22 de marzo de 2013

Historias de Valladolid: CRÓNICAS VISUALES, retazos ilustrados de nuestra historia (II)


EL ALMIRANTE CRISTÓBAL COLÓN EXPLICA SU PROYECTO
Antonio Susillo, 1891.
Monumento a Colón, Plaza de Colón, Valladolid.

     Emergiendo en uno de los lugares más representativos del Valladolid decimonónico, en el centro de un espacio completamente transformado al albur del progreso, localizado entre la Estación del Norte y el elegante Paseo de Recoletos, junto a uno de los ángulos del Campo Grande, aparece el Monumento a Colón, un grandilocuente homenaje al gran Almirante en principio concebido por el escultor Antonio Susillo en 1891 para ser colocado en la Plaza Central de La Habana, pero que como consecuencia de la Guerra de Cuba se quedó en España, decidiéndose en un consejo de ministros que finalmente el conjunto fuera destinado a Valladolid, decisión basada en haberse producido en el convento de San Francisco de esta ciudad la muerte del ilustre descubridor de América el 20 de mayo de 1506.

Busto de Fray Hernando de Talavera. Monasterio de Prado, Valladolid.
     En el monumento figuran cuatro altorrelieves con escenas colombinas que fueron fundidas, como el resto del conjunto, en el taller parisino de los Hermanos Thiébaut (Thiébaut Frères, Fumiere y Gavignot sucesores). Aunque uno de ellos haya sido interpretado como la visita de Colón al monasterio de La Rábida, bien podría representar la estancia de Colón el 11 de agosto de 1486 en el Monasterio de Prado de Valladolid, convento al que llegó procedente de Arévalo, después de recorrer el monasterio de la Mejorada, próximo a Olmedo, de llegar a Puente Duero y cruzar el Pisuerga por el puente de Simancas. Colón en ese momento había visto rechazado su proyecto de navegación por el rey Juan II de Portugal y en el monasterio jerónimo vallisoletano, asentado a extramuros de la ciudad desde 1470, sus planes fueron escuchados con atención por el prior fray Hernando de Talavera, confesor y consejero de la reina Isabel, que sería el primero en influir sobre ella haciendo plantear la conveniencia de asumir la propuesta colombina de buscar un nuevo camino hacia las Indias.

     Esta intervención de fray Hernando de Talavera, que después transmitió en la corte una información realmente fructífera para el Almirante, es considerada por algunos historiadores como un momento clave en la gesta de Colón.

     La trascendencia de aquel hecho fue recogida certeramente por el poeta peñafielense Moisés Garcés Cortijo1, que en un poema dedicado a Valladolid nos ha dejado estos versos:

Monumento a Cristóbal Colón en Valladolid.
          Por aquí se empezaba a hacer España
          y a ganar la ciudad primera cita...
          Aquí el Imperio preparó su hazaña
          y dio prez a la América infinita...

          En Palos de Moguer no fue la aurora,
          fue aquí, en el corazón de mi Castilla;
          aquí el sueño y la nave redentora
          y aquí la recia y enfilada quilla...

          Crisol maravilloso de la Historia
          —Valladolid de la unidad hispana—;
          que el mundo se refresque la memoria:
          ¿quién, sino tú, sencilla castellana?



ALONSO BERRUGUETE VISITADO EN SU CASA POR EL CARDENAL TAVERA
Miguel de los Santos Jadraque y Sánchez de Ocaña, hacia 1875.
Museo del Prado, en depósito en el Palacio del Senado, Madrid.

En el siglo XVI el pintor y escultor Alonso Berruguete conseguía colocar a Valladolid en la cumbre de la creatividad artística renacentista, dando lugar, junto a Juan de Juni y toda una nómina de seguidores, a una escuela convertida en epicentro de influencias para buena parte del entorno peninsular. La biografía de este artista, originario de Paredes de Nava (Palencia), constituye un caso atípico de éxito en las aspiraciones de ascenso social en la estamental sociedad española del siglo XVI, siempre jalonado por el reconocimiento a su arte innovador, que ejerció como introductor en España de las corrientes italianas más novedosas.

Si en el terreno artístico para Alonso Berruguete fue decisiva su estancia de formación en Italia entre 1507 y 1515, emulando a su padre, el pintor Pedro Berruguete, en su vida personal fue determinante su apoyo al emperador Calos V durante la llamada Guerra de las Comunidades de Castilla, apoyando la causa imperial frente al movimiento antiseñorial que fue aniquilado en Villalar el 23 de abril de 1521 y que terminó con los cabecillas en el patíbulo.

Actual aspecto de la Casa de Berruguete en Valladolid.
Como agradecimiento a su posicionamiento en el conflicto, Alonso Berruguete recibiría directamente del emperador el nombramiento de escribano del crimen en la Audiencia y Chancillería de Valladolid, cargo que le permitió relacionarse con los letrados más importantes de la ciudad y con ello recuperar el orgullo de clase al que Berruguete era proclive, dada la ascendencia vasca de su familia, pues en Vizcaya todos los ciudadanos ostentaban el rango de hidalgos. A su cargo como funcionario vino a sumar las ventajas de su matrimonio con Juana de Pereda Sarmiento, hija de unos ricos mercaderes de Medina de Rioseco.

Todo esto, unido a los beneficios obtenidos por los trabajos artísticos en su taller, le permitieron lograr tres aspiraciones personales que le retratan como un personaje ambicioso y obsesionado por ascender en su status social, logrando sucesivamente ostentar la constitución de un mayorazgo familiar, facultad recibida del emperador Carlos el 14 de febrero de 1527, la compra de un solar vecino a la iglesia de San Benito el mismo año y la construcción de una elegante casa "principal" que se levantó, por un acuerdo con el prior de los benedictinos, gracias a los beneficios reportados por el contrato para realizar el retablo mayor de San Benito el Real, en el que estuvo ocupado desde 1526 a 1532, y por último la compra en 1559, ya con Felipe II en el trono desde hacía un año, del señorío de Ventosa de la Cuesta, hasta entonces bajo la jurisdicción de Medina del Campo. El haber conseguido simultáneamente un mayorazgo familiar, la compra a perpetuidad de un señorío y la construcción de una elegante casona (hay que tener en cuenta que por entonces éstas tenían más valor representativo que funcional), es un hecho realmente insólito entre los artistas de su tiempo y demuestra la acumulación por el artista de un patrimonio económico importante.

Recreación del primitivo aspecto de la Casa de Berruguete a partir
de un dibujo de Valentín Carderera.
Pero si Alonso Berruguete logró sus propósitos de ascenso en el rango social de aquella sociedad estamental, no menos fueron sus éxitos en la creación artística, a todas luces original e innovadora, en la que también dio muestras sobradas de talento en su trabajo para prestigiosos clientes, como lo demuestra tanto el citado retablo de San Benito (1526-1532), con creaciones sin parangón en su tiempo para el centro benedictino más importante de España, el retablo de los Reyes Magos (1537) de la capilla del banquero Diego de la Haya en la iglesia de Santiago de Valladolid o el deslumbrante conjunto de tableros en nogal y relieves en alabastro de la sillería del coro de la catedral de Toledo (1539-1543).

Alonso Berruguete moría en septiembre de 1561 a los pies de una de las torres del Hospital Tavera, a extramuros de Toledo, donde acababa de asentar el sepulcro en mármol del cardenal Tavera, su último mecenas.

Este mecenas y el artista son los protagonistas de una recreación histórica realizada hacia 1875 por el pintor Miguel de los Santos Jadraque (Valladolid, 1840-Madrid, 1919), que supo recoger con acierto el ambiente sugerido por los datos biográficos antes citados. En la pintura el escultor aparece en su casa-taller de Valladolid mostrando su obra al toresano Juan Pardo de Tavera, cardenal y arzobispo primado de Toledo, causando la presencia de tan alta dignidad expectación entre los moradores de la casa. Ya sabemos que tras este encuentro llegaría a encargarle hasta su propio sepulcro.

Recreación, a partir de los restos conservados, del patio de honor
de la Casa de Berruguete en Valladolid. 
La estancia responde a esa fusión de palacio y taller que tuvo en su día, con columnas semiempotradas del tipo que aún se conservan en uno de los patios de la casa, posiblemente como fueron conocidas por el pintor, que habría reproducido la forma en que se encontraban en el momento en que se hizo la pintura. Junto a la pared del fondo aparecen varios sitiales de sillería, en alusión al trabajo realizado para Toledo, junto a modelos en yeso de medallones y otros motivos ornamentales, muy comunes en los talleres de los artistas. En una mesa engalanada con un rico brocado se apoya un cuadro con la traza de un retablo y sobre ella el escultor muestra la imagen de San Sebastián, una de sus grandes creaciones para el retablo de San Benito de Valladolid.

En la parte izquierda aparece el cliente revestido de cardenal y acompañado por tres asesores, dos priores, uno dominico y otro franciscano, y un arquitecto, posiblemente Alonso de Covarrubias, autor del Hospital Tavera en Toledo. A la derecha es un Alonso Berruguete ya maduro quien da las oportunas explicaciones sobre el retablo que mira con atención su hijo Pedro, el más pequeño, colocado en escorzo de espaldas al espectador y vestido elegantemente, como su padre. Al fondo, en el umbral de una puerta que descubre una cortina descorrida, destaca una mujer que posiblemente sea Juana de Pereda, esposa del artista, junto a sus hijas Luisa y Petronila, casadas con dos nietos del banquero Diego de la Haya, y su hijo Alonso, el primogénito, que permanece atento con los brazos cruzados. Al fondo otros familiares y oficiales que habitaron la casa, entre ellos su sobrino Inocencio Berruguete.

De dicha casa se conservan parcialmente los dos patios, el de honor y el del taller, aunque la fachada fue completamente transformada en el siglo XIX, cuando fue convertida en cuartel del Regimiento de Milicias. Podemos conocer una recreación aproximada de su aspecto a partir del dibujo que hiciera hacia 1837 Valentín Carderera.
   

BAUTIZO DE FELIPE II EN LA IGLESIA DE SAN PABLO
Juan Ruiz de Luna, 1939.
Zaguán del Palacio Pimentel (actual Diputación Provincial), Valladolid.

El nacimiento de Felipe II en el Palacio Pimentel de Valladolid y su bautizo en la contigua iglesia de San Pablo es uno de los acontecimientos históricos más conocidos por los vallisoletanos. A ello han contribuido dos elementos, por un lado la leyenda generada por la célebre ventana encadenada orientada a la Plaza de San Pablo, y por otro la recreación gráfica realizada por el prestigioso ceramista e investigador talaverano Juan Ruiz de Luna (1863-1945) en los paneles de azulejos que decoran el zaguán de dicho palacio.

Corría el año 1527 cuando llegaba de nuevo a Valladolid el emperador Carlos para asistir a las Cortes convocadas en el mes de abril de aquel año. Al no disponer de palacio propio, se hospedaba en el palacio ofrecido por el regidor Bernardino Pimentel, unas casas levantadas a finales del siglo XV en la Corredera de San Pablo y heredadas por su esposa Constanza de Bazán Osorio. En aquella ocasión también llegaba en el séquito la emperatriz Isabel, que se encontraba en avanzado estado de gestación. El nacimiento del esperado príncipe heredero se produjo en aquel palacio el 21 de mayo, una noticia festejada por toda la ciudad, que permanecería expectante ante los preparativos para los fastos del inminente bautizo.

Para ello, siguiendo la costumbre de las cortes europeas, se construyó un pasadizo ornamental de arquitectura efímera, decorado con alegorías y guirnaldas, que discurría desde la puerta del palacio hasta la entrada de la iglesia de San Pablo, digno recinto para tan magno acontecimiento. Este es el motivo recogido en uno de los paneles de azulejos del Palacio Pimentel, donde además el ceramista se hace eco de una célebre leyenda al colocar el arranque del pasadizo en una de las ventanas del palacio y no desde la puerta, pues la presencia de una ventana con los barrotes de la reja encadenados generó la creencia de que tuvo que ser serrada para sacar por ella al ilustre infante, evitando con ello su bautizo en San Martín, parroquia cercana a la que pertenecía el palacio según la ubicación de su puerta, siendo asegurada con una cadena al final de la ceremonia. Esta leyenda, fruto de la imaginación popular, se apoya en la extraña presencia de una insólita cadena que "cose" los barrotes, cuyo origen hasta ahora no ha podido ser desvelado.
Otro anacronismo es la altura y el aspecto de la iglesia de San Pablo, cuyo cuerpo por encima del rosetón central no adquirió la altura actual hasta de fuera reformado a principios del siglo XVII a instancias del Duque de Lerma.

Este panel se complementa con otro en el que aparece una instantánea del bautizo en el interior de la iglesia de San Pablo, donde es reconocible una de las puertas laterales realmente existentes. La solemne ceremonia es oficiada por tres obispos y en ella aparece la emperatriz sujetando al infante y el emperador portando el cirio del ritual, con el matrimonio Pimentel al fondo del grupo y otros acompañantes y acólitos que quedan envueltos por los efluvios del incienso que evocan la gloria del bautizado. A la derecha, tras una reja, aparece una multitud formada por miembros de la nobleza y del pueblo de Valladolid.


(Continuará)

Informe: J. M. Travieso.

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NOTAS
1 GARCÉS CORTIJO Moisés, Espiga y Crisol, Revista Turismo en la Meseta, Valladolid, 1966, p. 38.

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