SAN ANTÓN
ABAD
Gregorio
Fernández (Hacia 1576, Sarria, Lugo - Valladolid 1636)
1609-1613
Madera
policromada
Iglesia de
los Santos Juanes, Nava del Rey (Valladolid)
Escultura
barroca española. Escuela castellana
En el testero de la nave de la Epístola de la
iglesia parroquial de los Santos Juanes de Nava del Rey, se encuentra un
retablo barroco de aire clasicista en cuya hornacina principal se cobija esta
espléndida escultura de San Antón Abad. No existe ninguna referencia documental
que fundamente la autoría de Gregorio Fernández, aunque en este caso, como en
tantos otros, la genialidad del maestro gallego rezuma por los poros de la
madera, siendo una figura dotada de un ímpetu, una rotundidad y una vivencia
interior ajenos a la mayoría de sus seguidores y de los escultores
contemporáneos en el ámbito de Valladolid.
Dicho retablo tiene una historia que viene a
complicar las cosas. Fue contratado el 2 de agosto de 1609 por el ensamblador
Juan de Muniátegui, colaborador y amigo de Gregorio Fernández, que se
comprometía a entregarlo, con una traza que incluía seis pinturas y la
escultura titular, en la Pascua de Resurrección del año 1610. Sin embargo, este
ensamblador murió cuando trabajaba en el encargo, por lo que la entrega forzosamente
se demoró. Ello motivó que el Ayuntamiento de Nava del Rey rechazase la entrega
del retablo, dando lugar a que los herederos de Muniátegui establecieran un
pleito que la Chancillería de Valladolid sentenció en 1613 a su favor,
obligando a los regidores navarreses a cumplir lo acordado.
En dicho
pleito declaró como testigo Diego de Anicque, uno de los oficiales de confianza
de Muniátegui, que figura en el litigio como "maestro arquitecto vecino de Valladolid". En el proceso Diego
de Anicque incomprensiblemente afirmaba que tras la muerte de Muniátegui fue él
quien "hizo y fabrico el dicho
retablo y bultos de señor San Antón y el de la cochinilla"1.
No obstante, aunque efectivamente este fue el artífice que remató el retablo, a
todas luces es imposible que fuera el autor de tan bella escultura, siendo lo
más seguro que tuviera que recurrir al escultor Gregorio Fernández,
estrechamente ligado al taller de aquel ensamblador, en un momento en que era
habitual la firma de los contratos de retablos por los ensambladores, en
ocasiones relegando al anonimato a los escultores colaboradores. El 23 de marzo
de 1622 era el pintor Francisco Martínez quién firmaba el contrato en Nava del
Rey para realizar las historias pintadas de San Antón y el dorado y el estofado
del retablo.
De modo que la escultura de San Antón habría sido
realizada por Gregorio Fernández entre 1609, año del contrato, y 1610, año del
compromiso de entrega. San Antón, monje fundador del movimiento eremítico,
aparece representado como un venerable anciano —vivió hasta los 105 años—,
vestido con el austero hábito monacal de los frailes antoninos, con una túnica
de sayal blanco y un escapulario marrón en cuyo frente destaca una cruz en
forma de "tau" o cruz egipcia, así como un manto con capucha también
marrón, todos estos elementos simplemente decorados con una cenefa dorada que
recorre los bordes. El santo sujeta un libro en su mano izquierda y apoya la
derecha sobre un báculo abacial de orfebrería cuyo remate habitualmente adopta
la forma de tau. A sus pies, en la parte izquierda, se coloca la cochinilla que
define su tradicional iconografía, que levanta el hocico mirando al santo. El
acompañamiento de este animal alude a la costumbre de la orden de criar cerdos
que la gente alimentaba y cuya carne se destinaba a los hospitales o se vendía
para recaudar fondos para ayudar a los enfermos.
Asimismo, tanto del pecho del animal como de uno de
los dedos de San Antón cuelgan sendas campanillas metálicas, recordando el
aviso de los frailes antoninos cuando caminaban por las calles con enfermos que
padecían enfermedades contagiosas, como la peste, lepra, sarna, ergotismo
(fuego de San Antón), etc., cuya atención y cuidado era la principal misión de
la orden.
Luce sobre su cabeza una corona de plata, de tipo
resplandor, encajada en el cráneo según los modelos característicos de la
época.
Gregorio Fernández establece una figura corpulenta
en la que quedan patentes algunos recursos estilísticos repetidos por el
escultor, como una esbelta anatomía en elegante posición de contraposto y recubierta
con voluminosos paños cuyos plegados son abundantes y redondeados, sin el aspecto
metálico de su etapa posterior. Otro recurso expresivo es el recogimiento del
manto a la altura de la cintura, muy frecuente en su santoral (San Gregorio, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa,
Santa Isabel de Hungría, etc.), que con su caída en forma de cascada de pliegues dota a la
figura de un gran dinamismo. Digno de destacar es el admirable trabajo mórbido de
la cabeza, con claras resonancias de los modelos de Miguel Ángel en el trazado de las
abultadas y ondulantes barbas, así como en el severo gesto cargado de
"terribilitá" miguelangelesca.
La escultura de San Antón Abad pone de manifiesto la
capacidad creadora de Gregorio Fernández para establecer verdaderos arquetipos
iconográficos, como lo hiciera con sus representaciones de la Inmaculada o
Cristo yacente, aunque también con algunos santos, unos recién canonizados,
como Santa Teresa, San Isidro, San Ignacio, etc., y otros referidos a
devociones tradicionales, como San Agustín, San Marcelo o esta misma imagen de
San Antón, que García Chico apreciaba "dotada de grandeza y majestad
sobrenatural"2.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio
Fernández 1576-1636. Fundación Santander Central Hispano, Madrid, 2000, p. 98.
2 Ibídem.
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