AZULEJOS DEL CONVENTO DE SANTA ISABEL
Hernando de Loaysa
(Talavera de la Reina, Toledo, doc. 1582-1608)
Entre 1585 y 1600
Azulejos de arista y azulejos planos pintados
Capilla de San Francisco del
Convento de Santa Isabel de Hungría, Valladolid
Cerámica renacentista, escuela talaverana
Capilla de San Francisco, convento de Santa Isabel, Valladolid |
Aunque se conocen casos aislados de manufacturas a la “cuerda seca”, realizadas a comienzos del siglo XVI por artífices de procedencia toledana, en realidad estos fueron los que impulsaron en tierras vallisoletanas el gusto por la técnica de “arista” con un sentido modernizador, una técnica que fue difundida por el entorno, a lo largo del siglo, desde los alcalleres moriscos y cristianos asentados en la antigua morería de Valladolid, reconvertida en barrio de Santa María tras el decreto de conversión de 1502. No obstante, el triunfo definitivo de la decoración a base de revestimientos cerámicos en Castilla se produjo en el último tercio del siglo XVI, cuando azulejeros procedentes de Talavera de la Reina introdujeron la técnica de azulejos planos pintados, una modalidad experimentada por Juan Floris en Medina de Rioseco y por el talaverano Hernando de Loaysa en Valladolid en las décadas finales del siglo.
Hernando de Loaysa. Zócalo o arrimadero de la capilla de San Francisco del convento de Santa Isabel, Valladolid |
Los artesanos que trabajaban el barro en el barrio de Santa María se dividían
en dos grupos. Por un lado, estaban los tejeros y ladrilleros, dedicados
expresamente a la construcción. Por otro los olleros, cantareros y alcalleres, los primeros dedicados
a la elaboración de recipientes de uso doméstico, en algunos casos artífices de
vajillas de mesa esmaltadas en blanco. Entre los últimos, algunos artesanos dedicados a la elaboración de revestimientos cerámicos con la técnica de “arista”,
atendiendo trabajos demandados por una clientela tanto civil —nobles, banqueros
y comerciantes— como eclesiástica.
Entre estos artífices conocemos al azulejero Juan Rodríguez, que con
taller junto a la Puerta del Campo trabajó para la Universidad, el palacio del
conde-duque de Benavente, las casas de Francisco de los Cobos, secretario de
Carlos V (transformadas en Palacio Real en tiempos de Felipe III), el palacio
del conde de Miranda y las casas de Pedro de Pimentel, marqués de Viana, así
como para la catedral de Palencia y el monasterio berciano de Santa María de
Carracedo.
Hernando de Loaysa. Decoración muro oeste Banco con azulejos de arista / Parte superior azulejos planos pintados |
A partir de mediados del siglo XVI comenzaron a llegar a Valladolid algunos artífices dedicados a la elaboración de azulejos planos pintados que seguían una técnica de pintura polícroma y que, procedente de Italia, tuvo como principal introductor a Niculoso Francisco Pisano en el ambiente sevillano durante el primer tercio del siglo XVI. El primer maestro que desarrolló este tipo de cerámica en tierras vallisoletanas fue el flamenco Juan Floris, perteneciente a una familia de artistas de Amberes. Entre sus obras se encuentran el pavimento de la Capilla de los Benavente de la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, colocado entre 1551 y 1554, siéndole también atribuida la ornamentación cerámica del palacio del licenciado Francisco de Butrón de Valladolid.
Hernando de Loaysa. Muro oeste San Gregorio, Santa Catalina y San Jerónimo |
Tras realizar trabajos para el vallisoletano Colegio de Santa Cruz y de aceptar en 1580 el encargo de azulejar la capilla de la Anunciación del monasterio de Nuestra Señora de Prado, propiedad de doña Francisca de Cepeda, entre 1583 y 1586 su actividad se intensificó. Al servicio de don Álvaro de Mendoza, obispo de Palencia (diócesis a la que por entonces pertenecía Valladolid), decoró frontales, peanas y gradas de altar para un buen número de iglesias de la provincia, como la Asunción de Tudela de Duero, Santa María de la Overuela, San Pedro de Langayo, Santiago de Fuentes de Duero, San Justo de Manzanillo y San Esteban de Amusquillo de Esgueva, encontrándose azulejos con su mismo estilo y que se le pueden atribuir, entre otras, en las iglesias de San Pelayo de Olivares de Duero, Santa María Magdalena de Matapozuelos, San Andrés de Torre de Peñafiel, la Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos y el monasterio de Santa María de Valbuena de Duero.
Hernando de Loaysa. Muro norte, tramo izquierdo San Francisco de Asís, Santa Clara y San Antonio de Padua |
Por esos años realiza los magníficos frontales de la capilla de San Francisco y de la escalera del claustro del convento de Santa Isabel de Hungría de Valladolid, muy similares a los de Fuentes de Duero, así como otros trabajos para el convento vallisoletano de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago y en 1587 para el desaparecido convento de la Trinidad.
Hernando de Loaysa. Muro norte, tramo derecho Santo Tomás y Santiago el Mayor |
Es posible que Hernando de Loaysa regresara a Valladolid hacia 1600, ocupándose de la ornamentación de la capilla de la casa de recreo que Fabio Nelli de Espinosa tenía en la Vega de Porras (Boecillo).
En la elaboración de zócalos, también denominados arrimaderos, que suelen ocupar aproximadamente dos tercios del paramento y tienen una función tanto ornamental como protectora, Hernando de Loaysa no sólo demuestra dominar técnicamente a la perfección el arte del azulejo, sino que también aporta unos diseños ornamentales de gran colorido y ajustados a la más pura estética renacentista, dejando su impronta personal en el empleo de óxidos metálicos, como el azul de cobalto, el amarillo de antimonio o las gamas de negros y morados derivados del manganeso. Con su decisiva aportación, contribuyó a que perviviera el monopolio de obras talaveranas hasta finales del siglo XVIII.
Hernando de Loaysa. Muro norte, tramo derecho San Felipe y San Pablo |
Otros azulejeros destacables en Valladolid fueron Juan Fernández de Oropesa, yerno de Hernando de Loaysa; el talaverano Antonio Díaz, que atendió a Diego de Tilla, boticario vecino de Valladolid; y Juan de la Espada, que en 1640 realizaba azulejos para el claustro del desaparecido convento de San Francisco.
LA SINGULAR CAPILLA DE SAN FRANCISCO DEL CONVENTO DE SANTA ISABEL
Hernando de Loaysa. Capilla de San Francisco Bancos laterales y pavimento del altar |
La iglesia se levantó a principios del siglo XVI y se modificó en la
segunda mitad del siglo bajo la dirección del palentino Bartolomé de Solórzano,
que trabajó con el patrocinio de doña Isabel de Solórzano, viuda del contador de
lo Reyes Católicos Diego de la Muela. En estilo gótico y de una sola nave rectangular
de dos tramos, dispone de un ábside plano y de coro alto sobre arcos escarzanos
a los pies. La iglesia se une al claustro en el costado sur por una crujía de
dependencias entre las que se encuentra la capilla de San Francisco, adquirida
por don Francisco de Espinosa en 1550 para su enterramiento familiar, que yace
en el centro de la capilla junto a su esposa doña Catalina de Herrera.
La capilla de San Francisco tiene planta rectangular y está cubierta con dos bóvedas de crucería estrellada cuyas nervaduras en yeso podrían ser obra de Jerónimo Corral de Villalpando. En el testero aparecen colocados dos medallones que responden al estilo de Juan de Juni, autor de la imagen de San Francisco que preside el pequeño retablo de la capilla.
Hernando de Loaysa. Muro sur Banco corrido y santos franciscanos |
La parte inferior del zócalo está compuesta por azulejos de arista que
se ajustan a los bancos que recorren tres de los muros de la capilla. Arranca, a modo de rodapié, con
una cinta con motivos vegetales en verde, azul y marrón sobre fondo blanco.
Sobre este se insertan dos filas de azulejos de ruedecilla (en este caso
conformando cada cuatro un motivo decorativo de gran tamaño) en los mismos
colores, estableciendo una serie de formas cuadrilobuladas con motivos vegetales
en su interior y acompañadas por cadenetas con bolas y flores. Este motivo se
repite en los asientos del banco y los respaldos, aunque en las dos primeras filas
del zócalo en algunas zonas se sustituye por otro motivo con un diseño floral inscrito en un
círculo y flanqueado por motivos vegetales, incluyendo frutos y flores, que
conforman formas romboidales. Se remata en los bordes con alízares de color
verde.
Sobre el banco, todo el zócalo está recorrido por una hilada de azulejos de arista, con formas vegetales que adoptan la forma de cráteras, en color verde, azul y amarillo sobre fondo blanco, mientras en el muro sur se sustituyen por una sucesión de palmetas. El mismo repertorio decorativo se repite en el avance del altar, a cuyos lados se encuentra una franja de pavimento con diseños romboidales en colores verde y blanco.
Hernando de Loaysa. Muro sur San Bernardino, San Pedro Mártir y San Acurso |
El amplio
santoral pintado
A la izquierda de la entrada, sobre el banco del muro oeste, aparecen nueve arcos que albergan las representaciones de San Gregorio, Santa Cecilia, San Jerónimo, Santa Margarita, San Juan Evangelista, San Juan Bautista, Santa Ana, San Agustín y San Ildefonso. Estos enlazan en la pared contigua del muro norte, con la que forma rincón, con ocho arquerías bajo las que aparecen San Bernardo, Santa Isabel de Hungría, San Francisco de Asis, Santa Clara, San Antonio de Padua, Santa Catalina, San Buenaventura y San Luis.
Hernando de Loaysa. Muro sur San Acurso, San Adyuto y San Berardo (Mártires de Marrakech) |
El esquema se repite, tras pasar el altar, en la pared opuesta orientada al sur, donde aparece Santa Inés formando rincón y a continuación San Andrés, posiblemente Santiago el Menor, María Magdalena, posiblemente San Simón y San Bartolomé. El zócalo se interrumpe hacia la mitad del muro por estar adosado a este un soporte pétreo sobre el que reposa un retablo-vitrina que alberga la imagen de un Cristo yacente —atribuible a un seguidor de Berruguete— utilizado en los ritos conventuales de Semana Santa. A continuación, hacia la puerta de entrada y en el mismo muro sur, se encuentran las figuraciones de San Mateo, San Bernardino, San Pedro Mártir, San Acurso, San Adyuto y San Berardo, siendo estos cuatro últimos frailes franciscanos conocidos como los Mártires de Marrakech, muertos en Marruecos en 1220.
Hernando de Loaysa. Muro norte San Antonio, Santa Catalina y San Buenaventura |
Hernando de Loaysa. Azulejos de arista en el respaldo del banco |
Informe y fotografías: J. M.
Travieso.
Hernando de Loaysa. Azulejos de arista en el respaldo del banco |
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WATTENBERG
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Hernando de Loaysa. Frontal de altar, azulejos de arista Escalera del claustro, convento de Santa Isabel, Valladolid |
Hernando de Loaysa Fragmento de zócalo del palacio de Fabio Nelli, 1589 Museo de Valladolid (Foto Wikipedia) |
Hernando de Loaysa, panel cerámico, h. 1600 Procedente de Talavera de la Reina (Toledo) Museo Arqueológico Nacional, Madrid |
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