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7 de abril de 2022

Novedad en la Semana Santa de Valladolid de 2022: Un centurión romano junto al Cristo de Medinaceli










CENTURIÓN ROMANO (LA SENTENCIA)

Ana Rey (Cádiz, 1981)

2021-2022

Hermandad del Santísimo Cristo de Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado, Valladolid

Imaginería contemporánea








Ana Rey. Detalle del centurión romano

     Hasta ahora la Cofradía del Discípulo Amado y Jesús de Medinaceli de Valladolid, la más joven de todas ellas, tenía como una de sus imágenes titulares al Cristo de Medinaceli, una talla realizada por el imaginero sevillano Juan Antonio Blanco en 2012 que evoca el episodio pasionista de “La Sentencia”, momento en que Cristo es presentado ante el pueblo por Pilatos y sentenciado a morir crucificado. Su iconografía constituye una réplica del célebre Cristo madrileño, una talla de vestir realizada en Sevilla en el siglo XVII, que tras ser rescatada del norte de África por los monjes trinitarios —motivo por el que lleva al cuello un escapulario— fue trasladada por el duque de Medinaceli a su palacio de Madrid, siendo objeto desde entonces de una enorme devoción, con copias en numerosas poblaciones españolas. 

En la Semana Santa de 2022 la cofradía, que tomó el relevo a la antigua Cofradía de los Periodistas de 1950 —desaparecida en 1956—, ha introducido destacadas novedades. La primera es su nueva denominación como “Hermandad del Santísimo Cristo de Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado”. Otra novedad afecta a las andas, para las que el escultor gaditano Manuel Oliva ha tallado el frontal y tres nuevas cartelas, en las que se estrenarán dos nuevos candelabros, cuyas siete trabajaderas que componen el conjunto que serán cargadas por 35 costaleros. 

Pero la innovación más significativa es la incorporación a la derecha del Cristo de Medinaceli de la imagen de un centurión romano que constituye la primera de las tallas que conformarán el futuro paso de La Sentencia, en el que está previsto incluir las figuras de Pilatos, su esposa Claudia Prócula y un joven sirviente que recreará el célebre episodio del lavado de manos.

Recreación de la nueva constitución del paso

     La imagen del centurión fue encargada por la cofradía el pasado mes de noviembre a la escultora gaditana Ana Rey, que ha trabajado la figura en su taller de Cádiz durante cinco meses hasta ser presentada en público en la iglesia de San Martín, sede canónica de la Cofradía, el pasado 3 de abril, una semana antes de que desfile por las calles de Valladolid en la procesión de Amor y Misericordia del Stmo. Cristo de Medinaceli que se celebrará en la tarde del Domingo de Ramos. La incorporación de esta figura secundaria, equiparable a los tradicionales sayones, además supone otra novedad, como el ser la primera talla elaborada por una mujer para el elenco pasionista de Valladolid. 

La escultura del centurión de Ana Rey presenta un trabajo hiperrealista, habitual en la escultora, con un gran dinamismo y dotada de vida interior. Adaptada a la modalidad de imagen de vestir, en consonancia con el Cristo de Medinaceli, representa a un personaje vigoroso que con la cabeza girada hacia Cristo indica con su mano izquierda la petición del pueblo de ser condenado. Viste una indumentaria a la romana, común en tierras de Levante y Andalucía, pero totalmente novedosa en el repertorio vallisoletano. Junto a los textiles reales de la túnica y el manto, sujeto en los hombros por fíbulas, incorpora diversas piezas de orfebrería, como una coraza con piezas en los hombros como recreación de una lorica segmentata y los clásicos baltea colgantes bajo la cintura. Calza las tradicionales caligae o sandalias y en su mano derecha sujeta una lanza ajustada a la modalidad de pilum.  Está desprovisto de casco tradicional para no dificultar la visión de la cabeza rapada, que concentra su intensidad emocional con gesto autoritario. 

Juan Antonio Blanco. Cristo de Medinaceli, 2012

     La escultura puede despertar polémica por su carácter novedoso, como ocurriera en su día con las obras del vasco Juan Guraya Urrutia —Sagrada Cena—, del murciano José Antonio Hernández Navarro —Cristo despojado, Cristo de la Humildad—, del cordobés Miguel Ángel González Jurado —Cristo Camino del Calvario— o del sevillano Juan Antonio Blanco —Cristo de Medinaceli—, que con una estética diferente a la de los grandes escultores barrocos castellanos, un factor muy importante de tener en cuenta, con el tiempo se han incorporado con naturalidad al repertorio pasionista vallisoletano por su apreciable calidad. Menos sentido tiene poner límites, en esta época de globalización, a que los imagineros que trabajen para Valladolid tengan que ser castellano-leoneses, si bien sería aconsejable que las cofradías trataran de respetar los cánones estéticos del arte vallisoletano que representan el sentir de un pueblo. 

La escultora Ana Rey

La joven escultora gaditana Ana Rey, que declara haber aprendido toda la parte técnica del escultor Ángel Pantoja, su pareja, como en su día ocurriera con La Roldana es un caso atípico en un gremio cuyo 95% está ocupado por hombres. Sus trabajos iniciales en el arte fueron el dibujo y la pintura, inclinándose hacia el realismo de forma natural en la realización de retratos. Según sus manifestaciones, en los últimos tiempos estas modalidades artísticas han pasado a un segundo plano por el trabajo laborioso y la dedicación que exige la escultura, campo en que se declara admiradora de la obra de Luis Salvador Carmona y Antonio López.

Sus esculturas, en su mayoría dedicadas a la temática pasionista procesional, se encuadran en la corriente hiperrealista, trabajadas con minuciosidad y dotadas de una gran expresividad, siguiendo la misma línea que el cordobés Francisco Romero Zafra, pero con su sello propio. Ana Rey ha realizado esculturas para cofradías y hermandades de distintos puntos de España, especialmente para poblaciones andaluzas. 

Informe: J.M. Travieso. 

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18 de mayo de 2020

6 de mayo de 2020

Visitar sin salir de casa: LA GALERÍA BORGHESE DE ROMA



Se recomienda visualizar a pantalla completa.

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22 de abril de 2020

Visitar sin salir de casa: MUSEOS CAPITOLINOS DE ROMA



Recorrido completo por las salas de los Museos Capitolinos de Roma. 1 hora de duración

Se recomienda poner a pantalla completa pulsando en el cuadrado de la parte derecha de la barra inferior.

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3 de abril de 2020

Nuevas adquisiciones del Estado para el Museo Nacional de Escultura de Valladolid





Durante el año 2019 el Ministerio de Cultura ha invertido cerca de tres millones de euros en la adquisición de nuevas obras destinadas a distintos museos y archivos españoles. En esta ocasión, las instituciones beneficiadas han sido el Museo Nacional del Prado, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de América, el Museo Nacional del Romanticismo, el Archivo Histórico de la Nobleza, la Biblioteca Nacional de España y el Museo Nacional de Escultura.


Las obras que a partir de 2020 incrementan la colección del museo vallisoletano son tres esculturas barrocas:

Martínez Montañés. Inmaculada, 1608
Iglesia de la Consolación, El Pedroso (Sevilla)
INMACULADA CONCEPCIÓN, de Juan de Mesa, 1615-1627, madera policromada, 250.000 €.
La escultura sigue el modelo que hiciera en 1608 Juan Martínez Montañés, maestro de Juan de Mesa, para la iglesia de la Consolación de El Pedroso (Sevilla). Perteneció a los condes de Aguilar y, tras pasar por distintos anticuarios, fue subastada por la casa Isbilya en Sevilla en octubre de 2018. Finalmente, el Ministerio de Cultura adquirió la obra por 250.000 €, un precio mucho más bajo al estimado en la subasta.

INMACULADA CONCEPCIÓN, de Pedro de Mena, último tercio siglo XVII, madera policromada y postizos, 111.200 €.
Esta escultura fue encargada por don Alonso de Salizanes, obispo de Córdoba, que convocó un concurso entre dos de los maestros andaluces más prestigiosos del momento: Pedro de Mena y Pedro Roldán, siendo esta imagen de Mena la escogida para el oratorio del obispo, mientras que el modelo presentado por Pedro Roldán pasó a la iglesia de los Trinitarios Descalzos de Córdoba, donde se conserva. A la muerte del obispo Salizanes, la Inmaculada pasó a un convento franciscano, donde en 1949 fue vendida a un coleccionista particular, perdiéndose su rastro hasta su reciente reaparición en el mercado del arte.
La talla responde al arquetipo creado por Pedro de Mena, con el cuerpo cubierto por voluminosos ropajes que adoptan la forma de huso, la Virgen representada como una adolescente en actitud orante, con larga cabellera y remontando una media luna con tres cabezas de querubines. La peana presenta un revestimiento de carey.

GRUPO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO, de Luisa Roldán, La Roldana, 1690-1700, terracota policromada sobre peana de madera, 280.000 €.
Este grupo, adquirido a la Galería Caylus, es una exquisita obra modelada en barro por La Roldana. Su presencia viene a complementar al fascinante Cortejo de los Reyes Magos, tallado en madera de cedro, que fue igualmente adquirido por el Estado en 2017 y entregado al Museo Nacional de Escultura.   

Estas tres obras contribuyen a reforzar la panorámica general de la escultura barroca andaluza en la colección del Museo Nacional de Escultura.

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29 de enero de 2020

Visita virtual en 360º: IGLESIA DE SAN NICOLÁS de Valencia


En febrero de 2016 culminaba la limpieza y restauración de la iglesia de San Nicolás y San Pedro Mártir, situada en el centro histórico de la ciudad de Valencia. Declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1981, en su interior guarda un espectacular conjunto de pinturas barrocas al fresco, que cubren la totalidad de los muros y bóvedas, que fueron realizadas a finales del siglo XVII por el pintor Dionís Vidal, siguiendo un plan iconográfico trazado por su maestro Antonio Palomino.
Por otra parte, en el recinto se conserva una ingente cantidad de esculturas y pinturas, algunas de ellas debidas a los pinceles del gran maestro Juan de Juanes. Sin necesidad de viajar a Valencia, podemos visitar con detalle tan sugestivo recinto, desplazándonos por todas sus dependencias, pulsando en el siguiente enlace:


Asimismo, para más información pulsar en el siguiente enlace de este blog:


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3 de enero de 2020

Historias de Navidad: MELCHOR, GASPAR, BALTASAR Y EL REY DE TARSIS, una fantasía de La Roldana

Luisa Roldán. El rey de Tarsis, 1670-1679. Museo Nacional de Escultura, Valladolid.


Es el Evangelio de Mateo el único que menciona, y de forma escueta, la adoración de unos magos de Oriente, que guiados por una estrella llegaron a Belén, donde rindieron homenaje al Niño y le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra (Mt. 2, 1-12). En la paulatina configuración de la iconografía que les representa en el arte cristiano, los artistas recurrieron a diversos evangelios apócrifos, fechados entre los siglos II y VII, siendo en el Evangelio Armenio de la Infancia, del siglo VI, donde aparecen por primera vez sus nombres: “El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes”. A estos textos se sumaron distintas obras literarias, redactadas entre los siglos VII y XV, que contribuyeron a consolidar una serie de convencionalismos que permanecieron invariables a lo largo del tiempo, como el representar las tres edades de la vida del hombre, extendiendo la salvación a los hombres de todos los tiempos, y tres razas distintas —europea, asiática y africana— alusivas a los tres continentes por entonces conocidos y vinculadas a Sem, Jafet y Cam, los tres descendientes de Noé.

Con estos presupuestos, en el arte paleocristiano, bizantino, románico, gótico y renacentista se fueron materializando sugestivas composiciones pictóricas y escultóricas que durante el barroco alcanzaron una expresividad especial, cuando, tras los postulados emanados del Concilio de Trento, se fomentaron las representaciones de la Epifanía como exaltación del momento en que, a través de los Reyes Magos — representantes de otras civilizaciones y del mundo pagano—, Jesús se manifiesta o se revela al mundo para ser identificado como el Mesías.

Luisa Roldán. Heraldo del rey de Tarsis, 1670-1679. MNE.
Sin embargo, en torno a esta representación convencional, esporádicamente han ido apareciendo algunos estudios de carácter histórico que pretenden justificar la identidad de uno de los Reyes Magos como el rey de Tarsis, un antiguo reino bíblico que, perteneciente a la cultura de los tartessos, estaba asentado en el entorno de Cádiz y de cuyas riquezas se habría servido Salomón para construir el mítico templo de Jerusalén.

En esta idea abunda el jesuita sevillano fray Juan de Pineda en su obra Salomo previus sive de rebus Salomonis regis, libri octo, publicada en Venecia en 1611, así como el carmelita descalzo gaditano fray Gerónimo de la Concepción en su única obra  Emporio del Orbe. Cádiz Ilustrada, investigación de sus antiguas grandezas, discurrida en concurso del general imperio de España, impresa en Amsterdam en 1690.

Ya en nuestros días, ha sido Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) quien en su libro La infancia de Jesús, publicado en 2012 y perteneciente a su trilogía "Jesús de Nazaret", ha tratado el tema de los Reyes Magos basándose en el salmo de Isaías 60 —"Ciertamente a mí esperarán las islas, y las naves de Tarsis desde el principio, para traer tus hijos de lejos, su plata y su oro con ellos, al nombre de Jehová tu Dios, y al Santo de Israel, que te ha glorificado"— y en el salmo 72, 10 del Libro de los Salmos —"Que le paguen tributo los reyes de Tarsis y de las costas remotas; que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes. Que ante él se inclinen todos los reyes; ¡que le sirvan todas las naciones!"—, extendiéndose en estos textos la proveniencia de aquellos sabios hasta el extremo de Occidente.

Luisa Roldán. Paje del rey de Tarsis, 1670-1679. MNE.
Sirva todo lo expuesto para justificar la presencia del Rey de Tarsis en la bellísima Cabalgata de los Reyes Magos realizada por la escultora sevillana Luisa Roldán, en colaboración con su esposo, el también escultor sevillano Luis Antonio de los Arcos, que entre 1670 y 1689 tallaron en madera de cedro policromado un excepcional cortejo de tipo belenista en el que junto a los tres reyes tradicionales y sus séquitos aparece el "cuarto rey".

La rareza de esta iconografía en el panorama de la escultura barroca española, estudiada por Alfonso Pleguezuelo1, no tiene ejemplos comparables, conservándose de dicha cabalgata el rey Melchor a caballo, con su heraldo montando un unicornio y un paje, los tres vestidos a la romana; un heraldo a caballo del rey Gaspar y dos pajes vestidos a la turca; el rey Baltasar y su heraldo cabalgando dromedarios y acompañados de seis pajes, todos de raza negra, con ricas vestiduras y tocados con turbantes; finalmente las figuras ecuestres del rey de Tarsis y su heraldo junto a dos pajes, todos ellos vestidos a la moda española del siglo XVI, con calzas acuchilladas, gorgueras y sombreros cilíndricos2. Al conjunto de dieciocho figuras se suma la figura ecuestre de un heraldo anunciador, realizada en terracota por el escultor sevillano José de Cárdenas y firmada en 1727.

Estas piezas presentan una policromía preciosista con punzonados, esgrafiados sobre oro y detallados motivos aplicados a punta de pincel, así como pequeños cristales tallados —en su mayor parte perdidos— que emulan joyas en trajes, tocados y arreos de las caballerías.
Luisa Roldán. Detalle paje rey Gaspar, 1670-1679. MNE.
Es en la caracterización del rey de Tarsis y su séquito donde se podría encontrar una glorificación de la monarquía hispánica y de Felipe II como nuevo Salomón, lo que permite especular que el destino de la colección, que debió formar parte de un conjunto mayor desaparecido, de esmerada elaboración, fuera el entorno cortesano de Madrid, al que Luisa Roldán, que supo elevarse a la altura de los mejores escultores de su época, se trasladó a comienzos de 1689, llegando a ser nombrada en octubre de 1692, por sus indudables méritos artísticos, escultora de Cámara de Carlos II —último de los Austrias—, cargo que renovaría en 1701 al servicio de la Casa Real de Felipe V —primero de los Borbones—, consiguiendo una insólita trayectoria vital y profesional en una sociedad que, regida y controlada por hombres, relegaba a la mujer al ámbito doméstico o la vida religiosa.

Fueron sus obras de escala reducida, consideradas "alhajas de escultura", las que le abrieron las puertas de la Corte madrileña, siendo en su etapa cortesana cuando "La Roldana" realizó la mayoría de sus bellas composiciones en barro policromado, como San Joaquín, Santa Ana y la Virgen niña, Sagrada Familia con el Niño dando sus primeros pasos y la Educación de la Virgen del Museo Guadalajara, La Virgen niña aprendiendo a leer con Santa Ana y San Joaquín y la Sagrada Familia con ángeles de una colección privada madrileña, la Aparición de la Virgen a San Diego de Alcalá del Victoria & Albert Museum de Londres, la Imposición del escapulario a San Simón Stock del Museo dos Patudos de Alpiarça (Portugal), los Desposorios místicos de Santa Catalina y el Éxtasis de la Magdalena de la Hispanic Society de Nueva York, o el Entierro de Cristo del Metropolitan Museum de Nueva York, por citar algunos de ellos.

Luisa Roldán. Detalle heraldo rey Baltasar, 1670-1679. MNE.
La fantástica Cabalgata de los Reyes Magos fue adquirida, a finales de 2017, a una colección madrileña por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que la entregó al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, siendo presentada en público en marzo de 2018 tras pasar a integrar su colección permanente. ¡Sin duda un magnífico regalo de Reyes para el patrimonio vallisoletano!



Informe y fotografías: José Miguel Travieso.


           

NOTAS

1 PLEGUEZUELO HERNÁNDEZ, Alfonso: Los cuatro Reyes Magos de Luisa Roldán. Ars Magazine. Revista de Arte y Coleccionismo nº 30. Madrid, 2016, pp. 106-118.

2 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: Cabalgata de los Reyes Magos. Catalogación del grupo escultórico en la web del Museo Nacional de Escultura.


Luisa Roldán. Figuras de la Cabalgata de los Reyes, 1670-1679. MNE.
















Luisa Roldán. Pajes de los reyes Gaspar y Melchor. MNE (Foto MNE)
















Luisa Roldán. Heraldo del rey Melchor y rey Melchor. MNE (Fotos MNE)












Luisa Roldán. Cabalgata de los Reyes Magos, 1670-1679. MNE (Foto MNE)












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6 de diciembre de 2019

Historias de Navidad: LAS RELIQUIAS DEL PESEBRE, Basílica de Santa María la Mayor, Roma




La infancia es la etapa más desconocida de la vida de Jesús, pues apenas es aludida por los evangelistas Mateo y Lucas, siendo este último quien refiriéndose a su nacimiento esboza que "En Belén, María dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre" (Lucas 2, 7). Respecto a este hecho tan trascendental, ni siquiera los exégetas se ponen de acuerdo sobre la fecha y el lugar en que se produjo el acontecimiento. Para unos nació en Belén y para otros muchos en Nazaret, apuntándose como dato más fiable el que naciera en torno al año 6 a. C. en algún lugar de Judea o Galilea. Los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que fueron escritos entre los años 70 y 100 d. C., aparte de pasar de puntillas sobre los datos de la infancia, no son biografías históricas al modo que hoy las entendemos, sino textos confesionales para uso de la Iglesia, destinados a difundir la gloria y la alabanza de Cristo.

Giuseppe Veladier. Relicario del Pesebre, h. 1800.
El interés por determinar la fecha del nacimiento de Cristo viene de antiguo. Aunque la fiesta de la Natividad ya era celebrada por el papa Clemente (88-97), fue a partir del año 243 cuando se comenzaron a reunir asambleas de teólogos con el fin de concretar la fecha, que terminaron por hacerla coincidir con el inicio del solsticio de invierno en el hemisferio norte, armonizándola con la antigua celebración del Natalis Solis Invicti (Nacimiento del Sol Invicto), relacionada con el culto a Mitra, una religión de origen persa que practicaban en secreto algunos adeptos de la sociedad romana y que venía a simbolizar la lucha entre el bien y el mal a través de la confrontación entre la luz o el fuego sagrado —símbolo supremo de Mitra— y la oscuridad1, siendo identificada en la liturgia cristiana, simbólicamente, la figura de Jesús con el Sol naciente.

La consideración del 25 de diciembre como fecha conmemorativa, fue oficialmente confirmada por el papa Liberio el año 354, quedando recogida ese mismo año en el Cronógrafo Romano, el calendario más antiguo de la Iglesia. Desde entonces se viene aceptando este convencionalismo para celebrar la Navidad en todo el mundo.

Igualmente, y en otro orden de cosas, desde antiguo se han venido buscando rastros tangibles de todos los elementos que integra el relato del Nacimiento de Jesús, tanto procedentes de los evangelios canónicos como apócrifos, especialmente referidos al entorno del pesebre, como la presencia del asno y el buey, de pastores, ángeles y los Reyes Magos, dando lugar a lo largo del tiempo a una serie de reliquias que, procedentes de Tierra Santa, obtuvieron una gran devoción popular, en todos los casos carentes del mínimo fundamento histórico, llegando a ser en algunos casos realmente extravagantes. Entre ellas podemos recordar las Gotas de leche de la Virgen (sustancia blanca extraída de la Gruta de la Leche de Belén, con relicarios en la iglesia de Santa María del Popolo de Roma y en las catedrales de Oviedo y Murcia); los Santos Pañales o panniculum (con restos en la iglesia de San Marcello al Corso de Roma y en la catedral de Lérida); restos de los Pastores Jacobo, Isacio y Josefo, incluyendo sus zurrones y tijeras de esquilar (iglesia de San Pedro de Ledesma, Salamanca); o los restos de los Reyes Magos (primero conservados en la iglesia de San Eustorgio de Milán y desde 1164 en el fastuoso relicario de la catedral de Colonia).
Obviamos, por su carácter grotesco, otro tipo de reliquias, como los Santos cordones umbilicales, el Santo Prepucio (culto anulado por la Iglesia en 1900), la cola del asno de la gruta de Belén y las piedras del portal, así como otras tan estrambóticas como las plumas del arcángel San Gabriel o el Suspiro de San José.

Arnolfo di Cambio. Grupo escultórico del Nacimiento, 1288. Cripta de la Basílica de Santa Maria Maggiore, Roma. 
EL CUNABULUM

En la basílica de Santa María la Mayor de Roma, aparece expuesta a la devoción popular la reliquia de la Santa Cuna en la que, según una tradición basada en la narración del ya citado segundo capítulo del evangelio de Lucas, María depositó el cuerpo de Jesús recién nacido. Se trata de cinco astillas de arce rojo que supuestamente integraron el pesebre y que se presentan en el interior de un majestuoso relicario con forma de urna elaborada en plata y cristal. Según la tradición, las reliquias del pesebre fueron encontradas por Santa Elena, madre del polémico emperador Constantino, durante su periplo por Palestina en busca de reliquias relacionadas con la vida de Cristo.

Hacia el año 360, el papa Liberio encargó la construcción de una basílica paleocristiana en el lugar en que una milagrosa nevada acotó el lugar donde debía ubicarse, justo sobre los cimientos de un antiguo templo dedicado a la diosa Cibeles en el monte Esquilino. Conocida como Basílica Liberiana, su advocación fue la de Santa María de las Nieves, celebrando en ella, cada 25 de diciembre, una misa conmemorativa del nacimiento de Cristo ante las congregaciones de los primeros cristianos, lo que dio lugar a la expansión de la liturgia de la Navidad.

En el año 432, recién subido al trono Sixto III, este pontífice decidió reconvertir la Basílica Liberiana en un templo dedicado a la Virgen, tras haberse afirmado un año antes en el Concilio de Éfeso el dogma de la maternidad de María. Además, creó en el interior de la basílica una Gruta de la Natividad que intentaba reproducir la gruta de Belén que San Jerónimo (340-420) había llegado a conocer personalmente y cuya localización ya había sido descrita en 248 por el teólogo y exégeta bíblico Orígenes (185-254) en su obra Argumento contra Celso2.

Según algunas hipótesis, cuando los sarracenos sitiaron Jerusalén el año 635, el patriarca Sofronio pidió ayuda al papa Teodoro I, originario de Jerusalén, para poner a salvo las preciadas reliquias de las astillas del pesebre, que fueron enviadas a Roma y depositadas en la basílica de Santa María, que pasaría a tener la advocación de Sancta María ad Praesepe. Durante la Edad Media este templo sería especialmente apreciado por los cruzados, convirtiéndose en un centro frecuentado por los peregrinos que regresaban de Tierra Santa, de los que recibía numerosas donaciones, entre ellas supuestas reliquias conseguidas en el portal de Belén.

Ya convertida en basílica de Santa María Maggiore, en 1370 el papa Gregorio XI colocó las sagradas astillas en un relicario en el que permanecieron hasta que fue destruido durante las obras de remodelación realizadas en el siglo XVIII. Realizado otro relicario nuevo, este fue robado, aunque no las reliquias, por las tropas francesas  durante la ocupación de Roma en el bienio 1798-1799. Para paliar el robo, la duquesa Maria Emanuela Pignatelli, embajadora de Portugal, hizo una cuantiosa donación para que, como regalo del país lusitano, las reliquias dispusieran de un nuevo relicario, que fue realizado hacia 1800 por el arquitecto, arqueólogo y orfebre romano Giuseppe Veladier y que es el que actualmente aparece colocado en el hipogeo situado bajo el baldaquino de la célebre basílica romana, la mayor de culto mariano en Roma.

Fachada de la basílica de Santa Maria Maggiore de Roma
El suntuoso relicario presenta un trabajo exquisito. Sobre una plataforma de madera dorada, aparece una base rectangular de plata decorada con cuatro bajorrelieves que representan el Nacimiento al frente, la Última Cena en la parte trasera y la Huída a Egipto y la Adoración de los Reyes Magos en los costados. Sobre esta base descansa el relicario que adopta la forma de una cuna de cristal cuyos soportes son cuatro querubines de plata sobredorada con forma de estípites, a los que se suman dos cabezas de ángeles a los lados. Entre ellos discurren guirnaldas entre las que son visibles las astillas. Se corona con una tapa en la que se reproduce un gran pañal sobre pajas, con la figura del Niño Jesús —de tamaño casi natural— bendiciendo, recostado sobre un cojín y luciendo una corona de rayos.
El lujoso relicario, que contrasta con las humildes astillas, y que recibe culto durante todo el año, se traslada en Nochebuena a la nave central de la basílica con ocasión de la Misa del Gallo.

Relicario del pesebre regalado por el papa Francisco
a Tierra Santa en noviembre de 2019
OTRAS NOTICIAS EN TORNO A LA RELIQUIA

Junto a las astillas también se conserva una supuesta paja del pesebre, una reliquia propiedad de los reyes de España. La vinculación de la corona española a la basílica de Santa María Maggiore es secular y tiene su origen en 1647, cuando el papa Inocencio X accedió a los deseos del rey Felipe IV de España, que mediante la Obra Pía de Santa María la Mayor se comprometía a asignar una renta anual al cabildo de la basílica a cambio de honores litúrgicos y oraciones a favor de la monarquía española. Desde entonces, los reyes de España tienen el rango de protocanónigos —primeros miembros del cabildo— del templo con carácter honorario, cargo ostentado actualmente por Felipe VI en virtud del privilegio de la bula Hispaniarum Fidelitas otorgada con motivo de la firma, en 1953, del Concordato entre la Santa Sede y España.    

Por otra parte, en la cripta de Santa María Maggiore se conserva el primer belén de la historia, pues para la Gruta de la Natividad que creara Sixto III, el papa Nicolás IV, siguiendo la senda implantada en Greccio por san Francisco de Asís en 1223, encargó al escultor florentino Arnolfo di Cambio en 1288 un grupo escultórico con figuras de bulto en piedra que representan a la Virgen con el Niño, San José, los tres Reyes Magos y la mula y el buey, esculturas que recientemente se han recolocado en el subsuelo de la basílica recreando el aspecto primitivo de la gruta.

Coincidiendo con el principio del Adviento, a finales del mes de noviembre de 2019, casi mil cuatrocientos años después de su llegada a Roma, el papa Francisco ha devuelto a Tierra Santa un fragmento de la reliquia del pesebre, como regalo al custodio de los santos lugares católicos. El diminuto fragmento del cunabulum, que aparece encerrado dentro de un relicario de plata con forma de florero coronado por una cruz, fue presentado a los fieles en la capilla de Nuestra Señora de Jerusalén, desde donde ha pasado a su ubicación definitiva en la iglesia franciscana de Santa Catalina de Belén, próxima a la iglesia de la Natividad.

Informe: J. M. Travieso.


NOTAS

1 TRAVIESO ALONSO, José Miguel: Presepium. En torno al belén napolitano del Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid. Domus Pucelae, Valladolid, 2008, p. 13.

2 TRAVIESO ALONSO, José Miguel, op.cit., p. 15.

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25 de septiembre de 2019

Estudios de Arte: El Curso 2019-2020 comienza el 1 de octubre 2019





CURSO DE ARTE 2019-2020

Contenido:    
PINTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA
Tratados de iconografía







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28 de junio de 2019

Museo Nacional del Prado: Restauración de dorados de LA ANUNCIACIÓN de Fra Angelico



Gemma García Torres, restauradora del Museo del Prado, comenta la restauración de los dorados de "La Anunciación" de Fra Angelico.

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26 de junio de 2019

Museo Nacional del Prado: Restauración de la capa pictórica de LA ANUNCIACIÓN de Fra Angelico



Almudena Sánchez, Restauradora del Museo Nacional del Prado, comenta la restauración de la capa pictórica de la "La Anunciación" de Fra Angelico.

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19 de junio de 2019

200 años del Museo Nacional del Prado: EL PRADO: BELLEZA Y LOCURA, las joyas del Prado cobran vida



Rino Stefano Tagliafierro insufla vida y movimiento a una treintena de obras del museo en una creación en vídeo producida por 'El País Semanal', uno de los contenidos del despliegue especial con motivo del bicentenario de la pinacoteca.

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