31 de mayo de 2019

Visita virtual: CORO DE LA CATEDRAL DE MÁLAGA, apoteosis de escultura barroca







SILLERÍA DEL CORO DE LA CATEDRAL DE MÁLAGA
Luis Ortiz de Vargas (Cazorla, Jaén, h. 1588 - Sevilla, 1649)
José Micael Alfaro (Alcañiz ?, Teruel, 1595 - Málaga, 1650)
Pedro de Mena (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
1634 - 1680
Madera de cedro, caoba y granadillo de América
Coro de la Catedral de Málaga
Escultura barroca española. Escuela andaluza







Dentro del rico patrimonio artístico que atesora la catedral de Málaga es destacable la Sillería del Coro, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en diciembre de 2011. A pesar de tratarse de una obra coral, término que encaja a la perfección en este caso, en este deslumbrante conjunto de sitiales sobresale la ingente obra realizada en los tableros de la sillería alta por el gran maestro granadino Pedro de Mena, que contribuyó de forma decisiva con sus 42 altorrelieves a convertir el coro malagueño en uno de los conjuntos escultóricos más sobresalientes del Barroco español del siglo XVII.

El coro presenta una disposición tradicional en España, ocupando los dos tramos de la nave central que siguen al crucero y de acuerdo a una traza rectangular en forma de "U", con anchos muros, cerrado por una reja de bronce y con cuatro puertas menores, dos en la cabecera, flanqueando la silla prelacial, y otras dos en el centro de cada lado, que también permiten ascender hasta los órganos. Los sitiales aparecen dispuestos en tres niveles: sillería baja, sillería alta —cada una de ellas con 44 asientos— y un ático que la recorre rematado en forma de crestería. Todos ellos están ensamblados con las técnicas más depuradas, combinando motivos decorativos de elegante sobriedad con otros figurativos que constituyen un alarde de naturalismo.

El conjunto de estalos, que está tallado en madera de cedro, caoba y granadillo de América en su color natural, responde a un diseño unitario, presentando cada uno de sus componentes sus propias características, de acuerdo a un programa iconográfico y decorativo previamente establecido. De modo que en la sillería baja o primer cuerpo prevalecen los motivos geométricos, vegetales, animales y alegóricos en los respaldos, incluyendo cabezas masculinas y femeninas, asientos móviles con misericordias talladas y en el frente, sobre los brazales y los respaldos, separadas por pilastras molduradas, una serie de cartelas con medallones ovalados que albergan emblemas en relieve de exaltación mariana.

La sillería alta o segundo cuerpo repite el mismo esquema, aunque la decoración es más exuberante, pues los pilares o pilastras de separación se adornan con ménsulas con cabezas humanas y guirnaldas con frutos colgantes, destacando la serie de respaldos de gran verticalidad que acogen hornacinas fingidas que cobijan un extenso santoral en altorrelieve que casi llega al bulto redondo, lo que permite a las  figuras moverse con gran libertad en el espacio, constituyendo el motivo más atractivo y dinámico de la sillería.
Luis Ortiz de Vargas, Silla episcopal, 1633-1638
Virgen con el Niño, con San Pedro y San Pablo a los lados
En el centro el ritmo se rompe para colocar sobre la silla episcopal una forma de templete configurado por dos columnas corintias despegadas del muro y apoyadas sobre grandes ménsulas, estriadas y decoradas en su tercio inferior por motivos heráldicos y en su tercio superior por cabezas de querubines y guirnaldas con frutos. Estas cobijan una hornacina, profusamente decorada con columnillas y ángeles, que alberga la imagen de la Virgen Coronada con el Niño, rematándose con una cornisa y un frontón curvo. A los lados se sitúan los sitiales del deán y del arcediano de Málaga, en cuyos respaldos aparecen San Pedro y San Pablo, a los que siguen las puertas ya mencionadas, rematadas por frontispicios de trazado manierista con frontones curvos.

El ático está configurado siguiendo los modelos tradicionales, haciendo corresponder cada tramo al espacio de los sitiales inferiores. Está recorrido por una bóveda decorada con medallones circulares, con grandes rosetas en relieve, y una cornisa sobre la que descansa el alisor, formado por un conjunto de rítmicas hornacinas, separadas por estilizados pebeteros, que adoptan la forma de templete, alternándose en los remates la forma de frontones curvos con otros partidos y conteniendo en su interior medallones ovalados con bustos de santas vírgenes. El coronamiento adopta la forma de una crestería corrida con airosas formas caladas.

Luis Ortiz de Vargas, Virgen Coronada con el Niño, 1633-1638
EL PROCESO CONSTRUCTIVO      

Tan magna obra se desarrolló en tres etapas bien definidas por la personalidad de los escultores que en ellas trabajaron. El acuerdo del cabildo catedralicio de convocar un concurso para la elaboración de la sillería del coro tuvo lugar el 15 de julio de 1633, momento en que, habiendo fallecido el obispo Gabriel Trejo y Paniagua, dejando la plaza vacante, había llegado desde Sevilla a Málaga, como nuevo deán, Melchor de Guzmán. Con el asesoramiento del arquitecto Pedro Díaz de Palacios, maestro mayor de la catedral, y del fraile agustino Lorenzo Martín, arquitecto conocido como fray Lorenzo de San Nicolás, fue elegido el proyecto presentado por el arquitecto-ensamblador Luis Ortiz de Vargas, que firmaba el contrato el 10 de octubre de aquel año para realizar la obra en madera de cedro y caoba. Este estaba activo en Sevilla tras trabajar una temporada en Lima (Perú).
El año 1634 es nombrado obispo de Málaga fray Antonio Enríquez de Porres, que asumió la financiación de la obra y estableció con Luis Ortiz de Vargas un segundo contrato, modificando las condiciones de pago y estableciendo un plazo de entrega de ocho años. 
José Micael Alfaro, 1638-1649
Santiago el Menor, San Juan Evangelista y San Andrés / Santiago el Mayor, San Mateo y San Felipe
Al año siguiente estaban terminadas la arquitectura general y las esculturas de los sitiales del obispo, del deán y del arcediano. Posiblemente en ese momento se incorporó el escultor José Micael Alfaro, continuándose los trabajos hasta octubre de 1638, año en que Luis Ortiz de Vargas y el cabildo cancelan el contrato, una vez terminada toda la parte arquitectónica.

La obra de Luis Ortiz de Vargas (1633-1638)  
Este escultor, artífice de la primera etapa, finalizaba en 1635 el Sitial del Obispo, presidido por una bella imagen de la Virgen Coronada con el Niño, así como las elegantes esculturas de San Pedro y San Pablo de los sitiales colaterales. Asimismo fue el autor de los emblemas marianos de la sillería baja, que fueron rematados en 1638. En su estilo se aprecian los recursos manieristas vigentes en la Málaga de su tiempo, especialmente en los trazados arquitectónicos.

José Micael Alfaro, 1638-1649
San Bartolomé, San Judas Tadeo y San Bernabé
La obra de José Micael Alfaro (1638-1649) 
En una segunda etapa de once años, que se extiende desde 1638 a 1649, el relevo escultórico fue tomado por José Micael Alfaro, un escultor de origen turolense que fue el autor del Apostolado situado a los lados de la silla episcopal, incluidos los angulares, de todos los medallones con bustos de Santas Vírgenes que figuran en el coronamiento y de buena parte de los relieves ornamentales.
En la parte izquierda figuran sucesivamente San Andrés, San Juan Evangelista, Santiago el Menor, Santo Tomás, San Simón, San Matías y un Santo Varón, mientras que en la derecha aparecen Santiago el Mayor, San Mateo, San Felipe, San Bartolomé, San Judas Tadeo y San Bernabé, sumando un total de 13 respaldos de la sillería alta que vienen a complementar la presencia de San Pedro y San Pablo establecida por su predecesor. En su obra de nuevo aflora la influencia manierista italiana, siendo los modelos miguelangelescos los de mayor incidencia.

Con la muerte del obispo Antonio Enríquez de Porres en 1648 y la del escultor José Micael Alfaro en 1650, los trabajos escultóricos quedaron paralizados durante ocho años, siendo el nuevo obispo Diego Martínez Zarzosa quien reactivó la obra haciendo una donación de 8.000 ducados. 
Sillería del coro, lado de la epístola, vista general 
El 8 de enero de 1658 el deán Fernando Dávila y Osorio anunciaba que mil ducados estaban destinados a la finalización de la sillería, para lo que fueron convocados los escultores Diego Fernández y Pedro de Mena, a los que se les encargó un altorrelieve de prueba: la figura de San Miguel al primero y la de San Lucas al segundo.

Tras producirse la muerte del obispo en junio de 1658, en la sesión del cabildo malagueño celebrada el 15 de julio se elegía al escultor granadino Pedro de Mena y Medrano como continuador del proyecto. Este firmaba el contrato el 27 de julio de ese año con el deán Fernando Dávila y el mayordomo de fábrica Cristóbal Fernández Ordóñez para realizar en un plazo de dos años 40 respaldos de la sillería alta con altorrelieves de santos y santas, por lo que cobraría 1.000 reales por cada uno. Respecto a la iconografía no se detallaban advocaciones concretas, tan sólo se requería la presencia de San Marcos, que acompañaría al San Lucas de la prueba.

La obra de Pedro de Mena (1658-1680) 
Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
San Hermenegildo, San Juan de Dios y Santa Teresa de Jesús 
Ante la envergadura del proyecto adjudicado a Pedro de Mena, el cabildo catedralicio de Málaga proporcionó al artista una vivienda para que se instalara con su familia y oficiales, así como un taller en el que trabajaría durante los dos años comprometidos. Tras recibir 5.500 reales de anticipo, Pedro de Mena regresaba a Granada para organizar el traslado de su familia y su taller, estableciéndose en Málaga en otoño de 1658. Entre sus oficiales y discípulos figuraba Luis Francisco Ruiz Bernalte y Juan Puche, apuntándose también la posible presencia del antequerano Antonio del Castillo.
Pedro de Mena talló en Málaga 42 altorrelieves en madera de cedro que representan a los patrones de la ciudad, San Ciriaco y Santa Paula, a San José, a los evangelistas que no fueron apóstoles, San Lucas y San Marcos, a los Cuatro Doctores de la Iglesia, a los santos protomártires, a los fundadores de órdenes y congregaciones religiosas y distintas devociones populares, como San Cristóbal, Santa Catalina, San Antonio de Padua, Santa Teresa o San Isidro, entre otros, acabando de recibir los pagos por los trabajos en 1662.

Pedro de Mena. Detalle de San Hermenegildo y Santa Teresa
A la obra finalizada en 1660, Pedro de Mena sumaría otros dos respaldos encargados en 1678 por el obispo fray Alonso de Santo Tomás, uno representando a San Blas, realizado en 1678, y otro con San Julián, realizado en 1680, estando la elección de estos santos posiblemente relacionada con la epidemia de peste que sufrió Málaga en aquellos años, con su punto álgido en 1679.

En esta copiosa serie de tableros, que constituyen la primera obra malagueña de Pedro de Mena, el escultor se distancia de su estilo anterior, determinado por la gran influencia de su maestro Alonso Cano. Las tallas presentan una gran serenidad y una extraordinaria elegancia en su contenido movimiento, con un modelado suave y preciosista de la madera de cedro para desarrollar al límite un estilo realista y naturalista que transmite el ímpetu espiritual propio del barroco, con el aliciente de incorporar al repertorio santos de reciente canonización.
Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
Santa Catalina, San Antonio de Padua y Santo Tomás de Villanueva

El conjunto, por su extraordinaria calidad y el amplio repertorio de edades, indumentarias, texturas —superficies lisas, rugosas, plegados, fruncidos y simulación de bordados—, gestos y expresiones representadas, impregnadas de un profundo sentido místico para presentar a los personajes individualizados como ejemplo de santidad, de acuerdo a los ideales contrarreformistas, constituye una obra destacada del arte barroco español, cuya presencia realza la monumentalidad renacentista de la catedral de Málaga.

Repertorio iconográfico del lado de la epístola
San Juan Bautista, representado muy joven; San José con el Niño, con el infante abrazado a su pierna; San Lucas, el tablero con el que pasó la prueba previa al contrato; San Esteban, protomártir con indumentaria de diácono; San Sebastián, amarrado a un árbol y asaetado; San Gregorio Magno, revestido de pontífice; San Jerónimo, en su faceta de penitente en el desierto; San Elías, venerado por los carmelitas, enarbolando una espada flamígera y con una cabeza de recuerdos miguelangelescos; San Basilio, fundador de los basilios.
Pedro de Mena. Detalle de Santa Catalina y San Antonio de Padua
A continuación San Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, siguiendo el arquetipo repetido por el escultor; San Buenaventura, franciscano y teólogo fundamental del catolicismo; San Leandro, autor de importantes escritos que contribuyó a la conversión de arrianos; San Pedro Nolasco, fundador de los mercedarios, sujetando unos grilletes; San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, portando una custodia; San Felipe Neri, fundador de los filipenses, representado en una aparición de la Virgen; Santo Tomás de Villanueva, agustino caritativo; San Antonio de Padua, con el Niño en brazos, santo de gran devoción popular desde la Edad Media; Santa Catalina de Alejandría, con devoción generalizada desde hacía siglos; Santa Teresa de Jesús, con presencia generalizada en España desde su canonización en 1622; San Juan de Dios, cuya caridad está representada caminando sobre llamas con un enfermo a cuestas; y San Hermenegildo, con los pies atados y una espada clavada en su cabeza, símbolos de su encarcelamiento y martirio.
Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
San Felipe Neri, San Ignacio de Loyola y San Pedro Nolasco 

Repertorio iconográfico del lado del evangelio
Comienzan la serie San Ciriaco y Santa Paula, patronos de Málaga, primeros mártires cristianos que mueren atados a un árbol; San Marcos, colocado frente al San Lucas del lado contrario; San Lorenzo, con el terno de diácono y sujetando la parrilla de su martirio; San Ambrosio, leyendo un libro y cubierto por la mitra de obispo; San Agustín, con el hábito agustiniano, mitra de obispo y sujetando la maqueta de un templo como fundador de una orden religiosa; San Benito, con tonsura, báculo, hábito benedictino y sujetando un cáliz; San Bernardo, fundador de los cistercienses, representado en el pasaje de su lactancia mística; San Antonio Abad, fundador de los antoninos o anacoretas, con la cochinilla a sus pies y sujetando el fuego de San Telmo; Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, sujetando una cruz y acompañado de un perro con una antorcha en la boca; Santo Tomás de Aquino, sobre un hereje vencido y como teólogo sujetando un libro y un cálamo en un momento de inspiración; San Isidoro de Sevilla, representado con ropas episcopales y bendiciendo. 
Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
San Leandro, San Buenaventura y San Francisco de Asís
Al otro lado de la puerta aparece San Bruno, fundador de los cartujos, con el hábito y sujetando una cruz y una calavera; San Francisco de Paula, fundador de los mínimos, mostrando en su pecho el anagrama de "Charitas"; San Blas, como protector de las enfermedades; San Francisco Javier, con hábito jesuita, por su destacada evangelización de Oriente; San Roque, con bordón y esclavina de peregrino, mostrando una llaga en la pierna y un perro rampante con un pan en la boca; Santa Clara de Asís, con el hábito franciscano y portando una custodia en la mano; San Isidro Labrador, como protector del campo, canonizado en 1622; San Julián, como protector de las epidemias; y San Cristóbal, sujetando un cayado y con la mirada vuelta hacia el Niño que porta en sus hombros.






Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
San Basilio, San Elías y San Jerónimo penitente
El Coro se complementa con otras obras destacables, como el atril de la cátedra episcopal, realizado en mármol rosa veteado y decorado con el escudo del obispo fray Antonio Enríquez, colocado sobre un estrado al que se accede por una escalinata, todo ello realizado en el mismo tipo de mármol, así como un facistol de estilo manierista atribuido a Luis Ortiz de Vargas y Fernando Ortiz. Asimismo, son destacables los dos majestuosos órganos que se yerguen a ambos lados del coro, elaborados por Julián de la Orden, con tres cuerpos, 22 metros de altura y compuestos por 4.500 tubos.         



Informe y fotografías: J. M. Travieso.




Pedro de Mena, lado de la epístola, 1658-1660
San Gregorio Magno, San Sebastián y San Esteban
















Sillería del coro, lado del evangelio, vista general
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
San Isidro Labrador, San Julián (1680) y San Cristóbal
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
San Francisco Javier, San Roque y Santa Clara de Asís
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
San Bruno, San Francisco de Paula y San Blas (1678)

















Pedro de Mena, detalle de San Bruno y San Roque












Sillería del coro, lado del evangelio, puerta de acceso al órgano
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona y San Benito de Nursia
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de Aquino y San Isidoro de Sevilla
















Pedro de Mena, lado del evangelio, 1658-1660
San Bernardo, San Antonio Abad y Santo Domingo de Guzmán
















Sillería del coro, parte central con la silla episcopal
















José Micael Alfaro, 1638-1649
Detalle de santas vírgenes del ático









































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29 de mayo de 2019

Exposición: ALMACÉN. EL LUGAR DE LOS INVISIBLES, del 29 de mayo al 17 de noviembre 2019



MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
PALACIO DE VILLENA
Valladolid

Cuenta una leyenda urbana que cuando el Museo Nacional de Escultura cierra sus puertas a diario, en el silencio de la noche las esculturas bajan de sus peanas y se reúnen para conversar entre ellas. Estas sospechas se acentúan tras contemplar esta exposición que muestra 300 esculturas y objetos artísticos, de épocas, estilos y formatos variados, que fueron realizados desde la Edad Media al siglo XVIII.

El MNE califica esta exposición como un paisaje, como un bosque por el que el visitante puede pasear para ir descubriendo un magnífico conjunto de obras pertenecientes a los fondos que se guardan en el almacén del museo, algunas nunca presentadas en público.

La muestra se articula en nueve apartados bien definidos:

1 Repetición
Alude a la elaboración de esculturas en serie repitiendo los modelos demandados por una numerosa clientela. En este capítulo introductorio se muestran veintitrés bustos relicarios del siglo XVII de origen napolitano.


2 Contrapuntos
Aquí se ofrece la dualidad escultórica que contrasta la tierra y el cielo, la quietud y el dinamismo, el abatimiento y la ligereza, cuya expresión obliga a los escultores a emplear recursos plásticos diferentes para desmaterializar la madera. En este espacio se enfrentan modelos referidos a la ensoñación de la muerte, alegorías de virtudes recostadas y apóstoles dormidos con gráciles figuras de ángeles que sugieren la ingravidez.


3 Reversos  
Es uno de los apartados más originales de la muestra por la osadía de presentar componentes de retablos y un conjunto de esculturas mostrando el dorso, la parte que habitualmente permanece oculta y que sin embargo ofrece interesantes valores, signos y recuerdos del momento en que fueron realizadas, matices generalmente desconocidos. Varias esculturas abandonan su magnificencia frontal para mostrar los dorsos rebajados de forma sumaria para aligerar su peso y evitar la aparición de grietas, junto a reversos de tablas pintadas y diferentes elementos de mazonería. Causa sorpresa descubrir un curioso "graffiti" oculto bajo la peana de un busto relicario del siglo XVII.


4 Variaciones sobre un tema
La iconografía del crucifijo es la más abundante y repetida en el arte cristiano, presente en todos los ámbitos durante todas las épocas. En este capítulo se concentran veintidós ejemplares propiedad del museo, realizados entre el siglo XIII y el XVIII, en diferentes tamaños, estilos, lugares de procedencia y materiales, como la madera policromada, el marfil, el nácar, etc. Entre ellos casi pasa desapercibido un magnífico ejemplar debido a las gubias de Juan de Juni.


5 Estructuras
Aquí se reúne un conjunto de elementos arquitectónicos y decorativos que habitualmente adquieren un valor secundario, pero que son fundamentales para realzar las creaciones escultóricas o pictóricas en retablos, sillerías y sepulcros. Lo testimonian dieciocho columnas bellamente trabajadas, pilastras con caprichosos grutescos en relieve, tabernáculos, una colección de marcos, frisos y tableros con una refinada decoración preciosista de inspiración plateresca.


6 Solistas
Para reafirmar la personalidad de cada escultura, se ofrece un sugestivo y teatral montaje con obras que oscilan desde su finalidad funeraria a la procesional, todas ellas pertenecientes a diferentes estilos, técnicas y materiales. En este apartado se muestra por primera vez una dramática Magdalena recientemente ingresada en el museo, procedente de la colección reunida por el diplomático japonés Yakichiro Suma en época franquista.  


7 Coral
Si algo puede definir este capítulo es su espectacularidad, ofreciendo una original y atrevida presentación sobre cinco gradas en la que se aglutinan hasta veintiocho esculturas de gran formato que abandonan su presentación aislada para conformar una gran coral llena de viveza por sus actitudes declamatorias. Todas ellas son notables obras realizadas en importantes talleres en diferentes épocas, cuyo dinamismo, expresividad y teatralidad encuentra su contrapunto en la actitud ensimismada de la fantástica talla de San Bruno. Solamente por tener la oportunidad de contemplar este atípico montaje expositivo está justificada la visita a la exposición.


8 Libreto
En este capítulo el protagonista es el libro, elemento repetido en muchas de las esculturas almacenadas en el museo, como lo testifica la selección de relieves y tallas de bulto que representan a evangelistas, profetas y santos. Un especial encanto tienen los santos franciscanos del taller de Pedro de Sierra y la imagen dieciochesca de la Virgen niña del grupo atribuido al sevillano José Montes de Oca. Este apartado incluye un conjunto de altorrelieves, realizados por Pedro de la Cuadra, que proceden del retablo de la desaparecida iglesia de la Merced Calzada de Valladolid, así como altorrelieves de Esteban de Rueda.


9 Fragmentos
En este espacio se agrupan testimonios de obras que fueron y ya no son, frágiles vestigios que en algunos casos proporcionan una valiosa información a los investigadores. Lo ilustran figuras mutiladas, cabezas sin cuerpo, manos, brazos, alas de ángeles y elementos ornamentales que muestran las cicatrices de la falta de sensibilidad en tiempos pasados. Cierra la exposición un busto de San Félix de Valois, resto de una imagen vestidera.    





HORARIO DE VISITAS
De martes a sábado de 11 a 14 h. y de 16.30 a 19.30 h.
Domingos y festivos de 11 a 14 h.
Lunes cerrado.
Entrada gratuita.
























































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