31 de agosto de 2016

VIAJE: SALINAS DE AÑANA, CONDADO DE TREVIÑO Y VITORIA, 24 de septiembre 2016


PROGRAMA

Salida a las 7,45 desde Vallsur (parada de taxis) y a las 8 desde la plaza de Colón con dirección a Salinas de Añana para realizar la visita. Los participantes en el viaje a Vizcaya del pasado 7 y 8 de mayo tendrán una reducción de 5 € por no haber podido realizar la visita debido a las inclemencias meteorológicas. A continuación traslado al Condado de Treviño para realizar una visita con guía local y la comida. Por la tarde, salida hacia Vitoria para  realizar una visita guiada con guía local. A las 19,30 horas regreso a Valladolid.


PRECIO SOCIO: 50 €
PRECIO NO SOCIO: 55 €


REQUISITOS: Grupo máximo 50 personas.

INCLUYE:
Entrada a las Salinas, iglesias del condado de Treviño, comida y visita guiada en Vitoria. 

NO INCLUYE:
Todo lo que no aparece especificado.


INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Información y reserva de plazas en: domuspucelae@gmail.com o tfno. 608419228 a partir de las 0 horas del día 1 de septiembre.











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Reportaje: Recorrido por la costa este de Canadá en julio 2016


16 de julio
Salimos de Valladolid a las 4,15 horas desde la plaza de Colón, con dirección a Madrid. Llegamos al aeropuerto de Barajas, realizamos los trámites de facturación y embarque, saliendo a las 9 horas en vuelo regular directo a Toronto. Tras recorrer 6.200 km., llegamos a las 11,50 (hora local) al aeropuerto de dicha ciudad, pasamos un trámite lento en la identificación y recogida de equipajes y sobre las 13,15 horas tomamos contacto con el guía que nos acompañaría durante todo nuestro periplo por el país. Transcurridos 45 minutos circulando por carretera, llegamos al centro de la ciudad, dirigiéndonos directamente al restaurante donde almorzamos y posteriormente al hotel.

Acordamos salir a las 17,30 horas para realizar parte de la visita panorámica de la ciudad. A bordo del autocar pasamos por las principales avenidas del distrito financiero, paramos en la plaza donde se encuentran el antiguo y el nuevo ayuntamiento y pudimos entrar a la planta principal de este último. Pasamos al lado de los dos estadios deportivos donde juegan los equipos de béisbol y baloncesto. A las 20,00 horas nos dirigimos al restaurante donde cenamos, regresando después al hotel. En este primer día estaba prevista realizar una visita nocturna de la ciudad, pero después del cansancio del viaje, se acordó realizarla al día siguiente.
Toronto

17 de julio
Llamada a las 7,30 horas. Desayunamos y salimos para continuar la visita panorámica por la ciudad. Paramos en el barrio chino para caminar y ver sus calles y sobre las 10 horas llegamos al Fort York. Una vez efectuada la visita de este fuerte, construido a finales del siglo XVIII y reforzado a principios del XIX para proteger la colonia de los ataques de los Estados Unidos, continuamos visitando la ciudad hasta llegar a la Art Gallery of Ontario, fundada en 1900 como Art Museum of Toronto. Esta se amplió el año 2008 con un bello edificio construido por el célebre arquitecto Frank Gehry. En su interior pudimos contemplar obras de los grandes artistas: desde Renoir hasta Andy Warhol, pasando por Picasso, así como una de las mejores colecciones del mundo de arte africano. Posteriormente nos desplazamos a la torre CN, que con sus 553 metros de altura se ha convertido en una de las atracciones más importantes de Canadá. Efectuamos el almuerzo en su restaurante giratorio, que según nos informaron da una vuelta completa cada 72 minutos. Desde allí pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad.

El grupo en Toronto
Por la tarde salimos hacia el Harbourfront para caminar y ver la orilla del lago Ontario, que bordea el sur de la ciudad. Posteriormente continuamos conociendo los diferentes barrios de Toronto hasta la hora de la cena, que realizamos a las 20 horas. Finalizada, caminamos por el centro para ver la animación de las calles y realizar una visita panorámica nocturna, regresando al hotel a las 22,30 horas para descansar.

18 de julio
Nos despertamos a las 7,30 horas y después de desayunar salimos en dirección a Niágara Falls para ver las legendarias cataratas. Recorrimos el puente que separa Canadá de Estados Unidos, desde el que se divisa una panorámica excepcional de las caída de las aguas (tanto de las canadienses Horseshoe Falls como de las del otro lado, conocidas como American Falls, ambas separadas por la Isla Goat que divide el río en dos canales. Embarcamos en un crucero espectacular que nos acercó a pocos metros de la gran catarata, conocida como la de la Herradura, pues con sus 675 de ancho y 52 metros de alto es la más espectacular del conjunto. Caminamos por Table Rock, justo al lado de las cataratas y nuestro guía nos explicó algunos datos espectaculares de Niagara Falls. Posteriormente nos dirigimos a la Skylon Tower (construcción iniciada en 1964 e inaugurada el 6 de octubre de 1965. Con una altura de 160 metros, la torre tiene tres ascensores que te llevan a la parte superior en 52 segundos.  En su parte alta cuenta con dos restaurantes. Almorzamos en el Rotatorio Comedor, con capacidad para 276 personas, que gira una vez cada hora, disfrutando de unas vistas maravillosas de las famosas cataratas.

Cataratas de Niágara
Por la tarde nos dirigimos hacia uno de los viñedos de esta región y pudimos degustar algunos de sus vinos, que nada tienen que ver con los vinos de las distintas denominaciones de origen que disfrutamos en nuestra tierra, sobre todo los de Ribera de Duero. Continuamos viaje en dirección al pueblo de Niagara-on-the-Lake, situado en la desembocadura del río Niágara en el Lago Ontario, que tiene preciosas casas de madera y calles con multitud de arboles. Caminamos por sus calles centrales y pudimos ver algunos de los edificios del siglo XIX que contribuyen a crear la belleza de este pueblo de estilo victoriano. Nuestro siguiente destino fue la visita al Fort George, (construido en la década de 1790 y completado en 1802 para convertirle en sede del ejército británico y la milicia local. Nos vimos rodeados de personajes vestidos como en el siglo XIX y visitamos esta construcción militar que ejerció un rol muy importante durante la guerra contra los Estados Unidos de 1812. 

Regresamos a Niágara para cenar en el restaurante del hotel Sheraton, donde nos alojamos, pudiendo disfrutar de un espectáculo excepcional en el piso 13, desde donde se divisan unas vistas impresionantes de las cataratas, que ya a esa hora estaban iluminadas. Por la noche efectuamos una caminata por los alrededores del hotel, donde existe un parque de atracciones que a esa hora se encontraba con sus multicolores luces encendidas, regresando al hotel a las 23 horas.
El grupo en las cataratas de Niágara

19 de julio
La llamada para despertarse fue a las 6,30 horas. Desayunamos y salimos hacia la región de la Mille-Îles, parando en Toronto para realizar la visita del Royal Ontario Museum (ROM). Este museo de historia natural es muy reconocido por su espectacular colección de fósiles de dinosaurios. Pudimos ver una exposición temporal dedicada a la obra de Chihuly, artista que en 1968 recibió la beca Fulbright y consiguió ser el primer soplador de vidrio americano que trabajó en la prestigiosa Fábrica Venini de la isla de Murano. Almorzamos en Toronto.

Por la tarde continuamos viaje, llegando a  las 19,30 horas a Kingston, donde realizamos una visita panorámica de la ciudad. Esta fue la capital del país durante la segunda mitad del siglo XIX. Cenamos en un restaurante local y llegamos sobre las 22,15 horas al hotel, retirándonos a nuestras habitaciones para disfrutar del descanso que sin duda nos merecíamos.

20 de julio
Ottawa
Nos despertamos a las 7 horas, desayunamos y salimos con dirección al embarcadero para realizar un crucero que incluía la visita al Castillo Boldt (pequeño fortín situado en la isla Corazón del río San Lorenzo, a lo largo de la frontera norte del estado de Nueva York). El pasaje duró más de tres horas y media. Por la tarde, realizamos la  visita del Fort Henry, la fortaleza original fue construida durante la Guerra de 1812 para proteger el Kingston, astillero naval real en Point Frederick, de un posible ataque de Estados Unidos y vigilar el tráfico marítimo del río San Lorenzo y lago Ontario. En este lugar se encerraron a varios prisioneros de las dos Guerras Mundiales.

A las 17 horas salimos hacia Ottawa, donde llegamos después de dos horas y media de viaje.  En nuestra primera visita a la capital de la nación, pudimos observar que sus edificios antiguos, y algunos en los que estaban ubicados organismos oficiales, se encontraban en rehabilitación. Posteriormente nos dirigimos al restaurante para cenar y finalmente nos desplazamos al hotel Sheraton, en el que estaríamos alojados los dos siguientes días.
Espectáculo multimedia en el Parlamento de Ottawa

21 de julio
A las 6 de la mañana nos llamaron para levantarnos. Desayunamos y salimos para realizar la visita panorámica de la ciudad, que iniciamos en el Parlamento canadiense, de estilo neogótico. Pasamos los controles de seguridad y vimos el vestíbulo de la confederación, la biblioteca, las cámaras de los comunes y senadores, finalizando la visita con la subida a la torre de la Paz. Al salir, estuvimos haciendo tiempo para ver en la explanada del edificio el relevo de la Guardia Real. Sobre las 10,30 horas continuamos nuestro recorrido para visitar Sussex Drive, lugar de residencia del Primer Ministro y del Gobernador General, el Canal Rideau y la planta principal del edificio histórico (un hotel) Chateau Laurier, terminando en el barrio más animado y popular de Ottawa, situado en torno al mercado By, donde se localizaba el restaurante en el que efectuamos el almuerzo.

Por la tarde continuamos con la visita a la catedral de Notre-Dame, seguimos nuestro recorrido para visitar a las 16 horas el Museo de Historia canadiense, con su magnífica galería principal, el Grand Hall, y su impresionante colección de tesoros culturales. Este museo permite conocer una de las mayores colecciones de tótems del mundo. Nos explicaron la historia del país, desde las naciones autóctonas, pasando por la llegada de los primeros europeos, la convivencia entre autóctonos y europeos y los conflictos bélicos y sociales por los que ha atravesado el país hasta llegar a lo que es hoy en día. Visitamos también las tres exposiciones temporales que tenían montadas: una sobre la vida de Napoleón, otra sobre colección de sellos canadienses y la última sobre el oro de la Colombia británica. Al finalizar, regresamos al hotel para descansar. La salida para la cena la hicimos  a las 19,45 y finalizada la misma nos desplazamos hasta la explanada del Parlamento para contemplar un espectáculo de luz y sonido que se proyectaba sobre la fachada principal del edificio. Sobre las 23,25 horas nos retiramos al hotel para descansar.
Quebec

22 de julio
Nos llamaron a las 7,30 horas y salimos después de desayunar hacia Quebec, que sería el destino final del día. Efectuamos nuestra primera parada en el restaurante Chef Dannys para disfrutar de un almuerzo tradicional, visitamos una típica cabaña canadiense y conocimos el proceso de elaboración del jarabe de arce —producto nacional—, que además pudimos degustar.

Por la tarde, visitamos el museo Borealis, situado en la ciudad de Trois-Rivieres. Este museo nos explica un episodio clave en la historia económica y social del país: la explotación de la madera de los bosques canadienses: los leñadores que trabajan en el bosque durante todo el invierno, el transporte a través de los ríos y la exportación hacia Europa. Durante el siglo XIX y primera mitad del XX, la zona de Trois-Rivières fue un centro muy importante del comercio de madera.  Sobre las 18 horas llegamos a Quebec, paramos en el parque de las Llanuras de Abraham, caminamos por las tierras de esta meseta con vista al río San Lorenzo, donde una serie de placas y paneles informativos te informan de las etapas de la batalla más importante en la historia de Canadá. Posteriormente nos dirigirnos al hotel para alojarnos, tras lo cual salimos para efectuar una primera toma de contacto con la ciudad, visitando extramuros e intramuros del viejo Quebec, Realizamos la cena a las 20,30 horas y terminada la misma regresamos caminando al hotel.
El grupo en Quebec

23 de julio
Como el día anterior, nos levantamos a las 7,30 horas, desayunamos y salimos para iniciar la visita guiada de la ciudad. Caminamos por la terraza Dufferin, paramos enfrente de la explanada del Parlamento de Quebec, paseamos por el pintoresco barrio de Petit-Champlain y la Place Royale y entramos en el  castillo Frontenac  (convertido en hotel de lujo), finalizando con un recorrido por las  murallas de la ciudad.  Sobre las 11,30 horas, nos dirigimos  en autocar al parque de la Catarata de Montmorency (la cascada tiene 83 metros de altura, siendo 30 metros más alta que las cataratas del Niágara, y su lecho de caída tiene 17 metros de profundidad). Cruzamos el puente colgante y disfrutamos de unas vistas impresionantes, descendiendo caminando por un trazado de escaleras que nos llevó más de 45 minutos hasta llegar a la base donde se encuentra el teleférico, que transporta a  los que lo deseen, previo pago, hasta la cima. Almorzamos en el restaurante del parque.

Montreal
Por la tarde nos desplazamos a la Isla de Orleans, que fue una de las primeras partes de la provincia colonizada por los franceses. Ha sido descrita como la cuna de la lengua francesa en América del Norte.  Regresamos a Quebec para visitar el Museo de la Civilización, donde se explica la historia de Nueva Francia, primer lugar donde se instalaron los europeos de manera permanente en América del Norte. Regresamos al hotel para refrescarnos y a las 20,30 horas cenamos en un restaurante local. Finalizamos el día con un paseo nocturno por las calles animadas de la ciudad. regresando al hotel a las 23,30 horas para descansar.

24 de julio
Tras levantarnos a las 8, desayunamos y salimos a las 9,30 horas para visitar el Museo de las Ursulinas de Quebec, considerado como uno de les mejores ejemplos de conventos construidos en América. Allí vimos las riquezas conservadas por esta comunidad religiosa, que es la más antigua del país. Al finalizar tuvimos tiempo libre hasta las 12, hora en que nos dirigimos al hotel des Premières-Nations, donde almorzamos especialidades autóctonas. Posteriormente, efectuamos la visita del museo situado en el complejo hotelero, en el que descubrimos el modo de vida de las naciones autóctonas que antaño habitaban en la región de Quebec.
Por la tarde salimos hacia Montreal, dirigiéndonos directamente al hotel, donde nos repartieron la habitaciones y nos preparamos para salir a cenar. A las 21,30 horas efectuamos una visita panorámica nocturna de la ciudad, regresando al hotel a las 23,30 horas.

Montreal
25 de julio
Después de desayunar, salimos para realizar una visita guiada por la ciudad, donde recorrimos el barrio del viejo Montreal, entramos en el hall del Ayuntamiento y en el hall de la Banca de Montreal. A las 10,00 horas efectuamos la visita al Museo de Historia y de Arqueología de Pointe-a-Calliere, que está situado en el lugar en que fue fundada la ciudad y donde nos contaron la evolución desde la llegada de las primeras poblaciones autóctonas hasta hoy. Nuestro siguiente destino fue la visita al interior de la Basílica de Notre-Dame y a continuación nos dirigimos hacia el distrito financiero para recorrer sus principales calles. Finalizamos nuestro viaje con la visita a la catedral Marie-Reine-du-Monde. A las 12,35 partimos hacia el aeropuerto de Montreal para tomar el vuelo de regreso a Madrid, vía Toronto.

26 de julio
Tras pasar la noche en vuelo, aterrizamos en Madrid a las 7,55 horas. Tras la recogida de equipajes, nos trasladamos en autocar hasta Valladolid, donde llegamos a las 13 horas. 

Texto y fotografías: Antonio Adrados González

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29 de agosto de 2016

Reportaje: Ruta de las iglesias en Valladolid


Breve documental de la serie Rutas por Valladolid de Radio Televisión Castilla y León.

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26 de agosto de 2016

Theatrum: NUESTRA SEÑORA DEL VAL, testigo del esplendor de los plateros vallisoletanos












NUESTRA SEÑORA DEL VAL
Anónimo
Hacia 1200
Madera policromada (repintada)
Basílica de la Gran Promesa, Valladolid
Procedente de la ermita de Nuestra Señora del Val, Valladolid
Escultura protogótica española













Nuestra Señora de San Lorenzo, siglo XIV
Iglesia de San Lorenzo, Valladolid

Esta talla medieval, excesivamente esquemática y elemental, se encuadra en el tipo de piezas cuyos valores sentimentales e históricos superan a los artísticos, reconociéndose en ellas las señas de identidad de un pueblo, de su cultura y de sus creencias, un caso generalizado tanto en poblaciones españolas como europeas.

Nuestra Señora del Val, actualmente recogida en la basílica de la Gran Promesa, está vinculada a los orígenes de Valladolid, compartiendo su veneración, como icono de devoción mariana, con otras esculturas que aún perduran en el recuerdo como referencia de la ancestral religiosidad vallisoletana1, tales como la talla románica de Nuestra Señora de Prado que en nuestros días se conserva en la iglesia de San Nicolás, cuya primitiva ermita dio lugar a la fundación de un enorme monasterio jerónimo junto al Pisuerga, la imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia venerada en la iglesia de San Martín, descubierta en el Prado de la Magdalena y tenida en gran devoción por el rey Fernando III el Santo, la imagen de Nuestra Señora de la Guía de la iglesia del Salvador, que según Antolínez ocupó durante muchos años un altar colocado sobre la puerta de la primitiva muralla situada al final de la calle Teresa Gil, y finalmente la imagen más conocida y venerada: Nuestra Señora de San Lorenzo, que rodeada de leyendas y con fama milagrosa primero llegaría a convertirse en protectora de los aguadores y después en patrona de Valladolid.


La sencilla imagen de Nuestra Señora del Val —60 cm. de altura— se muestra sedente sobre un trono con respaldo que sólo aparece ornamentado con pomos en los remates de las patas. La Virgen lleva una túnica ceñida por un cinto, que deja asomar los zapatos, y cubierta por un manto que se abrocha con un cabujón a la altura del cuello y que con formas planas cae de forma asimétrica cubriendo la rodilla izquierda. En la cabeza, que fue retallada para eliminar la corona, todavía se aprecian restos de un velo que originariamente cubriría sus cabellos.

La escultura, de estilo gótico incipiente y aún muy vinculada a los esquemas románicos, debió ser retocada en época barroca para adaptarla a los nuevos gustos mediante su recubrimiento con telas reales, así como la incorporación de un rostrillo y un coronamiento de plata, lo que explica la sustitución de sus manos originales y la inserción de ojos de cristal2. Incluso con el mismo criterio en ese momento le fue eliminada la figura del Niño que suele acompañar este tipo de representación, ya que la imagen, aun manteniendo su esencia, también muestra un repinte posterior.

Su iconografía deriva del modelo bizantino de Virgen Theotokos, término griego que significa Madre de Dios, según el título dado a la Virgen en el Concilio de Éfeso celebrado por la primitiva Iglesia cristiana el año 431, en el que se proclamó el dogma cristológico. Esto se reflejó en el arte mediante la representación de la Virgen entronizada sujetando al Niño Jesús en su regazo (la Virgen convertida en propio trono de su Hijo), con ambas figuras en posición frontal y en actitud hierática. El arte románico occidental asumió el modelo enfatizando la Maiestas Mariae o majestad de María, incorporando una corona sobre su cabeza y con el adorno frecuente de estrellas en el manto para recordar su perpetua virginidad, siempre respondiendo más a intenciones de simbología teológica que a una representación naturalista. 

Así aparece la simplificada Virgen del Val, en majestad, como una reina coronada, con el manto azul recubierto de estrellas y en actitud hierática mientras mira fijamente al espectador. La talla fue restaurada por la Diputación Provincial de Valladolid en el año 2000.

Esta escultura se identifica con la imagen titular de la ermita de Nuestra Señora del Val o del Valdón, que estuvo emplazada fuera del Puente Mayor3, en el camino hacia Fuensaldaña, en torno a la cual se fundó una cofradía de la misma advocación que se mantuvo en dicha ermita hasta principios del siglo XVII. La Cofradía de Nuestra Señora del Val se unificó, a partir del segundo cuarto del siglo XVI, con la Cofradía de Plateros de San Eloy, fundada en 1452 e integrada por los artífices plateros vallisoletanos4, que desde 1494 venía disponiendo de una capilla en el claustro del Convento de San Agustín5. Para realizar sus cultos, ambas cofradías construyeron una nueva iglesia próxima a la calle de las Platerías, en la actual calle Francisco Zarandona (en el tramo comprendido entre las calles Zapico y Fray Antonio Alcande), que fue consagrada en 15476. En opinión de Canesi "uno de los mejores santuarios que hay en Valladolid".

Esto originó que a finales del siglo XVI la ermita se encontrara en desuso, siendo entregada en 1592 a Francisco de Aguilar Loaysa, abad de la Orden de San Basilio, que allí fundó el convento de los Santos Mártires San Cosme y San Damián, aunque tras la toma de posesión, el 17 de octubre de 1592, los monjes de San Basilio sólo permanecieron en ella tres días por ser el convento suprimido por el cabildo de la Colegiata por carecer de licencia, siendo apresados varios monjes7.

Serían los mercedarios descalzos en 1605, con la autorización de los cofrades de Nuestra Señora del Val y San Eloy, quienes establecieran su convento en la ermita presidida por la venerada imagen de Nuestra Señora del Val. Sin embargo, los nuevos ocupantes sólo permanecieron en la ermita poco más de cuatro años, pues en 1607 los frailes de Nuestra Señora de la Merced decidieron trasladarse a otro lugar del centro de la ciudad, siendo firmada en 1608 la escritura que ratificaba el traslado, en la que se especificaba la autorización para llevarse la imagen de Nuestra Señora del Val para colocarla en un nuevo altar del convento al que se trasladaron en 1610, en el que los cofrades de Nuestra Señora del Val seguían reservándose el patronazgo de la capilla y los derechos de la imagen en caso de mudarse a un nuevo emplazamiento, como así ocurriría.

En esas circunstancias la imagen de Nuestra Señora del Val desapareció de su emplazamiento, acusándose mutuamente cofrades y frailes mercedarios de haberla ocultado. Establecido un pleito entre las partes, la imagen apareció sin que se conociera el causante de su ocultación y los cofrades acordaron colocarla en la céntrica iglesia de Nuestra Señora del Val y San Eloy, en la jurisdicción de la iglesia de San Miguel, autorizando que cada 8 de septiembre, fiesta de la Virgen, los mercedarios pudiesen predicar y celebrar misa en ella.

Fachada de la desaparecida iglesia de Nuestra Señora del Val
Dibujo de Ventura Pérez, siglo XVIII
El traslado de la imagen de Nuestra Señora del Val desde su ermita hasta la nueva iglesia tuvo lugar el 10 de agosto de 1610, asistiendo el Ayuntamiento a la solemne procesión. El 8 de septiembre de aquel año se colocó, como imagen titular del templo, presidiendo el retablo mayor de la iglesia. En 1612 la antigua ermita del camino de Fuensaldaña era derribada.

Allí permaneció la imagen hasta que la Iglesia y la Casa del Val, declaradas en estado de ruina desde 1841 y en medio de una polémica en la que intervinieron la Cofradía titular, el Ayuntamiento y diversas instituciones de la ciudad vinculadas al caso, fueron derribadas en 1868, tanto por su estado precario como para favorecer las nuevas necesidades urbanísticas de Valladolid, que culminaría con el levantamiento en sus inmediaciones, en 1878, de un gran mercado municipal cubierto que todavía subsiste como Mercado del Val, remozado en nuestros días y en cuyo subsuelo se han encontrado restos de la antigua iglesia.
En esta ocasión la imagen de Nuestra Señora del Val fue depositada en la parroquia de San Esteban el Real, que ocupaba la iglesia del Colegio de San Ambrosio desde la expulsión de los jesuitas. Allí la escultura salió indemne del incendio producido el 27 de octubre de 1869 que arrasó buena parte de la iglesia, que reabría sus puertas en octubre de 1870. Esta parroquia de San Esteban dejó de existir en 1941, pasando a convertirse en Santuario Nacional de la Gran Promesa8, lugar donde permanece y sigue siendo venerada, aunque la mayor parte de los vallisoletanos no conozcan su historia, la imagen de Nuestra Señora del Val, también denominada Virgen de los Plateros.

Recreación de la iglesia de Nuestra Señora del Val
Montaje de Juan Carlos Urueña
En una de las capillas del mismo templo, elevado en 1964 por el papa Pablo VI al rango de Basílica Menor, se conserva un retablo barroco que consta de un sólo hueco y que Martín González9 data en el primer cuarto del siglo XVII, apuntando que pueda tratarse del que originariamente contenía la imagen de Nuestra Señora del Val, llevado a la que fuera iglesia de San Esteban, como la imagen titular, tras el derribo de la iglesia de la cofradía de aquellos plateros vallisoletanos que escribieron con letras de oro una actividad gremial en Valladolid que alcanzó su mayor esplendor durante la segunda mitad del siglo XVI. 


Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1 ARA GIL, Clementina Julia: Escultura gótica en Valladolid y su provincia. Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1977, p. 127.

2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Nuestra Señora del Val. En Del olvido a la memoria IV. Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.

3 ANTOLÍNEZ DE BURGOS, Juan: Historia de Valladolid (1887). Grupo Pinciano, Valladolid, 1987, p. 336.

4 GARCÍA CHICO, Esteban: Papeletas de orfebrería castellana. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 58, Universidad de Valladolid, 1952, p. 57.

5 DOMÍNGUEZ BURRIEZA, Fco. Javier: Principio y fin de la sede de la cofradía de Nuestra Señora del Val y San Eloy en el caso urbano de Valladolid. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 69-70, Universidad de Valladolid, 2003-2004, pp. 341-358.

6 MATÍAS SANGRADOR recogió esta fecha de una cuadro conmemorativo que se encontraba situado sobre la pila de agua bendita de la iglesia de Nuestra Señora del Val.

7 FERNÁNDEZ DEL HOYO, Mª Antonia: Conventos desaparecidos de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1998, p. 421.

8 GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel y PÉREZ GONZÁLEZ, José María: Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Valladolid. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, José Manuel (coord.). Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campoo, 2002, pp. 462-463.

9 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA, Jesús: Catálogo Monumental. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid I. Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p. 326.

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24 de agosto de 2016

Reportaje: Ruta de los Reyes en Valladolid



Breve documental de la serie Rutas por Valladolid de Radio Televisión Castilla y León.

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22 de agosto de 2016

Concierto: MARAVILLAS SONORAS / ÓRGANO RESTAURADO DE TIEDRA, 27 de agosto 2016


ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE TIEDRA VIEJA
Tiedra (Valladolid)


Sábado 27 de agosto
20,30 horas
Inauguración del órgano restaurado. Construido por Francisco Henríquez en 1736
CONCIERTO DE DANIEL OYARZÁBAL
Entrada libre hasta completar aforo



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19 de agosto de 2016

Theatrum: RELIEVE DE LA VIRGEN CON EL NIÑO, el brillo cerúleo del alabastro renacentista












RELIEVE DE LA VIRGEN CON EL NIÑO
Gregorio Pardo (Burgos, h. 1513-Toledo, h. 1558)
Hacia 1540
Alabastro
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Escultura renacentista española. Escuela castellana













Izda: Virgen con el Niño. Alabastro. Museo Catedralicio, Burgos
Dcha: Virgen con el Niño. Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid

Entre los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, dentro de una vitrina se muestra un exquisito relieve de pequeño formato que representa a la Virgen con el Niño, obra devocional del siglo XVI que es realzada por un enmarcado de época posterior. Se trata de una obra esculpida en alabastro, con forma ovalada, que Martín González cita muy superficialmente en el Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, apuntando simplemente su elaboración en la prestigiosa escuela burgalesa1, seguramente por tomar como modelo de referencia otro relieve, de igual tamaño, material e iconografía, que se conserva en el Museo de la catedral de Burgos y que tradicionalmente se ha venido atribuyendo a Diego de Siloé.

Se desconoce en qué circunstancias llegó esta obra a la catedral vallisoletana, aunque sería lógico pensar que se trata de una de las obras pertenecientes al legado de la antigua Colegiata de Santa María la Mayor, construcción que fue sustituida por la catedral de diseño herreriano, de cuyo antiguo acervo artístico se conservan en la catedral vallisoletana, y su museo adjunto, un buen puñado de obras del siglo XVI.

Diego de Siloé. Izda: Adoración de los Reyes. Museum of Fine Arts, Boston
Dcha: San Jerónimo penitente. Alabastro. Museo Catedralicio, Burgos
Al encuadrar la obra en la escuela burgalesa del siglo XVI, necesariamente hemos de remitirnos a dos de sus principales representantes: Diego de Siloé y Felipe Bigarny. Sin embargo, atendiendo a criterios puramente estilísticos, el relieve vallisoletano, a pesar de mostrar una evidente inspiración italiana, nada tiene que ver con los modos de Diego de Siloé en sus trabajos de alabastro, especialmente en cuanto al depurado y elegante trabajo de las manos y la expresión melancólica de los rostros, aunque la Virgen muestre el mismo tipo de broche y pliegues del manto que en el medallón de la catedral burgalesa. A pesar de la versatilidad de Diego de Siloé, es difícil relacionar su autoría con el relieve del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

Menos aún con la obra de Felipe Bigarny, en cuya producción en mármol y alabastro siempre subyace un poso de sereno clasicismo que está presente en los bellos tondos de la Virgen con el Niño que coronaban la pareja de sepulcros que don Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, encargara en 1536 al escultor, junto al de sus padres, para ser colocados en el monasterio jerónimo de San Juan Bautista y Santa Catalina de la población soriana de La Espeja, actualmente conservados —el segundo de forma fragmentaria— en el Museo Nacional de Escultura.

Felipe Bigarny. Virgen con el Niño. Sepulcros de don Diego de Avellaneda
y de su padre. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Sin embargo, Felipe Bigarny tuvo entre sus continuadores a su hijo Gregorio, fruto de su primer matrimonio con Ana Sáez Pardo, que también se dedicó al oficio de escultor. Es precisamente a este escultor al que Brasas Egido atribuye el delicado relieve de la Virgen con el Niño del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid2.

EL ESCULTOR GREGORIO PARDO

El escultor Gregorio Bigarny, más conocido como Gregorio Pardo, nació en Burgos hacia 1513 y en esta ciudad inició su formación como escultor junto a su padre Felipe Bigarny, que en 1532, cuando contaba 19 años, le envió a Zaragoza a completar su formación en el taller que Damián Forment tenía establecido en la ciudad aragonesa, lo que indica el alto grado de estima hacia aquel gran maestro de origen valenciano. Allí permaneció, según establecía el contrato, por un plazo de dos años en los que más que como aprendiz ejercería como oficial colaborador de Forment, recibiendo por ello un sueldo. De esta manera Gregorio Pardo tuvo la ocasión de formarse en la labra del alabastro, pues en ese tiempo su maestro trabajaba en este material el espectacular retablo de la catedral de Huesca3.

Damián Forment. Izda: Virgen con el Niño. Museo Marés, Barcelona. Centro: Virgen de las Nieves. Iglesia del Salvador,
Salvatierra de Esca (Zaragoza). Dcha: Nuestra Señora del Coro, Colección particular
Buen ejemplo del aprovechamiento de aquel aprendizaje es el documentado altorrelieve de la Asunción que, tras su regreso de Aragón y a petición de don Alonso de Castilla, realizara en 1539 en alabastro policromado para la fachada del desaparecido convento de Santo Domingo el Real de Madrid, obra actualmente conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Para una capilla funeraria del mismo convento madrileño, con la colaboración de Esteban Jamete (1515-1565), también realizaba en alabastro, entre 1539 y 1541, las magníficas efigies sepulcrales de don Pedro y don Alonso de Castilla, obispo de Calahorra y La Calzada, en cuya figura orante, ricamente engalanada con indumentaria episcopal, fusiona los estilos de Felipe Bigarny y Damián Forment. Esta escultura, fragmento del cenotafio de don Alonso de Castilla, también se halla recogida en el Museo Arqueológico Nacional.

Gregorio Pardo. Asunción, 1539. Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Para las iglesias burgalesas de San Nicolás de Bari y de La Merced realizó diversas esculturas, llegando a contraer matrimonio con una hija del prestigioso arquitecto Alonso de Covarrubias, maestro de la catedral de Toledo, que le abrió las puertas para trabajar en la ciudad imperial, donde dejaría lo mejor de su producción. En su obra demuestra conocer a fondo el vocabulario ornamental clásico, patente en la suntuosa decoración de los armarios de la antesala capitular de la catedral de Toledo, de impecable talla y diversidad ornamental. Otros trabajos en el mismo templo catedralicio fueron la Historia de Santa Leocadia, en la Puerta de la Chapinería, y el admirable tondo de la Coronación de la Virgen en el interior de la Puerta de los Leones, así como el medallón de San Juan Bautista, junto a las esculturas de San Pedro, San Ildefonso, San Juan, Santiago y San Eugenio, de la portada de la llamada Capilla de la Torre.

Gregorio Pardo llegaría a colaborar el taller paterno en la realización de la impresionante sillería de la catedral de Toledo, obra que su padre compartía con Alonso Berruguete, en la que en 1543 se ocupó de tallar la cátedra arzobispal, con el respaldo ocupado por un medallón ovalado, labrado en alabastro, que representa la Imposición de la casulla a San Ildefonso, cuya composición deriva del fantástico retablo que con el mismo tema había elaborado Felipe Bigarny para la denominada Capilla de la Descensión, situada en la nave de la misma catedral, aunque las figuras se aproximen al nerviosismo manierista de Alonso Berruguete.

Gregorio Pardo. Don Alonso de Castilla, 1541. Museo Arqueológico Nacional
Desde la muerte de Felipe Bigarny en 1542, su hijo Gregorio Pardo asumió la dirección del activo taller que tenía abierto en Toledo, ciudad en la que permaneció hasta que se produjo su muerte alrededor de 1558.

El arte de Gregorio Pardo no está lo suficientemente ponderado teniendo en cuenta la calidad de la obra que se le atribuye, siempre eclipsada por la sobresaliente obra de su padre en el foco burgalés. En ella aflora un eclecticismo de influencias que el escultor sabe canalizar para concretar un propio estilo caracterizado por un gran refinamiento y la búsqueda de la belleza formal al modo italiano, lo que ha inducido a pensar una posible estancia en Italia que no está documentada. En su obra, sobre el sustrato de su formación en la corrección de formas y depuradas técnicas junto a Felipe Bigarny y Damián Forment, se advierte una decantación hacia las expresivas formas manieristas de Alonso Berruguete y, en algunas figuras escorzadas, la influencia de las experiencias de Juan de Juni.

Según apunta Azcárate, entre la obra de Gregorio Pardo figura una serie de pequeños y exquisitos medallones en alabastro, especialmente italianizantes, que siguiendo un modelo creado por Diego de Siloé, fueron elaborados por Gregorio Pardo4. Entre ellos se pueden citar el conservado en la catedral de Burgos, tenido por obra de Diego de Siloé y conservado durante muchos años en la sacristía de la capilla del Condestable, otros dos en el Metropolitan Museum de Nueva York y en el Victoria & Albert Museum de Londres, y finalmente el del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

EL RELIEVE ALABASTRINO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO

Este refinado relieve, de delicadas formas, esmerada ejecución técnica y con el atractivo brillo cerúleo que el alabastro proporciona, es una buena muestra de la adaptación de los escultores hispanos a los modelos renacentistas procedentes de Italia, siendo en este caso Gregorio Pardo quien, al trabajar un tipo de piedra con aspecto de mármol, sin tener que recurrir a los inconvenientes técnicos de la madera policromada, logra una belleza formal que bien podría pasar por una obra genuinamente italiana.

El relieve presenta un formato ovalado en el que se inscribe la figura de la Virgen, sedente, sujetando un libro de lectura interrumpida y visible hasta algo más abajo de la cintura, siguiendo los modelos asentados por los pintores y escultores quattrocentistas italianos —Lippi, Della Robbia, Botticelli, etc.—, mientras mantiene en su regazo, con gesto de delectación, la dinámica figura del Niño, lo que confiere a la escena devocional un sentido intimista, como intimista debió de ser el destino de este tipo de obras, muy apropiadas para pequeños oratorios tanto por su tamaño como por su condición de objeto suntuario.

Las figuras siguen una composición que, como en los tondos italianos, se adapta a la curvatura del marco configurando un medallón, con la Virgen en posición de tres cuartos y el Niño de perfil. La figura femenina presenta su cabeza inclinada siguiendo el gesto amoroso y sumiso especialmente difundido por los pintores italianos, con su máxima expresión en los tondos de Botticelli, fundiendo en la cabeza un rostro melancólico, a la manera de Diego de Siloé, con un pronunciado escorzo que recuerda las experiencias de Juan de Juni. Por su parte, la expresiva y naturalista figura del Niño encuentra su precedente en las sacras maternidades en terracota de los Della Robbia, que, como innovadora iconografía, fueron acertadamente filtradas en España por Felipe Bigarny en Castilla y Damián Forment en Aragón.

En un deseo de dignificar la imagen, el escultor recubre a la Virgen con una túnica y un ligero manto que se sujeta al pecho con un broche, siguiendo el modelo utilizado por Fra Angélico en sus Madonnas, añadiendo sobre la cabeza una toca que, en forma de finas láminas, se hincha y ondea agitada por una inexplicable brisa, siguiendo un recurso manierista muy próximo a Berruguete, lo mismo que los pliegues menudos.

Como queda demostrado, Gregorio Pardo se muestra como un excelente intérprete de las figuras infantiles, patente en los seis ángeles que acompañan a la Virgen en el relieve de la Asunción del Museo Arqueológico Nacional, con una vivacidad y una delicadeza heredada de los modelos alabastrinos de Damián Forment, en este caso con la mano del infante sobre el cuello de la Virgen, un gesto que es posible que responda al deseo de presentarla como la nueva Eva, lo que unido a la presencia del libro sobre la rodilla, relaciona la iconografía con los grandes tondos de Felipe Bigarny en los sepulcros de los Avellaneda (Museo Nacional de Escultura).

Las sutiles aportaciones a la escultura renacentista española de Bigarny, Forment, Berruguete y Juni, aparecen en este pequeño relieve fusionadas hábilmente a través de un sentido eclecticismo cuyo afán, a través de una estética plenamente italianizante, es dotar a la escena de una belleza formal realmente extraordinaria. De modo que una obra de tan pequeño tamaño viene a proclamar la grandeza artística de un escultor tan desconocido como Gregorio Pardo, cuyas obras en alabastro, como en el caso de Felipe Bigarny, Diego de Siloé, Alonso Berruguete, Manuel Álvarez, etc.,  alcanzan las cotas más sublimes de la escultura renacentista castellana.     

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


NOTAS

1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo monumental de la Provincia de Valladolid, Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid, Tomo XIV, parte primera. Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p. 20.

2 BRASAS EGIDO, José Carlos: Guía artística de Valladolid. Ed. Lancia, León, 2005, p. 23.
La personalidad artística de Gregorio Pardo, destacado escultor de la escuela burgalesa del siglo XVI, todavía es un trabajo pendiente de definir en nuestros días.

3 GARCÍA GAINZA, Mª Concepción: El siglo del Renacimiento en España. La Escultura. En "Historia del Arte Español", bajo la dirección de Joan Soreda. Akal Ediciones, Madrid, 1998, p. 158.

Izda: Luca della Robbia. Madona con Niño, 1440. Col. particular
Dcha: Botticelli. Madonna con el Niño y ángeles, 1500. Col. Corsini, Roma
4 AZCÁRATE RISTORI, José María: Escultura del siglo XVI. Ars Hispaniae, vol. 13, Madrid, 1958, p. 69 y 227.









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