1 de octubre de 2020

Visita virtual: ARCÁNGELES SEATIEL Y BARAQUIEL, iconografía devocional contrarreformista









ARCÁNGELES SEATIEL Y BARAQUIEL
Bartolomé Román (Montoro, Córdoba, h. 1585 - Madrid, 1647)
Entre 1635 y 1647
Óleo sobre lienzo
Museo de Mallorca, Palma de Mallorca (Depósito del Museo del Prado)
Pintura barroca. Escuela madrileña








En el Museo de Mallorca —Palma de Mallorca— se exponen dos atractivas pinturas de arcángeles de gran tamaño —2,07 m x 1,42 m— firmadas por Bartolomé Román, un pintor barroco convertido en especialista de esta temática sacra en la escuela madrileña. Los dos lienzos ingresaron en 1877, como depósito del Museo del Prado por tiempo indefinido —"patrimonio disperso"—, en el por entonces Museo Provincial de Bellas Artes de Mallorca, con sede en la Lonja, al que llegaron en no muy buenas condiciones de conservación. En buena parte este problema ha sido solucionado con la restauración al que fueron sometidos y que culminó en 2011, en la que se sanearon las telas afectadas por la humedad, se eliminó el barniz oxidado y amarillento y se fijó el color.

Al margen de sus valores plásticos, el interés de estas pinturas radica en su iconografía, pues, como ya se ha dicho, Bartolomé Román se convertiría, durante el primer tercio del siglo XVII, en un auténtico especialista en pinturas de arcángeles, temática no excesivamente repetida en la pintura barroca española. Algunas series por él realizadas incluso llegaron a tierras americanas, con especial trascendencia en Perú, donde sus composiciones arcangélicas fueron tomadas como modelos en los talleres coloniales, al igual que ocurriera con las creaciones de Zurbarán.

LOS ARCÁNGELES Y SU REPRESENTACIÓN

A diferencia de los santos terrenales, los ángeles son seres que no alcanzaron la santidad por méritos propios, sino que ya fueron creados santificados por la Divinidad, según lo reconoce la más ancestral tradición de la Iglesia, creencia compartida por otras religiones. La inclinación humana a organizar el cielo a imagen de la tierra, hizo imaginar la corte celestial como la de un rey poderoso, con altos dignatarios y fieles mensajeros que son mencionados en la Biblia, a los que en las representaciones plásticas se les dio forma humana, tomando como principales referentes las victorias aladas griegas (niké) y los amorcillos o cupidos romanos.

En el siglo V San Agustín trataba de la creación de los ángeles por Dios, a los que consideraba seres de luz, pero fue el Pseudo-Dionisio, a finales del siglo V y principios del VI, quien en su obra De Coelesti Hierarchía establecía la existencia de un cosmos ordenado, armónico y jerarquizado cuyo centro es ocupado por Dios, que se encuentra rodeado de espíritus puros y bellos que alaban al Creador en perfecta armonía con la música de las esferas celestes. Para ello estableció la organización angélica en tres triadas jerárquicas. El primer coro, el más cercano al trono de Dios, está compuesto por Serafines, Querubines y Tronos; el segundo coro está formado por jerarquías de mando y son las Dominaciones, Virtudes y Potestades, que representan la perfección divina; el tercer coro está formado por Ángeles, Arcángeles y Principados, ocupados en ejecutar las órdenes de Dios. Esta clasificación, que se convirtió en canónica, fue admitida por el papa San Gregorio el año 870 y retomada en la Edad Media por Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica (1265-1274).

Estas huestes celestiales están constituidas por seres de nombre desconocido, ya que su función es la de alabar el nombre de Dios. La excepción se centra en los siete arcángeles, tres de cuyos nombres San Miguel, San Rafael y San Gabriel son conocidos por el texto bíblico y los cuatro restantes por los textos apócrifos, especialmente por el Libro de Enoch, estando prohibido, desde tiempos antiguos, admitir otros nombres y arcángeles diferentes a los tres bíblicos.

La devoción a los ángeles constituyó un capítulo peculiar en la Contrarreforma, ya que, como indica Emile Mâle, se incluyeron entre las nuevas devociones. El mercedario madrileño fray Juan Interián de Ayala, en su obra El pintor cristiano y erudito (1730) recoge los nombres de los cuatro arcángeles no canónicos (Uriel, Jehudiel, Seatiel y Baraquiel), refiriéndose al hallazgo casual en la iglesia de Santa María de los Ángeles de Palermo, en 1516, en tiempos de la dominación española, de un fresco dedicado a los siete arcángeles, hallazgo que fue tenido por milagroso, lo que propició la construcción de un templo en 1523, que fue patrocinado por el emperador Carlos V, implantándose desde entonces las devociones arcangélicas.
Asimismo, fue el sacerdote siciliano Angelo del Duca el que extendió la devoción de los siete arcángeles en la Roma de Pío IV, logrando convertir en 1561 la gran sala de las termas de Diocleciano en iglesia de Santa María y los siete Santos Arcángeles, cuyas obras fueron encargadas a Miguel Ángel.  A finales del siglo XVI la devoción a los siete arcángeles ya estaba extendida por toda Europa, como lo confirma la difusión de grabados flamencos de Hieronymus Wierix, Pieter de Jode o Philippe Galle, algunos de ellos inspiradores de las composiciones de Bartolomé Román.
Los siete arcángeles, como representantes directos de Dios, después de la Santísima Trinidad ostentan un poder superior e incomparable al de otros seres, estando considerados como los reyes del universo o constructores del orden universal, con misiones diferentes y funciones bien definidas, siendo compartida la creencia de su existencia en culturas orientales y en el Islam. En el cristianismo, según se ha explicitado, constituyen uno de los nueve coros de la jerarquía angelical.
Escalera principal del Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid
Como muestra de la devoción a los ángeles en la España barroca, podemos encontrar un testimonio ilustrativo en las pinturas de la escalera principal del convento de las Descalzas Reales de Madrid, cuyos muros aparecen decorados con hornacinas que albergan una serie angélica.

EL ARCÁNGEL SAN BARAQUIEL    
En esta bella pintura, Bartolomé Román da corporeidad al Arcángel Baraquiel, cuyo nombre significa "Bendición de Dios" y cuya misión es favorecer a los hombres para alcanzar los dones del Espíritu Santo, estando identificado con el que se apareció a Moisés en el episodio de la zarza ardiente. El pintor le representa, a escala monumental, ante un profundo paisaje por el que se distribuyen ríos y masas arbóreas, con el horizonte acotado por suaves colinas en tonos azulados degradados para sugerir profundidad. En primer plano aparece el arcángel en posición de tres cuartos y en actitud de caminar, esparciendo por la naturaleza pequeñas florecillas que transporta en el enfaldo, como símbolo del derramamiento de sus dones sobre la tierra como protector de la firmeza de los creyentes y de la fuerza ante la indiferencia religiosa.
Izda: Hieronymus Wierix. San Miguel, Instituto de Arte, Chicago
Dcha: Bartolomé Román. San Miguel, 1630-1645, Descalzas Reales, Madrid
Baraquiel está representado como un joven andrógino, con grandes alas desplegadas y la mirada clavada en el espectador, al que dirige su mensaje. Viste una lujosa indumentaria talar, con una túnica corta de tonos dorados, ornamentada con motivos vegetales y ricas labores de pasamanería, con incrustaciones de piedras preciosas, en las mangas, en los ribetes del faldón y en el pecho, donde se cierra con broches de oro con gemas engarzadas. Ciñe su cintura una ligera banda con un lazo al frente y los extremos agitándose a los lados para sugerir el caminar. La indumentaria se completa con una camisa de lino con las mangas recogidas, un faldón de tejido liviano y calzando borceguíes, siendo la corona de flores que adorna su cabeza la que proclama su santidad.
La pintura denota las influencias de Vicente Carducho, su supuesto maestro, y de Velázquez, así como de los pintores venecianos y flamencos.

EL ARCÁNGEL SAN SEATIEL   
Repitiendo las mismas características aparece el Arcángel Seatiel, cuyo nombre significa "Oración de Dios" y cuya misión es proteger a los hombres para tener buena oración y establecer su unión gozosa con el Creador, ayudando a los mortales a conseguir la virtud de la templanza venciendo los excesos de la gula y la bebida. Se le identifica con el ángel que detuvo el cuchillo de Abraham en el sacrificio de su hijo Isaac.
Bartolomé Román. San Miguel, San Rafaael con Tobías y San Gabriel, 1635-1645, Museo de Guadalajara
La referencia litúrgica a la oración, estimulada por la Contrarreforma, queda simbolizada por el incensario o turíbulo que porta y agita mientras camina y mira fijamente al espectador. De nuevo su figura se recorta ante un idílico, armónico y fantástico paisaje por el que discurre un riachuelo y con el horizonte bajo establecido por pequeñas colinas de tonos degradados que recorren el arranque del tercio inferior, siguiendo un concepto espacial a la veneciana que el pintor pudo conocer en las Colecciones Reales de pintura cuando trabajaba para las fundaciones regias.
El Arcángel Seatiel viste una túnica verde ornamentada con flores y ricas labores de pasamanería dorada —con galones y aplicaciones de perlas y piedras preciosas— en las mangas, ribetes del faldón y al pecho, cerrándose al cuello con un broche de oro con la cabeza de un querubín. De nuevo una banda ciñe la cintura formando un lazo, en este caso cruzándose por el pecho en forma aspada, con una túnica interior más larga de tonos rojizos, una camisa liviana de color blanco asomando al cuello y borceguíes como calzado. Como toda la serie, sobre la cabeza luce una corona de flores.
Bartolomé Román. San Miguel, 1628-1635
Convento de la Encarnación, Madrid
Tanto la belleza de la tipología andrógina del arcángel, joven y asexuado, como la sutileza cromática de la indumentaria y el paisaje, junto a la perfección del dibujo, convierten este tipo de representaciones arcangélicas, seguramente inspiradas en estampas flamencas, en las más atractivas de cuantas realizara el pintor.

LAS SERIES ARCANGÉLICAS DE BARTOLOMÉ ROMÁN

De toda la producción de Bartolomé Román, las series arcangélicas constituyen sus pinturas más atractivas por la belleza de los tipos representados, el tratamiento del color, los sutiles trabajos de las indumentarias y los armoniosos paisajes en que ubica a las figuras, motivos por el que fueron demandadas en repetidas ocasiones, realizando pinturas semejantes para series no siempre conservadas en su integridad.
Es evidente que para algunos arcángeles tomó como fuente de inspiración algunos modelos de los grabados difundidos por artistas flamencos como Hieronymus Wierix (1553-1619), Pieter de Jode el Viejo (1570-1634) o Crispin de Passe (1564-1637), modelos que el pintor reinterpreta con un preciso dibujo, un concepto espacial y un colorido a la veneciana y ciertas influencias de la pintura velazqueña, realizando ligeras variantes iconográficas en determinados arcángeles.

Las pinturas de los Arcángeles Baraquiel y Seatiel del Museo de Mallorca, que hemos tratado, en su día integraron la serie de siete arcángeles que estuvo en la iglesia del desaparecido Convento de los Ángeles de Madrid, de monjas franciscanas. De una serie similar, en el Museo de Guadalajara se conservan las pinturas de San Miguel, San Rafael con Tobías y San Gabriel, procedentes del desaparecido convento de Carmelitas Descalzos del Desierto de Bolarque, en el término de Pastrana.
Bartolomé Román. San Gabriel, 1635-1645
Iglesia de San Pedro, Lima
Otras series de los Siete Arcángeles se conservan en el Monasterio de la Encarnación y en el Convento de las Descalzas Reales, fundaciones reales en Madrid, que fueron requeridas al pintor como devociones protectoras de ambas congregaciones.
Las series arcangélicas de Bartolomé Román llegaron a territorio americano, donde tuvieron una enorme aceptación. Una serie completa, la más antigua de las citadas en América, se conserva en la iglesia de San Pedro de Lima, donde el Arcángel Uriel es sustituido por el Ángel de la guarda. En estas obras de Bartolomé Román puede encontrarse el origen de la rica iconografía arcangélica que se desarrolló en el arte virreinal peruano, con buenos ejemplos en Lima en la Colección Barboza Stern y en el Museo Pedro de Osma, así como en el Monasterio de las Nazarenas de Cusco.  

EL PINTOR BARTOLOMÉ ROMÁN         

Aunque Antonio Palomino le consideraba madrileño, Bartolomé Román nació hacia 1585 en Montoro (Córdoba). Los datos biográficos conocidos son escasos, limitándose a los aportados por Palomino en sus Vidas, según el cual, se habría desplazado a Madrid para formarse primero como discípulo de Vicente Carducho y posteriormente junto a Velázquez, recientemente instalado en la capital. Su primera noticia documental en Madrid data de 1612, con motivo del bautizo de su hija Luisa, estando casado con María de Tebes, con la que en 1619 tendría a su segunda hija Isabel Florencia.
En 1614 declara en un pleito contra Carducho por la tasación y pago de unas pinturas de El Pardo, lo que hace dudar que fuera su maestro, pero cuya influencia a partir de 1616 es evidente. Ese año firma el lienzo de San Gil abad (Museo del Prado), posiblemente destinado al desaparecido monasterio benedictino de San Martín de Madrid, con el que el pintor estuvo relacionado y que serviría de modelo para una serie posterior.
Izda: Hieronymus Wierix, San Miguel, British Museum, Londres
Dcha: Pieter de Jode. Ángel de la Guarda, mercado del arte 

A partir de 1628 realiza su mayor producción, generalmente trabajando para fundaciones reales de Madrid, como La parábola de las bodas de la sacristía del convento de la Encarnación. Obras suyas también se localizan en Córdoba y Alcalá de Henares, aunque su catálogo, todavía escaso por la disgregación a consecuencia de la desamortización, es un estudio por completar.
En 1629 firmaba el Nacimiento con ángeles de la iglesia de San Juan de Béjar; en 1630 trabajaba para el Arzobispado de Toledo, aunque se desconoce en qué obras; en 1634 participó en el pleito que enfrentó a los pintores de Madrid, comprometiéndose en nombre del gremio a sacar el paso procesional de la Cofradía de los Siete Dolores; en 1639 realizaba el desaparecido Juicio de Salomón de la cárcel de Corte y el San Anselmo abad de la serie de santos benedictinos encargados por el monasterio de San Martín de Madrid, para el que realizó una serie de pinturas de santos y monjes de idéntico formato, algunas de las cuales se conservan en el Consejo de Estado (como depósito del Museo del Prado), como las de San Pedro Celestino papa, San Beda, el Padre Alcuino y el Padre Remigio, todas ellas relacionadas con las formas creadas por Vicente Carducho.     
Crispin de Passe. Detalles de Angelorum Icones, h. 1575, Biblioteca Nacional, Madrid

José Carlos Brasas daba a conocer El martirio de San Bartolomé del convento de San José (Carmelitas Descalzas) de Calahorra (La Rioja), firmado en 1644 y probablemente encargado por José González de Uzqueta, patrono del convento e influyente personaje del entorno del conde-duque de Olivares. En 1645 está firmada la pintura de San Joaquín y Santa Ana con la Virgen Niña del retablo de San Joaquín de la iglesia de Santa María de Calatayud.

Izda; Juan de Juanes. Ángel Custodio de Valencia, 1550-1560, Museo
de la Catedral, Valencia. / Dcha: Anónimo. Ángel Custodio (Vánitas de
los dos caminos), s. XVII, Convento de Santa Isabel, Valladolid
De otras obras se desconocen las fechas, como el Descanso en la huida a Egipto de la Fundación Santamarca de Madrid, el San Francisco de la Capilla del Cardenal de la catedral de Ávila y Las lágrimas de San Pedro de la sacristía de la iglesia de San Cayetano de Madrid, hoy en el mercado del arte.
A este importante catálogo se sumarían las series arcangélicas que dieron al pintor su mayor celebridad.
Bartolomé Román, que según Palomino fue el segundo maestro de Juan Carreño de Miranda, tras redactar su testamento moría en Madrid en 1647.


Informe: J. M. Travieso.




Francisco de Zurbarán. Ángeles turiferarios, 1637-1639
Museo de Bellas Artes, Cádiz
Bibliografía   

ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego y PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso Emilio: Pintura Madrileña del segundo tercio del siglo XVII. Pereda, Leonardo, Rizi. CSIC, Madrid, 1983.

CUADRADO JIMÉNEZ, M y CORTÉS CAMPOAMOR, S.: Museo Provincial de Guadalajara. Guía de la Sección de Bellas Artes,  Guadalajara, 1986. pp. 108-109.

PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso Emilio: Pintura Barroca en España. 1600-1750. Manuales de Arte Cátedra, 1996.











Diego Valentín Díaz. Ángel Custodio del Paraíso,
s. XVII, Monasterio del Corpus Christi, Valladolid



















* * * * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario