26 de octubre de 2020

Visita virtual: RETABLO DE LA CAPILLA DEL OBISPO, estética renacentista en el corazón de Madrid














RETABLO DE LA CAPILLA DEL OBISPO
Francisco Giralte (Palencia, 1510 - Madrid, 1576)
1547-1550
Madera de ciprés policromada
Iglesia de Nuestra Señora y San Juan de Letrán, "Capilla del Obispo", Madrid
Escultura renacentista española. Escuela castellana













En el centro histórico de Madrid, entre la Plaza de los Carros y la Plaza de la Paja, en el antiguo feudo de la familia Vargas, se levanta un complejo eclesial monumental formado por la iglesia de San Andrés, la capilla de San Isidro y la iglesia de Nuestra Señora y San Juan de Letrán, tres edificios que antaño estuvieron comunicados, aunque no en la actualidad. Este último templo fue levantado entre 1520 y 1535, en estilo tardogótico, por deseo de Francisco de Vargas Medina, chanciller mayor de Castilla y consejero real (de los Reyes Católicos y de Carlos V), para albergar los restos de San Isidro Labrador —santo que había trabajado para esta familia en el siglo XII—, cuyo cuerpo permaneció allí venerado hasta 1544, año en que fueron trasladados, tras numerosos pleitos, a la vecina iglesia de San Andrés, que los acogió hasta el siglo XIX.

El hecho de que las obras de aquella capilla fuesen rematadas por su hijo don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia entre 1524 y 1559, que también se encargó de la dotación, de la suntuosa ornamentación del interior y de asentar en ella el panteón familiar, hizo que popularmente fuera conocida como Capilla del Obispo.

Con la intención de convertir aquel espacio dependiente de la iglesia de San Andrés en capilla funeraria de la familia, una vez trasladadas las reliquias de San Isidro, en 1547 Gutierre de Vargas y Carvajal encargaba la realización de los sepulcros de sus padres y del retablo mayor al escultor palentino  Francisco Giralte, cuyo taller trabajó en él hasta 1550, ocupándose de las labores de policromía Juan de Villoldo el Mozo, colaborador del escultor. El retablo, que se adapta a la forma poligonal del ábside, estaría acompañado a los lados, incrustados en los muros del presbiterio, de dos arcosolios con los sepulcros de sus padres, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, que fueron representados por el escultor en el interior de templetes e incorporados en actitud orante, según la moda del momento. Después se añadiría en el muro derecho o lado de la epístola, el sepulcro del propio obispo Gutierre de Vargas y Carvajal, una de las más suntuosas e italianizantes obras funerarias de cuantas se hicieran en la España renacentista del siglo XVI.

UN MAGNÍFICO RETABLO   

A pesar de tratarse de una obra destacada de la escultura renacentista castellana, el retablo de la Capilla del Obispo no es muy conocido ni siquiera en Madrid, donde son tan escasas estas maquinarias compuestas en el Renacimiento.
Enteramente tallado en madera de ciprés, presenta un rico acabado dorado en la estructura y efectistas estofados en las figuras, con una traza que siguiendo la estética plateresca tiende al horror vacui, con una equilibrada y elegante organización arquitectónica y todo un universo de elementos decorativos que recubren por completo netos, frisos, columnas, pinjantes sobre los relieves y guardapolvos.

El retablo adopta la forma de tríptico para adaptarse al ábside y está compuesto de sotabanco, banco, tres cuerpos y un alto ático, organizándose verticalmente en tres calles y cuatro entrecalles destacadas del fondo, de las que las centrales son dobles. A diferentes alturas estas forman templetes, con columnas y balaustres de capitel jónico y recubiertas en el tercio inferior por grutescos, que sujetan entablamentos recorridos por frisos en relieve, en cuyo interior albergan hornacinas aveneradas que cobijan figuras exentas de santos sobre las que se colocan, a excepción del ático, hasta dieciocho medallones con bustos. Se completa con una polsera que recorre los laterales desde el banco al tercer cuerpo, con profusa decoración de bustos y figuras de niños entre guirnaldas.
Banco: Encuentro de Abraham con los tres huéspedes en Mamre (Génesis)

Todo el programa iconográfico está dedicado a la vida de Cristo, con escenas en altorrelieve de la infancia y de la Pasión dispuestas aleatoriamente en cuerpos y calles sin guardar un orden secuencial. Se acompaña de un santoral de veintidós figuras, distribuidas por las entrecalles, que representan Evangelistas, Apóstoles, Padres de la Iglesia y santas mártires, a los que se suman en el ático, en torno al Calvario central, figuras de virtudes, cinco alrededor de un gran tondo con el busto de Dios Padre bendiciendo y otras cuatro colocadas por parejas a los lados sosteniendo el emblema episcopal de don Gutierre de Vargas, motivo heráldico que se repite cuatro veces más con figuras de putti tenantes como exaltación de la familia Vargas.


DESCRIPCIÓN DEL PROGRAMA ICONOGRÁFICO

Banco  
Primer cuerpo: Llanto sobre Cristo muerto, San Pedro y San Pablo
Sobre un alto sotabanco ornamentado con paneles decorados con grutescos, los laterales con animales fantásticos enfrentados y parejas de figuras humanas que sujetan cartelas, se asienta el banco, que en las tres calles presenta relieves con profetas bíblicos recostados, de los que se reconoce fácilmente a Daniel y Abraham, y en los netos cartelas con formas ovales en el centro y rodeadas de múltiples cabezas de querubines.
Un interés especial ofrece la poco frecuente iconografía del relieve central, donde Giralte refleja el Encuentro de Abraham con los tres huéspedes de la mesa de Mamre, un pasaje tomado del Génesis que narra la visita de tres enviados de Dios para anunciar a Abraham y su esposa Sara el nacimiento de su hijo Isaac, a pesar de la ancianidad de ambos. Estos tres emisarios, con los que Abraham hizo gala de hospitalidad sentándolos a su mesa, fueron interpretados por algunos como ángeles, pero para otros su condición divina y humana a la vez sólo podía ser encarnada por Cristo, de modo que comenzó a desarrollarse una iconografía con representaciones tríplices de Cristo que se fundamentaban en un comentario de San Agustín acerca del enigmático encuentro de Abraham narrado en el Génesis 18, donde explicaba que el patriarca "tres vidit et unum adoravit" (vio a tres y a uno adoró). Esta interpretación inspiró la representación del misterio de la Trinidad con tres figuras idénticas de Cristo, un tipo de representación "triándirca" o "cristomorfa" que recibe la denominación de Trinidad eucarística por prefigurar la eucaristía, una iconografía popularizada durante los siglos XV y XVI en Italia y países limítrofes, especialmente en templos trinitarios. 
Primer cuerpo: Adoración de los Reyes Magos y Evangelistas
La difusión de estas imágenes suscitaría con el tiempo una preocupación en la Iglesia por posibles interpretaciones "triteístas", de modo que su representación fue desaconsejada en 1745, por no apropiada, por el papa Benedicto XIV en su bula Sollicitudini nostrae.
Lo cierto es que en este retablo del siglo XVI esta iconografía, tan atípica y singular, adquiere una significación eucarística por situarse justo encima de la mesa del altar, seguramente como exaltación de la fe en Dios del patriarca bíblico o tal vez como fruto de las disquisiciones de Francisco Giralte con el obispo comitente.      

Primer cuerpo
En la calle central aparece el altorrelieve del Llanto sobre Cristo muerto, desarrollado a escala monumental y organizado en dos planos. Al frente se encuentra la Virgen sedente y con el cuerpo muerto de Cristo en su regazo, al modo de una Piedad, a la que acompañan las figuras de San Juan y la Magdalena, cuya figura, envuelta en vestiduras que forman abundante pliegues y con una disposición corporal manierista, aporta un fuerte dramatismo a la composición, lo mismo que las figuras sufrientes de María Salomé y María Cleofás del segundo plano, junto a las que se encuentran José de Arimatea y Nicodemo tras intervenir en el descendimiento de la cruz.
Primer cuerpo: Anunciación y Evangelistas
Flanqueando el relieve, en las hornacinas laterales se ubican las figuras manieristas de San Pedro y San Pablo.

A su izquierda aparece la Adoración de los Reyes Magos, una composición dispuesta en diagonal en la que destacan las bellas figuras de la Virgen y el Niño colocadas sobre un estrado con los frentes decorados con grutescos, apareciendo todos los personajes escalonados ente un fondo arquitectónico.
En la calle derecha se encuentra La Anunciación, con la bella figura de la Virgen sobre un reclinatorio y vuelta hacia el arcángel San Gabriel, que portando el caduceo señala la procedencia de su mensaje, que aparece explícito en la parte superior con la figura de Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma. El resto del espacio es ocupado por un lecho con dosel que adolece de errores de perspectiva.
En las hornacinas que flanquean estos tres relieves se hallan las figuras manieristas de los Cuatro Evangelistas portando sus escritos, sobre los que se colocan los correspondientes medallones con bustos masculinos y femeninos.
Segundo cuerpo: Flagelación y Apóstoles

Segundo cuerpo
La calle central está dedicada al tema pasional de La Flagelación, con Cristo desnudo y amarrado a una columna de fuste alto, junto a un sayón con indumentaria judía que le azota y un soldado romano cuya fisionomía recuerda los modelos ya utilizados por Berruguete y Juan de Juni. Las tres figuras, a escala monumental, se recortan sobre un fondo liso de oro.

A su izquierda se encuentra la Presentación de Jesús en el Templo, una composición basada en la simetría sobre cuyo eje se encuentra un mesa de altar, decorada con grutescos a la italiana, y la voluminosa figura del Niño, que es entregado por la Virgen y recogido por Simeón, figuras que equilibran la composición. En un segundo plano se coloca San José y un grupo de mujeres, sin que falte el detalle descriptivo de la pareja de tórtolas que porta una de ellas sobre su cabeza como donación preceptiva en el rito, así como un fondo que recrea un dosel colocado en el templo.
Segundo cuerpo: Presentación en el Templo y Apóstoles

En la parte derecha se sitúa la bella composición del Santo Entierro, que incluye en primer plano la figura inerte de Cristo, con las piernas cruzadas recordando su posición en la cruz y sobre un sudario con que José de Arimatea y Nicodemo le introducen en un sepulcro decorado al frente con la escena de un sacrificio. En un segundo plano, la Magdalena llora sobre su mano y la Virgen muestra su desamparo, mientras más atrás llora María Salomé al contemplar la corona de espinas que muestra San Juan. Se ambienta en un paisaje en el que se aprecian formaciones rocosas, troncos y hojas. Es destacable la hábil colocación de las figuras de forma escalonada siguiendo una diagonal, lo que facilita su contemplación desde un punto de vista bajo, así como los matices de la policromía aplicada por Juan de Villoldo, tanto en las carnaciones como en los estofados.
En las hornacinas de las entrecalles se colocan seis Apóstoles, algunos fácilmente identificables por los atributos que portan.

Tercer cuerpo
Segundo cuerpo: Santo Entierro y Apóstoles
Preside la calle central el altorrelieve de La Natividad, que presenta como contrapunto la bella imagen de la Virgen, joven, con cabeza de serenidad clásica, de rodillas ante el Niño y con elegantes ademanes, frente a la figura erguida de San José, presentado como un venerable patriarca, envuelto en voluminosos ropajes y con una postura inestable por tener las piernas cruzadas, recurso utilizado en Valladolid por su maestro Alonso Berruguete. Al fondo, con una escala excesivamente reducida, como ocurre con los dos ángeles que acompañan a la Virgen, se encuentran la mula y el buey y dos pastores que conversan entre ellos. Una belleza especial presenta la manierista figura del Niño, con un airoso cuerpo en serpentinata y recostado sobre pañales y un cojín.

La escena de la Caída camino del Calvario se encuentra en la parte izquierda, con hasta diez figuras de gran dinamismo configurando diferentes niveles y planos. El frente está ocupado por la figura derrumbada de Cristo, que para mantener su estabilidad se aferra al madero de la cruz que sujeta con esfuerzo el Cirineo. Al lado aparecen la Magdalena y la Virgen con gesto sufriente y más atrás el sayón que conduce atado a Jesús, un heraldo romano que tañe un cuerno y otros personajes del cortejo que sale por la puerta de Jerusalén.
Tercer cuerpo: Natividad y Apóstoles

Se contrapone en la parte derecha la escena de la Crucifixión, que planteada de forma atrevida desde un punto de vista alto, para apreciar todos sus detalles a distancia desde abajo, produce un efecto de inverosimilitud por su extraña perspectiva, con la figura de Cristo en diagonal, mientras es crucificado por un grupo de sayones y soldados cuyos cuerpos parecen emerger del suelo.
Ocupan las hornacinas de las entrecalles cuatro figuras de Apóstoles y dos santas mártires en los extremos, una de ellas identificable con Santa Catalina de Alejandría.

El ático
El espacio del ático está concebido como una prolongación de la calle y las entrecalles centrales para colocar un monumental Calvario que desborda el espacio, formado por un excelente Cristo crucificado, la Virgen y San Juan, incluyendo la figura de la Magdalena aferrada a los pies de la cruz. En las hornacinas que lo flanquean, en este caso sin los medallones superiores, se encuentran los Cuatro Padres de la Iglesia.
Tercer cuerpo: Caída camino del Calvario, Santa Catalina y San Juan
Sobre las calles laterales aparece como remate un motivo heráldico de gran tamaño formado por el emblema episcopal de don Gutierre de Vargas y Carvajal sujetado por parejas de bellas virtudes, una de ellas identificada como la Clemencia. El mismo motivo se repite sobre las entrecalles con parejas de putti tenantes.
Corona el ático un enorme tondo decorado con guirnaldas de cuyo interior emerge el Padre Eterno con el globo terráqueo y en actitud de bendecir. Se rodea de cinco alegorías de Virtudes en diferentes posiciones y a los lados de putti que de nuevo sujetan el emblema familiar de los Vargas.        

Esta obra se puede considerar como la más notable de cuantas hiciera Francisco Giralte, en cuyo estilo fusiona las experiencias de su maestro Alonso Berruguete con una belleza formal tomada de Diego de Siloé, de modo que agita pero no distorsiona las anatomías con estridencia y aplica rostros estereotipados que siguen un ideal clásico, especialmente bellos en las figuras de la Virgen y San Juan. Con anatomías de canon poco estilizado, aplica un modelado suave y recubre los cuerpos con paños que forman numerosos pliegues que producen grandes contrastes lumínicos. Sus expresiones no ahondan en el dramatismo, ajustándose por su contención a las líneas más clasicistas. 
Tercer cuerpo: Crucifixión, Apóstol y Santa
Francisco Giralte conoce y recrea todo un repertorio de grutescos tomados del arte italiano, especialmente grácil en las figuras infantiles, que aplica al estilo plateresco que domina sus composiciones con profusión decorativa, como ya ocurriera en el Retablo del Doctor Corral (ca. 1547) de la iglesia de la Magdalena de Valladolid.

Por otra parte, demuestra una enorme versatilidad, que oscila desde las obras de imaginería ligera realizada en Valladolid —paso procesional de la Entrada de Jesús en Jerusalén— y los trabajos en madera policromada de esculturas y retablos, hasta la finura de los trabajos en alabastro, que alcanzan su máxima expresión en los sepulcros de la madrileña Capilla del Obispo.



LOS MAGNÍFICOS SEPULCROS DE LOS VARGAS  

Ático: Calvario, Padres de la Iglesia, Padre Eterno y Virtudes
A ambos lados del retablo de la Capilla del Obispo, aparecen empotrados en el muro dos arcosolios con los cenotafios de Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, padres del obispo don Gutierre de Vargas y Carvajal, que igualmente son obras de Francisco Giralte, que los labró en alabastro de Cogolludo. Adoptando la forma de un arco triunfal, ambos presentan idéntico diseño, con pedestales que sujetan columnas pareadas sobre las que se apoya un entablamento recorrido por un friso, en cuyo interior se abre un nicho con un arco de medio punto. Tanto los basamentos, ménsulas, pedestales, columnas, enjutas del arco y frisos, así como el interior de los nichos, están profusamente decorados con un repertorio italianizante, como figuras de putti, alegorías, grutescos, guirnaldas, cartelas, motivos heráldicos, etc. A este repertorio se suman los paneles del interior de los nichos, con escenas de santos en relieve, y el coronamiento del frontispicio, con figuras alegóricas sujetando el emblema familiar inscrito en un óvalo y a los lados putti que sujetan calaveras y cestos de frutas, motivo que se repite en la cúspide.
Entre este alarde decorativo destacan los bultos orantes del hidalgo madrileño Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos y Carlos V, y de su esposa, la extremeña Inés de Carvajal, miembro de una importante familia castellana, cuyas efigies orantes, con características de retratos idealizados, están realizadas con gran virtuosismo técnico.

Ático: Virtudes con el emblema episcopal de Gutierre de Vargas y Carvajal y putti con el emblema familiar
Más exuberante es aún el cenotafio, insertado en el muro derecho o de la epístola de la capilla, del segundo de sus hijos, don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia desde 1524 a 1559, año de su muerte, y participante en 1551 en el Concilio de Trento. Fue elaborado en alabastro por Francisco Giralte en 1566 y presenta la estructura de un gran arco triunfal, en cuyo interior se abre un gran nicho que alberga la figura a tamaño natural del obispo orante y arrodillado, revestido lujosamente de pontifical, colocado sobre unas gradas y delante de un reclinatorio. 
Vista general de la Capilla del Obispo
Le acompañan Gaspar de Bedoya, Martín Solano y Pedro Lorenzana, que sujeta la mitra. Todas estas figuras presentan rasgos individualizados y minuciosos, con las características de verdaderos retratos. El fondo está ocupado por un gran tondo en el que se representa una monumental Oración del Huerto, primera de las escenas de la Pasión que componen el cenotafio. Bajo la grada figura una cartela, decorada con putti que juguetean entre guirnaldas, con una inscripción que identifica y exalta al obispo.
   
El arco se sustenta sobre dos columnas jónicas con el fuste estriado y la mitad inferior recubierta por grutescos en relieve. Delante de los pedestales de las mismas se aparecen dos grupos de cinco niños, unos cantores, que siguen la partitura que porta uno de ellos, y otros músicos con chirimías, grupos muy italianizantes que inevitablemente recuerdan las cantorías florentinas. A su lado, en los laterales, se encuentran dos alegorías de virtudes de gran tamaño que presentan un trabajo preciosista en la indumentaria, con paños agitados y pliegues muy menudos, ribeteados con pasamanería calada.     
Cenotafios de Francisco de Vargas e Inés de Carvajal
Sobre los pedestales se coloca a un lado la figura de Cristo amarrado a una columna, hacia la que el obispo eleva su mirada, y al otro la figura de San Pedro mostrando un gesto de arrepentimiento.
El arco aparece coronado por el capelo del prelado y en las enjutas se colocan alegorías al modo de las victorias romanas. El friso del entablamento, decorado con pequeñas figurillas humanas recostadas, comunica con la parte superior, presidida por otro arco bajo el que se encuentra una imagen del Ecce Homo, que está flanqueado por dos ángeles con ofrendas y en los extremos por virtudes que sujetan el emblema familiar. Remata la parte superior un tondo con la inscripción "Sólo a Dios honor y gloria".
Todos los paramentos y elementos arquitectónicos del monumento están recubiertos por múltiples motivos decorativos, con profusión de figuras de niños, que en estilo plateresco establecen un exuberante  horror vacui.

En su conjunto, este cenotafio constituye una obra maestra de la escultura funeraria española del siglo XVI y encumbra a Francisco Giralte como uno de los escultores renacentistas de mayor nivel y más italianizante.
Cenotafio de Gutierre de Vargas y Carvajal, 1566

En este recinto también es destacable una puerta interior que, encargada en 1544 y tallada en madera de nogal, se atribuye a Cristóbal Robles y Francisco de Villalpando. Sus hojas aparecen decoradas con bajorrelieves en los que se representa en la parte superior la Expulsión del Paraíso de Adán y Eva, como origen del pecado, y más abajo la Anunciación como inicio de la Redención. No obstante, las escenas más impactantes son las que en la parte inferior representan escenas de batallas de tiempos de Moisés y Josué, como la toma de la ciudad de Maceda, animadas escenas con multitud de soldados y caballos de estilo puramente renacentista.

La Capilla del Obispo, monumento nacional desde 1931, tras permanecer muchos años cerrada al público, se reabrió en 2010 tras realizarse su restauración integral. La iglesia actualmente está ocupada por la comunidad de las Hermanitas del Cordero, una fraternidad fundada en Madrid el 4 de octubre de 2008.

Detalles del cenotafio del obispo Guttierre de Vargas y Carvajal

Informe y fotografías: J. M. Travieso.











Niños cantores y músicos. Detaller del cenotafio de Gutierre de Vargas y Carvajal












Cristóbal de Robles y Francisco de Villalpando. Detalle de la puerta con escenas de batallas bíblicas, 1544
















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23 de octubre de 2020

Fastiginia: Miguel Delibes vuelve a caminar junto al Campo Grande

 

Desde el pasado 17 de octubre de 2020 es posible observar de nuevo, junto a la entrada del paseo del Príncipe del Campo Grande, la inconfundible figura de Miguel Delibes que, como hiciera en la vida real, aparece ensimismado en sus pensamientos, tal vez meditando sobre alguna noticia publicada en el periódico que porta, y bien protegido del frío con su característica gorra, su bufanda y un paraguas. Se trata de la nueva escultura urbana de bronce que financiada por la Junta de Castilla y León ha pasado a engrosar el amplio repertorio existente en la ciudad, en este caso para celebrar oportunamente el Centenario del nacimiento del insigne escritor y periodista, al que tan frecuente era verle pasear por este mismo lugar, tan próximo a la casa en que nació el 17 de octubre de 1920 en el número 12 de la Acera de Recoletos. 

A la inauguración oficial de tan sobrio, pero merecido monumento, que tuvo lugar el día en que el escritor hubiera cumplido cien años, asistieron cinco de sus hijos y algunos nietos, estando el acto presidido por Oscar Puente, alcalde de Valladolid, acompañado de representantes de la Junta de Castilla y León y de la Diputación. 

El autor de la escultura es el vallisoletano Eduardo Cuadrado, que ha realizado esta figura a tamaño natural —1,82 m de altura— y reproduciendo uno de los paseos que muchos vallisoletanos aún recuerdan tras el fallecimiento de Miguel Delibes el 12 de marzo de 2010. La escultura, que sigue la tendencia de prescindir de pedestal y terreno acotado, para acercarla al espectador, fue realizada con fibra de vidrio y poliéster y finalmente fundida en bronce en el taller que el escultor dispone en Fuensaldaña. Se acompaña de una placa broncínea acoplada al pavimento con la sencilla leyenda: "A Miguel Delibes en el centenario de su nacimiento. 17 de octubre de 2020. Autor Eduardo Cuadrado" y los logotipos de la Junta de Castilla y León, del Centenario y de la Fundación Miguel Delibes.

      Con esta escultura urbana Eduardo Cuadrado incrementa su legado en Valladolid, pues también es el autor de El Fotógrafo (1994) del Campo Grande, de la célebre escultura del El Comediante (1996) de la plaza Martí y Monsó, del Homenaje al Voluntariado Social (1996) de la Plaza de España y del Hombre con máscaras (1999) de los jardines de la Diputación (viejo Hospital Provincial). En este caso la escultura de Miguel Delibes ocupa un espacio privilegiado y simbólico en lo que antaño fuera el Campo de la Verdad, tan homologable a su autenticidad personal; junto al escudo floral de Valladolid, ciudad a la que tanto amó y nunca abandonó aunque pudo hacerlo por razones profesionales; junto al mástil de la bandera de España, cuyo idioma elevó a la cumbre; frente al monumento a Zorrilla, con quien comparte la gloria literaria y con la monumental Academia de Caballería como telón de fondo, cuya historia se escribe igualmente con letras de oro. 






























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19 de octubre de 2020

Excellentiam: SEPULCRO DE FRAY LOPE DE BARRIENTOS, una escultura funeraria innovadora













SEPULCRO DE FRAY LOPE DE BARRIENTOS
Egas Cueman (Bruselas, 1ª mitad s. XV - Toledo, 1495)-Atribución
1447-1454
Alabastro policromado
Museo de las Ferias, Medina del Campo (Valladolid)
Depósito de la Fundación Simón Ruiz
Escultura gótica. Estilo flamenco-isabelino













Del sepulcro de Fray Lope de Barrientos sólo quedan unos restos, pero muy significativos por innovadores, pues la figura del que fuera obispo de Cuenca es la más antigua escultura en actitud orante del arte funerario español. Por su excepcional calidad, se atribuye al escultor hispano-flamenco Egas Cueman, cuya producción se encuentra entre lo mejor de cuanto realizaran los escultores contemporáneos de Rogier Van der Weyden.

EL PERSONAJE

Don Lope de Barrientos, que nació en Medina del Campo hacia 1382, era hijo de Pedro Gutiérrez Barrientos, caballero de Fernando de Antequera. Siendo muy joven ingresó en el convento de San Andrés, de frailes dominicos, de su villa natal, trasladándose después a Salamanca para estudiar teología. En el convento salmantino de San Esteban se ordenó sacerdote, ocupando entre 1416 y 1433 la Cátedra de Teología y Cánones. En 1438 fue nombrado obispo de Segovia, en 1442 obispo de Ávila y en 1445 obispo de Cuenca, donde costeó el hospital de San Sebastián y permaneció hasta su muerte, a pesar de haber sido elegido como arzobispo de Santiago de Compostela.

Su actividad pastoral la compaginó con la literaria, destacando entre sus obras la Refundición de la Crónica del Halconero. A pesar de que también abordó temas de sueños y magia, participó personalmente en la quema de libros del Marqués de Villena. Tras ser elegido en 1426 confesor del rey Juan II y preceptor del príncipe Enrique, desempeñó un importante papel político, llegando a obtener, tras la muerte de don Álvaro de Luna, la dignidad de Consejero y Canciller Mayor del Reino. Cuando Juan II redacta su testamento en 1454, le encomienda, junto a Gonzalo de Illescas, prior del monasterio de Guadalupe, la educación de la infanta Isabel, por entonces una niña de tres años, y de su hermano Alfonso.

Gozando de la confianza de Enrique IV, obtuvo de éste el privilegio de constituir el séptimo de los linajes de Medina del Campo, con derecho a un Regidor en el Ayuntamiento. En su villa natal fundó el hospital de Nuestra Señora de la Piedad y San Antonio Abad, actualmente desaparecido, tras conseguir el 18 de abril de 1447 la licencia papal que le autorizaba a fundar “un solemne y suntuoso hospital para los pobres, con un oratorio y un cementerio y otras cosas necesarias”. Tras redactar su testamento en 1454, en el que expresaba su deseo de ser enterrado en medio de la capilla mayor del hospital de la Piedad por él fundado, moría en Toledo en mayo de 1469.

EL SEPULCRO

La escultura funeraria, realizada en alabastro, representa la solemne figura de Lope de Barrientos revestido de obispo, arrodillado sobre una almohada decorada con borlones y con las manos juntas al frente en actitud orante. Sobre su cabeza se coloca la mitra, que está labrada independientemente y con gran detalle de motivos en relieve que sugieren bordados. Bajo ella asoma el solideo, que cubre parte de las orejas. La indumentaria litúrgica incluye un alba, una estola, una dalmática de la que sólo asoman las mangas y una rica casulla en la que se imita en relieve un tejido de brocado y rematada al cuello con un suntuoso galón que finge bordados y un ribeteado de perlas. Este se sujeta en la parte delantera con un medallón de gran tamaño en el que se representan las armas del obispo —tres cruces de Alcántara sobre fondo de oro—, con dos ángeles tenantes inscritos en círculos que fingen piedras preciosas y perlas. El mismo emblema se repite en la parte posterior del galón.

La casulla se enriquece con una ancha cenefa que imita un bordado en relieve en el que aparecen representados ángeles nimbados con instrumentos de la Pasión o Arma Christi. En la parte delantera el que se coloca arriba porta los flagelos y el de abajo sujeta los clavos y la lanza, mientras otro situado en la espalda sostiene la escalera y el martillo.

Sobre el brazo izquierdo aparece el manípulo litúrgico y colgando del dedo meñique de la mano derecha una escarcela o bolso de tela, con remate de pasamanería, elemento que puede aludir a su condición de limosnero. Las manos se cubren con guantes episcopales sobre los que aparecen, a modo de bordados, los anagramas de Cristo, en la mano derecha en griego —XPS— y en la izquierda en latín —JHS—. Sobre los guantes luce diversos anillos, un gran anillo episcopal y otro más pequeño en la mano derecha y cinco anillos repartidos por los dedos de la mano izquierda.

Un trabajo igualmente notable presenta el rostro, exquisitamente pulimentado y trabajado como un minucioso retrato. Los rasgos muestran una persona de edad avanzada, con la piel de los párpados flácida y formando arrugas, la boca firme y con las comisuras marcadas y la barbilla afilada, mezclando en su gesto sereno gravedad y concentración. Dado que en la redacción del testamento de Lope de Barrientos de 1454 manifiesta que desea ser enterrado bajo el bulto de alabastro, induce a pensar que por esa fecha la escultura ya podría estar realizada, a falta de la cabeza que aparece insertada sobre el cuello de la escultura, que por el realismo del rostro pudiera haber sido tomado de una mascarilla mortuoria realizada en 1495, año en que murió en Toledo.

Acompaña a la figura del obispo un perro que luce un ancho collar ornamentado con follaje en relieve y labrado independientemente. El animal se postra a sus pies y sugiere un gesto de pesadumbre por la muerte de su amo, siguiendo el simbolismo tradicional de fidelidad en la escultura funeraria, que en este caso aporta al conjunto un alto contenido emocional.
La escultura, que pudo labrarse en alabastro de Cogolludo (Guadalajara), utilizado habitualmente por los escultores del foco toledano, conserva restos de su policromía original, prevaleciendo los tonos azul verdosos de la casulla junto a motivos dorados distribuidos por toda la figura.

Nada se sabe de la configuración original (basamento, cama sepulcral, etc.) del monumento funerario ni del aspecto del mismo en el centro de la iglesia del Hospital de la Piedad de Medina del Campo, donde permaneció hasta 1860, cuando las esculturas fueron colocadas en una hornacina en el lado del evangelio del presbiterio. Al suprimirse el hospital en 1864, el sepulcro fue trasladado a la iglesia del Hospital de Simón Ruiz, siendo colocado en un arcosolio del lado de la epístola de la capilla mayor. En 1902 la escultura fue comprada por un anticuario que la revendió a otro, siendo finalmente adquirida por la casa David Settiner de París, pero, debido a las repetidas denuncias de la prensa, el Estado rescató la escultura y la devolvió al lugar de origen. En tiempos recientes ingresó en el Museo de las Ferias de Medina del Campo como depósito de la Fundación Simón Ruiz.

EL AUTOR      

Como ya se ha dicho, la escultura de Lope de Barrientos es la imagen funeraria en posición orante más antigua de las que han llegado a nuestros días en España. Por el trabajo preciosista del alabastro algunos autores la atribuyeron a Gil de Siloé, teoría descartada por motivos cronológicos respecto a los trabajos realizados por este escultor. Más acertado es encontrar el origen de la autoría en el foco toledano, donde los escultores activos extendían su influencia hasta territorios próximos, como Cuenca, sede del obispo en sus últimos años.
En el testamento de Lope de Barrientos se cita a un maestro que podría tratarse de Hanequín de Bruselas, un arquitecto que también contrataba esculturas que delegaba en artistas de su entorno y al que Lope de Barrientos podía haber conocido en Cuenca con motivo de la obra de la sillería realizada por su hermano Egas Cueman.

Egas Cueman, perteneciente a una familia de arquitectos y escultores flamencos que llegó a Toledo a mediados del siglo XV, fue el autor en 1458 del sepulcro de fray Gonzalo de Illescas, consejero y confesor de Juan II desde 1453, testamentario del mismo monarca en 1454 junto a Lope de Barrientos, obispo de Córdoba y sexto prior del monasterio jerónimo de Santa María de Guadalupe, en cuyo Claustro de los Milagros fue colocado el sepulcro (dañado con el tiempo durante las Guerras Carlistas). En él la figura del obispo aparece en posición yacente, destacando la finura con que está labrada, especialmente el trabajo de las vestiduras, que simulan brocados que se podrían relacionar con la figura medinense de fray Lope de Barrientos.

Para el mismo monasterio de Santa María de Guadalupe, Egas Cueman contrataba en 1467 el sepulcro de Alfonso de Velasco y su esposa Isabel de Cuadros, destinado a la capilla de Santa Ana de dicho monasterio. Esta obra, de la que se conservan los dibujos del proyecto original, fue encargada por tan ilustre personaje, señor de Gandul y Marchenilla, caballero veinticuatro de Sevilla y Presidente del Consejo de Enrique IV. 
En ella Egas Cueman de nuevo utiliza figuras orantes, es este caso bajo un arcosolio adosado al muro, en lugar de las tradicionales figuras yacentes, siguiendo la tipología utilizada para el sepulcro de Lope de Barrientos de Medina del Campo.

Teniendo en cuenta que las obras citadas están documentadas, se puede atribuir a Egas Cueman, sin margen de error, el sepulcro de fray Lope de Barrientos de Medina del Campo, pues todos ellos comparten los estilemas del escultor: afán naturalista, formas angulosas suaves en los plegados de las vestiduras, sentido pictórico y un trabajo minucioso y descriptivo en esculturas de alta calidad técnica.   

Citamos a continuación otras obras destacadas de Egas Cueman. En primer lugar la sillería del coro de la catedral de Cuenca (hoy conservada en la colegiata de Belmonte), que realizada entre 1454 y 1457 está compuesta por sillería alta y baja y supone el primer ejemplo de una larga serie de sillerías de coro hispano-flamencas realizadas en España. Aunque en la documentación aparecen citados los dos hermanos, Hanequín y Egas Cueman, se considera que la talla de personajes del Antiguo Testamento, santos y escenas bíblicas, ejecutadas al estilo flamenco, fue realizada en exclusiva por Egas.
Por esos mismos años colabora con su hermano Hanequín en la Puerta de los Leones de la catedral de Toledo, estando documentada la elaboración de tres apóstoles y cuatro historias de ángeles. A ese mismo tiempo  corresponden distintos sepulcros que se le atribuyen para la catedral y monasterios de Toledo, lo que implica que debió contar con un amplio taller.

Tras los trabajos realizados para el monasterio de Guadalupe, Egas Cueman establecía una estrecha relación con el arquitecto Juan Guas, con quien participa entre 1479 y 1485 como maestro mayor de escultura en el monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, levantado por los Reyes Católicos para celebrar la victoria de la batalla de Toro.
De nuevo con Juan Guas trabaja a partir de  1483 en el Palacio del Infantado de Guadalajara, magnífico edificio civil del que se ocupó de la decoración, donde incorpora el tema del salvaje, muy repetido a finales del siglo XV y principios del XVI.
La colaboración de Egas Cueman con Juan Guas se repite en los trabajos del trasaltar mayor de la catedral de Toledo, donde entre 1485 y 1492 da las trazas para algunas escenas evangélicas.
Tras recibir el título de aparejador vitalicio de la catedral de Toledo en 1493, su actividad decae debido a su avanzada edad, falleciendo en esta ciudad en 1495.



Informe y fotografías: J. M. Travieso.






Bibliografía

ARA GIL, Clementina Julia: Fray Lope de Barrientos. En Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la reina Isabel, V Centenario de la muerte de Isabel la Católica, Museo de las Ferias, Medina del Campo, 2004, pp. 102-105.

CAMPBELL, Lorne y PÉREZ PRECIADO, José Juan: Reseña sobre la escultura en la web del Museo de las Ferias de Medina del Campo























Egas Cueman. Sepulcro de Gonzalo de Illescas, 1458
Real Monasterio de Guadalupe (Foto Wikipedia)

















Agas Cueman. Sepulcro de Alfonso de Velasco e Isabel de Cuadros, 1467, Real Monasterio de Guadalupe
(Foto Wikipedia)



















Juan Guas y Egas Cueman. Decoración interior de la iglesia de San Juan
de los Reyes, Toledo, 1479-1485












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