CRISTO
CRUCIFICADO O SANTO CRISTO DE PAMPLONA
Juan de Anchieta
(Azpeitia, Guipúzcoa, 1538-Pamplona,
1588)
1577
Madera
policromada
Capilla de
San Juan Bautista, Catedral de Santa María la Real, Pamplona
Escultura
renacentista española. Corriente romanista
Sin lugar a dudas, esta escultura que realizara Juan
de Anchieta en 1577, que representa a Cristo
crucificado, es obra cumbre de esta iconografía durante el Renacimiento
español. Décadas después le seguirían las geniales creaciones barrocas del Cristo de la Clemencia (1603-1606) de la
catedral de Sevilla, realizado por Juan Martínez Montañés, y del Cristo de la Luz (hacia 1630) del
Colegio de Santa Cruz de Valladolid, destacada obra de Gregorio Fernández. Se
puede considerar a Juan de Anchieta como un escultor especialista en la
elaboración de crucificados, pues tiene catalogados hasta una docena de
ejemplares, aunque ninguno tan excepcional como este de la catedral de
Pamplona.
Juan de Anchieta es un escultor vasco cuyos estudios
recientes han permitido situarle en el lugar que le corresponde dentro del
panorama escultórico español del siglo XVI, hasta llegar a ser considerado como
el principal representante de la corriente romanista en España, cuya
trayectoria profesional quedaría marcada por su carácter itinerante.
Nacido en Azpeitia en 1538, apenas con 13 años
aparece desplazado a Medina de Rioseco (Valladolid) para realizar su formación
junto al discreto escultor Antonio Martínez. Ya convertido en oficial, pasaría
a relacionarse con Inocencio Berruguete, que le puso en contacto con el gran
maestro Gaspar Becerra, junto al que colaboró en el retablo mayor de la
catedral de Astorga (1558-1584), significativa obra en la decisiva implantación
de la corriente romanista. Terminados sus trabajos, hacia 1565 llegaba a
Valladolid, donde fue elegido por Juan de Juni como colaborador de su taller.
Allí realizó algunas esculturas para retablos, como las solicitadas por los
jesuitas de Valladolid, actualmente en la población de Noreña (Asturias) y con
las que participó, junto a Juni, en el retablo de la capilla de los Alderete de
la iglesia de San Antolín de Tordesillas (1550-1579), a lo que se vinieron a
sumar otros encargos recibidos de ensambladores y entalladores, apareciendo
obras dispersas en las provincias de Palencia y Valladolid. Acusando el influjo
juniano y decantado por el romanismo miguelangelesco, Juan de Anchieta se
revela a partir de este periodo como genial creador de figuras de la Virgen con
el Niño, como la magistral Virgen de la Salve (hacia 1570) de la iglesia de Santiago de Valladolid.
El prestigio alcanzado por Juan de Anchieta en el
ámbito vallisoletano, favoreció la llamada del escultor burgalés Pedro López
de Gámiz, establecido en Miranda de Ebro, para que colaborase en un contrato
que había realizado de gran envergadura: el retablo mayor de la iglesia del
monasterio de Santa Clara de Briviesca (Burgos), culminado hacia 1569, en el
que Anchieta afianza decisivamente su maestría y decantación por el romanismo o manierismo reformado en los
formidables grupos de la calle central del retablo. Para la Colegiata de Santa
María la Mayor de esta población burgalesa también colaboró con Pedro López de
Gámiz realizando el retablo de Santa
Casilda y para el monasterio de Santa María la Real de Vileña, ya en
solitario, realizó el retablo de la
Asunción (hoy en el Museo de Burgos).
Con la reputación alcanzada con el retablo de
Briviesca y el reconocimiento de Juan de Juni, que, ante su imposibilidad de
afrontar el proyecto por motivos de salud, en su testamento, suscrito en 1577,
declaraba a Juan de Anchieta como el único escultor capaz de terminar el
retablo por él proyectado para la iglesia de Santa María de Mediavilla de
Medina de Rioseco, se convirtió en el escultor más prestigioso de la mitad
norte de España.
Corría el año 1577 cuando con todo el bagaje
artístico aprendido en Castilla decide trasladarse a Pamplona, junto a su
esposa Ana de Aguirre, con la que había contraído matrimonio hacia 1570. Allí
instala su obrador en el barrio de la Navarrería, después de que desde la
catedral reclamasen obras del estilo moderno que encarnaba el escultor: el
miguelangelismo. A partir de entonces, la actividad escultórica romanista en
tierras vasconavarras fue extraordinaria, siendo Juan de Anchieta su principal
iniciador1.
En Pamplona mantuvo estrechas relaciones con los obispos
de la diócesis, que le efectuaron importantes encargos, como don Antonio
Manrique para el Real Monasterio de las Huelgas de Burgos, para el que realizó
el retablo de la Sala Capitular y las figuras de San Benito y San Bernardo, o
don Pedro de la Fuente para el retablo mayor de la catedral burgalesa, donde se
ocupó de los grupos de la Asunción de la
Virgen y de la Coronación, contratando
en 1588, por deseos de este mismo prelado, el retablo de la iglesia parroquial
de Moneo (Burgos).
En este momento en que el artista ha alcanzado su
plena madurez, demuestra dominar los órdenes clásicos, la anatomía del cuerpo
humano y el estudio de las proporciones, dotando a sus figuras de un movimiento
en el espacio como expresión de su fuerza interior. Se le supone conocedor del tratado
anatómico Historia de la composición del
cuerpo humano, de Juan Valverde de Hamusco, publicado en Roma en 1556 con grabados
de Nicolas Béatrizet sobre dibujos de Gaspar Becerra. A partir de entonces
extendería su influencia por el País Vasco, Navarra y Aragón, rodeándose de
numerosos discípulos y seguidores, entre ellos sus colaboradores del taller
Blas de Arbizu y Pedro de Contreras.
Reflejo del nivel alcanzado, en torno a 1577-1578 se
datan dos obras de la catedral de Pamplona que así lo demuestran: El Santo Cristo o Cristo crucificado y la talla de San Jerónimo. Ambas estuvieron asentadas en la capilla Barbazana
del claustro de la catedral, según consta en un inventario de la sacristía
catedralicia de 1651, donde se especifica2: "Ittem un San Jerónimo de bulto, que esta en
la capilla de la Barbacana, juntamente con un Santo Cristo crucificado. Son
hechuras de Ancheta".
Si el Santo
Cristo representa la cumbre de su producción, sobre el que después
volveremos, no menos interés ofrece la escultura exenta de San Jerónimo penitente, de 66 cm. de altura, que actualmente se
conserva en el Museo de Navarra de Pamplona3. El hecho de
conservarse en el color natural de la madera, sin policromar, permite apreciar
el virtuoso trabajo de talla, especialmente el detallismo anatómico que denota
la manera de Miguel Ángel, expresivo ejemplo del Romanismo en Navarra. El santo
aparece desnudo y de rodillas, con el cuerpo dispuesto en diagonal hacia un
tronco en el que apoya sus manos, cubierto desde la cintura con una piel sujeta
por una cinta y portando en la mano derecha la piedra con que se mortificaba
dándose golpes en el pecho. Se acompaña de los atributos tradicionales, el
capelo cardenalicio y un libro a un lado y el león al otro, destacando las
musculaturas basadas en modelos clásicos y el excelente trabajo de la cabeza,
con largas barbas de reminiscencias miguelangelescas, un recurso plástico
utilizado repetidamente por el escultor.
En esos momentos Juan de Anchieta contrató el
retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Vitoria, que dejó sin terminar y
del cual se conservan la imagen titular del Arcángel
San Miguel (sin policromar), los altorrelieves de la Flagelación y la Coronación
de espinas y los pequeños relieves de Moisés
y David en el Museo Diocesano de Arte
Sacro de Vitoria, conjunto en depósito de la iglesia de San Miguel. Son obras
realizadas entre 1578 y 1579 que evidencian la magnificencia y expresividad del
romanismo de Anchieta. Este retablo fue sustituido por otro barroco más
monumental realizado por Gregorio Fernández entre 1624 y 1632.
En el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria también
se conserva un excelente relieve que representa a San Jerónimo penitente, del que se desconoce su procedencia y que
seguramente formó parte de un retablo. En él destaca la huella miguelangelesca,
que se aprecia en el perfecto estudio anatómico del cuerpo, en el interés por
la fuerte musculatura, en la barba espesa y muy rizada y en el gesto de fuerza
contenida de su rostro, recreando la famosa terribilitá
de Miguel Ángel.
En 1577 Juan de Anchieta contrataba el retablo de la iglesia de la Asunción de
Cáseda, que sería su primera gran obra en Navarra, contando con la
colaboración de Pedro de Contreras. Dedicado a la Virgen, consta de banco, tres
cuerpos organizados en tres calles y dos entrecalles y un ático rematado con el
grupo del Calvario, ofreciendo en su monumental estructura y su repertorio
ornamental la influencia de la obra de Gaspar Becerra en Astorga. Con un amplio
programa doctrinal, la obra se encuadra en una época en que comenzaban a
plasmarse con fuerza las pautas emanadas del Concilio de Trento.
También en 1577 también firmaba el contrato del
retablo de la iglesia de San Pedro de Zumaya (Guipúzcoa), de estructura
clasicista y presidido por la imagen titular de San Pedro en cátedra, sobre la que aparece el grupo de la Asunción y un Calvario de gran tamaño en el remate del ático, junto a una serie
de relieves en las calles laterales. Se le atribuye el retablo el retablo mayor
de la iglesia de la Asunción de Añorbe (Navarra), contratado por el ensamblador
Pedro de Contreras en 1577, ya que la Virgen
con el Niño, el San Miguel y los Evangelistas del banco presentan el
inconfundible estilo del escultor.
De 1578 data el Retablo
de la Trinidad de la catedral de San Pedro de Jaca, realizado en alabastro
policromado para la capilla de los Trinitarios, que aparece presidido por un
inusual grupo central con la iconografía de la Trinidad Vertical, con la imagen
entronizada de Dios Padre, que de nuevo recuerda la terribilità
del Moisés de Miguel Ángel, en cuya barba la paloma del Espíritu Santo
desciende sobre la figura de Cristo crucificado. Se acompaña de un banco con
relieves y a los lados medallones y las esculturas del Santo Ángel Custodio y
San Martín, junto a un relieve de la Piedad en el ático.
Relacionada con esta obra de Jaca se encuentra la
escultura de San Onofre que se guarda
en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, donde el santo eremita aparece
representado en alabastro, sin vestiduras y cubierto tan sólo por su cabellera
y la barba que nunca se cortaba, recordando también su gesto de la mano entre
la barba al Moisés de Miguel Ángel. De actitud contenida y cuidada anatomía
representa el alto nivel alcanzado por Anchieta en el ámbito navarro-aragonés.
Otra obra realizada en tierras aragonesas fue el retablo
de San Miguel, San Gabriel y San Rafael, culminado hacia 1580, de la capilla funeraria
financiada por el judeoconverso Gabriel Zaporta en la Seo de Zaragoza, obra en
madera y alabastro con la representación central de los tres arcángeles. Su estilo
sería después imitado en Aragón por Juan Miguel Orliéns y Pedro de Armendia.
En 1580 comprometía el retablo mayor de la iglesia
de San Miguel de Aoiz (Navarra), del que se conservan un Crucifijo de cuidada anatomía, una Virgen con el Niño de formas miguelangelescas, un San Juan Bautista y un San Lorenzo de Juan de Anchieta que
formaron parte de dicho retablo, pues en el siglo XVIII fue sustituido por otro
barroco con estructura de Juan Tornés.
En 1587 se ocupaba del retablo mayor de la iglesia
de Santa María de Tafalla (Navarra), para la que en 1581 había realizado un
tabernáculo en forma de templete de estilo purista y decorado con relieves. El
retablo mayor, con traza del propio Anchieta, está considerado como una de sus
mejores obras, a pesar de quedar inacabado cuando le sorprendió la muerte.
Consta de banco, dos cuerpos articulados en tres calles y dos entrecalles y
ático, todos estos elementos con multiplicidad de soportes, frontones, frisos,
medallones y elementos arquitectónicos, así como un copioso conjunto de
relieves y esculturas de bulto de concepción romanista que aúnan la influencia
juniana con la miguelangelesca. Las figuras de Cristo resucitado y de la Asunción
de la calle central ya son obra de su discípulo Pedro González de San Pedro, al
que la viuda de Anchieta traspasó la obra, que fue policromada por Juan de
Landa en 1599.
Juan de Anchieta. Flagelación y Coronación de espinas, 1578-1579 Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria |
Tras realizar el diseño de la sillería de coro de la
iglesia de Santa María de Allo (Navarra), Juan de Anchieta moría en Pamplona el
30 de noviembre de 1588, siendo enterrado en el claustro de la catedral. Dejaba
tras de sí una prolífica obra materializada en retablos y numerosas esculturas
exentas dispersas por iglesias y conventos de Castilla, Navarra, el País Vasco
y Aragón, demostrando dominar tanto la madera como la piedra y asentando las
claves del estilo romanista en obras de excelente calidad.
EL SANTO CRISTO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA
El Cristo
crucificado de Juan de Anchieta es una de las mejores esculturas de este
escultor, del Renacimiento español y del arte sacro alentado por la
contrarreforma hispánica. Tallado en madera a escala natural, presenta un
potente desnudo, clásico y apolíneo, con un preciso trabajo anatómico en cada
uno de sus componentes. En su condición de cuerpo humano y divino a la vez,
recibe un tratamiento de gran decoro en el que el escultor hace gala de sus
facultades técnicas y de sus conocimientos de anatomía, posiblemente por
conocer la obra De humani corporis
fabrica libri septem (De la estructura del cuerpo humano en siete libros),
escrita por Andrea Vesalio en 1543, o De
humani corporis fabrica (Sobre la composición del cuerpo humano), escrita
por Juan Valverde de Hamusco y publicada en Roma en 1556.
Juan de Anchieta. Detalles de la Flagelación y la Coronación de espinas, 1578-1579 Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria |
Dramático en su composición, presenta una disposición
del cuerpo arqueado y separado de la cruz, estilizado y con los brazos
siguiendo el característico balanceo manierista de la época, que en los modelos
de Anchieta adopta la forma de la vela de un barco insuflada por el viento, de
modo que el peso abalanza el cuerpo hacia el espectador, con la cabeza caída y
los músculos en tensión. A su expresividad y naturalismo contribuye la
estudiada policromía, de pálida encarnación y hematomas violáceos en las partes
castigadas, contrastando el padecimiento de su naturaleza humana con la expresión
serena y sin sufrimiento del rostro, alusiva a la naturaleza divina de Cristo,
que con su sacrificio ha redimido a la humanidad.
Juan de Anchieta. Detalle de Moisés y David, 1578-1579 Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria |
Tanto el torso, los brazos y las piernas demuestran
un profundo conocimiento anatómico en el tratamiento de la masa muscular y ósea,
presentando el vientre hundido, el hombro izquierdo ligeramente adelantado, las
expresivas manos taladradas por grandes clavos y los pies con el dedo gordo
separado del resto como representación realista de la reacción muscular ante la
perforación del clavo y la afectación a los tendones. En líneas generales el
cuerpo presenta una complexión atlética en la que, siguiendo los modelos clásicos,
quedan perfectamente delineados los pectorales, las costillas, los músculos,
los tendones e incluso el pliegue inguinal.
Juan de Anchieta. San Jerónimo penitente, hacia 1578 Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria |
De gran belleza y precisión es el trabajo de la
cabeza, caída hacia adelante como expresión de la muerte, con la corona de
espinas calada y tallada conjuntamente con los cabellos —algo habitual durante
el Renacimiento—, una melena de mechones ensortijados que discurre por la
espalda, dejando la oreja izquierda visible, incluyendo un recurso expresivo
excepcional: el mechón rizado que cae al frente casi ocultando el rostro, una
singular aportación de Juan de Anchieta a esta iconografía. El rostro, que
aparece riguroso y sereno, sin muestra de sufrimiento, con la boca y los ojos
cerrados, nariz afilada y barba poco poblada de dos puntas, contribuye a
expresar el hondo sentimiento religioso que emana de la escultura.
El crucifijo se cubre con un reducido paño de pureza
muy ajustado al cuerpo que forma un pequeño anudamiento en la parte derecha, policromado
en blanco con listas en azul y bordes rojos. Otra nota destacable es la
ausencia de sangre, limitada a los regueros producidos por los clavos y la
lanzada del costado. Para reforzar el carácter naturalista de la escultura, el
tradicional madero liso de la cruz fue sustituido por un tronco cilíndrico en
el que se aprecian nudos y levantamiento de la corteza, en la línea de muchos modelos
andaluces posteriores.
Juan de Anchieta. San Jerónimo penitente, hacia 1577 Museo de Navarra, Pamplona |
Como ya se ha dicho, este crucifijo comenzó a
recibir culto en la capilla Barbazana del claustro catedralicio, pero debido a
la devoción popular que suscitó desde un primer momento, en 1857 fue trasladada
al trascoro y posteriormente a la capilla sacramental, apareciendo en la
actualidad colocada en un costado de la capilla de San Juan Bautista (a los
pies del templo y en la nave del evangelio), donde sigue gozando de la veneración
de los fieles pamplonicas.
Juan de Anchieta fue autor de otras notables
representaciones de Cristo crucificado,
entre las que hay que destacar el crucifijo monumental —Cristo de los artistas— que se conserva en la iglesia del Hospital
de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, atribuido a Anchieta por el profesor
Arturo Ansón, igualmente idealizado y clasicista, con potente y rotunda
musculatura en la anatomía, diferente al Santo Cristo de Pamplona en el
tratamiento del paño de pureza. Digno de mención es también el Cristo del Miserere de la iglesia de
Santa María de Tafalla, de esbelta anatomía y equilibrado clasicismo, así como
el Cristo crucificado de la iglesia
de San Miguel de Aoiz, con similar estudio anatómico y con la diferencia de
tener el paño de pureza anudado a la izquierda.
Juan de Anchieta. San Onofre, hacia 1578 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 ANDRÉS ORDAX, Salvador: El
retablo de Anchieta en Moneo (Burgos). Boletín del Seminario de Estudios de
Arte y Arqueología (BSAA), nº 43, Universidad de Valladolid, 1977, p. 437.
2 GOÑI GAZTAMBIDE, José: Historia
de los obispos de Pamplona. Siglo
XVIII, Tomo VI, Pamplona, 1987, p. 200.
3 GARCÍA GAINZA, María Concepción: Juan
de Anchieta, escultor del Renacimiento. Gobierno de Navarra-Fundación Arte Hispánico,
Pamplona-Iruña, 2008.
Bibliografía complementaria
CABEZUDO ASTRÁIN, José: La obra
de Ancheta en Tafalla. Príncipe de Viana nº 32, Gobierno de Navarra, Pamplona,
1948, pp. 277-292.
CAMÓN AZNAR, José: El escultor
Juan de Anchieta. Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1943.
GARCÍA GAINZA, María Concepción: El
escultor Juan de Anchieta en su cuarto centenario (1588-1988). Institución
Príncipe de Viana, Gobierno de Navarra, 1988.
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