1 de septiembre de 2024

Theatrum: RETABLO-TRÍPTICO DE SAN ILDEFONSO, los caprichos del mercado del arte







RETABLO-TRÍPTICO DE SAN ILDEFONSO, CON SAN LEANDRO Y SAN ISIDORO

Maestro de la Colección Pacully

Hacia 1480-1490

Óleo sobre tabla de roble – Técnica mixta

Colección Aldus C. Higgins, Worcester (Massachusetts) / Museo Nacional de Escultura, Valladolid / Museo del Prado, Madrid

Pintura gótico-flamenca







     Este importante retablo debió ser encargado en Flandes a un desconocido taller por Juan Alfonso de Logroño para la capilla funeraria de su hermano, Alonso Sánchez de Logroño, canciller de los Reyes Católicos fallecido en 1481, que en su testamento había dispuesto ser enterrado en la capilla de San Ildefonso de la primitiva iglesia del monasterio de San Benito el Real de Valladolid1. Lo que está claro, es que el noble comitente deseaba dedicar la obra a los tres santos más venerados de la España visigoda: San Ildefonso, arzobispo de Toledo en los años 657-667, San Leandro, obispo de Sevilla durante los años 579-600, y San Isidoro, hermano de San Leandro y obispo de Sevilla desde el año 602 al 636.

En efecto, el retablo, que adoptaba la estructura de un tríptico flamenco, presentaba tres calles, la central presidida por la tabla con el tema de la Imposición de la casulla a San Ildefonso, milagro también conocido como la Descensión, donde la Virgen impone al santo —identificado en la inscripción de la filacteria que recorre su cuerpo— la indumentaria litúrgica en el interior de la catedral toledana. A los lados, con la misma altura y la mitad de anchura que la escena central, con idéntico soporte y técnica, se colocaban otras dos tablas con las figuras verticalistas y afrontadas de San Leandro y San Isidoro revestidos de pontifical.

Al conjunto se sumaba una predela, adaptada a la misma estructura, con la tabla central de la misma anchura que la escena principal dedicada a San Ildefonso y representando un Apostolado con seis bustos de apóstoles colocados bajo una galería pétrea e identificados en las inscripciones que bajo sus bustos recorren el alféizar, destacando en el centro la figura de Cristo colocada entre dos pequeñas columnillas. Este apostolado se completaba en los extremos con las tablas de otros seis apóstoles, dispuestos en grupos de tres e igualmente identificados con inscripciones. Aunque la serie de las tres tablas de la predela en alguna ocasión se ha interpretado como la Última Cena, realmente no presenta atributos que puedan justificar esta iconografía. 

La desmembración del retablo        

El retablo se mantuvo en las condiciones anteriormente descritas, desde que fuera trasladado a mediados del siglo XVI a la nueva iglesia (la actual) del monasterio de San Benito el Real y colocado en la capilla del doctor Cornejo Tovar, casado con doña María de Tovar, hija y testamentaria del canciller Alonso Sánchez de Logroño. En aquella capilla, situada bajo el coro en la nave de la epístola, el retablo permaneció hasta 1651, año en que fue trasladado a la capilla de los Daza de la misma iglesia2. Allí permanecería hasta que fue víctima de la Desamortización de Mendizábal llevada a cabo entre 1835 y 1837, donde la rapiña y la insensibilidad jugaron en contra del patrimonio vallisoletano al ser desmontadas y dispersadas todas las tablas que componían el conjunto retablístico. 


La imposición de la casulla a San Ildefonso, 179 x 90 cm
Colección Aldus C. Higgins, Worcester (Massachusetts)

Esta tabla, la principal del retablo, desapareció de Valladolid poco después de la Desamortización, reapareciendo años después en la importante colección del coleccionista y bibliófilo don Sebastián Gabriel de Borbón (1811-1875), bisnieto de Carlos III, Infante de España y gran prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en los reinos de Castilla y León, quien llegó a residir una temporada en Valladolid, siendo seguramente una de las obras compradas para este infante, durante el proceso desamortizador, por el pintor José de Madrazo. Dada por perdida, la tabla fue adquirida en España por el anticuario parisino Émile Pacully, de cuya colección formó parte hasta 1903, siendo su destino final la Colección Aldus C. Higgins, en Worcester (Massachusetts), donde se encuentra actualmente y donde Diego Angulo consiguió localizarla en 1925.

Maestro de la Colección Pacully
San Leandro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura

     La viajera tabla de La imposición de la casulla a san Ildefonso3, perteneciente al retablo vallisoletano, como se ha dicho fue dada a conocer por Diego Angulo4 en 1925, que la describe como una escena desarrollada en el interior de una gran iglesia, con un arco al frente con función de encuadramiento de la composición principal, siguiendo una fórmula impuesta en la pintura flamenca por Roger van der Weyden. Al fondo de la nave se observa la girola, con estilizadas columnas rematadas por capiteles lisos, mientras el pavimento se ajusta a una elemental ley de la perspectiva mediante un diseño cuadriculado de tipo marmóreo cuyo modelo es compartido por las tres tablas del único cuerpo, lo que conformaba un conjunto unitario.

Tanto la figura de la Virgen —entronizada bajo dosel—, como las de los tres ángeles que la acompañan y la del propio San Ildefonso mantienen un estricto verticalismo, compartiendo todos los personajes la misma pasividad y mostrando una uniformidad tipológica y de indumentaria con influencias del pintor de Brujas Hans Memling. Para referirse al pintor anónimo, artífice de las pinturas de este retablo, en 1943 el historiador e hispanista Chandler R. Post acuñó el nombre de Maestro de la Colección Pacully5, denominación que sigue vigente en la atribución de las tablas de este retablo, así como en dos tablas conservadas en el Museo del Louvre que representan a San Cornelio y Santa Margarita6. 


Maestro de la Colección Pacully
San Isidoro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura
San Leandro y San Isidoro de Sevilla, 179 x 40 cm cada una
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Estas dos tablas que forman pareja iconográfica y que representan a los hermanos San Leandro y San Isidoro —autor de las Etimologías—, arzobispos de Sevilla en época visigoda, ocuparon las calles laterales del tríptico o retablo del Canciller Alonso Sánchez de Logroño, del que fueron separadas durante la Desamortización de Mendizábal, ingresando hacia el año 1843 en el Museo Provincial de Valladolid (desde 1933 reconvertido en Museo Nacional de Escultura).

Ambas figuras aparecen de pie y afrontadas, revestidas con indumentaria y símbolos episcopales —ricas capas pluviales con vistosos bordados y sujetas con grandes broches dorados decorados con perlas, elementos que se repiten en las mitras junto a cabujones de piedras preciosas—, sujetando ambos ricos báculos metálicos de diseño gótico y sendas filacterias con inscripciones identificativas, todo ello descrito con detalles de gran meticulosidad al modo flamenco. Ambos personajes aparecen ubicados en el interior de una iglesia gótica de sencillas columnas y un pavimento en perspectiva con losas que imitan mármol en forma de damero. Este espacio viene a continuar al representado en la tabla central, cuya escena, representando la Imposición de la casulla a San Ildefonso, es la que contemplan con pasividad y gesto severo los dos prelados sevillanos. Destaca el verticalismo de la composición y de ambas figuras, en cuyo estilo Pilar Silva Maroto encuentra una dependencia de la pintura brujense, en particular de Hans Memling y de Gérard David.

Maestro de la Colección Pacully
San Leandro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura

     Por las características estilísticas de estas tablas, queda pendiente de resolver si el desconocido pintor, actualmente conocido como Maestro de la Colección Pacully, fue un artista de origen foráneo relacionado con el arte de Brujas, como han sostenido los historiadores Max Jacob Friedlander (1967), Didier Martens (1995) o Dirk de Vos (1994), siendo Luis Rodríguez (1981) quien vino a confirmar la procedencia flamenca de la obra y la identificación de las tablas localizadas con el retablo que estuvo ubicado en la iglesia del monasterio de San Benito el Real de Valladolid. Otra posibilidad apunta a que el artífice fuera un avezado pintor español, activo a finales del siglo XV, que hubiese pertenecido al movimiento hispano-flamenco castellano, demostrando ser buen conocedor de la técnica pictórica de Memling. La incógnita sigue abierta. 

Predela con Apostolado
Tabla central: Cristo con seis apóstoles, 27 x 90 cm / Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Dos tablas laterales: Grupos de tres apóstoles, 26 x 40 cm / Museo del Prado, Madrid

Maestro de la Colección Pacully
San Isidoro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura

     Las investigaciones de Post en 1943 y de Angulo en 1959 permitieron identificar las tres tablas que conformaron la predela del pequeño retablo del canciller Alonso Sánchez de Logroño y que representan un apostolado completo, con bustos cobijados bajo un fondo arquitectónico fingido.

Los caprichos de la rueda de la fortuna han hecho que en mayo de 2024 la tabla central de la predela, donde aparecen representados Cristo y seis apóstoles, haya regresado inesperadamente a Valladolid, su ciudad de procedencia, después de pertenecer durante largo tiempo a una colección privada madrileña. En efecto, en abril la tabla fue adquirida en Subastas Durán por el Ministerio de Cultura —70.000 euros— para ser destinada al Museo Nacional de Escultura, donde se conservan otras dos importantes pinturas que pertenecieron al retablo: San Leandro y San Isidoro de Sevilla, lo que permite una reconstrucción parcial del mismo.

En dicha tabla central se recrea una galería pétrea que es interrumpida en el centro por dos columnillas jaspeadas para destacar entre ellas la imagen de Cristo, que como el resto de los apóstoles aparece representado en busto, pero en posición frontal, vestido con una túnica violácea, con larga melena con mechones dispersos sobre los hombros y mirando fijamente al espectador, siguiendo un modelo ya aplicado en la pintura flamenca por Jan Van Eyck desde mediados del siglo XV. 

Maestro de la Colección Pacully
Detalle de San Leandro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura

     Bajo la misma arquitectura y a los lados de Cristo se colocan seis bustos de apóstoles dispuestos en grupos de tres, con una posición corporal de tres cuartos —leve giro con un hombro adelantado sobre el otro— y con las cabezas trabajadas de forma individualizada y minuciosa para representar tipos de distintas edades que comparten la forma de indumentaria: túnicas con un manto superpuesto, ofreciendo un rico colorido a base de tonalidades rojas, rosáceas, azules y verdes que destacan sobre los tonos neutros de la arquitectura. Como ocurre con las tablas de San Leandro y San Isidoro las triadas de apóstoles se disponen afrontadas hacia la figura de Cristo e identificadas con inscripciones colocadas sobre el alfeizar, apareciendo en la parte izquierda Andrés, Santiago y Pedro y en la derecha Juan, Mateo y Santiago el Menor

Las tablas laterales de la predela se conservan en el Museo del Prado desde que en 1950 fueran adquiridas por la pinacoteca por 25.000 pesetas a José Luis Vilches Pérez7. En ellas se continúa el fingimiento arquitectónico bajo el que se cobijan dos triadas de apóstoles afrontados que presentan las mismas características que en la tabla central respecto a tipos humanos, disposición, indumentaria, colorido e inscripciones identificativas. En la tabla izquierda aparecen los apóstoles Felipe, Bartolomé y Matías, mientras que en la derecha figuran Simón, Judas y Tomás. 


     
Maestro de la Colección Pacully
Detalle de San Isidoro, 1480-1490, Museo Nacional de Escultura
La reunión en el Museo Nacional de Escultura de la recién adquirida tabla central de la predela, que representa a
Cristo con seis apóstoles, con las dos magníficas pinturas de San Leandro y San Isidoro, adquiere un valor testimonial que permite recomponer con cierto regocijo la riqueza de aquel retablo-tríptico que formó parte del rico patrimonio del monasterio de San Benito el Real de Valladolid, que en su gran mayoría fue despojado durante el proceso desamortizador del siglo XIX sin ningún tipo de delicadeza.     

 


Informe y fotografías del MNE: J. M. Travieso.
Fotografías de las tablas laterales de la predela: Museo del Prado.

 



Maestro de la Colección Pacully
Tabla central de la predela: Cristo y seis apóstoles, 1480-1490
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

NOTAS

1 RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, Luis: Historia del Monasterio de San Benito El Real de Valladolid. Caja de Ahorros Popular, Valladolid, 1981, pp. 262, 272, 284. 

2 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Maestro de la Colección Pacully, San Isidoro de Sevilla y San Leandro de Sevilla. En: URREA FERNÁNDEZ, Jesús (dir). Pintura del Museo Nacional de Escultura. Siglos XV al XVIII, Madrid, 2001, pp. 35-38. 

3 Este artículo no incluye ninguna imagen ilustrativa de calidad de La imposición de la casulla a San Ildefonso por carecer de licencia por parte de su propietario: la Colección Aldus C. Higgins. 

Maestro de la Colección Pacully
Apóstoles Andrés, Santiago y Pedro con Cristo, 1480-1490
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
4 ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego: El retablo de San Ildefonso del Museo de Bellas Artes de Valladolid. Boletín del Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid nº 3, Valladolid, 1925, pp. 45-48. 

5 POST CHANDLER, Rathfon: The Pacully Master. Gazette des Beaux-Arts nº 159, París, 1943, pp. 321-328. 

6 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Op. cit. p. 36. 

7 MARTÍNEZ RUIZ, María José: Tablas del maestro de la colección Pacully. Patrimonio de Valladolid emigrado. En Conocer Valladolid 2016/2017. X Curso de patrimonio cultural. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Ayuntamiento de Valladolid, 2018, p. 258. 






Maestro de la colección Pacully
Cristo con los apóstoles Juan, Mateo y Santiago el Menor, 1480-1490
Museo Nacional de Escultura, Valladolid











Maestro de la Colección Pacully
Tablas laterales de la predela con apostolado, 1480-1490
Museo del Prado, Madrid










Maestro de la Colección Pacully
Apóstoles Felipe, Bartolomé y Matías, 1480-1490
Museo del Prado, Madrid










Maestro de la Colección Pacully
Apóstoles Simón, Judas y Tomás, 1480-1490
Museo del Prado, Madrid








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1 de agosto de 2024

Theatrum: CRUZ DE ALTAR - RELICARIO, una muestra de elegante manierismo



CRUZ DE ALTAR - RELICARIO

Atribuido a Pompeo Leoni (Milán, h. 1530 – Madrid, 1608)

Hacia 1600

Bronce dorado, madera de ébano, incrustaciones de marfil y tecas-relicario

88 x 47 x 17 cm

Convento de Nuestra Señora de Portacoeli, Valladolid

Escultura renacentista italiana

 

 


     En la Sala del Relicario del convento de monjas dominicas de Nuestra Señora de Portacoeli de Valladolid se conserva una magnífica cruz de altar que fue una de las numerosas donaciones artísticas realizadas por don Rodrigo Calderón, ministro de Felipe III y favorito del duque de Lerma, a dicho convento, cuya construcción había financiado él mismo junto a su céntrica residencia en la ciudad del Pisuerga. De este convento adquirió el patronato en 1606, ocupándose de la dotación de los retablos pétreos, los sepulcros, las pinturas y un buen número de imágenes y ornamentos de los más variados materiales.

Este polémico personaje, que acabó siendo ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621 y enterrado dos años después en el mismo convento de Portacoeli de Valladolid, fue un ávido coleccionista de obras de arte. Algunos de sus mayores logros los consiguió durante su estancia como embajador en Flandes, donde compró una importante colección de pinturas de la escuela flamenca, especialmente de Rubens, destacando entre ellas la Adoración de los Reyes Magos, pintada en 1609 y recibida en 1612 como regalo del Ayuntamiento de Amberes, actualmente en el Museo del Prado. En esta misma pinacoteca se guardan otras obras por él adquiridas que fueron realizadas por Jan Brueghel de Velours, Otto van Veen y Pieter van Avont, entre otros.

     De igual manera, para su uso personal compró numerosos objetos suntuarios, como tapices, joyas y mobiliario, siendo buen testimonio de su ambición la afamada Mesa de don Rodrigo Calderón, obra italiana con un sofisticado tablero con trabajo de piedras duras (semipreciosas) que fue realizada en 1600 y que también se conserva en el Museo del Prado. Acorde con este nivel de exigencia artística desplegado por “el valido del valido”, se encuentra esta cruz-relicario del convento vallisoletano, igualmente realizada hacia 1600, que, como no podía ser menos, tuvo que ser encargada a un destacado artista italiano del momento.

La pieza está compuesta por una cruz de madera de ébano, con cantoneras de bronce dorado, que se asienta sobre una base —igualmente de ébano— dispuesta a dos alturas, una inferior con forma de prisma rectangular, en cuyo frente se abren tres tecas con reliquias de los mártires San Zenobio, obispo de Florencia, San Cornelio, papa, y San Vidal, según la tradición padre de los santos niños Justo y Pastor. En los ángulos aparecen cuatro vástagos que posiblemente sujetaran ornamentos de bronce que se han perdido. Sobre esta peana se eleva un pequeño pedestal sobre el que se inserta la cruz y que se une al cuerpo inferior mediante volutas, estando decorado al frente con incrustaciones de marfil que reproducen tallos con flores de lis y rameados.

     El elemento más importante es el bello crucifijo realizado en bronce dorado, en el que destaca su elevada calidad técnica, el delicado modelado de su anatomía y el esmerado acabado de cada una de sus partes. El cuerpo sigue una elegante disposición sinuosa, con la cabeza inclinada hacia el lado derecho y las piernas desplazadas hacia la izquierda, con la pierna derecha remontando la izquierda y los brazos bastante inclinados para sugerir el peso del cuerpo. Magistral es la descripción anatómica, con los músculos en tensión, el pecho hinchado —en el que se aprecia una pequeña incisión en el costado— y el vientre hundido, con un virtuoso tratamiento de la cabeza, que presenta una melena que en la parte izquierda remonta la oreja y en la derecha cae formando rizos profundos sobre el hombro. El rostro es muy sereno, con los ojos entornados, nariz recta y boca entreabierta, con un minucioso trabajo de la barba, corta y con dos puntas simétricas. El escueto paño de pureza se sujeta con una cinta que cae en diagonal desde la cintura, con pequeños pliegues al frente y un sencillo anudamiento en el costado derecho. Como complemento, lleva una corona de espinas postiza, igualmente metálica, formada por tallos entrelazados. La cabeza se remata con un nimbo radiante de forma circular colocado horizontalmente. 

     Por las características del crucifijo es indudable su origen italiano, aunque respecto a su autoría se han planteado diferentes hipótesis. Con buena lógica, es atribuido a Pompeo Leoni, escultor milanés llegado a España en 1556 junto a una serie de retratos imperiales encargados en Bruselas en 1549 por Carlos V a su padre, León Leoni, que Pompeo tuvo que terminar en su casa de Madrid. Tras sufrir un tiempo de reclusión en un monasterio, tras ser acusado de luteranismo por la Inquisición en 1558, terminó aquellos trabajos en 1564, apareciendo la firma de padre e hijo en algunas piezas.

Pompeo Leoni llegó a crear un taller en Madrid, siendo sus obras maestras en bronce el retablo mayor (1579) y los cenotafios de Carlos V y Felipe II en el monasterio de El Escorial (1580), estos realizados con la colaboración del también escultor italiano Jacopo Nizzolo da Trezzo y del famoso orfebre Juan de Arfe, aunque igualmente se ocupó de otro tipo de obras en bronce, plomo, mármol y alabastro, lo que le obligó a continuos desplazamientos y largas estancias en la ciudad de Milán.

     Entre su polifacética producción se encuentra la realización de algunas medallas, en 1570 de esculturas efímeras para los arcos de triunfo levantados con motivo de la boda del rey con Ana de Austria, su cuarta esposa; en 1571 del pedestal de la urna con las reliquias de San Eugenio en la catedral de Toledo, así como una serie de magistrales monumentos funerarios realizados en mármol o en bronce, como en 1574 para la princesa Juana de Austria en el convento de las Descalzas Reales de Madrid; en 1576 el del inquisidor Fernando de Valdés en Salas (Oviedo); en 1577 el del cardenal Diego de Espinosa en Martín Muñoz de las Posadas (Segovia); en 1603 el de Cristóbal de Rojas, cardenal de Sevilla, en la colegiata de Lerma (Burgos) y entre 1601 y 1603 los de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas y su esposa, Catalina de la Cerda, duques de Lerma, en el convento de San Pablo de Valladolid.

En 1601, con motivo del asentamiento de la Corte a Valladolid, Pompeo Leoni se trasladó a esta ciudad para realizar en bronce las citadas esculturas orantes de los duques de Lerma, que con gran preciosismo en el detalle fueron fundidas por Juan de Arfe y, a su muerte en 1603, por su yerno Lesmes Fernández del Moral. Asimismo, en 1606 se ocupaba del retablo mayor del vallisoletano convento de San Diego, facilitando los modelos de un nutrido grupo de santos franciscanos que tallarían en madera sus colaboradores Baltasar Mariano y Milán Vimercato.

     Tradicionalmente la historiografía ha centrado su interés en las obras que Pompeo Leoni realizara en bronce y mármol, ignorando sus trabajos en madera, como ocurre con Antonio Ponz cuando afirma “pues no se sabe que Leoni trabajase en madera” (Viaje de España, Aguilar, Madrid, 1947). Esta creencia fue compartida por otros historiadores, como Ceán, Plon y Pérez Pastor. Sin embargo, Margarita Estella se interesa por una escritura en la que Fray Antonio de Villegas, agustino del Monasterio de San Felipe el Real de Madrid, trata y concierta con Pompeo Leoni el 26 de agosto de 1592, ante el escribano Bartolomé Díaz Paradinas (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid), la hechura de “un Crucifijo de bulto de madera redondo sin cruz pintado y encarnado” para ser colocado en la caja de un retablo colocado en la capilla de doña María Manuel de aquel convento madrileño1.

Por otro lado, el padre Lucas Montoya, cronista de los Mínimos, en la descripción del convento de la Victoria de Madrid y su patrimonio anterior a 1619 cita un Cristo crucificado de Pompeo Leoni colocado en la capilla de la Soledad de aquel convento, obra cuya compra viene a coincidir con el Cristo crucificado realizado para la capilla de doña María Manuel en el monasterio de San Felipe y que Martín González, por razones estilísticas, atribuyó a Antón de Morales, escultor que figura como testigo en el documento de encargo a Pompeo Leoni del Cristo crucificado para aquel convento madrileño.

     Actualmente esta obra en madera policromada se conserva, desde que ingresara en 1838, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde ha sido limpiada y restaurada en 2012-2013, siendo el académico Alfonso Rodríguez G. de Ceballos quien, tras esta restauración —que ha puesto de manifiesto su magnífica calidad—, y a partir de una etiqueta antigua conservada en la parte inferior de la cruz en la que se indicaba su procedencia del “Convento de la Soledad/Pompeo Oleoni”, que se correspondía con el Convento de Frailes Mínimos de la Victoria, ha realizado un estudio exhaustivo en el que adjudica la atribución definitiva a Pompeo Leoni, señalando como autor de la policromía a Vicente Carducho2. Este crucifijo debió llegar al Museo de la Trinidad tras la primera desamortización en 1836 y desde allí paso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Con esta escultura queda demostrado que durante la estancia de Pompeo Leoni en España también realizó esculturas en madera, estando relacionados con él otras obras talladas, como el Cristo crucificado del Calvario del retablo mayor del desaparecido convento de San Diego de Valladolid (hoy en el Museo Nacional de Escultura), y el monumental Cristo de las Mercedes de la iglesia de Santiago de Valladolid, recientemente atribuido al escultor italiano.

     Del aprecio al arte de Pompeo Leoni en la corte española, puede ser testigo este Cristo crucificado del convento de Portacoeli de Valladolid, que guarda un gran parecido con el monumental Cristo crucificado del Calvario del retablo mayor de El Escorial. Tan exquisita obra pudo haber sido realizada en su taller de Madrid —hay constancia de que allí realizó algunos ejemplares en bronce con cruces de ébano—, como también ocurre con el pequeño Cristo crucificado de bronce dorado sobre una cruz de ébano con entalles engastados —desaparecidos— en los brazos, datado hacia 1600, que procedente de la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco actualmente se conserva en el Museo de San Francisco de esta población vallisoletana, recibiendo idéntica atribución a Pompeo Leoni por sus rasgos estilísticos: naturalismo idealizado, elegante manierismo, resabios clasicistas y alto grado de habilidad técnica. En ambos casos, Pompeo Leoni repite un tipo de crucifijo con una composición muy divulgada por Guglielmo della Porta, caracterizado por una figura de anatomía dinámica, dramatismo muscular y el modelado de un cabello revuelto.

     En otro orden de cosas, hay que recordar la gran cantidad de regalos diplomáticos que recibió la corte española de los Grandes Duques de Toscana desde el reinado de Felipe II, siendo frecuente el envío de suntuosos objetos de tipo religioso a la corte de Madrid —Rey, ministros y secretarios reales— que adquirían un carácter de representación y expresión de cortesía de los donantes. Entre ellos destacaron los crucifijos en marfil, plata o bronce dorado. Aunque es difícil determinar la autoría de dichas piezas, se sabe que una considerable cantidad fue encargada al célebre escultor Giambologna, creador de un refinado modelo arquetípico muy repetido por sus seguidores. Giambologna en Florencia y los Leoni entre Milán y Madrid constituyeron, durante la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del XVII, el más importante foco escultórico que se extendió por toda Europa.

El historiador José Carlos Brasas Egido, que al catalogar este crucifijo en 1980 le relacionó con Pompeo Leoni, encuentra en su elegante factura una vinculación a los modelos de Giambologna, proponiendo la posibilidad de que el artífice de este crucifijo del convento de Portacoeli pudiera ser el escultor italoflamenco Adriaen de Vries (La Haya, h. 1556–Praga, 1626), discípulo en el taller de Giambologna y posterior colaborador de Pompeo Leoni en la realización de las esculturas del retablo mayor de la basílica de El Escorial3. En 1586, este escultor neerlandés fue llamado a Milán para ayudar a Pompeo Leoni cuando su padre Leone Leoni se encontraba enfermo, al que llegaría a suceder como maestro de uno de los talleres de fundición de bronce más grandes de Italia.

POMPEO LEONI. Calvario del retablo mayor de la basílica de El Escorial, 1579-1588

     Adriaen de Vries, que estudió con Giambologna y vivió durante un tiempo en Roma, pasó a trabajar para Carlos Manuel, duque de Saboya y desde 1601 como escultor de corte en Praga al servicio de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue autor de un considerable número de grupos escultóricos en bronce con temas mitológicos, incluidas fuentes, así como retratos de gobernantes y exquisitas esculturas manieristas en pequeño formato, figurando entre ellas algunas de temática religiosa. Toda su obra actualmente se encuentra repartida por importantes museos.    

     Como colofón en torno a la polémica atribución de este magnífico Cristo crucificado de Valladolid, siempre queda abierta la posibilidad de que el autor sea Adriaen de Vries y que su llegada a manos de don Rodrigo Calderón se relacione con uno de los muchos crucifijos que los grandes duques de la familia Médicis enviaron como regalos diplomáticos a la corte española.

 

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 



POMPEO LEONI: Esculturas en madera
Izda: Cristo del Calvario del retablo mayor del desaparecido
convento de San Diego de Valladolid, 1606, Museo Nacional de Escultura
Dcha: Cristo crucificado procedente del desaparecido Convento de
Mínimos dela Victoria de Madrid, 1592, Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando, Madrid
NOTAS 

1 ESTELLA MARCOS, Margarita: El encargo de un Cristo de madera a Pompeyo Leoni. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 44, Universidad de Valladolid, 1978, pp. 456-458. 

2 RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Alfonso: “Cristo crucificado” de Pompeo Leoni. Revista Ars Magazine, número 19, julio septiembre 2013. 

3 BRASAS EGIDO, José Carlos: Crucifijo. Catálogo de la exposición “Valladolid capital de la Corte (1601-1606). Cámara de Comercio e Industria de Valladolid, 2003, pp.139-142.

 




Seguidores de GIAMBOLOGNA. Crucifijos, mercado del arte.
Fotografía tomada de la red












GUGLIEMO DELLA PORTA
Crucifijo modelo "Farnese", h. 1570, Colección familia Capponi, Roma
 
Fotografía tomada de la red


















ADRIAEN DE VRIES
Izda: Cristo 1er cuarto s XVII-Museo Kunstpalast, Dusseldorf
Dcha: Simon Frisius-Retrato de Adriaen de Vries 1610-Rijksmuseum, Amsterdam
Fotografías de los citados museos




















ADRIAEN DE VRIES: Cristo atado a la columna
Izda: 1613-15, Kunsthistorisches Museum-Viena
Dcha: 1604, Museo Nacional, Varsovia
Fotografías de los citados museos




















ADRIAEN DE VRIES
Izda: Mercurio y Psique, 1593, Museo del Louvre
Dcha: Psique llevada por cupidos, 1592, Museo Nacional, Estocolmo
Fotografías de los citados museos















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1 de julio de 2024

Theatrum: VIRGEN CON EL NIÑO, fusión de solemnidad y lazos afectivos







VIRGEN CON EL NIÑO

Anónimo

Entre 1501 y 1525

Madera policromada

Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Escultura gótica hispanoflamenca en Castilla

 

 







Virgen con el Niño: evolución iconográfica del románico al gótico

La iconografía de la Virgen con el Niño fue una de las más divulgadas en el arte cristiano desde la Edad Media, expandiéndose su desarrollo en el campo de la escultura a partir de las denominadas “vírgenes románicas”, obras que reflejan la devoción mariana que de forma generalizada se extendió por occidente durante el siglo XII, en el caso de España por una veneración especialmente alentada en monasterios cistercienses y premostratenses.

Por entonces la Virgen comienza a no representarse en solitario, sino acompañada del Niño Jesús en su regazo y presentando innumerables variedades talladas en madera, aunque la mayoría inspirándose en la iconografía “Theotókos”, una tipología desarrollada en el arte bizantino donde la Virgen, exaltada como Madre de Dios, aparece entronizada y sujetando al Niño sobre sus rodillas, formando un grupo caracterizado por su hieratismo simbólico y el estar concebido para su visión frontal. 

     En esta modalidad la Virgen viene a convertirse en el simbólico trono viviente de Dios —Sedes Sapientiae o Trono de la Sabiduría—, aunque entre las dos figuras no exista ningún atisbo de comunicación, unas veces con los brazos de la Virgen en ángulo recto, a modo de los reposabrazos de un trono, y otras con el brazo derecho algo elevado para ofrecer al Niño un fruto simbólico, como la manzana del Paraíso. Por su parte, la figura infantil de Cristo continúa la tradición del pantocrátor bizantino, apareciendo en posición frontal, mayestático y sedente, sujetando en su mano izquierda las Sagradas Escrituras, con la derecha bendiciendo y con la mirada al frente dirigida al espectador al igual que la Virgen.

La elaboración de este tipo de esculturas sedentes de la Virgen con el Niño se mantuvo hasta el siglo XVI, presentando en su evolución una serie de elementos característicos del estilo de cada momento, fruto del cambio de mentalidad religiosa. De modo que, a medida que avanza el siglo XII y se inicia el siglo XIII, con los nuevos aires góticos tanto los crucifijos como las composiciones de la Virgen con el Niño comienzan a evolucionar buscando un naturalismo vinculado al deseo de humanizar a los personajes sagrados.

     Con el asentamiento del estilo gótico, las imágenes sedentes de la Virgen con el Niño paulatinamente comienzan a presentar novedades, como la pérdida de la férrea simetría mediante la colocación del Niño sobre la rodilla izquierda, primero manteniendo la disposición frontal y con el paso del tiempo girando el cuerpo hacia el de su madre y comenzando a esbozar gestos propios de su carácter infantil, aunque la Virgen sigue manteniendo su valor simbólico, representada en posición frontal, entronizada, coronada como reina, con un semblante cada vez más dulce y sonriente y protectora del Niño, al que ofrece un fruto en su mano derecha.

Es a finales del siglo XII cuando se produce un hecho que va a tener una repercusión decisiva en la iconografía mariana: en el desarrollo de los grandes pórticos de los templos franceses, sobre todo en las catedrales, el mainel o parteluz colocado en el centro del hueco de la puerta, por su situación estratégica comenzó a ser decorado con las figuras más sagradas: Cristo y la Virgen. Surge entonces con fuerza la nueva iconografía de la Virgen con el Niño erguida, realizada en piedra por notables escultores anónimos preocupados por infundir naturalismo y humanidad a las figuras, incluyendo un mayor movimiento mediante el recurso de la postura clásica de contrapposto y una gesticulación más amable, cálida y natural que refuerza los vínculos entre la madre y el hijo.

     Este tipo de representación de la Virgen colocada de pie fue adquiriendo una gran difusión desde el siglo XIII al XV, llegando a superar en cantidad a la tradicional representación entronizada. La nueva modalidad iconográfica, realizada tanto en piedra como en madera, tomó el relevo en los interiores de los templos, ofreciendo un afán por humanizar las figuras de la Virgen y del Niño de forma cada vez más intensa. Para ello, los escultores aplicaron una serie de recursos expresivos, tales como:

◊  Abandono de la rigidez y el hieratismo del románico.

◊  Estilización de las figuras, con un canon alargado y esbelto.

◊  Corporeidad y volumetría de los cuerpos.

◊  Predominio de las formas redondeadas.

        ◊  Interrelación entre las figuras creando un vínculo afectivo.

◊  Expresividad de los rostros.

  Naturalismo en gestos y actitudes. Aparece “La Virgen de la Leche”.

◊  Naturalismo en los drapeados de las indumentarias.

◊  Movimientos elegantes, basados en el contrapposto clásico.

Siguiendo estas pautas, se extendieron los elegantes modelos de procedencia francesa, caracterizados por el movimiento sinuoso del cuerpo y el juego de empatía emocional entre la Virgen y el Niño, aunque paulatinamente fueron apareciendo otros modelos surgidos en determinadas escuelas territoriales de Europa, como ocurre en el denominado “estilo suave” del siglo XIV en Italia, donde estas representaciones acentúan la humanidad de las figuras, especialmente a través de la expresión de ternura en el rostro de la Virgen al intercambiar la mirada con el Divino Infante. Buena muestra de ello son las creaciones de Nino Pisano (Pisa, ca 1315-1386), introductor de la elegante sinuosidad de las vírgenes góticas francesas en el ámbito italiano, con la Madonna de Trapani (mármol, 1342, Basílica-santuario de María Santissima Annunziata de Trapani, Sicilia) como una de sus obras devocionales más populares.

     Modelos con sus propias características se desarrollaron igualmente en las escuelas alemana y flamenca, materializándose en España en el denominado estilo hispanoflamenco, que recoge las influencias de diferentes escuelas del centro y norte de Europa en la Castilla de finales del siglo XV y comienzos del XVI. En esta corriente se encuadra la imagen seleccionada en este comentario.

 

La Virgen con el Niño del Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Posiblemente realizada por alguno de los numerosos escultores foráneos que a principios del siglo XVI trabajaban en Castilla1, esta escultura en madera policromada responde al estilo hispanoflamenco imperante en aquel momento. En ella se aprecia una dualidad, pues al gesto ensimismado de la Virgen, convertido en solemne hieratismo con reminiscencias de las representaciones protogóticas, se contrapone la dinámica y humanizada figura del Niño, dotado de gracia y naturalismo al volver su rostro sonriente, como un gesto espontáneo infantil, hacia el de su Madre.

     La Virgen, en posición de pie, presenta un movimiento natural al adelantar la pierna izquierda flexionada, sugiriendo una posición de contrapposto que produce una leve incurvación de la cadera, sobre la que sujeta al Niño con mayor comodidad. Viste una túnica, ceñida a la cintura por un cinturón, bajo la que asoma el zapato izquierdo y sobre ella un manto que se sujeta a la altura del escote por un broche circular decorado con pequeñas bolas que sugieren perlas, muy estimadas en la época. El manto se cruza al frente, a la altura de la cadera, formando una diagonal que rompe la frontalidad, al tiempo que genera voluminosos pliegues en forma de “V” que proporcionan corporeidad a la figura.

El rostro de María es ovalado, con una frente muy despejada —al modo flamenco—, ojos muy rasgados, nariz y boca pequeños y mentón remarcada, enmarcado por una larga melena rubia al descubierto con dos largos y afilados mechones ondulados que se deslizan sobre los hombros. Sobre su cabeza, siguiendo la tradición gótica, aparece una corona con el cerco decorado con pedrería en el frente y los costados y rematada por motivos flordelisados muy comunes en el gótico.

     La figura del Niño Jesús es extraordinariamente dinámica y expresiva. Gira el cuerpo hacia la Virgen y acentuando la comunicación afectiva levanta la cabeza dirigiendo la mirada hacia el rostro de su Madre, esbozando una sonrisa y mostrando con gozo una paloma que sujeta entre sus manos, un atributo muy frecuente en la escultura gótica al que se han dado diversas interpretaciones, bien como una alusión al alma humana que encuentra refugio en Jesús y María, bien como la representación simbólica del Espíritu Santo e incluso como una alusión a un milagro apócrifo por el que unos pájaros de barro cobraron vida.

Jesús Niño viste una sencilla túnica que está abierta en la parte delantera dejando visible su desnudez, permitiendo contemplar la fragilidad de su naturaleza humana para realzar el carácter protector de su Madre. Su movimiento corporal queda reforzado con la posición de sus piernas cruzadas y con los pies apoyados en un voluminoso pliegue del manto de la Virgen. Tanto el rostro como su rubio cabello, con rizos que forman una corona que bordea la cabeza, sigue los modelos de las célebres representaciones del Niño Jesús en la escuela de Malinas.

     Con todos estos recursos expresivos, el grupo pierde la rígida frontalidad para permitir observar distintos matices según los diferentes puntos de vista, aún a falta de la mano derecha de la Virgen, que se ha perdido, en la que sujetaría el tallo virginal o bien un fruto simbólico relacionado con la Pasión. La tipología de las figuras, con rostros ovalados, ojos rasgados, larga melena pegada al cuerpo y el tratamiento voluminoso de los plegados, se podría relacionar con la figura de la Asunción que preside el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Dueñas (Palencia), atribuido a Antonio de Malinas (Keldermans), uno de los escultores procedentes de los Países Bajos que hacia 1516 llegó a España para trabajar en la Catedral Nueva de Salamanca.

La escultura presenta una policromía aplicada en el siglo XVII, especialmente apreciable en la túnica del Niño y sobre todo en el manto de la Virgen, decorado con motivos florales sobre fondos rajados y rameados en tonos azules aplicados a punta de pincel, mucho más apreciables tras su reciente restauración. 

     Se desconoce la procedencia de esta escultura de la Virgen con el Niño, que en 1971 fue adquirida a un anticuario vallisoletano por la Dirección General de Bellas Artes, que la depositó en el Museo Nacional de Escultura2. La obra fue catalogada por Clementina Julia Ara Gil en 19773.

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

Fotografías de la evolución iconográfica tomadas de la red y webs de diferentes museos.

 


Antonio de Malinas. Detalle de la Asunción en el retablo mayor
de la iglesia de Santa María de Dueñas (Palencia)
NOTAS


1 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: Virgen con el Niño. En: URREA FERNÁNDEZ, Jesús (dir). Museo Nacional de Escultura I: El encanto medieval, Valladolid, 2003, pp. 44-45.

2 GARCÍA DE WATTENBERG, Eloísa: Crónica del Museo Nacional de Escultura. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 37, Universidad de Valladolid, 1971, p. 536.

3 ARA GIL, Clementina Julia: Escultura gótica en Valladolid y su provincia. Institución Cultural Simancas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1977, p. 394.





MUESTRAS DE LA EVOLUCIÓN ICONOGRÁFICA DE LA VIRGEN CON EL NIÑO
DESDE EL ROMÁNICO AL GÓTIC
O



Románico catalán

Izda: Virgen de Ger, segunda mitad del siglo XII
Procedente de la iglesia de Santa Coloma de Ger (Girona)
Museo Nacional de Arte de Cataluña

Dcha: Virgen con el Niño, siglo XII
Museo Arqueológico Nacional, Madrid



Transición al gótico


Izda: Virgen con el Niño, siglo XII
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

Centro: Virgen con el Niño, primera mitad siglo XIV
Procedente del monasterio de San Andrés de Arroyo (Palencia)
Museo Marés, Barcelona

Dcha: Virgen con el Niño, inicios siglo XIV
Procedente de Trigueros del Valle (Valladolid)
Museo Marés, Barcelona



Estilo gótico: Aparición de la Virgen con el Niño de pie


Izda: Virgen Dorada, 1288
Parteluz Catedral de Amiens

Centro: Virgen con el Niño, siglo XIII
Parteluz Catedral de Reims

Dcha: Virgen con el Niño, siglo XV
Torre norte de la Catedral de Amiens




Estilo gótico


Izda: Virgen con el Niño, anónimo español, tercer cuarto siglo XIII, madera policromadaMuseo de Bellas Artes, Bilbao

Centro: Virgen con el Niño, anónimo borgoñón, segundo cuarto siglo XIV, piedra policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Dcha: Virgen con el Niño, anónimo, siglo XV, piedra policromada
Iglesia de San Martín, Montaigu-les-Bois (Normandía)



Estilo gótico


Izda: Virgen con el Niño, anónimo francés, 1250-1275, piedra arenisca policromada
Museo Carmen Thyssen, Málaga

Centro: Virgen con el Niño, taller de Bartomeu de Robió, segunda mitad siglo XIV, piedra policromada
Museo Diocesano de Lérida
 
Dcha: Virgen con el Niño, escuela alemana, siglo XV-XVI, madera policromada
Museo Sorolla, Madrid



Estilo gótico. Escuela francesa






Virgen Blanca, segunda mitad siglo XIV, alabastro policromado
Coro de la Catedral de Toledo






Estilo gótico. Escuela italiana
Imágenes de la Virgen con el Niño
de NINO PISANO

Izda: 1340-1350, mármol
Capilla Rucellai de la iglesia de Santa Maria Novella, Florencia

Centro: Madonna de Trapani, h. 1342, mármol policromado
Basílica santuario de la Virgen de Trapani, Trapani (Sicilia)

Dcha: 1350-1360, mármol policromado
Instituto de Artes, Detroit


Estilo gótico. Escuela italiana





Nino Pisano
Detalles de la Madonna de Trapani, h. 1342, mármol policromado
Basílica santuario de la Virgen de Trapani, Trapani (Sicilia)






Estilo gótico. Escuela italiana





Virgen de la Leche, anónimo italiano, siglo XV, alabastro policromado
Galería de las Colecciones Reales, Madrid





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