26 de enero de 2011

Un museo interesante: MONASTERIO DE SANTA ISABEL, Valladolid



MONASTERIO DE SANTA ISABEL
Comunidad de Clarisas Franciscanas
Calle Encarnación 6, Valladolid

     El monasterio de Santa Isabel se encuentra en el centro histórico de Valladolid, próximo a la enorme mole del monasterio de San Benito, y es un recoleto recinto ocupado, desde que fuera fundado en 1472, por una comunidad de clarisas franciscanas que obtuvo la licencia papal de Inocencio VIII en 1484.

     En 1506 era levantada la sencilla iglesia y el claustro por el arquitecto palentino Bartolomé de Solórzano, que trazó una sola nave cubierta con bóveda de crucería con terceletes y dotada de un coro alto aislado mediante celosías con trabajos de yeserías, modelo que repetiría en la construcción del amplio claustro, que sigue el modelo del Colegio de Santa Cruz, con una estética muy próxima al convento de las Comendadoras de Santa Cruz, más conocido como "Las Francesas".

     Son las peculiaridades del claustro (ilustración 1) lo más atractivo del complejo, de trazado rectangular y con acceso a los habituales espacios del beaterio, como la sala capitular, el refectorio, etc., situándose las celdas en el primer piso y entre ellas algunos pequeños oratorios como privilegios a damas arropadas por el linaje familiar.

     El piso bajo utiliza esbeltas columnas toscanas para sujetar dinteles y zapatas de madera al estilo castellano, un pavimento enchinarrado con aspecto de alfombra con variados motivos geométricos, lo mismo que el cerramiento entre columnas a base de antepechos calados realizados en yeso, todos ellos con diseño diferente según ciertos patrones de inspiración mudéjar.

     Mayor vistosidad ofrece la serie de antepechos calados del primer piso, con una exquisita colección de celosías labradas en piedra, bajo arcos escarzanos, que muestran un variado repertorio de aire gótico cuyos motivos siguen una simbología que hoy se nos escapa. Desde uno de los ángulos, la visión del claustro con la fachada de la que fuera iglesia de San Agustín al fondo, hoy sede del Archivo Municipal, retrotrae al Valladolid conventual de otros tiempos, algo imposible de apreciar en la calle.

     El convento ha sido objeto de una restauración paulatina que comenzó hace ya años con la intervención en el claustro, cuya estructura fue consolidada al tiempo que se recuperó el pavimento enchinarrado de la planta baja. Posteriormente se acometió la restauración integral de la iglesia, trabajo finalizado en abril de 2006, adaptándose al mismo tiempo algunos de sus íntimos espacios para su función museográfica, lo que permite al visitante apreciar el peculiar ambiente de la clausura franciscana en toda su pureza y contemplar a lo largo de las distintas dependencias un conjunto de piezas de notable valor artístico.

     En la iglesia destaca el retablo mayor (ilustraciones 2 y 3), obra contratada en 1613 por el ensamblador Francisco Velázquez, siendo Melchor de Beya quien realizara la traza y la estructura siguiendo una arquitectura clasicista de aire escurialense. Se complementa con bellos relieves en el banco, cuatro grandes paneles con los misterios gozosos, un calvario y seis grandes tallas en bulto redondo realizadas por Juan Imberto, escultor seguidor de Gregorio Fernández que repetiría con fidelidad sus modelos después de establecerse en Segovia, mientras que las labores de policromía pertenecen a Marcelo Martínez. Una pieza excepcional es el grupo central que representa a Santa Isabel de Hungría dando limosna a un pobre, contratado por Gregorio Fernández en 1621, que hizo en él una personalísima creación que vino a sustituir a un relieve de Imberto que fue transformado en una imagen de Santa Teresa, hoy conservado en la cercana iglesia de San Benito el Real.

     Otra pieza destacada de la iglesia es el retablo de San Francisco (ilustración 4), realizado en torno a 1575 por Juan de Juni, con una magistral y manierista imagen del santo de Asís arrodillado en una postura muy forzada, sin duda, por su expresividad, monumentalidad y misticismo, una de las creaciones más personales y originales del borgoñón afincado en Valladolid. Se complementa con pinturas atribuidas a un seguidor de Antonio Vázquez.


     Desde la parte alta del claustro, que está presidido por un tejo centenario, se accede al coro alto, recorrido por una sencilla sillería de nogal que incluye nichos ocupados por tallas de pequeño formato e imágenes del Niño Jesús.

     Al claustro se abre una sala cubierta por una armadura de madera en forma de casco de barco invertido, posiblemente el refectorio en origen, donde se exponen obras notables (ilustración 6), entre ellas las pinturas del Salvador y de la Inmaculada, de Diego Valentín Díaz, uno de los mejores pintores con taller en Valladolid y amigo personal de Gregorio Fernández, para el que hizo la policromía de algunas de sus obras más famosas. Son también interesantes las pinturas de la Inmaculada, de Felipe Gil de Mena, y Santa Rosa de Viterbo, de escuela madrileña, así como la imagen vestidera de la Virgen de la Visitación, la imagen de la Magdalena de la escuela de Mena, el grupo de los Reyes Magos del siglo XVIII, procedentes de Nápoles, y una colección de crucifijos de marfil de factura filipina.

     Una sala destacable es la capilla de San Francisco (ilustración 5), cubierta con bóveda de crucería, comunicada con la iglesia y adquirida en 1550 por el doctor Francisco de Espinosa para su enterramiento. Sus muros están recorridos por un zócalo con banco, al modo de sala capitular, con todo el perímetro alicatado con azulejos coloreados de tipo Talavera, realizados en los alfares vallisoletanos del siglo XVI, que integra un extenso santoral cerámico que por su rareza en Castilla lo convierten en una pieza única. Preside la capilla un retablo con la imagen de San Francisco, expresiva obra de Juan de Juni. En uno de los muros se abre un escaparate con un Cristo yacente del siglo XVI, del círculo de Berruguete y en la línea de la obra de Isidro Villoldo.

     La Biblioteca guarda cantorales y una interesante colección de libros que se salvaron de un hundimiento y en otra sala se muestra una selección de trabajos textiles, principalmente encajes y bordados realizados por las monjas, así como una buena colección de vírgenes vestideras que lucen suntuosas túnicas y mantos.

     Si curiosa es la sala donde se exhiben ilustraciones elaboradas con pelo natural por algunas novicias, especial encanto tiene la vieja cocina (ilustración 7), con un variado repertorio de utensilios domésticos y religiosos en desuso que ilustran, con gran valor etnográfico, los modos de vida de tiempos pasados, entre ellos los precedentes a la elaboración actual de dulces.

     En definitiva, un recinto para olvidar por unas horas el ajetreado mundo exterior y disfrutar del encanto de las cosas sencillas, siempre rodeadas del ímpetu de grandes artistas que dejaron su obra para favorecer la devoción de unas mujeres que habitaron este microcosmos que hoy nos puede resultar tan pintoresco.


HORARIO DE VISITAS:
Viernes y sábados: de 11 a 13 h.
Se pueden concertar visitas de grupos cualquier día en el teléfono 983 352 139.
Cerrado domingos y festivos.

TARIFAS:
Entrada: 2,50 €. / Grupos previa cita: 2 €.

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