CAPILLA DE
LA VIRGEN DE LA SOTERRAÑA
Virgen de la
Soterraña: anónimo siglo XIII
Capilla y
cripta, siglo XVIII
Pintura:
Luca Giordano y pintores anónimos del siglo XVIII
Arquitectura,
pinturas murales, retablos y esculturas
Cripta de la
Soterraña, iglesia de San Miguel, Olmedo (Valladolid)
Escultura gótica
y pinturas y esculturas barrocas
La villa de Olmedo es un lugar plagado de resonancias
históricas y de leyendas de todo tipo. Si célebre fue la Batalla de Olmedo, ocurrida en 1467 a consecuencia del conflicto
provocado por la sucesión de Enrique IV de Castilla, en el que este rey se
enfrentó al príncipe Alfonso, su medio hermano, no menos célebre es la
tragicomedia El Caballero de Olmedo,
compuesta en 1620 por Lope de Vega sobre la base de una canción popular. A
pesar de todo, aunque menos conocidas fuera de esta población vallisoletana,
son más las numerosas leyendas forjadas en torno a la Virgen de la Soterraña,
patrona de Olmedo y su comunidad de Villa y Tierra, todas ellas para remarcar
el carácter milagroso de la imagen y su protección sobre los habitantes de la
villa, que, como acción recíproca, la preservaron en un lugar específicamente
concebido para su culto, un singular espacio devocional en el que ahora fijamos
nuestra atención.
Para
comprender el calado de la veneración de la Virgen de la Soterraña, hemos de
retrotraernos a los tiempos del rey Alfonso VI (1040-1109) para encontrar el
origen de su leyenda, que, como en la mayoría de los casos, se encuentra aquejada
de notables desajustes cronológicos. Según la tradición, la imagen de la Virgen
permaneció oculta en un pozo durante los más de trescientos años en que Olmedo
estuvo dominada por los musulmanes. Cuando Alfonso VI se disponía a
reconquistar la villa, antes de la batalla tuvo un sueño o visión en que la
Virgen le revelaba su ayuda en la victoria y su paradero, por lo que una vez conquistada la plaza dispuso
que fuese sacada de aquel lugar bajo tierra
—momento en que el pozo manó aceite— y colocada a la veneración de los
olmedanos, que desde entonces comenzaron a denominarla Soterraña, es decir, enterrada o subterránea1. A partir
de entonces, fue establecida para su culto una capilla en la iglesia de San
Miguel, en cuyo subsuelo también fue preservado el pozo de la milagrosa
aparición.
En este relato encontramos la primera incongruencia,
pues un análisis de la imagen permite catalogarla como una talla gótica del
siglo XIII, lo que supone que fue elaborada más de cien años después de la
muerte de Alfonso VI. No obstante, lo que no ofrece dudas es que la iglesia de
San Miguel es uno de los mejores edificios de estilo románico-mudéjar de los
numerosos levantados en Olmedo durante el siglo XIII y que desde su
construcción la presencia de la Virgen de la Soterraña y el pozo de la leyenda
de su supuesta aparición originaron una enorme devoción en la comarca, siendo
constantes, a partir de entonces, las referencias a los prodigios obrados por
la imagen.
Todavía se recuerdan algunas leyendas piadosas, como
la del pino bajo el que se refugiaron trece hombres durante una tormenta que
originó el incendio de un pinar, que fueron salvados tras encomendar su
protección a la Soterraña. Otra leyenda hace referencia a las cruces grabadas
sobre los ladrillos del camarín por las jóvenes casaderas, que de esta manera
ofrecían a la Virgen celebrar su matrimonio en la capilla si les era concedido
que el hombre que las interesaba asintiera a sus deseos.
Corredor subterráneo de acceso a la capilla A la derecha, el pozo del milagro |
Más curiosa y conocida es la leyenda, recogida por
Luís Curiel, sobre el extraño emblema de la Virgen de la Soterraña, compuesto
por trece roeles de oro y un puercoespín en la parte inferior. El origen se
encuentra en los Velázquez, una familia oriunda de Olmedo, uno de cuyos
miembros, don Pedro Velázquez, mató en los campos de Cuéllar con una ballesta un
puercoespín que atacaba al ganado y viandantes. Uno de sus descendientes,
Fernando Velázquez, comenzó sirviendo al infante don Fernando, futuro rey de
Aragón, del que llegó a ser Canciller. Por su lealtad, primero fue nombrado
embajador en Nápoles y después virrey de Sicilia, concediéndole el rey que en
el escudo de su linaje figurasen los trece roeles y el puercoespín.
Este don Fernando Velázquez del Puerco, cuya familia
habitaba una casona señorial perteneciente a la parroquia de San Andrés, tuvo
una hija llamada Lucrecia que, cumplidos los veinte años, se enamoró
perdidamente de un apuesto mancebo, rondador de mozas y pendenciero de oficio.
Regresado don Fernando de ocupar el cargo de virrey en Sicilia, se encontró que
la enfermedad del mal de amores que padecía su hija por aquel malandrín era de
extrema gravedad, por lo que repetidamente acudía ante el altar de la Virgen de
la Soterraña para orar en compañía de Fray Lope, monje jerónimo que era su amigo
y confidente, pidiendo la salvación de su hija. Ante el padre Lope prometió
que, si su hija era salvada de su enfermedad y apasionamiento amoroso,
entregaría a la Virgen la riqueza del linaje y el escudo de armas que le había
concedido el rey.
Retablo Mayor y balcones angulares de la capilla |
Durante una misa de fiesta mayor oficiada por el
padre Lope en la iglesia de San Miguel, a la que acudió todo el pueblo y don
Fernando con su familia, Lucrecia llegó pálida y sin fuerzas, a punto de morir.
Sin embargo, la joven sintió un impulso en su corazón y recuperó la salud,
expresando que había sido ayudada por la Virgen de la Soterraña. Como acto de
agradecimiento, tras la misa su padre buscó un notario y sobre el altar de la
capilla extendió la escritura de donación del escudo de armas de los Velázquez
del Puerco a favor de la Soterraña, que allí fue colocado y al que Fray Lope
añadió debajo la leyenda "Per te
Virgo, sim defensus" (Por ti, oh Virgen, sea defendido)2. Por
este motivo, la Virgen de la Soterraña dispone de su propio escudo, algo
realmente atípico en una imagen devocional.
Después por Olmedo circulaba la coplilla :
La casa de los
Velázquez
por culpa de
un malandrín
echó a rodar
sus roeles
y mató su
puerco espín.
Retablos colaterales con las pinturas de San Bartolomé y San Jerónimo |
Debido a la persistencia de la enorme devoción a
través del tiempo, en 1746 se remodeló el ábside mudéjar de la iglesia de San
Miguel, que está situada junto a la puerta de la muralla del mismo nombre, añadiendo
en la cabecera una capilla con cúpula, de estética completamente diferente, dedicada
expresamente a la Virgen de la Soterraña. Para ello, hubo que perforar el
ábside y levantar la altura del presbiterio original para dar paso desde la
nave de la iglesia de San Miguel a unas escaleras, colocadas bajo el altar, que
conducen a un corredor subterráneo que recorre la primitiva cripta, cubierto con
bóveda de cañón, que comunica con el singular espacio dieciochesco repleto de
ornamentación barroca. En el muro de este corredor de acceso se abre un
espacio, cerrado con una reja, en el que se encuentra el mítico pozo en que fue
encontrada, según la leyenda, la imagen de la Soterraña. De esta manera, se produce la singularidad de encontrar una iglesia dentro de otra.
Asimismo, durante las obras se mandó realizar un
nuevo retablo barroco acorde con las nuevas medidas del elevado presbiterio de
la iglesia de San Miguel, obra realizada por el ensamblador olmedano Andrés
Hernando entre 1733 y 1735, que está sin policromar y que en su hornacina
central muestra una bella talla policromada de San Miguel Arcángel —copatrono de Olmedo— que es atribuida a Pedro
de Sierra, que la habría tallado en 1735. Este retablo ha sido recientemente
restaurado en la Fundación Las Edades del Hombre, contando con la financiación
del Ayuntamiento de Olmedo.
Luca Giordano San Jerónimo escuchando la trompeta del Juicio Final, h. 1700 |
LA CAPILLA DE LA VIRGEN DE LA SOTERRAÑA
Según informa el presbítero Antonio Prado y Sancho
en su Novenario sagrado de la imagen de
Ntra. Sra. de la Soterraña, escrito en 1770 y publicado por Celedonio
Rodríguez en Valladolid en 19063, la capilla fue levantada y
financiada por don José de Alaiza y Zuazo, caballero que tras permanecer al
servicio del rey Carlos III en Nápoles se retiró a Olmedo, siendo trazada por
un arquitecto italiano y costeada en parte con las aportaciones de los vecinos.
Enteramente edificada en ladrillo, la capilla tiene
planta octogonal y está cubierta por una cúpula que al exterior adopta la forma
de chapitel ochavado. La cabecera está presidida por un retablo con puertas a
los lados del banco por las que se accede a una pequeña sacristía sobre la que
se abre un camarín elevado al que se llega por una pequeña escalera. Este
retablo mayor es obra del siglo XVIII y está concebido para albergar la imagen
de la Virgen de la Soterraña, que
aparece colocada en un camarín y flanqueada por pequeñas hornacinas aveneradas
que contienen las imágenes de San Joaquín
y Santa Ana, ambas precedidas por
estípites y columnas con los fustes recubiertos con formas vegetales y cabezas
de querubines en relieve dorado. Siguiendo el horror vacui que anima todo el retablo, en el banco, a los lados
del tabernáculo y sobre las puertas se colocan paneles con motivos eucarísticos
en relieve, mientras en el ático, a los lados de una gloria abierta central con
cabezas de ángeles entre nubes, se disponen las figuras de cuatro virtudes: Fortaleza, Esperanza, Fe y Templanza.
Como ya se ha dicho, la imagen de la Virgen de la Soterraña data del siglo
XIII, perteneciendo a uno de los grupos iconográficos de la provincia
estudiados por Julia Ara Gil, con la imagen sedente de la Virgen en posición
frontal y sujetando sobre sus rodillas la figura del Niño, cuyo cuerpo aparece
ligeramente girado hacia la Virgen, sujetando en su mano izquierda un pequeño
globo terráqueo y con la derecha levantada en actitud de bendecir, algo poco
frecuente en la época. Ambos visten túnicas, de tonos verdosos la del Niño y
azul la de la Virgen, que va ajustada a la cintura con un ceñidor. La imagen de
la Virgen es mayestática, con los cabellos descubiertos y ofreciendo en su mano
derecha, con gesto cariñoso, un fruto al Niño, recurso frecuente desde el
románico. Esta imagen comenzó a vestirse en el siglo XVI y los cambios de
mantos fueron sucesivos en tiempos posteriores, siempre manteniendo una imagen
compacta que sólo dejaba visible los rostros de la Virgen —rostrillo incluido —
y el Niño bajo las túnicas, el manto y la toca, piezas textiles ornamentadas
con bordados florales según el gusto de cada época.
Pinturas murales. Evangelistas: San Juan y San Mateo, anónimo siglo XVIII |
Relacionado con la Virgen de la Soterraña, todavía
se recuerda en Olmedo el 10 de octubre de 1924, día en que la imagen fue
coronada canónicamente en la Plaza Mayor de la villa por don Remigio
Gandásegui, arzobispo de Valladolid, durante el reinado de Alfonso XIII. Con
tal motivo, se refundió y doró a fuego su antigua corona para reconvertirla en
una elegante corona de Señorío para la Virgen y el Niño, con una gran aureola
de gloria para la Soterraña, en ambos casos con piedras preciosas engastadas,
tal y como se presenta en la actualidad. El trabajo fue llevado a cabo por el
orfebre Sciortini, un italiano con residencia en Valladolid, siendo costeados
los gastos de refundición y dorado por un grupo de jóvenes olmedanos, que
organizaron funciones de teatro para tal fin. En tal ocasión la Soterraña
estrenaba manto y en sus manos se colocó un cetro simbólico como Señora de la
villa.
Tribuna del coro alto situado a los pies |
En los espacios colaterales se encuentran dos
retablos salomónicos de idéntica factura que también fueron realizados en el
siglo XVIII. Constan de banco, cuerpo único y ático, con pinturas sobre lienzo
a dos alturas. El del lado del evangelio presenta en la hornacina central la
pintura de San Bartolomé y encima a Santa Eustaquia, ambas de discreta
factura. Por el contrario, en el del lado de la epístola aparece la pintura de San Jerónimo escuchando la trompeta del
Juicio Final, que como la de Santa
Paula de la parte superior, son obra del napolitano Luca Giordano, que las
habría realizado poco antes de regresar a Nápoles en 1702. Ambas proceden del
monasterio jerónimo de la Mejorada de Olmedo.
En los paramentos angulares del cuerpo de la capilla
se abren cuatro tribunas con balcones, a modo de cantorías, y sobre la entrada
un coro alto cubierto por una bóveda semiesférica. Bajo los balcones, dentro de
marcos fingidos, aparecen pinturas murales dieciochescas con los Cuatro Evangelistas, cada uno de ellos
acompañado del símbolo del Tetramorfos y colocados ante paisajes que recuerdan
el entorno de Olmedo. La totalidad de los muros aparece recubierta por pinturas
en las que predominan las figuras infantiles de ángeles, que sobre cada balcón
fingen descorrer unos cortinajes. Como testimonio curioso, sobre uno de los
balcones aparece un banderín de color carmesí, con el escudo de la Virgen de la
Soterraña, que recuerda la donación del mismo por don Fernando Velázquez del
Puerco tras el suceso milagroso que ya ha sido relatado.
Cúpula con pinturas al fresco, anónimo, siglo XVIII |
Toda la capilla esta recorrida por un friso con una
inscripción4 que narra la historia de la construcción de la capilla:
"Esta capilla se hizo a expensas de
la devoción, siendo cura desta iglesia Don Juan Antonio de Catalina y especial
devoto Don José de Alaiza y Zuazo, jefe de las reales tapicerías del rey Don
Carlos de Nápoles y las Dos Sicilias y ayuda de cámara de su majestad católica.
Con todo rendimiento le dedica en nombre de la devoción a Nuestra Señora de la
Soterraña, patrona desta villa y su tierra, para mayor culto. Acabose en el mes
de agosto de 1746".
Espectacular es la decoración de la cúpula ovalada, que
aparece organizada en ocho tramos divididos por nervaduras, a modo de gallones.
El arranque está recorrido por una galería practicable, junto a la que se abren
seis grandes ventanales, ofreciendo todos los paramentos totalmente recubiertos
con pinturas murales dieciochescas en las que priman los tonos dorados y
rojizos. El centro de cada tramo está
ocupado por un medallón, rematado con veneras, rodeado de profusa decoración
vegetal y sujetado por figuras infantiles de ángeles, en cuyo interior aparecen
ocho Profetas del Antiguo Testamento,
todos ellos identificados con cartelas colocadas a sus pies. Junto a ellos se
finge una gloria abierta crepuscular, en cuyos vértices vuelan figuras de
ángeles, en dos de los tramos sujetando una torre y un espejo como símbolos
marianos. Remata el centro un medallón oval que está decorado con cabezas de
ángeles entre nubes en relieve y una corona de rayos.
Detalle de las pinturas de la cúpula con profetas del Antiguo Testamento |
En esta capilla, en la que adquiere mayor fuerza el
carácter devocional de un pueblo que las calidades artísticas de los elementos
integrantes, muy relacionados con el arte popular, también se guardan recuerdos
relacionados con los prodigios obrados por la Virgen de la Soterraña, como la
colección de mantos, uno de los cuales, según narra el ya citado Prado y Sancho,
fue donado en 1605 por la piadosa reina Margarita de Austria, esposa de Felipe
III, como agradecimiento por haber sanado de una enfermedad cuando se hallaba
en Olmedo. Asimismo, en la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo se
conserva una pintura del siglo XVII, de autor anónimo, que representa una
procesión de la Virgen de la Soterraña celebrada en la villa con motivo de
haber sufrido los campos una plaga de langostas.
Informe, fotografías y dibujo: J. M. Travieso.
NOTAS
1 Coronación Canónica de la
Santísima Virgen de la Soterraña, patrona de la villa de Olmedo y los pueblos
de su tierra. Imprenta de Carlos Martín, Segovia, 1924, p. 8.
2 Coronación Canónica... Op.
cit., p. 155.
3 BRASAS EGIDO, José Carlos: Antiguo
Partido Judicial de Olmedo. Catálogo Monumental de la Provincia de
Valladolid, tomo X, Diputación Provincial de Valladolid, 1977, p. 163.
4 BRASAS EGIDO, José Carlos: Antiguo
Partido... Op. cit., p. 161.
Anónimo, siglo XVII. Procesión de la Virgen de la Soterraña con motivo de una plaga de langostas. Iglesia de Sta. María del Castillo, Olmedo |
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