16 de noviembre de 2018

Excellentiam: CRIPTA DE LA VIRGEN DE LA SOTERRAÑA, trascendente devoción en la tierra del caballero








CAPILLA DE LA VIRGEN DE LA SOTERRAÑA
Virgen de la Soterraña: anónimo siglo XIII
Capilla y cripta, siglo XVIII
Pintura: Luca Giordano y pintores anónimos del siglo XVIII
Arquitectura, pinturas murales, retablos y esculturas
Cripta de la Soterraña, iglesia de San Miguel, Olmedo (Valladolid)
Escultura gótica y pinturas y esculturas barrocas







La villa de Olmedo es un lugar plagado de resonancias históricas y de leyendas de todo tipo. Si célebre fue la Batalla de Olmedo, ocurrida en 1467 a consecuencia del conflicto provocado por la sucesión de Enrique IV de Castilla, en el que este rey se enfrentó al príncipe Alfonso, su medio hermano, no menos célebre es la tragicomedia El Caballero de Olmedo, compuesta en 1620 por Lope de Vega sobre la base de una canción popular. A pesar de todo, aunque menos conocidas fuera de esta población vallisoletana, son más las numerosas leyendas forjadas en torno a la Virgen de la Soterraña, patrona de Olmedo y su comunidad de Villa y Tierra, todas ellas para remarcar el carácter milagroso de la imagen y su protección sobre los habitantes de la villa, que, como acción recíproca, la preservaron en un lugar específicamente concebido para su culto, un singular espacio devocional en el que ahora fijamos nuestra atención.

 Para comprender el calado de la veneración de la Virgen de la Soterraña, hemos de retrotraernos a los tiempos del rey Alfonso VI (1040-1109) para encontrar el origen de su leyenda, que, como en la mayoría de los casos, se encuentra aquejada de notables desajustes cronológicos. Según la tradición, la imagen de la Virgen permaneció oculta en un pozo durante los más de trescientos años en que Olmedo estuvo dominada por los musulmanes. Cuando Alfonso VI se disponía a reconquistar la villa, antes de la batalla tuvo un sueño o visión en que la Virgen le revelaba su ayuda en la victoria y su paradero, por lo que una vez conquistada la plaza dispuso que fuese sacada de aquel lugar bajo tierra  —momento en que el pozo manó aceite— y colocada a la veneración de los olmedanos, que desde entonces comenzaron a denominarla Soterraña, es decir, enterrada o subterránea1. A partir de entonces, fue establecida para su culto una capilla en la iglesia de San Miguel, en cuyo subsuelo también fue preservado el pozo de la milagrosa aparición.

En este relato encontramos la primera incongruencia, pues un análisis de la imagen permite catalogarla como una talla gótica del siglo XIII, lo que supone que fue elaborada más de cien años después de la muerte de Alfonso VI. No obstante, lo que no ofrece dudas es que la iglesia de San Miguel es uno de los mejores edificios de estilo románico-mudéjar de los numerosos levantados en Olmedo durante el siglo XIII y que desde su construcción la presencia de la Virgen de la Soterraña y el pozo de la leyenda de su supuesta aparición originaron una enorme devoción en la comarca, siendo constantes, a partir de entonces, las referencias a los prodigios obrados por la imagen.

Todavía se recuerdan algunas leyendas piadosas, como la del pino bajo el que se refugiaron trece hombres durante una tormenta que originó el incendio de un pinar, que fueron salvados tras encomendar su protección a la Soterraña. Otra leyenda hace referencia a las cruces grabadas sobre los ladrillos del camarín por las jóvenes casaderas, que de esta manera ofrecían a la Virgen celebrar su matrimonio en la capilla si les era concedido que el hombre que las interesaba asintiera a sus deseos.

Corredor subterráneo de acceso a la capilla
A la derecha, el pozo del milagro
Más curiosa y conocida es la leyenda, recogida por Luís Curiel, sobre el extraño emblema de la Virgen de la Soterraña, compuesto por trece roeles de oro y un puercoespín en la parte inferior. El origen se encuentra en los Velázquez, una familia oriunda de Olmedo, uno de cuyos miembros, don Pedro Velázquez, mató en los campos de Cuéllar con una ballesta un puercoespín que atacaba al ganado y viandantes. Uno de sus descendientes, Fernando Velázquez, comenzó sirviendo al infante don Fernando, futuro rey de Aragón, del que llegó a ser Canciller. Por su lealtad, primero fue nombrado embajador en Nápoles y después virrey de Sicilia, concediéndole el rey que en el escudo de su linaje figurasen los trece roeles y el puercoespín.
Este don Fernando Velázquez del Puerco, cuya familia habitaba una casona señorial perteneciente a la parroquia de San Andrés, tuvo una hija llamada Lucrecia que, cumplidos los veinte años, se enamoró perdidamente de un apuesto mancebo, rondador de mozas y pendenciero de oficio. Regresado don Fernando de ocupar el cargo de virrey en Sicilia, se encontró que la enfermedad del mal de amores que padecía su hija por aquel malandrín era de extrema gravedad, por lo que repetidamente acudía ante el altar de la Virgen de la Soterraña para orar en compañía de Fray Lope, monje jerónimo que era su amigo y confidente, pidiendo la salvación de su hija. Ante el padre Lope prometió que, si su hija era salvada de su enfermedad y apasionamiento amoroso, entregaría a la Virgen la riqueza del linaje y el escudo de armas que le había concedido el rey.
Retablo Mayor y balcones angulares de la capilla
Durante una misa de fiesta mayor oficiada por el padre Lope en la iglesia de San Miguel, a la que acudió todo el pueblo y don Fernando con su familia, Lucrecia llegó pálida y sin fuerzas, a punto de morir. Sin embargo, la joven sintió un impulso en su corazón y recuperó la salud, expresando que había sido ayudada por la Virgen de la Soterraña. Como acto de agradecimiento, tras la misa su padre buscó un notario y sobre el altar de la capilla extendió la escritura de donación del escudo de armas de los Velázquez del Puerco a favor de la Soterraña, que allí fue colocado y al que Fray Lope añadió debajo la leyenda "Per te Virgo, sim defensus" (Por ti, oh Virgen, sea defendido)2. Por este motivo, la Virgen de la Soterraña dispone de su propio escudo, algo realmente atípico en una imagen devocional.

Después por Olmedo circulaba la coplilla :
          La casa de los Velázquez
          por culpa de un malandrín
          echó a rodar sus roeles
          y mató su puerco espín.

Retablos colaterales con las pinturas de San Bartolomé y San Jerónimo
Debido a la persistencia de la enorme devoción a través del tiempo, en 1746 se remodeló el ábside mudéjar de la iglesia de San Miguel, que está situada junto a la puerta de la muralla del mismo nombre, añadiendo en la cabecera una capilla con cúpula, de estética completamente diferente, dedicada expresamente a la Virgen de la Soterraña. Para ello, hubo que perforar el ábside y levantar la altura del presbiterio original para dar paso desde la nave de la iglesia de San Miguel a unas escaleras, colocadas bajo el altar, que conducen a un corredor subterráneo que recorre la primitiva cripta, cubierto con bóveda de cañón, que comunica con el singular espacio dieciochesco repleto de ornamentación barroca. En el muro de este corredor de acceso se abre un espacio, cerrado con una reja, en el que se encuentra el mítico pozo en que fue encontrada, según la leyenda, la imagen de la Soterraña. De esta manera, se produce la singularidad de encontrar una iglesia dentro de otra.

Asimismo, durante las obras se mandó realizar un nuevo retablo barroco acorde con las nuevas medidas del elevado presbiterio de la iglesia de San Miguel, obra realizada por el ensamblador olmedano Andrés Hernando entre 1733 y 1735, que está sin policromar y que en su hornacina central muestra una bella talla policromada de San Miguel Arcángel —copatrono de Olmedo— que es atribuida a Pedro de Sierra, que la habría tallado en 1735. Este retablo ha sido recientemente restaurado en la Fundación Las Edades del Hombre, contando con la financiación del Ayuntamiento de Olmedo.

Luca Giordano
San Jerónimo escuchando la trompeta del Juicio Final, h. 1700
LA CAPILLA DE LA VIRGEN DE LA SOTERRAÑA

Según informa el presbítero Antonio Prado y Sancho en su Novenario sagrado de la imagen de Ntra. Sra. de la Soterraña, escrito en 1770 y publicado por Celedonio Rodríguez en Valladolid en 19063, la capilla fue levantada y financiada por don José de Alaiza y Zuazo, caballero que tras permanecer al servicio del rey Carlos III en Nápoles se retiró a Olmedo, siendo trazada por un arquitecto italiano y costeada en parte con las aportaciones de los vecinos.

Enteramente edificada en ladrillo, la capilla tiene planta octogonal y está cubierta por una cúpula que al exterior adopta la forma de chapitel ochavado. La cabecera está presidida por un retablo con puertas a los lados del banco por las que se accede a una pequeña sacristía sobre la que se abre un camarín elevado al que se llega por una pequeña escalera. Este retablo mayor es obra del siglo XVIII y está concebido para albergar la imagen de la Virgen de la Soterraña, que aparece colocada en un camarín y flanqueada por pequeñas hornacinas aveneradas que contienen las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, ambas precedidas por estípites y columnas con los fustes recubiertos con formas vegetales y cabezas de querubines en relieve dorado. Siguiendo el horror vacui que anima todo el retablo, en el banco, a los lados del tabernáculo y sobre las puertas se colocan paneles con motivos eucarísticos en relieve, mientras en el ático, a los lados de una gloria abierta central con cabezas de ángeles entre nubes, se disponen las figuras de cuatro virtudes: Fortaleza, Esperanza, Fe y Templanza.

Como ya se ha dicho, la imagen de la Virgen de la Soterraña data del siglo XIII, perteneciendo a uno de los grupos iconográficos de la provincia estudiados por Julia Ara Gil, con la imagen sedente de la Virgen en posición frontal y sujetando sobre sus rodillas la figura del Niño, cuyo cuerpo aparece ligeramente girado hacia la Virgen, sujetando en su mano izquierda un pequeño globo terráqueo y con la derecha levantada en actitud de bendecir, algo poco frecuente en la época. Ambos visten túnicas, de tonos verdosos la del Niño y azul la de la Virgen, que va ajustada a la cintura con un ceñidor. La imagen de la Virgen es mayestática, con los cabellos descubiertos y ofreciendo en su mano derecha, con gesto cariñoso, un fruto al Niño, recurso frecuente desde el románico. Esta imagen comenzó a vestirse en el siglo XVI y los cambios de mantos fueron sucesivos en tiempos posteriores, siempre manteniendo una imagen compacta que sólo dejaba visible los rostros de la Virgen —rostrillo incluido — y el Niño bajo las túnicas, el manto y la toca, piezas textiles ornamentadas con bordados florales según el gusto de cada época. 

Pinturas murales. Evangelistas: San Juan y San Mateo, anónimo siglo XVIII
Relacionado con la Virgen de la Soterraña, todavía se recuerda en Olmedo el 10 de octubre de 1924, día en que la imagen fue coronada canónicamente en la Plaza Mayor de la villa por don Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid, durante el reinado de Alfonso XIII. Con tal motivo, se refundió y doró a fuego su antigua corona para reconvertirla en una elegante corona de Señorío para la Virgen y el Niño, con una gran aureola de gloria para la Soterraña, en ambos casos con piedras preciosas engastadas, tal y como se presenta en la actualidad. El trabajo fue llevado a cabo por el orfebre Sciortini, un italiano con residencia en Valladolid, siendo costeados los gastos de refundición y dorado por un grupo de jóvenes olmedanos, que organizaron funciones de teatro para tal fin. En tal ocasión la Soterraña estrenaba manto y en sus manos se colocó un cetro simbólico como Señora de la villa.  

Tribuna del coro alto situado a los pies
En los espacios colaterales se encuentran dos retablos salomónicos de idéntica factura que también fueron realizados en el siglo XVIII. Constan de banco, cuerpo único y ático, con pinturas sobre lienzo a dos alturas. El del lado del evangelio presenta en la hornacina central la pintura de San Bartolomé y encima a Santa Eustaquia, ambas de discreta factura. Por el contrario, en el del lado de la epístola aparece la pintura de San Jerónimo escuchando la trompeta del Juicio Final, que como la de Santa Paula de la parte superior, son obra del napolitano Luca Giordano, que las habría realizado poco antes de regresar a Nápoles en 1702. Ambas proceden del monasterio jerónimo de la Mejorada de Olmedo.

En los paramentos angulares del cuerpo de la capilla se abren cuatro tribunas con balcones, a modo de cantorías, y sobre la entrada un coro alto cubierto por una bóveda semiesférica. Bajo los balcones, dentro de marcos fingidos, aparecen pinturas murales dieciochescas con los Cuatro Evangelistas, cada uno de ellos acompañado del símbolo del Tetramorfos y colocados ante paisajes que recuerdan el entorno de Olmedo. La totalidad de los muros aparece recubierta por pinturas en las que predominan las figuras infantiles de ángeles, que sobre cada balcón fingen descorrer unos cortinajes. Como testimonio curioso, sobre uno de los balcones aparece un banderín de color carmesí, con el escudo de la Virgen de la Soterraña, que recuerda la donación del mismo por don Fernando Velázquez del Puerco tras el suceso milagroso que ya ha sido relatado.

Cúpula con pinturas al fresco, anónimo, siglo XVIII
Toda la capilla esta recorrida por un friso con una inscripción4 que narra la historia de la construcción de la capilla: "Esta capilla se hizo a expensas de la devoción, siendo cura desta iglesia Don Juan Antonio de Catalina y especial devoto Don José de Alaiza y Zuazo, jefe de las reales tapicerías del rey Don Carlos de Nápoles y las Dos Sicilias y ayuda de cámara de su majestad católica. Con todo rendimiento le dedica en nombre de la devoción a Nuestra Señora de la Soterraña, patrona desta villa y su tierra, para mayor culto. Acabose en el mes de agosto de 1746".

Espectacular es la decoración de la cúpula ovalada, que aparece organizada en ocho tramos divididos por nervaduras, a modo de gallones. El arranque está recorrido por una galería practicable, junto a la que se abren seis grandes ventanales, ofreciendo todos los paramentos totalmente recubiertos con pinturas murales dieciochescas en las que priman los tonos dorados y rojizos.  El centro de cada tramo está ocupado por un medallón, rematado con veneras, rodeado de profusa decoración vegetal y sujetado por figuras infantiles de ángeles, en cuyo interior aparecen ocho Profetas del Antiguo Testamento, todos ellos identificados con cartelas colocadas a sus pies. Junto a ellos se finge una gloria abierta crepuscular, en cuyos vértices vuelan figuras de ángeles, en dos de los tramos sujetando una torre y un espejo como símbolos marianos. Remata el centro un medallón oval que está decorado con cabezas de ángeles entre nubes en relieve y una corona de rayos.        

Detalle de las pinturas de la cúpula con profetas del Antiguo Testamento
En esta capilla, en la que adquiere mayor fuerza el carácter devocional de un pueblo que las calidades artísticas de los elementos integrantes, muy relacionados con el arte popular, también se guardan recuerdos relacionados con los prodigios obrados por la Virgen de la Soterraña, como la colección de mantos, uno de los cuales, según narra el ya citado Prado y Sancho, fue donado en 1605 por la piadosa reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, como agradecimiento por haber sanado de una enfermedad cuando se hallaba en Olmedo. Asimismo, en la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo se conserva una pintura del siglo XVII, de autor anónimo, que representa una procesión de la Virgen de la Soterraña celebrada en la villa con motivo de haber sufrido los campos una plaga de langostas.


Informe, fotografías y dibujo: J. M. Travieso.



NOTAS

1 Coronación Canónica de la Santísima Virgen de la Soterraña, patrona de la villa de Olmedo y los pueblos de su tierra. Imprenta de Carlos Martín, Segovia, 1924, p. 8.

2 Coronación Canónica... Op. cit., p. 155.

3 BRASAS EGIDO, José Carlos: Antiguo Partido Judicial de Olmedo. Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, tomo X, Diputación Provincial de Valladolid, 1977, p. 163.

4 BRASAS EGIDO, José Carlos: Antiguo Partido... Op. cit., p. 161.



Exterior de la Capilla de la Soterraña junto a la iglesia de San Miguel

















Anónimo, siglo XVII. Procesión de la Virgen de la Soterraña con motivo
de una plaga de langostas. Iglesia de Sta. María del Castillo, Olmedo













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