SAN MIGUEL
ARCÁNGEL VENCIENDO AL DEMONIO
Juan de Juni
(Joigny, Francia, h.1507–Valladolid 1577)
Hacia 1570
Madera
policromada
Iglesia de
San Miguel Arcángel, Hornillos de Eresma (Valladolid)
Escultura
renacentista española. Escuela castellana
Retablo mayor, s. XVIII. Iglesia de San Miguel, Hornillos de Eresma |
Una de las más bellas representaciones de San Miguel Arcángel, de cuantas fueron
realizadas en los talleres vallisoletanos, es la talla del gran maestro
borgoñón Juan de Juni que preside el retablo mayor de la iglesia de San Miguel de
Hornillos de Eresma, obra muy poco conocida a pesar de colocarse en la cumbre
de la producción de este polifacético escultor. La magnífica escultura fue
restaurada por la Diputación de Valladolid en 2014, recuperando todos sus
valores plásticos y el esplendor de su deslumbrante policromía.
A diferencia de los movimientos abiertos desplegados
posteriormente por los escultores barrocos en esta tradicional iconografía,
Juan de Juni, fiel a sus principios compositivos, presenta una figura replegada
sobre sí misma con movimientos cerrados —incluyendo las grandes alas en reposo—,
siguiendo los presupuestos miguelangelescos que son habituales en su obra, bien
apreciables en el San Antonio del
Museo Nacional de Escultura, en el San
Francisco del convento de Santa Isabel de Valladolid, en la Piedad del Museo de las Ferias de Medina
del Campo y, sobre todo, en la Virgen de
las Angustias de la iglesia vallisoletana de la misma advocación.
De tamaño próximo al natural, la escultura presenta
a San Miguel victorioso sobre el demonio, que aparece dominado bajo sus pies
mientras enarbola una lanza en forma de cruz, cuya punta clava en su garganta. El
maligno, representado con forma humana en plena desnudez y con garras en las
manos, hace un ademán de defensa intentando apartar con fuerza la lanza con su
mano derecha, mientras su cuerpo se retuerce en una característica distorsión
juniana y su rostro evoca un grito de desesperación con la boca y los ojos muy
abiertos.
Frente a la figura del ángel caído, San Miguel
aparece sereno y majestuoso en su victoria. En él Juan de Juni funde el gran
clasicismo de su cabeza y del brazo derecho levantado como alarde de poder, con
una serie de recursos manieristas de gran expresividad que definen su personal
estilo y proporcionan al conjunto movimiento y equilibrio, como la colocación
del torso frontal y las piernas giradas hacia la derecha, forzando la flexión
de la rodilla izquierda —en posición de perfil— para pisotear la garganta del
demonio, así como la colocación de la mano izquierda abierta y con parte de la
manga cubriendo el dedo índice, que queda oculto.
La escultura, datada hacia 1570, se encuadra en la
última producción del artista, su época de mayor madurez, en su tercera y
última etapa productiva que abarca desde 1560 a 1577, año de su muerte. En este
periodo es cuando realiza el retablo de San
Francisco (hacia 1570) de la iglesia del convento de Santa Isabel de Valladolid, donde
coloca al santo titular arrodillado y dando la sensación de luchar por liberarse
del marco arquitectónico que le oprime, recurriendo de nuevo a la colocación
del torso frontal y las piernas giradas hasta colocarse de perfil,
estableciendo un movimiento helicoidal muy similar al de San Miguel Arcángel, que comparte tan similar esquema compositivo
de concepción manierista. No obstante, estos giros corporales en sentido
helicoidal y la colocación de las piernas flexionadas son una constante en la
obra de Juan de Juni, siendo frecuentes en sus obras este tipo de posturas, que
alcanzan su mayor valor expresivo en el grupo del Santo Entierro del Museo Nacional de Escultura, donde las figuras
de Nicodemo y José de Arimatea aparecen arrodilladas con las piernas de perfil
y el torso girado, siendo especialmente elocuente este último, cuyo torso se
gira hacia el espectador para mostrarle una espina extraída de la cabeza de
Cristo.
Otra constante en la obra juniana es también la
colocación de partes anatómicas ocultas bajo paños, especialmente las manos,
como ocurre en la célebre Virgen de las
Angustias (hacia 1561) de la histórica cofradía vallisoletana, cuya mano
izquierda también aparece velada bajo el manto. Este gesto se repite en el San
Juan del Calvario de Ciudad Rodrigo (1556-1557)
del Museo Nacional de Escultura, en el relieve de la Virgen de la Piedad (1550-1560) del retablo de la capilla de los
Alderete de la iglesia de San Antolín de Tordesillas, en la María Cleofás del Santo Entierro (1566-1571) de la
catedral de Segovia, en la Magdalena del Santo
Entierro (1541-1544) del Museo Nacional de Escultura o en la Virgen de la Esperanza (hacia 1550) de
la iglesia de Santiago de Allariz (Orense), por citar algunos casos.
Junto a estos recursos expresivos, la imagen de San Miguel ofrece otros elementos plásticos,
como la amplia túnica del arcángel que cubre su cuerpo con ampulosidad, dotada
de anchas mangas y un ceñidor cruzado en el pecho que produce originales pliegues
en el cuello y en los costados, manteniendo en ellos las formas suaves y
redondeadas que recuerdan la ductilidad de sus modelados en barro. Esto se
repite en la caprichosa colocación del manto, cruzado al frente de la cintura
hacia abajo, estableciendo con los paños un juego de curvas y contracurvas que
dotan a la escultura de un elegante movimiento en el espacio. Como contraste,
las grandes alas del arcángel aparecen reposadas, aunque igualmente descritas
con una gran fantasía.
Un empaque clásico presenta el excelente trabajo de
la cabeza, que como estima Martín González1 ofrece reminiscencias de
la estatuaria clásica helénica. Inclinada para dirigir su mirada hacia el
demonio vencido que tiene a sus pies, aparece con una abultada melena
ensortijada que se despliega hacia atrás y un rostro de gran belleza, con
facciones muy clásicas y a punto de esbozar una sonrisa. En conjunto, la equilibrada
disposición de cabeza, brazos y piernas, junto a las angulosidades y los
habituales escorzos del escultor dotan a la escultura de una gracia y elegancia
que se antepone al momento dramático que representa, inculcando a la figura unos
valores épicos y un patetismo atemperado que encajan con lo realizado por el
escultor en su último periodo.
En la reciente restauración la escultura ha
recuperado los valores cromáticos de su policromía, que había sido adulterada
cuando en el siglo XVIII se realizó el retablo barroco que todavía preside la
capilla mayor de la iglesia de San Miguel de Hornillos, donde la escultura fue
colocada en la hornacina central como santo titular. En tal ocasión los paños
fueron repintados con motivos barrocos a punta de pincel y la anatomía del
demonio recubierta de un color rojizo. Su aspecto actual es bien diferente, ofreciendo
junto a las encarnaciones mates un bello trabajo de estofados en la túnica, con
motivos florales sobre un fondo verdoso, y en el manto, ornamentado con
esgrafiados dorados sobre fondo rojo, repitiendo la gama cromática en el
plumaje de las alas. De este modo aflora el brillo del oro subyacente, que
junto a los cabellos dorados y la ornamentación de la lanza proporcionan una
gran luminosidad a la figura.
Juan de Juni. San Francisco de Asís, hacia 1570 Iglesia del Convento de Santa Isabel, Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Juan
de Juni. Vida y obra. Dirección General de Bellas Artes-Ministerio de
Educación y Ciencia, Madrid, 1974, p. 334.
Juan de Juni Detalle de José de Arimatea en el grupo del Santo Entierro, 1541-1544 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
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