SANTA MARÍA EGIPCIACA
Luis Salvador Carmona (Nava del
Rey, Valladolid, 1709 – Madrid, 1767)
Segundo tercio siglo XVIII
Madera policromada y ojos de
vidrio
Museo Nacional de Escultura,
Valladolid
Procedente de la Capilla del Ángel
del convento de Trinitarios Descalzos, Madrid
Escultura barroca española
La iconografía de Santa María Magdalena y Santa María Egipciaca, en su
faceta de penitentes en soledad, presenta una gran similitud, produciendo en
ocasiones dudas sobre su identidad. Sin embargo, son los atributos que las
acompañan los que permiten diferenciarlas con claridad, pues mientras que María
de Magdala, que fue contemporánea a la vida de Cristo, suele aparecer acompañada
por un tarro de ungüentos como atributo tradicional, Santa María de Egipto, que
vivió como ermitaña en el desierto quinientos años después, lo hace acompañada
de un grupo de panes como elemento tradicional, compartiendo en ocasiones una
calavera como símbolo de la renuncia de ambas a los bienes mundanos y mostrando
generalmente una imagen idealizada dotada de gran belleza.
Según la leyenda, Santa María Egipciaca fue una cortesana que en el
siglo V, movida por la lascivia, abandonó a su familia y se desplazó a Alejandría,
donde durante diecinueve años llevó una vida disoluta como prostituta de gran
fama. Desde allí decidió embarcar hacia Tierra Santa, dedicándose durante el
viaje y a su llegada a tentar a los peregrinos. Cierto día fue al templo, pero unas
figuras misteriosas le impidieron la entrada, lo que produjo su reflexión y
arrepentimiento. Tras purificarse en el Jordán, decidió retirarse al desierto de
Transjordania para llevar una vida de sacrificio y penitencia, momento en que
un desconocido le entregó tres denarios con los que compró panes que milagrosamente
le servirían de alimento diario para el resto de su vida, llegando a alcanzar
los sesenta años.

A partir de esta estancia como eremita, la que fuera una joven seductora
sólo se interesó por la belleza del alma, siendo reconfortada por San Zósimo de
Palestina, monje anacoreta retirado a un monasterio de estricta regla situado
en el desierto cerca del río Jordán, que durante una de las salidas de los
monjes durante los cuarenta días de la Cuaresma para dedicarse al ayuno y
oración, se encontró con Santa María Egipciaca, que le contó la historia de su
vida y le pidió encontrarse a orillas del Jordán el Jueves Santo siguiente para
recibir la comunión. Así lo hizo, pero al tercer año el santo monje se enteró
de que ya había fallecido en olor de santidad, de que un león ayudó a cavar su
tumba y que su cuerpo se mantenía incorrupto. Santa María Egipciaca pasaría a
ser patrona de las mujeres arrepentidas.
Toda la hagiografía de estos dos santos anacoretas fue divulgada en la Vita
de Santa María de Egipto, escrita por San Sofronio, Patriarca de Jerusalén
entre los años 634 y 638, que recogió la tradición oral de los monjes de
Palestina, cuyo manuscrito quedaría reflejado en un códice del siglo XIII.

Durante el siglo XVII, siguiendo los ideales contrarreformistas, en el
ámbito católico se impulsó la representación de santos penitentes y anacoretas
para ensalzar el sacramento de la penitencia, tan vituperado por las ideas
protestantes. Como consecuencia, aparecieron nuevas iconografías, tanto alusivas
a las lágrimas de arrepentimiento de algunos santos y santas, incluidas las del
propio San Pedro, como de otros que arrepentidos se retiraron como anacoretas,
convirtiéndose la figura de Santa María Magdalena en el prototipo de pecadora
arrepentida que, mediante la vida contemplativa, vivieron como seguidores de
Cristo. Otro tanto ocurriría, a menor escala, con la figura de Santa María
Egipciaca, cada una de ellas normalmente representadas con los atributos diferenciadores
ya comentados.
Sería el escultor granadino Pedro de Mena quien alcanzase la cumbre
artística con la talla de María Magdalena penitente realizada en 1664 para
la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Madrid, hoy conservada en el Museo
Nacional de Escultura de Valladolid como depósito del Museo del Prado.

Esta
obra, tanto como arquetipo de la imagen del dolor y el arrepentimiento como por
su extraordinaria originalidad y excelencia artística, fue durante mucho tiempo
motivo de inspiración para numerosos escultores, alcanzando su influencia al
gran maestro vallisoletano Luis Salvador Carmona cuando realiza la escultura de
Santa María Egipciaca para la capilla del Ángel del convento de Trinitarios
Descalzos de Madrid, magnífica escultura que en 1912 ingresó en el Museo Arqueológico
Nacional como legado del pintor y coleccionista Cristóbal Ferriz, pasando en 1933
a formar parte del recién creado Museo Nacional de Escultura de Valladolid como
depósito, hasta que en 2007 se incorporó definitivamente en la colección
estable del museo.
SANTA MARÍA
EGIPCIACA SEGÚN LUIS SALVADOR CARMONA
Siguiendo la tipología creada por Pedro de Mena en su célebre Magdalena
penitente, una de las obras cumbre de la escultura barroca española, Luis
Salvador Carmona representa a Santa María Egipciaca, la otra cortesana
arrepentida que se retiró a la soledad del desierto para expiar sus pecados
juveniles.
El escultor vallisoletano recrea la viva imagen del ascetismo ideada
por el granadino, como el revestimiento decoroso de la desnuda anatomía mediante
un tejido de palma trenzada que en forma de estera le cubre de los pechos a los
pies, cuya rigidez impide la formación de pliegues menudos y que se sujeta mediante
una soga, igualmente trenzada, anudada a la cintura formando un lazo. En esta
indumentaria, incómoda y lacerante, Luis Salvador Carmona introduce algunos detalles
más anecdóticos, como un remiendo a la altura de la rodilla y el acabado raído
del borde inferior, detalles que acentúan la sensación de disciplina y
penitencia.
Santa María de Egipto aparece representada como una bella
adolescente en pleno ejercicio de meditación y arrepentimiento, con un rostro dulcificado
y suavemente modelado, mejillas redondeadas y comisuras de los labios bien
definidas, realzando su naturalismo con ojos postizos de cristal, una práctica
habitual en el siglo XVIII, y lágrimas fingidas en su policromía.
Emulando el modelo de Pedro de Mena, aparece con la mano derecha sobre
el pecho —mórbida y con los dedos abiertos— como expresión de sinceridad y
entrega, estableciendo con su ensimismamiento y gesticulación un diálogo
místico de gran expresividad plástica. En este caso con la mirada clavada en una
calavera que sujeta en su mano izquierda, símbolo de la fugacidad de la vida, que
a modo de “vanitas” profundiza en la piedad y meditación fomentada por el
Concilio de Trento, siendo otro de los elementos que la diferencian del gesto
de dolor de la María Magdalena de Pedro de Mena, portadora de un
crucifijo.
Ambas imágenes también comparten, en un alarde de talla naturalista, una
larga melena que se despliega por el pecho y la espalda en forma de largos mechones
filamentosos, a los que Luis Salvador Carmona incorpora airosos mechones sobre
la frente y proporciona mayor volumetría, alcanzando el paroxismo técnico en su
caída por la espalda de modo desordenado, con múltiples mechones meticulosamente
trepanados que parecen ser agitados por el viento.
No obstante, el elemento diferenciador es la necesaria presencia de los
panes milagrosos que constituyen su principal y característico atributo, colocados
sobre el pavimento rocoso de la peana (se conservan dos, pero seguro que en
origen fueron los tres preceptivos), que el escultor reproduce de nuevo con un
gran verismo.
En líneas generales, el cuerpo de la santa abandona la rigidez para
establecer un elegante movimiento cadencial determinado por discretas
diagonales que multiplican los planos y perfiles, destacando la hermosura
juvenil, en la que no se aprecian huellas de sufrimiento, mostrando la
capacidad de Luis Salvador Carmona para interpretar los modelos del barroco con
una nueva sensibilidad rococó, acorde con los gustos del refinamiento
cortesano.
El crítico de arte Ricardo de Orueta, fundador del Museo Nacional de
Escultura en 1933 y especialista en la obra de Pedro de Mena, en principio atribuyó
la escultura de Santa María Egipciaca al escultor granadino, aunque
después pasaría a datarla en el siglo XVIII. Por su parte, Constantino Candeira,
Director General de Bellas Artes en 1934, la consideró obra de Juan Pascual de
Mena, opinión compartida por Juan José Martín González. Fue Federico Wattenberg,
director del Museo Nacional de Escultura en los años 60, quien propuso la
autoría de Luis Salvador Carmona, opinión refrendada por Concepción García
Gainza en la monografía dedicada al escultor y publicada en 1990, donde también
la identifica con la escultura citada en el convento de Trinitarios Descalzos
de Madrid. Hoy es aceptada sin reservas la autoría del escultor vallisoletano
nacido en Nava del Rey.
Informe y
fotografías: J. M. Travieso.
Bibliografía
BOLAÑOS
ATIENZA, María: La melancolía en el escenario cristiano. Exposición Tiempos
de Melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro. Madrid, 2015,
pp. 138-165.
CANDEIRA Y
PÉREZ, Constantino: Guía del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Valladolid. 1945. p. 46.
FERNÁNDEZ
GONZÁLEZ, Rosario: Santa María Egipcíaca. En Museo Nacional De Escultura.
Museo Nacional de Escultura: colección, 2015, pp. 254-255.
GARCÍA GAINZA,
María Concepción: El escultor Luis Salvador Carmona. Universidad de Navarra,
1990, pp. 68 y 85.
MARTÍN GONZÁLEZ,
Juan José: Escultura barroca en España, 1600 - 1770. Madrid, 1983, p.
391.
ORUETA Y
DUARTE, Ricardo de: La vida y la obra de Pedro de Mena y Medrano. 1914, p.
183.
WATTENBERG, Federico:
Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Madrid, 1966, p. 70.
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Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
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Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
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Izda: Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664 Dcha: Luis Salvador Carmona. Santa María Egipciaca, 2º tercio s. XVIII Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
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Giotto. Encuentro de San Zósimo con Sta. María Egipciaca, 1320 Basílica inferior de San Francisco, Asís |
ALGUNAS REPRESENTACIONES DE SANTA MARÍA EGIPCIACA
Fotografías tomadas de internet
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Sta. María Egipciaca y San Zósimo Miniatura siglo XV British Livrary, Londres |
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Izda: Sta. María Egipciaca, Libro de Horas de Enrique IV de Francia y III de Navarra, s. XV-XVI, Biblioteca Nacional de Francia, París Dcha: Sta. María Egipciaca, iglesia de Saint Germain Auxerrois, Paris |
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Lorenzo di Credi. Sta. Maria Egipciaca, 1490-1510 Gemäldegalerie, Berlin |
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Quentin Matsys. Sta María Egipciaca, 1520-1530 Museo de Arte, Filadelfia |
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José de Ribera. Santa María Egipciaca, 1641 Museo del Prado, Madrid |
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Marcantonio Franceschini. Última comunión de Sta. María Egipciaca, 1680 Metropolitan Museum, Nueva York |
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