en la villa de las culturas judía, islámica y cristiana; la serie de pequeños retablos pictóricos del siglo XVI, como el de la Crucifixión (atribuido a Gaspar de Tordesillas) y el de San Bartolomé; el retablo del Cristo del Amparo; el retablo mayor sin policromar, con un exuberante barroco realizado por Andrés Hernando entre 1733 y 1735, en cuya hornacina principal se encuentra la bella escultura de San Miguel venciendo al demonio, atribuida a Pedro de Sierra.

Ante el presbiterio de San Miguel se encuentra la escalera de bajada a la cripta de Nuestra Señora de la Soterraña, donde es inevitable recodar los versos que en 1894 le dedicara Gabriel y Galán:

Arco e iglesia de San Miguel, Olmedo

Si a la Soterraña vas,

ve que la Virgen te espera
que por esta su escalera
quien más baja, sube más. 

Por la escalera se llega a un pasaje con bóveda de cañón, a uno de cuyos lados se abre un arco que da acceso al pozo en el que según la tradición fue encontrada la Virgen. Este conduce a la exuberante Capilla de la Soterraña, que según informa el presbítero Antonio Prado y Sancho en su Novenario sagrado de la imagen de Ntra. Sra. de la Soterraña, escrito en 1770 y publicado por Celedonio Rodríguez en Valladolid en 1906, la capilla fue levantada y financiada por don José de Alaiza y Zuazo, caballero que tras permanecer al servicio del rey Carlos III en Nápoles se retiró a Olmedo, siendo trazada por un arquitecto italiano y costeada en parte con las aportaciones de los vecinos.

Entrada a la cripta de la Virgen de la Soterraña

     Enteramente edificada en ladrillo, tiene planta octogonal y está coronada por una cúpula, recorrida por una galería, que está decorada con frescos que representan a ocho profetas del Antiguo Testamento. Bajo el arranque de la cúpula aparece un friso que recorre toda la capilla con una inscripción que informa de su construcción: "Esta capilla se hizo a expensas de la devoción, siendo cura desta iglesia Don Juan Antonio de Catalina y especial devoto Don José de Alaiza y Zuazo, jefe de las reales tapicerías del rey Don Carlos de Nápoles y las Dos Sicilias y ayuda de cámara de su majestad católica. Con todo rendimiento le dedica en nombre de la devoción a Nuestra Señora de la Soterraña, patrona desta villa y su tierra, para mayor culto. Acabose en el mes de agosto de 1746".

El cuerpo de la capilla está ocupado al frente por el retablo mayor y en los laterales por retablos dedicados a San Bartolomé y San Jerónimo, alternándose con espacios en los que se abren grandes nichos con tribunas reservadas a las familias benefactoras, sumándose a los pies otra tribuna alta que comunica con un cámara abovedada a la que se accede por el retablo de la iglesia de San Miguel.

Pozo en el que, según la tradición, fue encontrada la Virgen

     Todos los paramentos aparecen cubiertos de pinturas murales de gusto dieciochesco y diversa temática, con grandes figuras de ángeles entre roleos en las enjutas de los arcos que cobijan los retablos y parejas de ángeles descorriendo cortinas sobre las tribunas, bajo las que aparecen las pinturas murales de los Cuatro Evangelistas. 

El retablo mayor, concebido como camarín para la imagen de la Virgen de la Soterraña, fue realizado en el siglo XVIII y consta de banco, un cuerpo y un ático adaptado a la forma semicircular del arco, con una división vertical de tres calles. En el banco, a los lados del sagrario, aparecen objetos litúrgicos en relieve de carácter eucarístico. En las calles laterales hornacinas aveneradas contienen las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, ambas precedidas por estípites y columnas con los fustes recubiertos con formas vegetales y cabezas de querubines en relieve dorado. En el ático, a los lados de una gloria abierta central con cabezas de ángeles entre nubes, se disponen las figuras de cuatro virtudes con sus atributos: la Fortaleza, la Esperanza, la Fe y la Templanza. 

Capilla de la Soterraña, siglo XVIII

     Igualmente fueron realizados en el siglo XVIII los dos retablos salomónicos de los laterales, de idéntica factura. Constan de banco, cuerpo único y ático, con pinturas sobre lienzo a dos alturas. El del lado del evangelio presenta en la hornacina central la pintura de San Bartolomé, con Santa Eustaquia en el ático, ambas de discreta factura. Por el contrario, en el del lado de la epístola aparece la pintura de San Jerónimo escuchando la trompeta del Juicio Final, que, como la Santa Paula del ático, son obra del napolitano Luca Giordano, que las habría realizado poco antes de regresar a Nápoles en 1702. Ambas proceden del desaparecido monasterio jerónimo de la Mejorada de Olmedo. 

Una nota curiosa la pone en una de las tribunas de la capilla, la presencia constante del banderín con el escudo de la Virgen de la Soterraña, cuya historia ya ha sido relatada. Antaño estas tribunas acogían numerosos exvotos de gratitud, como numerosas son las leyendas forjadas en torno a los prodigios de la Virgen, como la Leyenda del Pino, que refiere que bajo un frondoso pino se refugiaron trece hombres de una terrible tormenta que causó mucho daño, incendiando los pinos y arrasando el pinar. Todo ardió menos el pino en el que estaban refugiados los hombres que se encomendaron a la Virgen de la Soterraña, que les protegió y salvó. 

Cúpula de la Capilla de la Soterraña, siglo XVIII

     Otra es la Leyenda de las Cruces, protagonizada por las mozas casaderas, que cuando tenían interés en un hombre acudían a la capilla para grabar una cruz sobre el ladrillo del muro, siempre en el mismo sitio, hasta que lo conseguían, ofreciendo su boda en la capilla si la Virgen concedía el deseo.

Secularmente la Virgen de la Soterraña ha sido requerida por los devotos olmedanos para solucionar cualquier tipo de problema, como lo testimonia una pintura del siglo XVII, conservada en la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo, que presenta una procesión de rogativa realizada en 1629 por diferentes campos, con motivo de sufrir una plaga de langostas. 

 

Informe: J. M. Travieso. 

 

Exterior de la Capilla de la Soterraña, Olmedo

Bibliografía 

CURIEL POBLADOR, Luis: Santa María de la Soterraña: Patrona coronada de Olmedo y de los siete pueblos de su Tierra, Diputación Provincial, Valladolid, 1999. 











Publicación con motivo de la Coronación Canónica de 1924










Aspecto tradicional de la Virgen
(Foto Fundación Joaquín Díaz, Urueña)









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