30 de octubre de 2009

Un museo interesante: El MUSEO DE LA MÚSICA de Urueña (Colección Luis Delgado)



En pleno corazón de Castilla, enclavada en la Tierra de Campos y situada en las estribaciones de los Montes Torozos, ha resistido el paso del tiempo en la provincia de Valladolid la villa medieval de Urueña, todo un reducto de nuestra historia que últimamente ha sabido reinventarse gracias a la iniciativa, el talento, la generosidad y el trabajo de Joaquín Díaz y Luis Delgado, dos personajes muy difíciles de definir porque en ellos concurren los méritos de ser grandes músicos y compositores, investigadores y musicólogos de reconocimiento internacional y sobre todo intelectuales infatigables, cuya labor realizada ha sido ya suficiente para que sus nombres figuren con letras de oro en los anales de la cultura de nuestro tiempo.

Gracias a ellos, la que antaño fuera cabeza del Infantado de Valladolid, hoy pervive convertida en Villa del Libro, un sugestivo título logrado tras el asentamiento dentro de sus murallas de dos instituciones que infundieron nueva vitalidad a tan pintoresco recinto y que son todo un lujo del que gozan los vallisoletanos: La Fundación Joaquín Díaz (Centro Etnográfico) y el Museo de la Música.

La FUNDACIÓN JOAQUÍN DÍAZ, con sede en la Casona de Urueña, un edificio del siglo XVIII que pertenece a la Diputación de Valladolid, es gestionada personalmente por Joaquín Díaz, que con esfuerzo y rigor ha logrado convertir el centro en un prestigioso referente internacional respecto al estudio, la conservación y la transmisión de un legado cultural centrado en la etnografía y el folklore. Poco podemos decir a estas alturas que no se haya dicho, tan sólo recordar que las diversas colecciones que pueden contemplarse o ser objeto de investigación fueron cedidas por su “alma mater”, contando en la actualidad con apartados que no dejan de crecer, tales como la colección de instrumentos musicales tradicionales de Castilla y León, la colección discográfica, la colección de gramófonos, la fonoteca, las colecciones de pliegos de cordel, aleluyas, grabados y fotografías o la colección de campanas, así como la publicación de la “Revista de Folklore” y la revista “Parpalacio”, la edición de discos y la Biblioteca abierta a la consulta, a la que se suman ocasionales exposiciones temporales, siempre de un interés extraordinario.


Menos conocido es el MUSEO DE LA MÚSICA, único en España por sus características, en cuyas dependencias se exhiben permanentemente 500 instrumentos de todo el mundo, tradicionales y modernos, de una colección de más de 1.000, reunidos con paciencia, sacrificio y, sobre todo, vocación, por el madrileño Luis Delgado, un músico que además es capaz de tocar la gran mayoría de ellos y cuya generosidad nos permite compartir un legado que supone un interesantísimo complemento a la Fundación Joaquín Díaz, lo que convierte a la villa de Urueña en referente obligado para todos los amantes de la música tradicional.

Los instrumentos de viento, cuerda y percusión, con una enorme diversidad de formas, diseños y materiales, aparecen clasificados según su procedencia geográfica, aunque entre ellos se pueden establecer cuatro apartados. El primero está constituido por piezas únicas, a modo de reconstrucciones arqueológicas tras un riguroso proceso de investigación, que han sido elaboradas por músicos y luthiers a partir de la iconografía medieval que aparece en tallas, pinturas, códices y miniaturas.

El segundo apartado lo constituyen instrumentos adquiridos por Luis Delgado en distintos países del mundo, siendo símbolos de diferentes culturas, todos ellos con una técnica y una historia particular. El tercer apartado está formado por aquellos instrumentos donados al Museo por personalidades de la música, prevaleciendo el significado sentimental de cada uno de ellos. En el último apartado están aquellos instrumentos de los siglos XVIII al XX que presentan en su acabado decoraciones vistosas y delicadas que les convierten en objetos preciosos.

La colección pone de manifiesto el ingenio y la creatividad humana para crear el arte intangible de la música a partir de materiales tan variados como la piedra, el barro, el hueso, la piel, la madera y los metales. Al atractivo de sus sonidos se suma la variedad de formas y los trabajos que convierten a algunos instrumentos en auténticas obras de arte.

Para su exhibición se construyó un nuevo edificio diseñado con este fin, con una gran sala de dos alturas en las que se abren vitrinas que permiten una adecuada contemplación. Pero además se trata de un museo vivo, ya que estos instrumentos, todos en perfecto estado de conservación, son utilizados, tanto por Luis Delgado como por diferentes grupos, en los trabajos de conciertos, grabaciones y conferencias.

Más información: http://www.luisdelgado.net/museo.htm

LUIS DELGADO

Luis Delgado nace en el barrio de Chamberí, en Madrid el 16 de Julio de 1956 y realiza sus estudios de música con D. Manuel Grandío. Su primer concierto lo da a los 14 años como miembro de la Orquesta de Laudes "Gaspar Sanz", y desde ese momento ha pertenecido a formaciones musicales de diversos tipos y estilos: "Imán" (rock andaluz); "Atrium Musicae" (música antigua); "Babia" (fusión Oriente-Occidente); "Finis Africae" (fusión étnica), "Cálamus" (musica medieval española ), "La Musgaña" (música tradicional), "Musica Antigua" de Eduardo Paniagua, grupo hispano-marroquí "Ibn Baya", etc. Entre sus trabajos como productor podemos encontrar nombres como Amancio Prada, Joaquín Díaz, María del Mar Bonet, Nuestro Pequeño Mundo, Emilio Cao, Luis Paniagua, Javier Bergia, habiendo colaborado también en grabaciones del Grupo de Musica Antigua Alfonso X El Sabio, Pablo Guerrero, Oskorri, Vainica Doble y Kepa Junkera. En la actualidad, además de sus constantes conciertos como intérprete y compositor, forma parte del "Quarteto Medieval de Urueña", colabora habitualmente con el grupo francés de música medieval "Le Tre Fontane" y acompaña a Amancio Prada en directo.

A ello se suma su labor como compositor para distintos planetarios, entre ellos los de Nueva York y Madrid, la composición de bandas sonoras para series de televisión y músicas para ballet y teatro, teniendo publicados 20 discos como artista solista, 22 como miembro de distintos grupos, y haber producido más de 50 trabajos y colaborado en más de 100 grabaciones. Por todo ello ha recibido prestigiosos galardones de carácter nacional e internacional.


Su último trabajo, recogido en el disco “As-sirr”, está dedicado a las muwaxahas, composiciones poéticas originarias de Al-Andalus en el siglo IX, que se extendieron por toda Europa hasta el siglo XIV. Al conservarse los textos, pero no la música, Luis Delgado ha musicado los poemas y para conseguir la máxima pureza de la música andalusí de carácter palatino ha recurrido a miembros de la orquesta del Conservatorio de Tánger, entre ellos Jamal Eddine Ben Allal, director del conservatorio, y Mohamed El Arabi Serghini, extraordinario músico y cantante solista de esta orquesta.

Una muestra de este trabajo, así como de los sonidos de algunos instrumentos del Museo de la Música de Urueña se puede apreciar en el vídeo que se adjunta.

Informe: J. M. Travieso (Información extraida de la web de Luis Delgado).
* * * *

29 de octubre de 2009

Exposición: BRILLOS EN BRONCE. COLECCIONES DE REYES, del 9 de noviembre 2009 al 24 de enero 2010



El día 9 de noviembre se inaugura en el Palacio Real de Madrid la exposición “Brillos en bronce. Colecciones de Reyes”, que permanecerá abierta hasta el 24 de enero de 2010. En ella se pueden contemplar treinta y cinco esculturas pertenecientes a las colecciones reunidas por los reyes de España, desde la época de los Austrias hasta los Borbones, acompañándose de pinturas, grabados y libros que ayudan a comprender las circunstancias de cada momento histórico.

La colección de esculturas en bronce tuvo como principales promotores a los reyes Felipe II y Felipe IV, tanto por los encargos realizados como por los regalos diplomáticos recibidos y los legados de algunos nobles. El gusto por el coleccionismo de piezas escultóricas fue continuado en el siglo XVIII por el rey borbón Felipe V, mostrando un cambio de gustos artísticos que afectó a todos los ámbitos del palacio, siendo Carlos IV el último rey que adquirió importantes colecciones palaciegas. La exposición permite contemplar reunido, de forma totalmente excepcional, este importante conjunto de obras que es bastante desconocido por el público, por ser conservadas habitualmente en espacios restringidos.

Entre las obras expuestas, básicamente bustos, retratos ecuestres, personajes mitológicos y figuras de animales, algunas siguen perteneciendo a Patrimonio Nacional, mientras que otras, que también pertenecieron en su día a la corona española, proceden de distintos museos nacionales y extranjeros, entre ellos el Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de la Casa de la Moneda de Madrid, el Castello Sforzesco de Milán, la National Gallery de Londres, el Detroit Institute of Arts, la Biblioteca Nacional de Francia y la Biblioteca Real de Bélgica.

Palacio Real de Madrid

HORARIO DE VISITAS
De lunes a sábado: de 9,30 a 17 h.
Domingos y festivos: de 9 a 14 h.

* * * * *

27 de octubre de 2009

Visita virtual: MI ALDEA Y YO, los recuerdos de infancia de Marc Chagall




MI ALDEA Y YO
Marc Chagall (Vitebsk, Bielorrusia 1887 - Saint Paul de Vence, Francia 1985)
1911
Óleo sobre lienzo
Museo de Arte Moderno (MOMA), Nueva York
Vanguardias siglo XX. Corriente fauvista, cubista y surrealista


     Cuando uno se encuentra ante una pintura como esta, tan desconcertante a primera vista, experimenta una enigmática atracción muy parecida a la que motivó a Pablo Picasso a hacer un comentario referido a su autor: "Cuando Chagall pinta, no se sabe si está durmiendo o soñando. Debe tener un ángel en algún lugar de su cabeza". Muy ajustado a la sensación que produce, porque en esta pintura vemos cosas reales codificadas con un lenguaje irreal, onírico, siendo posiblemente esa la clave de su atractivo.

     A primera vista observamos como elementos bien reconocibles el rostro de un hombre de gran tamaño y la cabeza de un animal similar a una oveja, así como una mujer ordeñando a una escala inferior, un trabajador y una mujer en posiciones contrapuestas, una mano que sujeta un ramo en primer plano y una serie de casas junto a una iglesia al fondo. Una mirada más detenida nos permite apreciar una línea que une los ojos de las figuras principales, las cuentas de un collar y una medalla al cuello de la que pende una cruz. A partir de ahí pueden comenzar todo tipo de especulaciones para descifrar su significado, algo que se hace imposible si no conocemos la experiencia vital del pintor.

     Cuando Marc Chagall pinta esta obra tiene 24 años y vive en París. El pintor había nacido el 7 de julio de 1887 en el gueto judío de la localidad de Vitebsk, en Bielorrusia, en el seno de una modesta familia compuesta por sus padres y nueve hermanos de los cuales era el mayor. Mientras el padre trabajaba en una fábrica de salazón de arenques, su madre se dedicaba a las tareas domésticas, sacando adelante con mucho esfuerzo a la numerosa prole. Está claro que aquellos esfuerzos paternos, especialmente los de la madre que les cuidaba, alimentaba y abrigaba en los duros inviernos, quedaron grabados en la fina sensibilidad del artista.


     En el ambiente un tanto sórdido de su pueblo natal, Marc demostró desde muy joven una especial habilidad para la pintura, pero no fue hasta 1907, cuando tenía 19 años, que pudo trasladarse a San Petersburgo para estudiar en la Escuela de Bellas Artes (Sociedad de Patrocinadores del Arte), donde pronto apreciaron sus dotes creativas. Pasado poco tiempo, un diputado de la duma, Vivaner, le pondría en contacto con Lev Baskt, un famoso escenógrafo de los Ballets Rusos. También sería Vivaner quien en 1910 le concedió una beca para poder estudiar en París. Allí permaneció hasta 1915, año en que regresa a Vitebsk y se casa con la judía Bella Rosendfeld, con la que en 1916 tuvo una hija llamada Ida.

     Durante esta primera estancia en París, cuna de las vanguardias pictóricas del siglo XX, su pintura experimentaría una transformación radical tras ponerse en contacto con las nuevas tendencias. Sobre una base formativa influida por el expresionismo ruso, comenzó a utilizar los brillantes colores aportados por los fauvistas, ajustó las composiciones a los esquemas mentales del cubismo y asumió la búsqueda formal del surrealismo, siempre permaneciendo en el límite de estas corrientes, sin penetrar plenamente en ellas. Todos estos planteamientos estéticos fueron aplicados por Chagall a unos temas basados en su experiencia personal. El alejamiento de su cultura y su tierra natal, pero sobre todo de su familia, produjeron en el artista una fuerte nostalgia que quedaría plasmada en las obras de esa época, siempre con temas referidos a los paisajes de su tierra, a los recuerdos de su infancia, al trabajo de los campesinos y a las celebraciones de la comunidad judía, que son el repertorio habitual de las obras que presentó en exposiciones de París y Berlín celebradas esos años, en las que dejó definido su personal estilo, siempre sugerente, emotivo y poético.

     En esta época, concretamente en 1911, Chagall pinta “Mi aldea y yo”, donde con su peculiar lenguaje plástico plasma el recuerdo de su madre y su deseo de reencontrarse con ella, pues ese es el contenido simbólico del cuadro.
El pintor se autorretrata como el joven que era, con el típico gorro usado por los judíos en Vitebsk y con una medalla al cuello que proclama sus creencias religiosas. En su mano sujeta un ramo de flores y frutos que deseoso ofrece a su madre. Sí, su madre está representada en forma de cabeza de cordero, pues el cordero era el centro principal de las fiestas judías, por eso identifica a su madre con lo más importante, colocándole un festivo collar y asociando el recuerdo maternal con la leche que su madre le proporcionaba en su infancia. La presencia de la vaca también expresa una añoranza por el mundo bucólico de los animales y la naturaleza de su tierra, elementos pocos habituales en el cosmopolita ambiente parisino donde recreaba sus recuerdos.


     Tampoco falta una alusión a su padre, representado a su vuelta del trabajo, en el momento en que es recibido con alegría por su esposa, alegría simbolizada por la colocación del cuerpo al revés, un recurso muy repetido por el pintor. Al fondo aparece la aldea natal que da título a la obra, destacando entre el caserío la torre de la iglesia y un pórtico en el que asoma un sacerdote o rabino, poniendo de manifiesto la importancia de los ritos religiosos en la comunidad.

     Toda la alegría al recordar a su madre está representada de acuerdo a la subjetividad psicológica planteada por Freud, lo que le proporciona un contenido surrealista, con imágenes que sugieren los recuerdos de un sueño. Formalmente, y a partir de los postulados del expresionismo ruso, en la escena recurre a una descomposición en planos propia del Cubismo, lo que le permite ordenar las ideas, con predomino en las líneas maestras de rectas y círculos, en la línea de la pintura abstracta promovida en Francia por Robert Delaunay. Las líneas rectas que delimitan los distintos planos convergen de forma radial en el punto donde se encuentra la boca del cordero, es decir, de su madre, que de forma simbólica se convierte en el principio ordenador de toda la composición. En cuanto al uso del color adopta las experiencias de los fauves, que el pintor repetirá continuamente, en este caso apreciable sobre todo en el rostro verde y en el contraste colorista entre la aldea y el cielo negro.

      Este cuadro representa una buena muestra del estilo, tan difícil de definir, que consolidó el pintor en su juventud y que mantuvo durante toda su vida. En su obra siempre se apreciaría una añoranza por su tierra y su cultura, una melancolía canalizada a través de un creativo mundo fantástico que son una respuesta vital al convulsivo mundo que le tocó vivir, sobre todo después de la Revolución Rusa de 1917 y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con las persecuciones del Holocausto, hechos que le llevaron a residir sucesivamente en Moscú, Berlín y Nueva York, aunque sería en Francia donde llegaría a encontrar su residencia definitiva, viviendo en Saint Paul de Vence, cerca de Niza, desde 1950 hasta su muerte en 1985.

Informe y tratamiento de imágenes: J. M. Travieso.

* * * * *

25 de octubre de 2009

Exposición: MAÍNO, UN MAESTRO POR DESCUBRIR, del 20 de octubre 2009 al 17 de enero 2010



En el Museo del Prado se presenta la primera exposición antológica dedicada a la obra de Juan Bautista Maíno, pintor barroco nacido en 1581 en la villa ducal de Pastrana (Guadalajara) que siguió de cerca las enseñanzas de Caravaggio y Velázquez hasta convertirse en uno de los mejores artistas de la primera mitad del siglo XVII en España, llegando a trabajar en la corte como profesor de dibujo del rey Felipe IV.

Este pintor, un tanto desconocido por el brillo de los grandes maestros del Siglo de Oro español, realizó una corta producción reducida a unas 40 pinturas, de las cuales se exponen en la muestra 35, algunas nunca exhibidas y otras procedentes de Suiza y Rusia, ofreciendo especial interés la posibilidad de contemplar las diez pinturas que integraron el Retablo de San Pedro Mártir, realizadas en 1613 cuando el pintor ingresó como dominico en Toledo, alguna de las cuales, como “La Adoración de los Pastores” y “La Adoración de los Magos” son su obra más conocida, que junto a la célebre pintura de contenido histórico “La recuperación de Bahía” (1635) se conservan en el Prado.
Complementando la obra personal de Maíno se exponen otras 31 obras pertenecientes a los artistas que más influyeron en su formación.

En torno a la exposición, se ha completado en profundidad el estudio de la obra del pintor y su biografía, difusa hasta hace poco tiempo. Hijo de un comerciante procedente de Milán, vivió en Madrid su juventud, desde donde viajó a Italia hacia 1600, en un momento en que triunfaba el naturalismo de Caravaggio, basado en el claroscuro, y el nuevo clasicismo de Annibale Carracci. De uno y de otro aplicó el dibujo vigoroso, la monumentalidad escultórica basada en la luz y el rico colorido, revelándose además como un extraordinario retratista y paisajista.

Museo del Prado, Madrid

HORARIO DE VISITAS
De martes a domingos de 9 a 20 h.
El acceso a esta exposición está incluido en el precio de la entrada para la colección permanente y será gratuito en las mismas franjas horarias establecidas para el acceso libre a la misma: de martes a sábados, de 18 a 20h; domingos y festivos, de 17 a 20h; y, durante toda la jornada de apertura, los día 19 de noviembre (Aniversario del Museo) y 6 de diciembre (Día de la Constitución).

TARIFAS
General: 8 € en taquillas y expendedores automáticos. 7€ en venta anticipada online o por teléfono.
Reducida: 4 € en taquillas y expendedores automáticos. 3.5€ en venta anticipada online o por teléfono.
Entrada gratuita: menores de 18 años, mayores de 65, desempleados y estudiantes de la UE menores de 25 años.

Más información en la página del Museo del Prado que figura en los “Enlaces interesantes” de la parte izquierda.

* * * * *

Exposición: MIRAR Y SER VISTO, del 7 de octubre al 20 de diciembre 2009



Desde el 7 de octubre hasta el 20 de diciembre en la Fundación Mapfre de Madrid se presenta la exposición dedicada al género del retrato “Mirar y ser visto”, en la que se exhiben 33 pinturas procedentes del Museo de Arte de Sao Paulo, Brasil, todas ellas pertenecientes a grandes maestros de la pintura.

La muestra está dividida en dos apartados, uno denominado “Retratos de solemnidad”, que recoge retratos clásicos de autores como Tiziano, Velázquez, Frans Hals, Van Dick, Jean Baptiste Simeon Chardin, Thomas Gainsborough, Fragonard, Goya y Henry Reaburn, y otro titulado “Retratos modernos”, con obras de Ingres, Corot, Courbet, Manet, Cézanne, Renoir, Toulouse-Lautrec, Picasso y Modigliani.

FUNDACIÓN MAPFRE – SALA RECOLETOS
Paseo de Recoletos, 23 Madrid


HORARIO DE VISITAS
Lunes: de 14 a 20 h.
De martes a sábado: de 10 a 20 h.
Domingos y festivos: de 12 a 20 h.

Entrada gratuita

Para más información: http://www.exposicionesmapfrearte.com/mirar/

* * * * *

23 de octubre de 2009

VIAJE: NACIMIENTO DEL RÍO CUERVO, LAGUNAS DE CAÑADA DEL HOYO Y CUENCA, 14 y 15 de noviembre 2009



PROGRAMA

14.11.09
Salida a las 7,10 desde parada de taxis Vallsur (Camino Viejo de Simancas) y a las 7,30 desde Plaza de Colón con dirección a la provincia de Cuenca para visitar el nacimiento del río Cuervo. Después del almuerzo salida hacia Tragacete, visita de la Ciudad Encantada y hoces. Llegada a Cuenca. Cena y alojamiento.

15.11.09
Salida a las 9 h. hacia el centro urbano de Cuenca. Visita de la catedral, museos y ciudad. Alrededor de las 12,00 h. salida para visitar las lagunas de Cañada del Hoyo. Regreso a Cuenca para el almuerzo. Al finalizar, salida de regreso hacia Valladolid, donde está previsto llegar a última hora de la tarde-noche.

REQUISITOS: Grupo máximo de 40 y mínimo de 30 personas.

PRECIO: Socio 102 € / No socio 110 € / Precio habitación individual socio 154 €
Incluye:
- Viaje en autocar
- Dossier del viaje.
- Cena, alojamiento y desayuno en el hotel NH de Cuenca.
- Habitación doble.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS:
Socios: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608419228 de 18 a 20,30 h. desde la publicación del anuncio hasta el 30.10.2009.
No socios: Del mismo modo a partir del 30.10.2009.

S.G.V.
* * * * *

22 de octubre de 2009

Historias de Valladolid: UNA ARGOLLA COLGANTE, testimonio de un cadalso en el Ochavo




Pese a las reformas y modificaciones realizadas a lo largo del tiempo en los inmuebles que configuran la céntrica Plaza del Ochavo, remodelada después del incendio de 1561, se ha respetado la presencia de una argolla que pende sujeta de una corta cadena sobre uno de los soportales. En torno a tan insignificante motivo, que suele pasar desapercibido, se fraguó una leyenda que rememora uno de los casos reales más polémicos de la historia de Castilla en el siglo XV, aquel que culminó en 1453 con la ejecución del poderoso don Álvaro de Luna y la Plaza del Ochavo de Valladolid como escenario.

TRAS EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
En la madrugada del día 22 de junio de 1453, en una apacible noche de verano, la calle Francos de Valladolid (actual Juan Mambrilla) conocía un movimiento nocturno poco habitual. Todo ello se debía a que en la casa de don Alonso de Zúñiga pasaba su última noche el Condestable don Alvaro de Luna después de ser sentenciado a muerte.

Desde su apresamiento el 8 de mayo en la casa de Pedro de Cartagena en Burgos, donde se hospedaba, se habían ido sucediendo una serie de desafortunados acontecimientos. Tras ser conducido prisionero al castillo de Portillo, se reunió en Fuensalida un tribunal especial nombrado por el rey Juan II para juzgarle. Sin respetar las reglas y procedimientos judiciales, le sentenciaron a ser degollado públicamente acusado de tiranía, usurpación de la corona y enriquecimiento personal, además de ser confiscados todos sus bienes. Todo ello obedecía a la conjura de un grupo de nobles que, teniendo motivos más que suficientes para estar disconformes con los modos de gobierno de don Álvaro, conseguían con estas acusaciones acabar con el inmenso poder que había acumulado por la confianza en él depositada por el rey.


El día había sido muy ajetreado. Una comitiva de soldados y franciscanos, al mando de don Diego de Zúñiga, había escoltado con discreción a don Álvaro desde su prisión en el castillo de Portillo hasta Valladolid para ejecutar la sentencia. Durante el camino, cuando el fraile Alonso de Espina reveló al condenado el destino que le esperaba a su llegada, don Álvaro lo aceptó con resignación y le pidió que no se apartara de él. Pero una vez en Valladolid fue conducido a la residencia de don Alonso Pérez de Vivero, ministro del rey y contador mayor del reino, al que don Álvaro había ordenado matar en su propio palacio el 30 de marzo de aquel mismo año. Allí, ante lo que suponía una afrenta, fue recibido con insultos y amenazas por parte de la viuda y los criados en medio de una tensa situación, por lo que se optó por conducirle a la casa de los Zúñiga.


Aquella noche, junto a la puerta de este palacio y en el amplio zaguán permanecía de guardia un retén que controlaba las entradas y salidas. Muy de madrugada, cuando el cielo comenzaba a clarear, el reo hizo confesión, oyó misa y comulgó acompañado de su paje Morales, tras lo cual solicitó un plato de cerezas y un vaso de vino como última voluntad. Hacia las nueve de la mañana don Álvaro, cubierto con una gran capa negra y a lomos de una mula, fue conducido por las calles de Valladolid hacia el patíbulo. En la cabecera del cortejo y realizando paradas similares a las que actualmente se realizan en el Pregón de las Siete Palabras, un pregonero iba voceando la sentencia. En una de las paradas, el pregonero se equivocó al leer el texto diciendo “servicio a la corona” en lugar de la verdadera expresión escrita “deservicio a la corona”. Don Álvaro se dirigió a él y le dijo: “Bien dices hijo, por los servicios me pagan así. Más merezco”.


Después de recorrer las calles de Francos (Juan Mambrilla), Esgueva, Angustias, Cañuelo, Cantarranas (Macías Picavea) y Costanilla (Platerías), la comitiva llegó a la plaza del Ochavo, junto a la Plaza del Mercado (Plaza Mayor), donde se había levantado un cadalso formado por un tablado sobre un soporte de piedra. En él estaba colocada una cruz, dos teas a los lados, una alfombra en el suelo y un madero con un garfio en lo alto. El deseo de ver a quien durante tanto tiempo había gozado de los favores del rey, que ahora le condenaba, hizo que la plaza estuviera muy concurrida de ciudadanos expectantes.

Cuando subió al cadalso hizo una reverencia a la cruz y dirigiéndose a su paje Morales se quitó el sombrero y el anillo y se los entregó diciendo: “Esto es lo postrero que te puedo dar”. El llanto y la pena del mozo emocionaron a todos los presentes creando un ambiente desolador. Don Álvaro levantó su mirada al cielo y vio el garfio de hierro (garvato) clavado en lo alto del madero. Dirigiéndose al verdugo le preguntó para qué era aquello. Cuando el verdugo le respondió con pesar que estaba preparado para colocar su cabeza, don Álvaro le expresó: “Después de yo muerto, del cuerpo haz a tu voluntad, que al varón fuerte ni la muerte puede ser afrentosa, ni antes de tiempo y sazón al que tantas honras ha alcanzado”. Acto seguido, colocándose bien la ropa sacó una cinta del pecho y se la entregó al verdugo diciendo: “Átame con ella, y te ruego mires si traes tu puñal bien afilado, porque pronto me despaches”. El verdugo le ató las manos, le desabrochó la camisa y puso su cabeza sobre la alfombra. De un corte certero le degolló entre los rezos de los frailes asistentes y a continuación le decapitó, siendo la cabeza mostrada a los presentes en lo alto del palo. Allí permaneció expuesta los nueve días siguientes, mientras el cuerpo fue retirado el tercer día.


Junto al cadalso, como era costumbre, se colocó una bandeja de plata para recoger limosnas para sufragar el entierro, que en esta ocasión se llenó de monedas. Como era preceptivo, el cuerpo fue trasladado en unas andas por los frailes de la Misericordia hasta la iglesia de San Andrés, por entonces una ermita situada a extramuros de la ciudad, en cuyo recinto se venía dando enterramiento a los ajusticiados y malhechores.

Pasados dos meses, el cuerpo y la cabeza fueron trasladados en solemne procesión, con la asistencia del rey, prelados y caballeros, hasta el convento de San Francisco (en la actual Plaza Mayor). Tiempo después un hermano de don Álvaro, don Juan de Zerezuela, trasladó los restos hasta la capilla que fundara el Condestable en la catedral de Toledo, donde descansa junto a su segunda mujer, doña Juana de Pimentel, que desde la ejecución de su marido firmó siempre sus documentos con el sobrenombre de "La Triste Condesa", y sus hijos don Juan y doña María, en elegantes sepulcros de mármol y alabastro. Aunque los bienes de la familia fueron confiscados, lograron conservar las posesiones que doña Juana de Pimentel llevó como dote, entre las que se incluía la villa abulense de Arenas y su castillo.
El rey Juan II enfermaría poco después de la ejecución, según algunos debido al remordimiento, tornándose su carácter en melancólico y ausente hasta su fallecimiento el 21 de julio del año siguiente.

Del relato se desprende que la argolla que pende en la Plaza del Ochavo no se utilizó durante la ejecución. Existen testimonios de que antaño la cadena aparecía colgada de la boca de un mascarón o busto de bronce colocado dentro de una tarjeta. En opinión de Sangrador y Vítores estos elementos fueron colocados por el Supremo Consejo de Castilla hacia el año 1658, dos siglos después del suceso, como forma de redimir la memoria de lo que interpretaron como una injusta sentencia pronunciada contra don Álvaro de Luna, al que consideraban leal y fiel vasallo del rey Juan II, aludiendo la argolla colocada en la boca a la falsedad con que declararon los testigos.


Tampoco se puede afirmar con certeza la fecha exacta de la ejecución, proponiendo unos historiadores el 2 de junio y otros el 5 de julio, aunque hemos elegido el 22 de junio, sábado, porque es la fecha que declara el padre Alonso de Espina, testigo presencial del ajusticiamiento.

El caso de don Álvaro de Luna fue utilizado como inspiración para mostrar en su tiempo lo variable de la fortuna, pasando bruscamente del mayor poder a la ruina. Incluso Jorge Manrique alude en sus “Coplas” al drama del Condestable para presentarle como símbolo de la brevedad de las glorias mundanas.
De igual manera, el caso fue recogido en variadas leyendas, como la de la hechicera de Valladolid que vaticinó su defunción. Ante la pregunta de don Álvaro sobre su final, la vidente le predijo su muerte en cadalso, respuesta que interpretó como la villa de Cadalso, uno de los pueblos de su señorío de Escalona, junto a Toledo, que nunca más quiso visitar.

EN TORNO A DON ALVARO DE LUNA
Don Álvaro de Luna había nacido en Cañete (Cuenca) hacia 1390. Su padre, de idéntico nombre, fue copero mayor de Enrique III y descendía del linaje aragonés de los Luna, teniéndole, como hijo bastardo, con María Fernández de Jaraba. Llegado a la corte de Castilla en 1408, allí se ganó la confianza del joven monarca Juan II, pasando de ser paje del rey a ocupar los puestos de Condestable, Gran Maestre de la Orden de Santiago y privado del monarca, un papel similar al de valido, concentrando tanto poder y riqueza que venía a ser considerado como un segundo rey, siendo el verdadero gobernante durante buena parte del reinado de Juan II.

Entre otra titulaciones alcanzaría las de Señor de Ayllón, de Escalona, de Mombeltrán, de La Adrada, Conde de Santisteban de Gormaz, Duque de Trujillo, Duque de Arjona, Conde de Ledesma, jefe de Toledo y dueño de Peñafiel, siendo tal la extensión de sus señoríos que se ha cuantificado en cien mil el número de sus vasallos directos.


Ello fue fruto de su contribución al fortalecimiento de la monarquía, después de haber creado un grupo, una especie de partido político, que luchó contra la nobleza, tanto frente a los infantes de Aragón como frente a la poderosa oligarquía castellana. Durante su vida conoció tres momentos bien definidos como gobernante: ascenso, apogeo y declive. Cada uno de ellos vino marcado por un acontecimiento determinante, como la eliminación de los infantes de Aragón del escenario castellano en 1430, la sonada victoria de 1445 en la batalla de Olmedo y su condena a muerte en 1453 después de cuarenta años de servicio al rey.

Hechos determinantes de su decadencia fueron el matrimonio, en segundas nupcias, del inestable Juan II con Isabel de Portugal, que siempre consideró al Condestable como un enemigo acérrimo, la sublevación de Toledo en 1449, como protesta ante los exagerados impuestos, y la permanente conspiración de la nobleza, que le acusaba de mantener una actuación tiránica. A pesar de ello, supo mantener su enorme poderío hasta que perdió la confianza del rey.

Ilustraciones: 1 Argolla colgante en la Plaza del Ochavo de Valladolid. 2 y 3 Fachada y patio de la Casa de los Zúñiga, donde don Álvaro de Luna pasó su última noche. 4 Vista parcial de la Plaza del Ochavo, escenario de la ejecución. 5 Monumento a don Álvaro de Luna en Cañete, su pueblo natal, obra de Javier Barrios. 6 Sepulcro de don Álvaro de Luna y doña Juana de Pimentel en la capilla de Santiago de la catedral de Toledo.

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944828


* * * * *

21 de octubre de 2009

Exposición: THE SACRED MADE REAL, del 21 de octubre 2009 al 24 de enero 2010


LO SAGRADO HECHO REAL (1600-1700), ARTE RELIGIOSO ESPAÑOL EN LA NATIONAL GALLERY DE LONDRES

Hoy 21 de octubre se inaugura en la National Gallery de Londres una exposición temporal que acercará a los ingleses y turistas internacionales un tipo de arte desconocido en aquella cultura, un conjunto de piezas representativas de la más alta calidad conseguida por los escultores españoles del Siglo de Oro, especializados en madera policromada. En la muestra se agrupan 16 obras de los autores más significativos de las escuelas castellana y andaluza, como Gregorio Fernández, Martínez Montañes, Juan de Mesa, Alonso Cano y Pedro de Mena, procedentes de Valladolid, Sevilla, Toledo y Granada.

Todas las piezas responden a un tipo de religiosidad emanada de la Contrarreforma, que encontró en la España sacralizada un cauce expresivo muy apropiado tras la petición masiva de obras por parte de cartujos, dominicos, franciscanos, jesuitas y cofradías penitenciales. Las esculturas encontrarán su contrapunto en otras 16 pinturas pertenecientes a maestros de la talla de Velázquez o Zurbarán, que igualmente desarrollan un repertorio sacro, estableciendo una yuxtaposición elocuente de ambos géneros.

En este tipo de obras barrocas destaca el hiperrealismo de las anatomías, ya que fueron concebidas para conmover, con una crudeza que se aleja de la idealización imperante durante el Renacimiento precedente. Para resaltar este efecto, los escultores recurrieron al uso de postizos, como ojos de cristal, marfil en los dientes, asta de toro en las uñas y corcho y cuero en las llagas.

Según la disposición gremial que prohibía a los escultores pintar sus propias obras, la técnica de la policromía formaba parte de la formación de los pintores, dando lugar en muchas ocasiones a que las esculturas fueran terminadas por grandes maestros, apareciendo asociados en muchas obras. Es el caso de Gregorio Fernández y Diego Valentín Díaz, Juan Martínez Montañés y Francisco Pacheco o Pedro Roldán y Juan Valdés Leal. A su vez, este aprendizaje influyó decisivamente para que muchos pintores procuraran el efecto escultórico y realista en sus cuadros.

La mayoría de estas obras no habían salido nunca de España y es seguro que causarán auténtica impresión entre los sajones. Tras la estancia en Londres, la muestra viajará a la National Gallery de Washington.

20 de octubre de 2009

Visita virtual: NEFERTITI, la legendaria belleza de la reina del Nilo




BUSTO DE LA REINA NEFERTITI
Atribuido a Tutmose

1351-1327 a. C.
Piedra caliza y yeso policromado
Nuevo Neues Museum, Berlín
Escultura egipcia


    En el Neues Museum, reinaugurado el pasado 16 de octubre en la denominada Isla de los Museos de Berlín, después de un largo proceso de rehabilitación tras ser destruido por los bombardeos sobre el Tercer Reich durante la II Guerra Mundial, acaba de recuperar su protagonismo bajo la cúpula del ala norte del museo el célebre busto egipcio de Nefertiti, la Reina del Nilo, una escultura de 3.500 años de antigüedad que es una de las piezas más conocidas del arte egipcio y motivo de enconadas polémicas.

    Esta obra maestra fue elaborada por el escultor real Tutmose, activo durante el reinado del faraón Akhenatón, encuadrado en la dinastía XVIII de la época del Imperio Nuevo de Egipto y representa a la esposa de este faraón, Nefertiti, cuya legendaria belleza estuvo en consonancia con su papel político y religioso.

     El famoso busto, de medio metro de altura, tiene la disposición simétrica habitual en la escultura egipcia de bulto y presenta el rostro idealizado de la reina, con los ojos y labios maquillados, un estilizado cuello y luciendo parte de una túnica cerrada, decorada con bandas concéntricas a modo de collares polícromos y una corona real, austeramente ornamentada, cuyo tipo no es frecuente en otras representaciones. Uno de los elementos más atractivos es su fuerte naturalismo, realzado con la colocación de ojos de pasta vítrea (carece de uno de ellos), siendo considerado desde su descubrimiento como prototipo del ideal de belleza femenino en su época, con un trabajo de perfección académica poco habitual en el arte egipcio, ceñido a las obras producidas en el Valle de Amarna.



     La obra está tallada en piedra caliza y recubierta por capas de estuco de distinto grosor, con aplicación de color sobre la capa más superficial. Esto significa que la capa visible oculta en su interior el verdadero trabajo de escultura en piedra, hecho que ha motivado un primer análisis en 1992 y otro más completo en 2007, consistente en una tomografía axial computerizada (TAC) que realizada por miembros del Imaging Science Institute de Berlín, bajo la dirección del investigador Alexandre Huppertz, ha permitido conocer precisos detalles sobre su elaboración.

     Según estos análisis, el rostro original y oculto presentaba algunas diferencias respecto a su aspecto definitivo, con rasgos que habrían sido suavizados. La verdadera escultura muestra unas mejillas menos prominentes, una nariz más abultada y distintas arrugas junto a los labios y mejillas, siendo modificados estos detalles con estuco para adaptar su aspecto a los ideales de belleza imperantes en Egipto.

     Esta escultura responde al deseo de perpetuar la imagen como medio de supervivencia en la peregrinación al otro mundo y como referente al que realizar ofrendas. Su destino era la tumba, aunque también se realizaron con fines ornamentales para palacios. Estas figuras de los faraones gobernantes asentaban la iconografía del momento, siendo común su rigidez y estatismo, su ajuste a las leyes de frontalidad y simetría y su grado de geometrización. Normalmente están realizadas en granito, basalto o piedra caliza, siendo menos frecuentes, por su carácter perecedero, la talla en madera o marfil. Se suelen acompañar de escritura jeroglífica, que identifica la figura, y en la búsqueda de naturalismo la escultura en madera y caliza suelen presentar un acabado policromado, en ocasiones con materiales incrustados, como es el caso de los ojos en esta representación de Nefertiti.


NEFERTITI EN LA HISTORIA

     Fue una reina de mítica belleza inmortalizada en numerosos templos y monumentos. Tras su matrimonio con Akhenatón, cuando tenían unos 15 años, fue declarada “Esposa Divina”, lo que aumentaba su poder terrenal y espiritual, llegando a utilizar dos cartuchos reales como los faraones.
Durante su reinado, junto al faraón Akhenatón, que duró más de 17 años, son destacables dos decisiones importantes. Por un lado, la implantación del culto monoteísta a Atón, el Disco Solar, en contra de las creencias de los sacerdotes de Karnak. Desaparecieron entonces las representaciones de los dioses con cabeza de animal, siendo el faraón quien compuso los himnos al dios Atón. Por otro, el traslado por Akhenatón de la capitalidad de Tebas a otra ciudad que tomó su nombre, situada más al sur, en la región de Tell el-Amarna, lo que supuso el paso de 50.000 personas al Egipto Medio. Esta ciudad sería destruida años después por el faraón Ramsés II, que redujo a ruinas Akhenatón, la famosa “Ciudad de la Luz”, siendo un misterio la localización del enterramiento de este faraón.

     Akhenatón y Nefertiti tuvieron seis hijas: Merytaton, Meketaton, Akhesa o Ankhesenpaaton, Neferneferuaton Tasherit, Neferneferure y Setenpenre. Akhesa, la tercera, llegaría a ser la esposa de Tutankamón, el faraón niño.

     Durante su reinado se desarrolló un tipo de arte muy peculiar, distinto al tradicional egipcio, que recibe el apelativo de arte Amarna, caracterizado por el alargamiento de las figuras, grandes vientres, caderas y glúteos marcados y cráneos alargados.


HALLAZGO DE LA ESCULTURA

     La escultura estuvo sepultada durante tres mil quinientos años en la región egipcia de Tell el-Amarna, en la ribera oriental del Nilo, en el célebre enclave en que se levantó la ciudad de Akhenatón a mediados del siglo XIV antes de Cristo. Allí permaneció hasta que fue descubierta en 1912 por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt. Se inicia entonces la historia de un expolio que todavía no ha concluido, pues el arqueólogo alemán, dispuesto a llevarse la pieza, declaró a las autoridades egipcias que se trataba de un yeso insignificante, lo que permitió sacarla del país.

     Según una reciente publicación en la edición digital de la cadena británica BBC, varios documentos del Instituto de la Alemania Oriental, que registran el encuentro entre Borchardt y un inspector de antigüedades egipcio para determinar un inventario de descubrimientos arqueológicos, según el acuerdo intergubernamental que permitía el reparto de los hallazgos en la excavaciones, ponen de manifiesto la actuación tramposa de Ludwig Borchardt ante el funcionario, que anotó la pieza como carente de valor, presentando una fotografía de mala calidad y ocultándola con facilidad, por su pequeño formato, hasta que la llevó a Alemania. Este hecho ha provocado la consideración de Egipto de un caso de expolio cultural de modo ilegal y la petición de su devolución a través de la mediación de la UNESCO, un caso similar al de la Piedra Rosetta del Museo Británico de Londres.

PERIPECIAS DE SU EXHIBICIÓN

     Una vez en Alemania, la pieza fue comprada por el empresario coleccionista James Simon, que finalmente la donó al Museo Egipcio de Berlín.
Hasta 1943 estuvo expuesta en el Neues Museum, donde su fama comenzó a atraer la atención de todo el mundo, siendo uno de sus máximos admiradores el Kaiser Guillermo II, que en 1918 se llevó una réplica a su exilio holandés.
     También fascinó a Adolfo Hitler, que negó su devolución a Egipto y se encargó de ocultarla en una mina de Turingia para ponerla a salvo de los bombardeos de Berlín en 1945, que dejaron el museo reducido a escombros.
     Las tropas estadounidenses la rescataron en Turingia, junto a toda una colección de obras de arte clásico, pasando a ser exhibida en distintos museos berlineses. Primero en las afueras de la ciudad, en el sector occidental del Muro, y a partir de 1967 en el Museo Egipcio localizado en el barrio de Charlottenburg.

     Tras la unificación alemana el busto de Nefertiti pasó al moderno edificio del Kulturforum y posteriormente al Altes Museum, en la Isla de los Museos, donde ha permanecido hasta la puesta a punto del Neues Museum por el arquitecto británico David Chipperfield, en cuyo edificio, recién inaugurado, ha mantenido los estragos de la guerra en la construcción original, junto a nuevas dependencias en las que ha utilizado el hormigón, la piedra natural y maderas escandinavas.

     La escultura ocupa un espacio de honor bajo la cúpula del museo que sobrevivió a los bombardeos, exponiéndose también en el mismo museo la escultura de su esposo, el faraón Akhenatón, junto a sarcófagos, relieves, joyas y papiros que ocupan las tres plantas recuperadas. Estos fondos, junto a los del Museo Egipcio, forman una colección de 35.000 piezas y 60.000 papiros.

Informe: J. M. Travieso.

* * * * *

19 de octubre de 2009

Bordado de musas con hilos de oro: CASTILLA, de Miguel de Unamuno


CASTILLA

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!

MIGUEL DE UNAMUNO

* * * * *

17 de octubre de 2009

Viaje: Crónica de una visita a Moscú y San Petersburgo por canales, ríos y lagos



APUNTES DE UN VIAJE INOLVIDABLE
Del 31 de agosto al 10 de septiembre 2009

Hacía mucho tiempo que teníamos proyectado realizar este viaje y nos apetecía comenzar esta aventura para ver el cambio que había experimentado Rusia, después de la caída del muro. Así pues, a finales de agosto, un grupo de personas de la Asociación salimos en dirección a Barajas para embarcarnos rumbo a Moscú. Después de una travesía aérea tranquila llegamos a la capital rusa y nada más aterrizar nos retienen en el avión hasta la subida de dos funcionarias soviéticas para efectuar el control de temperatura. El sobrecargo nos informa que como exista una persona con unos grados de más ponen al avión al completo rumbo a Madrid (buen comienzo). Afortunadamente todo el pasaje estaba en perfectas condiciones y podíamos comenzar a disfrutar de nuestro viaje.

En el desplazamiento por carretera desde el aeropuerto hasta el puerto fluvial de Moscú, pasamos por parajes maravillosos. En días posteriores pudimos constatar que la capital rusa tenía mucho que decir en este nuestro periplo. La llegada a la estación fluvial (1933-1937) nos causó una buena impresión, el recibimiento en el barco excelente, así como el alojamiento en el que sería nuestro hotel durante todos los días del crucero.


Los días pasados en Moscú fueron muy intensos y cargados de contenido, con una visita panorámica de la ciudad y a la Galeria Tretiakov, excursiones al metro moscovita y “Moscú de noche”.

Posteriormente nos esperaba la visita a la Plaza Roja, Mausoleo de Lenin, Almacenes GUM, el Kremlin (muralla, torres, puertas, armería, catedrales, el zar, la zarina, etc.), los rascacielos soviéticos, de diferente estilo a los de EE.UU., y de ahí que el propio Stalin rematara los finales de todos ellos en aguja. 8 fueron los proyectados y 7 los construidos, permaneciendo aún el solar donde estaba previsto levantar el último de ellos. La visita continúa por el Teatro Bolshoi, la impresionante la Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada, en la que asistimos a una parada militar de lo más vistosa. Monumentos y más monumentos dignos de reseñar en apuntes posteriores.


Iniciamos el crucero recorriendo más de 1300 Km (Moscú-San Petersburgo), pasando por 18 esclusas, navegando por ríos, canales y lagos (Moscova, Volga, Báltico, lagos Onega, Blanco y Ladoga), con paradas en las ciudades medievales de Uglich, Goritsi, Kizhi y Mandrogui.



Nuestro primer día transcurrió tomando contacto con las distintas actividades que estaban preparadas para todo el viaje, con charlas sobre la historia de Rusia, leves nociones del idioma ruso, manualidades (construcción y pintado de matrioshkas), degustación de vodka, representaciones teatrales, coros musicales y cine, en definitiva, un programa que nos permitiría estar ocupados durante el tiempo que estuviéramos dentro del barco.

Arrancamos la navegación por el Canal Moskva-Volga. Las obras de este canal se realizaron de 1932 al 1937, construyendo 8 centrales hidráulicas, 11 esclusas, 5 estaciones de bombeo, 11 presas, 19 puentes 2 túneles y obras e instalaciones, consiguiendo 128 Km navegables. En 1947 se le bautizó con el nombre de Canal Moskva.
Continuamos navegando por el Volga, pasamos por Kaliazin, ciudad que a principios del siglo pasado era conocida por la fabricación artesanal de encajes y que hoy en día basa su economía en la fabricación de botas de fieltro y artículos de lino.

La primera parada fue Uglich, ciudad que forma parte del famoso “anillo de oro”, de las ciudades medievales situadas alrededor de Moscú. En 1591 fue el lugar donde murió el último hijo de Ivan IV el Terrible, el príncipe Dimitri. A pesar de que parte de su patrimonio fue destruido, la creación de la central hidroeléctrica ofreció a la ciudad numerosas ventajas y también el asegurar el abastecimiento de agua a toda la población a través del Embalse de Uglich, con una superficie de 249 Km2. Los edificios que se conservan Iglesia de la Dormición, el Monasterio de la Resurrección con sus cúpulas plateadas, la Iglesia de San Dimitri Ensangrentado, etc., son de un gran valor histórico artístico.


Dejamos atrás Uglich y pasamos por el Embalse de Rybinsk, construido para contener las aguas de los ríos Volga y Sheksna, llenándose entre los años 1941 al 1947, tiene una superficie de 4.580 m2 y alcanza una longitud de 140 Km., continuamos por el río Sheksna hasta efectuar nuestra segunda parada, fue en Goritsi, a 8 Km de la localidad de Kirilov, situada a la orilla izquierda del río Sheksna, su mayor atracción turística es el Monasterio de San Cirilo del Lago Blanco, conjunto arquitectónico que pertenece a las obras preclaras del arte ruso y que fue fundado a finales del siglo XIV por Cirilo archimandrita del Monasterio de San Simeón de Moscú, que con 60 años abandonó esta ciudad y siguiendo la voz de la Virgen se dirigió hacia el norte fundando este Monasterio, que se convertiría en centro de peregrinación. San Cirilo murió 30 años después de su fundación.

Reanudamos la navegación pasando por el Lago Blanco, el cual con una longitud de 46 Km. y una anchura de 33 Km., alcanza una superficie de 1.125 Km2. Tiene este lago una particularidad y es que frecuentemente el viento del norte provoca unas tormentas muy fuertes, dificultando la navegación por el mismo. Una vez pasado entramos en el Canal Volga-Báltico, abierto en 1964, que es el más largo del recorrido entre Moscú y San Petersburgo, con 360 Km. de longitud. Pasado éste navegamos por el río Kovzha, con 107 Km. de largo, hasta alcanzar el Lago Anega, que es el segundo lago de Europa por sus dimensiones después del Ladoga, con una superficie de 9.610 km2, 248 km. de longitud y 83 km. de anchura. Allí son frecuentes las tormentas con olas que a veces se elevan más de tres metros y es famoso por sus amaneceres y puestas del sol. Después llegamos a Khizi, pequeña isla que con sus 8 km de longitud cubiertos de verdes prados y algún bosque contiene unas magnificas construcciones. Visitamos la ciudad bajo una lluvia torrencial, pero merecía la pena por la belleza de la Catedral de la Transformación, la Iglesia de la Resurrección de Lázaro y el Museo de Arquitectura Rusa Antigua al aire libre.


Nuestra partida de Kizhi sirvió para continuar avanzando por el río Svir, que con una longitud de 224 km. de largo une el Lago Onega con el Ládoga. Pasamos por poblaciones como Podporozhie y Petrozavodsk hasta llegar a Mandrogui, última parada antes de San Petersburgo. Durante la guerra de los años 1941-1945, la aldea de Verkhnnie Mandrogui que contaba con 29 casas ardió completamente. En 1996 empezó a restaurarse, siendo hoy día parada obligada de todos los barcos de crucero, para poder disfrutar del complejo de villas adornadas con tallado de madera en balconadas y barandillas, con cuadras, granjas y hasta un pueblecito artesanal, con sus maestros artesanos, que crean objetos de arte, enseñando sus conocimientos muchas veces complicados y hasta en algunos casos casi perdidos, tales como tejer, bordar, pintar matrioshkas, tallar madera o hacer objetos de alfarería.

Partimos de Mandrogui con una navegación muy tranquila por el río Svir, adentrándonos en el Lago Ladóga, el cual con sus 219 km. de longitud, sus 83 km. de anchura y con una profundidad media de 50 metros, se extiende sobre una superficie de 18.400 km. cuadrados, conteniendo 500 islas, por lo que está considerado el lago más grande de Europa. En Petrokrepost entramos en el río Neva, con el que llegaríamos a nuestro destino final, San Petersburgo. Esta ciudad fue en su día una fortaleza sueca que controlaba las proximidades del río Neva. Está surcada por 86 ríos, canales de 300 km. de longitud y más de 100 islas en la parte del delta del río.


En 1914 el zar Nicolás II cambió la denominación alemana de San Petersburgo por la denominación rusa Petrogrado. Después de la muerte de Lenin en 1924, y en su honor, Petrogrado recibió el nombre de Leningrado. Tras el hundimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la ciudad recuperó el antiguo nombre de San Petersburgo en 1991.

Los días pasados en San Petersburgo fueron muy intensos y llenos de contenido. Visitamos la Catedral de San Isaac, la de Nuestra Señora de Kazán, la célebre Perspectiva Nevski, Fortaleza de Pedro y Pablo, el Museo del Ermitage, el Teatro Palace, donde asistimos a la representación del ballet clásico “El Lago de los Cisnes”, el Palacio Pushkin (con la visita al salón de ámbar y los jardines). También estuvimos en la residencia de verano de Pedro I (Petrodvorets), realizamos un paseo por el río y los canales de la ciudad, en definitiva, visitas a los lugares, monumentos y edificios más importantes de San Petersburgo.

Finalizamos el viaje con una cena en el Palacio del Gran Duque Nicolás y con la sensación de que los 11 días pasados habían sido insuficientes para ver todas las maravillas que contiene este país.

Fotografías: 1 Grupo participante. 2 y 3 Moscú. 4 Mandrogui. 5 y 6 San Petersburgo.

Informe y fotografías: Antonio Adrados
* * * * *

16 de octubre de 2009

Exposición: COFIAS HOLANDESAS, MANTILLAS ESPAÑOLAS Y PAÑOS DE OFRENDA, del 19 de octubre al 29 de noviembre 2009



El próximo lunes 19 de octubre y de forma extraordinaria, el Museo Etnográfico Provincial de León de Mansilla de las Mulas (León) permanecerá abierto desde las 17 hasta las 20 horas para acoger la presentación e inauguración (17:30 h.) de una exposición temporal única en su género y su contenido: “Cofias Holandesas, Mantillas Españolas y Paños de Ofrenda”, que permanecerá hasta el 29 de noviembre de 2009, coincidiendo con la presencia en el Museo de la visita de los participantes del X Congreso Internacional del Encaje (que este año gira alrededor de la figura de la reina Juana I de Castilla, organizado por la Asociación del Encaje de Castilla y León), así como la realización del “Programa Pieza del Mes” (18:00 h.), que en esta ocasión contará con la Etnógrafa Dña. Concha Casado, que disertará y guiará sobre “El Paño de Ofrendas de la colección Julio Carro Carro”, y las tradiciones sociales y religiosas que representan.

Para más información sobre la Exposición o sobre la "Pieza del Mes" consultar el blog del Museo en la dirección http://www.etnoleon.blogspot.com/ o la web http://www.etnoleon.com/

Museo Etnográfico Provincial de León
C/San Agustín, nº 1, Mansilla de Las Mulas (León)
HORARIO DE VISITAS
Mañanas de 10 a 14 h. / Tardes de 16 a 19 h.
De abril a octubre: Mañanas de 10 a 14 h./ Tardes de 17 a 20 h.
Lunes cerrado


* * * * *

15 de octubre de 2009

Historias de Valladolid: EL PISUERGA ENFURECIDO, 4 de febrero de 1636




Quienes pasan junto a los muros de tapial del convento de la Concepción del Carmen, en la Rondilla, conocido popularmente como el convento de Santa Teresa, se encuentran con una cruz de madera incrustada en ellos. Y debajo una lápida de piedra con una inscripción incisa que a primera vista puede parecer una oración, ya que está presidida por el emblema de la orden carmelitana, pero si uno se acerca puede comprobar que se trata de un hito que, con las abreviaturas habituales de la escritura barroca, indica la altura que alcanzaron unas aguas furiosas: “Aqvi llego el Pisverga a 4 de febrero año 1636. Alavado sea el Santísimo Sacramento”.

Pasear por la ribera del río en la actualidad a su paso por la ciudad, sobre todo en las estaciones de verano y otoño, puede deparar distintas sorpresas románticas, como encontrarse surcando las aguas a “La Leyenda del Pisuerga”, barco que realiza trayectos turísticos, afiladas embarcaciones pertenecientes a los miembros del Club de Piragüismo y marineros vocacionales y parejas enamoradas a bordo de sencillas barcas de remos de alquiler. Pero también una gran variedad de flora y fauna, como agrupaciones de lirios y grupos de patos como los que figuran en la ilustración 3. Pero no hay que dejarse engañar por esas aguas tranquilas porque todos los años en invierno, tras el deshielo en el norte de Palencia, las aguas aumentan de caudal y en ocasiones se enfurecen y amenazan, causando auténticos quebraderos de cabeza a los habitantes de sus orillas y más allá. A ello se refiere la inscripción de la Rondilla de Santa Teresa.


Pasado el 20 de enero de aquel año de 1636, las aguas del Pisuerga comenzaron a bajar turbias y abundantes, hecho que fue recibido incluso con cierta alegría por buena parte de los ciudadanos de Valladolid, que todavía tenían en su memoria los catastróficos efectos producidos, hacía tan sólo cinco años, por la devastadora sequía que se había prolongado desde 1629 a 1631, provocando, tras la pérdida de las cosechas, una situación angustiosa de hambre y miseria, llenando las calles de la ciudad de personas desesperadas, especialmente aquellas pertenecientes a las clases más desfavorecidas, que llegaban a morir literalmente por desnutrición.

Pero de un día para otro la abundancia de agua se tornó en alarma, ya que al rápido deshielo en la zona norte palentina, que hacía subir día a día el nivel del Pisuerga a su paso por Valladolid, se vino a unir una lluvia persistente que no paró durante más de dos días, lo que hizo cuadriplicar la anchura natural del río, anegando, a su paso por la ciudad, el entorno de los conventos más próximos, como San Agustín y San Benito, así como algunas calles del barrio de Tenerías, vecinas de la parroquia de San Ildefonso.

Pero hubo más. Justamente durante esos días grises y lluviosos, con tintes de malos presagios para las mentes supersticiosas, una noticia luctuosa vino a sacudir la vida cotidiana de Valladolid, corriendo de boca en boca primero por el barrio de San Ildefonso y después por toda la ciudad: en aquel plomizo 22 de enero de 1636 fallecía el escultor Gregorio Fernández en su casa de la calle del Sacramento (actual Paulina Harriet). Desaparecía el timón artístico que marcaba el rumbo de los talleres de imaginería activos en la ciudad y desaparecía una persona que demostró a lo largo de su vida una gran generosidad, como se evidenció en aquellos días de hambruna tan cercanos. Toda la ciudad lo lamentó sinceramente, pues una cosa y otra venían a enrarecer el momento de decadencia económica que vivía la ciudad.


En los días sucesivos, la fuerza y el caudal de las aguas se hizo imparable, pero no sólo en el Pisuerga, sino también en los diferentes ramales del Esgueva, que vinieron a complicar la situación al no poder evacuar sus aguas debido a la crecida, desbordándose el cauce en todas las direcciones. Al cabo de una semana y ante la impotencia de sus moradores, comenzaron a arruinarse muchas viviendas de las zonas anegadas, sobre todo aquellas construidas en adobe.

Pero sería el 4 de febrero cuando la bravura de las aguas alcanzó su punto culminante. Ese día el caudal del Pisuerga había subido hasta 12 metros, rebasando el Puente Mayor e inundando a su paso las dos orillas. En la ribera derecha del río, al otro lado del puente, se vieron dañados el monasterio de los Santos Mártires, los conventos de la Victoria y San Bartolomé, el hospital de San Lázaro y la huerta del Palacio de la Ribera, con sus embarcaderos y el ingenio que desde hacía casi veinte años suministraba el agua subiéndola del río.

Ni que decir tiene que en el entorno del centro urbano el desastre fue aún mayor. Se inundó el convento de Santa Teresa, en cuyo muro fue colocado posteriormente el testigo con el que empezamos esta crónica, y buena parte del humilde caserío circundante, donde los efectos de la inundación fueron desastrosos; las aguas penetraron en el convento de San Nicolás y en el colegio de San Gabriel; el convento de San Quince, a excepción de la iglesia, quedó completamente arruinado; las aguas anegaron los bajos del Palacio del Conde de Benavente y penetraron igualmente en las dependencias de San Agustín y San Benito, donde causaron verdaderos destrozos. Finalmente, los niveles de agua cubrieron la plaza de la Rinconada, por detrás del Ayuntamiento.
Río abajo, se vieron afectadas seriamente la iglesia de San Lorenzo, la Cárcel de la ciudad y la Casa de la Moneda (los tres edificios en la calle de San Lorenzo), lo mismo que el Corral de Comedias (en la actual Plaza de Martí y Monsó), llegando a rebasar las aguas el pretil del Espolón Viejo (parte trasera de la actual Academia de Caballería, donde confluía el ramal sur del Esgueva).


Como ya se ha citado, otro barrio muy afectado fue el de San Ildefonso y los alrededores de las Tenerías, que supuso la ruina para aquellos activos talleres. Algo más al sur las aguas hicieron inhabitable el convento de Capuchinos (calle Capuchinos Viejos), viéndose obligadas las comunidades religiosas a poner a salvo sus bienes más preciados en conventos alejados del río.


Otras tantas calamidades provocaron las aguas ramificadas del Esgueva, que convertidas en enormes lagunas anegaron buena parte del centro urbano. El ramal que discurría más al norte derribó las tapias del convento de la Madre de Dios y arruinó numerosas casas de la Solana Alta (calle Marqués del Duero) y de las calles Esgueva, Moros y Carnicerías, que se convirtieron en pocos días en canales venecianos. También se inundaron las calles del Cañuelo (tramo de la calle de las Angustias próximo a la iglesia), Cantarranas (Macías Picavea), la Costanilla (Platerías), Especería y la Rinconada, donde las aguas se juntaban a las del Pisuerga. Los efectos del ramal sur igualmente fueron muy perniciosos, destruyendo la enfermería del convento de San Felipe de la Penitencia (en la actual Plaza de España).


El balance de la fatídica quincena no pudo ser más desolador. Fallecieron sepultadas entre los escombros y arrastradas por el agua 150 personas. Según un informe enviado al Rey se afirma que el agua inutilizó 20 iglesias, 12 conventos y numerosas dependencias oficiales, provocando el derrumbe de 500 casas, aunque las heridas de ruina afectaron a más de 800. Las pérdidas de productos almacenados en bajos y bodegas fueron inmensas, provocando la ruina de numerosas familias. En las Actas Municipales se hace constar que la ciudad está en un estado de postración “tan grande que es imposible explicarle”.

La ocasión también puso de manifiesto la solidaridad vecinal, en algunos casos con comportamientos heroicos, aunque igualmente se dieran casos esporádicos de pillaje. Algunos vallisoletanos devotos en aquella sociedad sacralizada, acudieron temerosos a pedir la intercesión de la Virgen de San Lorenzo, patrona de los aguadores, cuya imagen había sido puesta a salvo precipitadamente en la iglesia de la Pasión, siendo trasladada después, con toda solemnidad, hasta la Catedral.

En los siglos sucesivos el Pisuerga hizo nuevas incursiones con vehemencia, como ocurriera en 1739 y 1788, pero nunca como en aquella ocasión. Es fácil imaginar el pulso parado de la ciudad ante semejante amenaza, ya que la última ocasión en que las aguas llegaron desafiantes es muy reciente, concretamente el 6 de marzo de 2001, aunque ante aquella amenaza permanente se han realizado en las riberas obras públicas de contención que impiden que la fuerza de aquel desastre se repita.

Al recuperar en la memoria aquellos fatídicos días, queremos tener un recuerdo para aquellos vallisoletanos desesperados que vivieron sentimientos tan intensos y para los ciudadanos generosos que mostraron su solidaridad en aquella fecha sombría que con tanta discreción aparece escrita en el austero muro del convento fundado por Santa Teresa en Valladolid.

Ilustraciones: 1 y 2 Lápida del convento de Santa Teresa. 3 Fauna en el río Pisuerga. 4 La calle Esgueva inundada en 1924. 5 La Rosaleda anegada el 6 de marzo de 2001 (Foto J. Gómez). 6 El Pisuerga a su paso por el Puente Mayor de Valladolid en enero 2010.

Informe y fotografías 1, 2, y 3: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944835


* * * * *

11 de octubre de 2009

Proyección: Viaje Vietnam-Camboya, 29 de octubre 2009



El jueves 29 de octubre, a las 19 horas, en el Salón de Actos de Caja Circulo, calle Claudio Moyano 8 de Valladolid, se proyectará un montaje fotográfico del viaje realizado por Domus a Vietnam y Camboya durante julio y agosto de 2009.

Todos los socios y simpatizantes interesados están invitados a este acto.

* * * * *