9 de noviembre de 2018

Excellentiam: SAN MIGUEL ARCÁNGEL, la elegante impronta del genio creativo













SAN MIGUEL ARCÁNGEL VENCIENDO AL DEMONIO
Juan de Juni (Joigny, Francia, h.1507–Valladolid 1577)
Hacia 1570
Madera policromada
Iglesia de San Miguel Arcángel, Hornillos de Eresma (Valladolid)
Escultura renacentista española. Escuela castellana













Retablo mayor, s. XVIII. Iglesia de San Miguel, Hornillos de Eresma
Una de las más bellas representaciones de San Miguel Arcángel, de cuantas fueron realizadas en los talleres vallisoletanos, es la talla del gran maestro borgoñón Juan de Juni que preside el retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Hornillos de Eresma, obra muy poco conocida a pesar de colocarse en la cumbre de la producción de este polifacético escultor. La magnífica escultura fue restaurada por la Diputación de Valladolid en 2014, recuperando todos sus valores plásticos y el esplendor de su deslumbrante policromía.

A diferencia de los movimientos abiertos desplegados posteriormente por los escultores barrocos en esta tradicional iconografía, Juan de Juni, fiel a sus principios compositivos, presenta una figura replegada sobre sí misma con movimientos cerrados —incluyendo las grandes alas en reposo—, siguiendo los presupuestos miguelangelescos que son habituales en su obra, bien apreciables en el San Antonio del Museo Nacional de Escultura, en el San Francisco del convento de Santa Isabel de Valladolid, en la Piedad del Museo de las Ferias de Medina del Campo y, sobre todo, en la Virgen de las Angustias de la iglesia vallisoletana de la misma advocación.

De tamaño próximo al natural, la escultura presenta a San Miguel victorioso sobre el demonio, que aparece dominado bajo sus pies mientras enarbola una lanza en forma de cruz, cuya punta clava en su garganta. El maligno, representado con forma humana en plena desnudez y con garras en las manos, hace un ademán de defensa intentando apartar con fuerza la lanza con su mano derecha, mientras su cuerpo se retuerce en una característica distorsión juniana y su rostro evoca un grito de desesperación con la boca y los ojos muy abiertos.

Frente a la figura del ángel caído, San Miguel aparece sereno y majestuoso en su victoria. En él Juan de Juni funde el gran clasicismo de su cabeza y del brazo derecho levantado como alarde de poder, con una serie de recursos manieristas de gran expresividad que definen su personal estilo y proporcionan al conjunto movimiento y equilibrio, como la colocación del torso frontal y las piernas giradas hacia la derecha, forzando la flexión de la rodilla izquierda —en posición de perfil— para pisotear la garganta del demonio, así como la colocación de la mano izquierda abierta y con parte de la manga cubriendo el dedo índice, que queda oculto.

La escultura, datada hacia 1570, se encuadra en la última producción del artista, su época de mayor madurez, en su tercera y última etapa productiva que abarca desde 1560 a 1577, año de su muerte. En este periodo es cuando realiza el retablo de San Francisco (hacia 1570) de la iglesia del convento de Santa Isabel de Valladolid, donde coloca al santo titular arrodillado y dando la sensación de luchar por liberarse del marco arquitectónico que le oprime, recurriendo de nuevo a la colocación del torso frontal y las piernas giradas hasta colocarse de perfil, estableciendo un movimiento helicoidal muy similar al de San Miguel Arcángel, que comparte tan similar esquema compositivo de concepción manierista. No obstante, estos giros corporales en sentido helicoidal y la colocación de las piernas flexionadas son una constante en la obra de Juan de Juni, siendo frecuentes en sus obras este tipo de posturas, que alcanzan su mayor valor expresivo en el grupo del Santo Entierro del Museo Nacional de Escultura, donde las figuras de Nicodemo y José de Arimatea aparecen arrodilladas con las piernas de perfil y el torso girado, siendo especialmente elocuente este último, cuyo torso se gira hacia el espectador para mostrarle una espina extraída de la cabeza de Cristo.

Otra constante en la obra juniana es también la colocación de partes anatómicas ocultas bajo paños, especialmente las manos, como ocurre en la célebre Virgen de las Angustias (hacia 1561) de la histórica cofradía vallisoletana, cuya mano izquierda también aparece velada bajo el manto. Este gesto se repite en el San Juan del Calvario de Ciudad Rodrigo (1556-1557) del Museo Nacional de Escultura, en el relieve de la Virgen de la Piedad (1550-1560) del retablo de la capilla de los Alderete de la iglesia de San Antolín de Tordesillas, en la María Cleofás del Santo Entierro (1566-1571) de la catedral de Segovia, en la Magdalena del Santo Entierro (1541-1544) del Museo Nacional de Escultura o en la Virgen de la Esperanza (hacia 1550) de la iglesia de Santiago de Allariz (Orense), por citar algunos casos.

Junto a estos recursos expresivos, la imagen de San Miguel ofrece otros elementos plásticos, como la amplia túnica del arcángel que cubre su cuerpo con ampulosidad, dotada de anchas mangas y un ceñidor cruzado en el pecho que produce originales pliegues en el cuello y en los costados, manteniendo en ellos las formas suaves y redondeadas que recuerdan la ductilidad de sus modelados en barro. Esto se repite en la caprichosa colocación del manto, cruzado al frente de la cintura hacia abajo, estableciendo con los paños un juego de curvas y contracurvas que dotan a la escultura de un elegante movimiento en el espacio. Como contraste, las grandes alas del arcángel aparecen reposadas, aunque igualmente descritas con una gran fantasía.

Un empaque clásico presenta el excelente trabajo de la cabeza, que como estima Martín González1 ofrece reminiscencias de la estatuaria clásica helénica. Inclinada para dirigir su mirada hacia el demonio vencido que tiene a sus pies, aparece con una abultada melena ensortijada que se despliega hacia atrás y un rostro de gran belleza, con facciones muy clásicas y a punto de esbozar una sonrisa. En conjunto, la equilibrada disposición de cabeza, brazos y piernas, junto a las angulosidades y los habituales escorzos del escultor dotan a la escultura de una gracia y elegancia que se antepone al momento dramático que representa, inculcando a la figura unos valores épicos y un patetismo atemperado que encajan con lo realizado por el escultor en su último periodo.

En la reciente restauración la escultura ha recuperado los valores cromáticos de su policromía, que había sido adulterada cuando en el siglo XVIII se realizó el retablo barroco que todavía preside la capilla mayor de la iglesia de San Miguel de Hornillos, donde la escultura fue colocada en la hornacina central como santo titular. En tal ocasión los paños fueron repintados con motivos barrocos a punta de pincel y la anatomía del demonio recubierta de un color rojizo. Su aspecto actual es bien diferente, ofreciendo junto a las encarnaciones mates un bello trabajo de estofados en la túnica, con motivos florales sobre un fondo verdoso, y en el manto, ornamentado con esgrafiados dorados sobre fondo rojo, repitiendo la gama cromática en el plumaje de las alas. De este modo aflora el brillo del oro subyacente, que junto a los cabellos dorados y la ornamentación de la lanza proporcionan una gran luminosidad a la figura.            

Juan de Juni. San Francisco de Asís, hacia 1570
Iglesia del Convento de Santa Isabel, Valladolid 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.







NOTAS

1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Juan de Juni. Vida y obra. Dirección General de Bellas Artes-Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1974, p. 334.




Juan de Juni
Detalle de José de Arimatea en el grupo del Santo Entierro, 1541-1544
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

















Iglesia de San Miguel Arcángel, Hornillos de Eresma (Valladolid)













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