2 de noviembre de 2018

Excellentiam: SAN JUAN BAUTISTA, el esplendor de la escultura barroca toresana













SAN JUAN BAUTISTA
Esteban de Rueda (Toro, Zamora, 1585-1626)
Hacia 1621
Madera policromada
Museo Iglesia de San Antolín, Tordesillas (Valladolid)
Procedente del monasterio de Madres Carmelitas de Tordesillas
Escultura barroca española. Escuela de Toro












En el Museo Iglesia de San Antolín de Tordesillas está recogida una escultura de San Juan Bautista, procedente del monasterio de Carmelitas Descalzas de la misma población, que es un buen exponente de las aportaciones de la denominada escuela de Toro en el último tercio del siglo XVI y primero del XVII, cuando se produce un cambio desde los planteamientos manieristas imperantes —corriente romanista— a los modos barrocos. La escultura ha sido atribuida por Jesús Urrea a Esteban de Rueda, escultor toresano que se formó junto a Sebastián Ducete, igualmente natural de Toro, junto al que trabajó asociado hasta la muerte de este maestro a finales de 1619, continuando después en solitario durante tan sólo siete años.

Si la personalidad y trayectoria profesional de Esteban de Rueda ya es bastante conocida, debido a las aportaciones de estudios realizados en tiempos recientes, su valoración artística como escultor sigue siendo controvertida, oscilando desde ser considerado como un simple colaborador de Sebastián Ducete y seguidor incondicional de sus modelos después de la muerte de éste, recibiendo también influencias de la obra de Gregorio Fernández, en ocasiones con obras algo anodinas, a ser valorado como el verdadero renovador de la escultura toresana, en la misma línea que lo hicieran Francisco de Rincón y Gregorio Fernández en Valladolid, a pesar del inconveniente de haber quedado truncada su carrera por su muerte prematura a finales de 1626 —apenas superados los 40 años—, lo que impide conocer lo que hubiera podido aportar en su evolución personal.

LA ESCULTURA DE SAN JUAN BAUTISTA

Esta escultura a escala natural, datada hacia 1621-1622, por tanto tras el fallecimiento de Sebastián Ducete, fue encargada para presidir el retablo mayor del Real Convento de San Juan Bautista, fundado en 1478 en Tordesillas y ocupado por religiosas comendadoras de la Orden Hospitalaria de San Juan de Malta.

A este respecto, conviene recordar que durante la Edad Media existió en Toro una importante encomienda de la Orden del Santo Sepulcro que mantuvo parte de su jurisdicción tras su extinción en 1489, cuando quedó integrada en la Orden Hospitalaria de San Juan de Malta. Esto favoreció que las dignidades toresanas recomendaran, en las iglesias que gobernaban y en los monasterios sanjuanistas y encomiendas cercanas, que las imágenes devocionales fuesen encargadas a artistas toresanos, como ocurre en este caso, recibiendo el afamado taller de Sebastián Ducete y Esteban de Rueda numerosos contratos para realizar imágenes reclamadas por aquella orden1.
Aquel convento quedó extinguido en 1945, momento que fue ocupado, bajo la advocación de Cristo Rey, por las Madres Carmelitas, desde cuyo convento la escultura de San Juan Bautista fue trasladada a la iglesia de San Antolín, actualmente convertida en museo de arte sacro de la villa.

La escultura representa a San Juan Bautista con los atributos tradicionales, tan repetidos en el renacimiento español, con la figura erguida del que es considerado por la tradición cristiana como precursor de Cristo, con una potente anatomía y vestido con una ruda y áspera túnica de piel de camello, semejante a un cilicio, a la que se superpone un manto rojo que hace alusión a su futuro martirio.
En su mano izquierda sujeta un libro, como símbolo de la predicación de la palabra de Dios, sobre el que está recostado un pequeño cordero que alude al sacrificio de Cristo, según las propias palabras del Bautista cuando vio a Jesús dirigirse hacia él: "He aquí al cordero de Dios; he aquí al que quita el pecado del mundo". Esta referencia es explícita en la cruz que porta en su mano derecha, convertida en un estandarte al llevar incorporada una banda en la que aparece bien visible una inscripción con el testimonio: "Ecce Agnus Dei".

Aunque la escultura todavía recuerda algunos modelos creados por Sebastián Ducete, presenta una mayor monumentalidad. En ella Esteban de Rueda se aleja de los acusados contrapostos de su maestro, aunque mantiene en la tipología humana las vigorosas anatomías masculinas, así como el trabajo de paños duros y angulosos, con pliegues muy quebrados con la intención de crear fuertes contrastes lumínicos para proporcionar a la escultura un claroscuro de carácter pictórico.

La escultura presenta una cuidada anatomía, sugiriendo huesos —marcadas clavículas—, venas y músculos bajo la piel que en el cuello tienen forma de V, presentando al santo envejecido por la dureza de su estancia en el desierto, con un trabajo naturalista de la cabeza, recubierta por un melena de mechones agitados que forman rizos que ondean al aire, un recurso que repetirá en otras de sus esculturas, como en el Ángel de la Guarda de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Toro, configurando el rostro con largas barbas, boca entreabierta, grandes ojos y arrugas en la frente.
Esteban de Rueda realizó otras versiones de San Juan Bautista de idéntica monumentalidad, siendo la más antigua la que figura en el retablo mayor de Morales del Vino (Zamora), en la que también intervino Sebastián Ducete, siendo realmente notable el San Juan Bautista, de gran belleza y esbeltez, que actualmente se encuentra en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (Los Angeles County Museum of Art), realizado hacia 1620, pocos meses antes que el ejemplar tordesillano.

Se desconoce cómo era venerada la imagen en el primitivo convento sanjuanista, aunque se presupone que presidiendo un retablo en compañía de relieves alusivos a la vida del santo. En el Museo Nacional de Escultura se guardan dos retablos2, adquiridos por el Estado en 2005, con altorrelieves que representan el Bautismo de Cristo y el Martirio de San Juan Bautista. Estos fueron estudiados y divulgados por Vasallo Toranzo3 en una monografía dedicada a Sebastián Ducete (1568-1620) y Esteban de Rueda (h. 1585-1626) que fue publicada en 2004. En ella el historiador atribuye la autoría de ambos relieves al taller toresano de Esteban de Rueda, señalando al tiempo la inspiración de la escena del Bautismo en un grabado de Cornelis Cort y la del Martirio en otro de Giovanni Battista Mercati, algo común en todos los obradores de la época.
Aunque ambas composiciones se alejan del abigarramiento manierista de Sebastián Ducete, en base a la tipología de los rostros, al tratamiento de los paños y otros aspectos formales, estos dos relieves pueden asociarse al mismo encargo que la escultura exenta de San Juan Bautista4, de modo que, a pesar de las diferentes mazonerías que los enmarcan, ambos relieves, obra de Esteban de Rueda, debieron ser realizados igualmente en 1621-1622 para formar parte del desmembrado retablo dedicado a la vida del santo en el desaparecido convento de San Juan Bautista de Tordesillas, en el que la imagen del Precursor que tratamos ocupaba la hornacina central.   

Esteban de Rueda. San Juan Bautista, h. 1620
Los Angeles County Museum of Art, Los Ángeles
LA SENDA EN SOLITARIO DE ESTEBAN DE RUEDA

De la biografía de Esteban Conejo de Rueda, nombre verdadero del artista, se conocen muy pocos datos. Nació en Toro en 1585 y a los 13 años ingresó como aprendiz en el taller de Sebastián Ducete para realizar su formación. Con su maestro, que había dominado la actividad escultórica de Toro durante la segunda mitad del siglo XVI, llegó a mantener una estrecha relación no sólo laboral, sino también afectiva, que perduró hasta la muerte de aquél a finales de 1619. Además, Esteban de Rueda supo ajustarse tanto al estilo de Sebastián Ducete, que en las numerosas obras en las que ambos colaboraron es difícil distinguir el estilo de cada uno, conociéndose un buen número de tallas en las que trabajaron asociados durante la fructífera década del taller de 1609 a 1619.

En el estilo de Sebastián Ducete se aprecian influencias manieristas de Juan de Juni y de Gaspar Becerra, a pesar de lo cual supo infundir a la escultura una nueva vitalidad al incorporar numerosas novedades, siendo esta creatividad la que dio lugar a la aparición de un pujante foco toresano equiparable al formado en Valladolid. Incluso se anticipa a Gregorio Fernández en el recubrimiento de las figuras con ropajes ampulosos, pesados y con pliegues de aspecto metálico5, apreciables en el Cristo atado a la columna (1611) de la iglesia de San Gil de Burgos y en la Inmaculada (1612) realizada para la iglesia de Santa María de Villalar, hoy en el Seminario Diocesano de Valladolid.

Izda: Bautismo de Cristo. Grabado de Cornelis Cort, Museo del Prado
Dcha: Esteban de Rueda. Bautismo de Cristo, 1621, Museo Nacional de
Escultura (Fotos Museo del Prado y MNE)
Caracterizado por dotar a las figuras de un gran movimiento, con giros bruscos y ondulados contrappostos, potentes anatomías en las figuras masculinas, con un personal tratamiento de los paños, emotividad desbordada, rostros populares junto a otros idealizados en Vírgenes y ángeles,  manteniendo constantes resabios manieristas, Sebastián Ducete, junto a Esteban de Rueda, fueron autores de unas esculturas de elegantes movimientos y una fuerte carga lírica. Sirvan como referencia las bellas versiones del Ángel de la Guarda (hacia 1615) que se conservan en la Colegiata de Toro, la serie de bustos relicarios de santas del mismo tiempo que se conservan en la capilla relicario de la iglesia de Santiago de Medina del Campo, antiguo Colegio de Jesuitas, o la exquisita Virgen de Belén (hacia 1610) de la catedral de Zamora.

A partir de la muerte de Sebastián Ducete a finales de 1619 Esteban de Rueda se puso al frente del taller comenzando a trabajar de forma independiente, en un primer momento limitándose a terminar las obras comenzadas por Sebastián Ducete para cumplir los compromisos del taller. Sin embargo, en ese tiempo dos circunstancias fueron desfavorables a su actividad escultórica. Por un lado, Toro y su comarca sufrieron una lamentable depresión económica que se arrastraba desde los primeros años del siglo XVII. Por otro, en esos años el auge de Gregorio Fernández acaparaba el panorama escultórico, imponiendo sus cánones estéticos y sus modelos en Valladolid y su zona de influencia. Por estos motivos disminuyeron considerablemente los encargos  cuando Esteban de Rueda comenzaba a firmar sus propios contratos6.

Izda: Martirio del Bautista. Grabado de Giovanni Battista Mercati
Dcha: Esteban de Rueda. Martirio del Bautista, 1621. Museo Nacional de
Escultura ( Fotos Artnet y MNE)
La primera obra en solitario fue la finalización del retablo de la iglesia de San Miguel de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), concertado junto a Sebastián Ducete y asentado en 1622. Junto a este retablo, destruido por un incendio en 1971, realizó para la misma iglesia otras obras personales, como el Cristo atado a la columna que fue descubierto en 2016 abandonado en un trastero durante unas obras realizadas en dicha iglesia7, obra que se data hacia 1620 y que presenta alguna mutilaciones, entre ellas la columna.

Para satisfacer los compromisos, Esteban de Rueda comenzó en 1620 a contratar a un buen número de aprendices, entre los que se encontraban Cristóbal Díez, Domingo de Neira, Andrés Enríquez, Juan Calleja y Antonio de Ribera, pasado este último al taller vallisoletano de Gregorio Fernández tras el fallecimiento de Esteban de Rueda8.   
En 1620 se ocupaba del retablo del monasterio del Carmen Calzado de Medina del Campo, que había sido concertado junto a Ducete en agosto de 1619. Jesús Urrea lo identificó con el que fue trasladado en 1870 a la iglesia de San Esteban de Valladolid, actualmente Basílica de la Gran Promesa, donde fue retocado cuando el templo se remodeló tras la Guerra Civil.
Esteban de Rueda. Detalles del Bautismo de Cristo y Martirio del Bautista,  1621, Museo Nacional de Escultura
A él pertenece al altorrelieve de Santa Ana, la Virgen y el Niño, que se conserva en la misma iglesia y que es la obra más interesante del retablo. En él Esteban de Rueda plasma una escena íntima de gran naturalidad en la que Santa Ana se dispone a abrazar a su nieto, resuelta con un gran movimiento y pliegues duros y muy profundos, en la línea de Ducete, destacando el tratamiento idealizado de la Virgen, la espontaneidad del Niño y la caracterización popular de Santa Ana, configurando una escena de inusual amabilidad en el arte castellano. Con diferentes matices y en bulto redondo, Esteban de Rueda repetiría la escena en 1624 en el sugestivo grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño de la iglesia de Santa María de Villavellid (Valladolid), aunque ya se aprecia una evolución hacia una composición más atemperada de las figuras, con ampulosos ropajes y grandes pliegues, la Virgen reposada y estable y Santa Ana como genial obra maestra, apareciendo con signos de vejez, con profundas arrugas y boca desdentada, manteniendo sin embargo una sonrisa cómplice a la del Niño que dota de sinceridad y alegría a la escena.

Esteban de Rueda. Izda: Sta. Ana, la Virgen y el Niño, h. 1621-1622 Basílica
de la Gran Promesa, Valladolid. Dcha: Grupo de Sta. Ana, la Virgen y el
Niño, 1624. Iglesia de Sta. Mª de Villavellid (Valladolid) 
Entre 1620 y 1626 Esteban de Rueda no sólo se dedicó a elaborar imágenes exentas y obras para retablos, sino que también realizó trabajos de arquitectura, como su intervención en el Palacio del conde de Fuentesaúco de Toro y en la reconstrucción del convento de la Concepción Francisca de Toro, así como a la elaboración de rejas, como las de la capilla de don Alonso de Fonseca, conde de Villanueva de Cañedo, en el convento de San Ildefonso de Toro.    
El número de poblaciones que cuentan con obras de Esteban de Rueda es extenso, como Alaejos, Benafarces, Casasola, Mota del Marqués, Tordesillas y Villavellid en la provincia de Valladolid, incluida la capital; Morales del Vino, Toro y Villardondiego en Zamora; Cabrerizos del Monte, Peñaranda de Bracamonte en Salamanca, ciudad donde para realizar la escultura del retablo mayor de la iglesia de San Martín fue escogido superando las aspiraciones de otros famosos maestros, entre ellos Gregorio Fernández. Desgraciadamente, este retablo sucumbió en el siglo XIX en un incendio.

Esteban de Rueda. Izda: Inmaculada, h. 1612. Seminario Diocesano, Valladolid
Dcha: Asunción, 1624-1626. Catedral Nueva, Salamanca
Para terminar, reseñaremos que en la obra de Esteban de Rueda en solitario se aprecia una evidente evolución en su estilo. Desde su inicial acomodación a repetir miméticamente las formas personales de Sebastián Ducete, evoluciona acusando una clara influencia de los modelos y arquetipos creados en Valladolid por Gregorio Fernández, escultor al que conoció personalmente en 1620, cuando ejerció como tasador del retablo de los Santos Juanes realizado por el maestro gallego para la iglesia de Nava del Rey (Valladolid).
Esta evolución queda patente al comparar la Inmaculada del Seminario de Valladolid, que Vasallo data en 1612, con la Virgen de la Asunción de la Catedral Nueva de Salamanca, solicitada a Rueda en 1624 y entregada en 1626. La primera responde a un planteamiento manierista romanista, con una cabeza al estilo de Ducete y la figura inmersa en un movimiento de torsión, con paños agitados y abundantes pliegues, aunque estos ya adoptan un aspecto metálico, multiplicándose lo ángulos agudos y las líneas en zig-zag. Por el contrario, en la Asunción salmantina, una de las últimas obras de Rueda, el estilo es mucho más ponderado y sosegado, con la Virgen dispuesta frontalmente y con un gesto estático que realza su solemnidad. La disposición de las manos, los ropajes y los cabellos inevitablemente remiten al arquetipo de Inmaculada creado por Gregorio Fernández, en este caso sin la rígida gravedad fernandina por la animación que producen los ángeles de la peana y los que revolotean alrededor.      

Sebastián Ducete y Esteban de Rueda
Izda: Detalle de Cristo atado a la columna, 1611. Iglesia de San Gil, Burgos
Dcha: Detalle de la Virgen de Belén, h. 1610. Catedral de Zamora
A finales de 1626, cuando tenía dos encargos pendientes para San Martín de Pinilla, Esteban de Rueda, casado con Inés del Moral, moría dejando menores de edad a sus cinco hijos: Antonio, Cristóbal, Antonia, Isabel y Tomasa. Fue enterrado en la iglesia de Santa Marina de Toro, compartiendo la sepultura con su amigo y maestro Sebastián Ducete.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1 VASALLO TORANZO, Luis: San Juan Bautista, en Catálogo de la exposición Aqva / Las Edades del Hombre, Toro, 2016, p. 59.

2 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: Relieves del Bautismo de Cristo y del Martirio de San Juan Bautista. En: BOLAÑOS ATIENZA, María, El Museo crece: Últimas adquisiciones 2005-2010, Madrid, 2011, pp. 50-53.


Esteban de Rueda. Cristo atado a la columna, h. 1620. Iglesia de San Miguel
de Peñaranda de Bracamonte (Foto La Gaceta de Salamanca)
3 VASALLO TORANZO, Luis. Sebastián Ducete y Esteban de Rueda: escultores entre el Manierismo y el Barroco. Instituto de Estudios Zamoranos "Florián de Ocampo", Zamora, 2004, pp. 77 y 152.

4 VASALLO TORANZO, Luis: San Juan Bautista, en Catálogo de la exposición Aqva...Op. cit. p. 59.

5 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Los maestros de Toro: nuevos datos y obras. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 48, Universidad de Valladolid, 1982, p. 245.

6 VASALLO TORANZO, Luis: Esteban de Rueda tras la muerte de Sebastián Ducete. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 64, Universidad de Valladolid, 1998, p. 339.

7 Noticia publicada por La Gaceta de Salamanca, en su edición digital, el 3 de enero de 2016, con el título "Descubierta en el trastero parroquial una obra del escultor Esteban de Rueda".

8 VASALLO TORANZO, Luis: Esteban de Rueda tras la muerte... Op. cit., pp. 345-346.




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